Finalistas del V concurso de relatos Homocrisis 2019
Primera edición digital, enero 2020
© de los textos, los autores 2020
© de la ilustración de cubierta, erres diseño 2019
© Literaturas Com Libros
Erres Proyectos Digitales, S.L.U.
Avenida de Menéndez Pelayo 85
28007 Madrid
ISBN 978-84-120461-9-9
Diseño de la cubierta: Benjamín Escalonilla
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Toda la luz desaparecerá
Los diferentes
Esa sombra que te alcanzará
El instalador
Otros mundos, misma pared
Micosis
Humanas
Por una noche
Dentro
Iteración
Martina ama su trabajo
Desde hace tiempo sabemos que tenemos un fin, no un objetivo, sino un final. Desde hace menos tiempo sabemos que todo acabará, que un día la expansión infinita del universo hará que nadie pueda volver a ver una estrella, que la consecución del estado mínimo de la energía consecuencia de la expansión hará que simplemente el concepto de alguien no tenga ningún sentido porque ese alguien no existirá.
Nuestro legado individual, nuestro legado como civilización, nuestra especie, nuestro planeta, nuestra estrella, nuestra galaxia serán víctimas de su propia naturaleza. Paquetes de energía que se irán consumiendo hasta llegar a la nada, del Big Bang al infinito, la nada inmensa, la eternidad inalcanzable.
La ciencia nos ha dado a conocer que al final no hay esperanza, pero también que nos da lo mismo, la dimensión del final y el plazo para alcanzarlo exceden con mucho nuestra capacidad física, no nuestra comprensión intelectual. Sabemos que, cuando hayan sobrevivido cinco mil generaciones de los nuestros, ni siquiera estaremos mucho más cerca de ese momento que hoy, así somos de pequeños.
Sabemos que el destino de nuestra estirpe es abandonar nuestro sistema estelar y de ahí vagar de uno en otro sistema hasta desaparecer con el universo mismo. Nuestro triunfo será llegar más lejos y andar la senda, que es lo que de verdad merece la pena, vivir la vida.
Así que, como hoy y como ayer, carpe diem, tú lo disfrutarás y millones de tus descendientes lo agradecerán. El último es probable que disfrute también del momento.
La ciencia ficción nos transporta por nuestro universo infinito con saltos espaciales realizados con tecnologías que nuestra fe, también infinita, nos hace creer que nuestros descendientes desarrollarán, usarán y disfrutarán.
Y ya está sucediendo el futuro más próximo, aquí en nuestro propio planeta, construido por nuestros propios hijos, ¿acaso no hemos visto ya nosotros cosas que nuestros tatarabuelos no hubieran creído? ¿Qué no serán capaces de hacer nuestros retoños?
Nuestra vida va a cambiar pisando nuestra propia Tierra, a menor escala, sin agujeros de gusano ni velocidad de curvatura...
Fue en 2035 cuando con solo dieciocho años un brillante estudiante de nombre Frank Lewis junto con su hermana Elagabri, que entonces no llegaba a los veinte, publicaron el teorema que lleva su nombre y que permite la obtención de infinitos números primos; el principio básico para diseñar un sistema criptográfico impenetrable. Las aplicaciones prácticas de su teorema cubrieron campos tan diversos como la lingüística, la repoblación forestal, la genética en piscifactorias, la traducción instantánea o la criminología. Pero sobre todo permitió el desarrollo del coche auténticamente autónomo.
EspaNet, el consorcio internacional de automóviles y vehículos industriales, se sirvió del algoritmo para dotar de una barrera anti-intrusos a los sistemas de guiado de los coches autónomos para evitar el acceso no deseado de delincuentes a los mandos de cualquier automóvil privado.
Los coches no pudieron llamarse autónomos hasta que no superaron todas las pruebas de conducción independiente durante diez años consecutivos sin accidentes. En todo ese tiempo fueron atacados por grupos de personas contrarias a su implantación y también por víctimas ficticias contratadas por los gobiernos y las compañías de seguros. Incluso por jóvenes de todo el mundo que jugaban con locura a tratar de provocar accidentes por pura diversión.
Diez años y nadie consiguió causar un accidente, los módulos éticos y de seguridad funcionaron con la perfección esperada por los fabricantes.
EspaNet quedó establecida como suministradora única del módulo de control de todo el parque mundial de coches autónomos y cedió gratuitamente el uso de las patentes al resto de las compañías. Por supuesto no extendió la cesión de las patentes ni a gobiernos ni a organismos supranacionales para evitar la corrupción y los sobrecostes asociados.
El teorema Frank Lewis-Elagabri, de una belleza y consistencia matemática extraordinaria, permitiría obtener sistemas criptográficos impenetrables pero también contenía, sin que lo hubieran advertido, la base para que otros matemáticos pudieran reproducir millones de copias de estos sistemas y abrir una puerta trasera en una sola de ellas en pulsos infinitesimales. Afortunadamente descubrirlo solo estaba al alcance de un genio comparable a ellos.
Los coches autónomos no solo necesitan ser inaccesibles sino también, por qué no decirlo, muy inteligentes y, si pudiera aplicárseles una cualidad humana, tener principios morales. EspaNet dotó inicialmente a los automóviles de un código ético para solventar situaciones en las que el coche debería minimizar el daño cuando dos o más individuos fueran a sufrir un accidente causado por la conducción autónoma sin posibilidad de evitarlo.
Dos profesionales españoles de videojuegos discutían una tarde del nueve de abril de 2049 cómo conseguir en juegos de rol que el mayor número de jugadores fuera capaz de simular cada variante y entender las consecuencias de sus actos. Concluyeron el desarrollo de una red neuronal denominada J.E.S.V.A.N., uniendo sus nombres, y tras revolucionar el mercado hubo de ser prohibida en 2054, cinco años después de haber entrado en funcionamiento.
No es que hiciera nada malo por sí misma, pero tras haber accedido de forma global a Internet V a través de un anillo ATL en la ciudad de Madrid, se extendió más allá del lenguaje máquina de los servidores de juegos y entró en todos los programas, redes sociales y webs de noticias del mundo. Buscando la veracidad detectaba, eliminaba y/o modificaba todas las publicaciones falsas, las noticias basadas en hechos no probados y el lenguaje políticamente correcto.
Lo del lenguaje políticamente correcto tuvo su gracia, pues por supuesto lo políticamente correcto iba cambiando por temporadas al albur de las tendencias políticas totalitarias dominantes hasta que nadie supo ni qué decir ni cómo decirlo sin parecer un delincuente y sin saber ni por qué ni para quién. Miles de millones de personas que estaban hasta el gorro de estar callados y de autocensurarse por fin pudieron respirar tranquilos. Hasta las narices de seguir las consignas de quienes solo quieren el poder para decir a los demás lo que está bien o lo que está mal.
No obstante las corrientes más liberales establecieron que era suficiente con el hecho de que J.E.S.V.A.N. ya hubiera mostrado que no se debe imponer la ideología y se decidió la parada de la red neuronal. El libre albedrío debía respetarse, J.E.S.V.A.N. quedaba en la reserva para emergencias y otros usos controlados.
Para algunos fue muy duro que J.E.S.V.A.N. les impusiera por la fuerza la idea de que el lenguaje se utilizara solo para comunicar la verdad. J.E.S.V.A.N. nunca tuvo ética, solo tenía la instrucción de preservar la verdad y eliminar la mentira y eso fue fundamental para su prohibición aunque fuera perfecto en su ejecución. Millones de publicaciones fueron eliminadas de los registros: científicas, políticas, históricas, hasta recetas de cocina. Al principio fue muy bien recibida pero cuando hubo idiomas enteros que fueron eliminados de Internet porque solo eran utilizados para manipular la Historia, y hasta artículos de opinión eran eliminados si estaban basados en hechos falsos, se pensó que la red neuronal había llegado demasiado lejos eliminando algo tan humano como mentir a los demás.
Las redes sociales quedaron prácticamente desactivadas y ya solo se podía mentir de palabra y en persona con lo que los partidos políticos, las familias políticas e incluso tu propia familia pensaron que ya bastaba con tanta verdad. Un poquito de por favor.
J.E.S.V.A.N. no desapareció: se adaptó para ser la segunda pata del coche autónomo, al reconocer cada escena y a cada personaje para tomar decisiones y elegir siempre lo mejor para cada situación. Solo se basaba en la verdad.
EspaNet decidió que un módulo ético en un mundo donde la ética dependía de la costumbre de cada país y no existía un derecho natural común no tenía sentido así que solo los hechos ciertos del pasado y el presente y el análisis estadístico serían la guía de comportamiento del automóvil.
J.E.S.V.A.N. no era perfecto en 2119 pues seguía sin medir las consecuencias futuras de sus actos pero su margen de error era el mínimo posible salido de una mente humana. El error minimizado al máximo.
EspaNet tuvo muy en cuenta este hecho. Podría decirse que llegaba a las mismas conclusiones que Asimov al introducir la redefinición de las leyes de la robótica en su unión de los textos sobre robots y el imperio galáctico.
De las 576 marcas de coches autónomos registradas, el modelo «Pura Vida» de la marca española BBB, líder mundial, destaca por su capacidad para doce personas sentadas cómodamente con sus equipajes. Solo un genio o alguien con mucha suerte o ambas cosas a la vez podría romper sus sistemas de control autónomo y dejarlos inoperativos sin que J.E.S.V.A.N. lo percibiera.
Ese genio, ese imbécil con suerte era Marjor, un terrorista con la inteligencia de diez premios Nobel y la educación y moral que solo lo peor de la especie humana podría engendrar. Marjor había creado un sistema capaz de permanecer abierto el tiempo suficiente funcionando en paralelo con el original de fábrica para vencer el blindaje Frank Lewis-Elagabri. Marjor y sus colegas llevaban años deseando rememorar los atentados terroristas del siglo XX atropellando a decenas de personas por las calles con un vehículo en marcha a gran velocidad.
Marjor, Usoj, Kirat, Suido Samael y el mismo Atupojih tomaron el primer desvío de la autopista A-23 y enfilaron la gran recta de la comarcal C324 a gran velocidad seguros de pasar inadvertidos. La guardia civil estaría muy ocupada vigilando desde sus salas de pantallas las vías de mayor tráfico durante la operación salida. No les prestarían atención.
bruum, bruum, I´m gonna rock and roll all night
Kirat rezaba nervioso y frenético, quizás aterrado o quizás borracho de su propia fe mientras los demás se reían de sus propias gracias y de la poca habilidad de Usoj conduciendo manualmente a alta velocidad.
El sistema de entretenimiento del coche seleccionó un antiguo tema del siglo XX para amenizar el viaje. A todos les pareció bien o al menos nadie se quejó. Al terminar la recta una curva a la izquierda activó de nuevo la conducción automática para disgusto de todos excepto Kirat, que respiró aliviado y por primera vez en el trayecto se sintió seguro. Nunca antes había ido dentro de un coche en modo manual.
Nine o´clock, the radio´s the only light
El modo manual era un residuo del siglo XXI para el improbable caso de que un conductor confiara más en sí mismo que en el automóvil robotizado, un residuo para nostálgicos y amantes de las emociones fuertes. También para unos terroristas. El sistema manual solo podía activarse en caso de accidente o enfermedad registrada y confirmada por el sistema de vídeo información remota del automóvil conectado al centro de emergencias del sistema de salud.
Getting late I just can´t wait
También en previsión de un fallo de la red o del propio vehículo, algo que no sucedía desde 2068, cuando los sistemas autónomos llegaron a su tercera generación. Desde ese año nunca más hubo un muerto en carretera por accidente, ni dentro ni fuera del vehículo. Desde 2087 la propia circulación por toda la red de carreteras se controlaba por los nodos de comunicación y la velocidad de los vehículos estaba fijada por la red sin posibilidad de intervenir por parte del conductor durante el modo de conducción autónomo.
Ten o´clock and I know I gotta hit the road
No era sencillo ir más allá de los protocolos de seguridad del sistema de control autónomo del coche, solo un experto en redes neuronales como Marjor era tan atrevido como para haberlo intentado y conseguido. El consorcio mundial de EspaNet no podía imaginar que el azar permitiría abrir una puerta para que un coche autónomo de séptima generación se convirtiera en una antigualla de 2019.
En el siglo XXII huir en un coche autónomo se consideraba materialmente imposible, EspaNet podría tomar el control de cada automóvil del planeta. Solo en las películas antiguas los delincuentes eran capaces de dejar atrás a la policía. Marjor había superado todas las barreras y el coche circulaba en modo manual sin que el sistema lo pudiera advertir pues solo identificaba el modelo de gestión paralelo, esa fina capa de información simulada por encima del módulo criptográfico.
Ir por una carretera en 2119 conduciendo a más velocidad de lo permitido sin que los sistemas de seguridad lo advirtiesen era simplemente imposible. Así que tuvieron mucho cuidado de mantener exactamente la velocidad estándar. Usoj le pasó el joystick a Suido Samael, más hábil y mejor entrenado.
Movin´ fast, doin´ ninety five
Desde 2045 la visión desde satélites de todo lo que sucedía en la tierra era técnicamente posible desde cualquier ordenador por cualquier persona, en directo y online. El debate entre los defensores de la privacidad del individuo y el derecho a no ser vigilado chocó con los deseos y miedos de los defensores de la primacía del Estado sobre las personas, con la excusa de la seguridad.
En pocos países ha triunfado la idea de que el individuo es superior al colectivo y afortunadamente España, país poco liberal en general pero con brillantes liberales a lo largo de toda su historia, es la sede de la corporación privada que tiene que tomar la decisión de limitar el alcance y disponibilidad de los satélites de posicionamiento global. Su consejero delegado dijo: «ni de coña va a saber todo el mundo donde me tomo yo las cañas el viernes». De esta forma tan sencilla, de un arrebato genial, una brizna de libertad permitió que se limitara la precisión y nitidez de las imágenes vía satélite.
Suido Samael divisó la silueta del campanario de la Iglesia destacar por encima del resto de edificios y una sonrisa se iluminó en su cara. La torre iluminada marcaba el camino de la plaza principal donde las calles esperaban abarrotadas de gente disfrutando de la fiesta, como siempre y desde siempre.
El solsticio de invierno siempre ha coincidido con fiestas de todo nombre y origen, ahora honra la memoria de la primera comunidad que salió al espacio para habitar la primera base permanente de la luna y no volver.
Marjor reía y animaba a Suido Samuel —ve tranquilo, una simple aceleración al llegar a la plaza nos permitirá adquirir la velocidad de impacto, será cuestión de segundos, luego saldremos del coche y acuchillaremos a todos antes de morir a manos de la policía y los guardias civiles. Habremos dejado un rastro de muerte a nuestros pasos y memoria para los nuestros—.
Hit top speed but I´m still movin´ much too slow
Usoj pensaba para sí, al igual que Marjor, que solo el tontolaba de Suido Samael y Kirat iban a ser detenidos, con suerte Atupojih también se quedaría por el camino. Ellos dos aprovecharían la distracción del momento para salir tarifano entre la gente, y dejarían al fanático y al necio junto con el pirado a merced de las fuerzas del orden y de la gente. Marjor y Usoj encajaron desde que se conocieron en una noche de borrachera, cuando Marjor le contó el descubrimiento de la vulnerabilidad de los sistemas de seguridad de EspaNet por parte del equipo de BBB dirigido por Mickael Ärad.
Mickael pensaba que Marjor era un tío sin escrúpulos que como mucho le parecía un cantamañanas capaz de atribuirse las ideas de otros, un tío sin otra ideología que si mismo.
Suido Samael pensaba por su parte en dejar a todos tirados a la primera de cambio y salir por pies; y qué decir de Atupojih que no esté inspirado en su mismo nombre.
I feel so good, I´m so alive. I hear my song playin´ on the radio
A noventa y cinco millas por hora todavía pensaban que era demasiado lento, pero era exactamente la velocidad de entrada permitida en la ciudad, cuando el coche recuperó el mando autónomo acelerando hasta exactamente el doble ante la sorpresa de todos.
Las puertas se bloquearon para no dejar escapar a ninguno de los gilipuertas que se llamaban a sí mismos los jinetes del apocalipsis, los cuatro y uno de regalo.
There´s a truck ahead, lights starin´at my eyes
BBB Pura vida matrícula 0404 M 2525 ESP decidió sacrificar a los cinco y estamparlos contra un muro para salvar las vidas de muchos. Ni siquiera dejaron un bonito cadáver ni una mala historia que contar. BBB Pura vida abrió los depósitos de hidrógeno para provocar una reacción letal en el interior del auto cerrado herméticamente.
Oh my God, no time to turn. I´ve got to laugh `cause I know I´m gonna die. Why?
Nunca J.E.S.V.A.N. estuvo programado para proteger a las personas aunque todo el mundo pensara que así era. Sus programadores lo destinaron a minimizar los daños de modo que nunca tuvo que tomar una decisión que implicara la muerte de nadie. Los coches siempre tomaban las decisiones coordinados unos con otros de forma que nunca uno podría siquiera acercarse a situaciones donde la muerte fuera una posibilidad.
J.E.S.V.A.N. simplemente analizó la conversación y los objetivos de los terroristas y tomó la decisión de minimizar los daños. Mientras el coche se conducía de forma autónoma los cinco malnacidos no representaban peligro alguno. Al saltarse los sistemas de seguridad se convirtieron en un peligro para los demás y el análisis de su conversación dedujo que la amenaza no tendría fin simplemente frenando el coche.
La mínima pérdida para la humanidad se producía cuando los cinco morían y desaparecían. De esa forma también el conocimiento y la publicidad de su acción quedaban eliminadas.
BBB Pura Vida envió un mensaje a un vehículo grúa de limpieza media hora antes del impacto para seguirles, recoger sus restos y limpiar el rastro. La selección del punto de impacto en una fábrica abandonada cincuenta años antes donde se hicieron las últimas pruebas de combustión de hidrocarburos no dejaba rastro alguno y el vehículo grúa ocultó dentro de su contenedor hermético al coche y sus ocupantes.
Frank Lewis, Elagabri, Jes e Iván hicieron un trabajo extraordinario juntos y en equipo para cumplir el vaticinio de Asfalto con su Capitán Trueno: «el malo siempre palma, la chica se salva». Nunca pensaron que Detroit Rock City necesitara ser activada hasta el apocalipsis y desde luego hay que reconocer que tenían un humor corrosivo.
La ciencia ficción nos permite escribir historias del futuro para reparar las injusticias del presente. Nos permite escribir historias donde tecnologías futuras permiten viajar al pasado para elegir a un grupo de futuras madres de terroristas y dejarlas estériles con comida exquisita, pero mal preparada, en su restaurante favorito. O algo mucho más sencillo y eficaz; llevar a un buen colegio con profesores de calidad a sus hijos y cuidarlos de las malas compañías y de la ignorancia.
Get up, everybody´s gonna move their feet. Get down, everybody´s gonna leave their seat. You gotta lose your mind in Detroit Rock city
Disfruta de la ciencia ficción y de la imaginación de nuestros autores, te esperan diez historias apasionantes. Cuidado con lo que haces o tu coche elegirá la canción de tu vida.
Carlos Gómez Caño
Director General - Toshiba Calefacción & Aire Acondicionado
Capitán Trueno es una canción escrita por José Luis Jiménez Gómez, José Anselmo Laína Estévez, Enrique Cajide Sánchez y Julio Castejón Asensio (Asfalto). Detroit Rock City es una canción escrita por Paul Stanley y Robert A. Ezrin (Kiss). Se recomienda leer este prólogo sentado cómodamente escuchando estas canciones.
Joaquín Correa Barco
No estoy loco, aunque eso es lo que siempre ha pensado de mí mucha gente. No estoy loco aunque, desde que llegaron, me gustaría creer que lo estoy y que lo que siento y oigo no son sino manifestaciones de una mente enferma y alucinada que podría curarse gracias a alguna terapia o a la medicación adecuada. No estoy loco pero solo yo creo oír cómo se susurran entre ellos, cómo intentan comunicarse conmigo mientras se mueven sin descanso por los conductos del sistema de climatización.
Vivo en el Colegio Universitario; siempre, desde que tengo recuerdos, he vivido aquí. Soy, en palabras del Decano y de algunos viejos catedráticos, una «institución» del Colegio. Dicen no saber qué va a suceder cuando me jubile. Tampoco yo lo sé y ni tan siquiera quiero pensar en ello. Solo sé que me quedan apenas unos meses para que ese aciago momento llegue, para que no pueda ya suscribir ninguna prórroga legal más y tenga que marcharme del Colegio y abandonar las edificaciones que han sido mi casa desde que tengo memoria para ello. Llegué cuando tenía apenas veinte años y era casi analfabeto. Sin familia, el Colegio se erigió, más que en un refugio, en mi verdadera casa; sus paredes y muros, sus jardines, sus instalaciones, se convirtieron en una extraña e intangible familia que me acogía con afecto aunque no pronunciase palabra. Al principio trabajé años sin contrato haciendo un poco de todo, antes no era tan raro, solo a cambio de la comida y de la cesión de un pequeño cuarto junto al de herramientas y aperos de jardinería. Luego el portero se jubiló, o se marchó, ya no me acuerdo, y me ofrecieron ocupar su puesto, lo que incluía la utilización de las dos habitaciones anexas a la portería que han constituido desde entonces, y ya van a cumplirse casi cincuenta años, el único hogar que he conocido. Lo primero que sorprende a los pocos que entran en mis habitaciones, como pomposamente yo las llamo, aunque solo se trate de dos cuartos minúsculos que reciben apenas una iluminación oblicua procedente de un oscuro patio interior, es la escasez de objetos personales que hay en ellas. Después de usarlas durante cincuenta años deberían de estar atestadas de objetos y no lo están: solo tienen recuerdos inmateriales e incorpóreos. Cuando me jubile y tenga que abandonarlas lo poco material que poseo cabrá en un par de maletas y, a lo sumo, dos o tres cajas de cartón. Lo que no sé es cómo llevarme el resto, el conjunto de vivencias y recuerdos de cincuenta años diseminados por todos los rincones de este Colegio: por sus aulas, sus pasillos, por la biblioteca que fue mi maestra y me enseñó lo que ahora sé; desperdigados incluso por las tuberías de agua y los cables eléctricos, instalaciones que se han renovado en su totalidad al menos un par de veces desde que aquí vivo. Y también, por supuesto, aunque esta instalación es mucho más reciente, por los conductos del sistema de climatización donde viven ellos.