Florit, Rosana Beatriz
La vida con Y, crónicas de una vida re-vivida / Rosana Beatriz Florit ; Anita Rossi. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2019.
100 p. ; 21 x 15 cm.
ISBN 978-987-761-797-9
1. Narrativa Argentina. 2. Ensayo Literario. 3. Novelas Románticas. I. Rossi, Anita II. Título
CDD A863
Editorial Autores de Argentina
www.autoresdeargentina.com
Mail: info@autoresdeargentina.com
Imagen de portada: Meme Verellen
Diseño de portada: Justo Echeverría
A Emilio y a Antonio... porque me motivaron a escribir...
A Emilia... porque es una razón para seguir caminando...
A la familia Rossi... porque me enseñaron a reír otra vez...
PrÓlogo
Y sí... se puede aprender...
En el pasado:
Aprendí del más Grande, a pensar lateralmente, fórmulas, la exquisita forma de hacer maniobras danzando en el cielo infinito y su romanticismo para pensar el vuelo.
Aprendí de Antonio, la frescura, la sonrisa, el arte de improvisar y la convicción de que la vida es un juego con un solo final y se debe jugar alegremente.
Y sí... se puede aprender...
En el presente:
Aprendí de Rosana, el poder de superación extremo, la valentía de plantarse ante la vida y la muerte para decir “no hay quien pueda”.
Y sí... se puede aprender...
En el futuro:
De cada uno de nosotros, luego de leer las crónicas, la forma de ver la vida y lo verdaderamente valioso que ella tiene... vivir en conciencia plena.
Las crónicas son hechos de la vida cotidiana, narrados desde un lugar tan amoroso, tierno y alegre que nos tocarán el Alma, con un mensaje esperanzador.
Leyendo cada uno de los cautivantes relatos, sólo nos queda preguntarnos...
¿Cuál será el próximo?
Néstor Del Bino
INTRODUCCIóN
El 23 de mayo de 2016, a las 22,40, mi vida cambió para siempre.
Antonio, mi hijo mayor de 27 años, tras cinco días en coma por un accidente aéreo, falleció en la ciudad de Río Cuarto. En la misma ciudad donde nacimos su papá y yo, y de la que nos habíamos ido hacía más de 30 años.
Su papá, su hermana y yo comenzamos a transitar un tiempo muy doloroso, con una ausencia que no se parecía a nada vivido anteriormente por nosotros.
Esa ausencia provocó un enorme vacío existencial en mi vida. Un vacío inconmensurable e incomparable.
Comencé a buscar mil maneras de encarar cada día: bordar, tejer, cocinar, viajar, compartir con algunas personas ese dolor, estar en silencio...
Cuando comenzábamos a ordenar muy lentamente nuestra vida cotidiana, César Emilio, mi compañero de 36 años, y habiendo pasado sólo ocho meses, 240 días, de la partida de Antonio, sufrió un accidente aéreo similar al de nuestro hijo, y murió en la ciudad de Villarrica, al sur de Chile.
A los dos los vi alejarse de mí, calmos y con absoluta espontaneidad para irse a volar, para finalmente partir de esta vida con absoluta naturalidad...
Antonio se despidió en la puerta de casa, con un abrazo, su bella sonrisa, y recuerdo que le dije “hijo, lo mejor está por venir”. Era una fresca tarde del 10 de mayo. Y se fue.
Lo volví a ver en la cama del sanatorio, en coma por cinco largos días... hasta que partió de este plano físico.
Emilio estaba sentado a mi lado, en una tarde calurosa de enero, en el aeroclub Villarrica. Compartimos un postre, se puso de pie, y me dijo “voy a buscar a Hernán”, su amigo. Caminó, lo vi irse, alejarse; recuerdo sus pasos y su espalda, su remera celeste...
Lo volví a ver esa noche, muerto, al lado del avión. Un señor, con respeto, me dijo “quédese tranquila, Don César nunca estuvo solo”.
Comenzaron meses y meses de dolor acumulado. Busqué otra vez mil formas de encontrar el sentido profundo de la vida: terapia, bordar, tejer, viajar, coser, pintar y... ¡escribir!
Primero fue en Facebook, desde el primer minuto, para dar a conocer el estado de salud de Antonio, porque estábamos lejos de la ciudad donde residíamos y todos querían saber sobre su estado de salud.
Luego por Emilio, porque nuevamente estábamos en otro país, y todos querían tener noticias.
En el 2017, viajé con toda la familia Rossi. Me acogieron como parte de ellos, son siete: Walter, Meme y sus cinco hijos: Iñaki, Fermín, Catalina, Anita y Valentín. Ese viaje fue sumamente sanador. Volví a reírme. Eran nuestros amigos desde hacía más de 25 años.
Todos comenzábamos a entender la muerte desde otra perspectiva, y a entender que las ausencias se hacen presencias, de otras formas... en un arcoíris, en un colibrí, en un atardecer, de mil maneras. Aprendimos, muy despacio a mirar y ver...
Los que amamos y nos amaron están cerquita.
En 2018, Anita me propuso organizar un blog y publicar lo que yo escribía. Ella es amante de la fotografía y una joven práctica y sumamente sensible. Lo diseñó y así, durante 30 semanas, todos los domingos, publicamos estas treinta crónicas, treinta historias donde contamos cómo se sigue viviendo luego de tanto dolor y con el dolor, donde contamos que la vida es posible aún con el dolor, donde contamos que es posible sonreír, donde contamos que la vida es con Y...
Se ríe y se llora, nos embarga la tristeza y la alegría, soñamos, tenemos ilusiones y extrañamos, logramos caminar con los recuerdos, somos porque fuimos, estamos porque ellos estuvieron, se puede ser feliz, se puede... aprender a mirar... descubrir colores... buscar la paz... recordar sonriendo... Se puede... mirar el sol... y se puede porque el amor lo hace posible... sólo el amor.
En noviembre pude conversar con un hombre al que admiro por su capacidad de decir con extremada profundidad: el Rabino Daniel Karpuj. Sus palabras fueron el empujoncito final.
Y el blog se transformó en libro. Y lo mágico ocurrió.
Y seguimos caminando, aprendiendo cada día cómo y por dónde... con la certeza de que es posible.
Solo me resta agradecer infinitamente todo el amor, todo el amor que me es brindado.
Todo el amor...
Rosana Florit
PRESENTACIóN de ROSANA
¿Quién soy?
Me llamo Rosana Florit, tengo 53 años... largos 53 o cortos 53...
¿Es posible medir el tiempo? Sólo es una convención del hombre. Nací en Río Cuarto, una ciudad del sur de la provincia de Córdoba, soy la hija del medio entre dos varones... Fui al jardín La Merced... no todos íbamos al jardín en ese tiempo, luego la escuela del barrio y más tarde el Colegio Nacional, donde había ido mi papá. “Escuela pública y laica” decía... y se va perfilando, así, una manera de ver el mundo.
A los 15 años elegí a un jovencito, Emilio o César para los amigos, que había visto desde niña (esa historia ya se las contaré), empezamos a recorrer un camino juntos como novios. Decidí estudiar en la universidad de Río Cuarto la carrera de Letras... para poder enseñar. Siempre me gustó leer y enseñar. Y se va perfilando, así, una manera de ver el mundo.
Comencé a cursar esa carrera, que me permitió tantas cosas bellas... y a los 20 me casé. Nos fuimos a vivir a Mendoza, el joven y apuesto muchacho era piloto de Fuerza Aérea. Implicaba traslados... mudanzas... casas... desarmar... armar. Se perfila la forma de ver el mundo.
Seguí estudiando a distancia y viajaba a rendir y a cursar. Luego traslado a Tandil... siguió el esfuerzo, hasta que me recibí, contra viento y marea. Y se perfila una manera de ver el mundo.
Antes de las dos últimas materias, nació mi hijo Antonio... un pequeño de ojos color miel. Me enamoré en cuanto lo vi.
A los 19 meses nació la reina de la casa, mi hija María Emilia. Bella bebé, muy bella... vino a revolucionar la vida de los tres.
Crecieron en Tandil y nosotros fuimos muy felices por esta familia... jardín, colegio, trabajo, horarios, cambio de casa, logros, Emilio y sus vuelos, emprendimientos, más trabajo, colegio secundario, Emilio y su deseo de estudiar Profesorado de Matemáticas... yo seguí estudiando, todos estudiábamos... horarios, corridas, el micro azul, Susanita que cuidaba los chicos, los “huevos Kinder” que eran su premio porque mamá estaba en la escuela y papá trabajando... Formamos un nosotros...
Se fueron a la Universidad... quedamos solos... fuimos felices... armamos las casas de los chicos, desarmamos las casas, acompañamos, crecieron, nos enfrentaron, nos interpelaron, como nosotros a nuestros padres... Me jubilé... Ahora el nosotros éramos dos, y ellos, dos pichones que volaban solos...
Emilia se recibió y comenzó a trabajar en Buenos Aires... Antonio volaba con su papá desde adolescente y dejó su carrera de ingeniería para volar... formas de ver el mundo. La nuestra y la de ellos, los jóvenes.
Mayo de 2016... quiebre en mi vida para siempre... se accidenta Antonio... en coma cinco días y se va de este plano...
Meses de absoluta oscuridad con recuerdos muy confusos... comienza a haber un poco de luz en nuestras vidas. Emilia deja su trabajo y su vida en Buenos Aires y se muda a vivir con nosotros. Trajo luz, trajo planes, trajo ideas, propuso y dispuso. Ni Emilio ni yo podíamos... sólo respirábamos, comíamos, él trabajaba, yo pintaba, bordaba, comía chocolates, tejía, cocinaba para Emilia y Emilio.
Llegó enero del 2017... año nuevo y a 20 días viajamos a Chile. Emilio retomaba sus actividades de vuelo deportivo... accidente...
Otra vez la oscuridad... Emilia y yo... Yo y Emilia...
El mundo se transformó...
Y se perfiló otra manera de ver el mundo... y apareció antes mis ojos otro mundo... uno donde no había colores...
Éramos cuatro y ahora... dos...
Luego de 23 meses, decidí comenzar a escribir esta historia... porque comencé a encontrar el arco iris... porque entendí que la vida es con Y... reímos y lloramos; somos felices y estamos tristes; somos buenos y malos; tenemos luces y sombras; viajamos y nos quedamos quietos; amamos y amamos... no cabe en mí el odio. La vida no es con “O”... la vida es con Y y con un enorme ¡SÍ!
PRESENTACIÓN de ANITA
Soy Anita Rossi. Me encargué de la edición del blog donde se publicaron las crónicas y soy autora de la mayoría de las fotos que las acompañan. Nací en Tandil el 2 de enero de 1996, soy Licenciada en Psicomotricidad.
Desde mayo del 2016, la vida de mi familia y la mía cambió totalmente. A partir de dos dolorosísimas partidas, nos encontramos con dos mujeres, dos mujeres fuertes que aprenden todos los días a reconstruir su vida, a vivir la pena, el dolor, las alegrías y las risas. Empezaron a formar una parte tan esencial de nuestras vidas, que ya son parte, ya son nuestra familia...
Desde el primer momento, me emocioné con lo que Rosana escribía, su forma sencilla y hermosa de describir las cosas, tan reales, tan dolorosas... tan ciertas. Pasó el tiempo y empezó a formar parte de lo cotidiano desde mi familia, de las peñas de los martes a viajes y fiestas juntos...
Un sábado a la noche, después de cenar todos juntos, le dije que ella tenía que tener una página donde publicar sus escritos, porque estaba y estoy segura de que van a ayudar a mucha gente.
Le propuse hacer juntas un blog, yo me encargaría de la edición y ella de escribir... luego se nos ocurrió acompañar las crónicas con fotos. Y aquí está el resultado, después de 30 semanas publicando todos los domingos decidimos transformar este proyecto en algo más grande... un libro. Un libro para que la gente pueda tener estos relatos de manera más accesible, para que pueda abrirlo en cualquier página y leer la crónica que le sirva en ese momento, un libro que estoy segura de que va a ayudar a muchos, un libro lleno de luz y muchísimo amor.
Ojalá este proyecto sirva de inspiración y esperanza... y deseo que leer las crónicas les haga tan bien como a mí, que me emociono cada vez que las leo.
Pasen, lean y reflexionen, conozcan la vida de Rosana, que entendió la vida y la muerte mejor que cualquiera.
AZUL
Hay noches en que, irremediablemente, necesito mirar el cielo.
Eso ocurre en las noches muy estrelladas. Desde siempre, recuerdo que Emilio me explicaba sobre algunas constelaciones.
El Puñal del Faraón, la Cruz del Sur... cómo marcar el norte, cómo marcar el sur... como si alguna vez fuera a perderme en el desierto...
El alma sabe... yo iba a perderme en un enorme desierto y tal vez no sabría por dónde seguir.
Cuando Antonio se fue, busqué desesperadamente en el cielo, en las estrellas y encontré la mía.
Me la había regalado Emilio cuando éramos dos adolescentes enamorados. Una noche de verano me preguntó “¿Cuál querés?”. Le pedí la del medio de las Tres Marías. Me la regaló.
Con el paso del tiempo, siempre supe que ésa era mi estrella, él me la había regalado. Suficiente para mí.
Su decir era sagrado, nunca dudé. Era mía para siempre.
Cuando Emilio se fue, decidí asignarle una a cada uno de ellos. De las Tres Marías para abajo, la rosada, para Antonio y para arriba, Emilio. Estaríamos cerca y juntos.
Salgo al patio de casa y fácilmente encuentro el Puñal del Faraón, allí están ellos. Siempre.