PAPELES DEL TIEMPO
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LA CORTE DE LOS PRODIGIOS
LOS CUADERNOS DE LA TRANSICIÓN DEMOCRÁTICA
Josep Carles Clemente
PAPELES DEL TIEMPO
Número 5
© Machado Grupo de Distribución, S.L.
C/ Labradores, 5
Parque Empresarial Prado del Espino
28660 Boadilla del Monte (MADRID)
machadolibros@machadolibros.com
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ISBN: 978-84-9114-303-1
Es mucho más difícil
describir que opinar.
Infinitamente más. En vista
de lo cual todo el mundo
opina.
JOSEP PLA
Prólogo: «J. C. C.», por Fernando García Romanillos
LIBRO I. La Corte de los prodigios
Introducción
Capítulo I. El debate de las Autonomías
Capítulo II. El pulso económico en la España de la Transición
Capítulo III. Luces y sombras de la incorporación a la Unión Europea
Capítulo IV. Cuaderno de notas de la Transición
LIBRO II. Memorial de virutas
Introducción
Capítulo I. El cuaderno azul
Capítulo II. Voces del más allá
Capítulo III. Block de notas culturales de la era de la Transición
Capítulo IV. Más batallas por la Historia
Capítulo V. Tres estudios históricos marginales
LIBRO III. «Los cuadernos de un reportero»
Capítulo I. Los encuentros con V. I. P.
Capítulo II. Crónicas literarias de la era del apagón
Capítulo III. De la ONU al Sahara: los momentos calientes
Capítulo IV. Tres «monstruos» de la pintura
Capítulo V. Otras batallas por la Historia
LIBRO IV. Crónicas carlistas de la Transición
Capítulo I. Notas de lectura
Capítulo II. Cuestiones sobre el Carlismo
Capítulo III. De allá nuestras fronteras
Capítulo IV. Cuaderno de notas catalán
Capítulo V. Crónicas de la segunda Transición
Capítulo VI. Lo que el viento no se llevó
LIBRO V. En el país de las mil maravillas
Capítulo I. Diario de bitácora de la Transición
Capítulo II. Voces de antaño: diálogos con protagonistas de la Transición
Capítulo III. De recónditos cobijos y significativos orígenes en la Transición
Capítulo IV. Lo que estaba pasando en España en 1983
Capítulo V. Presencias mediáticas
Prólogo
Inquieto como la ardilla, sereno como el koala, vigía como la lechuza, el autor de este libro reúne esas características contradictorias y las metaboliza con resultado coherente, dentro de la confusión propia de todo ser humano. Tal es la personalidad de J. C. C. (Josep Carles Clemente), periodista –permítaseme la expresión– que ha meado en muchas tapias, acaparador de libros y cachimbas, adicto irredento a la lectura, hurón de la documanía, correcaminos de la España contemporánea, simulador de una curiosidad que le corroe, centinela de su tiempo, esponja silente de cuanto acontece a su alrededor.
Colega de Clemente en el oficio periodístico, compañero de ilusiones, compromisos, militancias y fatigas, me resulta increíble que una persona normal pueda consumar una obra como estos Cuadernos de la Transición Democrática. Pero es que me veo en la tesitura de prologar un libro de alguien que no se ajusta a mi normalidad.
Sólo la pulcra organización, el concepto de la disciplina casi prusiana que anida, paradójicamente, en la naturaleza libertaria de J. C. C. permite guardar, ordenar, rescatar y poner a disposición del lector un material tan heterogéneo y preciado como el de estas páginas.
Que la historia de la segunda mitad del siglo XX esté en los medios periodísticos, es una novedad a medias. Que los periodistas sean historiadores menudos, resulta más dudoso. Salvo que lleven esa vocación en la sangre y se pongan a la tarea, sin la inmediatez propia de los medios de comunicación, como desde hace tantos años demuestra Josep Carles, quien desde las burbujas de la actualidad se sumerge en el fondo de la realidad.
El valor de esta voluminosa obra es que circulan por sus páginas testimonios y crónicas hechas a pie de obra sobre unos sucesos, unos personajes, tan lejanos como cercanos. Encontrará aquí el lector acta notarial de años recientes, como quien dice de hace un cuarto de hora, pero de una Transición que, por manoseada, ya la situamos en época lejana.
La España que despide el siglo XX recordando la muerte de Franco, la proclamación de Juan Carlos, los esfuerzos para desatar aquel nudo atado y bien atado, es consecuencia, en parte, del maremágnum de franquistas, reformadores, rupturistas, moderados, revolucionarios, acomodaticios, utópicos, temerosos, arrojados, buscones y advenedizos que fueron haciendo huella a lo largo de dos décadas. Las huellas que fue recogiendo J. C. C.
Es mucho lo que ha llovido últimamente..., pero mucho más fue lo que cayó en aquellos setenta y ochenta, pendientes de dibujar con valentía y honestidad. Para completar ese cuadro, Cuadernos de la Transición Democrática aporta unos trazos apasionantes.
F. G.-R.
(Fernando García-Remanillos)
Madrid, 20 de noviembre de 2003
LIBRO I
Madrid, dijo un escritor, era «el rompeolas de las Españas»; otro, Ramón del Valle-Inclán, tituló a la capital madrileña en una de sus obras como «La Corte de los milagros»; en todo caso, Madrid es una capital mestiza, en la que han recalado gente de todos los rincones del país. Como centro político, en ella han ocurrido los hechos más curiosos y más contradictorios. La época de la Transición no fue una excepción. Por eso he escogido el presente título de este libro para acoger y envolver a una serie de notas, contactos y cuadernos que datan de esa época.
Abre el libro un tema que todavía colea: el de la configuración y desarrollo de las Comunidades Autónomas. Le sigue uno también actual: el económico, completado con el siguiente, el de nuestra incorporación a la Europa comunitaria, que fue un logro indiscutible de esos años. El texto se cierra con la segunda entrega de mis notas, redactadas siguiendo el hilo del momento político y cultural. Los Libros siguientes siguen esta misma tónica.
En todo caso, todo ello sólo pretende ser mi aportación personal a la pequeña historia de esas décadas «prodigiosas» que asombraron a más de uno, pues no fue pequeño el hecho de transformar una dictadura en un régimen plenamente democrático; todo ello, sin que estallara, como habían predecido algunos agoreros, una guerra civil.
El Espinar (Segovia), 2004
Capítulo I
AL LÓPEZ NO LE VA LA MARCHA AUTONÓMICA
Ahora resulta que los que antaño eran más centralistas que Luis XIV, actualmente intentan aparecer como nacionalistas de toda la vida. Y esto es lo que intenta hacernos tragar Laureano López Rodó, el ex «López number one», el cerebro gris del almirante Carrero, el meloso y seráfico ministro de Franco.
Es evidente que a don Laureano no le hace demasiada gracia este curioso invento denominado «Estado de las Autonomías». Aunque no se pronuncia abiertamente en contra de él –no estaría bien visto y sería poco democrático– presenta toda una serie de inconvenientes, defectos de forma y de redacción, pegas y reticencias que equivalen a pensar que «esto es un churro». A don Laureano se le nota que no es federalista, ni nacionalista, ni autonomista; a lo más que llega es a un regionalismo que lleve implícito una mera descentralización administrativa, es decir, una autonomía lo más descafeinada posible.
Su libro Las Autonomías, encrucijada de España (Aguilar, Madrid, 1980, 478 pp.), es esto: un desahogo y un oportunista cartel electoral.
Aunque a don Laureano le pueda parecer una grosería, le voy a recordar que el federalismo en España no es ningún invento. Por ejemplo, el proyecto de Constitución de la I República, de 17 de julio de 1873, decía en su título I, artículo 1.º, lo siguiente: «Componen la Nación Española los Estados de Andalucía Alta, Andalucía Baja, Aragón, Asturias, Baleares, Canarias, Castilla la Nueva, Castilla la Vieja, Cataluña, Cuba, Extremadura, Galicia, Murcia, Navarra, Puerto Rico, Valencia y Regiones Vascongadas. Los Estados podrán conservar las actuales provincias o modificarlas, según sus necesidades territoriales». El citado proyecto constitucional señalaba que en la organización política de la Nación española todo lo individual es de pura competencia del individuo; todo lo municipal es del Municipio; todo lo regional es del Estado, y todo lo nacional es de la Federación.
Este dato de tipo histórico era necesario darlo –y habrían otras muchas precisiones a realizar–, porque don Laureano en su texto lo deja todo algo confuso y diluido.
Lo único que nos parece útil del libro son los apéndices documentales, actas parlamentarias, mapas históricos, etc., es decir, todo aquello en lo que no ha intervenido don Laureano, patriarca del regionalismo, por la gracia de Dios.
EL PODER REGIONAL
Sin retrotraernos a la Edad Media ni al sistema feudal imperante, ni a la época de los Austrias con el levantamiento de los comuneros castellanos, se puede considerar que el centralismo moderno español nació con el advenimiento al trono de España del primer Borbón, Felipe V, duque de Anjou y nieto del rey Luis XIV de Francia.
La guerra de sucesión española entre Austrias y Borbones terminó con la victoria del candidato propuesto por el Rey Sol de Francia, que fue proclamado rey de España con el nombre de Felipe V. La primera consecuencia de este hecho fue la eliminación de sus enemigos políticos, los aliados del archiduque Carlos de Austria. El conde duque de Olivares fue el brazo político que impuso por la fuerza de las armas el primer centralismo de la España moderna. Con el decreto llamado de Nueva Planta suprimió en 1714 los Fueros de Cataluña y más tarde los del País Valenciano y Aragón.
El decreto de Nueva Planta marcará, pues, el camino a seguir por la nueva dinastía borbónica en la implantación del modelo centralista francés. Poco a poco los distintos regímenes autonómicos y forales que habían sido formalmente respetados y mantenidos desde los Reyes Católicos hasta los monarcas de la Casa de Austria, se irán viendo amenazados y recortados paulatinamente hasta el intento de total extinción en los últimos días de la decadencia del Antiguo Régimen y quiebra de la Monarquía Absoluta, recibiendo el golpe de gracia con el establecimiento de la revolución liberal española del siglo XIX.
Todo este proceso se pone de manifiesto en el libro del profesor Juan Beneyto Las autonomías. El poder regional en España (Siglo XXI Ediciones, Madrid, 1980, 326 pp.), donde analiza con agudeza y objetividad el proceso teórico y práctico del fenómeno autonómico en nuestro país. Capítulo aparte merece su análisis de los Fueros y su naturaleza.
Los Fueros eran un conjunto de Leyes procedentes de la costumbre, que garantizaban, en la medida que ello era posible dentro de las escasas posibilidades que ofrecía el antiguo régimen, las libertades individuales y sociales en unas comunidades que eran autónomas y soberanas.
Los Fueros que sobrevivieron al Decreto de Nueva Planta – Álava, Guipúzcoa, Vizcaya y Navarra– aseguraban una amplia autonomía para la Administración de sus propios asuntos. Los Fueros resultaban unos ordenamientos jurídicos válidos y eficaces para su época, proporcionando a los pueblos un alto nivel institucional que descansaba en una estrecha vinculación comunitaria con todos sus ciudadanos, la cual no se imponía como algo ajeno a su vida misma, sino de un modo íntimo y cordial. En definitiva, el sistema foral fue la creación política de unas comunidades que establecieron un modo de vida con categoría colectiva, dentro de un régimen de autogobierno a todos los niveles.
Pero este sistema, producto de la sociedad estamental, que había logrado una cierta estabilidad en el medioevo, lejos de adaptarse a las realidades cambiantes y evolucionar progresivamente, quedó paralizado. La razón de este anquilosamiento hay que buscarla en que, junto con el carácter positivo de libertades, autonomías y soberanías, los Fueros, desde mediados del siglo XVIII, incorporaron un determinado orden económico y social que iba a ser la causa de su muerte junto con la falta de respuesta a la nueva problemática que se planteaba. En este aspecto, la base del sistema foral en el País Vasco ha de concentrarse en el predominio de los núcleos de producción precapitalista y en los incipientes intereses de la burguesía en ascenso.
La incidencia de estos elementos liberales se mostró en la incapacidad de un esfuerzo diario que, inmovilizados por su comportamiento económico, arrastró a toda la sociedad vasca y a sus Fueros, en el segundo tercio del siglo XIX, en una grave crisis de la cual no iban a sobrevivir. Guipúzcoa y Vizcaya son las primeras comunidades que se resienten del fracaso del sistema foral. Álava y Navarra tardarían muchos años en advertirlo, no sólo debido a que sus estructuras y modos de producción eran radicalmente distintos, sino, sobre todo, porque allí no surgió, de manera evidente, una burguesía precapitalista.
La Ley del 25 de octubre de 1839 confirma los Fueros de Navarra y de las provincias vascas en la medida en que no infrinjan el principio de la unidad constitucional de España, bajo un solo monarca, con unas solas Cortes para la nación. El primer efecto de la citada ley era de carácter constitucional, transformando las meras reuniones personales de Álava, Guipúzcoa, Navarra y Vizcaya en provincias forales integradas dentro del Estado Unitario Español. Con esta ley se inicia un proceso de unificación política y administrativa que tiene como jalones importantes la Ley Paccionada para Navarra de 16 de agosto de 1841, la Ley del 21 de julio de 1876 para Álava, Guipúzcoa y Vizcaya, para culminar en el Decreto de junio de 1937 por el que se suprime el concierto económico con Guipúzcoa y Vizcaya.
El texto es una seria aportación al tema autonómico, tan en boga en nuestro tiempo, visto desde un ángulo puramente universitario.
UN ESTUDIO SOBRE LAS NACIONALIDADES
Julio Busquets es un intelectual que está actuando en el campo de la moderna sociología con un rigor y una seriedad estimables. «El militar de carrera» ya supuso una valiosa aportación al estudio –bajo el prisma sociológico– de este cuerpo. Capitán de Ingenieros, Diplomado de Estado Mayor, Doctor en Ciencias Políticas (Sociología) y profesor agregado de esta materia en la Universidad Autónoma de Barcelona, son los títulos que avalan una sólida preparación y unos conocimientos básicos indispensables para enfrentarse con un tema tan espinoso y polémico como el de su libro Introducción a la sociología de las nacionalidades1.
Junto a una preparación teórica, Busquets ha sabido procurarse una información «in situ»: ha asistido a cuatro congresos internacionales, ha visitado las más importantes universidades norteamericanas y ha entrevistado a los líderes de las minorías de aquellos países. Además, ha trabajado como sociólogo para el Gobierno de Argelia y para el Ayuntamiento de Barcelona.
El supuesto básico de la organización política de las sociedades modernas es el Estado nacional, es decir, el Estado al que corresponde una nación y sólo una, a pesar de que el desarrollo moderno parece conducirnos a organizaciones mucho más amplias. El tema es arduo y embrollado porque las propias ideologías y los idearios políticos no coinciden en una definición aceptada por todos. Como el propio autor dice: «los credos de las ideologías han cargado este concepto de pasión política y lo han elevado a la categoría de mito, por lo que los hombres suelen adoptar actitudes dogmáticas ante el mismo». Por otro lado, no existe un concepto universal de nación, válido para todos los pueblos y todas las épocas. Busquets señala al respecto que en cada país –y dentro de éstos en cada momento histórico– la concepción de nación presenta cierta singularidad, que dificulta cualquier intento de generalización.
En la primera parte del libro, se estudia la génesis histórica de los conceptos Estado y Nación, introducción para asimilar el verdadero cuerpo del texto en el que la nación es analizada con una perspectiva sociológica, así como el desarrollo de tres hechos diferenciales: la cultura, la religión y la raza. En este segundo capítulo también se incluyen todos aquellos factores que influyen en la constitución de las naciones, como son la geografía, la historia y la economía. El autor es consciente de que estos tres últimos factores no son hechos diferenciales tan claros como los tres primeros, pues no vinculan personal y directamente al hombre con fuerza suficiente para hacerle sentirse miembro de una comunidad, pero en muchos casos han sido usados por los Estados para fundamentar la existencia de una nación y desarrollar un auténtico sentido nacional en donde no existía un hecho diferencial definido, y concretamente en casi todos los países del continente americano y en muchos de los nuevos Estados afroasiáticos.
Las dos partes del libro están escritos bajo dos intenciones bien distintas. La primera con una óptica histórica y la segunda sociológica. La tercera, en cambio, pretende seguir los dictados de la Ciencia política: se estudia la Nación como base de la organización territorial del Estado, en uno de cuyos capítulos se establecen las analogías y diferencias entre los conceptos de Estado y Nación, uniendo a continuación cada uno de los dos tipos clásicos de Estado, o sea, al Estado Unitario y al Estado Federal. A este capítulo se le añade otro relativo a la Región, que, como señala Busquets, «da lugar a veces a un tipo de Estado calificado por unos autores como Estado Integral o Estado Regional, y por otros como Estado Unitario descentralizado políticamente, pero que de hecho, y al margen de las polémicas jurídicas, es realmente un tipo de Estado intermedio entre el unitario “clásico” y el federal». Este capítulo, así como el que trata de las minorías, sus problemas y sus posibles soluciones, son los más lúcidos del libro.
El intento de Julio Busquets, con todas las lagunas que se quieran encontrar, es válido y necesario, especialmente para los estudiantes de Sociología, Teoría del Estado o Derecho político.
UNA HISTORIA GENERAL DE VIZCAYA
Ha sido reeditada2 una gran obra debida al doctor don Estanislao Jaime de Labayru. Se trata de su Historia General de Biscaya. Sólo después de conocer cómo se escribió la historia del Señorío hasta fines del siglo XIX, cuando Labayru realizó su ciclópeo trabajo, puede medirse con justeza y justicia el valor de la misma y el mérito de su autor.
Labayru nació en la capital de Batangas, isla del archipiélago filipino, donde su padre ejercía el supremo Gobierno Militar. Sus padres eran ambos naturales de Urzainqui (Navarra), aunque originarios de Isaba, capitalidad del Valle del Roncal. Tras efectuar sus estudios primarios en la Villa de Don Diego, prosiguió después con gran brillantez los de Teología y Cánones en las ciudades de Vitoria, Burgos y Barcelona, recibiendo las Órdenes del Presbiterado el 25 de mayo de 1872 y doctorándose más tarde en Roma. El doctor Labayru falleció el 22 de enero de 1904. Teólogo, periodista e historiador, a él se le deben la fundación de los periódicos «La Voz de Vizcaya» y «El Basco». Cuando se redacte la historia del periodismo del País Vasco, el doctor Labayru habrá de figurar en un lugar muy destacado.
Nuestro autor escribió mucho, pero la obra que ocupó toda su vida y que es, sin duda, la más completa historia de Vizcaya, es la que publicó en seis tomos desde el año 1895 a 1903, bajo el título de Historia General del Señorío de Biscaya. La actual reedición consta de siete volúmenes y la empresa corre a cargo de la editorial «La Gran Enciclopedia Vasca». Son tres los volúmenes publicados, abarcando desde los «Aborígenes de España y de la Euskal-Erría» hasta el 1500.
El trabajo de investigación, acompañado de numerosos suplementos y documentos, es monumental y fabuloso. Es una gran aportación al conocimiento de los pueblos hispanos.
AGRARISMO Y NACIONALISMO VALENCIANO
La cuestión nacional valenciana es un tema que empieza a interesar y preocupar. El País Valencià está conociendo uno de sus momentos más críticos a raíz de la polémica surgida con motivo de la oficialización de su bandera y de su lengua. Sectores provenientes del anterior régimen –conocidos con el apelativo de «bunker- barraqueta»– pretenden presentar al pueblo valenciano una peculiar bandera y una extraña teoría lingüística desprovista de peso histórico y científico.
Todo ello es posible gracias al desconocimiento secular, y no por su culpa, a que se ha visto sometido el País Valencià en lo que respecta a la historia de la llamada cuestión nacional. Alfons Cucó y su texto El valencianisme politic. 1874-1936 fue un primer intento clarificador del tema. Pero apareció un libro del profesor Vicent Franch que viene a llenar un vacío importante en esta temática y que es, a su vez, una demostración de conocimiento y de honestidad. Me estoy refiriendo a El nacionalismo agrarista valenciá (1918-1923), publicado por Prometeo. Este texto es un auténtico acontecimiento cultural, ya que investiga la tarea intelectual y política de un valenciano de la Plana que a pesar de su corta vida emprendió la actividad nacionalista desde una perspectiva agrarista, Vicent Tomàs i Martí, que en cierto sentido ha sido el iniciador y el inspirador del moderno nacionalismo organizado en el País Valencià.
El autor nos presenta a este personaje, nacido en Artana el año 1898 y fallecido en 1924, como fundador de la Agrupació Escolar Nacionalista, militante destacado de la Joventud Nacionalista, fundador e impulsor principal de la Lliga Espiritual de Solitaris Nacionalistes, fundador, editor y redactor de «El Crit de la Muntanya», propagandista fecundo e incansable del nacionalismo, orador de talla reconocida y «el primero de los nacionalistas valencianos que comprendió la necesidad de sacar el valencianismo de la ciudad de Valencia, llevándolo a las comarcas», hecho este último importantísimo y de una gran clarividencia. El profesor Franch destaca esta tesis de Vicent Tomàs i Martí «de buscar el nacionalismo en el campo huyendo de la ciudad de Valencia, tesis esta que era producto de la agria experiencia que había dado unos años de trabajo incansable; los contenidos anticaciquista, agrarista y culturalista de la alternativa que proponía nuestro autor, y en suma el voluntarismo que la llenaba». Por su parte, Cucó nos dice en el prólogo, respecto a las ideas agraristas de Vicent Tomàs i Martí, «que, de hecho, desaparecieron prácticamente del movimiento valencianista con su prematura muerte, hubieran podido significar un enriquecimiento sustancial, y no solamente bajo el punto de vista ideológico, que sin duda no hubiera dejado de afectar a la trayectoria posterior del valencianismo político».
Trabajos como este de Vicent Franch ayudan indudablemente a conocer las auténticas raíces históricas del movimiento valencianista, tan vivo y tan polémico. Vivo, por su renacimiento, y polémico, por su tenaz lucha contra el inmovilismo antihistórico.
UNA RADIOGRAFÍA DEL PNV
Las derrotas militares de los carlistas en el siglo XIX reportaron serias transformaciones sociopolíticas en determinadas áreas del Estado español. Concretamente en aquellos territorios en los que más arraigó el apoyo popular a los voluntarios de don Carlos, como lo fueron Euskadi, Cataluña y País Valenciano.
La primera consecuencia política de la derrota en la última guerra sería, en los territorios vascos, la paulatina supresión de su sistema foral. Y con ello la consolidación de una fuerte corriente nacionalista bordeando el independentismo y el separatismo, producto de una frustración colectiva ante la pérdida de su propia democracia.
La segunda consecuencia sería la atomización del Carlismo, que se traduciría en el trasvase de sus partidarios a la creación de otras organizaciones políticas más radicales, lo que convertiría al partido de don Carlos en «madre» de otros partidos. Así, tenemos en Cataluña a la Unió Democràtica, y en Euskadi, al Partido Nacionalista Vasco. Si se repasara con atención la nómina de los fundadores de ambos colectivos políticos no sería difícil encontrar en ellos su pasada militancia carlista.
Se están realizando trabajos concienzudos a este respecto. Uno de ellos es el de Javier Corcuera Atienza, que, en Crímenes, ideología y organización del nacionalismo vasco. 1876-1904 (Siglo XXI, Madrid, 1979, 610 pp.), realiza una profunda radiografía del nacimiento del PNV.
Respecto a lo comentado más arriba, Javier Corcuera afirma que «el término de la segunda guerra carlista (segunda, en Euskadi; tercera, a nivel de Estado español) supone el término de las instituciones forales, y la derrota hubo de incidir en la agudización de un cierto sentimiento de frustración colectivo de los partidarios de don Carlos, del campesinado, “conservatorio de la racionalidad”, de los defensores del fuero o leyes peculiares de los vascos y nacidas de la historia vasca. Es 1876 el inicio de la nueva situación social y política: el gobierno de las provincias pasará a la oligarquía industrial y financiera, la industrialización exige una importación masiva de mano de obra extraña al país, el intervencionismo del Estado central se incrementa, la sociedad tradicional vasca entra en su definitiva crisis: “culpables” de esta nueva situación serán los liberales, aliados de Madrid. A las frustraciones nacidas de la guerra se añaden las originadas por la postguerra: este será el marco en el que Arana y Goiri formulará su nacionalismo». A esto sólo hay que añadir la procedencia carlista, familiar y personal de Arana.
Hasta ahora, ya se conocían las monografías de Larronde y J. J. Solozábal sobre el pensamiento de Arana y el primer nacionalismo vasco. El libro de Corcuera aporta un hecho fundamental, desconocido hasta la fecha: la utilización por vez primera de los archivos de Luis Arana y el de Ángel Zabala, dos personalidades claves de los inicios del PNV.
Otra de las virtudes del libro de Corcuera es la profundización, la doble corriente que llevó al nacimiento político del nacionalismo vasco. Por un lado, la corriente nacionalista proviniente del Carlismo, tradicional y rural, de ciertas impregnaciones religiosas y racistas. Y, por otro lado, el sector fuerista, liberal y moderado, burgués y partidario de la industrialización. El primer sector estaba representado por los hermanos Arana, y el segundo por Ramón de la Sota. Esta doble corriente en el seno del partido ha perdurado con el tiempo: son los actuales sectores denominados «sabiniano» y «moderado».
Aunque el texto de Corcuera se circunscribe exclusivamente a Vizcaya, no hay que olvidar la importancia que tuvieron los primeros nacionalistas de Bilbao en la configuración del partido. El autor, además de estudiar y analizar la ideología y las actividades del fundador, Sabino de Arana, no olvida la incidencia en Euskadi de los sectores obreros, los problemas de la industrialización y las actividades de las grandes oligarquías centralistas vascas; así como la estructuración y organización del PNV sabiniano. El libro se interrumpe precisamente con la muerte de Arana.
El trabajo de Javier Corcuera es una importante aportación al conocimiento de uno de los sectores políticos vascos que en el futuro va a jugar un papel preponderante en aquel territorio.
IMPORTANCIA DE LAS REGIONES
El regionalismo o el reconocimiento oficial de las regiones naturales españolas es un tema que trae cola desde hace muchísimos años. No es raro el fenómeno en la prensa diaria de voces que claman por su reconocimiento definitivo. Algunas de ellas, incluso, desde el sector oficial. Este último caso es el de José Luis Meilán, ex secretario general técnico de la Presidencia del Gobierno y ex presidente de la ponencia de Desarrollo Regional del Plan de Desarrollo. Además de estos cargos oficiales, José Luis Meilán es doctor en Derecho y catedrático de Derecho Administrativo de la Universidad de Santiago de Compostela.
El Consejo Superior de Cámaras de Comercio, Industria y Navegación ha publicado un libro3, en el que se recogen una serie de reflexiones de Meilán sobre la evolución futura de la Región, que anteriormente se habían plasmado en conferencias, intervenciones y artículos periodísticos.
Las ideas al respecto de José Luis Meilán no son nuevas. Pero, al amparo de la nueva división territorial puramente exigida por un desarrollo económico, propugna un neo-provincialismo o macroprovincialismo, dependiente más o menos del poder central. Por ejemplo, cuando, en la página 112 del libro, dice: «Es evidente que los objetivos del desarrollo regional deben adaptarse al estadio actual del sistema económico y deben ser coherentes con las aspiraciones nacionales dominantes...». Y señala que: «El dilema básico para nuestro país no consiste en elegir entre una política de desarrollo regional o de desarrollo nacional, sino en cómo combinar estos dos procesos separados, pero complementarios en un marco unificador de ordenación del territorio».
En el texto se observan algunas lagunas sobre lo que es la auténtica Región, ya que ésta no depende solamente del territorio, sino que son la historia, la lengua, las costumbres e inclusive la raza, factores que la modelan. A pesar de que en la página 6 dice que «es preciso tener en cuenta el territorio real por encima del mapa administrativo», José Luis Meilán sigue el ejemplo del «departamento» francés.
El profesor Meilán alude en muchísimas ocasiones a la estructura regional de los EE.UU., aunque parece olvidar que esta nación tiene un régimen federal y que las regiones están constituidas por Estados autónomos, con sus propios servicios de entes locales, administrativos, de policía, de cultura, etc. Con tal estructura, surge un peculiar desarrollo de las regiones no aplicable a otros países.
La organización administrativo-territorial de un país no puede depender solamente de las exigencias de un desarrollo económico. Hay factores, y todos ellos muy importantes, que merecen ser tenidos en cuenta. El «provincialismo» a gran escala está totalmente desfasado, por muchos parches y remiendos que se le quieran poner. O vamos hacia una auténtica vida regional, a todos los niveles, o más vale dejar las cosas tal como están. El propio Meilán, en sus textos, se contradice en no pocas ocasiones. Unas veces da en el clavo y comprende los problemas –por ejemplo, cuando dice que «sobran estudios y faltan hechos»–, pero al enfocar las posibles soluciones cae en la vieja trampa provincialista y paternalista del centralismo.
Por su origen periférico –nació en La Coruña– José Luis Meilán debería reflexionar y madurar todavía más sus ideas sobre este problema que constituye la vertebración auténtica de las regiones españolas y su consiguiente desarrollo a todos los niveles.
CONVERSACIONES CON DIRIGENTES DE LAS AUTONOMÍAS
1. GERARDO FERNÁNDEZ ALBOR. Xunta de Galicia:
«Consolidar el reencuentro de los gallegos con su memoria histórica»
El señor Fernández Albor estaba considerado como uno de los más serios «delfines» de Fraga. Presidente de Alianza Popular gallega y de la Xunta de Galicia, fue uno de los fundadores del Partido Popular Galego, integrado en la democracia cristiana española e internacional.
Gusta definirse como hombre amante de la realidad y cree muy poco en los programas políticos y mucho en las realidades del momento y de las dificultades que tiene que resolver. Por eso, hay que conectar con ella.
Su objetivo como presidente de los gallegos era el de despertar la conciencia colectiva y para ello fue partidario de decir las verdades al pueblo. Cree que hay que hacer menos promesas. Lo que se puede hacer, señala, hay que hacerlo, y lo que no, explicar por qué no se hace.
Piensa que la política tiene, entre otras cosas, mucho de fotografía, de maquillaje y de carteles colgados de las farolas, pero, a pesar de estos matices, cree que es preferible esta política a una dictadura sin libertades.
Pero veamos, sin más preámbulos, cuáles son sus opiniones.
Para abrir boca, le someto el tema de su viaje institucional a Madrid:
–Señor presidente, después de su entrevista con Felipe González, ¿cómo van las relaciones entre la Xunta de Galicia con el Gobierno central?
–Mi interés principal durante aquella entrevista fue, en pocas palabras, subrayar la necesidad de que el Gobierno que yo presido esté presente en todos aquellos grandes temas que afectan de una forma importante a los gallegos sin excepción. En este sentido, insistí y solicité al presidente del Gobierno de España que se tenga en cuenta nuestra voz, a través del Gobierno autónomo, ante la toma de medidas en materias como la reconversión naval, la crisis pesquera y otras, que son parte vital del sistema económico de Galicia.
Catálogo de problemas previos
–¿Con qué tipo de problemas se enfrenta la Xunta?
–La Xunta tiene ya, en importantes parcelas de la sociedad gallega, capacidad para gobernar. El proceso de traspaso de competencias por parte de la Administración central a Galicia, lento, difícil, muchas veces plagado de incomprensiones ante la persistencia de una mentalidad en la que subyacen modos centralistas y en amplias esferas del Gobierno de España, nosotros esperamos que pronto sea superado.
El Gobierno gallego dispondrá entonces de auténticas capacidades que han de facilitar, en adelante, el camino hacia el autogobierno que fija nuestro Estatuto.
Una vez ultimada esta primera e importantísima fase, entraremos en una etapa en la que nuestro trabajo se centrará, fundamentalmente, en el diseño y en la creación de una Administración autonómica original, gallega, operativa y adecuada a los problemas reales de Galicia. En ese momento, cuando la nueva Administración lleve el marchamo de la propia idiosincrasia de los gallegos, estaremos en condiciones de acercar las acciones de Gobierno y el interés de los administrados, superando las distancias e incomunicaciones que han caracterizado al centralismo.
La solución de los distintos problemas que surgen en el camino, lleva a la Xunta en esa dirección: el nacimiento de una Administración próxima y eficaz, que consolide el reencuentro de los gallegos con su memoria histórica, con sus tradiciones y su cultura, en aras de una España que trace definitivamente la senda de su vertebración.
La lacra del paro
–¿Cuáles son las razones fundamentales por las cuales el paro en Galicia aumenta con más rapidez que en el resto de España?
–Efectivamente, en los últimos tiempos se han disparado las cifras de paro en Galicia. Ello se ha debido, fundamentalmente, a la crisis por la que atraviesan las dos comarcas más industrializadas de la región: Vigo y Ferrol. En este sentido, últimamente el número de parados ha crecido a un ritmo superior al de la media nacional. Sin embargo, Galicia, en cuanto a desempleo se refiere, se encuentra todavía a unos cuatro puntos por debajo de la misma media nacional.
Nuestra mayor preocupación, en este sentido, es el futuro de las empresas ubicadas en las dos citadas comarcas industriales.
Por otro lado, un nuevo aspecto se ha sumado al anterior para conducir a los resultados antedichos: existe mucho subempleo y paro encubierto en la población agraria gallega que ahora está aflorando, debido a que existe un mayor conocimiento de los beneficios que reportan los subsidios de desempleo oficiales. Esto ha provocado un crecimiento, por parte de esos sectores rurales, de la inscripción en las oficinas de desempleo.
Esta segunda cuestión justifica que, en una reciente reunión del Consejo de Gobierno de la Xunta de Galicia, se haya acordado impugnar el decreto, del Ministerio de Trabajo, que prevé medidas de ayuda al desempleo agrario en Extremadura y Andalucía. Nosotros consideramos que ese decreto es claramente discriminatorio para Galicia.
La solución a la crisis del sector naval
–¿Cuál podría ser la política económica más idónea para que la crisis del sector naval gallego pueda encontrar una solución satisfactoria?
–Los proyectos del Gobierno central, en el diseño de su política de reconversión industrial, contemplan la reducción, desde el 5 a un 2 por 100, de la cuota histórica de participación de los astilleros de España en la demanda mundial. Por el contrario, las propuestas básicas del Gobierno gallego consisten, en esencia, en el mantenimiento de la cuota de participación y del papel de Astano dentro de la división naval del INI, la especialización de la Empresa Nacional Bazán en construcciones para la defensa y el incremento de la producción en los pequeños y medianos astilleros de Galicia.
Todo ello, acompañado de una política comercial adecuada que rompa con la pasividad existente en este terreno. Es decir, la presencia de la industria naval de España y de Galicia en el mundo no debería retroceder si, paralelamente a los necesarios reajustes, se lleva a cabo una política económica no exenta de la necesaria agresividad comercial que los tiempos que vivimos reclaman.
–¿Pero es posible esta solución manteniendo los puestos de trabajo?
–Según una de las conclusiones centrales de los estudios realizados por la Xunta de Galicia, resulta posible impulsar una salida de la crisis para el sector naval, pero manteniendo los empleos existentes frente a la destrucción inmediata de puestos de trabajo (más de 7.000, asegura el Gobierno González) que implica la propuesta de Madrid.
La hipótesis del Gobierno socialista resultaría de especial gravedad para Galicia, sin duda, ya que la industria de la construcción naval ha desempeñado y desempeña un papel crucial, tradicionalmente, en el conjunto de las actividades económicas de nuestra comunidad autónoma.
Sin embargo, esas provisiones catastróficas podrían superarse mediante la inversión de fondos públicos en cantidades similares a las que se piensa dedicar a otros sectores. Las medidas recogidas por el Libro Blanco de la Xunta incluyen la declaración de Galicia como zona preferente de localización de la construcción naval, junto con la descentralización de responsabilidades a distinto nivel, incluso local, en los astilleros que forman parte de la división naval del INI.
El asentamiento del autogobierno
–Señor presidente, ¿tienen los gallegos hoy suficiente confianza en la autonomía?
–Galicia lucha desde hace muchos años por su autogobierno. La autonomía ha sido un deseo largamente acariciado por generaciones enteras, que han ido pasando a sus hijos el mismo anhelo. Sin embargo, la acción del centralismo a lo largo de la historia, qué duda cabe, ha fraguado comportamientos que una vez tras otra se enfrentaron abiertamente a cualquier intento simplemente descentralizador.
El proceso autonómico hay que comprenderlo inmerso en las luchas y acciones propias de la transición hacia la democracia desde un régimen especialmente duro para con cualquier atisbo de reivindicación autonómica. La cesión de poderes por parte de la Administración central a las regiones y nacionalidades históricas ha causado situaciones que, en el mejor de los casos, han creado una desesperanza en numerosos sectores ciudadanos.
La generosidad, elemento que, en Galicia, ha caracterizado siempre a las figuras señeras del autonomismo, ha brillado por su ausencia en no pocas ocasiones por parte del Gobierno central a la hora de negociar el traspaso de competencias a la Xunta. Esta actitud no ha conseguido sino aumentar las dificultades que, de por sí, nacen ya con el ambicioso proyecto de constitución armónica de una comunidad autónoma como la nuestra, con tantos y tan profundos antecedentes en la historia.
–Pero hábleme de la actitud de los gallegos...
–Los gallegos, que al comienzo del proceso demostraron en distintos momentos una inquietud autonómica firmemente asentada en su memoria colectiva, han tenido que vivir, paralelamente, fases de desesperanza ante la incomprensión centralista. Así, con altibajos, Galicia ha llegado hasta días como los de hoy, en los que el autogobierno comienza a tomar carta de naturaleza, pese a los obstáculos habidos y otros que aún habrá que superar y que luchan por imponerse en determinadas ocasiones.
Galicia, pues, entiende y desea su autonomía. Eso lo ha demostrado en la propia forma de su historia. Pero espera, además, que las incorporaciones y el egoísmo centralizador den paso a la generosidad. Entonces, los gallegos estaremos en condiciones de ofrecer a España un modelo de convivencia cordial, inteligente, basado en la riqueza diferencial de los distintos pueblos de España.
Labor de la Xunta
–Por último, ¿está usted contento, señor Fernández Albor, de lo que lleva realizado la Xunta de Galicia?
–La Xunta ha llevado a cabo una labor en muchos aspectos gris, en el sentido de que su gestión no ha encontrado en la dialéctica de acciones espectaculares y coloristas que, sin duda, habrían de llevarnos a un mayor rendimiento publicitario. Por el contrario, nosotros hemos optado por un trabajo intenso que nos ha conducido a la realización de una gestión que nosotros juzgamos eficaz. No hemos enmudecido, sin embargo, cuando nuestra atención gallega reclamó una respuesta exigente en la defensa de los intereses de la comunidad.
Esa labor silenciosa, a pesar de todas las dificultades que han ido interponiéndose en el camino, nos han permitido trazar decididamente una dirección. En el momento, como dije anteriormente, en que la Administración autonómica lleve el sello original y eficaz de Galicia en sus actuaciones de Gobierno; en el momento en que, definitivamente, las transferencias se ejecuten con los medios financieros precisos, entonces comenzará a aflorar el fruto de la labor de la Xunta. Entonces estaremos en perfectas condiciones para ofrecerle al pueblo gallego un Gobierno autónomo fuerte y operativo que ha de velar por la defensa de sus intereses.
La respuesta es, pues, que tanto yo como los componentes de la Xunta podemos estar satisfechos de lo realizado hasta el momento. Esa satisfacción, sin embargo, es incompleta en tanto los verdaderos frutos están condicionados todavía por el inmediato futuro.
2. JUAN PEDRO HERNÁNDEZ MOLTÓ. Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha:
«La conciencia autonómica de nuestra región es de bolsillo»
Castilla-La Mancha, con capitalidad en Toledo, es una autonomía de nuevo cuño, compuesta por una amalgama de provincias y comarcas, sin tradición histórica y cultural como región definida.
Juan Pedro Hernández Moltó, militante del PSOE, después de las elecciones del 83 pasó a ocupar el cargo de consejero de Economía y Hacienda del Consejo de Gobierno de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha.
Licenciado en Ciencias Económicas por la Universidad Complutense de Madrid, natural de Alicante, es un especialista en desarrollo regional. Amplió estudios en Oxford y fue profesor en el Departamento de Política Económica en Madrid.
En el 78 pasó a ocupar el cargo de secretario general del Centro Universitario de Toledo. En 1982 deja la docencia y en los inicios del 83 ocupa el primer cargo autonómico en la región: consejero de Economía, Hacienda, Comercio y Turismo de Castilla-La Mancha.
Aprovechando su paso por Madrid, me reuní con él en una céntrica cafetería y dialogamos sobre los problemas más acuciantes con que se enfrenta el Gobierno castellano-manchego.
–Señor Hernández Moltó, dígame cuáles son los problemas fundamentales que tiene la Comunidad Autónoma de Castilla-La Mancha.
–Los problemas que tenemos están condicionados, lógicamente, por nuestro marco físico y humano. Es una región muy extensa: tiene 80.000 kilómetros cuadrados y 1.600.000 habitantes. Después de la Siberia europea, es la región con menos densidad.
Todo esto produce unas bolsas de subdesarrollo importantes. Fundamentalmente, por la poca tradición que ha existido en el sector productivo industrial.
Problemas agrarios e industriales
–Vayamos al grano.
–Bien. En primer lugar, los problemas fundamentales que tenemos provienen del sector agrario. Un sector intensivo en algunos de sus productos, como el vino, con numerosos problemas en los últimos años, que hace que su producción y comercialización esté haciendo resentirse a las economías agrarias.
Hay una tradicional falta de estructuración, ordenación y diversificación de cultivos. Hay una estructura de propiedad de la tierra que hace poco rentable la actividad económica.
Por otra parte, hay en el sector industrial una actividad muy atomizada. No existe en él una tradición empresarial e industrial importante. Las empresas son de una dimensión lo suficientemente pequeñas como para que no tengan la economía de escala que las hicieran suficientemente rentables.
Y el tercer sector, el de los servicios, que sería fundamentalmente el turístico, está excesivamente concentrado en Cuenca y Toledo, sin aprovechar la propia renta, ya que es un turismo que no fija riqueza, puesto que está muy cerca de Madrid, que le hace que no pueda ser aprovechada en toda su intensidad.
Una región muy deprimida
–La dispersión rural en pequeños núcleos debe ser un grave inconveniente para ustedes, ¿no es así?
–Sí, ya que ello hace que haya un recurso humano poco cualificado y, por tanto, con la necesidad de un gran reciclaje cultural.
–¿Cuántos municipios tienen?
–Nada menos que 915 en 80.000 kilómetros cuadrados, cosa que produce una serie de deficiencias en equipamientos importantes. Esto le hace ser una de las regiones más deprimidas.
Tradicionalmente, esto se ha venido solucionando en los aspectos más dramáticos: en sus niveles de despoblación y emigración.
–¿Es, pues, Castilla-La Mancha, una región pobre?
–Por definición, no lo es. Lo que pasa es que tiene un potencial desaprovechado y tiene una situación estratégica importante en el Estado español: está a caballo entre Andalucía y Cataluña, y está muy próxima a centros de consumo tan importantes como Madrid y Sevilla.
–¿Cómo está su renta regional?
–Está por debajo de la renta nacional media.
–¿Y la cifra de paro?
–Está dentro de la media nacional. Hay una actividad de paro encubierto, porque la actividad agrícola no es tanto intensiva como extensiva. Hay una infrautilización de los medios que en estos momentos tiene la región.
El trasvase Tajo-Segura
–Pero de toda esta retahila de problemas, ¿cuál es el más grave y urgente?
–En el orden político, hay unos problemas muy concretos. Nuestro gran problema es el del trasvase Tajo-Segura, que elimina la posibilidad de un recurso tan importante como es el del agua. Tenemos el proyecto de poner en marcha 100.000 hectáreas de regadío para Castilla-La Mancha. Este es un programa prioritario, que supondrá uno de los retos más importantes para empezar a sacar la renta agraria que realmente tiene nuestra región.
La Ley de Aguas que está en el Parlamento y el trasvase Tajo- Segura, configuran un panorama realmente intranquilizador y perturbador para toda la región, en relación a este programa de puesta en regadío. Sin agua suficiente no podemos llevar adelante el plan.
Cabañeros
–Un tema que ha tenido una gran repercusión pública ha sido el proyecto de instalar un polígono de tiro en Cabañeros.
–Sí, es verdad, pero la repercusión ha sido más política que económica. El problema ya está en trámite de solución, aunque en estos momentos no puedo decirle qué tipo de solución es.
En el tema de Cabañeros hubo una actuación importante de nuestro presidente de la Junta, José Bono, que puso de manifiesto la disconformidad de la Comunidad Autónoma en que se instalase allí el campo de tiro, en el sentido que Cabañeros es una de las pocas zonas ecológicas, en la que, por su medio ambiental, alberga una fauna importante a nivel europeo.
No discutimos que haya de existir un polígono de tiro en la región. Lo que discutimos y discrepamos es que sea precisamente Cabañeros la zona elegida. Hay otras fincas en la región que con menor coste ecológico y económico podría ser instalado.
Voto de confianza de los ciudadanos
–Ustedes no han sido precisamente una región con tradición autonómica. ¿Esto no les ha acarreado otra serie de problemas?
–Sí, efectivamente. En Castilla-La Mancha está más arraigado el fenómeno comarcal que la regional. Es una región artificial que se ha ido haciendo con retazos de provincias, como Albacete, que estaba en Murcia, y como parte de Castilla La Nueva, que estaba en Madrid.