Primera edición: septiembre, 2019
© Joumana Haddad, 2016
Título original: The Third Sex. What Plato Told Me on His Deathbed
© de la traducción: Sara Cantú Pérez de Salazar, 2019
© Vaso Roto Ediciones, 2019
ESPAŃA
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eISBN: 978-84-121958-0-4
BIC: JFFK
Lo que Platón me contó en su lecho de muerte
Traducción de Sara Cantú Pérez de Salazar
A Mounir y Ounsi, nuevamente y por siempre.
A Matteo y Sofia, que no son míos, pero como si lo fueran.
A Inaya, la hija que siempre deseé.
A Rawan, Khodor, Riana, Mary y a toda la juventud árabe, que harán florecer la «Primavera» –verdadera y humana– en sus mentes, sus corazones y sus vidas.
Mañana.
Sí.
Finalmente.
Ten siempre a Ítaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
C. P. CAVAFIS, Ítaca
Buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar y darle espacio.
ITALO CALVINO, Las ciudades invisibles
La historia no está en las palabras. Está en la lucha.
PAUL AUSTER, La trilogía de Nueva York
NOTA AL LECTOR
PREÁMBULO: EL CANTO DE PLATÓN
EL VIAJE DEL LUCHADOR
La historia: Mi asesino silencioso
El destino: La cima de una montaña
El diálogo: Por qué pelear
El consejo de Platón: Ser vs. hacerse
EL VIAJE DEL HONRADO
La historia: El fantasma que no vi
El destino: Un local de striptease
El diálogo: Por qué decir la verdad
El consejo de Platón: Actuar vs. vivir
EL VIAJE DEL PENSADOR
La historia: Su nombre era Wafa
El destino: Un laberinto
El diálogo: ¿Por qué pensar?
El consejo de Platón: Heredar vs. encontrar
EL VIAJE DEL OYENTE
La historia: Mis primeros dos granos de arena
El destino: Un libro
El diálogo: Por qué escuchar
El consejo de Platón: Rechazar vs. acoger
EL VIAJE DEL COMPASIVO
La historia: La noche que reventé la burbuja
El destino: Un puente
El diálogo: Por qué ser compasivo
El consejo de Platón: Ignorar vs. preocuparse
EL VIAJE DEL ORGULLOSO
La historia: La Sra. Streisand y yo
El destino: Un espejo
El diálogo: Por qué estar orgulloso
El consejo de Platón: Ellos vs. yo
EL VIAJE DEL REBELDE
La historia: La palabra que empieza con «S»
El destino: Una jungla
El diálogo: Por qué rebelarse
El consejo de Platón: Someterse vs. resistirse
EL DIÁLOGO DE DESPEDIDA
CARTA A LA JUVENTUD
EPÍLOGO: LA REVOLUCIÓN HUMANITARIA
AGRADECIMIENTOS
Mientras sea esto o lo otro, no soy todas las cosas […].
MAESTRO ECKHART
He tenido tantas preguntas en la mente últimamente.
Preguntas alarmantes. Preguntas inquietantes. Preguntas del siguiente tipo:
¿Se puede considerar como seres humanos a los miembros de ISIS que, entre otras atrocidades, degüellan diariamente a personas en Siria e Irak en nombre de su dios?
¿Se puede considerar como seres humanos a los Cruzados Cristianos que, entre otras atrocidades, quemaron a las supuestas «brujas» en la Europa Moderna temprana, también en nombre de su dios?
¿Se puede considerar como seres humanos a los militantes talibanes que, entre otras atrocidades, mataron a ciento treinta y dos niños inocentes en una escuela en Peshawar, Pakistán, el 16 de diciembre de 2014?
¿Se puede considerar como seres humanos a los militantes de Boko Haram que, entre otras atrocidades, masacraron a más de dos mil personas en Baga, Nigeria, entre el 3 y el 7 de enero de 2015?
¿Se puede considerar como seres humanos a los radicales de Al Qaeda que, entre otras atrocidades, abrieron fuego contra los caricaturistas de Charlie Hebdo, porque estos últimos «osaron burlarse» de su profeta, en París, Francia, el 7 de enero de 2015?
¿Qué hay de los militares otomanos que exterminaron a más de un millón de armenios? ¿Qué hay de los responsables del genocidio en Ruanda? ¿Qué hay de Adolf Hitler, Hermann Göring y Joseph Goebbels? ¿Qué hay de Pol Pot? ¿Kim Il-Sung? ¿Hafez y Bashar el-Assad?
¿Acaso comparto el mismo ADN, el mismo denominador humano con estos y otros criminales igualmente terribles? ¿Pertenecemos a la misma especie? ¿No existe alguna otra «versión humana» más noble, allá afuera, con la que yo, tú y todos aquellos que no seamos «así», podamos asociarnos?
También he estado reflexionando sobre otros tipos de preguntas.
En su novela de 1963, Le fou d’Elsa, el poeta francés Louis Aragon escribió una frase célebre que me llamó la atención y me provocó desde que la leí: «La Mujer es el futuro del Hombre».
Vale. No está mal. Algunos incluso podrían considerarla maravillosa. Pero estas palabras, aunque halagadoras para el género que se me asignó, nunca me convencieron del todo. No me gustó la idea de que a la Mujer se le considerara el «futuro del Hombre», principalmente porque implicaba que el Hombre se convertiría en «pasado», obsoleto, extinto. No creo que la Mujer deba reemplazar al Hombre. Ella no debe heredar de él. Ella no debe derrocarlo y ocupar su posición a la vanguardia. Ella no debe vengarse de él. Ella no debe anularlo Ella no debe sobrepasarlo. Ella no debe establecer un sistema de poder injusto destinado a suplantar su sistema patriarcal discriminatorio. Ella no debe ser una «versión» actualizada, mejorada y avanzada de él ¡Basta con todas estas guerras absurdas, excluyentes y estériles! ¿No existe alguna otra «versión humana» más noble, allá afuera? Una con la que ambos, tanto Hombres como Mujeres, ¿nos podamos asociar?
Entonces lo entendí.
Me tomó cuarenta y cuatro años, pero finalmente lo logré: esta noble «versión humana», que estaba buscando, no es otra cosa que el ser humanitario; es decir, un ser humano que trasciende sus diferencias (no las anula); un ser humano que trasciende su género (no lo frustra); un ser humano que trasciende sus características (no las niega); pero sobre todo, un ser humano que trasciende todo aquello que infunde odio y mala voluntad en él/ella.
Un ser humano despojado de todo tipo de clasificaciones e influencias, salvo su humanidad.
En una época en que los cuerpos decapitados recorren nuestros espacios exteriores e interiores y el terror se expande como un universo paralelo que pronto podría devorarnos a todos, ésta podría ser la respuesta. Éste, el «tercer sexo», al que todos deberíamos aspirar.
Por lo tanto, querido lector, te presento a Humanus (humano en latín): Tu futuro. Mi futuro. Nuestro futuro. Humanus es nuestro porvenir tanto como nuestro pasado; nuestro origen tanto como nuestro destino. Es el antes y el después; el más allá y el fondo de las cosas Nuestro único y verdadero unificador; nuestra única y verdadera salvación como especie y, en consecuencia, nuestro único y verdadero dios: el dios que existe –dormido, silencioso o intimidado– en todos y cada uno de nosotros y al que nos urge despertar, resucitar, manifestar y alentar.
Humanus podría ser masculino, femenino, ambos o ninguno. Puede ser joven, viejo o entremedio; rico, pobre o de clase media. Podría ser negro o blanco; árabe u occidental; caucásico o indígena; monoteísta, politeísta, no teísta, naturalista, agnóstico o ateo; heterosexual, homosexual, bisexual, asexual o cualquiera de los matices intermedios. Lo único que Humanus no puede ser es inhumano. Todo lo demás simplemente no importa: porque Humanus es el núcleo universal que se encuentra debajo de todas esas y otras cortezas. Es el oro debajo del barro. Y, con el paso del tiempo, nos hemos vuelto expertos en producir costras y barro y en envolvernos en ellos.
Humanus, humanitario, en efecto: tan simple y tan complicado como eso. Es la mejor respuesta a todas las preguntas que pretenden filtrarnos, archivarnos en cajones y dividirnos: ¿Quién eres? ¿Cómo te llamas? ¿De dónde eres? ¿A dónde vas? ¿Cuántos años tienes? ¿Quiénes son tus padres? ¿Cuánto dinero ganas? ¿A qué raza perteneces? ¿Cuál es tu religión? ¿Cuál es tu género? ¿Cuál es tu orientación sexual? ¿Cuáles son tus convicciones políticas? ¿Cuál es tu nivel de educación? ¿En qué trabajas? Etc.
«Soy humanitario», en el sentido de que soy libre; en el sentido de que tengo empatía; en el sentido de que me importa; en el sentido de que soy generoso; en el sentido de que soy amable; en el sentido de que soy compasivo; en el sentido de que me involucro y evoluciono; en el sentido de que sé amar; en el sentido de que soy decente; en el sentido de que soy digno; en el sentido de que soy valiente; en el sentido de que sé discernir; en el sentido de que trabajo duro; en el sentido de que soy justo; en el sentido de que tengo la mente abierta; en el sentido de que tengo ambición; en el sentido de que soy independiente; en el sentido de que soy tolerante; en el sentido de que soy talentoso; en el sentido de que soy franco; en el sentido de que estoy alerta; en el sentido de que soy asertivo; en el sentido de que me comprometo; en el sentido de que soy consciente. «Soy humanitario», en el sentido de no soy indiferente; en el sentido de que no critico; en el sentido de que no soy mezquino; en el sentido de que no soy apático; en el sentido de que no tengo la mente estrecha; en el sentido de que no estoy lleno de odio; en el sentido de que no soy homofóbico; en el sentido de que no soy racista; en el sentido de que no soy sexista; en el sentido de que no soy clasista; en el sentido de que no soy sumiso; en el sentido de que no discrimino; en el sentido de que no soy intolerante; en el sentido de que no soy ignorante; en el sentido de que no voy por la vida sin dirección; y la lista continúa.
No me malinterpretes: no soy un predicador «moralista», ni un romántico impráctico, ni un pacifista utópico. Como descubrirás en este modesto libro, Humanus no da la otra mejilla: lucha, ardua y largamente, tan ardua y largamente como sea necesario. Humanus habla, no guarda silencio: dice No, pero también dice Sí cuando el Sí tiene más sentido. Humanus no se sacrifica: sabe que necesita amarse a sí mismo/misma ante todo para poder amar a los demás. Humanus confronta: no manipula ni acepta ser manipulado. Humanus planea: no sólo sueña, desea, suspira y espera que las cosas sucedan. Humanus no es ningún santo, ningún demonio, ningún héroe y ningún antihéroe: él/ella se encuentra fuera del juego chantajista del blanco y negro. En resumen, Humanus no es ni un ingenuo Cándido, ni la malvada madrastra de Cenicienta; ni un invencible James Bond; ni una desesperada Emma Bovary; ni un Supermán omnipotente, ni una conciliadora Scheherazade…
Ahora dime: ¿No aspiramos todos y, sobre todo, merecemos todos –bueno, casi «todos»– ser este Humanus?
El tercer sexo podría, a primera vista, parecer un libro de autoayuda. Pero no lo es. Se trata más bien de la historia de siete viajes muy individuales, que no pretenden ser necesariamente útiles para otros, o aplicables a la vida de todos. Es simplemente una humilde «propuesta» de hoja de ruta, una de muchas que precedieron y otras que seguramente seguirán. El tono de la obra es íntimo y «confesional», no imperativo ni moralizador o altivo. No obstante, ¿espera inspirar a otros o ser una luz en la oscuridad de algún lugar? Humanus cuenta con ello.
El tercer sexo también podría parecer una obra de ciencia ficción. Pero no lo es. Más bien, busca pertenecer al género de «ficción premonitoria». Así como el espacio y muchos otros desafíos aparentemente imposibles han sido conquistados en la vida real, después de que los llamados libros y películas de ciencia ficción los hubieran vaticinado mucho antes, así lo haremos nosotros, así podremos conquistar Humanus.
Por último, si bien no menos importante, El tercer sexo podría parecer un clin d’oeil a El segundo sexo de Simone de Beauvoir. En cierto modo lo es; aunque no necesariamente. Ni tampoco es sobre el tercer género que algunas culturas (como en India, Bangladesh o Tailandia) han comenzado a reconocer, y que podría utilizarse para designar a las personas andróginas, o intersexuales, o sin sexo, o aquéllas que no se identifican con ningún género. El «Tercer Sexo» descrito en este libro busca más bien trascender los discursos feministas y de género para lograr un discurso humanitario e inclusivo. Busca decir que Humanus es el Nuevo Género, y el Humanismo es el Nuevo Feminismo (de la misma manera en que es la Nueva Moralidad o la Nueva Filosofía Política o el Nuevo Modelo Económico, etc.).
Por muy inclusivos que se hayan vuelto los movimientos e ideologías feministas, particularmente en este tercer milenio, aún son considerados, en la práctica, como «cosas de mujeres». Así que después de «el humano femenino» y «el humano masculino», sigue «el humano humanitario», no para distinguirse de ellos, sino para enriquecer, complementar y representarlos a ambos, así como a «otros». Especialmente a otros: aquellos que no caben en ninguna categoría «políticamente correcta» reconocida. De esta manera, el tercer sexo no es realmente un «tercero», sino que es el primero, el segundo y todo el resto al mismo tiempo. Por consiguiente, esta obra busca posicionarse más allá de la discusión de género: en una forma de liberación respetuosa de la que personalmente carecí y que poco a poco adquirí. Busca transmitir una manera de «dar la espalda» a todas las clasificaciones existentes (sexo biológico, género, orientación sexual, identidad sexual, etc.) y a los análisis agotadores que éstas conllevan: análisis que a menudo están tan preocupados por ponerle un nombre específico a un fenómeno o una experiencia que «se atrevió» a preceder o desafiar el «diagnóstico» esperado, que terminaron sofocándolo y encerrándolo tras las rejas de la retórica, la «justificación» y el escrutinio psicológico.
Pero Humanus no necesita ser validado.
Humanus es.
(En una nota aparte, cómo me hubiera gustado haber ido más allá de las reglas gramaticales que rigen lo masculino y lo femenino en este libro en particular, y haber podido hablar sobre el ser humanitario usando un pronombre que incluyera intrínsecamente a todos los sexos, sin diferenciar entre ellos. Pero, lamentablemente, ese pronombre todavía no está disponible en español, a pesar del trabajo de muchos defensores de un lenguaje inclusivo).
Una aclaración más que resulta necesaria: he dividido el libro en siete capítulos. Cada capítulo pretende resaltar una cualidad particular que yo personalmente necesitaba adquirir, nutrir y desarrollar en mi «operación Humanus». Estas cualidades son respectivamente: El Luchador, El Honrado, El Pensador, El Oyente, El Compasivo, El Orgulloso y El Rebelde.
Cada uno de estos capítulos consta de tres segmentos: La Historia, El Destino y El Diálogo.
La Historia es el relato de una experiencia de vida personal relacionada con la búsqueda, que intenta mostrar la verdadera herida por donde las ideas, aspiraciones y proposiciones han sangrado; por lo tanto, te ruego de la manera más atenta que perdones la cantidad de yos, más yos y otra vez yos que ahí se encuentran.
El Destino es una representación poética del lugar adonde el viaje podría terminar llevándonos.
El Diálogo es un debate compuesto de pros y contras, de argumentos y contraargumentos; una suerte de reflexión intelectual con los demonios que silban en nuestras cabezas, que busca proporcionar el espectro más amplio posible de perspectivas sobre el tema. Las opiniones y convicciones formuladas en él pueden sonar insatisfactorias para algunos de vosotros, o incluso inadmisibles, pero eso es de esperarse, pues son el resultado de mis propios pensamientos, mis propios «demonios» y mis propios patrones de pensamiento. Y también vale la pena agregar que no pasa nada, ya que el propósito de esta sección es simplemente resaltar la importancia del «ejercicio de cuestionamiento» per se, no imponer un patrón particular o una conclusión específica. Es tan sólo un ejemplo de los siete mil millones de posibilidades.
Finalmente, cada capítulo termina con un consejo que Platón, el filósofo, podría habernos dado en su lecho de muerte.
Cada una de las siete cualidades también está vinculada a una parte específica del cuerpo humano que tiene un papel simbólico relevante en su realización y que inicia con una de las siete letras que forman la palabra HUMANUS.
No hace falta repetir que las habilidades aquí enumeradas no son restrictivas ni universales. Simplemente fue de suma importancia que yo las consiguiera debido a mi propia vida, mis defectos y mis metas. A ti, por otro lado, podrían inspirarte otras distintas.
Además, el orden de los capítulos no pretende indicar un sentido de importancia creciente o decreciente: todas las cualidades son igualmente significativas y cruciales. No hay una gradación absoluta y preestablecida en la realización del «Proyecto Humanus», ya que el grado de dificultad de cada etapa depende de cada individuo y, por lo tanto, varía de una persona a otra en función de su educación, experiencia y condiciones, así como de su propio conjunto de características. La secuencia aquí adoptada es meramente «morfológica», toda vez que se ha ordenado conforme a la ortografía de la palabra «Humanus». Por lo tanto, las cualidades pueden fortalecerse o buscarse en esta sucesión específica, u otra, o simultáneamente; o pueden ser reemplazadas por diferentes cualidades humanas, más pertinentes para ti y para tu vida.
¿Pero qué tiene que ver Platón con eso? ¿Y cuál es la historia detrás de mi encuentro con él justo antes de que falleciera?
Tal como relata su biografía, Platón «falleció de manera pacífica en su casa en Atenas, mientras que una joven tracia tocaba la flauta». Pero no antes de llamarme a su lecho de muerte, para decirme una o dos cosas que pesaban sobre él. A continuación, se muestra la transcripción de nuestra conversación:
Yo: ¿Por qué me ha llamado, maestro?
Platón: Me di cuenta de que no dije todo lo que quería decir en mi República.
–Pero ¿por qué yo? Hay otros en este mundo que merecen su confianza mucho más que yo: filósofos y pensadores que han pasado muchos años estudiando sus diálogos y analizando sus ideas y visiones, mientras que yo, por mi parte, me he distanciado de ellos desde que leí su condena de la poesía y de los poetas en el décimo libro, y su llamado a expulsarlos de la «Ciudad». ¿No está de acuerdo en que no soy merecedora de sus regalos?
–El mensajero no debe dudar de las razones que llevaron a elegirle por entre todos los demás. El mensajero debe simplemente transferir el mensaje. ¿Acaso la nube discute con el océano mientras su agua asciende hacia ella? Acepta humildemente la ofrenda y la redistribuye.
–Está bien. Escuchemos lo que tiene que decir. ¿Qué falta en su República?
–El ser humanitario.
–¿El ser humanitario? ¿Cómo puede ser esto? ¿No dedicó innumerables páginas a la descripción de la naturaleza del «Hombre Justo»?
–Lo hice. Pero cometí un error imperdonable. Me quedé tan absorto con la dimensión abstracta que condicioné a este Hombre según los criterios y la jerarquía de mi ciudad, cuando debí haber hecho lo contrario. Separé a las personas en clases, distinguiendo entre aquellas aptas para para gobernar, para hacer la guerra y para trabajar. Las moldeé según el principio de poderes mutuamente exclusivos (ya sea la mente, la pasión o la lujuria), mientras que debería haber celebrado su capacidad de tener los tres, y más. Es decir, su capacidad a ser humanitarios.
–Pero ¿acaso no supondría aquello un énfasis en el idealismo imposible que ya lo acusan de promover?
–No hay nada malo con los ideales; todos son aplicables una vez que decidimos que lo son. La mente sólo genera posibilidades, por imposibles que esas posibilidades puedan parecer a corto plazo. Lo que le ocurre a la conciencia está destinado a ser.
–¿Entonces cada persona puede estar cualificada?
–Toda persona está cualificada.
–¿Toda persona puede ser rey?
–Y guerrero y trabajador. Cada persona, cada humano puede ser humanitario.
–¿Y qué hay de los poetas?
–Que crezcan en número.
–¿Qué quiere de mí exactamente?
–Quiero que escribas mi noción actualizada del ser humano, y quiero que hagas de su potencial humanitario el centro de todo, en lugar de dejar que tan sólo sea un peón eficiente en un sistema. Ay del sistema que sea el creador en lugar de la criatura, y que sea el amo en lugar del sirviente. Y una cosa más antes de tu partida…
–¿Qué?
–Dile a la flautista que pare. Ahora me toca a mí cantar.
Los colegas filósofos dicen que está en peligro;
los cínicos la consideran extinta;
Y, sin embargo,
ahí está:
Una sonrisa en la cara de un perfecto desconocido
al que probablemente nunca más volverás a ver.
La risita de un bebé
recordándote
la primera vez que tu madre pronunció tu nombre.
Un pájaro que repentinamente se posa en tu balcón,
canta una dulce canción,
y alza el vuelo
dejando tras de sí un aroma a libertad.
Los sonidos del mundo justo antes del amanecer,
impolutos
naturales
tan fáciles como la vida aparenta ser
desde el calor de un vientre materno:
los rastros de lo que fue,
la esperanza de lo que podría ser.
Tu corazón rebosante de amor,
nada
más que
amor
puro.
Un beso inesperado
en tu herida sangrante,
y el cuchillo en tu espalda adolorida
susurrando: «¡Sigue adelante! ¡Sigue adelante!».
El abrazo al despedirse,
el abrazo al reencontrarse
y el anhelo entretanto.
Caminar descalzo en una playa tranquila,
para luego sentarse en una calle concurrida
imaginando el momento en que cada viandante
ha dicho «Te amo»
de corazón.
Reconocer a un viejo amigo
en los ojos de un niño
en una ciudad extraña
donde collares hechos a mano se venden por un centavo,
y se regala la serenidad.
Mirarte en el espejo
y no odiarte
no juzgarte
no destrozarte con tu afilado ego.
Estarle agradecido a una planta,
una humilde planta
que está ahí sólo para que puedas respirar,
sin esperar nada a cambio.
Encontrar la paz
a pesar del terror,
las dudas,
el dolor que busca devorarte por dentro
como un incendio en un edificio en llamas sin salidas
de emergencia.
El regalo de las palabras correctas
dichas en el momento correcto.
Inventar lo que debe ser inventado,
aceptar lo que no se puede cambiar
aún.
Café.
Sí, simplemente café,
y ropa nueva
y esos bonitos zapatos de cuero que usaste
en la boda de tu mejor amiga;
agradecer a las invisibles manos en los campos
o en las fábricas
que hicieron todo esto posible para ti.
Las personas que te guiaron a lo largo del camino
para que llegaras a donde hoy te encuentras:
todos aquellos que colocaron pequeños guijarros
al pavimentar nuevos caminos
para que no te pierdas.
Pan.
El olor a pan,
y aquellos que limpian los caminos
mientras duermes,
pero cuyos nombres nunca conocerás.
La inmensidad del universo,
la feliz coincidencia de que estés en él;
toda la improbable serie de eventos
que te han permitido existir
contra toda lógica.
Tu cuerpo;
su magnificencia.
Tu mente
y todo lo que puedes hacer con ella,
que será más de lo que jamás puedas imaginar.
La belleza de los poetas
que dudan de sí mismos.
La belleza de los científicos
que nunca lo hacen.
Descubrir que el «otro» a quien tanto te enseñaron
a odiar
es un simple reflejo de quien eres:
una de tus infinitas posibilidades.
Jugar como un niño,
como un adulto que salvó a ese niño que lleva dentro
de ahogarse.
Lo insignificante que eres,
lo majestuoso que eres,
y el esplendor de olvidar ambos.
Los colegas filósofos dicen que agoniza;
los cínicos consideran que ya murió;
y, sin embargo,
tu humanidad vivirá por siempre:
es un árbol mágico
en la jungla de tu Conciencia
esperando
pacientemente
tu abrazo.
Humerus: (latín) El hueso de la parte superior del brazo, que conecta el hombro y el codo. Gran parte de la fuerza del golpe de un luchador depende de la fuerza de su antebrazo.
Ganará quien sepa cuando luchar y cuando no.
SUN TZU, El arte de la guerra
Cada hombre tiene sus penas secretas que el mundo no conoce.
HENRY W. LONGFELLOW
Hay un asesino silencioso en mis genes. Es hereditario.