V.1: marzo, 2020
© Lucía Terol, 2020
© de esta edición, Futurbox Project, S. L., 2020
Todos los derechos reservados.
Diseño de cubierta: Taller de los Libros
Publicado por Kitsune Books
C/ Aragó, 287, 2º 1ª
08009 Barcelona
info@kitsunebooks.org
www.kitsunebooks.org
ISBN: 978-84-16788-45-3
THEMA: VXA
Conversión a ebook: Taller de los Libros
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser efectuada con la autorización de los titulares, con excepción prevista por la ley.
Lucía Terol, autora de Esencia minimalista, es minimalista y organizadora profesional, y ha acompañado a cientos de personas a organizar sus casas, sus finanzas y sus vidas. Ahoras, además, forma a personas que quieren formarse en procesos de orden y minimalismo. Lucía te invita a identificar qué te aporta valor, prorizarlo y dejar ir las distracciones creando orden en tu entorno y en tu interior. Nuestro mundo exterior es un reflejo de nuestro mundo interior y desde esta visión podemos crear un orden duradero.
Recupera tu espacio y disfruta de tu vida
Nuestro tiempo es limitado y queremos que sea de calidad. Buscamos el equilibrio y la calma, pero el día a día y la acumulación de objetos pueden llevarnos a situaciones de estrés que nos impiden gozar de una vida tranquila y feliz.
Lucía Terol, especialista en minimalismo y organización, y creadora de www.sencillezplena.com, comparte su experiencia y multitud de consejos prácticos enfocados a lograr el equilibrio mental y físico. En Esencia minimalista encontrarás hábitos sanos y fáciles de poner en práctica, enmarcados en la filosofía del minimalismo, diseñados para ayudarte a disfrutar y dejar atrás la insatisfacción y la dependencia.
¿Estás listo para una vida sencillamente plena?
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Portada
Página de créditos
Sobre este libro
La vida es una suma de historias con moraleja
¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
Primera Parte: La visión
1. ¿Qué es el minimalismo?
2. ¿Tenemos demasiadas cosas? ¿Nos poseen nuestras posesiones
3. ¿Quién puede ser minimalista?
4. ¿Qué beneficios te traerá llevar un estilo de vida minimalista?
5. ¿Por qué deberías dar el salto al minimalismo?
6. Confesiones e intenciones
7. Tests de inicio
Segunda parte: El verbo tener
Ruta 1: No eres tus cosas
Ruta 2: Los regalos del desorden
Ruta 3: ¿Quién decide qué necesitas?
Ruta 4: El poder de la ropa
Ruta 5: ¿Qué se queda y qué se va?
Ruta 6: Desconectar para conectar
Ruta 7: ¿Cómo usas tu dinero?
Tercera parte: El verbo hacer
Ruta 8: ¿Quién nos ha robado el tiempo?
Ruta 9: El poder de lo importante
Ruta 10: Minimalismo digital
Ruta 11: Productividad minimalista cíclica
Ruta 12: Cuidando el cuerpo
Ruta 13: Las relaciones personales
Ruta 14: Define tu faro
Cuarta parte: El verbo ser
Ruta 15: Lo que crees que te falta
Ruta 16: El poder de la flexibilidad
Ruta 17: Deja espacio para la magia
Ruta 18: Minimalismo mental
Ruta 19: Las enseñanzas del pelo
Ruta 20: La muerte
Ruta 21: La gratitud
Quinta parte: La despedida
Bibliografía
Notas
Sobre la autora
A todos los ángeles que han hecho posible
que este libro esté ahora en tus manos y
especialmente a mi madre por ser
Este libro está diseñado para que te acompañe en tu camino mientras te aporte valor y para que lo dejes ir cuando ya no lo haga.
Si ese momento llega, te invito a regalar aquella ruta que más te haya inspirado a la próxima persona que leerá su contenido.
Me gustaría dedicarte la ruta __________ para que:
Si el libro es regalado más de una vez y la ruta no coincide, puedes dejar la tuya aquí.
Me gustaría dedicarte la ruta __________ para que:
Bowen, Will, Un mundo sin quejas: cómo dejar de quejarse y comenzar a disfrutar de la vida, Barcelona, Grijalbo, 2008.
Brown, Michael, El proceso de la presencia: Un nuevo paradigma de la salud, Barcelona, Obelisco, 2008.
Cameron, Julia, El camino del artista, Barcelona, Aguilar, 2011.
Chopra, Deepak, Las siete leyes espirituales del éxito, Madrid, Edaf, 2013.
Covey, Stephen R., Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva, Barcelona, Planeta, 2016.
Espinosa, Albert, El mundo amarillo: Si crees en los sueños, ellos se crearán, Barcelona, Debolsillo, 2009.
Fernández, Sergio, Vivir con abundancia: Por qué algunas personas consiguen lo que se proponen y otras no, Barcelona, Plataforma, 2015.
Ferriss, Timothy, La semana laboral de cuatro horas, Barcelona, RBA Libros, 2008.
Giono, Jean, El hombre que plantaba árboles, Barcelona, Duomo ediciones, 2009.
Krishnananda, De la codependencia a la libertad: Cara a cara con el miedo, Móstoles, Gulaab, 2004.
Kondo, Marie, La magia del orden, Barcelona, Aguilar, 2018.
Kübler-Ross, Elisabeth, La rueda de la vida, Barcelona, B de Bolsillo, 2006.
Macdougall, Christopher, Nacidos para correr: La historia de una tribu oculta, un grupo de superatletas y la mayor carrera de la historia, Barcelona, Debate, 2011.
Millburn, Joshua Fields y Nicodemus, Ryan, Everything that remains: a memoir by the Minimalists, Asymmetrical Press, 2014.
Ors, Pablo d’, Biografía del silencio, Madrid, Siruela, 2012.
Osho, El equilibrio Cuerpo-Mente, Barcelona, Debolsillo, 2010.
Punset, Elsa, El mundo en tus manos, Barcelona, Destino, 2014.
Roura, Nuria, Detox Sen para estar sanos por dentro y bellos por fuera, Madrid, Urano, 2015.
Ruiz, Miguel, Los cuatro acuerdos: Un libro de sabiduría tolteca, Madrid, Urano, 2012.
Singer, Michalel A., La liberación del alma, Móstoles, Gaia, 2014.
Samsó, Raimon, El código del dinero, Rubí, Obelisco, 2010.
Sogyal, Rinpoche, El libro tibetano de la vida y de la muerte, Madrid, Urano, 1994.
Tolle, Eckhart, El poder del ahora: una guía para la iluminación espiritual, Móstoles, Gaia, 2001.
Cuenta la leyenda que un viejo profesor quiso sorprender a los asistentes a su clase. Sacó de debajo del escritorio un tarro grande de boca ancha. Lo colocó sobre la mesa, junto a una bandeja con piedras del tamaño de su puño, y preguntó:
—¿Cuántas piedras creen que caben en este tarro?
Después de que el alumnado hiciera sus conjeturas, empezó a meter piedras hasta que lo llenó.
Luego preguntó:
—¿Está lleno?
Todo el mundo lo miró y asintió. Entonces, sacó del mismo lugar un cubo con gravilla. Dejó caer parte de la gravilla en el tarro y lo agitó. Las piedrecillas penetraron entre los espacios que dejaban las piedras más grandes.
El profesor sonrió con ironía y repitió:
—¿Está lleno?
Esta vez los asistentes dudaron:
—Tal vez no.
—¡Bien! —Y puso sobre la mesa un cubo con arena que también volcó en el tarro.
La arena se filtró por los pequeños recovecos que quedaban entre las piedras y la gravilla.
—¿Está lleno? —preguntó de nuevo.
—¡No! —exclamaron.
—Bien —dijo, y cogió una jarra de agua de un litro que vertió en el frasco—. Lo que esta lección nos enseña es que, si no colocas las piedras grandes primero, no podrás colocarlas después.
¿Cuáles son las piedras grandes en tu vida? ¿Tu familia? ¿Tus amistades? ¿Tus sueños? ¿Tu trabajo? ¿Tu salud? ¿El dinero? La elección es tuya. Una vez lo hayas decidido, pon esas piedras primero. El resto encontrará su lugar.
La pregunta es tanto para ti como para mí, porque nada ocurre por casualidad.
Reflexiono.
Respiro.
Este libro se crea a lo largo de un camino de búsqueda que me ha llevado por distintos países, empezando por Italia, gracias al programa Erasmus. De ahí a Brasil, donde iba a pasar cuatro meses para estudiar a Paulo Freire, pero acabé ampliando mi estancia para hacer un viaje por Sudamérica: Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela. La vuelta a Brasil la hice en barco, navegando por el río Amazonas.
La selva amazónica.
Sí. Si tuviera que decidir, sé que todo se fraguó el 3 julio de 2009 en aquella selva. Tuve el privilegio de participar en un ritual, y algo allí me cambió. De repente, me di cuenta de que la vida, tal y como la conocía, no tenía sentido para mí. Estaba en fase de cierre. En unos meses volvería a España con la segunda carrera casi acabada. Aunque sin una ruta clara más allá de saber que el camino más transitado, para mí, carecía de todo sentido. Por inercia, me embarqué en un máster sobre cooperación internacional con la intención de «ayudar» y «viajar», mis dos pasiones. Pero había algo en el concepto de «ayudar» que no encajaba: ¿qué se esconde detrás de esa palabra? Una estancia en la capital de Bangladesh fue suficiente para darme cuenta de que ese tampoco era mi camino.
De ahí me trasladé al cambio local, traducido en educación para el desarrollo en mi propio país de origen. Pero la mochila me llamaba cada vez que intentaba asentarme en algún lugar. Dos certezas me movían:
Así, dejé mi trabajo y emprendí un viaje por Tailandia, Nueva Zelanda y Australia con el propósito de encontrar mi pasión. Y no, debo confesar que no la encontré, pero, aunque no hallé la respuesta exacta, descubrí la senda.
A partir de ese momento, dejé de buscar fuera e inicié un proceso de autodescubrimiento.
Un día en que leí sobre minimalismo vi la luz: «Llevo una vida minimalista». Las distintas experiencias, sobre todo los viajes, me han llevado a identificar y vivir con lo esencial a distintos niveles.
Respiro de nuevo.
Respira de nuevo.
Esta es la edición revisada y mejorada de Esencia minimalista. Han cambiado tantas cosas que lo cierto es que tengo dudas de si hablamos del mismo libro.
Dicen que nunca te puedes bañar dos veces en el mismo río, y creo que con las personas pasa un poco lo mismo: aunque conservamos el nombre, lo cierto es que somos seres en constante evolución.
No soy la misma persona que escribió este libro hace tres años y, desde luego, aunque hay muchas cosas que se asemejan, hay otras que en este tiempo han cambiado.
Viajes, experiencias, formaciones, vivencias… y, sobre todo, he sido madre. El mayor bofetón cósmico de mi vida.
Hasta ahora el minimalismo había sido para mí una elección personal. Ahora, es una necesidad.
Mis ojos están llenos de lágrimas mientras escribo estas palabras. De corazón espero que disfrutes de este texto y de esta aventura hacia tu esencia minimalista.
Esencia minimalista consta de cinco partes que crean una visión completa.
Al final de cada uno de los verbos encuentras un plan de acción concreto para aplicar lo visto en las distintas rutas.
Este libro es una peregrinación. Un camino en el que confío que puedas identificar y priorizar aquello que te aporta valor y dejes ir lo que no.
Un proceso de autodescubrimiento cuyo destino es tu esencia minimalista.
Según la Real Academia Española: «Corriente artística que utiliza elementos mínimos y básicos, como colores puros, formas geométricas simples, tejidos naturales, lenguaje sencillo, etc.».
¿Qué te viene a la mente cuando piensas en minimalismo?
Es fácil que acuda a ti alguna de estas imágenes:
Estas son algunas de las recetas del minimalismo, pero lo cierto es que hay tantas opciones como personas.
Mi intención no es que te adscribas a ninguna religión o que cambies tus muebles. Porque, aunque yo sí me rapé la cabeza, ya llegaremos a ello más adelante, lo cierto es que no visto de naranja y, aunque la mayoría de mis muebles son de color blanco, es más por una pasión por la luz que por el minimalismo.
El minimalismo es el camino a Roma.
¿Cómo?
A Roma, sí, no es una errata.
Todos los caminos conducen a Roma, y Roma leído al revés es amor.
El minimalismo no es el fin en sí mismo, simplemente es el camino hacia una vida con sentido para las personas y para el planeta, a través del amor.
Al hablar de minimalismo, siempre hay un denominador común: la vida con menos cosas materiales, pero lo cierto es que esta no es la única variable de la ecuación. Desde mi punto de vista ni siquiera es la más importante.
El minimalismo no es simplificar tu vida reduciendo tus pertenencias con el objetivo de «no tener», sino con el objetivo de invertir. Sí, invertir el tiempo y la energía en lo que de verdad importa.
Cuando eliminas lo que no sirve de tu vida, de tu casa o incluso de tu escritorio, dejas espacio para que lleguen cosas nuevas, pero, sobre todo, te das libertad:
Porque no es cuestión de cuánto eliminas, sino de para qué dejas espacio en tu vida. No consiste en tener el mínimo número de objetos o de relaciones, sino en que te quedes con aquello que de verdad aporte valor a tu vida.
La clave está en identificar cuáles son tus piedras grandes y ponerlas en primer lugar en tu tarro, es decir, en tu vida.
En el libro Everything That Remains, de Joshua Fields Millburn y Ryan Nicodemus, los autores nos cuentan la anécdota del pequeño Andrew.
El día de Navidad, Andrew abre sus regalos. Empieza por uno de ellos y, tras unos momentos de gran emoción, lo deja para continuar con otro paquete. Cada caja contiene un nuevo juguete y la misma situación se repite de forma similar. Esa gran emoción se desvanece poco después.
Horas más tarde, Andrew llora desesperado. Aunque ha recibido muchos de los juguetes de su carta, la verdad es que él quería el juego que tienen sus amigos, o ese muñeco que deseaba a escondidas. Los juguetes que tiene delante le recuerdan los que no tiene. Este comportamiento parece infantil, pero tal y como el autor lo plantea, ¿acaso los adultos no hacemos lo mismo? Miramos las cosas que tenemos, pero no las valoramos porque deseamos tener otras o, simplemente, más.
Confundimos placer con felicidad. ¿Cuál es la diferencia? El placer es una sensación pasajera, provocada por un hecho externo que nos produce un sentimiento agradable. En algunos casos, puede llevar incluso a la euforia y siempre viene inducida por un juicio en el que una determinada situación se interpreta como buena. La felicidad, en cambio, es un estado que trasciende a una emoción y está vinculada a una sensación de autorrealización y plenitud, tiene un carácter duradero y, en este caso, el foco está en tu interior.
Entonces, para llevar una vida minimalista, ¿no tengo que deshacerme de objetos?
Claro que te deshaces de objetos, pero no porque sí, sino porque dejas ir lo que identificas que no te aporta valor. Eliminas a los parásitos que nos absorben la energía y nos venden dosis de placer de mala calidad, que nos llenan los armarios y, a la larga, nos hacen sentir personas vacías.
La esencia minimalista es:
La esencia minimalista es una revolución desde el amor por el planeta y el amor hacia nosotros mismos.
No gana quien tenga menos, no es una carrera por el sacrificio, es una apuesta por el sentido.
Desde esta perspectiva, el objetivo es principalmente egoísta, para que recuperes tu tiempo y tu vida y te dediques a aquello que es realmente importante para ti.
¿Sabes qué es lo curioso?
Que cuanto más te centres en ti, desde la perspectiva de tener una vida con sentido, mejores decisiones tomarás con relación a las personas que te rodean y al planeta.
Pero a eso ya llegaremos.
Nuestra cultura está orientada al consumo desenfrenado. No solo de cosas, sino también de tareas, actividades e información.
Se calcula que el habitante de una ciudad recibe alrededor de 100 000 estímulos informativos cada día.
Personalmente, cambio de país con cierta frecuencia y, cuando llego a una nueva ciudad, sé que necesito un mínimo de objetos para vivir. Pero es tan difícil mantener el equilibro en este sentido… Así, de repente, me vi en medio de un traslado con una cuestión en mente: «¿De dónde han salido estas cosas? ¿De verdad las necesito?».
Aunque a nivel teórico ya sabía que los objetos no dan la felicidad, para mí esta cuestión ha sido la clave de mi acercamiento a un modo de vida mucho más simple. ¿Cómo es posible que haya acumulado tantos objetos, actividades y relaciones de forma inconsciente?
No confundir objetos con amor
Que tengas esa figurita de la comunión de tu prima no quiere decir que la quieras más. De hecho, probablemente ella ni siquiera sea consciente de ello. Lo cierto es que los recuerdos se llevan en el corazón y normalmente no vienen de la mano de objetos, sino de los momentos compartidos con esa persona.
Se dice que san Francisco de Asís señaló al final de su vida: «Cada vez necesito menos cosas y, las pocas que necesito, las necesito muy poco».
Ordenar no es simplificar
Aunque cambies las cosas de lugar, siguen estando ahí. De hecho, todas las cosas que usamos suelen estar en lugares de fácil acceso. Así, una forma de empezar a identificar lo que «no necesitas» es observar el fondo de los cajones.
No valen los «Ahora no puedo, pero en “x” tiempo…»
Si no te has puesto ese vestido en un año porque no te favorece, déjalo ir. Si no has llegado a leer ese libro desde que lo compraste, por muy interesante que parezca, tienes tres opciones: empezar a leerlo en ese momento o, «si no tienes tiempo», lo que significa que tus prioridades son otras, regalárselo a alguien o donarlo. Siempre podrás pedirlo prestado o buscarlo en una biblioteca cuando sea el momento justo, si es que alguna vez llega.
No eres lo que tienes, ni eres lo que haces
Personalmente, me gusta mucho esta metáfora: «Si continúas cavando agujeros nuevos, nunca encontrarás el agua».
Un curso de yoga, un curso de meditación de este tipo, un curso de cocina de aquel otro… Como bien dice el refrán: «Aprendiz de mucho, maestro de nada».
En general, las personas estamos tan ocupadas buscando la felicidad que no tenemos tiempo para ser felices.
Y como ya sabrás: realizar más actividades y tener más objetos no están vinculados a una mayor productividad ni a obtener mejores resultados.
No es solo lo que ya tengo
No, eso tan solo es la punta del iceberg. Lo realmente importante es qué dejo entrar en mi vida.
La vida es priorizar y cada elección lleva un rechazo consigo. Minimizar es aprender a elegir qué o quién quiero que venga conmigo.
La próxima vez que te plantees comprar un objeto, hacer una actividad o empezar una relación hazte una pregunta: ¿de verdad quiero invertir energía aquí? ¿Le da valor a mi vida?
No hay un perfil concreto para una persona minimalista. Un chico de treinta años minimalista que viaja por el mundo, como Colin,* es muy diferente de un padre minimalista que tiene seis hijos, como Leo.* Y, aunque cada uno se acerca al minimalismo de forma distinta, lo cierto es que tienen algunos puntos en común. Son personas que identifican qué aporta valor a sus vidas, lo priorizan y dejan ir lo que no, para tener más tiempo, más dinero, más libertad y dar más sentido a su vida.
El minimalismo no obliga a vestir de una forma determinada, porque no va asociado a una profesión o a un nivel adquisitivo concretos, sino que es una filosofía de vida, una forma de moverse y relacionarse con el mundo.
En uno de mis viajes, estando en Nueva Zelanda, me alojé en casa de Camille, una mujer de unos ochenta años, originaria de Escocia, que llevaba más de cinco décadas residiendo allí. Me confesó que una de sus mejores amigas había fallecido y que la familia se había desprendido de todos sus objetos a través de una empresa dedicada a vaciar casas. Mientras me contaba esto, miraba a su alrededor y no pudo ocultar un dejo de reflexión en su voz porque intuía que algo así le podía ocurrir a ella, aunque rápidamente cambió su energía y su entonación. Con una sonrisa en el rostro me explicó que había empezado a donar parte de sus pertenencias a las personas que se interesaran por ellas.
Se había dado cuenta de que a lo largo de su vida había acumulado una cantidad ingente de objetos, que no la identificaban y que, cuando llegara el momento de abandonar este mundo, no solo no la iban a acompañar, sino que serían un estorbo para quienes se quedaran.
Si alguien me preguntara si creo que Camille es minimalista, yo diría que sí. Había conectado con la filosofía minimalista, con la libertad y la capacidad de «dejar ir». Desprendiéndose de forma natural, sin identificarse y sin apego por sus objetos. Había cambiado su forma de relacionarse con el mundo, con los objetos, con las personas y con su propia vida.
Recuerda: no eres lo que tienes, no eres tu profesión, ni tus relaciones.
Por supuesto, esto no quiere decir que tengas que sentirte culpable por tener posesiones; al contrario. Significa que eres libre porque tu felicidad no depende de ellas.
Este es el «para qué» de profundizar en el camino:
Podría redactar una lista interminable de aspectos que pueden variar de una persona a otra.
Pero lo más importante es que dejas de valorarte por lo que tienes o por lo que haces y pasas a valorarte por lo que de verdad eres.
Porque cuando crees que no tienes nada, descubres que ya lo tienes todo.
En mi caso, el minimalismo está relacionado con la búsqueda de la felicidad.
El concepto de felicidad siempre me ha interesado. He estudiado y leído mucho al respecto: el índice de felicidad por países, los factores que afectan a la felicidad, las características de las personas felices… Con el tiempo, me conciencié de que dentro de mí había una profunda confusión conceptual, pero eso no lo aprendí a nivel teórico, tuve que vivirlo.
Después de haber participado en los cursos de Lectura de Aura y de haber aprendido una técnica que cambió mi vida al mostrarme mi pasión y mi don, decidí hacer un retiro de veintiún días dirigido por mi profesora de aura.
Pasé esas tres semanas en una cabaña en mitad de la naturaleza en una comunidad en Brasil. Durante ese tiempo mis consignas eran: silencio, soledad, ayuno y ninguna distracción. En mi vida ya había hecho otros retiros como Vipassana, retiros de yoga y/o ayunos, pero en todos ellos siempre tenía algo que hacer, un horario que seguir o una técnica concreta que aprender.
A lo largo de esos veintiún días mi labor diaria consistía en estar conmigo misma sin ningún tipo de distracción ni de horario. Antes de empezar el retiro, me di cuenta de que tenía miedo. Creía que no sería capaz de estar conmigo misma sin volverme loca. Ahí observé que había pasado toda mi vida evitando encontrarme, distrayéndome de diversas formas, incluso con la alimentación.
Durante el proceso, me encontraba con la guía espiritual una vez al día y tenía un tiempo limitado para hablar con ella, unos cinco minutos. Los primeros días llegaba con una lista de cosas que quería compartir. No te puedes imaginar lo que se puede llegar a pensar en veinticuatro horas cuando no tienes nada que hacer. Uno de esos días, recuerdo que la lista incluía: dos sueños muy intensos, una moneda que había encontrado en el suelo y que interpreté como una señal, mi relación de pareja, el amanecer, las horas de sueño, sentimientos intensos y contrapuestos que llegaban a mí, recuerdos de mi infancia… y eso era después de haberla simplificado para identificar lo «imprescindible».
Estas conversaciones, a mi juicio, no siempre eran tan fructíferas como yo deseaba. En algunos casos, no encontraba la apreciación, o incluso el reconocimiento por parte de mi interlocutora, con relación a la magnitud e importancia de los hechos que le narraba. Al cabo de unos días descubrí el porqué.
Con el paso de las semanas, mi mente se fue tranquilizando y, a su vez, también mi diálogo interno. Al mismo tiempo, el contacto con mi entorno más cercano y la naturaleza que me rodeaba adquirió una nueva dimensión.
El tiempo pasó entre descubrimientos sencillos y profundos.
Uno de los últimos días, cuando llegué al encuentro con la guía, me preguntó:
—¿Cómo estás Lucía?
—Bien —respondí.
—¿Tienes algo que compartir?
—No, estoy bien.
Ella sonrió y yo lo comprendí.
Todo es relativo.
Porque cuando te deshaces de todo, comprendes que no necesitas nada, ni a nadie. Ese día, en ese instante, fui consciente de la importancia del minimalismo. Porque dentro de todas las personas (dentro de ti y de mí) existe la capacidad de conectar con esa felicidad que ya está ahí, porque forma parte de nuestra esencia. Una felicidad que no es alegría, sino paz interior.
Esta paz solo depende de ti. Y esta certeza libera, te libera a ti y libera a las demás personas, porque nadie puede hacer feliz a nadie.
Pero no, no creo que sea necesario irse a una cabaña en mitad de la nada en una zona tropical para darse cuenta de ello. Por eso he escrito este libro, para que a través de estas veintiuna rutas puedas adentrarte en este concepto a través de esa profundidad que amplía la perspectiva desde la que puedes elevarte y ver las piedras que dan sentido a tu camino.
Te agradezco que hayas llegado hasta aquí.
«Cuando lean, no solo consideren lo que el autor piensa, consideren lo que ustedes piensan. Deben buscar su propia voz. Cuanto más esperen para empezar, menos posibilidades tienen de encontrarla. Thoreau dice que la mayoría de los hombres viven en desesperación silenciosa. No se resignen a eso. Libérense…».
El club de los poetas muertos
Confieso que no soy una experta en todas las rutas.
Cuando, a través de una vida seminómada, creí que había conseguido identificar lo importante a nivel material, la vida me demostró que todavía me quedaba camino.
Descubrí que seguía acumulando en mi agenda unos compromisos que resultaban excesivos para las limitadas horas del día.
Cuando logré identificar lo esencial desde esta perspectiva, la vida me demostró que todavía me quedaba camino.
Descubrí que a nivel interno había una mezcla de pensamientos y emociones que se acumulaban en mi interior y me dificultaban el día a día.
Cuando identifiqué las pautas para volver a la esencia, la vida me demostró que todavía me quedaba camino.
Descubrí que había matices que no había tenido en cuenta desde la parte material y, así, comprendí que no había un destino al que llegar.
Hace poco falleció una persona que había sido mi mentor en un club al que pertenezco. La siguiente reunión la presenté yo y fue muy emocional. Abrí con estas palabras de Antonio Machado:
«Caminante, son tus huellas el camino y nada más;
Caminante, no hay camino, se hace camino al andar».
Estas son las mismas palabras que me gustaría usar para empezar este texto.
Esencia minimalista no pretende que reduzcas tus posesiones o tus quehaceres, ni siquiera tus pensamientos a un número concreto, lo que intenta es que puedas, a través de estas veintiuna rutas, identificar cuál es tu esencia para:
Porque:
¿Cómo saber si eres minimalista?
¿Cómo sabes si alguien es alto o bajo? Por los centímetros que mide.
¿Cómo sabes si alguien es minimalista o no? Por el tipo de decisiones que toma.
No es cuestión de la cantidad de objetos, del color de la ropa o incluso de las actividades del día a día. Lo que determina el minimalismo son las decisiones conscientes que tomamos.