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Lluna Vicens

DOCE DÍAS, UNA VIDA

PRIMERA EDICIÓN papel: diciembre de 2019

PRIMERA EDICIÓN ebook: enero de 2020


© Lluna Vicens, 2019

© de esta edición, Parnass Ediciones, 2020

Aragó, 336 baixos 08009 Barcelona

Tel. 932 073 438

parnassediciones@gmail.com

www.parnassediciones.com


CUBIERTA: Ricard Sans

MAQUETACIÓN ebook: Team Parnass


ISBN ebook: 978-84-15007-63-0

ISBN papel: 978-84-120338-9-2



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PRÓLOGO

He aquí un conjunto de textos inclasificables difíciles de encuadrar en un género específico. Lo que Lluna Vicens ofrece a los lectores que buceen en sus páginas es un conjunto de reflexiones, a veces sentencias, que adoptan la forma de relato o podrían inscribirse dentro de la prosa poética. Estamos ante una narrativa reflexiva que, a través de lo anecdótico, va a lo universal. Textos desgarradores, profundos, intimistas, que salen de las entrañas, en los que se puede escuchar el corazón de quien los escribe en su fraseado perfecto y rítmico. El universo literario de Lluna Vicens gira en torno a las emociones y los sentimientos, por eso podemos hablar de una prosa introspectiva con la que se conecta o no dependiendo de la sensibilidad del lector. Sus textos, de variadas dimensiones, precisan de una lectura lenta y pausada. Hay desgarro amoroso, hay pasión sexual, hay denuncia social, hay dolor y ternura, hay preguntas vitales sin respuesta y, sobre todo, una exquisita sensibilidad literaria. Escribir es preguntar, aunque no haya respuesta.



JOSÉ LUIS MUÑOZ

CAFÉ TORTONI

Había hablado miles de veces con ella, sentadas en el café situado en la Avenida de Mayo número 825 de Buenos Aires, el mítico café Tortoni, que debía su nombre a su homónimo parisino y demostraba, una vez más, esa idolatría que sentía por esa ciudad y por sus gentes.

Aquel café en cuyas paredes estaban las pruebas fehacientes de que miles de poetas y músicos habían amado y desamado en trasnoches eternas, habían volcado sus alegrías y penurias en alguna hoja de papel garabateada.

Ahí mismo, donde un poeta imaginó unos versos sobre balcones y flores.

Ese día, en medio de una conversación cargada de banalidades, le confesó que tenía miedo si alguna vez llegara a encontrar una persona con quien pasar el resto de su vida.

Planteó preguntas sin respuesta, o tal vez preguntas que ni deberían ser formuladas.

¿Cómo le contaría que, de vez en cuando, se rompía en mil pedazos sin motivo aparente?

¿Le haría daño con sus fragmentos al estallar, cuál cristal golpeado por una piedra?

¿Sabría cómo ayudarla a recomponerse?

¿Entendería su mutismo frente a una discusión, igual que una religiosa hace voto de silencio?

No era indiferencia, simplemente necesitaba procesar aquellas situaciones tensas, de las que solía huir.

No supe qué contestar, tal vez no quise hacerme cargo de esa responsabilidad, tal vez no quise reconocer que hablaba de mi misma.

A veces la realidad se nos presenta, y ante ella no existen ni preguntas, ni respuestas.

Tan sólo es eso, realidad.



PASADO

¿A quién no le gusta de vez en cuando mirar hacia atrás?

Mirar el pasado, pero no para torturarse. Tampoco tiene que significar que, si hubo algo que superar, se haya superado, o no. Hay heridas que parecen grabadas a hierro candente.

Dicen que cuando hacemos eso, es para aprender de los errores y equivocaciones cometidos con el paso de los años, para saber lo que no hay que volver a hacer.

Llegados a este punto, lo encuentro de una hipocresía monumental.

Retrocedemos en el tiempo, no una, millones de veces, comentemos errores y equivocaciones a diario; unas veces nos dejan el alma como si hubiéramos sido torturados por la Santa Inquisición, otras tan solo es un leve golpe y otras veces, un corte superficial. Atención a las primeras, porque precisamente esas serán las que repetiremos más veces en nuestra vida.

Pero es que no estoy dispuesta a renunciar a la vida, por ser perfecta a los ojos de nadie. Quiero poder llorar por amor, todas las veces que la vida me lo proponga, intentar estar siempre si alguien me necesita, seguir dejándome la piel por aquellos que son mi alimento y sacian mi sed. Al final del camino, es por ellos que sigo en pie.

Pero el principal motivo es por todo lo que me queda por aprender, vivir y compartir.

Vida, concédeme ese tiempo.


OLVIDO

Olvido tenaz, habitante de mentes presente en bibliotecas, cementerios, y pueblos vivos en países sin memoria, en sociedades sin tiempo, en historias mundanas.

Olvido cruel, de verdades inolvidables, de momentos, de sentimientos, de olores y gustos, de la felicidad y el desamparo.

¿Por qué invades mi mundo?

¿Por qué no me dejas ser?

Olvido, sanador de heridas profundas, de hechos aberrantes, de maldades sin sentido, de traiciones y deslealtades.

Cubrirás mi mundo, mi vivencia, con el suave manto de tu amnesia. Mañana no recordaré quién fui, ni sabré quién soy, y menos dónde voy.

Un sólo resquicio quedará libre de tu conquista, un sólo lugar será la torre donde no podrás llegar, un sólo soldado hará frente a tus ejércitos, un sólo músculo luchará por esa razón, mi corazón.


EVOLUCIÓN

Sentada en la cocina, mientras toma su té, se plantea una pregunta retrocediendo en el tiempo. Ahora ya no tiene aquella persona a la que podía plantearle ciertas dudas, la que con la voz de su experiencia le daba alguna respuesta.

¿Era tan difícil amar cuando era niña? ¿O es que tan solo se vuelve difícil con el paso de los años?

Ella amaba ahora de manera distinta, era cierto. Amaba quizás lo más difícil, aquello que no era perceptible a simple vista. Amar lo de adentro, en un mundo donde lo superficial se ha vuelto tan importante, donde el exterior pesa más que el interior, donde no se es consciente de que la belleza es caduca, donde los años abren surcos en el rostro como la tierra labrada, la piel se rompe como el suelo seco del desierto, y el cabello tiene reflejos de luna como en el río de La Plata.

Para ella, que era una observadora nata del comportamiento humano, que te miraba las pupilas y era capaz de verse reflejada en ellas, y retrocedía cuando algo de lo visto la asustaba, pero se quedaba prendada, cuando lo visto le acariciaba el alma.

Una loca de atar por arriesgarse a tener el coraje de los valientes, aquellos que aman a los demás por lo que eran realmente y no por lo que parecían ser.


FALTA DE COLORES

Ella, gris, seria, constante, cuadriculada, amante de lo estable, siempre exigente consigo misma, conformándose con lo que no deseaba, lo amaba, pero sabía que no era recíproco: lo de él era carne, pasión, costumbre y miedo.

Muchas veces intentó terminar, pero le faltaba el valor; él siempre lograba regresar, la besaba con tal pasión, gracia y delicadeza que nunca cerró la puerta.

Hasta que alguien le dijo: «Cuando te mueras, ya no van a importar tus miedos, ni tus excusas, ni tu exceso de ocupaciones. Manda al diablo, por un rato, tus obligaciones y temores. Ve y dile lo que piensas, abrázate a tus sueños, aunque los demás piensen que has perdido la cabeza, o que estás tensando demasiado la cuerda. Vuelve a ese lugar donde fuiste feliz, entrégate a ese proyecto tantas y tantas veces postergado por el qué dirán. Actúa, corre, vive, porque cuando te marches de este mundo solo te llevarás ese amor derramado, y no hay tiempo que perder. Ya no hay tiempo que perder».



OBJETIVOS DISPARES

Él.

Estaba convencido de que nada podía ser imposible, que en la vida lo que sobraban eran cobardes, que un mundo diferente podía ser posible, que la frase «ahora ya es tarde» era para los conformistas carentes de espíritu, a pesar de que su reflejo en el espejo le dijera que ya estaba restando tiempo. Que un instante se podía prolongar toda una vida, y una vida podía romperse en un instante. Sugestionado de que la risa era algo ceremonioso y hasta eso, había que tomarlo en broma, que la recompensa no era llegar al objetivo, sino haber sido capaz de disfrutar del camino, y descubrió que eso era a lo que todos llamaban destino.

Ella.

Siempre había pensado que el amor sin libertad, no era amor, sino más bien una condena, que con sueños se habían construido realidades; que perseguir a quien se había marchado, era perderse uno mismo, pero es que él nunca terminó de marcharse. Al igual que una mancha de vino envejecida por el tiempo sobre un mantel, se había convertido en su sombra. Un lastre que ya no tenía muy claro si quería llevar.

Ambos.

En común tenían el creer en la gente, en la que era capaz de sentir y hacer sentir, en las mentalidades abiertas que comprendían que, para esa igualdad que tanto se reclamaba, primero había que aceptar que todos somos diferentes. Atraídos por los sueños que duermen poco, en los locos que eran cuerdos, en los besos que se dan desde el alma y tardan en llegar a los labios, de aquellos cuerpos sin ropa. Respetaban a los que habían caído, porque esos eran los que volaban, como las gaviotas de aquella playa, como todos los que han desaparecido, los que andaban perdidos como ellos, eran los que se volverían a encontrar.


GESTOS

Aquí están. Tú no los aprecias, ni te das cuenta que te están delatando, que hablan por ti, tus gestos.

El rostro, ese espejo del alma con sus ojos turbios o estrellas del alba. Boca tensa, entreabierta o girando hacia el cielo. Manos descuidadas o extendidas como las alas de una gaviota. Tu columna encorvada y contrahecha, o como los dedos de Dios, esbelta y alargada.

Todo en nosotros, habla sin necesidad de volcar ni una sola palabra. Nuestros silencios, losas sobre los demás. Miradas perdidas, ciegas de sentimientos. Miradas tiernas, dos soles de bienvenida. Chasquido de lenguas mudas ante el asco, abatimiento del cuerpo que camina sonámbulo, ante tanto peso sin resolver.

Hablamos y hablamos, y no dejamos de hablar, aunque nuestras bocas no se hayan abierto, y nuestra garganta no teclee hacia las cuerdas.

Ayer me reprocharon tanto gesto enojado, y no supe qué contestar. La sonrisa helada sobre una rama pelada. Los ojos tan perdidos en las tinieblas, y las manos colgadas del precipicio de un cuerpo que se arrastraba.

¿Qué contestaría?

Tan sólo el silencio de mis palabras fue serio candidato de un Óscar a la mayor de las tristezas.


CORAZONES ROTOS

¿Habrá en algún lugar del mundo alguien al que no le hayan roto el corazón?

Creo que todos hemos pasado por alguna experiencia así, y esas situaciones no tienen edad.

A ella le partieron el corazón. La recuerdo con sus días buenos y malos, pero ahí seguía, con sonrisas y alguna que otra lágrima, pero seguía. A veces incluso a tropiezos, dando palos de ciego sí, pero ella seguía en pie.

Porque ser valiente no es luchar, ni aferrarse a alguien con todas tus fuerzas, o pasar las noches en vela llorando, esperando a que regrese, no, eso no es ser valiente.

Los verdaderos valientes son los que saben decir «hasta aquí», y poner fin a las mentiras, a la angustia, al sufrimiento, a ese cúmulo de cosas que llegan cuando el amor se va. Porque tarde o temprano todo se acaba, y es algo que hay que saber aceptar.

Los fuertes no son los que perdonan una y otra vez, los que hacen mil cosas por recuperar a quien han perdido, e intentan por todos los medios resucitar sentimientos que hace tiempo que están muertos.

Los fuertes de verdad son los que deciden marcharse. Los que aprenden a olvidar, aun sabiendo lo que eso cuesta. Los que se levantan de la cama solos, y afrontan un nuevo día con la mejor sonrisa, aún y estando triturados por dentro. Los que saben que si realmente quiere volver; volverá. Y que, si no vuelve, jamás habrá merecido la pena. Porque sentir dolor es inevitable, pero sufrir, es opcional. Y son de los que deciden no sufrir. De los que saben que merecen ser felices.

Y eso no significa que amen menos que los demás, simplemente tienen un secreto que han aprendido con el tiempo, y las decepciones: quererse a sí mismos por encima de cualquier cosa. Porque si no lo hacen, estarán perdidos.

Ya vendrán otros que los hagan vibrar de nuevo, porque tienen toda la vida para encontrarlos. Así que no desesperen, que a su lado tendrán siempre lo que se merecen, que no es poco. Y hay quien ha demostrado ser bastante menos que eso.

Y es que, cómo podría yo explicar que la pena dura tanto, como quieras tú seguir llorando.


LEJANO

Tu amor fue lejano, tan lejano como un sueño que no quiso ser realidad, tan lejano como una flor en pleno desierto, o como un bello sueño de amor que no pidió nacer.

Lejano, tan lejano y tan real como lo son mis manos frías, llenas de ausencia de caricias, de aquella compañía que, entre sueños, madrugada tras madrugada fabriqué.

Lejano, como luces que ya se apagaron en un destello, que nunca nadie notó más que yo, y en la oscuridad percibo tu presencia, pero tú ya no estás.

Lejano, como todo lo bello que aún anhelo, pero que sé que nunca conseguiré, porque así lo has decidido, bien por miedo, bien por cobardía.

Lejano, como aquel beso tierno a tu alma que mis labios jamás podrán hacerte llegar, porque no quieres tanta ternura, no sabrías qué hacer con ella.

Lejano, palabra que detesto siempre, al tener que relacionarla contigo.

Lejano, como notas revoloteando en el corazón, lágrimas que aún permanecen evocándote, palabras de un texto que sólo quiere tenerte.

Lejano, como todo lo bueno que se espera y cuando llega, no puedes retener. Decepción por lo que podría lograrse y no se logra. Pavor por aquello que no se puede conquistar, no puedo obligarte a amarme, por mucho que yo te amé.

Lejano, como aquel abrazo que me hizo sentir viva, añoranza quizás de un beso, anhelo de tu voz diciendo: «Todo está bien...».

Lejano, como mis inacabables sueños, fantasías de alguien que ya olvidó quien era junto a ti.

Tu amor por mí es lejano, amarga batalla que habré de hacerle frente, agotando todo mi tiempo y mi esperanza.

Lejano, pero no imposible, quizás aún lo sea así, cruel resultado el que pueda tal vez obtener, pero rendirme, nunca, tú eres mi causa, el motivo y mi sustento.

Lejano, aún lo es lejano para mí, más pronto espero, que todo aquello ya será cercano, intenciones jamás me faltarán, no hay renuncia, no puedo renunciar al motor de mi vida. Pero también sé que, por el momento, debo seguir ofreciendo mi amor, así desde lo lejos.


DISOLUCIÓN

Y seguirá sin comprender, que solo pensar en las noches compartidas era suficiente, para entrar en un espiral de paz, que la abrazaba hasta quedarse dormida. No, él nunca lo comprendería.

Pensó de ella, que era una infeliz soñadora, si, infeliz, pues su vida se alimentaba de ilusiones y sueños tan solo, pero, yo me pregunto ¿qué mal había en ello? Era su forma de sobrevivir a una vida que ella no quería, una vida llena de imposiciones las cuales no había pedido, pero tan culpable fue ella por aceptarlas sin rechistar, como el que las impuso sin mediar palabra.

Y así se le consumían los días, las horas, y los segundos, ese tiempo que ya nunca podría recuperar. Si, lo sabía, podría vivir otros momentos, pero se sentía demasiado cansada, sentía como se perdía su vida como el agua se pierde entre las piedras al llegar el deshielo.

Recuerdo su mirada, muchas veces sus ojos hablaban por ella y nunca lo pudo controlar. Ahora, parecen anclados esperando un paisaje, una imagen que la devuelva a la vida, a aquel sueño tantas veces anhelado y tantas otras imaginado.

¿Cómo habría sido encontrarse entonces? Cuando aún latía su corazón con fuerza, con tan solo escuchar su voz la piel se estremecía.

Nunca sabría del sabor de sus besos, ni conocería el tacto de sus manos acariciando su piel, pero había sentido el calor de sus palabras tan dentro, que incluso el aire le había faltado.

Poco pensó que todo quedaría disuelto, como se disuelve una gota de tinta en un vaso de agua, pero cada vez que abriera aquel libro y leyera la dedicatoria, él regresaría a su lado.

ENVOLTORIO

Y al caer como una segunda piel el encanto de la novedad, dejaba al desnudo la eterna monotonía de la pasión, que siempre tiene las mismas formas, y el mismo lenguaje.

La vio despojarse de su vestido frente al espejo, y tan solo se le planteó una duda, ¿cuánto tardaría en poder llegar a su alma? ¿En poder desnudarla de esa coraza, invisible a los ojos del mundo?

Aquella mujer podía estar con quien ella quisiera, y lo había elegido.

Qué sencillo es desprenderse por un espacio de tiempo de la ropa, esa que pone de manifiesto un estado de ánimo, un carácter, o una forma de ver la vida.

Si te guías solo por eso, por el exterior, lo más probable es que te equivoques. Si de verdad te importa, intenta averiguar qué hay debajo de esa piel, que parece endurecida por el tiempo, y puede que descubras una ternura jamás imaginada.

SINSENTIDO

Sentido a la existencia escribió Miguel de Cervantes.

Yo sigo mirando a mi alrededor y mi existencia sigue siendo un sinsentido. Ya no sé si soy yo, o es lo que me rodea, no sé si son las gentes con las que me cruzo, que al mirar sus ojos tan solo veo un vacío inmenso, una falta de confianza y un desapego al ser humano.

Alguien me dijo una vez que nada te haga salir de tu camino, pero es que continuamente mi camino no es el que yo he elegido, ni el que quisiera.

Pasan los años, en el linde de la media vida me doy cuenta que todo por lo que he luchado, de nada ha servido; sí, perdón, sí ha servido para darme cuenta que cada vez me siento más fuera de lugar. Me duele el alma mire hacia donde mire, y, a pesar de todo, sigo sin poder dejar a mis hijos un mundo mejor.

He intentado enseñarles, dándole las bases y principios con los que a mí me educaron, pero las piezas no encajan, y a veces el desgaste emocional y psicológico es tan grande que te dan ganas de abandonar. Pero es que por mucho que yo haya querido hacer las cosas como entonces, te enfrentas a un mundo que no es ni la sombra del mundo en el que yo crecí.

Hay quien dirá que entonces se vivía con miedo, miedo a los padres, a los profesores, miedo a los gobiernos, pero es que no era miedo, nunca temí a mis padres ni a mis profesores, para el gobierno de aquel entonces yo era muy niña; lo que sí se tenía era educación y respeto por muchas cosas.

Hoy no se respeta nada ni a nadie, la edad ya no es una muestra de respeto.

¿Qué respeto queremos o pretendemos tener de un niño o un adolescente, que no se le trata de la misma forma?

Se han perdido las formas y los modos, la educación y el respeto. La humanidad deshumanizada, somos nuestro propio cáncer y nuestro propio motivo de extinción.

DAR Y RECIBIR

He perdido la cuenta de las veces que he oído decir: es que tú mereces mucho más de lo que yo puedo darte, sería una locura y no es el momento o, mi frase preferida: Eres como ese libro que necesito leer, página a página, empaparme de cada letra, de cada punto, de cada palabra, y que, por supuesto ahora no es el momento, pues leerlo ahora sería correr el riesgo de que perdiera toda la magia que puede tener.

¿En serio?

Repito, —¿en serio?

A veces, me pregunto a qué le tenemos tanto miedo. ¿A Sentir? ¿A amar? ¿A que nos amen?

Es más simple que todo esto, nos da demasiado miedo vivir, y mientras media humanidad se muere por dar, la otra mitad se muere por recibir. 

Intereses.

Pudo escuchar una voz en su interior, mientras lo veía cruzar la calle en dirección a su coche.

No dejes que se marche.

Pero fue sincera consigo misma y se hizo la eterna pregunta.

¿De verdad te interesa?

Estaba demasiado habituada a cruzarse con gente que perdía los días, esperando que regresara a quienes dejaron ir, y de personas que no se atrevían a regresar, aun queriéndolo.

De éstos últimos se había convertido en una experta, y ya no quería más excusas cobardes en su vida.

ENTRE LAS ESTRELLAS Y EL SUELO

No sé muy bien de nada o de casi nada, pero lo que sí sé es que me gustas. Sí, me gustas. Me gustas como para pasear un domingo por la tarde por cualquier camino, de cualquier montaña, monte o valle de cualquier país, pero de tu mano. Me gustas como para compartir un café, una copa de vino o cualquier cosa bebible.

Me gustas como para que dejes tu cepillo de dientes en mi cuarto de baño, un pijama y dos camisetas viejas en mi armario. Me gustas como para confesarte mis secretos, esos que solo mis mejores amigos conocen, sin miedo a que me juzgues. Me gustas como para intentar detener el tiempo, dejarte las llaves de mi casa bajo la alfombra por si un día cualquiera no puedes dormir y quieres venir de madrugada en mí busca para que te abrace.

El resto de los motivos, espero poder contártelos al oído alguna noche entre las estrellas y el suelo.

HUIDA

Fue más sencillo huir, que enfrentarse a lo que sentía. Vivir en medio del vacío que ofrece la nada, sentir esa punzada oprimiendo el pecho una y otra vez y hacer ver que no dolía.

Fue más fácil encontrar una sustituta para aligerar su dolor, engañar con la farsa de una nueva pareja y demostrarse a sí mismo que dejaría de sentir.

Mentir, mentir, mentir.

Fue más fácil ir olvidando, obviando la realidad de ambos, archivar sentires y sentidos, emociones y sensaciones, inventar otra vida, dejar que se calcificaran sus lágrimas inertes, eludir, negar, fingir.

Correr sin destino, sin sentido.

Fue más fácil aferrarse a una imagen desdibujada que, a pesar de su constancia en las noches, cobraba vida y dolía.

Para ella fue más fácil vivir con la esperanza de no desdibujarse nunca de su memoria.