HABLAN DE NADIA BOLZ-WEBER Y “DESVERGONZADA”

Desvergonzada es un triunfo. Nadia Bolz-Weber regresa a los lectores el regalo que la religión tóxica y la cultura del consumismo les robaron: el regalo de la sexualidad. Su sabiduría sin paralelos, su vulnerabilidad conmovedora, su narración magistral y su perspectiva son tanto antiguas como frescas. Desvergonzada le devolverá a los lectores su alegría, relaciones y libertad”.

—Glennon Doyle, autora del Bestseller #1 del New York Times Love Warrior, fundadora y presidente de Together Rising

Desvergonzada es de los libros que puede cambiar vidas, más importantes que jamás leí. Elaborado con experticia y amorosamente presentado, sirve tanto como bomba y bálsamo —haciendo volar las mentiras que la religión enseña acerca del sexo y sanando tiernamente las heridas que esos mensajes han infligido. Pastoral y profética. Desvergonzada entrelaza la historia, la teología, los estudios bíblicos, la narrativa personal y la educación sexual, sin perder nunca de vista su objetivo más importante —honrar la dignidad de los seres humanos reales viviendo vidas reales, desordenadas y hermosas. Es el mejor libro de Nadia Bolz-Weber hasta aquí. Y eso es decir algo”.

—Rachel Held Evans, autora de Searching for Sunday y Faith Unraveled (Fe en Desenredo, en español)

“Si la conversación alrededor del sexo en la Iglesia les pareció una habitación pequeña y estrecha, prepárense: Nadia Bolz-Weber está a punto de patear la puerta, empujarlos hacia afuera, y quemar la habitación mientras marchan a tomar aire fresco. Este libro irreverente, atrevido y autentico está profundamente centrado en el amor y en la bondad transformadora de Dios. Si alguna vez hubo un momento para que la Iglesia sea disruptiva con las nociones estropeadas del mundo sobre el sexo, el género, la masculinidad y el poder, con este tipo de reforma desvergonzada, es ahora. Y Nadia es la alborotadora amorosa, esperanzadora, sabia y que no toma prisioneros que estábamos esperando”.

—Sarah Bessey, autora de Jesus Feminist Out of Sorts

“Nadia tiene una forma asombrosa y llena de fe de decir cosas buenas de una manera difícil y cosas difíciles de una buena manera. Lo hace nuevamente con uno de nuestros temas más hirientes, peligrosos y necesarios: ¡enseñanzas sobre género y sexualidad en el cristianismo! Esto sanará a muchos”.


—Fr. Richard Rohr, O.F.M., Center for Action and Contemplation, autor de The Universal Christ (El Cristo Universal, en español)

“Nadia Bolz-Weber regresa con su narrativa vulnerable y que incita a la lectura, esta vez con la vista puesta en la cultura de la pureza. Ella desenreda los marcos problemáticos y tóxicos alrededor de la sexualidad –el peso que muchos de nosotros todavía cargamos al día de hoy – y nos ofrece la libertad que necesitamos para decirle no a la vergüenza. Si conoces la obra de Nadia, sabes que no tiene miedo. En Desvergonzada, todos nos beneficiamos de su braveza”.

—Austin Channing Brown, autora de I’m Still Here: Black Dignity in a World Made for Whiteness

Desvergonzada

Una Reforma de la Sexualidad

de Nadia Bolz-Weber. 2020, JUANUNO1 Ediciones.

Título de la publicación original: “Shameless”

This translation published by arrangement with Convergent Books, an imprint of Random House, a division of Penguin Random House LLC. / Esta traducción es publicada por acuerdo con Convergent Books, un sello de Random House, una división de Penguin Random House LLC.

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Published in the United State by JUANUNO1 Ediciones,

an imprint of the JuanUno1 Publishing House, LLC.

Publicado en los Estados Unidos por JUANUNO1 Ediciones,

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Library of Congress Cataloging-in-Publication Data

Name: Bolz-Weber, Nadia, author.

Desvergonzada : una reforma de la sexualidad / Nadia Bolz-Weber

Published: Hialeah : JUANUNO1 Ediciones, 2020

Identifiers: LCCN 2019957592

LC record available at https://lccn.loc.gov/2019957592

REL105000 RELIGION / Sexuality & Gender Studies

REL012120 RELIGION / Christian Living / Spiritual Growth

REL102000 RELIGION / Theology

Paperback ISBN 978-1-951539-20-7

Ebook ISBN 978-1-951539-21-4

Los detalles de algunas anécdotas han sido modificados para proteger la identidad de las personas.

Todos los versículos bíblicos que aparecen como destacados o apartados en este libro corresponden a Santa Biblia, NUEVA VERSIÓN INTERNACIONAL® NVI® © 1999, 2015 por Biblica, Inc.®, respetando los términos de uso expresados en su página web biblica.com/terms-of-use/ consultado en Enero 2020.

Créditos Foto de Nadia Bolz-Weber utilizada en esta edición:

© MAKERS

Traducción: Alvin Góngora

Editor: Tomás Jara

Diagramación interior: María Gabriela Centurión

Portada: ZONA21.net

Director de Publicaciones: Hernán Dalbes

First Edition | Primera Edición

Hialeah, FL. USA.

-2020-

PARA E. B.

CONTENIDOS

Cover

Portada

Hablan de Nadia Bolz-Weber y Desvergonzada

Portada

Legales

Dedicatoria

Nota a los lectores

Invocación

1 Sanctus

CREACIÓN I: LA PRIMERA BENDICIÓN

2 Oso de peluche

“¿Qué tan femenina soy?” Encuesta del libro de ejercicios Encanto Cristiano

3 Esta mierda es gratis

Hooked on Colfax

4 Hélice de doble cadena

La Biblia de Cindy

CREACIÓN II: PERTENECÍAN EL UNO AL OTRO

5 Santa Resistencia

Denver vs. Nashville

6 La silla mecedora

Cómo fue que el aborto pasó a la agenda política evangélica: Una historia

7 La chimenea

CREACIÓN III: ¿QUIÉN TE DIJO QUE ESTABAS DESNUDO?

8 Siento el olor a dulce y caramelo

CREACIÓN IV: PALABRA HECHA CARNE

9 Agitación terminal

Y en el último día (de terapia reparadora): Un poema de Pádraig Ó Tuama

10 También hay magia

11 Hola, mi nombre es...

12 Bendición

Agradecimientos

Recursos

Sobre la Autora

NOTA A LOS LECTORES

Las historias de este libro provienen de mi propia vida y son ciertas en la medida en que las recuerdo. Como suele suceder con toda recuperación del pasado, la manera en que yo recuerdo y narro la historia, junto con la manera en que mis feligreses recuerdan y narran las suyas, pueden diferir en cómo otras personas puedan recordar esos mismos eventos. En algunos casos, los detalles de identificación pueden haber cambiado para proteger la identidad de otros. Hay instancias en las que he condensado el tiempo para facilitar la fluidez del relato. Las historias de mis feligreses se cuentan aquí con su permiso.

Quiero también decirles que las historias de abuso y asalto sexuales aparecieron con una regularidad perturbadora en mis entrevistas. No estoy equipada para abordar ese daño particular en este libro. Aunque tampoco podía dejar de mencionarlo.

Al final del libro hay una lista breve de libros, currículos y educadores que les pueden permitir hablar acerca de sus propias historias y escuchar las de los demás. Me aterroricé cuando empezamos a hablar de sexo y espiritualidad en la iglesia. Pero fue maravilloso. Háganlo.

Invocación

La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos ustedes.

Y también contigo.

La semana que Prince murió yo iba rumbo a Charlotte, Carolina del Norte, como conferencista invitada a un grupo de metodistas. Esa misma semana, el órgano legislativo estatal de aquella ciudad había aprobado lo que se dio en llamar el proyecto de ley de uso del baño, que establece que las personas deben usar el baño que corresponde al género tal cual aparece en su licencia de conducir. Mientras metía mi equipaje de mano debajo del asiento frente a mí, pensé en esa odiosa ley y en el pequeño plan que me había inventado para protestar. Mi bolso contenía un rollo de cinta adhesiva y media docena de hojas de papel que ya había marcado con un enorme estampado color púrpura el símbolo andrógino del nombre de Prince.

El avión despegó y miré por la ventana. Volábamos sobre las llanuras secas del oriente de Colorado, a treinta mil pies de altura sobre una matriz de puntos de círculos verdes y marrones que revelaban la geometría de la agricultura industrial. Como chica de ciudad que no sabe nada de agricultura, siempre me han desconcertado esos círculos verdes. ¿Cómo se les ocurría a los agricultores plantar sus cultivos en círculos precisamente en lotes cuadrados?

Cuando lo averigüé más tarde supe que en 1940, a poco más de cuarenta y seis kilómetros del lugar donde mi avión se abría camino hacia el nítido cielo de Colorado, un hombre llamado Frank Zybach inventó el sistema de riego de pivote central, revolucionando así la agricultura en Estados Unidos. En su sistema, el equipo de riego gira sobre un pivote que permite que los aspersores rieguen los cultivos en un patrón circular. Los cultivos no se plantan en círculos; simplemente se riegan de esa manera. El agua nunca alcanza las esquinas.

Cuando llegué al aeropuerto de Charlotte, me ocupé en mi proyecto de pegar los símbolos color púrpura de Prince sobre los letreros del baño que decían “Hombres” y “Mujeres”. Luego me fui para la iglesia.

El día después de mi regreso a casa, estaba ahí sentada en el borde de la plataforma en La Casa para Todos los Santos y Todos los Pecadores (en lo sucesivo, La Casa), la iglesia de Denver que pastoreo. Mi feligresa Meghan y yo nos distraíamos viendo el transcurso de la comida comunitaria mensual de la iglesia. Grupos de personas dispares de diferentes edades y orientaciones sexuales y de género estaban sentadas en doce mesas circulares a lo largo del salón, comiendo fríjoles con chile en tazones de espuma de poliestireno.

Meghan, una enorme mujer trans con cabello largo y delgado y una cara y una figura que, ella admite, no le permiten “pasar”, ya tiene suficiente ansiedad social como para sentarse en una mesa comunitaria. Es un no desde el comienzo. Generalmente busca su propio lugar en el borde de la plataforma. Algunos domingos, en lugar de unirme a la refriega, paso el tiempo con ella hablando de cómics.

Ese día, mientras nuestras piernas colgaban del escenario, mencioné algo que había estado pensando últimamente: “Meghan, esta mañana leí mi viejo libro de educación sexual cristiana por primera vez en unos cuarenta años”. Ella se rió y yo seguí. “Me mostró que el plan de Dios es que todos sean cristianos heterosexuales y cisgénero, que nunca tengan relaciones sexuales con nadie hasta que se casen con su único amor verdadero, y que tengan bebés”.1

Las dos nos reímos. Entonces sacudí la cabeza. “Lo que quiero decir es que creo que todavía hay ese tipo de personas por ahí...”.

Meghan levantó la mano y tocó con el pulgar el resto de sus dedos de uñas pintadas en esmalte color morado. “Claro que las hay. Y así de pequeño es ese círculo”.

Si fueras a dibujar un círculo que representara a todas las personas en el planeta y luego, dentro de él, otro pequeño para representar a las personas que viven de acuerdo con el “plan de Dios”, entonces muy pocas personas en el planeta encajarían en ese círculo. Meghan no encaja en ese círculo. Yo no encajo en ese círculo. Tampoco se incluyen en el círculo personas divorciadas, personas en matrimonios infelices, personas que tienen relaciones sexuales antes del matrimonio, personas que se masturban, asexuales, gays, bisexuales, personas que no son cristianas, personas que no son de género binario...

Si ese es el “plan de Dios”, entonces Dios planeó muy mal.

Quizás tú tampoco encajas en ese círculo. Dios nos plantó a muchos de nosotros en las esquinas. Sin embargo, el riego central de las enseñanzas de la iglesia sobre el sexo y la sexualidad tiende a excluirnos. A muchos de nosotros se nos enseñó que si no encajas dentro del círculo de los códigos de comportamiento de la iglesia, Dios no está contento contigo. Así que nos redujimos a una forma que podría encajar en esas enseñanzas, o negamos por completo esas partes de nosotros mismos. Las partes lujuriosas. Las partes coloridas. Las partes homosexuales. Las partes del embarazo no deseado. Las partes insatisfechas.

Pero nuestras expresiones sexuales y de género son tan integrales a quienes somos como nuestras crianzas religiosas. Separar esos aspectos de nosotros mismos —para separar la vida como seres sexuales de una vida con Dios— es truncar nuestra psique, como una progresión musical que nunca llega a una resolución.

En los diez años que llevo como pastora en La Casa, he conocido parejas jóvenes ya casadas que hicieron lo que la iglesia les dijo y “esperaron”, solo para descubrir que el día de su boda no pudieron encender un interruptor como para que sus cerebros y sus cuerpos de repente pasaran de relacionarse con el sexo como pecaminoso, sucio y peligroso a relacionarse con el sexo como algo alegre, natural y dado por Dios. Conozco a mujeres solteras que no tuvieron relaciones sexuales hasta los cuarenta y ahora no tienen idea de cómo manejar el aspecto emocional de una relación sexual. He sabido de mujeres de edad mediana que admiten que todavía no se dan la libertad de usar un cuello en V porque, cuando eran adolescentes, les dijeron que la modestia femenina era la mejor protección contra los avances sexuales masculinos no deseados. He visto a hombres homosexuales que nunca denunciaron el abuso sexual que experimentaron en la iglesia porque la iglesia les dijo que ser homosexual era un pecado. He escuchado historias de mujeres que sufrieron violación conyugal después de haberse casado a los veinte años (porque si tienes que esperar hasta el matrimonio para tener relaciones sexuales, lo mejor es que apresuras esa mierda), pero recibieron el mensaje de sus iglesias de que, puesto que hay un versículo en la Biblia que dice que las mujeres deben estar sujetas a sus maridos, en realidad eso no fue violación.

No es muy difícil trazar una línea directa entre los mensajes que muchos de nosotros recibimos de la iglesia y el daño que, como resultado, hemos experimentado en nuestros cuerpos y espíritus. Entonces, mi argumento en este libro es el siguiente: no deberíamos ser más leales a una idea, una doctrina o una interpretación de un versículo de la Biblia que a las personas. Si las enseñanzas de la iglesia están dañando los cuerpos y los espíritus de las personas, debemos repensar esas enseñanzas.

Hace quinientos años, Martín Lutero analizó detenidamente el daño en la vida espiritual de sus propios feligreses, específicamente su tormento al tratar de cumplir con las obligaciones sacramentales que la iglesia determinó que apaciguarían a un Dios enojado. Al ver esto, Lutero se atrevió a pensar que el Evangelio, la historia de Dios que viene a la humanidad en Jesús de Nazaret y nos pronuncia palabras de vida, podría liberar a sus feligreses del daño que su propia iglesia les había hecho. Lutero fue menos leal a las enseñanzas de la iglesia que a las personas, y esto ayudó a despertar lo que ahora se conoce como la Reforma Protestante.

Sé que están los que no desean repensar sus ideas sobre ética sexual, género, orientación, sexo extramarital y la bondad inherente del cuerpo humano. Tal vez algunas personas que lean esto observan sus propias vidas y la de sus iglesias y ven solo parejas felices y heterosexuales que disfrutan de un sexo monógamo y que se alegran en la satisfacción de “vivir en el plan especial de Dios para la humanidad”. No lo sé. Tal vez. No voy a tu iglesia y no vivo tu vida. Entonces, si las enseñanzas tradicionales de la iglesia sobre el sexo y el cuerpo no han causado daños en la vida de las personas que te rodean, e incluso les han proporcionado un plan para el verdadero florecimiento humano, este libro probablemente no es para ti (Buenas noticias, sin embargo: el mundo editorial cristiano es tu ostra. Allí no faltarán libros que te permitirán mantener e incluso incrementar tus creencias).

Este libro es para todos los demás. Es agua, espero, para los que fueron sembrados en las esquinas. Es para cualquiera que haya tenido que mantener en secreto su vida amorosa. Es para todos aquellos que han sido buenos y han hecho todo lo bueno a los ojos de la iglesia y aun así se las han ingeniado para tener una vida sexual, pero sin los fuegos artificiales y la magia que les prometieron si simplemente “esperaban”. Es para los padres del hijo gay, padres que lo aman y lo apoyan porque saben que no es un error ni él es un pecador aberrante, y como resultado de ese apoyo se han convertido en extraños en su propia iglesia. Este libro es para todos los que alguna vez se sintieron avergonzados de su naturaleza sexual debido a lo que alguien les dijo en nombre de Dios. Este libro es para cualquiera que se haya alejado del cristianismo y, sin embargo, todavía esté en lo secreto aferrado a Jesús (y siempre lo estará). Este libro es para cualquiera que haya transmitido las enseñanzas tradicionales de la iglesia sobre el sexo a sus propios hijos y ahora lo lamenta. Este libro es para el hombre recién divorciado o para la mujer recién divorciada que desea ser un amante atento y cariñoso, pero que se pregunta: ¿Las reglas que aprendí en el grupo juvenil de la iglesia todavía se aplican a mí, ahora? Este libro es para el joven evangélico que silenciosamente no está de acuerdo con la postura de su iglesia sobre el sexo y la orientación sexual, pero se siente solo en ese silencio. Este libro es para cualquiera que se pregunte, incluso inconscientemente: ¿Se ha obsesionado demasiado la iglesia con esto? ¿Realmente creemos que lo hemos hecho bien?

Creo firmemente que la iglesia, en general, no ha acertado en absoluto.

Pero para ser justos, la religión no es la única fuente de mensajes dañinos sobre el sexo y el cuerpo. En la cultura, como en la iglesia, el sexo es un gran problema. La cultura más amplia nos bombardea con su mercantilización del sexo, sus propias ideas degradantes sobre nuestro valor y aceptación social. La cultura diseña su propio círculo pequeño alrededor, por ejemplo, de aquellos cuerpos humanos que merecen ser deseados, aquellos con una simetría particular de cara, longitud de piernas, proporción grasa-músculo, forma de ojos, suavidad de piel, y aquellos que no merecen ser tenidos en cuenta. Nosotros nos evaluamos constantemente para saber qué tan cerca o qué tan lejos estamos de ese ideal. Nos volvemos invisibles cuando nos vemos demasiado viejos, demasiado gordos, muy por debajo del promedio como para caber dentro del pequeño círculo de deseabilidad. Esto, junto con la mentira generalizada de no tener suficiente —no tener suficiente sexo, no tener una pareja que sea lo suficientemente sexy, no tener una vida que sea lo suficientemente emocionante— puede opacar nuestra capacidad de apreciar el placer de nuestros cuerpos reales, nuestras relaciones reales, y nuestras vidas reales.

Pero no voy a caer aquí en el pecado de falsa equivalencia. Admitir que tanto la iglesia como nuestra cultura pueden causar daño no es lo mismo que decir que el daño de ambos es equivalente. No lo es. Porque tan dañinos como son los mensajes de la sociedad, nunca dice que estos mensajes son de Dios. Nuestra cultura no me dice que el creador del universo está disgustado por mi celulitis.

Entonces, ¿hacia dónde vamos a partir de aquí?

Me gustaría que, juntos, reconsideremos lo que nos han dicho y lo que hemos internalizado de la iglesia. Consideremos el daño que se ha causado en nombre de Dios, pero no nos contentemos con detenernos allí. Debemos alcanzar una nueva ética sexual cristiana.

Durante casi dos años, entrevisté a muchos de mis feligreses, que se convirtieron en los personajes principales de este libro.2 Aquí también hay retazos de mi propia vida, relatos de lo que recopilé y leí en libros de educación sexual cristiana, hallazgos de mis exploraciones en algunas madrigueras (el movimiento de la abstención de alcohol en Estados Unidos, el legado de los Padres de la Iglesia, la poco conocida historia de fondo de cómo los evangélicos asumieron el aborto como causa), estudio de pasajes bíblicos y teología cristiana, y relatos de haber agotado a mis amigos tras entablar con ellos un solo tema de conversación por más tiempo del que cualquier persona cuerda debería tolerar. No es que haya escrito este libro; es, antes bien, que este libro me poseyó.

Mientras avanzas en la lectura, ten en cuenta que lo que te doy son mis ideas mejores y más agonizantes para recalibrar la manera en que pensamos el sexo. Y, en todo esto, espero contribuir al proceso de curación de aquellos de nosotros que hemos sido lastimados por las enseñanzas más amplias de la iglesia o heridos por nuestra propia incapacidad de hablar sobre el sexo. Como individuos y comunidades, seguimos tartamudeando cuando surge el tema, seguimos recibiendo golpes de juicio y vergüenza, seguimos equivocándonos.

Debes saber de antemano que no hay posibilidad de que yo pueda abordar ni dar cuenta en este libro de toda experiencia, variación o perspectiva sexual. Tampoco voy a poder tratar, ni siquiera anticipar, cada objeción que se levante a lo que he escrito. No soy terapeuta sexual ni historiadora ni especialista académica en estudios acerca de la Biblia ni crítica cultural. Lo que soy es una pastora que está preocupada por el daño que veo en la vida de mis feligreses y que también está preocupada por ti. No tengo respuestas, exactamente. No tengo una lista actualizada de buenos ni de malos comportamientos. Este libro no intenta redimir el puñado de versículos bíblicos que han sido armados contra nosotros. No es una teología sistemática del sexo.

He aquí lo que sí es este libro. Es una prueba de ADN de nuestro propio daño, pinchando nuestros brazos, extrayendo la sangre y mostrándonos de dónde venimos para que sepamos cómo avanzar hacia algo nuevo. Es una muestra de capas de relatos y voces; perspectivas e historia; y poesía y Escritura. Al igual que un cuerpo humano, es una muestra que tiene curvas.

Alain de Botton, filósofo ateo y autor de bestsellers, sostiene que al menos la religión parece entender la importancia y el poder del sexo.3 Quizás sea así. El sexo es una parte fundamental de nosotros. Cuando se manipula, explota o niega, puede afectarnos de manera devastadora. Es por eso que la religión a menudo ha intentado mitigar el poder del sexo, ya sea a través del celibato forzado, el vestido modesto, los cinturones de castidad, la mutilación genital, las mentiras perniciosas que se les enseñan a los niños sobre los peligros de la masturbación o cualquier otra cosa. Pero lo que me pregunto es esto: si la religión ha sido el lugar en el que el poder del sexo se toma más en serio, ¿no podría convertirse también en el lugar de donde surge una nueva conversación al respecto, uno que no esté afligido por el legalismo y la vergüenza, y que, sin embargo, no ignore la depravación de los seres humanos que favorece alguna idea delirante de que somos capaces de alcanzar una ausencia total de intereses egoístas?

¿Podemos, los que hemos sido criados dentro de una cultura ampliamente cristiana, si es que no fuimos amamantados directamente dentro de la iglesia, ser personas que luchan por el florecimiento sexual de todas las personas? Y si es así, ¿dónde podemos buscar orientación?

Por un lado, podríamos considerar la definición de salud sexual de la Organización Mundial de la Salud:

Un estado de bienestar físico, emocional, mental y social en relación con la sexualidad; no simplemente la ausencia de enfermedad, disfunción o enfermedad. La salud sexual requiere un enfoque positivo y respetuoso de la sexualidad y las relaciones sexuales, así como la posibilidad de tener experiencias sexuales placenteras y seguras, libres de coerción, discriminación y violencia. Para lograr y mantener la salud sexual, los derechos sexuales de todas las personas deben ser respetados, protegidos y cumplidos.4

En otras palabras, el consentimiento (consentimiento entusiasta, no solo la ausencia de “no”) y la mutualidad (disfrute de ambas partes) son lo que, según la OMS, constituyen una ética sexual básica.

Sin embargo, por crítico que sea el valor del consentimiento y de la mutualidad, una ética sexual cristiana debe ofrecer más que eso. Y por contradictorio que parezca, el lugar en el que sugiero que busquemos ayuda es la Biblia. La Biblia es demasiado potente como para dejarla en manos de quienes la usan, incluso sin darse cuenta, para justificar y proteger su propio lugar en el centro del campo de riego. Y a veces el origen del daño puede ser la fuente más poderosa de su curación.

Me valgo en este punto de otra jugada de Martín Lutero. En el Catecismo Menor, enseña que los Diez Mandamientos son más que la mera ausencia de mal comportamiento. También se trata de la presencia del bien. Por ejemplo, es posible que pienses que cumplir el Quinto Mandamiento, No matarás, es un comodín, algo así como el cuadro central de la tarjeta de bingo, uno que todos podemos marcar de inmediato. Sin embargo, Lutero nos dice que cumplir el Quinto Mandamiento requiere más que no matar personas. Afirma que no matarás significa que “debemos amar y temer a Dios, para que no pongamos en peligro ni dañemos la vida de nuestros vecinos, sino que los ayudemos y apoyemos en todas las necesidades de la vida”. No les hagas daño y, más bien, sostén a los demás en todas sus necesidades.

Del mismo modo, en lo que respecta al sexo. Para que ocurra el florecimiento sexual debemos guiarnos por algo más que la ausencia del “no” y la ausencia de daño. Por eso creo que también debemos enriquecer nuestro consentimiento y mutualidad con el dato de la preocupación. La preocupación nos acerca al corazón de la propia ética de Jesús: amar a Dios y a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Esa preocupación en tanto sentido de responsabilidad requiere que actuemos en nombre de otra persona; reformula la elección de tal manera que elegir —optar por— se sale completamente de nuestro propio interés personal de una manera que el consentimiento y la mutualidad por sí solos no lo hacen.

La preocupación significa tomar nota de cómo nuestro comportamiento sexual nos afecta a nosotros mismos y a los demás. Puede que yo esté disfrutando una relación mutuamente placentera y consensuada con alguien, pero si al mismo tiempo estoy engañando a mi cónyuge, no estoy demostrando preocupación alguna por la persona con la que estoy casada. Si estoy en una crisis y me siento totalmente angustiada, es más probable que consienta en tener relaciones sexuales cuando, de hecho, es lo último que necesito. Si alguien intuye esto y de todos modos se acuesta conmigo, hay consentimiento, pero no hay muestras de cuidado ni preocupación. Una ética sexual que incluye preocupación significa ver a alguien como una persona completa y no solo como un cuerpo dispuesto.

La única forma de mostrar una verdadera preocupación por nosotros mismos y por los demás es ver, prestar atención. Como dijo la filósofa social y mística Simone Weil: “La atención es la forma más rara y pura de generosidad”. Vernos a nosotros mismos y a los demás de verdad es lo que les invito a hacer mientras forjamos una nueva ética sexual cristiana que no se base en una lista estandarizada de no deberías sino en la preocupación por el florecimiento del otro.

Yo propongo una reforma sexual para aquellos que han sido heridos. También la propongo para quienes han hecho daño, para quienes dudan de mi autoridad y para quienes están seguros de que ya saben todo lo que hay que saber sobre lo que Dios piensa del sexo. Es hora de que agarremos algunos fósforos y saquemos al patio nuestras ideas anticuadas y dañinas sobre el sexo, los cuerpos y el género. Es hora de prestar atención a lo que les está sucediendo a las personas que nos rodean y a nuestros seres queridos, y es hora de que nos preocupemos. Y no sugiero que hagamos algunas enmiendas simples. El vino nuevo en odres viejos no va a funcionar. Estoy diciendo que vamos a quemar todo ese mierdero y empezar de nuevo. Porque ya es hora.


1 El término “cisgénero” significa que el sexo biológico que se le asigna a alguien al nacer coincide con su identidad de género.

2 Las entrevistas que constituyen los estudios de caso para este libro las tuve exclusivamente con la gente de La Casa. En tal sentido, los relatos no representan nada más que lo que se me compartió en una congregación en particular. Yo espero que muchas más comunidades, un número mayor que pueda representar una variedad más amplia de experiencias y situaciones locales sostengan conversaciones similares y compartan lo que puedan encontrar.

3 “La religión es la única que parece tomar el sexo con toda seriedad... Con frecuencia nos mofamos de las religiones porque son pacatas, pero ellas no juzgarían el sexo como algo tan malo de no ser porque entienden que es también algo maravilloso”. Alain de Botton, “Twelve Rude Revelations About Sex,” Psychology Today, 2 de enero de 2013.

4 Organización Mundial de la Salud, “Defining Sexual Health”, 2006, www.who.int/reproductivehealth/topics/sexual_health/sh_definitions.