Se acercaba el momento del nacimiento de mi hijo, el doctor Castro, ginecólogo tratante, aunque un poco inexacto, le había comentado a mi esposa que en cualquier momento nacería. Aquellos últimos días fueron de mucha dificultad para ella, pues como es normal las futuras madres entran en una etapa de cansancio excesivo y ansiedad a la espera del nacimiento de su primogénito.
Amaneció el jueves 26 de abril de 2007. Mi esposa acudió a la última cita programada con el doctor Castro antes del nacimiento, dialogaron paciente y médico, mi esposa Sonia le comentó que había sentido dolores ocasionales y fuertes, el médico le dijo que estuviera muy atenta porque era muy probable la realización de una cesárea, ya que él consideraba que el bebé tenía el tiempo para su nacimiento. De todas formas, le recomendó que regresara a la casa, que estuviera relajada y descansara. Mi esposa regresó al apartamento, pero como era su costumbre no se recostó en la cama, sino que estuvo haciendo el aseo del hogar, pensando que con el nacimiento del niño su posibilidad de hacer el oficio de la casa iba a ser nulo. Cuando se sintió cansada trato de conciliar el sueño.
En las horas de la tarde, regresé al apartamento después de cumplir con mis compromisos laborales, hablamos con mi esposa y entre otras cosas me comentó la conversación con el doctor Castro, se mostraba inquieta y con dolores, le sobe su abultada barriga y le hablé a mi hijo diciéndole que estuviera muy tranquilo que muy pronto iba a salir de allí y nos conoceríamos. Al terminar la tarde llamamos al papá de Sonia para que nos llevara a la clínica porque los dolores se hacían cada vez más fuertes y se presagiaba el nacimiento del bebé.
A las 7 de la noche nos encontrábamos en la sala de espera de la clínica, ubicada cerca al estadio de fútbol de la ciudad, esta clínica parecía un hospital de caridad por la mala atención ofrecida y por la cantidad de pacientes pendientes por atender, pero era el único servicio de salud con el que contábamos, lo que terminaría en una larga espera, ya que, si bien mi esposa tenía algunos síntomas, no mostraba que el momento del nacimiento estuviera cerca.
Como buen amante del fútbol tenía programado un partido, en representación de la entidad para la cual trabajaba, para ese día a las 8 de la noche en un barrio relativamente cercano, mi esposa convino que fuera a jugar y regresara y mientras tanto ella estaría acompañada de su hermana Cecilia. Para mí sería muy interesante estar jugando mi deporte favorito en el momento de que mi hijo llegara a este mundo. Por esta razón me dirigí a la cancha, pero cuando me disponía a alistarme para iniciar el partido me llamó Sonia para comentarme que creía que ya se acercaba el momento esperado. Tomé un taxi y me dirigí nuevamente a la clínica, dejando aquél partido de fútbol.
Llegué a la clínica y la expectativa se hacía cada vez mayor por el nacimiento de mi primer varón, quién se llamaría Diego. El nombre lo considerábamos bonito, por ser corto y de fácil pronunciación, además coincidía con grandes jugadores de fútbol como Diego León Osorio de Colombia, Diego el número 10 jugador en ese momento de la selección de Brasil y también en honor a un gran descubridor y marinero español Diego de Almagro.
Sonia fue nombrada por el altavoz de la clínica solicitando su ingreso a la sala de partos, eran las 8 y 15 de la noche. Nos despedimos con un beso y un fuerte apretón de manos, además le expresé mis deseos y peticiones para que todo saliera bien.
Como era normal, el nivel de impaciencia crecía a cada minuto, aunque sabía que el parto se haría mediante el procedimiento de cesárea, lo cual consideraba menos riesgoso, pero el hecho de no recibir información era complejo para mí, además el sitio más que “sala de espera” parecía “una sala de sufrimiento”.
A las 8 y 45 de la noche se escuchó un mensaje por el altavoz de la clínica: “Un familiar de Sonia Diaz, favor acercarse a pagaduría”. Caminé rápido hacía el sitio referido y una mujer que mostraba su cansancio de una jornada larga de trabajo me preguntó: Usted es el esposo de la señora Sonia Diaz?, asentí con la cabeza y me dijo este es el valor que debe pagar como “copago” por el procedimiento que se le va a realizar a su esposa. Se trataba de un valor determinado por el Estado y las Leyes para la realización de cualquier procedimiento quirúrgico, cuando se trataba de un beneficiario del cotizante principal del sistema de seguridad social colombiano. En ese momento por la falta de planeación y por la realidad económica, no contaba con el dinero requerido, me pregunté qué hago?, cómo soluciono esto?, le dije a la secretaria ya vuelvo. En ese momento recordé que se acercaba el fin de mes era día 26 y como era costumbre en la empresa ambiental para la que trabajaba, a esta fecha ya se había consignado el salario, por lo que le di gracias a Dios y salí de la clínica; al frente se observaba una infraestructura física grande que mostraba las “intenciones” gubernamentales por tener un buen estadio de fútbol, era los inicios de la ampliación del Estadio de Fútbol “Alfonso López”. Caminé hacía la derecha aproximadamente dos cuadras o calles, que para mí fueron como 20, ya en la glorieta del sector encontré un cajero electrónico, donde podría realizar el retiro necesario, entré y pude retirar el dinero, me regresé ya un poco tranquilo y nuevamente en la clínica me acerqué a pagaduría y entregué el dinero necesario para que a Sonia le brindaran la atención y así mi hijo Diego llegara a este mundo.
En esos momentos mi esposa se encontraba recostada en una camilla y presentaba algunos problemas de baja de tensión que preocupó a los médicos, quienes le hablaban para que se estabilizara y poder continuar con el procedimiento. También recuerda mi esposa que el anestesiólogo llevaba un radio y se encontraba escuchando noticias con alto volumen, que además de incomodar hacía más traumático el momento.
Siendo las 9 y 40 de la noche nació mi hijo, quien lloró de inmediato y fue separado de su mamá por unos minutos, después se unieron en un gran momento maternal. Mi esposa siempre me ha expresado que ha sido el momento más importante de su vida.
Yo había pasado a un área cercana a la sala de parto, me encontraba con una ansiedad indescriptible, que no me permitía pensar en algo diferente que en ver a mi hijo y encontrarlo en buenas condiciones físicas; junto a mí estaba otro futuro padre, éramos las únicas dos personas en ese recinto amplio y desolado. No cruzábamos palabra alguna. Cada uno inmiscuido en su pensamiento. Había ocho sillas plásticas disponibles, pero no las utilizábamos, yo caminaba muy despacio de un lado para otro, miraba permanentemente la puerta por donde saldría la persona que informaría el nacimiento de mi hijo. En ocasiones me sentaba en un muro que daba a un pequeño jardín. Ahí aprovechaba para hacerle mis peticiones y agradecimientos a Dios por poder contar con un hijo sano, ya que el proceso de mi esposa para lograr embarazarse había sido difícil, el desarrollo de la gestación había tenido varios inconvenientes, por eso llegar a este momento era de felicidad inmensa.
Era una noche fría y silenciosa, el tiempo no parecía avanzar y yo no sabía qué hacer, miraba el reloj y ya había recorrido los pasillos muchas veces. Me sentaba en el muro del jardín otras tantas y no pasaba nada nuevo. Estaba al borde de la desesperación por no saber qué pasaba adentro de la sala de partos. A las 10 y 45 de la noche, por fin algo diferente, sonó mi celular, era mi hermana Selena, que tenía 3 hijos y 2 nietos, ella estaba pendiente después de una llamada que yo le hiciera a mi mamá horas antes comentándole sobre los últimos acontecimientos, me preguntó por el bebé, por Sonia y cómo me encontraba?. La puse al tanto de la situación, hablamos como uno o dos minutos y quedó de volver a llamar, me dijo “Cálmese que todo va a salir muy bien”.
Volví a entrar en mi situación caminando, orando, leyendo la cartelera informativa colocada para los trabajadores de la clínica, que tenía entre otras cosas, la relación de los cumpleaños del mes, plegarias a Dios y noticias generales. Estando en estas lecturas, de repente salió de la sala de partos un hombre que reflejaba en su cara la satisfacción del deber cumplido, traté de recordar el rostro, era el doctor Castro, ginecólogo tratante de mi esposa y se me vino a la mente una de las pocas visitas de control en las que acompañé a mi esposa. Me le acerqué un poco temeroso y le pregunté: ¿Doctor como salió el parto? ¿Cómo está el bebé? Me respondió: “todo está bien” y empezó a subir las escaleras hacía el segundo piso de la clínica con un paso acelerado. Fueron tres palabras que me dieron una gran tranquilidad y fortaleza para esperar datos más concretos.
De todas formas sentí alegría y los pensamientos ya se centraron a imaginarme cómo sería mi bebé; si sería blanco, moreno, grande, pequeño, cómo serían sus facciones, ya podía esperar otro tiempo; en algunos momentos se escuchaba el llanto de un niño, yo creía que era mi hijo y me daba algo de nostalgia por no estar junto a él, pero la espera continuaba; sentado en una de las sillas y mostrándose un poco cansado estaba el otro padre esperando información de su bebé, aunque estábamos viviendo la misma situación no cruzamos palabra alguna, cada uno manejando sus propios nervios y expectativas.
Por fin vimos abrir nuevamente la puerta y una mujer en bata blanca exclamó: “El padre de Diego Bohorquez”. Eran las palabras que esperaba escuchar desde hacía tres horas. Me acerqué a la puerta casi corriendo y me dijo entre; a cuatro pasos otra enfermera alzaba a un bebé y le pregunté si era Diego, me contestó “sí es su hijo, es un niño muy hermoso” y me lo alcanzó para que lo alzara. Yo ignoraba que pudiera alzarlo tan rápido. A pesar de que dudé si lo alzaba, no tenía alternativa. La enfermera lo puso en mis brazos. Estaba feliz, el sitio estaba bajo de iluminación, entonces no me preocupé por mirarlo sino por sentirlo, le cogí una manita y empecé a sentir sensaciones de regocijo, de orgullo, de felicidad, cuando me di cuenta mis lágrimas bajaban por las mejillas y empecé a hablarle a mi hijo Diego desde lo más profundo de mi corazón: “Diego yo soy tu padre y me siento muy feliz de tu nacimiento, te voy a brindar mucho amor, me preocuparé porque seas una persona de bien, estaré siempre contigo y lo que espero de ti es que seas un ser humano con valores intachables, honesto, responsable y creyente de las cosas de Dios.
Caminé con él por varios minutos, lo arrullaba y seguía hablándole, en algún momento pude ver su carita blanca, suave y limpiecita, le acaricié el estómago y le cogí los piecitos era una relación estrecha, única, los lazos de sangre se sentían, me miraba como si me conociera de hace mucho tiempo. Yo seguía hablándole y mis palabras lo mantenían atento: “Vas a crecer, le servirás a la sociedad, serás una persona de bien, tu papi te quiere y estará contigo siempre, te amo Diego”. En esos momentos volvió la enfermera y me dijo: “Me lo tengo que llevar”. Se lo entregué después de besarle la frente a ese bebé tan tierno y agradable, le dije, “muchas gracias señorita y mi esposa cómo está? “Ella está muy bien también, mañana los puede venir a visitar”. Esa respuesta me indicaba que debía retirarme, me fui del lugar y caminé hacía la salida de la clínica, eran las 11 y 50 de la noche, tomé un taxi y me fui para el apartamento a tratar de descansar.
Mientras tanto, Sonia estaba con el bebé disfrutándolo, acariciándolo y dándole su primera alimentación, era el sentimiento de madre en su máxima expresión, a pesar de su cansancio.
VISITA A LA CLÍNICA
Apareció el nuevo día y yo después de haber estado un rato en la oficina trabajando, pasé para la clínica, con mucha emoción por volver a ver a mi hijo y tener la tranquilidad de que todo estuviera bien, llevaba algunos útiles para Diego y para Sonia, además un pequeño oso para mi querido hijo. Entré a la sala de observación y mi bebé estaba acostadito en una pequeña cuna, lucía su primer vestido, obsequio de una compañera de estudio de mi esposa, era un conjunto amarillo que hacía sobresalir la tez morena que mostraba Diego. Saludé a mi esposa y me acerqué a la cuna, estuve observándolo por un buen tiempo, miraba su carita tan delicada, sus manitas tan suaves, era un bebé muy angelical. Después me acerqué nuevamente a mi esposa Sonia, la besé y le di las gracias, le dije que era un niño muy bonito y que lo amaba con todo mi corazón. Le pregunté que cómo se sentía, me dijo que estaba muy adolorida y cansada, que no había podido dormir por estar pendiente del bebé y además porque no le habían asignado habitación ni cama. Desde muy temprano permanecía sentada en una silla plástica, al lado de la cuna metálica del bebé, situación adversa que evidenciaba el mal servicio de la clínica.
Dialogamos un rato y le dimos gracias a Dios por ese regalo tan grande. Nuestros ojos se humedecieron, era un momento muy importante en nuestras vidas, para mí era gratificante y confortante, ya que después de 13 años volvía a ser papá y esta vez de un varón. Para mi esposa, en cambio, era su primer hijo, que había deseado mucho, por eso su felicidad era inmensa, y yo disfrutaba al máximo porque sabía todo lo que significaba para ella.
Un tiempo después debí salir del recinto porque sólo se admitía una persona de visita, y afuera esperaban varias personas para entrar a saludar a Sonia y conocer al bebé. Acepté la situación y salí. Afuera me involucraba nuevamente en el pensamiento que mantenía mi mente desde hacía algún tiempo, la petición a Dios para que me diera un bebé sano y normal sin dificultades de ningún tipo que le impidieran su crecimiento y desarrollo.
El resto del día me la pasé entrando y saliendo, para que ingresaran nuevas visitas, al punto que el cambio de bata, gorra y sandalias esterilizadas requerido para ingresar al área de maternas me estaba cansando, pero igual me reconfortaba el hecho de estar viendo cada ratito a mi bebé y estar recibiendo halagos de quienes los visitaban, que decían que estaba muy bonito, muy grande, que iba a tener los ojos claros, que era la misma cara del papá, impresiones generalizadas de quienes lo conocían.
El día transcurrió muy rápido para mí, no así para Sonia que por cuestiones administrativas llevaba 12 horas sentada en una silla, después de una cesárea bastante dolorosa y con el agravante que el efecto de la anestesia ya le estaba pasando y en consecuencia el dolor aumentaba. Entonces le pregunté a una enfermera que permanecía en la sala sobre la hora que pasarían a mi esposa e hijo a la habitación y ella me mandó a hablar al área administrativa, pasando de oficina en oficina sin recibir una respuesta satisfactoria, lo que hacía cambiar mi genio, ya que el hecho de que mi hijo estuviera lejos del calor y arrullo de la madre y a mi esposa sin la posibilidad de recostar su cuerpo que le permitiera el descanso y la proximidad con su hijo, me tenían alterado.
Por qué esta falta de comprensión? Por segunda vez fui a la oficina de Control interno de la clínica y les expresé mi inconformismo. Eran las 4 y 30 de la tarde, después de 18 horas de nacimiento de mi hijo, no se les había asignado habitación, algo que para mí era preocupante y desagradable, para los encargados parecía muy normal, y me decían: “Es que no hay habitaciones disponibles”. Salí y me dirigí a la oficina del Director, donde su asistente me dijo que no estaba, le expresé mi situación e inconformismo, sin recibir atención ni solución alguna; no obstante un trabajador que escuchó mi inconveniente me llamó y me dijo páselo por escrito y me indicó a cual oficina acudiera, expresándome que lo hiciera rápido porque si no corría el riesgo que no los pasaran a habitación ya que había muchos pacientes en espera, me dio una hoja blanca y con los nervios alterados escribí una carta llamando la atención por el mal servicio recibido, registrando en ésta que enviaría una copia a la EPS, Entidad Promotora de Salud donde estábamos inscritos.
Después de radicada la carta me dijeron que era raro que no los hubieran pasado a la habitación, ya que desde las dos de la tarde estaban realizándole aseo a la habitación que estaba disponible para mi esposa, después de 15 minutos me llamaron y efectivamente nos asignaron la habitación 106C, volví a donde mi esposa y le comenté sobre la buena noticia, ella mostró su agrado, nos trajeron una silla de ruedas para trasladarla, ayudé a sentar a mi esposa, le acerqué al bebé y nos fuimos hacía la habitación asignada, cuando llegamos mi esposa se recostó en la cama, le acerqué el bebé y volví a estar tranquilo, estremeciéndome de alegría de observar como estos dos seres se buscaban queriendo rozar y unir sus cuerpos de felicidad; ellos se durmieron, yo me senté y seguí contemplando a mis dos seres queridos, pero como también estaba cansado me quedé dormido, debió pasar más de una hora porque cuando abrí los ojos ya era de noche y mi esposa y Diego seguían dormidos, esperé un rato y Sonia se despertó, me comentó que tenía hambre, entonces fui a la calle y le compré un jugo y una torta, mientras ella comía yo me dediqué a observar y tocar la carita de mi Diego, lo cual me hacía muy feliz.
Cerca de las 8 y 30 de la noche vino una señora con el uniforme de vigilancia y me dijo: “La visita se terminó, por favor debe salir de la clínica”, le di las gracias e inmediatamente alcé a mi hijo y nuevamente le expresé mi amor, le di un beso bien grande y lo acosté junto a su madre, me despedí de mí esposa y salí de la clínica con sentimientos encontrados, por un lado relajado porque sabía que iban a tener una noche agradable y por otro lado triste porque debía dormir solo en el apartamento y tendría que esperar hasta el otro día la salida del bebé de la clínica.
Llegué al apartamento y después de comer algo que encontré en la nevera, me recosté en el mueble y observé un programa de TV como pretexto para quedarme dormido y olvidar el sentimiento de nostalgia por no tener conmigo a mis seres queridos.
SALIDA DE LA CLÍNICA
Inició un hermoso día, era sábado 28 de abril de 2007, radiante entró el sol por la ventana de mi habitación, aunque no había dormido muy bien, me levanté muy entusiasmado, me alisté y salí de inmediato a comprarle unas rosas a mi esposa, llegué a la clínica e inicié los trámites para la salida, mirando los documentos me enteré que mi hijo había pesado 3600 gramos y medido 52 centímetros, después fui a la habitación, saludé a Sonia, le entregué las rosas y nuevamente le di las gracias por permitirme esta nueva bendición por parte de Dios, me acerqué al bebé, lo vi estaba muy expresivo y sonriente, lo acaricié, le hablé y le dije a mi esposa que ya nos podíamos ir, salimos felices de la clínica en la puerta estaba una prima de mi esposa llamada Eliana esperándonos para llevarnos, nos subimos al vehículo, allí estaba la tía Lola, muy contenta y nos felicitó, le alcancé el bebé a la prima Eliana y dijo que estaba muy hermoso, lo acarició y le dijo palabras muy bonitas, me lo devolvió y nos fuimos rumbo al apartamento, yo miraba a mi hijo durante todo el recorrido, cuando llegamos algunos vecinos estaban pendientes de la llegada y se acercaron a mirar al bebé, comentando que estaba muy lindo el niño y expresaban sus felicitaciones.
Por fin llegamos al apartamento, todo estaba acondicionado para la llegada del bebé y para el descanso de la madre, desde ese día y los días siguientes empezaron las visitas de familiares y amigos para conocer al bebé, llevando algún regalo para él y darnos las respectivas felicitaciones.
Al domingo siguiente, 10 días de su nacimiento nos levantamos muy entusiasmados porque por primera vez íbamos a llevar a Diego a la iglesia; yo lo bañé, estuvo muy tranquilo y se quedó dormido, a las 10 de la mañana fuimos a la iglesia San Laureano, durmió durante todo el trayecto, en la misa solo suspiraba, escuchó la palabra de Dios y nosotros se lo presentamos al señor en señal de agradecimiento e invocando su protección.
Los siguientes días fueron muy agradables para mí por ese nuevo ser que me esperaba en el apartamento cada día, lo cual hacía que mi jornada laboral fuera más alegre y que me entusiasmara cuando se acercaba la hora de la salida, disfrutando cada noche con su mirada tierna y su sonrisa permanente.
Esa semana, 15 días de su nacimiento presentó la primera urgencia, presentaba llanto permanente, vómito y no comía bien, parecía tener dificultad para expulsar los gases, debimos llevarlo a la Clínica, fue una atención ambulatoria; regresamos al apartamento con algunas recomendaciones para su cuidado y recuperación.
Pedí las vacaciones y la licencia de paternidad, para estar con mi hijo durante un mes, lo cual me permitió bañarlo, cambiarlo, jugar y pasear con él, es decir disfrutarlo al máximo en sus primeros días de vida, igualmente lo llevamos al médico en su primer mes de nacimiento, quien lo encontró muy bien, con un peso de 5 kilos y una medida de 55 centímetros.
Entre los paseos y salidas realizadas con el bebé había una muy importante que estaba pendiente de realizar y era llevarlo a la iglesia católica “Basílica menor” del municipio de Girón llamada “El señor de los milagros”, para cumplir con una promesa que había hecho mi esposa cuando estuvo embarazada de presentárselo a Dios en este templo, es así que le colocamos la mejor pinta y fuimos allí, estando en el altar junto con mi esposa y el bebé le dimos a Dios nuestros agradecimientos por darnos la felicidad de ser padres y al presentarle a nuestro bebé le expresamos nuestros deseos de que fuera un servidor de él.
Diego a los dos meses de nacido
EL BAUTIZO
Como creyentes de la existencia de un ser superior y comprometidos con apropiar a nuestro hijo de buenos valores que le sirvieran para su vida, tomamos la decisión de bautizarlo, la primera dificultad fue conseguir los padrinos, ya que pensábamos que estas personas no serían el cumplimiento de un simple requisito, sino queríamos darle el verdadero sentido de ser “padrino-madrina”, personas que con su ejemplo, don de gente y actitud frente a la vida le pudieran aportar a nuestro hijo en el presente y en un determinado momento futuro, los escogidos fueron la prima de Sonia de nombre Eliana, una persona trabajadora y muy humana y mi primo Gerardo, quien se encontraba realizando la carrera militar y lo considerábamos una persona muy centrada e igualmente con excelentes calidades humanas.
Es así, que el bautizo lo catalogamos como uno de los acontecimientos bonitos e importantes en la vida de Diego y de nosotros, lo celebramos el 01 de julio de 2007, en horas de la mañana, en la iglesia San Laureano, fuimos junto a nuestras familias, los padrinos y amigos, fue una ceremonia muy bonita y sentida, llegamos muy temprano, escuchamos las recomendaciones del sacerdote y estuvimos en todo el acto litúrgico, posteriormente ofrecimos un almuerzo y la partida de una torta en nuestro apartamento.
LAS VACUNAS Y VISITA AL MÉDICO
Estuvimos con el niño en la EPS para que le colocaran las vacunas requeridas para su edad, fue valorado por pediatría y por control y seguimiento, coincidiendo en que Diego tenía un desarrollo y estado normal para sus tres meses de edad, hasta la fecha había presentado pequeños eventos de problemas respiratorios y de malestar estomacal, los mismos habían sido manejados en forma ambulatoria.
Uno de sus primeros episodios de salud que obligaron a internarlo en una clínica fue una infección diarreica aguda, que lo mantuvo por cuatro (04) días en la Clínica Materno Infantil San Luigi, fueron momentos de mucha preocupación y tristeza para nosotros porque tan pequeñito y ya pasando fuera del apartamento por causa de una enfermedad, allí le celebramos sus cinco (05) meses de nacido; a la salida del centro de salud ya se mostraba bastante bien, pero habíamos recibido importantes recomendaciones para controlar estas molestias y evitar una posible deshidratación.
Llegó una celebración muy importante en la entidad ambiental para la cual laboraba que tenía que ver con la celebración de sus 42 años, se organizó una actividad denominada “caminata carnaval” y consistía en recorrer algunas calles de la ciudad, desde la sede administrativa hasta un parque ecológico, llamando la atención de la comunidad en el cuidado del ambiente, mediante disfraces de animales; llevamos a Diego quién iba disfrazado de conejo, fue su primera gran actividad social y como todo niño normal estuvo activo y muy inquieto por el ruido y por los diferentes colores de las comparsas.
INICIO EN LA GUARDERÍA
Otro de los momentos importantes e incidentes en la vida de mi hijo fue su primer día de guardería, cuando tenía 7 meses, obligados por el inicio de trabajo de mi esposa para apoyar los gastos del hogar, entre otras cosas porque los gastos en salud eran bastante representativos en el presupuesto; por eso lo llevamos cerca de nuestra vivienda a un sitio denominado “Mis pequeños pasos”, la Administradora del Hogar era la señora Rosalía, quien se mostraba muy idónea y con carisma para este cuidado, en el lugar había aproximadamente unos 12 niños, con mucha tristeza debimos dejarlo a su cuidado, al finalizar la tarde lo recogí y me informaron que estuvo muy tranquilo, risueño y entretenido con los demás niños, lo llevé al apartamento le hice algunos ejercicios físicos, le preparé su comida, un biberón y se quedó dormido en mis brazos.
Así pasaron varios días en que debimos llevarlo a la guardería para poder dedicarnos a trabajar, para Sonia era muy triste tener que dejarlo allí, sus días en el trabajo eran muy nostálgicos, ya que vivía preocupada por el cuidado del bebé, permanentemente estaba llamando al sitio a preguntar por el niño, me comentaba que su situación de angustia era muy grande, por consiguiente el tiempo de Diego en la guardería fue muy corto, ya que decidimos que Sonia se retirara de trabajar para estar al cuidado del niño.
En la primera navidad de mi hijo había muchas expectativas por la época, una de las principales salidas fue visitar el Parque Nacional del Chicamocha un monumento a los santandereanos, que recientemente había sido construido y era bastante visitado por turistas nacionales e internacionales, allí disfrutamos de la panorámica, de los animales, de las artesanías y del Museo Arqueológico, era un día soleado y como era normal allí los efectos del clima se sentían bastante, en el recorrido todos íbamos sudando del calor, Diego llevaba un sombrero para protegerlo un poco del sol pero igual el sol era muy fuerte y presentaba sudor en sus pequeñas mejillas.
Igualmente en esos días de navidad y año nuevo, estuvimos en novenas y otras reuniones, Diego recibió muchos regalos y visitas de familiares, fuimos muy precavidos en sus salidas nocturnas debido a pequeñas dificultades respiratorias que venía presentando, que exigía la necesidad constante de realizarle nebulizaciones o terapias respiratorias.