Tomar conciencia de que cerca de nosotros hay hogares con niños que pasan por situaciones de dificultad no es agradable para nadie.
Pero nuestra obligación es hacer todo lo posible para revertir esta situación.
JAUME GIRÓ
En Cataluña la propuesta de trabajo tiene una alianza con tres entidades con programas y estructuras concretas:
Fundación Bancaria ”la Caixa” (CaixaProinfancia + Incorpora)
+ Fundación Fútbol Club Barcelona (programa FutbolNet)
+ Gobierno de la Generalitat
A esta base del programa se suma todo lo que se consigue en cada territorio para garantizar los recursos necesarios para asegurar el plan de trabajo con cada niño y familia.
Invulnerables (#Invulnerables) se pone en marcha en Manresa como ciudad piloto en enero de 2016 y se empieza trabajando con cincuenta familias con la intención de crecer a medida que la red lo permita. Simultáneamente, se empieza el trabajo en red en ocho ciudades de Cataluña, trabajando con idéntico planteamiento: empezar con cincuenta familias e ir creciendo conforme lo haga la red colaboradora. Los territorios fueron escogidos según los indicadores de impacto de pobreza infantil y de riesgo de exclusión social, y son: Lloret de Mar, Figueres, Salt, Manlleu, El Vendrell, Lleida y Tortosa. A los que se suman a partir de 2018 Banyoles, Girona y Ripoll.
Las familias son escogidas a través de una mesa técnica coordinada por una entidad que coordina, a su vez, la red de CaixaProinfancia en el territorio, así como por el responsable técnico de Servicios Sociales, a los que se suman otros agentes, como el Departamento de Educación, el de Salud, el programa Incorpora de la Fundación Bancaria ”la Caixa”, entidades del tercer sector, etcétera. Los criterios de selección se basan en algunos parámetros marcados por el programa:
Una vez que la familia es seleccionada, se reúne con el equipo social del programa, donde se le explica cómo se trabajará y se le exige una serie de compromisos. Compromisos de corresponsabilidad básicos para los padres, como implicarse en la educación de sus hijos, realizar talleres de parentalidad, permitir el acceso al domicilio a las trabajadoras sociales del programa, etcétera.
Al margen de estos compromisos con el programa, hemos creado el concepto del «retorno de la solidaridad». Son un conjunto de acciones que se llevan a cabo por parte de las familias del programa más otros voluntarios cuya beneficiaria es la propia ciudad. Ejemplos de retorno de solidaridad podrían ser, por ejemplo, limpiar un parque de la ciudad, habilitar alguna zona para hacer actividades, etcétera. O el «retorno» en el ámbito de la propia familia, promoviendo el compromiso de los padres en sus responsabilidades parentales: acompañarlos al colegio, a las extraescolares, a realizar el seguimiento con los tutores de la escuela, a realizar talleres de parentalidad positiva, etcétera.
Esto se consigue a partir de los recursos de las entidades promotoras y de la creación de redes colaboradoras.
Las redes colaboradoras nacen a partir de jornadas empresariales a nivel local en las que se explica el programa, se visualizan las necesidades y se pide implicación local. A la jornada sigue la visita personalizada a cada empresa con la intención de sumarlos a la iniciativa de conseguir los recursos necesarios para igualar las oportunidades de los niños y de su entorno familiar y garantizar un plan de trabajo eficaz.
Contar con el apoyo del Gobierno de la Generalitat y, concretamente, del Departamento de Trabajo, Asuntos Sociales y Familias, permite articular y agilizar el traspaso de información de nuestras familias desde Servicios Sociales a la entidad coordinadora de cada ciudad donde el proyecto esté funcionando con la voluntad de ofrecer las herramientas necesarias para el despliegue del programa en los territorios del país en los que se implemente y desarrolle el programa, lo que garantiza la implicación de la administración pública y su corresponsabilidad con la sociedad civil y la comunidad.
CaixaProinfancia es un programa de la Fundación Bancaria ”la Caixa” enfocado a la lucha contra la pobreza infantil y a la promoción de la infancia. Su experiencia y solidez es la base del trabajo que se realiza con las familias en Invulnerables (#Invulnerables).
Con el lema «cambiar presentes y construir futuros» se articula un programa que integra a las personas en riesgo de exclusión y convierte cifras negativas en historias de éxito.
Con el objetivo de romper el círculo de la pobreza, el programa da herramientas y recursos para:
CaixaProinfancia ofrece una cartera de recursos tales como: refuerzo educativo y equipamiento escolar, centros abiertos, campamentos y actividades de verano, talleres educativos familiares, alimentación e higiene infantil, gafas y audiófonos, soporte psicológico, entre otros, que nos permiten cubrir las necesidades más importantes, especialmente en materia de educación. A su vez, el programa ayuda a crear una red de entidades a nivel local, trabajando con entidades del territorio que pueden ofrecer los servicios de su cartera. Con estas se firma un convenio de trabajo.
Incorpora es un programa que se centra en promover la inserción laboral en colectivos en dificultades y que no solo trabaja con personas, sino que también lo hace con las empresas.
Al margen de tener una base de datos de personas con sus perfiles profesionales definidos para una futura inserción, el programa tiene técnicos repartidos por los diferentes territorios que salen a buscar empresas y les ofrecen un recurso de responsabilidad social corporativa en integración laboral y la posibilidad de formar personas a medida de las necesidades de las empresas. De esta manera, Incorpora ayuda a vincular personas demandantes de trabajo y empresas que las requieren con un perfil concreto.
Desde Invulnerables estamos seguros de que la inserción laboral es uno de los pilares fundamentales para normalizar el día a día de nuestras familias. Es por eso que a la gran mayoría de las empresas que visitamos desde el programa les hablamos de trabajar con ellas a través de Incorpora, porque pocas colaboraciones son tan buenas como una inserción laboral que permita cambiar las dinámicas de la familia retornándolas a su autonomía económica.
En cada territorio se trabaja codo con codo con los responsables de Incorpora y las entidades que lo coordinan, además de hacerlo con los responsables territoriales de CaixaBank, que nos ayudan a explicar el programa a las empresas, a ofrecer trabajadores y a formarlos a la medida de las necesidades de cada empresa, realizando, en caso de incorporación de trabajadores, un acompañamiento y seguimiento personalizado.
Partiendo del deporte como herramienta de cohesión y transformación social, y gracias a la fuerza de convocatoria de la marca Barça, implementamos en cada territorio con los niños el programa FutbolNet.
Dos días a la semana, durante dos horas cada día, como una actividad extraescolar, se realizan jornadas FutbolNet durante ocho meses —también se implementa de forma intensiva durante los veranos—. En estas sesiones se trabajan valores como el esfuerzo, el respeto, el trabajo en equipo, la humildad y la ambición, entendidos desde la cultura de la cooperación, para que sean positivos a nivel individual y también colectivo.
En cada sesión se trabaja un valor a través de juegos deportivos y se disputa un partido de fútbol en el que los participantes deben poner en práctica un valor de la mejor manera posible. Para facilitarlo, la actividad está llena de espacios de reflexión en los que hay tiempo para que los jugadores dialoguen de forma autónoma y consensúen las normas de juego. Hay tiempo para jugar desarrollando la capacidad de relación, siendo acompañados en su capacidad de relacionarse y en sus capacidades y hábitos deportivos y humanos. Las sesiones terminan con una charla posterior al juego, en la que, con espíritu crítico, se valora el juego y se deciden los ganadores en función del comportamiento y la aplicación del valor en cuestión.
La participación de la empresa privada en el proyecto juega un papel fundamental. Nos ha permitido un cambio de enfoque a la hora de trabajar con las familias. No damos a la familia aquello que tenemos, sino exactamente aquello que necesitan. Si el programa se limitase a las aportaciones de la Obra Social ”la Caixa” y de la Fundación Fútbol Club Barcelona con FutbolNet, eso no sería posible, ya que su cartera de recursos es limitada y los recursos necesarios son muy superiores.
Cuando contactamos con las empresas les proponemos diferentes canales de colaboración:
En EspaiCaixa Francesc d’Assís funciona el programa Invulnerables de Manresa. También está en otros territorios, pero en Manresa la Fundación Bancaria ”la Caixa” realiza acción directa desde este espacio construido en una parte del convento de Santa Clara, sede de la Fundación del Convento de Santa Clara.
En EspaiCaixa se realizan una serie de actividades que tienen como marco el programa de CaixaProinfancia, pero que abarca más actividades que constituyen el programa Invulnerables:
El Espai Familiar es un servicio que tiene la voluntad de acompañar y apoyar a las familias con niños de cero a seis años que se encuentran en una situación de vulnerabilidad.
En este espacio el niño encuentra múltiples propuestas de juego, experimentación y creación cuidadosamente pensadas para satisfacer sus intereses y sus necesidades. Se trabaja conjuntamente con la familia para conocer las necesidades evolutivas del niño, de forma que el espacio se convierta en un lugar de prevención para darle al niño unas bases sólidas para su desarrollo presente y futuro.
A las sesiones, que tienen una duración de dos horas dos veces por semana, acuden los niños con sus padres y están acompañados en todo momento por dos educadoras infantiles. Dura todo el año.
Es un programa destinado a niños de seis a doce años que tiene como objetivo ayudarlos a descubrir qué les gusta y cuáles son sus habilidades. Tens Talent intenta detectar y potenciar sus propios talentos. A través de este trabajo se fomenta la autoconfianza, la autoestima, el crecimiento personal y las futuras oportunidades profesionales.
Las sesiones se realizan con un máximo de diez niños, dos veces a la semana, en sesiones de dos horas. Una trabajadora social los guía y acompaña y funciona de septiembre a junio, igual que el curso escolar.
El programa ABC de la Integración está destinado a madres y padres que tienen dificultades importantes en el ámbito de la lengua. Se parte de la alfabetización para que puedan ser buenos interlocutores entre el menor y la escuela, el menor y el médico, el menor y las actividades extraescolares, etcétera.
Las clases de adquisición de la lengua se realizan enfocadas al contexto real en el que los padres se encuentran y prevé las situaciones que deben afrontar de forma cotidiana. Se trabaja el conocimiento de la cultura, ayudando a la integración y la relación en condiciones de igualdad con los diferentes agentes sociales con los que la familia tiene que interactuar. Estas clases se complementan periódicamente con charlas y talleres de profesionales especializados en diversas materias de salud, educación, hogar, etcétera.
Las sesiones son de dos horas dos veces por semana, alternando en diferentes grupos de lectoescritura, conversación a nivel inicial y de grado medio. Funciona durante todo el curso, de septiembre a junio.
Es una de las apuestas importantes del programa, que implementa el modelo de CaixaProinfancia. El refuerzo educativo consiste en dar apoyo y acompañamiento a las necesidades académicas y educativas de los niños.
Este refuerzo lo realizan profesionales en grupos reducidos, según la complejidad o realidad de los alumnos y sus necesidades. Los grupos se abren y funcionan en función de las necesidades detectadas, y se comparte la información con la escuela de cada uno de los niños.
Se realiza durante todo el año y se mantiene en los meses de verano para los grupos que necesitan prepararse para las recuperaciones de asignaturas del mes de septiembre.
Es un programa educativo y de apoyo que tiene por objetivo potenciar el desarrollo de las capacidades de los padres para el cuidado y la educación de sus hijos, acompañarlos en esta tarea y ofrecerles colaboración y consejo. En definitiva, su finalidad es contribuir al bienestar familiar a través del afecto, la comprensión y la comunicación.
El programa va dirigido también a los niños. Quiere invitarlos a reflexionar sobre sus necesidades y conductas y contribuir a su desarrollo desde el punto de partida de la familia: el núcleo básico que les permitirá consolidar su propio proceso de crecimiento y acceder a nuevas formas de relación con los demás. «Aprender juntos, crecer en familia» se plantea como una experiencia didáctica en tres fases diferenciadas: sesiones dedicadas a los padres, sesiones para los hijos y sesiones conjuntas destinadas a compartir experiencias, a poner en común puntos de vista, a comunicarse y a trabajar juntos para mejorar el diálogo y la convivencia.
Se pretende promover los vínculos afectivos, estables y seguros que permitan a los niños crecer y desarrollar su autonomía, potenciar el papel de la familia en la transmisión de normas y valores, promover la idea de la responsabilidad compartida y el compromiso negociado entre padres e hijos. Que unos y otros aprendan a escuchar, a debatir y a argumentar sus opiniones. Otro de los objetivos del programa es contribuir a mejorar la organización familiar, el reparto de las labores que realizar (respetando la igualdad entre géneros) y favorecer el compromiso y el apoyo de los padres en las tareas de los hijos y su adaptación al entorno escolar. Y, por último, facilitar que padres e hijos puedan vivir juntos los momentos de ocio, de manera saludable, utilizando los recursos que proporciona el entorno comunitario. Todas estas actuaciones contribuyen a subrayar los valores de la vida en familia y la importancia de que haya una buena relación entre sus miembros con vistas a crear un ambiente favorable para el desarrollo personal de los niños.
Se ofrece apoyo psicoterapéutico a las familias a partir de sesiones de trabajo individual con padres y madres, sesiones de trabajo individual con hijos y sesiones de trabajo conjuntas padres-hijos.
Estas terapias se adaptan a la necesidad del niño y de las familias tanto en su duración temporal como en su especificidad.
Durante el verano, en EspaiCaixa se realiza un campus durante los meses de julio y agosto en el que participan en turnos de mañana y de tarde niños de seis a dieciséis años, así como colonias en las que participan los padres junto con sus hijos de cero a seis años.
También se promueve la participación en colonias organizadas tanto por la red pública como por entidades privadas, y reciben becas que facilitan que la mayoría de los niños puedan beneficiarse de ellas.
Es un espacio en el que fundamentalmente las mujeres aprenden diversas manualidades, de modo que este espacio se convierte en una herramienta de integración, empoderamiento y habilidades de las madres que asisten.
Se realizan actividades en las que las madres interactúan con sus hijos, y ellas mismas, junto a los profesionales y voluntarios de la casa, preparan dos veces al año unas ferias en las que exponen sus trabajos.
De forma periódica se realizan actividades de carácter educativo y lúdicas para las familias vinculadas tanto a Invulnerables como a EspaiCaixa, y se realizan también actividades abiertas a la ciudad.
Algunas actividades promueven la corresponsabilidad y se organizan tareas de servicio comunitario que se llevan a cabo con voluntarios, profesionales y ciudadanos de Manresa, como, por ejemplo, la actividad de recuperar el cauce del río.
Se organizan jornadas deportivas, de juegos tradicionales con los voluntarios de ”la Caixa” o charlas sobre temas relacionados con la salud con profesionales de la Fundación Althaia, vecina a EspaiCaixa, y con otras entidades de la ciudad.
Es un programa de la Fundación Fútbol Club Barcelona cuya metodología de intervención social utiliza el fútbol y la actividad física como herramientas de reflexión y agentes de cambio para mejorar la vida de los niños y jóvenes que se encuentran en contextos vulnerables.
Se realizan sesiones dos veces a la semana con una duración de dos horas. Estas se realizan desde el mes de octubre hasta el mes de mayo.
Un veinticinco por ciento de la población estudiantil es susceptible de tener problemas visuales no detectados, como miopía, hipermetropía, astigmatismo o el ojo vago; hay que poner remedio, y nunca los esfuerzos en esta línea serán suficientes. La Academia Americana de Oftalmología afirma que los problemas visuales afectan a uno de cada cuatro niños en edad escolar. Por eso es fundamental identificar problemas visuales que puedan afectar al desarrollo académico y promover una prevención que ayude a evolucionar evitando las limitaciones visuales.
Ante la constatación de esta realidad en los niños del programa, durante el curso 2018-2019 y como respuesta a esta necesidad apremiante, diseñamos e implementamos #Invulnerablesambvisió (Invulnerables con visión), una experiencia que hoy ya es una pieza clave de Invulnerables y que suma voluntad pública y privada para ayudar a prevenir problemas visuales de los niños.
Se organizan jornadas de revisión de la vista en hospitales públicos para los niños del programa entre los cinco y los dieciocho años, con la participación de profesionales voluntarios —oftalmólogos, optometristas, auxiliares, etcétera— que dedican una jornada a la revisión a fondo de la vista de los menores. En cada jornada, Natural Optics Group ofrece a los niños la posibilidad de escoger las gafas —una vez realizada la revisión y las indicaciones profesionales— que, una vez graduadas, pueden recoger en una óptica de su ciudad, ajustadas a la vista de cada uno.38
Con esta actividad, además de dar solución a la problemática de cada niño, se vincula a los padres de forma corresponsable y se los vincula con el centro de referencia pública para un seguimiento y control.
Esta experiencia está siendo la base de un estudio y análisis de la prevención del sistema público. Y, debido a los resultados altamente positivos, la experiencia se extenderá a partir del año 2020 a diversos sitios de la geografía española.
«Invulnerables con visión» apuesta con ambición por una visión saludable, que es sinónimo de buena calidad de vida para los niños, así como por la detección, estimulación y apoyo.
Con un corazón lleno de amor, siempre hay algo para dar.
Hay circunstancias en la vida de las personas que dejan huella de tal manera que lo vivido se convierte en una fuerza inspiradora. Cada uno decide hacia dónde quiere ir y por qué camino quiere llegar, y recorre su camino con una mochila de experiencias y recuerdos. Pero en este camino, el de la vida, hay muchos imprevistos y vivencias que impactan en la mente y en el corazón y que nos mueven a escribir nuestra historia compartida con otras personas con el deseo imperioso de dejar este mundo un poco mejor de lo que lo encontramos.
Ese deseo, el afán imperioso de ayudar a que las personas sean lo que son y lo que quieren ser, a luchar contra la intolerancia al sufrimiento provocado o evitable, a la pobreza y a la violencia, se ha convertido en el aguijón que llevo clavado en mis entrañas y que me hace ser quien soy y a hacer lo que hago.
Pero ¿quién es esta sor Lucía que hoy apuesta por la infancia y el mundo de los empobrecidos y que no está dispuesta a que «el personaje» se coma un proyecto transformador2 llamado a dar vida a muchas familias y personas?
Me presentaré:
Soy la quinta de siete hermanos.3 Nací en la ciudad de Tucumán, que pertenece a la provincia del mismo nombre y es la de menor superficie y una de las más empobrecidas de Argentina. Pese a ello, yo viví en un entorno privilegiado, entre otros motivos porque en mi familia, muy unida, de tradición cristiana, el compromiso hacia el mundo de los más pobres y del sufrimiento de las personas era el pan nuestro de cada día y este se nutría del Evangelio vivido, compartido y celebrado con la más absoluta normalidad y con pocos dogmatismos y tabús.
A la edad de ocho años teníamos en el colegio un libro de lectura titulado Dulce de leche4 que te acompañaba a lo largo del curso. Los autores invitaban a escribirles para compartir la experiencia del libro una vez leído y las vivencias suscitadas. Recuerdo que con mucha ilusión les envié una carta —tal vez la primera que escribía en mi vida— en la que les explicaba quién era, que tenía siete hermanos y algún dato más. Cada día esperaba el correo para ver si había respuesta a mi carta. La inmediatez del correo electrónico o de los wasap hace que nos hayamos olvidado de lo que significaba esperar con paciencia la visita del cartero y la emoción de abrir un sobre con una esperada respuesta.
La carta llegó, y se convirtió en un legado que en mi corazón de niña resonó con fuerza y potenció de forma superlativa, hasta convertirse en una inquietud, lo que vivía en casa como norma de vida.
Me decían:
Lucía, gracias por tu carta. Nos gusta lo que nos explicas y nos gustaría que des muchas gracias por la familia que tienes, sobre todo por los hermanos. Con ellos aprenderás a compartir y a competir, y eso será para vos un gran regalo.
Además de la alegría que me proporcionó la llegada de esta carta, sus palabras quedaron como un legado que grabé muy dentro de mí y que mi madre de vez en cuando me recordaba. Lo de compartir lo entendía muy bien, porque en casa todo se compartía y repartía, formaba parte de nuestra dinámica cotidiana saber que lo que había era de todos y para todos, que todos teníamos los mismos derechos y oportunidades y que cada uno tenía, además, lo que necesitaba. Lo de competir no lo entendía tanto, solo sabía que era la quinta y que había que espabilarse para sobrevivir, pero sin ningún drama ni trauma.
Con los años entendí que competir tenía un sentido positivo, como acicate de superación personal, para dar lo bueno y mejor de uno mismo en cada momento, para superar las propias marcas y ser mejor.
Como he dicho, las desigualdades en mi provincia resultaban clamorosas y la pobreza, insultante. Un líder sindical llegó a decir que «en Argentina los perros de los ricos comen mejor que los hijos de los pobres». Ver a los niños en las calles y en los semáforos pidiendo era algo insoportable por lo que había en ellos de dolor y, detrás de ellos, con familias viviendo en la más absoluta miseria.
Resonaba en mi interior, y cada vez con más fuerza, una pregunta hiriente y persistente: ¿por qué unos tenemos tanto y otros tienen tan poco? «Compartir», aquella palabra me machacaba, y, ante alguien que sufría o necesitaba algo, me urgía el hacerlo.
Fue así como comencé a acercarme a la gente y al dolor. A tocar heridas, a «padecer con». Comprendí que, cuando te acercas al que sufre, cuando te pones en su piel, su dolor es el tuyo y su causa es tu vida y sientes la urgencia de hacer algo.
Y, en medio de todo eso, me tocó vivir la dictadura militar en Argentina: la división en las familias, la guerra, el odio, la intolerancia… Las razones de unos y las sinrazones de otros, y viceversa. En el grupo de matrimonios cercanos a mis padres había algunos que habían perdido a sus hijos en enfrentamientos cruentos con los militares, y también en nuestro entorno cercano había militares amigos de la familia que igualmente habían sufrido pérdidas entre los suyos. Tucumán es el sitio donde la guerra fue más cruenta y dolorosa, y las imágenes, el estruendo de los tiros y las bombas, el miedo, marcó a fuego mi infancia y adolescencia.
Comenzó a inquietarme la situación y surgió una nueva pregunta: ¿por qué no nos amamos? ¿Por qué nos ignoramos y nos hacemos mal?
Seguramente la respuesta a la primera pregunta de por qué unos tanto y otros tan poco es la afirmación de la segunda: ¡si unos tienen mucho y otros muy poco, es porque no nos amamos!
Comencé a ser consciente de la urgencia de compartir y repartir para que todos pudieran vivir dignamente. Entendí que no bastaba con dar de lo que sobra, que hay que dar hasta que duela. Y que no vale poner etiquetas a las personas (vago, borracho, desgraciado…) como excusas para no implicarse. También que es importante salir de nuestra zona de confort para ir al encuentro del otro.
Entonces empecé a observar a mi alrededor y vi que algunos eran más felices: los que se dedicaban en cuerpo y alma a trabajar por los demás y con los demás.
En ese momento fue cuando decidí que yo quería COMPARTIR, pero no dando cosas, sino dándome a mí misma. Las injusticias las llevaba mal, y la reivindicación ya me hacía en esos años ganarme muchos enemigos y también algunos aliados. Pero debía hacerlo: a mi alrededor había gente que sufría y gente que moría sufriendo en la pobreza o por la violencia.
A los dieciocho años, con una fuerza que recuerdo muy viva, les dije a mis padres que me iba de casa, que quería ser monja5 y «vivir para ayudar a la gente». Les dije: «Quiero vivir expropiada para utilidad pública». Probablemente no tenía ni puñetera idea de lo que eso significaba, y a lo mejor ni siquiera la frase era mía, pero la interioricé de tal manera que se convirtió en mi eslogan al marchar. Hoy sí que entiendo qué significa y, a pesar de lo que implica, no renuncio a ella y renuevo ese deseo y ese compromiso. Quería compartir mi vida con los que más lo necesitaban. Y me fui.
Mis padres no lo entendían, pero yo les recordé que para mi primera comunión ellos me habían regalado un cuadro que tenía en mi habitación y que decía: «Con un corazón lleno de amor siempre hay algo para dar», y entonces sí me dejaron partir. Y me sucedieron muchas cosas, experiencias de vida religiosa en las villas del gran Buenos Aires, en el sur de Tucumán, junto a enfermos terminales, incluso estuve cinco años como monja de clausura, dedicada al silencio, en un largo noviciado en Valencia, escuchando el eco de aquellas preguntas que me seguían inquietando: ¿por qué unos tanto? ¿Por qué no nos amamos? Cinco años en lo hondo del surco, cinco años auscultando en el corazón del silencio una respuesta a mi deseo de vivir para ayudar a los demás.
Explico esto porque aquel fue el crisol en el que se forjaron los proyectos que hoy acompaño, así como la pasión que anima mi vida y le da sentido. Allí se forjó también la ruptura con un viejo estilo de vida religiosa y el nacimiento de una nueva forma de vida consagrada compartida y vivida con mis hermanas de comunidad y con tantos voluntarios y colaboradores que hoy son una gran familia.
Es gracias a todas mis experiencias pasadas que hoy me niego a conformarme con quejarme y denunciar lo que ocurre. Y también me ha hecho comprender que no puedo luchar yo sola. Es por todo esto que en el camino he podido encontrarme con muchos aliados que, como yo, han decidido escuchar, contemplar en nuestro entorno y, después, movilizarnos juntos.
¿Y sabéis qué hemos descubierto? Que nosotros estamos muy bien, pero que a nuestro alrededor están pasando cosas: hay gente que sufre, pero, si todos nos implicamos, podemos comenzar a transformar nuestro mundo, y, si todos estamos mejor, seremos también más felices, y la humanidad será mucho más digna y el mundo más humano.
Compartir es lo que nos anima y lo que nos mueve y apasiona a cuantos estamos escribiendo juntos esta historia en la que queremos acoger con el corazón. La palabra «acogida» significa para nosotros abrir los oídos del corazón y agudizar la vista para preguntarnos una y otra vez: ¿qué podemos hacer para que la gente esté mejor?
En estas páginas, yo, sor Lucía, hablo desde donde vivo cada día: desde el convento de Santa Clara de Manresa, junto a los humillados, a las víctimas, a los que no cuentan. Junto a hombres y mujeres, ancianos y niños, jóvenes… Se trata de personas que luchan a muerte por la vida, que tienen una historia, un pasado más o menos largo o corto, pero que ven cómo cada día se les cierran las puertas de un futuro mejor por más que, a pesar de todo, sigan luchando y esperando, aunque no pocos se queden atrás y mueran en el intento.
Pero también vivo al lado de muchas personas de gran corazón, instituciones con alma que apuestan y quieren que recorramos juntos el camino de la solidaridad, de la justicia y la fraternidad.
Pienso, vivo y escribo desde una comunidad de hermanas contemplativas en donde se comparte lo que somos y lo que tenemos, que ha abierto las puertas de sus casas y ha cedido sus espacios porque ha comprendido, al leer el Evangelio e intentar vivirlo, que solo se tiene lo que se comparte y que los bienes son para compartirlos y repartirlos porque son de todos.
También trabajo y comparto sueños y proyectos con el gran equipo humano de la Fundación del Convento de Santa Clara, fruto maduro del compromiso de muchas personas con los más pobres. Se trata de una fundación pequeña que, a fuerza de picar piedra cada día, de escuchar y de acoger, ha crecido en número de proyectos, en colaboradores y en personas a las que ayuda.
Construyo, así mismo, oportunidades junto a los que han aceptado el reto de compartir sus programas y proyectos, sus recursos y metodologías desde la Fundación Bancaria ”la Caixa”, que apuesta por la infancia y la familia y es un motor indispensable para que Invulnerables crezca y siga transformando vidas y facilitando historias de éxito y oportunidades.
Hoy en día mi confesión de fe y de esperanza pasa por la certeza de que esta es la hora y el momento de dejar de alzar nuestras manos con los puños cerrados para amenazar y descalificar. Es la hora y el momento de crear complicidades y de extender las manos abiertas para tejer alianzas.
Estoy convencida de que solo avanzaremos si practicamos la proximidad, si entendemos que solidaridad no es dar lo que nos sobra, sino lo que el otro necesita. Si nos atrevemos, en suma, a ser nosotros el cambio que reclamamos y dejamos de ignorarnos los unos a los otros para renunciar a nuestros pequeños o grandes espacios de poder y convertirlos en espacios de servicio y en garantía de igualdad de oportunidades.
Si lo creemos y si apostamos por este camino que quiero recorrer con muchos que sueñan este mismo sueño, estoy segura de que todos seremos cada vez más «invulnerables».