Cuentos para el desarrollo emocional desde la teoría del apego
© 2019 Rafael Guerrero y Olga Barroso
Diseño de la cubierta: ArteMio
Maquetación: D. Márquez
Correctoras: Meritxell Peleato y María Reyes
Directora de producción: M.ª Rosa Castillo
© 2019 Editorial Sentir es un sello editorial de Marcombo, S.L.
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ISBN: 978-84-267-2876-0
Producción del ebook: booqlab.com
Este libro no sería el mismo si no fuera por dos de los profesionales que, no solo considero como mis maestros, sino que cambiaron, ya hace unos cuantos años, la manera de entender a los niños, los pacientes y la vida. Gracias a Begoña Aznárez y a José Luis Marín por todos sus conocimientos, aportados a lo largo de estos años, y por su cariño y confianza infinita.
También me gustaría agradecer a mi compañera Olga Barroso por su cercanía, humildad y todo lo que me ha permitido aprender sobre apego desde que la conozco. Ha sido un verdadero placer haber compartido este proyecto junto a ella.
Gracias a mi mujer, Patricia, y a mis hijos, Arantxa y Nacho, por su mirada incondicional.
Rafael Guerrero
Este libro ha sido posible gracias a la ilusión por la psicología y a la inmensa capacidad de mi compañero Rafael Guerrero para extender los buenos tratos a la infancia. Él me ofreció crear un cuento para cada uno de los capítulos de este libro. Para acercar los conceptos teóricos más importantes sobre educación emocional a padres, madres, profesionales de la educación y personas interesadas en cuidar mejor a niños y niñas. Sin esta petición nunca hubieran existido los neuroduendes, MurbeM, el desván de los recuerdos, la emocicleta, la tripulación cerebral compuesta por un camaleón, una musaraña y un delfín y el resto de personajes de los doce cuentos de este libro. Gracias Rafa por permitirme crear fantasías para explicar realidades con las que curar heridas emocionales y mejorar el funcionamiento afectivo de las personas.
Gracias a mi pareja, Antonio, por cuidar de toda mi realidad para que yo pudiera pasar días y días creando el mundo fantástico de todos estos cuentos. Por leerse y releerse los cuentos y darme increíbles ideas para mejorarlos. Gracias porque sobran los motivos.
A mi hija Vega, porque, a sus 4 años, ha sido de mis primeras lectoras y desde luego la crítica literaria más eficaz para saber si la fantasía que iba creando tenía sentido.
A mi compañera y amiga Silvia Antón, cocreadora de nuestro centro de psicología Ikigai, por leerse con cariño, paciencia y sin tiempo mis cuentos. Por animarme siempre a seguir escribiendo cuentos psicoterapéuticos.
A mi amiga Bea Arizmendi, a mi hermano Gus y a mis padres por ser apoyos incondicionales.
Y a Jorge Barudy y a Maryorie Dantagnan por regalar su sabiduría.
Olga Barroso
Cuando Olga Barroso y Rafael Guerrero, personas queridas y apreciadas por nosotros, la autora y el autor de este libro nos invitaron a escribirles el prólogo, sentimos algo así como cuando éramos pequeños y nos invitaban nuestros amigos a celebrar un cumpleaños. Por lo tanto, no dudamos ni un momento en aceptar la invitación, que si bien es cierto en este caso se trataba de otro tipo de celebración, y comenzamos a disfrutar imaginándonos lo que íbamos a encontrar en las páginas que constituyen este libro. Como nos ocurrió en otras fiestas, el contenido de este libro nos ha hecho entrar en un mundo cargado de sorpresas que fueron no solo provocando en ambos placer en su lectura, sino también admiración profunda por la creatividad de los autores para organizar una obra útil y estéticamente hermosa. Su utilidad tiene que ver con la finalidad del proyecto fundamental con que los autores, de una manera decidida, lúdica y amorosa entregan contenidos teóricos sobre los aspectos más relevantes y actuales para comprender cómo la calidad de las relaciones que los adultos ofrecen en la infancia, incluso desde la vida intrauterina, permiten el desarrollo sano de la mente infantil. Todo esto ilustrado con cuentos que, de una manera metafórica, explican a las madres, los padres y otros miembros de una familia, así como a los profesionales de la infancia, los diferentes desafíos en el camino del buen trato para que niños y niñas puedan crecer con un apego seguro. Los capítulos del libro sobre el apego infantil exponen con firmeza y de una manera didáctica la importancia de las capacidades de los cuidadores, especialmente la de las mamás, para descodificar las necesidades de sus bebés. Esto, gracias a sus capacidades empáticas y mentalizadoras, de tal manera que desde el nacimiento los bebés se sientan vistos, sentidos con la percepción de un mundo interpersonal suficientemente seguro que les permita desarrollar e internalizar una base segura para la vida, en otras palabras, contar con un apego seguro. Este apego es lo que más tarde les permitirá hacer frente de una manera sana y creativa a los desafíos del estrés que conlleva crecer en una relación de vulnerabilidad y dependencia del mundo adulto.
En estos primeros capítulos se insiste en la importancia de lo anterior para prevenir que muchos niños tengan que adaptar sus formas de apego a las dificultades de sus madres y sus padres para sobrevivir emocionalmente, lo que conforma la base de los apegos inseguros, como bien se explica en este libro, con todo el sufrimiento que ello implica.
Lo creativo de esta obra es que los autores no solo explican teóricamente los riesgos de la no responsividad de los adultos a las necesidades de los niños, sino que, en todo momento, proponen a través de relatos, cuentos e historias que destilan una mirada comprensiva y empática por las dificultades de los progenitores, un modo alternativo y amigable para que los cuidadores, madres y/o padres comprendan el mundo interior de sus hijos y actuar así en consecuencia.
Una de las razones principales que sustentó nuestra decisión de participar en esta obra, es la resonancia que en todo momento sentimos con sus autores al compartir con ellos el mismo objetivo: apoyar los esfuerzos de madres y padres u otros cuidadores y entregarles conocimientos y experiencias para que se sientan reconocidos en sus intentos de entregar los mejor de sí mismos a sus hijos. Los autores utilizando diferentes historias, vuelven a poner de actualidad una metodología ancestral, a través de la cual quienes sabían más por experiencia y competencia, utilizaban las historias trasmitidas de generación en generación oralmente, para compartir las mejores formas de asegurar el desarrollo sano de los pequeños de su comunidad. Al adaptar esta modalidad a la vida moderna, la autora y el autor de este libro contribuyen acomodando y haciendo realidad ese proverbio ancestral que dice: «Se necesita toda una tribu para asegurar el desarrollo sano de un niño o niña». La cultura dominante basada en el individualismo preconizado por la ideología de mercado, donde el dinero es más importante que las personas, es un obstáculo importante para lograr que ese proverbio sea una realidad para muchos niños, niñas, madres y padres. Por ejemplo, todavía muchas madres deben criar a sus hijos sin el apoyo social y afectivo necesario que requiere la tarea marental. Este libro que prologamos por sus características descritas significa una forma de subversión creativa porque entrega a las madres, padres y otros cuidadores, a través de explicaciones y cuentos terapéuticos, no solo informaciones pertinentes sobre las necesidades de la infancia, sino sobre todo ejemplos para ilustrar con esperanza que hay otras formas de hacer, para apoyar una crianza amorosa centrada en las necesidades infantiles.
Nuestro imaginario nos permite visualizar muchísimos progenitores, sobre todo madres, abuelas, tías, vecinas, que históricamente han asegurado los cuidados de la infancia, que se nutrirán de este libro y que sin duda no será una lectura en soledad, sino acompañada por otras que también estarán siendo apoyadas por su contenido. Es posible también imaginar que padres pertenecientes a lo que llamamos «la manada de hombres buenos» también se sumen a estos rituales invisibles.
Por último, queremos expresar nuestro reconocimiento y nuestro agradecimiento a la autora y al autor de esta obra porque por su contenido, y su diseño, nos permite considerarlos parte de la revolución neurocientífica de la que nos consideramos activistas, esto porque los nuevos conocimientos han confirmado lo que empíricamente muchos autores y autoras, entre ellos nosotros mismos, hemos defendido. En otras palabras, desde hace muchas décadas, sin desconocer la importancia de los genes, hemos integrado empíricamente que lo que modula la organización y el funcionamiento de la mente desde la concepción y durante toda la infancia es la calidad de las relaciones afectivas que los adultos, no solamente los miembros de la familia, ofrecen a los niños.
Es importante señalar que, en relación al sufrimiento y los traumas infantiles, las investigaciones epigenéticas han puesto en su lugar el papel que juegan los genes al mostrar que pueden ser también influenciados por los entornos interpersonales tanto en el sentido positivo como negativo. Estas influencias pueden ser transmitidas a lo largo de las generaciones.
Por esta razón, los malos tratos a la infancia son los factores más mórbidos que los niños y las niñas pueden conocer. Al contrario, los buenos tratos no solo aseguran el desarrollo sano y el bienestar infantil, sino también tienen un impacto significativo para aquellos niños que no han tenido la oportunidad de conocer parcial o totalmente las relaciones bientratantes y han sido traumatizados por esto. Es posible, gracias a la plasticidad cerebral, reparar los daños sufridos ofreciendo una terapia reparadora basada en los buenos tratos y el apoyo de sus recursos resilientes.
Es en este sentido, consideramos esta obra que prologamos como un instrumento no solo preventivo, sino como parte de lo que nosotros llamamos la Traumaterapia Sistémica Infanto-juvenil.
Con nuestros afectos solidarios y resilientes por la autora y el autor.
Maryorie Dantagnan y Jorge Barudy
Agradecimientos
Prólogo
Capítulo 1. ¿Qué es el apego?
Introducción
Breve historia del apego
Definición de apego
La metáfora del bidón
Cuento 1. Frío en el alma
Capítulo 2. Los estilos de apego
Introducción
Apego seguro
Apego evitativo
Apego ansioso-ambivalente
Apego desorganizado
Cuento 2. Los tres cerditos y los tres tipos de hogares emocionales
Capítulo 3. Necesidades y deseos
Introducción
Diferencias entre necesidades y deseos
Clasificación de las necesidades básicas
Cuento 3. Corazones pequeños
Capítulo 4. Las dieciséis necesidades del ser humano
Introducción
Ofrecer contextos de seguridad y protección
Favorecer su autonomía
Dar una narrativa
Respetar, aceptar y valorar
Sintonizar emocionalmente con sus hijos
Responsividad
Asumir el rol que les corresponde como padres
Establecer unos límites claros
Estimulación suficiente y adecuada
Sentido de pertenencia
Favorecer la función reflexiva del niño
Explicitarles nuestro cariño y amor
Enseñarles a regular sus emociones
Cantidad y calidad de tiempo
Identidad
Magia
Cuento 4. El arpa mágica
Capítulo 5. Las emociones
¿Qué es una emoción?
Características de las emociones
Emociones básicas
Clasificación de las emociones
Emociones y sentimientos, ¿son lo mismo?
Cuento 5. El jardín de la vida
Capítulo 6. Neuroeducación de las emociones y del apego
La teoría del cerebro triuno
El cerebro reptiliano
El cerebro emocional
El cerebro racional
El cerebro en su mano
Cuento 6. La tripulación cerebral
Capítulo 7. La importancia del equilibrio mental
En busca del equilibrio
Sensaciones
Emociones
Pensamientos
Acciones
Conclusiones
Cuento 7. MurbeM y la electricidad emocional
Capítulo 8. Las siete fases para convertir a sus hijos en expertos emocionales
Introducción
¿Qué es la educación emocional?
Fases para convertir a su hijo en un experto emocional
1. Conocer las emociones básicas y sus funciones
2. Reconocer las emociones en ustedes y en los demás
3. Legitimar las emociones
4. Aprender a regular las emociones
5. Reflexionar sobre la emoción que estamos experimentando
6. Dar una respuesta lo más adaptativa posible
7. Establecer una narrativa
Cuento 8. La emocicleta y El desván cerebral de los recuerdos
Capítulo 9. Pautas generales de intervención
Introducción
Pasar de la heterorregulación a la autorregulación
Todos los niños quieren pasar por el aro
Diferenciar entre culpa y responsabilidad
Lo que cura es el vínculo
Mirada incondicional
Cuento 9. Un final inesperado para Caperucita Roja y Las dos amigas
Capítulo 10. Estrategias específicas de intervención en el ámbito emocional
Introducción
Hágase cargo del mundo emocional de sus hijos
Deje que el hemisferio derecho tome las riendas
Legitimar sus emociones
No racionalizar las emociones
Fomente y permita las emociones de defensa
Nombrar para dominar
Ante emociones explosivas, hipoactive la amígdala
Potencie la madurez de su hijo
Sitúese por debajo de sus ojos
Si no le gusta el comportamiento de su hijo «ECHA»
¿Cómo gestionar adecuadamente una rabieta?
Critique la conducta, pero jamás a la persona
No provoque a la lagartija
Conecte y redirija
Cuento 10. El juego de los objetos mágicos para padres y madres
Piense en la siguiente situación. Acaba de llegar al hospital para ver al hijo recién nacido de un familiar. ¿Cuál cree que es la característica más distintiva del ser humano en el momento del nacimiento? Piénselo bien. Cuando hago esta pregunta, la mayoría de las personas dicen que es la dependencia, pero no es así. La dependencia es consecuencia de esta característica que le invito a que reflexione. ¿Alguna idea? La inmadurez. El ser humano llega a este planeta siendo 100% inmaduro, lo que lo convierte en dependiente. Por lo tanto, somos dependientes porque somos inmaduros. Somos la especie que necesita pasar mayor cantidad de años con nuestros padres hasta alcanzar la madurez y la autonomía.
En el momento del nacimiento, el neonato tiene una serie de necesidades que deben ser cubiertas por sus cuidadores principales, que suelen ser los padres. ¿Qué ocurriría si no atendiéramos estas necesidades del bebé? Pues que no sobreviviría por sí solo, puesto que necesita de los demás para sobrevivir.
La mejor escuela para aprender a relacionarnos y para aprender a gestionar nuestras emociones es, sin lugar a dudas, nuestra familia, nuestros padres. En ocasiones creemos que nuestros hijos no podrán superar o no tendrán suficientes recursos para gestionar una emoción desagradable. Los sobreprotegemos en exceso ante emociones desagradables como la rabia, el miedo o la tristeza. Es nuestra responsabilidad enseñarles a gestionar las emociones desde y con la familia.
Como conclusión a esta breve introducción, podemos decir que, en el caso del ser humano, se hace imprescindible el vínculo emocional que establecemos con nuestra descendencia. Sin ese vínculo emocional o afectivo, no sería posible la supervivencia. Es por ello que generalmente decimos que lo que nos lleva al equilibrio mental es el buen vínculo con nuestros progenitores o cuidadores principales. Y también podemos decir lo contrario: lo que nos trastorna o desequilibra emocionalmente es el mal vínculo.
René Spitz (1887-1974) fue un médico psicoanalista que observó a menores de 1 año en orfanatos y las consecuencias que esta circunstancia tenía para los pequeños. El escaso movimiento que tenían, la tristeza y la falta de cariño llamó la atención de Spitz. Muchos de estos niños llegaban a morir. Eran menores atendidos por un personal sanitario cambiante y desbordado. A todas las consecuencias que sufrían los niños de los orfanatos se las denominó hospitalismo.
Años más tarde, Harry Harlow (1905-1981) realizó un estudio con macacos rhesus, que hoy en día no se podría llevar a cabo por cuestiones éticas. Se privaba a los pequeños monos de su madre y se les ofrecía dos madres sustitutivas artificiales: una madre de alambre que les daba de comer a los monitos y una madre de felpa que no los alimentaba, pero sí que era agradable al tacto. Harlow demostró que la sensación de protección era básica para la supervivencia de los monitos y era independiente de la alimentación. Los psicoanalistas habían dicho años antes que la necesidad emocional se cubría gracias a la necesidad de alimentación. Harlow demostró que eran dos necesidades independientes. Vio que los monitos solo acudían a la madre de alambre para alimentarse y el resto del tiempo preferían estar con la madre de felpa; es decir, preferían sentirse protegidos, sentir que un individuo de su especie estaba ahí y que podían refugiarse en él.
A mediados del siglo pasado, John Bowlby (1907-1990) establece la teoría del apego. Hoy en día, la teoría del apego es la corriente más aceptada en psicología del desarrollo. Bowlby decía que el bebé nace programado para enamorar a sus padres y, de esta manera, aumenta sus probabilidades de supervivencia. Bowlby fue un médico psicoanalista que nació en Londres en el seno de una familia acomodada. Eran seis hermanos y fue criado por las niñeras, por lo que estaba muy poco tiempo con sus padres. Sobre los 10 años de edad, sus padres deciden mandarlo a un internado, algo que era muy habitual en Inglaterra. Esa relación fría y distante lo marcó tanto personal como profesionalmente, puesto que decidió estudiar las consecuencias de este tipo de relaciones. Formuló su teoría del apego cuando la ONU le encargó un estudio sobre las consecuencias que tenía la orfandad después de la Segunda Guerra Mundial.
Existen muchas definiciones sobre la relación o el vínculo de apego, algunas son más generales y otras más específicas. En nuestra opinión, una buena definición de apego es la siguiente: el apego es un vínculo afectivo, de fuerte intensidad, bidireccional pero asimétrico entre el niño y sus padres (o cuidadores principales). ¿Qué quiere decir que es una relación bidireccional pero asimétrica? Pues que se establece un contacto de tipo emocional entre el niño y su figura de apego (padre y/o madre), de ahí que digamos que la relación es en ambas direcciones, pero dicha relación es asimétrica, o lo que es lo mismo, hablamos de una relación vertical. ¿Por qué es una relación vertical? Porque el neonato o el niño depende y necesita para sobrevivir y desarrollarse a su figura de apego, pero el padre o la madre no necesitan a su hijo para sobrevivir ni desarrollarse (no deberían necesitarlo para esto último). Es el hijo quien es inmaduro, y por lo tanto dependiente, y no al revés. Es importante resaltar que los niños se apegan a sus cuidadores (padres), pero que los padres no deben apegarse a sus hijos, sino que deben vincularse a ellos. Son los niños los que necesitan de sus padres para sobrevivir, no los padres de sus hijos. Son los padres los que deben proteger y cubrir las necesidades de los niños y no al revés.
Como podemos ver en el resto de los mamíferos, el vínculo de apego es una ventaja de seguridad ante los depredadores. Esto quiere decir que es mejor para la supervivencia estar apegado que no apegado. Si existe un vínculo emocional con nuestros cuidadores, esto supone una ventaja evolutiva y de supervivencia.
El ser humano viene a este mundo con una gran cantidad de necesidades que han de ser cubiertas por las figuras de apego. No podemos ni sabemos autocubrirnos esas necesidades. Es por ello que la labor de nuestros cuidadores principales se antoja no importante, sino esencial para la supervivencia del niño.
Uno de mis maestros, el Dr. José Luis Marín, presidente de la Sociedad Española de Medicina Psicosomática y Psicoterapia, suele explicar la importancia de cubrir las necesidades de nuestros hijos con la metáfora del bidón. Imagínense que, en el momento del nacimiento, el bebé nace con un bidón metafórico. Dicho bidón tiene una capacidad de 100 litros, pero en el momento del nacimiento está completamente vacío. Por lo tanto, nuestra función como figuras de apego de ese chiquitín consiste en ir rellenando su bidón. Sí, pero ¿de qué? Lo iremos rellenando de un líquido que vamos a llamar responsina. ¿Y eso qué es? Es un líquido que se parece a la gasolina y que se produce cada vez que somos responsivos con nuestros hijos. Es por ello que, cuanto más responsivos seamos, mayor cantidad de responsina tendrá el bidón de nuestros hijos.
¿Imagina cómo sería el bidón de un niño o un adolescente con los 100 litros de responsina? Los padres han sido capaces de satisfacer todas y cada una de sus necesidades. ¿Lo ve factible? Esto solo sería posible en caso de que los padres fueran superhéroes, pero no humanos. No hay nadie sobre la faz de la tierra que sea capaz de satisfacer todas las necesidades de sus hijos. Por eso decimos que cuanta más responsina mejor, pero seamos conscientes de que nunca llegaremos a rellenar el bidón entero. Mi admirado Donald Winnicott, psicoanalista inglés, solía utilizar un concepto que nos encanta: padres suficientemente buenos. No es necesario ejercer de Superman, sino que con tal de ser suficientemente buenos en la función de ejercer de padres es suficiente.
Ahora bien, ¿qué pasa con aquellos niños o adultos que tienen un bidón prácticamente vacío? Pongamos, por ejemplo, 20 o 30 litros de responsina. Son personas que no han tenido padres responsivos y, por lo tanto, no tienen mucha «gasolina» para moverse de manera autónoma por la vida. A menor cantidad de responsina, mayor probabilidad de dependencia, hasta incluso en el caso de los adultos.
Como han leído en este primer capítulo, las crías humanas nacen profundamente inmaduras, por lo que son totalmente dependientes de otra persona o personas que puedan cuidarlas. Esta persona o personas serán las responsables, no solo de que el bebé siga con vida, sino, también, de que desarrolle y adquiera todas las capacidades que lo conviertan en un adulto. Habitualmente estas personas son nuestra madre y nuestro padre.
Esta inmensa dependencia hace que el bebé necesite intensamente a su figura de apego. El bebé, por supuesto, necesita ser alimentado, hidratado, ser protegido del calor y del frío, de las enfermedades, de los peligros, etc. Pero, es tal su inmadurez, son tantas sus necesidades particulares que, aunque necesite que se le dé de comer, que se lo hidrate o que se lo proteja del frío, lo que verdaderamente necesita es que haya, al menos, una persona pendiente de él, preocupada sensiblemente por él y dispuesta a satisfacer eficientemente las necesidades particulares que le aparezcan en cada momento.
Por tanto, como ya estableció Bowlby, la necesidad principal, constitutiva, de un bebé es sentir que hay otra persona disponible de manera permanente para él. Que existe alguien para quien es importante, tanto que no puede dejar de cuidarlo. Alguien a quien está unido emocionalmente con mucha fuerza y que, del mismo modo, está unido con mucha fuerza a él. Esto no es sino el vínculo de apego. Es decir, la necesidad básica de los bebés es sentir que tienen un vínculo de apego, una unión afectiva fuerte, con sus figuras de cuidado (figuras protectoras, más sabias y capaces que él); por tanto, parte de esta necesidad básica será construir este vínculo.
Por este motivo, los bebés que estudió René Spitz estaban profundamente insanos, porque, aunque los alimentaban, los hidrataban, los protegían del frío y del calor, de las enfermedades, etc., no habían podido construir una unión afectiva con nadie, ni nadie con ellos, puesto que eran atendidos por multitud de profesionales cambiantes sin que contaran con uno permanente y consistente especial para ellos. Estos bebés no habían podido apegarse a nadie y no se había satisfecho, por tanto, su necesidad principal, hecho que los dejaba profundamente enfermos física y emocionalmente.
Hemos creado este cuento para mostrar que construir este vínculo de apego es la necesidad fundamental de nuestros bebés (bebés unicornios en el cuento) y cómo, si esta necesidad no es adecuadamente cubierta, los bebés, los niños no se desarrollarán sanamente y, con una alta probabilidad, tendrán problemas emocionales, psicológicos en la edad adulta. Con él hemos querido explicar cómo esa relación entre el bebé y sus figuras de apego es su contexto de desarrollo, fundamentalmente en el primer año de vida, pero extensible hasta casi los 3.
Y hemos querido explicar que esta necesidad constitutiva de las crías humanas está determinada por la inmensa inmadurez con la que nacen y, por tanto, por la enorme necesidad que tienen de la estimulación y cuidado adecuados de un otro para que su cerebro se desarrolle y se desarrolle bien.
En ocasiones puede resultarnos difícil comprender el alcance de esta necesidad constitutiva y principal del ser humano que, como estamos analizando, es construir un vínculo de apego seguro con al menos una figura de apego.
El que el bebé sienta que cuenta con esa figura de apego sensible, permanente, responsiva, disponible para él es lo que le hará sentir que tiene su necesidad fundamental cubierta y, por tanto, lo que le hará sentirse seguro. Lo contrario, que el bebé no sienta que tiene una figura de apego disponible, que no pueda construir un vínculo suficientemente fuerte y seguro, inundará, como han demostrado implacablemente las investigaciones en neurociencia, su cerebro de estrés. El cerebro del bebé, por un lado, experimentará un terrible dolor y malestar y, por otro lado, carecerá de la estimulación necesaria para poder desarrollar todas las conexiones neuronales que suponen el soporte físico de las capacidades mentales. Es por este motivo que los bebés que tanto Spitz como Bowlby estudiaron estaban profundamente dañados a nivel psíquico. Como sucede en nuestro cuento con los unicornios que son cuidados por zopilotes.
Con este cuento queremos resaltar la importancia de hacer sentir, con la suficiente calidad, con la suficiente seguridad, al bebé que estamos ahí para él o ella. Esto va a requerir cubrir sus necesidades, todas, además de cubrir la necesidad principal de que sienta que quien realiza esta tarea es permanente, sensible, responsivo y está disponible.
Y hemos querido explicar, también, con el cuento que para conseguir este objetivo que supone que el bebé sienta que tiene al menos una figura de apego (siempre la misma) para quien es importante, es imprescindible ajustarnos a las capacidades que tienen los bebés, que no son las capacidades adultas, que aún distan mucho de estas.
Les pedimos que piensen si alguna vez han sido zopilotes cuidando de unicornios, esto lo entenderán a la perfección cuando lean el cuento.
Es decir, si alguna vez han tratado o pensado en sus bebés dando por hecho que tenían capacidades que aún no habían desarrollado.
Les pedimos que reflexionen sobre estas cuestiones:
—¿Consiguen hacer sentir a su bebé que están disponibles para él con seguridad?
—¿Cómo se puede hacer sentir a un bebé que están disponibles para él, cuando aún no ve bien, y a lo mejor no les percibe bien, cuando no sabe que siguen existiendo, aunque no les vea porque están, por ejemplo, en otra habitación?
—¿Alguna vez han tenido alguna actuación con su bebé (desde la buena intención), pero que, por las características de los bebés, no le hizo sentir que estaban ahí para él, y que creó, por tanto, cierto estrés en el bebé y sensaciones (puntuales) de no seguridad en el vínculo? Tranquilos, esto nos ha pasado a todos, lo importante es que sea una parte minoritaria del tiempo y de las experiencias con su bebé, puesto que como también hemos dicho, ningún padre ni madre es perfecto, ni tiene que serlo para criar a hijos sanos, siempre que sea «suficientemente bueno».
Pues les invitamos a pensar en los bebés humanos de la mano de zopilotes, panteras, colibríes, ocelotes y, especialmente, de unicornios. ¿Vienen a este viaje para adentrarnos en las características de los bebés y de sus necesidades?
Las majestuosas puertas del castillo del viejo sabio Ocelote se abrieron para permitir que la Reina Pantera y el Rey Zopilote entraran a la sala en la que les esperaba. El Rey Zopilote le había pedido ayuda al sabio hacía ya 1 año. Hoy, al fin, este lo había convocado junto con la Reina Pantera para dársela. El motivo de su petición de ayuda había sido que, en el Reino de los Zopilotes, sus unicornios no crecían sanos. Por el contrario, en el Reino de las Panteras, sus bebés unicornio se convertían en magníficos individuos adultos sanos y fuertes.
Hacía muchas lunas, los dioses mayas habían decidido ofrendar a ambos reinos, dada su capacidad para convivir en paz, con un singular regalo, una camada de unicornios. Los unicornios eran considerados seres mágicos y talismanes de la buena suerte y los buenos amores. Por lo que cuando el Rey Zopilote y la Reina Pantera recibieron, la noche de un 15 de septiembre, cada uno en su reino, a cuatro potrillos blancos con la frente acabada en un cuerno dorado, no pudieron experimentar mayor alegría. Se sintieron bendecidos con una gran protección.
Sin embargo, poco duró la alegría en el Reino de los Zopilotes. No alcanzaban a comprender por qué, pero los unicornios en este reino nunca habían conseguido estar bien. En su infancia y juventud mostraban un comportamiento normal, sin embargo, al convertirse en adultos empezaban a tener problemas, a alejarse de ser pacíficas y sociables criaturas. Mientras que los unicornios del Reino de las Panteras seguían mostrando su radiante felicidad, basada en una gran seguridad en sí mismos.