Cubierta

Marina Yuszczuk nació en Buenos Aires en 1978. Publicó Lo que la gente hace (Blatt & Ríos), Madre soltera (Mansalva), La ola de frío polar (Gog y Magog), Los arreglos (Rosa Iceberg), La inocencia (Iván Rosado) y ¿Alguien será feliz? (Blatt & Ríos). Es periodista y editora del sello Rosa Iceberg.

 

 

 

MADRE SOLTERA
y otros poemas

 

 

MARIANA YUSZCZUK

 

 

 

Blatt & Ríos

 

 

 

 

 

Quedar embarazada por error es una forma de quedar embarazada. ¿Y qué es un error? Una cosa que no estaba en los planes, quiere decir que nadie se la había imaginado. Algo que se lamenta después de que sucede, o un deseo tan profundo que no se sabía, y el cuerpo se adelanta y lo realiza.

 

 

 

 

 

Sí, el exceso de diminutivos es real, pero debe pensarse que estamos hablando de bebés. Lo pequeño de lo pequeño, los bebés. Inicialmente, lo liviano. No se les habla de la misma manera. Se improvisa un lenguaje que los roce lo menos posible, un equivalente de las palmas que los tocan sin pesar, incluso cuando se violentan. Por eso, primero, la palabra “bebé”.

 

 

 

 

 

El enterito sin mangas que tenía en la panza un pescadito

sobre un fondo de estrellas celestes, pequeñísimas

los dos que trajo Ana, a rayas, que quedaron tan bien

uno azul con rayas rojas, el otro blanco y negro

la batita y pantalón de morley que venían en un sobre de tela con un sombrerito

los cuatro o cinco gorritos de algodón que nunca se dejó poner

el de toalla gris, que no parecía gran cosa y resultó que le quedaba hermoso

el gris que tenía estampado un robotito

el blanco con una familia de conejos dibujados en el pecho

tan estrecho que una vez, en la desesperación de no poder sacárselo

quise cortarle con una tijera

el blanco liso, y los pantaloncitos con estampados de animales y con pies

el saquito celeste con botones que tejió Graciela

la mantita de lana que le regaló la vecina y que fue de su hijo

los piyamitas con botones adelante, uno blanco con caballitos verdes

otro celeste con un animalito bordado adelante y otro a rayas celeste, blanco y gris

y otro, y otro más, muchos piyamas, para lavar y cambiar muy seguido,

la mantita al crochet en turquesa y azul que tejieron Ana y Eva

cuadrado por cuadrado, y después los cosieron todos juntos y le hicieron

con esa misma lana un sonajero, mis amigas poetas.

 

 

 

 

 

Soy esa clase de monstruo,

una mezcla de furia con ternura

de susurros con ganas de gritar,

¿y qué más?

de confusión y claridad

de confusión completamente blanca.

 

 

 

 

 

A los bebés se les dice, como a los amantes

“quiero acordarme para siempre de este día”

y sabés que no vas a acordarte, el amor

contiene un pozo negro

como los fuegos

que a fin de año miramos juntos con la cara levantada al cielo y nos llenaba

una desesperación

secreta

además, fue el fin de año más frío de nuestras vidas

unos pocos minutos aguantamos en la calle con camperas prestadas

las copas en la mano

pero no solamente mirábamos la luz

sino su desaparición

la luz es gritos

adentro Junio

dormía en su cuerpo de un mes

y a diferencia del cielo no gritaba

y nada parecía tocarlo

aunque los bebés lloran y es normal

ahora por ejemplo

llega el atardecer y grita

no se sabe por qué

¿o se sabe?

a mí, igual, no me gustan los gritos

me parece que tengo el ideal

de vivir una vida donde nadie tenga ganas de gritar

un grito significa que todo está roto

y es verdad.

Mi bebé grita y me da un poco de impaciencia

no es que me enojo

quizás es un poco de envidia.

Me siento bien y mal

Estoy leyendo un libro de poemas que es impresionante y tengo muchas ganas de escribir y los poemas vienen a borbotones aunque no tengo mucho tiempo para estar en la computadora,

me siento bien y mal.

 

 

 

 

 

Quiero decir las cosas de este año de la forma más delicada posible,

¿delicada por qué?

Porque no tengo que quedarme atrapada en la banalidad del lenguaje de la queja,

en el “estoy cansada”,

en “hace meses que no duermo dos horas seguidas”,

eso que no expresa nada

o en todo caso recubre de un pelaje, duro y espeso

el corazón del problema

por llamarlo de algún modo y darle un corazón:

el cuerpo tan sensible como si la piel

estuviera ampollada por el sol

la mente, aturdida

la arena del desierto al mediodía

y el alma, si es que se pueden abrir estas partes como en un abanico para decir

“esto es así, esto es así”,

el alma fina, crujiente, quebradiza

en su momento de aparente fortaleza máxima.

 

 

 

 

 

Soñé que a mi bebé le salían un montón de dientes pero en mi boca, una boca muy grande que yo veía desde afuera como si fuera de alguien más, con tres filas de encías como tienen algunos animales y muelitas chicas y medio flojas por acá y allá. Para mostrarle a la gente cuántas muelas le habían salido a Junio yo abría la boca, después para cerrarla tenía que empujar las encías para los costados con la lengua, podía sentir con los costados de la lengua las muelitas flojas que se acomodaban en su lugar.

 

 

 

 

 

Corré corré corré

hijo mío

con la velocidad del viento

 

y me dejás atrás

y me dejás atrás.

Nuestra ropa duerme sola y afuera

La ropa es algo distinto de una cosa

alguien que vivió antes en mi casa puso afuera de la ventana

una pequeña soga

para colgar sin subir a la terraza

esa persona era práctica o sentía como yo

que a veces a la noche me voy a dormir

y pienso en esa ropa que quedó afuera

me la dejé olvidada y ahora está en peligro

si estaba seca va a volver a mojarse con esa humedad

misteriosa de la madrugada

algo que nadie ve

y está mal, a la noche

lo que es nuestro tiene que estar adentro, más acá

y no más allá de la ventana.

Además a veces, si hace frío, por la mañana

la ropa parece mojada cuando uno la toca,

si se apoyan los labios

se puede distinguir la verdad

es igual que besarla, pero no

no tengo tanto amor por la ropa como para besarla

sólo que no me gusta

que una cosa que es nuestra quede afuera

colgada de pequeños broches.

¿Por qué las chicas nos separamos de nuestras amigas?

Nos deslumbramos

hacemos un viaje juntas y algún día

nos dejamos de ver

 

la última vez

que no sabíamos que iba a ser la última

nos pareció solamente una vez más

 

y nadie dice nada

ni nosotras ni ellas, ni las demás

y quedamos amigas

 

las mejores amigas no se van

las mejores amigas se disuelven

como un gas en el aire, sin límites

 

las amigas se disuelven.

 

 

 

 

 

El papel de regalo

el estampado del papel para regalo

el envolver para regalo, o no

las cajas, las estanterías

los moños, los paquetes

el envoltorio

cinta para pegar, cinta para envolver

las tarjetitas

las cajas que hacen ruido

la sorpresa

la manera de dar

la plata que no importa

lo lindo de comprar para los hijos.

 

 

 

 

 

Este tiene que ser

un libro “poblado de objetos”

en un año sin palabras

salvo por ba ba ba

y tata tá.

 

 

 

 

 

Si me animo a decir

lo que me pasa

o no

si no me animo.

 

 

 

 

 

No le des tanta teta

no lo alces

no compartan la cama

no creo que sea bueno para ninguno

 

es hora de mandarlo al jardín

es hora de que tenga su propia pieza

es hora de que entienda

ya está grande

 

no estaría mal que lo dejes llorar

no lo consientas

dejá nomás que llore

 

dejalo

¡dejalo!

¡dejalo!

 

 

 

 

 

Nos acabamos de pelear una vez más

en un año con muchas peleas

y en este bar al que vine a trabajar,

porque hoy “me toca”

no trabajo

 

un hombre de mi edad y también con anteojos me miró en el camino

y eso me hizo mirarme, lo que vi en la vidriera fue mi cara de espanto

pensé que yo también, si me hubiera cruzado conmigo, me habría mirado

la luz en este bar por suerte es cálida y eso me hace bien

la música pop hoy me queda ridícula (están pasando What a feeling!)

 

nosotros no planeamos nada, pero ahora

empezamos a planear

y cuando nos peleamos en nuestra mente deshacemos los planes

lo sé porque te pregunté si te pasaba lo mismo

 

y no sabemos

quizás para nosotros no haya más bebés

ni nos compremos una casa a medias

con la plata que nuestros padres nos heredan en vida

 

y ser una familia sólo sea para nosotros

no una casa de sólida piedra

sino un arreglo, con amor pero condicional,

que mantenemos mientras nuestro hijo sea chico

 

así se cobrará nuestras almas

la furia de una época

 

pero algo encontramos, algo encontré esta vez en vos

que me hace sentir como me hacían sentir mi mamá y mi papá cuando era chica

por ejemplo, cuando me metía entre los dos en la cama

 

la fantasía de separarnos nos mantiene unidos,

¿o cómo es?

¿por qué la fantasía duele tanto?

 

si no fuera tan tímida y normal me pondría a gritar como una loca

en lugar de agarrarme como una loca a la poesía

diría, vengan a compartir una cerveza y a llorar

todos los que se separaron

que deben ser todos

porque todos se separan

y el amor dura menos de lo que tarda un bebé

en dar sus primeros pasos.

 

 

 

 

 

La marea de separación

es rítmica

llega y se va

arrastra cosas

arrastra cosas viejas

todavía parece un poco lejos de cubrir nuestra casa.

 

 

 

 

 

Mmm, no. La verdad…

Ayer escribí ese poema objetivista donde decía que tal vez nos separemos pero yo

no estaba en el poema, o algo así

o estaba oculta en el orden de sus versos

a veces hago eso.

El poeta que escribe sus versos con una dicción, digamos

tan meditada

no está flotando en la tormenta

de la experiencia

en el volcán de la experiencia, porque la experiencia

es un volcán

y la poesía…

debe ser una piedra.

 

 

 

 

 

Este año mi vida sexual es estar en la cama con mi bebé

y eso me trae problemas. Después de parir

estuve abierta, no como en una herida

mi cuerpo se abrió como la boca de un pez para que salga

en una bola, gelatinosa, mi hijo

y así quedé, ni siquiera me hicieron un tajo pero por mucho tiempo me sentí

abierta, no como en una herida

como una ostra que se abre, completa

para entregar su contenido

y se cierra

 

después

el sexo se posa en el pecho

el pecho se abre

y en el pecho desnudo se abre

con la leche

una flor nueva

 

es lo más suave que toqué

es sexo y lo más suave que toqué.

 

 

 

 

 

En una película que me gustó, un alpinista que estaba por batir un record contaba que cuando se escala una pared de una montaña, frente a la pared, no se piensa. Después dijo –con ojos de celeste glaciar y una sonrisa que mostraba los dientes enormes, como bloques de hielo– que cuando miraba esas paredes en las montañas sentía que eran pizarras gigantes en las que podía dibujar líneas. Eso es escalar, desde acá hasta acá, y otra allá, y otra allá, recorridos que antes no existían, líneas que nadie más podría ver y que van a quedar para siempre marcadas, algo así.

Y nosotros, ¿qué estamos haciendo?

 

 

 

 

 

La desnudez de los bebés

es el agua de un río

 

la desnudez de los bebés

es calma

 

los bebés

tienen que estar desnudos,

¿no lo ves?

 

Desnudez,

bebés.

 

 

 

 

 

Cuando era chica mi mamá hacía una torta de calabaza que me encantaba, ahora tengo ganas de comer algo así pero le pregunté y no se la acuerda, ni siquiera de haberla hecho alguna vez. Era una torta que quedaba anaranjada por la calabaza, bastante dulce y húmeda. Igual no sé, capaz que mi mamá la hizo un par de veces y a mí me quedó. O una solamente quizás, ¿no? ¿Cuántas veces sucedió el pasado?

 

 

 

 

 

Hubo una vez una mujer a la que le tocó amamantar al cachorro de un lobo. No es algo tan raro como parece, le tocó porque el cachorro estaba ahí, porque ella era una madre. Entonces pensó, soy una mujer amamantando a un lobo, ¿me quedaré en el bosque? ¿Volveré a la ciudad? ¿Adónde encontraré la tranquilidad para alimentar a esta cría, lejos de la mirada de los hombres a los que les resulta un espectáculo tan extraño? Y mientras tanto, las tetas se le lastimaban y dolían, los pezones se desgarraban entre los dientes del lobo bebé, que también los estiraba bastante. La mujer lloraba, la leche fluía. El cachorro comenzó a crecer, muy de a poco empezó a hacerse un lobo. De vez en cuando mordía a la mujer; ella paraba y decía, ¡ay!, me dolió, por favor no lo hagas, creyendo y confiando. Creyendo que lo que estaba haciendo era lo mejor que podía hacer, confiando en que ese lobo que de alguna manera era su hijo no podía lastimarla demasiado. ¿Qué sucedió después? No se puede saber, porque una noche, ella se perdió en el bosque con su cría. Las manadas de lobos llegan hasta los últimos árboles en el borde espeso que los separa de la civilización y pueden verse, inmóviles en la oscuridad, varios pares de ojos que tajean la noche con su filo.

 

 

 

 

 

Es difícil cuidar a un bebé porque va contra toda costumbre y aceleración, contra las ganas de que todo el tiempo pase algo, o de tener algo para contar. El bebé aprende cosas que se cocinan en un tiempo muy lento, lentísimo mientras dura pero que en la totalidad de la vida es un relámpago.

 

 

 

 

 

Te compré zapatillas porque sé que te encantan

probablemente nada te guste más

las zapatillas y la ropa deportiva

 

la ropa deportiva, y las ferias

las aventuras y los descubrimientos

de las ferias

 

cuando camino sola, desde este año

me meto en los locales de ropa deportiva

buscando zapatillas nuevas.

 

 

 

 

 

Uno se esfuerza por decir su verdad, por mantener cierta fidelidad a la experiencia, pero yo parto de la base de que todo lo que está pasando no se puede escribir. Y sin embargo quiero decir algo. Vivo en el mundo de la infancia de mi hijo, en un año sin lenguaje. “Poner el cuerpo” no alcanza para decir este estado, que es hacerme sólida cuando hace falta y después suave y después licuarme, sacar cosas nuevas del cuerpo que parece agotado, correr el límite, exprimir todavía un poco más.

 

 

 

 

 

Porque de última, ¿adónde empieza un cuerpo, y adónde termina? ¿De quién es

la teta en la boca de mi bebé? ¿Y de quién es

ese hueco que siento, o que me siento

cuando no está en mis brazos?

 

 

 

 

 

Ahora, estamos saliendo de la cueva

o ya salimos

tenemos una casa que parece un hogar

tenemos ropa

pero los otros meses me escondí con mi hijo en una cueva

estuve con la teta al aire como una amazona

con la teta desnuda y lastimada

la mente suspendida, el cuerpo tenso

una flecha en el arco, tenso y listo

listo para abrazar, alimentar

siempre cerca

siempre vigilante y siempre cerca

de vez en cuando venían personas y me preguntaban cómo estás

yo creo que tartamudeaba

apelaba a los ecos de las conversaciones tenidas y escuchadas

para dar mi respuesta

y después,

contenta o aliviada

me agazapaba con la cría en un rincón oscuro.

 

 

 

 

 

Soy una mona que hace monerías.

 

 

 

 

 

El bien y el mal existen y la vida es una lucha contra el mal, el otro día lo pensé y después me pareció algo drástico pero es lo que pienso. Que toda la vida es una lucha contra el mal (la destrucción inoportuna). Y la maternidad especialmente.

 

 

 

 

 

Una lámpara roja y azul, que gira y se refleja en una parte del techo y la pared. Me la regalaron para mi cumpleaños y no la usé mucho hasta que en las primeras noches, hizo falta una luz para amamantar cada vez que el bebé se despertaba. Los bebitos no tienen que dormir en la oscuridad porque la oscuridad puede chuparlos; yo no sé cómo voy a volver a dormir en la oscuridad algún día. Después de algunos meses de girar sin interrupciones la lámpara empezó a fallar, por momentos se apaga, pero le das un toquecito en el enchufe y arranca. Tener una lámpara encendida es como alimentar un fuego.

 

 

 

 

 

Las ganas de morder.

 

 

 

 

 

La compasión es el sentimiento de las madres. También es una gema que se oculta en el fondo del fondo de las casas y los departamentos, y fosforecer en el frío de la noche.

 

 

 

 

 

Un año de trabajar en los bares, de ir a un montón de bares, que es lo que nunca hice (yo tenía la obsesión de no salir por varios días de casa, compraba algo de comida, me ponía el piyama y no salía, no hablaba, eso me parecía lo más). Pero en los bares, parece que me esperan los bebés. Ya vi muchísimos. La gente lleva los bebés a los bares y hacen un lío para entrar a los empujones el carrito, después se sientan y la tranquilidad les dura unos minutos, hasta que el bebé se aburre. Entonces les dan a chupar alguna cosa, como las cucharitas, o sacan el teléfono y les ponen un video. La distracción de los bares es infinita, si a uno le interesa la gente. Por ejemplo, ese hombre con acento tan porteño que habla por teléfono a los gritos en la mesa de al lado me hace pensar en mi padre, que es de esa generación de señores: la misma mezcla de educación con prepotencia.

 

 

 

 

 

Pero, pero, pero…

esto y lo otro,

esto y aquello más,

o quizás lo primero

 

las ideas extendidas como sábanas y arrugadas como sábanas que no se cambian muy

seguido,

un estado de contradicción tan plena.

 

 

 

 

 

Ahora presten atención, porque llegamos al centro del libro. O quizás no es el centro; más bien, algo como un lugar de paso:

 

 

Junio nació una tarde de noviembre a las siete y cuarto más o menos, no me acuerdo bien, pero sí que era miércoles. A las tres de la mañana me despertó una contracción y me quedé esperando la siguiente, que tardó unos minutos. Al rato agarré el celular y les mandé mensajes a los parteros para avisarles, y después creo que seguí durmiendo un poco más. A eso de las seis ya no podía dormir porque las contracciones eran más seguidas y aparte me agarró una emoción fuertísima, lloraba de pensar que en unas horas por fin iba a ver a mi bebé, estaba loca de felicidad. Los parteros me decían por mensaje que no me entusiasmara porque a veces las contracciones vienen y después se van, pero yo sabía que llegaba Junio, así que me quedé en la cama escuchando el disco que había elegido y esperé. A eso de las nueve me fui a bañar y en la ducha creo que rompí bolsa, no estoy muy segura porque estaba en el agua. Después me hice el desayuno y volví a la pieza a seguir esperando; esas fueron las mejores horas, muy tranquilas. Al mediodía llegó mi novio, yo le había mandado un mensaje para invitarlo a almorzar, no le quise decir que ya estaba en trabajo de parto para que no se pusiera nervioso. Llegó contento y se sentó en la cama, yo le pedí que no me hablara y estuvimos un rato así. Un par de horas después todo cambió y las contracciones empezaron a doler demasiado, ahí supe que había empezado algo distinto porque quise sacarme toda la ropa y me puse en la cama en cuatro patas, ya no aguantaba estar de espaldas.

Le pedí a mi novio que llamara a las parteras, yo pensaba que el bebé llegaba en cualquier momento y tenía miedo de pujar y que saliera y no saber qué hacer. Ellas dijeron que faltaba, pero que ya venían. Ese rato fue feo porque me desesperé un poco, se hizo largo. Cuando llegó una de las chicas me sentí mejor, ella me hizo masajes y me sugirió ir a la ducha caliente, así que eso hicimos. El agua me alivió un montón y fue un momento íntimo porque mi novio se sacó la ropa, se metió a la ducha conmigo y nos besamos. Después nos quedamos un rato en el baño, mientras las parteras se comían unas manzanas sentadas en el pasillo. Para ese momento ya me moría de dolor, gritaba “auxilio” y cosas mucho peores con cada contracción y me colgaba del cuello de mi novio para pujar, que me pareció dificilísimo. Igual no sé, estaba en trance, hay fotos de ese momento y yo en todas tengo cara de estar acabando, tiraba la cabeza para atrás y llamaba a mi bebé, le pedía que venga, cosas así; más tarde me dijeron que estaba como iluminada. Me sentía entregada a algo muy serio y vertiginoso, como una montaña rusa a la que vas subiendo muy de a poco y cuando te querés dar cuenta te estás tirando a toda velocidad en un carrito. Y todas tus emociones se pueden transformar en miedo, vas del coraje al miedo.