Agradecimientos

Este libro no se hubiera podido escribir sin la ayuda inestimable de una serie de personas que han resultado imprescindibles para que llegara a buen puerto. Quiero agradecer a la editorial Plataforma y, en especial, a mi editora María Alasia su confianza en este primer libro que escribo con ellos. Ha sido un verdadero placer compartir este nuevo proyecto con vosotros y me he sentido muy arropado en todo momento. Gracias a mis buenos amigos Álvaro Bilbao y José Luis Gonzalo Marrodán por haber escrito con tanto cariño y profesionalidad el prólogo y la introducción, respectivamente, de este libro. Gracias, Álvaro y José Luis, por formar parte de este ilusionante proyecto en donde habéis aportado mucho a favor de la vinculación sana y los buenos tratos.

Este libro no hubiera sido posible ni tan completo sin la influencia de mis dos grandes maestros en el campo de la teoría del apego: Begoña Aznárez y José Luis Marín, psicoterapeuta y presidente, respectivamente, de la Sociedad Española de Medicina Psicosomática y Psicoterapia. Gracias por vuestros cursos y másteres de especialización a lo largo de estos últimos años. Gracias a vosotros cambió mi vida personal y profesional. No se ve la vida igual después de conoceros y aprenderos. También quiero agradecer su cariño e infinita paciencia a mi compañera Olga Barroso, con quien tanto aprendo en el día a día sobre la importancia de los vínculos. Gracias, Olga, por tus conocimientos y tu amistad. Agradezco especialmente a mi amiga y referente Rosa Jové por estar siempre dispuesta a aclararme dudas y a ayudarme en este bonito proceso de la crianza y el vínculo.

También he tenido la gran suerte de que buenos amigos han leído (y releído) para aconsejarme sobre capítulos específicos de este libro. Gracias a Bárbara, Manuel Hernández Pacheco y a mis compañeros de Darwin Psicólogos María y Moisés por vuestros sabios consejos.

Y, en último lugar, pero no por ello menos importante, me gustaría agradecer a los profesores de mis hijos su constancia, afecto y respeto en su educación hacia ellos. Gracias, Pino y Edu, por complementar de manera tan excepcional y respetuosa la educación que les damos a Arantxa y a Nacho en casa. Mi mujer y yo os estaremos eternamente agradecidos por lo que hacéis por ellos. Gracias por ser un complemento imprescindible para seguir fomentando en ellos un apego seguro.

Bibliografía

1. Buscando un punto de partida

«El amor de los médicos es lo que cura a los pacientes.»

FERENCZI

Más conexión emocional y menos likes

El libro que tienes en tus manos pretende explicar y ahondar en la importancia del apego y los vínculos que establecemos con nuestros hijos. La manera que tenemos de vincularnos está condicionada por el modo en el que se estructura la sociedad en la que vivimos. La sociedad occidental se caracteriza por ser resultadista, hiperactiva, sobreprotectora, competitiva e individual, entre otras muchas características. Lo que más nos importa son los resultados y los objetivos conseguidos, sin importar el medio y las circunstancias para lograrlos. Consecuencia de todo esto es que los padres, generalmente, damos más importancia a las notas que al resto de los aprendizajes, a lo cognitivo por encima de lo emocional y lo relacional.

¿Sabías que…

los estudios demuestran, una y otra vez, que los niveles de estrés y ansiedad de nuestros hijos son cada vez mayores?

Además, nuestras interminables jornadas laborales, el tiempo que pasan nuestros hijos en los centros escolares, las constantes exigencias a las que nos vemos sometidos, las tareas de casa y la vida social hacen que el tiempo que pasemos con nuestros hijos sea insuficiente. Repito, insuficiente. No estamos con ellos el tiempo que deberíamos. Vivimos en una sociedad conductista, en lo que lo único que importa es lo que hacemos (o no hacemos), sin prestar atención a lo realmente importante: las necesidades emocionales de nuestros hijos. La cantidad de horas que estamos en el trabajo, no dar la suficiente importancia a la relación con las personas y dar la espalda a la educación emocional va en contra del establecimiento de un apego seguro. A todo esto deberíamos añadir cómo los dispositivos electrónicos y las redes sociales están haciendo que vivamos en un mundo cada vez más conectado tecnológicamente, pero también cada vez más desconectado emocional y socialmente. Muchos likes y pocos amigos. Por lo tanto, con este panorama, crear y mantener un estilo de apego seguro se está convirtiendo en una tarea cada vez más complicada y costosa.

El efecto punta del iceberg

Caso práctico

Hace unos meses estaba comiendo en un restaurante cuando escuché que la camarera, con muy buena intención, se dirigía a una niña que estaba en la mesa de al lado de la siguiente manera: «Si te portas bien durante la comida, te daré unas chuches». En ese instante yo me hice varias preguntas: ¿qué es portarse bien?, ¿qué espera la camarera que haga y no haga la niña? ¿Acaso no hay diferencias en lo que cada uno de nosotros entendemos por portarnos bien? Y si la niña está triste porque ha fallecido su perro o enfadada con su padre, ¿manifestar esas emociones sería portarse mal?

Este caso práctico refleja muy bien el efecto de la punta del iceberg, que viene a decir que lo único, o lo más importante, es la conducta. ¿Y lo que no se ve del iceberg no es importante? Por supuesto que sí. Uno de los objetivos de este libro es ahondar en lo que no se ve del iceberg.

¿Sabías que…

algunas de las canciones que nos cantaban de pequeños seguían el efecto de la punta del iceberg? Solo importaba que los padres consiguieran su objetivo, no importaba cómo. ¿Recuerdas canciones como «duérmete niño, duérmete ya, que viene el coco y te comerá»? El objetivo final de esta canción era que el niño se durmiera (conducta) sin importar si pasaba miedo o no (medio de conseguir el objetivo). Pero sabemos que el fin no justifica los medios.

Son muchos los ejemplos y las situaciones que podemos poner para ver que la mayoría de las acciones que llevamos a cabo buscan conseguir el objetivo que nos planteemos, independientemente de la manera de conseguirlo. La manera de actuar ante las rabietas es un claro ejemplo. Siempre nos han dicho que la mejor manera de acabar con ellas es ignorándolas. En la mayoría de los casos, no es aconsejable ignorar al niño en pleno ataque de ira. ¿El motivo? Porque realmente lo está pasando mal y sin capacidad de hacerse con el control de su emoción, su cuerpo y su conducta, por lo que debemos intervenir. Si ignoramos la expresión de la rabia y no les hacemos caso, les estaremos transmitiendo, de manera inconsciente, el siguiente mensaje:

Por eso, los padres y los educadores no debemos centrarnos tanto en la conducta, sino en el porqué de la conducta. El destino (conducta) es parte del viaje (proceso), pero no lo es todo. Lo ideal es que entendamos la conducta, sobre todo la conducta problemática, como una manera de pedir ayuda por parte de nuestros hijos. El comportamiento es una manera de comunicarse con nosotros; por lo tanto, atendamos a lo que nos quieran decir.

La importancia del apego

Las características de la sociedad en la que vivimos y los patrones de educación con los que hemos crecido nos influyen de manera directa a la hora de establecer un estilo de apego con nuestros hijos. Aunque ahondaremos mucho en todo esto, en este tema introductorio podemos adelantar que el apego es un instinto que tenemos los mamíferos y que siempre va de la criatura más débil y dependiente a la más fuerte, nunca al revés. Por lo tanto, son nuestros hijos los que se apegan a nosotros y no nosotros a ellos. Es una relación de tipo vertical, como podemos ver a continuación.

La función específica de la relación de apego consiste en aportar equilibrio emocional cuando el niño no lo tiene mediante el acercamiento físico del cuidador, que trata de tranquilizar al niño y de cubrir sus necesidades. La manera habitual en que los niños se relacionan y comunican emocionalmente con sus padres va a configurar un estilo o tipo de apego. Aunque los desarrollaremos ampliamente en capítulos posteriores, el estilo de apego puede ser seguro organizado (apego seguro), inseguro organizado (apego evitativo y apego ansioso-ambivalente) e inseguro desorganizado (apego desorientado).

El estilo de apego no es algo que venga determinado genéticamente ni que aparezca de repente en el momento del parto, sino que es consecuencia de una manera de vincularse y de responder a las necesidades que presentan los niños.

¿Sabías que…

el estilo de apego se considera ya consolidado en torno a los 8-10 meses?

El hecho de que, como madres y padres, seamos capaces de gestionar adecuadamente las emociones y los conflictos de nuestros hijos va a permitirnos que desarrollemos en nuestros hijos un apego seguro. Ahora bien, ¿cómo es la secuencia de pasos entre una madre suficientemente buena y su hijo para que en un futuro desarrolle un apego seguro? El bebé o el niño experimenta una emoción intensa y desagradable. En ocasiones, dicha emoción la expresan y en otras tenemos que intuirla o adivinarla. La madre recibe o interpreta la emoción que está experimentando su hijo, reflexiona sobre ella y responde de manera sensible, respetuosa y en su justa medida. Cuando la figura de apego responde de esta manera, decimos que ha sido responsiva. Si esta es la manera habitual de proceder de una madre (o de un padre), no es solo que vaya a disminuir la perturbación en el niño, sino que internalizará que su madre es capaz de hacerse cargo de sus emociones y situaciones desagradables. Para que podamos ser responsivos, es necesario que previamente sintonicemos con sus emociones o necesidades. Sin sintonización emocional no hay responsividad.

Ideas clave

  • La sociedad competitiva y estresada en la que vivimos condiciona el modo en que nos vinculamos y relacionamos con nuestros hijos.
  • El tiempo que pasamos con nuestros hijos, en la mayoría de los casos, es insuficiente.
  • Vivimos en un mundo cada vez más conectado tecnológicamente, pero menos conectado emocionalmente.
  • Debido a las características de la sociedad actual, cada vez es más difícil establecer un apego seguro con nuestros hijos.
  • El apego es un instinto que va de la criatura más débil y dependiente a la más fuerte, nunca al revés. Supone, por lo tanto, una relación de tipo vertical.
  • En torno a los 8-10 meses se considera que el apego ya está consolidado en nuestros hijos.
  • Para poder cubrir la necesidad emocional que tienen nuestros hijos, previamente debemos sintonizar con sus necesidades.
  • La responsividad es la capacidad que tienen las figuras de apego de cubrir las necesidades que tienen sus hijos.
  • Sin sintonización emocional no hay responsividad, es decir, no puedo darle a mi hijo lo que necesita si no sé qué necesidad está por cubrir.

2. Precursores del apego: Spitz, Lorenz y Harlow

«En lugar de comprarles a tus hijos todas las cosas que nunca tuviste, deberías enseñarles todas las cosas que nunca te enseñaron.»

BRUCE LEE

El objetivo de este capítulo es hacer un recorrido histórico de todos aquellos autores que influyeron, de una u otra manera, a John Bowlby, padre de la teoría del apego, para que contribuyera con esta teoría tan relevante para explicar la importancia de un buen vínculo con nuestros hijos.

El hospitalismo de René Spitz

El psiquiatra René Spitz (1887-1974) trabajó, durante buena parte de su carrera profesional, con neonatos y bebés menores de un año que habían sido abandonados por sus madres biológicas. En sus observaciones en los orfanatos llegó a la conclusión de que todos los niños mostraban unas conductas y unos síntomas muy parecidos: llanto, angustia, estrés prolongado, tristeza, indefensión, etcétera. Spitz denominó en 1945 a la manifestación de estos síntomas como depresión anaclítica, aunque también se conoce como síndrome de hospitalismo u hospitalismo a secas, ya que eran evidentes las consecuencias de vivir en un orfanato u hospital y de no tener a una figura de referencia constante a lo largo del tiempo. La ausencia de esta figura estable a lo largo de los días y la ausencia de cariño y amor eran las causantes de los síntomas del hospitalismo. El personal de los orfanatos estaba desbordado de tanto trabajo, además de que eran figuras que cambiaban constantemente, lo que impedía un vínculo especial entre el adulto y el bebé. Tales eran las consecuencias negativas de la depresión anaclítica que padecían estos menores que, en no pocos casos, llegaban a morir. Tan relevante es el amor y el cariño que, en ausencia de él, morimos. Spitz llegó a la conclusión de que los niños pequeños no solo necesitaban de alimento e hidratación para sobrevivir, sino que el cariño y el amor humano son fundamentales para poder sobrevivir.

¿Sabías que…

estudios recientes llegan a la conclusión de que la ausencia de contacto y la falta de cuidados hacen que el cerebro produzca más adrenalina, lo cual aumenta la probabilidad de que el niño se comporte de manera impulsiva y agresiva? Los estudios de Spitz ya habían llegado, hace ya varias décadas, a estas mismas conclusiones.

Los estudios y las observaciones de Spitz llamaron la atención de Bowlby, lo que hizo que indagara sobre todo ello y sirvieron de base para su posterior teoría del apego. Además, Spitz acuñó el concepto de madre inadecuada para referirse a aquellas madres o padres que no le aportaban al niño lo que necesitaba o bien se lo aportaban en exceso. Como ya hemos comentado en el capítulo anterior, el concepto de madre inadecuada encaja con lo que denominábamos no ser responsivo. Para Spitz, tanto las figuras de apego sobreprotectoras como las distantes encajarían dentro de este concepto.

La impronta de Konrad Lorenz

El austriaco Lorenz (1903-1989) fue uno de los etólogos más reconocidos del siglo XX. Gracias a las observaciones que realizó, pudo describir la impronta, por lo que fue galardonado con el Premio Nobel. La impronta es un fenómeno en el que el ave recién nacida sigue a lo primero que ve y lo toma como su guía. Generalmente, lo primero que ve es su madre, pero ¿y si no es así? Cuando Bowlby conoció los trabajos de Lorenz en 1951 sobre la impronta se quedó fascinado y fue uno de los pilares básicos de la teoría del apego. Hay un instinto en las aves que las hace seguir o engancharse a lo primero que ven, y esto tiene mucho que ver con el vínculo de apego.

Los estudios con macacos Rhesus de Harry Harlow

Los estudios de Harry Harlow (1905-1981) con monos fueron tan relevantes por sus resultados como polémicos. Lo que Harlow hizo fue demostrar experimentalmente con macacos Rhesus lo que Spitz ya describió en los orfanatos: el cariño y la protección son fundamentales para la supervivencia. Además, Harlow llegó a la conclusión de que la alimentación era una necesidad independiente de la necesidad de ser protegido y ser amado. Décadas atrás, los psicoanalistas afirmaron que el vínculo y la relación afectiva entre la figura de apego y su bebé se desarrollaba como consecuencia de la satisfacción de la alimentación o, lo que es lo mismo, que el bebé sentía cariño y protección de su figura de apego por el simple hecho de que le daba de comer. Por lo tanto, según los psicoanalistas, la necesidad emocional era secundaria a la necesidad alimenticia. Harlow tiró abajo esta idea.

¿En qué consistió el polémico estudio de Harlow? Colocó dos madres inanimadas: una madre de alambre que tenía una tetina a través de la cual podía alimentar al mono y una madre de felpa que, a pesar de no alimentar al mono, sí que resultaba suave y reconfortante. Cuando se levantaba la trampilla al mono, Harlow observaba a qué madre prefería ir. ¿Qué crees que hacían los monitos? En el Congreso de Washington de 1957, Harlow presentó sus resultados. Los monos pasaban la mayor parte del tiempo con la madre de felpa. Solo se iban con la madre de alambre cuando se encontraban hambrientos para regresar inmediatamente a la de felpa. Cuando Harlow enseñaba a los monitos un objeto que les daba mucho miedo, corrían rápidamente a abrazarse a la madre de felpa. Lo que les aportaba la madre de felpa no lo tenía la leche de la madre de alambre. Estos resultados son congruentes con los estudios de Imre Hermann, quien ya observaba que las crías de mono pasaban buena parte de sus primeros meses aferrados a sus madres.

Ideas clave

  • Los autores que más influyeron a John Bowlby para desarrollar la teoría del apego fueron Spitz, Lorenz y Harlow.
  • René Spitz observó durante décadas a neonatos y niños pequeños que crecían en orfanatos como consecuencia de haber sido abandonados por sus madres biológicas.
  • Denominó hospitalismo a todos los síntomas que mostraban estos niños que no tenían una figura de apego que les diera cariño de manera estable a lo largo del tiempo.
  • Los síntomas más destacados del hospitalismo son angustia, llanto constante, indefensión, etcétera.
  • Spitz llegó a la conclusión de que el cariño y el amor son fundamentales para la supervivencia.
  • Lo que Spitz denominó madre inadecuada encaja con lo que en el capítulo anterior llamamos no ser responsivo.
  • Konrad Lorenz describió la impronta, según la cual las aves recién nacidas siguen a lo primero que ven.
  • Los estudios de Harry Harlow demostraron que el cariño y la protección son fundamentales para la supervivencia. Además, puso sobre la mesa que las necesidades de vínculo y las alimenticias son independientes. Ambas tienen que ser cubiertas.

3. John Bowlby: un hombre adelantado a su época

«El papel del terapeuta es análogo al de una madre que ofrece a su hijo una base segura desde la que explorar el mundo.»

JOHN BOWLBY

La infancia del pequeño John

John Bowlby nació en Londres en 1907 en el seno de una familia de clase alta. Su padre era cirujano militar y llegó a ser médico de la Casa Real. Cuando su padre regresó de la Primera Guerra Mundial, tanto su mujer como sus hijos se dieron cuenta de que no era la misma persona que se había marchado unos años antes, seguramente como consecuencia de un trastorno por estrés postraumático (TEPT). Su padre no estuvo muy presente a lo largo de la infancia de John y, cuando lo hacía, se mostraba intimidante. Su madre no mejoraba la situación, ya que era muy distante emocionalmente hablando. Mostraba muy poco sus afectos. Pensaba que a los niños había que dejarlos llorar y no hacerles mucho caso cuando estos lloraban, ya que de lo contrario los malcriaría. Nunca elogiaba a sus hijos y se mostraba distante ante las muestras de afecto de sus hijos. Los padres de Bowlby comían solos en una zona de la casa alejados de sus hijos, mientras estos comían y cenaban con las niñeras que se encargaban de ellos. El único vínculo seguro que tuvo el pequeño John fue con Minnie, una niñera muy implicada emocionalmente con los hijos del matrimonio Bowlby. Fue su principal figura de apego, pero cuando John tenía apenas cuatro años, Minnie se marchó de casa, y dejó a un niño solo y sin referencias afectivas. Su marcha le afectó mucho, como posteriormente él mismo reconoció sobre los cincuenta años: «Para un niño, la experiencia de ser cuidado por una niñera amorosa y luego perderla a la edad de dos o tres años, o incluso cuatro o cinco, puede ser tan trágica como la pérdida de una madre» (Bowlby, 1958). Para más inri, años más tarde, cuando John Bowlby tenía unos diez años, fue mandado a un internado en el que estuvo hasta los catorce años (1917-1921).

Siendo Bowlby ya adulto, vivió varias situaciones traumáticas. Quizás una de las más impactantes fue perder a su mejor amigo, Evan Durbin, cuando este trataba de salvar a dos niñas que se habían caído de una embarcación. Una de esas niñas era la hija de Bowlby. Este hecho afectó significativamente a Bowlby. Debido a su infancia y a determinados hechos que vivió de adulto, a Bowlby le costaba mostrar sus afectos hacia sus hijos, aunque le resultaba más sencillo expresárselos a sus compañeros de trabajo y sus pacientes. Bowlby no podía expresar en el seno familiar lo que él no había recibido de sus padres. Úrsula, la mujer de Bowlby, expresó en alguna ocasión que su marido rara vez expresaba sus afectos.

A pesar de la rigidez y la frialdad de su madre y de las repetidas ausencias de su padre, Bowlby nunca los criticó. Como suelo comentar habitualmente, al hacer una introspección y echar la vista atrás a nuestra infancia, el objetivo no es culpar ni señalar a nuestros padres, pues todos los padres lo hacen todo lo bien que saben. El objetivo, sin embargo, es aprender de nuestro pasado y comprender nuestra infancia. Cuando Bowlby era ya muy mayor, reconoció que tanto su infancia como su adolescencia le habían herido lo suficiente como para estimular su curiosidad para dedicarse de lleno a investigar y estudiar cómo la infancia marca y determina nuestro futuro. Y a ello se dedicó en cuerpo y alma.

La vida en los orfanatos

Las descripciones y las observaciones que realizó René Spitz en los orfanatos marcaron e impactaron profundamente a Bowlby, seguramente porque pudo entenderlas bien y conectar con su infancia. Debido a todo ello, se mostró muy interesado en los síntomas de lo que Spitz denominó hospitalismo. A Bowlby le llamaba poderosamente la atención que los niños que se desarrollaban en orfanatos mostraban una gran cantidad de estereotipias, una serie de movimientos repetitivos y rítmicos que estos niños tendían a repetir una y otra vez. Bowlby se dio cuenta de que dichas estereotipias cumplían una función importante en estos niños. Debido a que no habían sido abrazados, tocados y acunados de manera regular y afectiva por los cuidadores del orfanato, los niños tendían a hacerlo de manera natural y compensatoria. Las estereotipias de estos niños criados sin tacto y sin contacto eran la manera que tenían de autoacunarse. Aquí vemos la importancia de las figuras de apego tanto en el movimiento como en la expresión de los afectos. Necesitamos de «un otro» que nos mire incondicionalmente.

¿Sabías que…

las estereotipias son muy frecuentes en niños adoptados y que han vivido sus primeros años de vida en un orfanato? Es la manera de autorregularse que tienen ante la ausencia de cariño, tacto y control.

Además de las estereotipias, Bowlby señalaba que los niños que habían sido abandonados y crecían en orfanatos presentaban un llanto continuo que podía durar hasta incluso horas y que daba lugar a un estupor característico que inmovilizaba al menor. Las observaciones en los orfanatos nos ponen de manifiesto la relevancia del afecto y el tacto en bebés y en niños pequeños. Las personas no pueden existir de forma aislada; necesitan de la presencia y la sensibilidad de sus figuras de apego para poder sobrevivir. La relación de apego con nuestros padres o cuidadores principales es tan necesaria como la hidratación y la alimentación. De ahí que el bebé esté programado para enamorar a sus padres y así pueda aumentar sus probabilidades de supervivencia.

¿Sabías que…

las investigaciones llegan a la conclusión de que para un correcto desarrollo en los dos primeros años de vida son imprescindibles tanto los estímulos táctiles (tocar a los niños) como los estímulos vestibulares (movimiento)?

La misión de Bowlby

Como ya hemos comentado, Bowlby dedicó gran parte de su trayectoria profesional a trabajar con niños que habían sido privados de su figura materna. Llegó a la conclusión de que el establecimiento de un vínculo con la figura de apego es algo que está preprogramado no solo en el ser humano, sino también en el resto de los mamíferos. No es algo que se aprende, sino algo que está grabado en nuestros genes. Para Bowlby el principal miedo de un niño pequeño, por encima del miedo a los monstruos, es el miedo a la desvinculación de su figura de apego. Está grabado en nuestros genes que el apego es fundamental para la supervivencia y la ruptura, o el peligro potencial de esta ruptura, puede significar la muerte. Para Bowlby lo importante en el establecimiento del apego no era quién se hacía cargo de estos cuidados (madre o padre), sino la calidad y la consistencia de dichos cuidados. Aunque el papel de figura de apego principal suele ser de la madre biológica del niño, cualquiera puede ejercer esa figura principal (padre biológico, padres adoptivos, familiares del niño, cuidadores, etcétera). Lo que sí que era muy relevante para Bowlby era que dichas necesidades afectivas fueran cubiertas, al menos, por una figura de apego de manera consistente. Bowlby señalaba que el ser humano no es violento ni agresivo por naturaleza, ya que si un niño se muestra de esta manera, es porque hay una necesidad no cubierta o bien por alguna situación traumática que no ha sido abordada. Por lo tanto, no encontramos que la agresividad o la delincuencia estén codificadas genéticamente, sino más bien son comportamientos consecuentes de infancias en las que no se satisficieron determinadas necesidades, sobre todo de tipo emocional.

¿Sabías que…

Bowlby presentó en el año 1944 un informe sobre 44 ladrones juveniles. Encontró que estos jóvenes tuvieron padres y madres que no cubrieron sus necesidades, se comportaron de manera negligente y maltrataron a sus hijos e hijas. Las circunstancias de sus infancias los llevaron a delinquir en un futuro. Encontró que existía una correlación positiva entre la privación materna a lo largo de la infancia y la posterior conducta criminal y delictiva en la etapa adolescente.

El apego seguro según Bowlby

Bowlby definió el apego seguro como el equilibrio entre la búsqueda de la proximidad (cariño, protección, amor) y, por otro lado, fomentar la exploración del niño (curiosidad, autonomía).

Si el entorno en el que se mueve el niño es seguro, explorará el ambiente que lo rodea y saciará la curiosidad por lo nuevo. En cambio, si el niño se desarrolla en una familia o un entorno amenazante y carente de seguridad, se activarán en el niño las conductas de protección y este se aproximará a sus figuras de apego. El apego inseguro genera vulnerabilidad en el menor, y dicha vulnerabilidad al interactuar con otros factores adversos puede desencadenar psicopatología tanto en el presente del niño como en el futuro adulto. Bowlby nunca dijo que el apego inseguro causara irremediablemente psicopatología, aunque sí que supone un factor de riesgo y, por lo tanto, mayor disponibilidad.

Ideas clave

  • La infancia de John Bowlby estuvo marcada por una madre fría y un padre ausente. Posteriormente fue enviado a un internado.
  • Años después, desarrolla su teoría del apego muy influido por la educación que recibió de sus padres.
  • Los estudios de Spitz en los orfanatos llamaron poderosamente la atención de Bowlby.
  • Los niños de los orfanatos presentaban estereotipias como consecuencia de no haber sido tocados ni mecidos. Es una manera de autoacunarse y autorregularse.
  • El miedo fundamental de los niños es a la desvinculación de su figura de apego, puesto que eso supondría la muerte.
  • La agresividad y la delincuencia pueden darse como consecuencia de necesidades afectivas que no fueron cubiertas en la infancia.
  • El apego seguro es el equilibrio entre la búsqueda de la proximidad y el fomento de la autonomía.
  • El apego inseguro no implica necesariamente psicopatología, pero que es un factor de riesgo para desarrollar otras patologías o trastornos.

4. Yo me apego, tú te apegas, él se apega

«El niño a quien no se le ponen límites, llega a la conclusión de que sus padres no le quieren.»

SELMA FRAIBERG

Y si mamá no hubiera estado

Nuestras figuras de apego no es que hayan sido importantes para cada uno de nosotros, sino que fueron determinantes para que hoy estemos vivos y seamos quienes realmente somos.

Ejercicio práctico

Trata de pensar en todas las cosas que sabes hacer a día de hoy. ¿Verdad que son muchas? Leer, conducir, disfrutar, escribir, saltar, hablar, comprender a los demás, ordenar unos palos de menor a mayor, comportarte educadamente en la mesa, atender en una conferencia, etcétera. Son innumerables. De todas estas cosas que hemos enumerado (y las que se han quedado en el tintero), ¿cuáles han dependido de alguien que te las haya enseñado? La gran mayoría, por no decir todas, ¿verdad? La mayoría de las cosas que sabemos hacer hoy en día se las debemos a los demás, a los otros, generalmente, a nuestras figuras de apego y de referencia (mamá, papá, profesores, familiares cercanos, etcétera). Ahora bien, ¿qué hubiera sucedido si no hubiésemos tenido a esas figuras de apego que nos trataron tan bien y nos dedicaron mucho tiempo y cariño? ¿Y si no hubiéramos recibido esos buenos tratos? Pues no solamente que no las hubiéramos aprendido, sino que, a lo mejor, no hubiéramos sobrevivido.

Con este sencillo ejercicio práctico podemos entender la importancia y la relevancia de «los otros», es decir, de nuestras figuras de apego. El ser humano viene a este mundo «sin hacer», muy inmaduro, lo que lo convierte en dependiente. El neonato necesita de «un otro» que le permita sobrevivir; de lo contrario, muere. El bebé es capaz de respirar por sí solo, pero poco más. Para protegerlo del frío, para comer y para estar en un lugar seguro necesita a unos cuidadores. El ser humano necesita de mucho tiempo para aprender destrezas y habilidades. Por ejemplo, tardamos un año aproximadamente en aprender a andar y en torno a dos años para aprender a hablar. Cuando un bebé es abandonado a su suerte, como desgraciadamente a veces vemos en las noticias, su supervivencia pasa por que alguien lo rescate; de lo contrario, muere. Por lo tanto, el apego nos protege de los potenciales peligros que existen.

¿Sabías que…

la sonrisa del bebé atrae poderosamente la atención de la madre salvo que exista psicopatología?

Etimología del concepto de apego

El concepto de apego viene del inglés attachment, que, a su vez, proviene del vocablo francés attacher, que quiere decir «unirse a». En castellano, la palabra apego viene del verbo apegar y está compuesto por el prefijo adverbial a (hacia) y el verbo picare que quiere decir «pegar». En definitiva, el apego es la manera que tienen nuestros hijos de unirse con nosotros debido a esa necesidad de supervivencia. El modo en que nos hemos apegado a nuestros padres influirá de manera significativa sobre nuestro futuro y en la forma de relacionarnos con los demás.

Definición de apego

El apego es un vínculo emocional que se desarrolla entre el bebé y sus padres biológicos, padres adoptivos, tutores u otros cuidadores. Richard Bowlby, hijo de John Bowlby, definía el apego como una relación de doble recorrido a través de la que se aprende a regular la distancia, para explorar con confianza y crecer sabiendo que, en caso de necesidad, podemos contar con una base segura. Por lo tanto, el apego es una relación de dependencia del neonato o niño hacia sus padres o figuras de apego, pero dicha relación debe ir evolucionando con el fomento y la potenciación de la autonomía del menor. Decimos que los niños se apegan a sus padres, pero los padres no se apegan a sus hijos, sino que se vinculan con ellos.

Por otro lado, la psicóloga Olga Barroso define el apego como «un sistema con el que nacen los bebés para responder a la necesidad universal y primaria de los seres humanos de formar vínculos afectivos intensos, estables y duraderos. Siendo la necesidad de establecer este vínculo y de poder contar, por tanto, con la cercanía de otro ser humano (percibido como preferido, más capaz, competente y protector) en los momentos de peligro o en los que se experimenta miedo o angustia, una necesidad mucho más básica y prioritaria que incluso la necesidad de alimentación».

Si nuestros hijos han sido capaces de pasar de apegarse a vincularse con nosotros, quiere decir que lo hemos hecho bien. No podemos mantener una relación de apego a lo largo de todo el ciclo vital, pues debemos fomentar la autorregulación, la autonomía y la toma de decisiones en nuestros hijos, entre otras capacidades. Por lo tanto, pasamos de una relación vertical con nuestros hijos a una relación horizontal. Si esto es así, estaremos favoreciendo el equilibrio y un apego seguro en nuestros hijos. En la relación vertical (apego) hay alguien que cuida (generalmente los padres) y alguien que es cuidado (el neonato, niño o adolescente). Es el adulto quien cubre las necesidades del niño y no al revés.

Si un niño no es suficientemente cuidado, protegido y querido, entonces se comportará de manera agresiva como mecanismo de protesta para intentar sobrevivir y ser atendido. El hecho de que un niño se enfade o se entristezca ante la separación de su figura de apego principal es una respuesta natural y adaptativa cuya finalidad es la de restaurar el vínculo y recuperar la presencia de su madre o su padre. La privación o la amenaza de privación del amor maternal es una de las principales causas de agresividad en niños.

¿Sabías que…

un adulto solamente puede alcanzar la autonomía si ha experimentado la completa dependencia cuando era niño?

En 1905 Sigmund Freud publicó su obra Tres ensayos sobre la teoría sexual en donde describe el caso de un niño de tres años que cuando se le dejaba solo en su cuarto durante la noche le gritaba a su tía: «Tiíta, háblame. Estoy asustado porque está muy oscuro». Su tía le preguntó: «¿Cómo pueden ayudarte mis palabras si no me ves?» A lo que el niño le contestó de manera muy sabia: «Si me hablas, se enciende la luz». Y es que lo que más le asustaba al niño no era la noche ni la oscuridad, sino la ausencia de su figura de apego. Su tía era quien le calmaba y «le daba luz».

¿Quién puede ser figura de apego?

Generalmente las figuras de apego principales suelen ser la madre y el padre del niño, aunque cualquier persona puede convertirse potencialmente en figura de apego para un niño. En función de cómo se vinculen con el niño, se desarrollará un apego seguro o cualquiera de los tres tipos de apego inseguros que existen. Podríamos resumir las características fundamentales de los padres para desarrollar un apego seguro en sus hijos en los siguientes tres puntos:

  1. La calidad de la respuesta a lo largo del tiempo de la figura de apego ante las manifestaciones de las necesidades del niño.
  2. La capacidad de la figura de apego para cubrir las necesidades de manera consistente y constante de su hijo. Esto implica proteger y fomentar su autonomía cuando así lo requiera el niño.
  3. El hecho de que la figura de apego no actúe como agente de trauma de su hijo (abandono, abuso, maltrato, ausencia de sensibilidad, etcétera).

Cuando la figura de apego no es capaz de asegurar estas tres condiciones que acabamos de ver, decimos que la manera de vincularse con su hijo puede contribuir al desarrollo de un apego inseguro.

Recuerda…

que el apego seguro es un factor de protección de cara al futuro, mientras que el apego inseguro es un factor de vulnerabilidad futura.

Ideas clave

  • Resulta imprescindible la presencia de «un otro» que nos aporte buenos tratos para poder sobrevivir
  • El neonato viene a este mundo muy inmaduro, sin estar completamente desarrollado, lo que lo convierte en dependiente de sus cuidadores principales.
  • Todo lo que hemos aprendido a lo largo de nuestra infancia se lo debemos a «un otro» que ha sido sensible con nosotros, ha respetado nuestras necesidades y nos las ha cubierto.
  • El concepto de apego proviene del vocablo francés attacher que quiere decir «unirse a».
  • El niño se apega a sus padres, mientras que los padres no deberían apegarse a su hijo, sino vincularse a él.
  • El vínculo de apego implica una relación de tipo vertical, en la que el niño es cuidado mientras que los padres cuidan, y no al revés.
  • La relación de tipo vertical con nuestros padres debe evolucionar a una relación horizontal para que podamos decir que ha sido una evolución sana y normalizada.
  • La agresividad constante en niños suele estar relacionada con la amenaza de ruptura de la relación con la figura de apego.
  • Solamente podemos alcanzar la autonomía si en nuestra infancia hemos transitado de manera sana y completa por la dependencia.
  • El apego seguro supone un factor de protección, mientras que los estilos de apego inseguros implican factores de riesgo.