Título original: La disputa felice. Dissentire senza litigare sui social network sui media e in pubblico
© 2017 by Franco Cesati Editore
© 2019 de la edición española realizada por SANDRA CAULA
by EDICIONES RIALP, S. A.,
Colombia 63, 8.º A - 28016 Madrid
www.rialp.com)
Preimpresión: produccioneditorial.com
ISBN (edición impresa): 978-84-321-5170-5
ISBN (edición digital): 978-84-321-5171-2
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Índice
Portada
Portada interior
Créditos
Prefacio
1. Encuentros del otro mundo
1. Sobrecarga de libertad
2. El final de los mundos
3. El gusto de la disputa
4. Qué no es una disputa feliz
2. Hay modos y modos
1. ¿Cuánto cuenta el cómo?
2. La postura en el juego
3. Darse a entender
1. Pocas (pero buenas) ideas
2. La pirámide invertida
3. Habla como vives
4. Releer, repensar, reevaluar
4. Desactivar el conflicto
Desactivar el conflicto
1. La paradoja de la pelea
2. Las expresiones beligerantes
3. El poder de ignorar
4. La comunicación no hostil: un manifiesto útil
5. Salir de tu «zona de confort»
Salir de tu «zona de confort»
1. Frame, echo chamber* y prejuicios cognitivos
2. La relación con la información y las fuentes
3. La relación con otros en la red
4. Entre los contendientes, disfruta quien reelabora
6. Disentir sin pelear
Disentir sin pelear
1. Representarse a sí mismo
2. Romper las burbujas
3. Ser subversivo
4. Sin púlpito, mejora la prédica
5. La lotta continua
El caso de la abadesa y La Zanzara
1. Los impulsos sexuales en el monasterio
2. El matrimonio homosexual
3. La actitud serena y la eficacia de la intervención
4. Las hermanas son mujeres como todas
5. Elevar el listón, delimitar el tema, adherirse a la realidad
6. Tú eres es el mensaje
Agradecimientos
Autor
Prefacio
He sido ruin mucho tiempo, especialmente en las redes sociales. Cuando comencé a entrar en foros de debate, hacia finales de los años noventa, le daba mucho valor a la respuesta rápida, al sarcasmo y al cinismo. No es que me agradara especialmente hacerlo, pero me hacía sentir à la page. Era estupendo pinchar a la gente, burlarse, reírnos juntos de alguien. Era estupendo, pero tenía un costo: en el fondo, muy en el fondo, persistía la duda de si lo que estaba haciendo era algo correcto.
Desde entonces, desde que empecé en estar online, algo ha cambiado: la gente llegó a la red. Al comienzo éramos cuatro gatos, todos conocidos, y nos sentíamos los pioneros del ciberespacio. Pero ahora es diferente: Internet ha acogido a todos en sus redes, absolutamente a todos. Y surge entonces un nuevo riesgo: la ofensa mediante el sarcasmo o mediante la broma de doble sentido, pues ya resulta completamente normal encontrarse con «los otros» en las redes: con gente que tiene una visión política diferente a la tuya, otra religión, otros hábitos y tradiciones, y unas referencias culturales desconocidas hasta ahora para nosotros.
Me di cuenta de que aquellos comportamientos que siempre había considerado una señal de distinción, ya no lo eran (tal vez nunca lo habían sido). ¿Cómo discutir con personas que sostienen ideas tan radicalmente diferentes a las mías? ¿Era posible que yo, que me consideraba una mente abierta y sin complejos, bien informada sobre los temas fundamentales, fallara en la comunicación precisamente cuando esta era más importante, al poner en contacto mundos tan distintos?
Debo admitirlo: estuve consternada por un tiempo. Es difícil, ciertamente, saber comportarse cuando salimos de nuestra reconfortante burbuja, interconectada con otras burbujas también reconfortantes para quienes vivían dentro de ellas...
Pero encontré el modo: la disputa feliz. O, mejor dicho, encontré al disputador feliz: Bruno Mastroianni. Un hombre paciente por vocación, capaz de explicar cómo no perder los estribos a la primera de cambio, cómo tratar precisamente a quienes no piensan como nosotros. Mastroianni da un giro: en lugar de tratar de convencernos de que discutir no está bien, nos muestra lo divertido y satisfactorio que puede ser disentir sin pelear. Mediante la descripción de nuestros peores tics comunicativos, casi dolorosa, La disputa feliz invita a cambiar nuestra actitud hacia las opiniones diferentes a la nuestra, que dejan de ser un problema insuperable y se transforman en una extraordinaria ocasión de enriquecimiento. Y nos invita a hacerlo de una manera simple y directa, sin hablar desde el estrado. No tenemos la sensación de «ser educados» por el enésimo gurú de la comunicación; más bien —y aquí se revela el filósofo que Mastroianni lleva dentro— acompaña al lector para que aprenda y consolide sus propias competencias de comunicación.
En este volumen se habla de miedo, de sobrecarga comunicativa, de los haters[1] más y menos conscientes, de qué competencias son necesarias para cualquiera, no solo para los profesionales; también se habla del contenido —que debe coexistir armoniosamente con la forma—, y de aspectos que van más allá de lo virtual, como la postura, la mirada, el tono de la voz, la importancia de la sonrisa al hablar y al escribir (porque, según el autor, también se percibe si sonríes mientras escribes).
Se detiene mucho en la importancia de hacerse entender y en la necesidad de usar las palabras apropiadas, que verdaderamente informen sobre la realidad: palabras icásticas, como le gustaba decir a Italo Calvino. Como es de Calvino la invitación a releer, repensar, reevaluar lo que se ha dicho o escrito.
Luego el libro entra en el meollo: nos muestra cuántas veces la discusión se polariza en posiciones extremas y, más o menos conscientemente, nos vemos obligados a posicionarnos ante una disyuntiva. Llegados a este punto, Mastroianni desactiva el conflicto con sugerencias extremadamente prácticas, como la de abandonar la propia zona de confort para aventurarnos en un territorio desconocido, mucho menos desconocido de lo que pensábamos (simplemente, no lo mirábamos de cerca).
En definitiva: disentir sin pelearse. Y, como asegura el autor, ¡SE PUEDE! Ese es grito del Dr. Frederick Frankenstein en la película de culto El jovencito Frankenstein. Y a decir verdad, lograrlo es una verdadera satisfacción.
Que nadie se engañe con el título: en este libro no hay buenismo. La disputa es feliz porque se vuelve gratificante para los contendientes, no porque evite la confrontación o edulcore la realidad. Este libro es la celebración de la diferencia, vista como un valor positivo y no negativo; como la única, la verdadera burbuja que nos puede hacer crecer. Como disputadores, como comunicadores, pero también, simplemente, como seres humanos.
Vera Gheno
[1] Personas que muestran sistemáticamente actitudes hostiles ante cualquier asunto. El término se ha popularizado en internet para designar a quienes, para expresarse sobre cualquier tema, se valen de la burla, la ironía y el humor negro (N. de la T.).