Mi vida en la penumbra
© Vicente Muñoz Álvarez, 2015
© de esta edición:
Literaturas Com Libros, 2020
Avenida de Menéndez Pelayo 85
28007 Madrid
Diseño de la colección: Benjamín Escalonilla
ISBN: 978-84-121602-1-5
Diseño de la cubierta: Benjamín Escalonilla
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Índice
VICENTE MUÑOZ, VOZ DE LA PENUMBRA
NOTA PRELIMINAR
UN COFRE LLENO DE RECUERDOS
EL JUEGO
EL DESPELLEJADOR
UNA VIDA MODELO
ESCENA DOMÉSTICA EN EL BAR DE UN BARRIO OBRERO
EL ANIVERSARIO
UNA TARDE DE AGOSTO
CALOR
PERRO DE LA LLUVIA
MI VIDA EN LA PENUMBRA
YO FUI UN OBJETOR FRUSTRADO ADOLESCENTE
DINERO FÁCIL
UNA EXTRAÑA PROPUESTA
EL CORTO ADIÓS
¿QUIÉN QUIERE SABER LO QUE ES LA MAGIA?
FIN DE ESTACIÓN
LOS QUE VIENEN DETRÁS
BEATITUD
VICENTE MUÑOZ, VOZ DE LA PENUMBRA
Ajeno a todas las modas, Vicente Muñoz ha construido un imaginario propio, que bebe de las mejores fuentes literarias pero se presenta como una voz original, un escritor que escribe lo que quiere cuando quiere. Mi vida en la penumbra es una apuesta decidida por el realismo, por la verdad o el hecho de que lo parezca, y en estos tiempos de tanto simulacro y tanto trampantojo, se agradece especialmente la narración firme de quien sabe lo que hace.
Me gusta la convivencia constante de vida y literatura en su obra, me gustan las marcas que el día a día deja en su piel y en sus páginas, y me gusta que no descanse, que siempre esté ahí, observando y afilando su pluma, desafiando al tiempo, desafiándonos a todos nosotros.
Un nuevo libro de Vicente Muñoz Álvarez, sea o no una reedición -corregida y muy modificada como esta- es siempre un acontecimiento celebrado por sus lectores y una nueva oportunidad para que nuevos públicos lleguen a él. Nadie mejor que él para hacernos pasar de la risa al miedo en un segundo, como la propia vida en la penumbra, claro.
Ignacio Escuín Borao
NOTA PRELIMINAR
Los veinte relatos que integran Mi vida en la penumbra fueron publicados, en primitivas y diversas versiones, en el fanzine Vinalia Trippers a finales del siglo pasado, y en los volúmenes Perro de la lluvia y otros cuentos (Iralka Editorial, 1997) y Los que vienen detrás y otros relatos (DVD ediciones, 2002. Ilustraciones de Miguel Ángel Martín).
La presente antología incluye una selección de mis relatos más representativos de aquel período, reescritos especialmente para esta nueva edición de LcLibros (la primera fue de Eclipsados en 2008), y propone una lectura conjunta de los mismos sustancialmente distinta.
Sangre, sexo, ultraviolencia, amor y desamor y crueldad y ternura (presentes siempre de algún modo en mi obra), entre otras cosas, es lo que aquí y ahora, queridos drugos, os vais a encontrar. Y el sello inconfundible de Vinalia Trippers.
Bienvenidos, pues, a esta penumbra.
Vicente Muñoz Álvarez
Todos los días se publicaba algo acerca de la Juventud Moderna, pero la mejor vesche que jamás editaron en la vieja gasetta fue el artículo de un starrio que llevaba un collar de perro y opinaba reflexivamente, y aquí nos goboraba como hombre de Bogo, que EL DIABLO ANDABA SUELTO, y comenzaba a insinuarse en la carne joven e inocente, y la culpa era del mundo de los adultos, un mundo en guerras, bombas y demás estupideces. Lo cual estaba muy bien. Sabía lo que decía, pues era hombre de Dios. Y nosotros, los jóvenes e inocentes málchicos, no teníamos culpa de nada. Cierto cierto cierto.
Anthony Burgess
Los dioses solo nos permiten un número determinado de errores / y luego / nos queman.
Charles Bukowski
¿Quién se ilusionaría / por partir hacia este o aquel lugar?/ Nada hay bajo los cielos azulísimos / que sea digno del viaje. / Por todas partes se inician sendas / y la gente camina con fervor por ellas, / pero adondequiera que lleven esas rutas, / ten por seguro que nada hay al final.
R. Louis Stevenson
UN COFRE LLENO DE RECUERDOS
El loco vagabundo y el ángel laten en el Tiempo, desconocidos y no / obstante registrando aquí lo que podría quedar por decir / en el tiempo después de la muerte.
Allen Ginsberg
Pequeña... podría contarte tantas cosas... Abrir mi cofre de recuerdos y asustarte y morir unos instantes para saber de tu dolor... O mejor aún, dejarte entrar en mi cabeza y que fueras tú quien descubriera el secreto... Una imagen vale cien palabras, según dicen, aunque mi caos no sería fácil de entender: nuestro trabajo, Henry Miller, Lisboa, el gran Céline, cerveza, vino, miedo, indecisión, esplín y sueño en solo unos minutos. Como un fluido púrpura. De mi cabeza. Porque no quiero desaparecer sin que sepas más de mí... Y ha pasado el tiempo, tanto tiempo... En cualquier caso, no el bastante para que en verdad nos conozcamos. Quiero seguir contigo en el camino, almorzar desnudos, bucear al fin de la noche, dormir en tu cofre de hueso, acariciar tu piel, ahogarme en tus cabellos y sorber tu sangre azul: dejarme dominar. Hemos llegado ya muy lejos, pero ¿hasta dónde aún cabe llegar? Nuestros recuerdos: cualquier lugar fuera del mundo, Dinan, Praga, París, el Alentejo o el gran sueño marroquí. Nosotros sí que somos la generación perdida, siempre tras el destello de la esquiva perla azul... Pero podría contarte tantas cosas... Desconfío del futuro, ese es mi problema. Aunque ahora tú lo absorbas todo. Tu cuello esbelto y suave, tus caderas, tus piernas y los músculos que hay dentro, la cara interna de los muslos de tus piernas y tu sexo... Meter mi lengua dentro, muy hasta el fondo, y esperar la noche en tus entrañas... Que ha pasado el tiempo, tanto tiempo, y nadie, nadie nunca me mantuvo así, con mis defectos, paranoias, mis locuras, y no sabemos dónde estamos, dónde vamos, solo está el camino, este tortuoso camino que pierde su horizonte en cada curva. Dicen que el que busca al fin encuentra, pero yo me canso de esperar. Me lo planteo tantas veces, qué nos pasa, pero siempre estamos juntos, gozando juntos y cometiendo errores juntos, y eso también es importante. Camino gran serpiente muerta, sexo de flor, alma de piedra, latido de cadáver, zapato de ciempiés, nuestro amor, nuestro horizonte permutable y vacilante... O este corazón hambriento: señor X, señor H, señor Duda, señor Muerte... Quizás te guste o tal vez no... Sobre todo cuando te velo el sueño al amanecer, cuando tu cabeza descansa aún en mi pecho y adivino en tu silencio tantas cosas... Porque las máquinas nos suplen, la competencia nos degrada y solo cabe buscar nuestro destino para ofrecernos el corazón sangrante tras la inmolación. Creemos saberlo todo y no sabemos nada, somos caracoles en tiempo de sequía, mudas vacías de serpiente, sueños incompletos de nosotros mismos. Así que tómame tal como soy y que no falte la magia. Porque que en mi cabeza puede caber todo, como el otro día, cuando salí a pasear con Edgar por la noche, tanto esplín y a caminar, para matar a la bestia. La voz del río que me llama, leproso y hediondo, y las fábricas abandonadas al otro lado de la orilla, junto a la estación. Sus ruinas que reciben de lleno la sangre del crepúsculo mientras camino y hablo solo, pienso, le he disparado humo al cerebro y no tengo apenas frío. Los coches que pasan junto a mí ya sobre el puente, luces amarillas que vienen y rojas que se van, y los camiones silbándome en la cara hasta llegar al bar La Rioja, todos con pinta de Insmouth, una niña que no deja de tocarle a mi perro las pelotas y él que me mira irritado y me pregunta qué ha de hacer... Dichosos niños. Termino la cerveza. Salgo. Llueve. La tétrica luz de las farolas. Los fantasmas... Hasta que llego al fin a casa. Otra insignificante historia por contar. De las que se nutre la vida, de las sencillas, de las irrelevantes, de las cotidianas. De las que erosionan sin apenas darnos cuenta, de las que nos van minando, de las que terminan finalmente por quemar. Baudelaire era un armario lleno de recuerdos, yo soy un planeta, un asteroide, una gran constelación. Huimos de la masa y somos masa, al fin y al cabo. ¿Outsiders? Qué más da. También somos personas. Y seguimos caminando. Como en Lisboa, en los Jerónimos, allí me sentí casi un arcángel, tanta evanescencia y tanta mística y al salir solo ves una gran lepra y se te encoge el alma y piensas que en el fondo todo son mentiras, un montaje absurdo a ras del miedo. Y luego ¿quiénes son los locos? ¿Los que dicen que dos personas que están juntas mucho tiempo terminan por llegarse a parecer? Yin y Yang. ¿No somos la generación perdida? ¿Dónde está si no nuestro destino? Y aún más sueños: una casa en cualquier pueblo, morir mientras dormimos, mientras hacemos el amor, nuestros perros, peces de colores, cientos, miles de viajes, anticuarios, nunca el odio, un libro y otro y otro más, un trabajo, escapismo, una torre oscura de marfil, dos caballos negros, Castelo de Vide y nuestro adiós. ¿Cómo será nuestro final? ¿Cuándo y dónde? ¿No querías entrar en mi cabeza? Goza, sufre, siente ahora mi caos... Por eso algunas veces no presto atención, todo este remolino de niebla y tanta oscuridad. Pero no soy Harry Haller. Él era una cebolla de cien telas, yo soy una tela que huele a cien cebollas. Y el mar es tan oscuro allá en Sesimbra... Solo para locos... Y nuestros recuerdos: descansas en mi pecho en casa de un amigo y por vez primera te siento solo mía. O la calle que estira y se retuerce por los ajos. Aquella tarta de naranja y nata y fresa. Rasuración del bello púbico, coño extraterrestre, sodomía metafísica, prostitución trascendental... Porque nuestra degradación sigue senderos paralelos. Cómo elevo mis ojos y allí estás, muy cerca de mí, enmarcada en el papel, comiendo palomitas en un parque, los labios pintados, la boca entreabierta, tan sensual, con Edgar y pelo corto, con la Lambretta y pelo y falda corta, con pelo largo rizado frente al mar... Llevas en tus dedos siete anillos y cada anillo es un recuerdo y cada recuerdo es un anillo, en el fondo otra atadura más. Átame, déjame ser libre, confía en mí, guía mi camino y no dejes que me pierda, o piérdete conmigo... Como el día en que recogimos aquella salamandra herida en San Vicente. Era en una escalera que subía al barrio alto y llovía a cántaros y no pudimos hacer nada y la salamandra se murió. O cuando te miraba fijamente mientras aporreaba la batería en el local y tú bajabas los ojos asustada y aquello era casi un desafío. ¿Qué coño importaba? Te quería entonces y te sigo queriendo ahora, junto a todo ese montón de vírgenes tristes que velan por nosotros en tantos pueblos donde extrañamente hemos rezado. O cuando me agarrabas fuerte la mano mientras te cosían la brecha del pie. Entonces llevaba el pelo corto y estaba más delgado. Porque envejecemos, eso está claro, nos quemamos juntos y también eso es importante. O cuando me tocas la guitarra en casa mientras floto... Desde la biblioteca, desde la maldita P.S.S., desde la más completa laxitud... ¿Qué diablos hago aquí? La niebla devorando lentamente los paisajes e invierno y navidad y muerte. Frío. Siempre rejas y ventanas. Objetor de conciencia, ratón de biblioteca, murciélago de archivo... Y tú fuera de mí, en el gimnasio o en la escuela... El descontrol de la ciudad. Y la armonía en las montañas, en los bosques, en los pueblos, llenos de nuestras pisadas, tuyas y mías, esperando y buscando caminos, consumiéndonos en vida y allí en cambio todo tan distinto, cuando sientes desde lo profundo esa magia que en ningún otro lugar puede existir... Y así pasa mi tiempo y recuerdo cuando era niño y más tarde un chaval y todo me pesaba y me agobiaba y quería a toda costa que llegase ya el mañana. Que siempre ha sido igual, la misma inquietud, la misma impaciencia, la historia triste de mi contradicción... ¿O es que mi equilibrio está en el propio caos? Quizá sea esa la clave: lo que ayer amé hoy puedo odiarlo, ya no pruebo el bourbon, me arrepiento de mis indecisiones y aplaudo después mi intemperancia... Como quise prolongar también aquellos días de un invierno ya lejano en que tú salías a volar y en el musgo que traías estaba mi terapia, el antídoto contra mi soledad... Pero ha pasado el tiempo, tanto tiempo, y ahora todo aquello sólo existe en este cofre lleno de recuerdos... Y aún así podríamos ser héroes. Aunque seamos solo dos personas, carne y hueso y quizás un alma y nada más... O ese calor en las iglesias, flotar en los rayos evanescentes de su luz, capillas oscuras, cirios vacilantes e imaginería cruel... Y pensar, como Huysmans y Rimbaud, en claustros bien lejanos... Cualquier lugar fuera del mundooutsiderVíboraAjoblancoCreepy , esos perros que hacen a la larga enloquecer... ¿Cuánto tiempo seguirán así las cosas? ¿Cuánto tiempo tendremos todavía que esperar? Esperar por todo, esperar por nada, esperar al fin la nada... Siempre será igual: la misma historia gris: Clint Eastwood levantando su sombrero en el confín y atrás los gringos muertos, pueblos desolados, mejicanos muertos... es ya el fin. ¿Qué más da cual? Todos los fines se parecen, porque el fin es el vacío... Y ojalá nuestros relojes marquen para los dos las mismas horas...