Agradecimientos

Doy las gracias en primer lugar a todos los amigos maravillosos que se tomaron el tiempo de leer mi humilde texto y me hicieron observaciones esclarecedoras y comentarios útiles para mejorarlo. Ellos son (por orden alfabético): Akl Awit, Etel Adnan, Luca Bonaccorsi, Oriana Capezio, Peter Carlsson, Hala Habib, Marilyn Hacker, Renée Herbouze, Schona Jolly, Stephen McCormick y Jan Henrik Swahn.


Quiero dar también las gracias a las grandes mujeres (y hombres) que me han servido de inspiración en mi cultura, así como a las grandes mujeres (y hombres) de todo el mundo que me han servido de inspiración. A los que cito y a aquéllos cuyas palabras sin citar, pero bien presentes, me dan ánimos a cada paso que doy; a aquéllos que vinieron y se marcharon, a los que todavía están aquí, y a quienes están por venir. A todos les debo lo que soy y, más aún, lo que he de llegar a ser.


Finalmente, doy las gracias a mis padres por sus cualidades y sus defectos, por sus momentos de duda y fe en mí, por los logros y errores que han tenido, por las palabras correctas e incorrectas que han dicho, por lo que tomaron y lo que dieron, por estropearme y arreglarme, a menudo simultáneamente. Y doy las gracias a mis dos hijos, Mounir y Ounsi, porque me enseñan cada día cómo merecerlos más como madre, como mujer y como ser humano.

J.H.

GEOLOGÍA DEL YO

Un poema es una persona desnuda.

BOB DYLAN

Soy el seis de diciembre del año 1970; soy la primera hora después del mediodía. Soy los gritos de mi madre dándome a luz y sus gritos dándose a luz. Su útero liberándome para que yo emergiera de mí misma, su sudor dando paso a mi potencialidad. Soy el cachete del médico que me revivió. (Los que vinieron después por revivirme casi me destruyen.) Soy los ojos de la familia sobre mí, las miradas de padre, abuelo, de las tías. Soy todos sus posibles escenarios; soy las cortinas echadas, las cortinas detrás de las cortinas y las paredes detrás, y soy la que no tiene nombre, ni mano, para lo que viene después. Soy las expectativas sobre mí, los sueños abortados, los vacíos colgando de mi cuello como amuletos. Soy el abrigo rojo entallado que me hacía llorar, y toda restricción que aún me hace llorar. Soy la muñeca de pelo castaño y ojos de plástico; soy esa muñeca rechazada que no quise acunar, arrinconada, que aún rezuma sangre por la cabeza, (dos gotas los días de diario y tres los festivos y en las vacaciones). Soy el agujero triste en los calcetines de mi profesora. Todavía me mira fijamente como el reproche de Abel en mi alma, me mira para contarme su pobreza y mi impotencia, mi paciencia agotada y el terror de su desesperación. Soy la tabla de multiplicar que sigo sin saber; soy el dos que se añade al uno, siempre el uno. Soy la teoría de las líneas curvas, que nunca se unen, y soy sus aplicaciones. Soy mi odio por la historia, el álgebra y la física. Soy mi creencia infantil de que la tierra giraba en torno a mi corazón y mi corazón en torno a la luna. Soy la mentira de Papá Noel, en la que sigo creyendo. Soy la astronauta en la que soñaba convertirme. Soy las arrugas de mi abuela, que se suicidó; soy mi frente apoyada en su regazo ausente. Soy el niño (¿se llamaba Jack?) que me tiró del pelo y salió corriendo. Soy el que me hizo llorar, lo que me hizo quererlo todavía más. Soy mi gatito; y la bicicleta del hijo de los vecinos que me atropelló pero yo no protesté. (Vendí las almas de mi gato por una sola mirada de ese chico tan guapo.) Soy el chantaje, mi vicio primordial. Soy la guerra y el cadáver del hombre al que los combatientes arrastraron ante mi vista, mientras su pierna arrancada trataba de seguirle. Soy los libros que leí de niña y que eran inadecuados para mí, (los que ahora escribo y siguen siendo inadecuados para mí). Soy la adolescencia de mi pecho derecho, y soy la sabiduría del izquierdo. El poder de ambos bajo una camisa ajustada y luego mi conciencia de su poder: el comienzo del descenso. Soy mi rápido aburrimiento, mi primer cigarrillo, mi atrasada obstinación, y las estaciones idas. Soy la nieta de la niña que fui; su falta de mi ira, mis decepciones y mis triunfos, mis laberintos y mis lujurias, mis mentiras, mis guerras, mis heridas y mis pasos en falso. Soy la ternura que guardo a pesar de mí misma; soy mi dios y mi avaricia; mis ausencias repletas de mis muertos; y soy mis muertos que nunca duermen, mis asesinados que nunca duermen; soy su expirar en la almohada cada mañana. Y soy mi resentimiento, mi contagio, mi peligro, y mi huida de la cobardía a algo peor. Soy mi espera que no sabe cuánto ha de durar y el espacio sin comprender. Soy el silencio que he aprendido y el silencio que aún no he dominado. La soledad que entra en mi mente como un insecto. Soy la nieta de la niña que fui: Mi falta de su despreocupación innata, de su perfección no consciente. Soy el desastre del amor y el acontecer. Soy el lobo de la poesía recorriendo mis venas y yo corriendo descalza con él. Soy la que va en pos de su cazador y no encuentra a su cazador. Soy las aguas espumosas de mi lujuria haciéndole señales a la lujuria; Soy la sucesión de lenguas que irrigan su espuma, y mi lápiz de labios que anticipa su sed. Soy también mis uñas: lo que guardan debajo y aquello en lo que se hunden. Soy el recuerdo de sus heridas, el recuerdo de su ira, el recuerdo de su debilidad, el recuerdo de su fuerza a prueba de todo, y soy los pedacitos de carne arrancada de las espaldas de los hombres en cada momento de éxtasis. Soy mis dientes y mis muslos delicados y mis deseos lascivos. Soy mis pecados y oh cuánto los amo; soy mis pecados y el modo en que me reflejan. Y soy la amiga que me traicionó… Y le doy las gracias. Soy mi espina dorsal aullando en el rostro de los traidores. Soy mis ojos mirando a mi oscuridad. Soy mi dolor, sí, mi dolor. Soy mi grito en mitad de la noche (sofocado en el momento apropiado) soy lo que me dicen que no diga no sueñe no piense no me atreva a hacer no tome. Soy lo que me dicen que no sea. Soy lo que escondo, lo que no quiero esconder pero lo hago y lo que no quiero esconder y no lo hago. Soy «dime cuánto me quieres» y «no te creo». Soy la cabeza conectada al cuerpo, desconectada del cuerpo. Soy mi muerte temprana –lo digo sin dramatizar– y cualquier devastación que quede después de mí. Soy la locura y la ausencia que me anteceden Y las pequeñas cosas reveladoras: los sellos, los clips de las cartas, las notas bajo el cristal de la mesa, mis sonrisas en viejas fotos. Soy el compuesto de los hombres que me amaron y a quienes no amé. Soy aquéllos que amé y no me amaron, aquéllos que ni amé ni me amaron, y aquéllos que creía que amaba y creía que no me amaban. Soy el compuesto del único hombre a quien amo. Soy la novia cuya imagen lloraba en la foto de su primera boda (pero sólo la imagen). Soy mis refracciones, mis derrotas, mis victorias vanas. Soy mi salvación de morir ahogada una vez (si en verdad fue salvación). Soy la miga rancia de pan sobre mi mesa. Soy los siete días y los siglos que me llevó crearme a mí misma. Soy los peces y las aves y los árboles y el humo de las fábricas, y el asfalto de la carretera y la sirena de las bombas, y soy el viento y las arañas y la pulpa de la fruta. Soy cada volcán en la cima de cada montaña en cada país de cada continente de cada planeta. Soy cada agujero cavado en la tierra de cada país de cada continente de cada planeta. Soy el segundo que tardé en destruirme y todos mis cuerpos y las calles húmedas de mi ciudad y soy quien era y soy quien podría haber sido.

Soy el vestido azul que mi madre no se compró para poder pagar las cuotas de mi colegio. Soy la biblioteca de mi padre, sus ojos y su petulante corazón. Soy las miradas que no me permití echar, las palabras que no dije y los besos que no di y los rastros que no dejaré tras de mí: todas las cosas tontas que no hice todas las grandes cosas que no he hecho todavía todas las partidas de las que no regresé. Soy mi hija a la que no he dado a luz a quien tal vez dé a luz un día y la mujer que seré. Soy casi esa mujer y soy casi el hombre que no llegué a ser del todo que no quiero llegar a ser y que me salva de mí misma cada día. Soy la mujer que no soy ahora mismo, todas las cosas y las personas que fui ayer, que seré mañana, y que me crean me dejan de crear me recrean.