PROVOCACIÓN INICIAL
De Amoris laetitia en la Iglesia están hablando sobre todo obispos, cardenales, sacerdotes 1. Es quizá el momento de que el eco de algunos casados se escuche también en la recepción de la Exhortación. No siempre las orientaciones del magisterio posconciliar han ayudado en todo su conjunto a la mayoría de los casados en temas como la esterilidad, la anticoncepción, el sentido y finalidad del matrimonio, la convivencia prematrimonial, la valoración de la homosexualidad o la reproducción médicamente asistida.
Una parte del magisterio moral de la Iglesia en temas de matrimonio y familia ha sido, o bien ignorado, o bien no acaba de ser acogido con paz por parte de los fieles y las familias 2. El Documento de trabajo (Instrumentum laboris) del Sínodo reconocía la existencia de «una distancia preocupante entre la familia, entre las formas como se la conoce hoy, y la enseñanza de la Iglesia al respecto» (n. 31), sobre todo en aspectos como el «control de los nacimientos, el divorcio y las nuevas nupcias, la homosexualidad, la convivencia, la fidelidad, las relaciones prematrimoniales, la fecundación in vitro y la aceptación integral del magisterio de la Iglesia sobre la ley natural» (n. 13).
Muchos de estos documentos, sin duda arrojan preciosas orientaciones, pero también es cierto que en determinados puntos fundamentan su postura en argumentos que muchos laicos no acaban de entender 3 y, en cierto modo, de asumir desde sus conciencias bien formadas y su «propio» discernimiento 4.
Con el papa Francisco y su Amoris laetitia, las distancias entre las familias de hoy y el Magisterio se han eliminado. Lo primero que muchos casados encontramos en este escrito del papa es una inmensa luz, una deslumbrante y bendita claridad. Como dice el cardenal Schönborn en la presentación oficial: «Para decirlo ya de antemano: los documentos de la Iglesia a menudo no pertenecen a un género literario de los más asequibles. Este texto del papa es legible» 5.
Este documento, a pesar de su longitud, es una de las Exhortaciones apostólicas más claras de leer. Se puede leer sin ninguna preparación teológica especial 6. Las cuestiones que unos pocos cristianos dicen no entender tienen que ver con cuestiones de teología de escritorio y con buscar respuestas a preguntas ajenas a la vida real que ni el texto ni la mayoría de la gente se hacen (ni es, muchas veces, muy sano hacerse).
Lo que quiere el texto es ofrecer otra mirada, conducirnos a otro paradigma en su acercamiento 7. Por eso es interesante observar que a este papa le entienden mucho mejor los laicos que muchos religiosos y sacerdotes. Por este motivo, Amoris laetitia no solo se entiende y es clara, sino que arroja luz a nuestras vidas concretas y a nuestro caminar como familias. Nunca hemos sentido tan comprensible el lenguaje del magisterio y nunca lo hemos sentido tan cercano en el corazón.
Muchos pastores comparten en nuestros hogares la mesa, las preocupaciones, las celebraciones, los aniversarios, y son parte de nuestras familias. Pero otros pastores, que, gracias a Dios, no son la mayoría, no solo no huelen a oveja, sino que tampoco huelen a familia, a hogar, a casa, a espacio doméstico. Por eso las palabras de algunos a veces no solo se perciben como elucubraciones abstractas y distantes, sino que también parecen más expresión de un deseo de aparecer y figurar, de «controlar la gracia» y marcar fronteras con su autoridad y sus normas, y seguir ensanchando esos espacios de una Iglesia todavía demasiado clericalizada para el siglo XXI, que sigue sin escuchar y dar la palabra a los verdaderos agentes de la pastoral familiar.
¡Cómo sorprende hoy la imagen de un Sínodo sobre la familia con una mayoría de célibes siempre «revestidos» y una minoría de laicos decorativa, dócil y sin voto! El lamento de Rosmini en 1846, en su famoso libro Las cinco llagas de la santa Iglesia, a propósito de la distancia entre el clero y el pueblo de Dios, todavía sigue en parte vigente 8. Como ha dicho el papa Francisco: «Los laicos son simplemente la inmensa mayoría del pueblo de Dios. A su servicio está la minoría de los ministros ordenados» (Evangelii gaudium 102).
Ojalá estas palabras que invitan al servicio vayan calando y algunos comprendan que de los laicos también se puede aprender (como los laicos aprenden tantas cosas de los ministros ordenados). Por eso, con Amoris laetitia, muchos laicos sentimos un magisterio horizontal que no solo nos ha escuchado y acompañado, sino que ha aprendido de nosotros (como Jesús aprendió tanto de su encuentro con los padres con hijos enfermos, con los extranjeros, con el centurión romano, con la samaritana).
El pueblo santo de Dios no solo tiene que ser consultado, sino que –es importante recordarlo– tiene la última palabra en la recepción de la doctrina 9. Las familias sencillas tienen «algo» que enseñar a la vida religiosa y a la vida sacerdotal, a los obispos y a la jerarquía, para hacer más doméstico no solo el mundo, sino la Iglesia, para que la Iglesia sea de verdad, más allá de la retórica de las palabras, una familia de familias.
Como decía ya en 1980 Jorge M. Bergoglio: «El ejemplo del Señor nos salva: él se encarnó en el pueblo. Los pueblos tienen hábitos, capacidad de valoraciones, contenidos culturales que escapan a toda clasificación; son soberanos a la hora de interpelar… Afinar el oído para tales reclamos supone humildad, cariño, hábito de inculturación y, sobre todo, haber rechazado de sí la absurda pretensión de convertirse en “voz” de los pueblos, soñando quizá en que no la tienen […] Para un pastor, la pregunta inicial de toda reforma de estructuras debería ser: ¿qué me pide mi pueblo? ¿Qué reclamo me hace? Y atreverse a escuchar» 10.
La pastoral familiar la deben realizar «ya» las familias. Deben ser los sujetos activos y no solo los objetos de la pastoral 11. Son ellas las que tienen no solo que leer, sino sobre todo que «vivir» Amoris laetitia.
Como laico casado y teólogo que, después de una década dando clases en la universidad de Derecho y Filosofía, opté por trabajar en una Facultad de Teología, me gustaría ofrecer una palabra, pobre y limitada, en este diálogo y camino eclesial de reflexión sobre la familia, aunque sea sencillamente y por escrito. Para mí, la lectura detenida varias veces de la Amoris laetitia ha sido una auténtica experiencia espiritual, una auténtica gracia que me ha inundado el corazón de alegría interna.
La Exhortación apostólica del papa, Amoris laetitia, conecta en lo profundo la alegría del amor con la alegría del Evangelio, Evangelii gaudium, y con la alegría por todo lo creado, Laudato si’. La alegría se expresa de diversas formas: gaudium, laudatio, laetitia. Esa alegría serena y de raíces profundas en el Evangelio y la creación es la que transmiten estas páginas que han sido para mí una auténtica visitación: «Volveré a veros y se alegrará vuestro corazón, y nadie os podrá quitar vuestra alegría» (Jn 16,22).
Han suscitado en mí un «nuevo regocijo en la vida, en la creación, en la fe y en la Iglesia» 12. Francisco, como el santo de Asís con su honda reflexión sobre la perfecta alegría en Las florecillas de san Francisco, nos ha regalado con Amoris laetitia una mirada profunda a la alegría del amor que vivimos en las familias y las parejas.
Amoris laetitia es un documento elaborado por el papa Francisco después de los dos últimos Sínodos celebrados en octubre de 2014 y 2015, en los que el papa estuvo fundamentalmente callado, escuchando atentamente, tomando notas y reflexionando sobre lo que a lo largo de su vida ha significado el tema de la familia. Por eso no extraña que sus reflexiones inmediatas en las homilías durante este tiempo y las aportaciones de los dos Sínodos vayan salpicando Amoris laetitia 13.
Los Sínodos fueron precedidos de una consulta al pueblo de Dios, por una escucha de su parecer, del llamado sensus fidei o sensus fidelium. Ahora, después de los dos Sínodos y la Exhortación papal, le toca al pueblo de Dios de nuevo acoger estas palabras, su recepción y su «propio» discernimiento. Ya sabemos las resistencias de cuatro o cinco cardenales o de determinados episcopados 14, pero lo que aquí quiero exponer es algo más sencillo: cómo la exhortatio del papa llega al corazón de un fiel casado, llenando con una potente luz su existencia cotidiana llena de fragilidad. Gracias.
• ¿Conozco o ignoro las orientaciones del magisterio en los temas del matrimonio y la familia?
• ¿Cómo las recibo?
• ¿Qué partes me ayudan e iluminan más?
• ¿Tengo dificultades con algunas orientaciones?
• ¿Qué ecos recibo como laico de las enseñanzas del papa Francisco sobre la familia? ¿Qué sentimientos me producen sus palabras?
• ¿Me siento sujeto activo de la pastoral familiar y matrimonial o receptor de instrucciones?
El libro tiene una estructura sencilla. Comenzaremos presentando ciertos rasgos de la vida del papa que son claves para comprender la Exhortación Amoris laetitia (cap. 1), para seguir a continuación con las claves de su papado, que nos pueden orientar en una buena lectura (cap. 2), y los rasgos fundamentales de su escrito programático, Evangelii gaudium (cap. 3), que es la base sobre la que se asienta Amoris laetitia. A partir del capítulo 4 iremos acompañando en cada una de las nueve partes al papa en su Exhortación, capítulo a capítulo, para terminar con unas conclusiones. Al final de cada capítulo plantearemos unas preguntas para trabajar a fondo estos temas, que son nuestra vida y no un problema para debatir o discutir con más o menos brillantez o lógica.
Los temas los he tratado de forma adulta y para personas adultas. Que seamos laicos no significa que haya que tratar las cuestiones de forma infantil. Las familias, grupos y matrimonios pueden trabajar los capítulos del libro eligiendo aquellos que más les interesen o más necesiten. Si son parejas jóvenes, quizá los capítulos dedicados al amor en el matrimonio o la fecundidad ampliada sean los más importantes; si tienen hijos, quizá les inquiete la parte dedicada a la educación; si están comprometidos en la pastoral de la Iglesia, el capítulo dedicado a las perspectivas pastorales; si son personas preocupadas por la interioridad, les atraerá el capítulo dedicado a la Biblia o la espiritualidad. ¿Qué es lo más importante ahora para mí, para mi familia, para mi grupo? ¿Por dónde empezamos? Para ello conviene tener en cuenta las diversas perspectivas que ofrece la Exhortación.
Perspectiva bíblica (I) |
Perspectiva sociológica (II) |
Doctrina |
Perspectiva psicológica de pareja: un amor que crece (IV) |
Perspectiva relacional: la fecundidad amplia (V) |
Pastoral |
Perspectiva educativa (VII) |
Perspectiva de discernimiento (VIII) |
Perspectiva de espiritualidad (IX) |
1
Tres rasgos son importantes para comprender la cercanía de este papa a nuestro mundo de familias. Este pontífice no solo habla de familias, sino que se percibe en sus palabras y gestos que es una persona familiar, que huele a familia y sabe de familias. ¿Cuáles son los rasgos más destacados de su biografía que nos hacen observar que este papa no habla de teorías, sino que lleva a la familia en el corazón?
1. Un papa que sabe de familia y de mundo
En primer lugar, el papa nace en 1936 en una familia sencilla de emigrantes. Su padre era contable y su madre, ama de casa. Entiende, por tanto, lo que es vivir sencillamente, con aprietos, no tener vacaciones, no tener coche, tener que pedir ayuda económica, cambiar de casa, remendar una y otra vez la ropa.
En segundo lugar vivió una vida secular y estudió seriamente una disciplina del saber. Se graduó como técnico químico e incluso trabajó varios meses en un laboratorio cuya directora era una declarada marxista y atea 1. El papa, por tanto, sabe lo que son las complejas relaciones laborales.
Y el tercer rasgo importante de su vida para entender el espíritu de Amoris laetitia es que en la Compañía de Jesús recibió una formación clásica que le puso en contacto con la literatura, la psicología y las lenguas clásicas. Incluso unos años impartió clases de Literatura y Psicología, llegando incluso a conseguir llevar a Jorge Luis Borges al colegio. Desde ahí se pueden entender la belleza y delicadeza de las descripciones de la interioridad humana del papa Francisco. El papa, por tanto, entiende lo que son las familias humildes, los trabajos seculares y las dimensiones más humanistas del saber.
2. Un papa humilde que se sabe limitado y pecador
Por otro lado, el papa es una persona que sabe gobernar. Del año 1973 a 1979 fue provincial de la Compañía de Jesús en Argentina. En los años ochenta tuvo responsabilidades universitarias y fue rector del Colegio Máximo. De todo ello aprendió a reconocer que no siempre acertó en el modo de ejercer el gobierno, que tomó muchas decisiones de forma autoritaria y personalista:
En mi experiencia de superior en la Compañía, si soy sincero, no siempre me he comportado así, haciendo las necesarias consultas. Y eso no ha sido bueno. Mi gobierno como jesuita, al comienzo, adolecía de muchos defectos. Corrían tiempos difíciles para la Compañía: había desaparecido una generación entera de jesuitas. Eso hizo que yo fuera provincial aún muy joven. Tenía 36 años: una locura. Había que afrontar situaciones difíciles, y yo tomaba mis decisiones de manera brusca y personalista. Es verdad, pero debo añadir una cosa: cuando confío algo a una persona, me fío totalmente de esa persona. Debe cometer un error muy grande para que yo la reprenda. Pero, a pesar de esto, al final la gente se cansa del autoritarismo. Mi forma autoritaria y rápida de tomar decisiones me ha llevado a tener problemas serios y a ser acusado de ultraconservador […] Fue mi forma autoritaria de tomar decisiones la que me creó problemas 2.
El papa «sabe bien» que a veces nos equivocamos y fallamos. Por eso entiende tanto y tan bien las fragilidades y equivocaciones de los matrimonios y las familias, que en ocasiones nos equivocamos en decisiones fundamentales.
3. Un papa que sabe de crisis, dificultades y crecimientos
El año 1986 es muy importante en la vida del papa Francisco, pues a los 50 años empieza en Alemania una tesis doctoral que no acaba 3. Es una época de «crisis interior» honda. Le piden que abandone sus clases de Teología pastoral. Algunos de sus proyectos y modelos formativos y pastorales son cuestionados. Cuando habla de «crisis» a las familias y parejas, el papa sabe de lo que está hablando.
Bergoglio decide dar un giro en su vida: cada vez es menos universitario y se inserta cada vez más en la tarea pastoral. Entre los años 1990 y 1992 se dedica mucho a confesar, a la dirección espiritual y a dar retiros escuchando a fondo las dificultades y alegrías de las personas. A partir de ahí su vida «externa» es más conocida: obispo, arzobispo de Buenos Aires, cardenal y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina 4.
Para lo que vamos a decir después, es muy importante saber que, siendo cardenal, presidió la Comisión de redacción final del Documento de Aparecida (2007), del CELAM. Esto es un símbolo de su posición nuclear en la vida de la Iglesia latinoamericana, pero también es un signo de cómo la Iglesia latinoamericana, de cómo Medellín, Puebla y Aparecida en particular, prepararon al cardenal Bergoglio para ser el obispo de Roma. Y es un signo de cómo el viento de Dios está soplando en y desde el sur del Sur.
Francisco es un icono de la hora de la Iglesia latinoamericana, donde vive el 40 % de los católicos del mundo, y es un icono de la necesidad de redefinir las relaciones entre el centro y las periferias, entre el Norte y el Sur, entre Europa y el resto de los continentes, entre Roma y las demás Iglesias 5.
• ¿Percibo al papa como un pastor que conoce las familias y nuestro mundo real? ¿Qué implica que el papa sea un regalo de la Iglesia latinoamericana a la Iglesia universal?
• ¿Qué te supone descubrir que el papa reconoce que se equivoca, que tiene límites y que ha pasado por crisis hondas?
• ¿Es el papa un icono de la necesidad de redefinir la relación entre la vieja Europa y Roma y la periferia en la Iglesia?
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En este capítulo pretendemos proporcionar las claves esenciales del pontificado de Francisco. Amoris laetitia se enmarca dentro del proyecto de su pontificado. Por este motivo es fundamental comprender qué está suponiendo y significando la llegada a la sede de Roma del jesuita argentino Jorge Bergoglio.
1. Un papa del pueblo y de los pobres
Una de las primeras sorpresas del nuevo papa fue adoptar el nombre de Francisco tras su elección. Era el primer papa con ese nombre, por otro lado tan común y tan popular entre la gente sencilla. El papa explicó que, tras obtener la mayoría de dos tercios requerida para la elección, el cardenal brasileño Cláudio Hummes, al abrazarle, le dijo: «No te olvides de los pobres». Aquellas palabras golpearon fuerte la conciencia de Bergoglio. Mientras terminaba el escrutinio resonaron en su mente «los pobres» y la figura de san Francisco de Asís, el Poverello, «el hombre de la pobreza, el hombre de la paz, el hombre que ama y custodia la creación», como explicó más tarde y como bien aprendió de su abuela Rosa cuando era joven.
2. Un papa lleno de novedades del Espíritu
En 2013 apareció en el balcón de la plaza de San Pedro un hombre que nadie se esperaba. El 13 de marzo fue elegido Jorge Mario Bergoglio como sucesor de Pedro. Su primera aparición fue muy novedosa. Para empezar, prescindió de los ornamentos litúrgicos y vistió simplemente la sotana blanca y su cruz pectoral de obispo, la de siempre.
Tampoco empezó su saludo a la gente diciendo: «En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo…», sino un coloquial y cercano Buona sera! Comenzó afirmando: «Ahora comenzamos este camino», pueblo y obispo de Roma juntos.
Por eso, el tercer gran rasgo de novedad, que hemos ido comprendiendo con el tiempo, es que pidió, hablando como pastor de la Iglesia de Roma, no como pastor universal, la bendición del pueblo 1. Quizá nunca un papa se había tomado tan en serio, en este primer momento, el tema del sacerdocio común de los fieles. Nunca un papa pidió en ese momento «hacer algo al pueblo de Dios».
Por eso, cuando dos años más tarde, el 17 de octubre de 2015, al celebrar en mitad del Sínodo los cincuenta años de la institución del Sínodo de los obispos, dijo que la razón del sínodo era la de «caminar juntos» bautizados, ministros ordenados y obispo de Roma, muchos nos dimos cuenta de que el papa llevaba muy dentro las primeras palabras pronunciadas en aquel balcón.
El papa dijo en ese octubre de 2015 que no estaba «por sí mismo, por encima de la Iglesia, sino dentro de ella como bautizado entre los bautizados y dentro del colegio episcopal como obispo entre los obispos, llamado a la vez, como sucesor del apóstol Pedro, a guiar a la Iglesia de Roma, que preside en el amor a todas las Iglesias». Por eso el papa, desde el gesto de ese primer día, nos estaba mostrando que se sentía bautizado entre los bautizados, obispo entre los obispos.
Y también fueron muy novedosos sus primeros gestos de sencillez: quedarse a vivir en Santa Marta, sus llamadas por teléfono, el pago de su factura donde estaba hospedado, no ir con mucha escolta, su decisión de que su primer viaje fuera a una isla como Lampedusa, marcada por la muerte de miles de emigrantes, su decisión de construir un altar con los restos de un naufragio, el lavar los pies el Jueves Santo a mujeres presas, su primer encuentro con los periodistas, donde no quiso impartir una bendición ritual por respeto a los que no eran creyentes o creyentes de otras tradiciones religiosas, su deseo de rezar en silencio por ellos y pedirles una oración por él, su exclamación en aquel momento: «¡Ah, cómo quisiera una Iglesia pobre y para los pobres!».
En el fondo, una serie de rasgos que evocaban a ese hombre sencillo que quería seguir siendo y viviendo sencillamente aun dentro de los muros del Vaticano, de igual modo que había vivido sencillamente toda su vida viajando en metro y autobús, comiendo en las casas, visitando a sus curas villeros, preparando comidas para los jóvenes jesuitas en la cocina, residiendo en casas sencillas y no en palacios episcopales.
3. Un papa del posconcilio y un pastor latinoamericano
Detrás de esa sencillez había un hombre sólido, con una teología social y política, una teología del pueblo de Dios bien arraigada en el Concilio Vaticano II (especialmente, Lumen gentium 9-17), una teología viva y preocupada por la evangelización «alegre» de la gente.
La clave de comprensión de esta teología está en que el papa es un hombre que abandona el ámbito académico y se va preocupando cada vez más del ámbito pastoral. La vida real de la gente es más importante que las ideas. Es un hombre que continuamente, con matices, pero de manera muy clara, seria y profunda, a veces critica una serie de concepciones demasiado abstractas, demasiado conceptuales y distantes de la fe y apela mucho a volver a las historias de la Biblia, a la gente concreta, a la experiencia de la realidad, a salir a las periferias.
No quiere una teología de escritorio, sino una teología en contacto con la vida, una teología del pueblo, como aprendió de su maestro Lucio Gera 2. Bergoglio no cree en síntesis especulativas hegelianas o ideológicas que reducen la riqueza de la pluralidad, sino en tensiones llenas de contraste, como aprendió de su querido Romano Guardini, hijo de inmigrantes como él.
Todos esos rasgos que hemos ido conociendo indican lo que él dice y quiere para la Iglesia: quiere «pastores con olor a oveja», porque él mismo lo fue como arzobispo de Buenos Aires cuando se dejó la piel, en unos años maravillosos de su vida, visitando esas «villas miseria» esas «periferias», tocando ese sufrimiento y vida cotidiana de la gente. Los párrocos tenían la sensación de que conocía sus problemas y los de sus feligreses. Por eso Jorge Bergoglio es sobre todo un pastor que disfruta entre la gente, entre el pueblo 3.
La novedad de este papa supone una cierta discontinuidad con los papas anteriores. Cierta discontinuidad entre los papas es algo inevitable. La historia de la Iglesia muestra cómo cada papa marca el ministerio petrino en la Iglesia católica con las notas del Espíritu de Dios en ese tiempo.
Francisco no «rompe» con Benedicto XVI, sino con la figura y el estilo papal que modeló Pablo VI tras el Concilio Vaticano II, y que asumieron los cuatro últimos pontífices 4. Francisco es el primer gran profeta del siglo XXI, un obispo de Roma carismático que está llamándonos a no perder esta oportunidad de gracia, este nuevo acontecimiento pascual en la Iglesia 5.
¡Ojalá no enterremos estos tesoros de gracia que nos ofrece ni escondamos esta luz debajo de un celemín (Mt 5,14-16)! ¡Ojalá que este papa argentino que vuela alto y libre, que tan claramente habla de reformar la Iglesia, de superar los vicios burocráticos y las doctrinas petrificadas, no se encuentre en Roma y en muchos ámbitos eclesiales avestruces que no saben volar y que esconden la cabeza bajo tierra ante las dificultades de la evangelización! ¡Ojalá no ahoguen su «dulce y confortadora alegría de evangelizar» 6 a la gente sin sueños y con miedos de todo, ajenos a la realidad!
¡Ojalá encuentre personas con las que trabajar, colaboradores y soñadores que pongan en práctica los caminos que va sugiriendo, a pesar de las limitaciones y dificultades! ¿Con quién cuenta en realidad el papa para llevar a cabo sus reformas más allá de los palmeros, los que cambian su lenguaje, los críticos, los escépticos, los que siempre esperan sentados? ¡Ojalá cuente con nosotros! 7
• ¿Me abro o me cierro a este acontecimiento de gracia que es este nuevo papa?
• ¿Qué creo que nos dice el Espíritu con un papa que viene del Sur?
• ¿Me interpelan sus signos y palabras, que remiten a una Iglesia más pobre y para los pobres y los que sufren?
• ¿Siento o sentimos a los pastores cercanos?
• ¿«Huelen a oveja»?