ALBERTO MAYOL
Mayol, Alberto
El derrumbe del modelo. La crisis de la economía de mercado en el Chile contemporáneo / Alberto Mayol
Santiago de Chile: Catalonia, 2020
ISBN: 978-956-324-789-3
ISBN Digital: 978-956-324-788-6
CIENCIAS POLÍTICAS
320
Fotografía de portada: 123rf.com
Diseño de portada: Guarulo & Aloms
Diseño y diagramación: Sebastián Valdebenito M.
Corrección de textos: Cristine Molina
Dirección editorial: Arturo Infante Reñasco
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Primera edición Catalonial: abril 2020
ISBN: 978-956-324-789-3
ISBN Digital: 978-956-324-788-6
Registro de propiedad intelectual: 217.093
© Alberto Mayol, 2020
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A propósito de la exposición de Alberto Mayol
Matías Marambio H.
La escena no dejaba de ser irónica. La imagen de Karl Marx brillaba en las retinas de los empresarios más poderosos de Chile. En pleno Encuentro Anual de Empresarios (ENADE) —el más importante de su tipo organizado por Icare—, por algunos segundos el rostro del padre del marxismo y el comunismo moderno llenó el salón principal de Casa Piedra, el mismo lugar en el cual durante esa jornada desfilaron altos ejecutivos de importantes empresas, sesudos analistas, ministros de Estado y el mismísimo presidente de la República, Sebastián Piñera.
Pero había más. No conforme con someter a esa “tortura visual” a los asistentes, la presentación incluso deslizaba la posibilidad de que los empresarios chilenos fueran seguidores del pensamiento del filósofo alemán.
“Si creen que sus intereses son contradictorios con los del resto de la sociedad, entonces debieran estar preocupados porque no estarían de acuerdo con su propio discurso sino con Marx, que creía que las distintas clases estaban en permanente conflicto de interés y que no había forma de convivir saludablemente dentro del régimen capitalista”.
Esas fueron las palabras que retumbaron en los tímpanos de los presentes.
Detrás de esa provocación a domicilio estaba una figura atípica para este tipo de eventos, no solo por el fondo, sino también por la forma. Mientras en los pasillos de los congresos de Icare imperan las tonalidades oscuras y a lo más —entre los osados— una corbata chillona, el sociólogo de la Universidad de Chile Alberto Mayol se paseaba ataviado de pantalón y polera negra, chaqueta lila, zapatillas blancas y pelo largo. Un completo desconocido entre la multitud, que incluso era detenido permanentemente en los accesos al negarse a portar credencial.
Pero la figura de Mayol ya era un referente en otros círculos y su presencia ese día distaba de ser gratuita. Durante el 2011 su nombre cobró mayor relevancia como “asesor” de la Confech en el movimiento estudiantil, y sus columnas y entrevistas —en las que ataca al modelo económico y a la presidencia de Piñera— ya habían hecho eco en diversos sectores.
Un año atípico necesitaba una figura atípica. Bajo esa premisa el director ejecutivo de Icare, Manuel Vargas —cerebro y alma de la institución—, lo contactó por primera vez en mayo de 2011. Su idea original era invitar a Camila Vallejo para que expusiera, pero su nombre no fue bien recibido dentro del directorio. Fue así como surgió el nombre de Mayol como alternativa para que se sumara a la sesión “Una nueva mirada”, que presidía Bernardo Larraín Matte, actualmente presidente del directorio de Colbún y vicepresidente de Icare.
Vargas —cuya voz es muy valorada dentro del mundo empresarial— había estado muy atento a los movimientos sociales de 2011, por lo que estaba seguro de que la ENADE de ese año debía girar en torno a aquel tema. Para el título estaba entre dos posibilidades: “Diffidentia” y “¿Vox Populi, Vox Dei?”, optando por la última.
En las primeras reuniones de coordinación con el resto de los exponentes, entre los que también estaban Tomás Recart, director ejecutivo de la Fundación Enseña Chile, y Kenneth Gent, gerente general de Momento Cero, quedó claro que Mayol era el “patito feo” del curso. Una excepción. Por lo mismo, era una oportunidad para que su mensaje generara consecuencias de mediano y largo plazo. Se propuso que el efecto del golpe fuera prolongado, y para eso su discurso debía estar bien articulado. Si quería lograr que tuviera un efecto expansivo, tenía que entrar en territorio enemigo cual caballo de Troya. Debía hablar en un lenguaje que fuera conocido para los empresarios, usar reiteradamente palabras como eficiencia y demostrarles por qué el modelo que tanto defendían no lo era. Debía apelar a sus miedos, meterse en su cocina. Reforzar cada argumento con datos duros, como si fuera una presentación en alguno de los directorios en los que se sienten a sus anchas.
Durante su exposición, Mayol primero fue entregando cifras con suavidad, para luego entrar en campo minado. “El modelo fracasó”. “La crisis del gobierno actual es una crisis también del empresariado”. “Chile ha estado preocupado de construir una economía, no de construir una sociedad”. Poco a poco el tono de su presentación se fue endureciendo, mientras el ambiente se iba enrareciendo. No pocos se pararon y salieron de la sala. Pero parecía que todo era parte de un plan. Parado en medio del escenario y no en el estrado, como el resto de los expositores —muy al estilo de las presentaciones de las empresas de tecnologías—, Mayol intercalaba diapositivas con datos duros, imágenes y, cuando el ambiente lo requería, como en el capítulo de Piñera y los empresarios, algo de humor. Todo con una estrategia como norte. Una presentación estándar en la ENADE debe durar alrededor de veinte minutos. La del sociólogo duraba treinta y cinco. Al usar todo el escenario y no el estrado, Mayol ganaba tiempo, ya que no veía el semáforo que le indicaba los minutos que le quedaban o podía desentenderse de las señales de luces que le enviaban desde el otro lado de la sala. Su meta era clara: poder entregar su visión lo más ampliamente posible.
El día de la ENADE Manfredo Mayol no quiso asistir, a pesar de que su hijo lo había invitado personalmente. De alguna forma presentía lo que podía pasar, aunque no había visto la presentación de Alberto. Pasado las 13:00 horas le llegó un mensaje de texto a su celular. “Bomba nuclear en la ENADE… tu hijo”, decía.
Efectivamente la presentación del sociólogo fue un bombazo. Al día siguiente los medios hablaban de él como “la revelación de la ENADE” o “el sociólogo que les habló de frente a los empresarios”. Pero nadie podía decir que fue una sorpresa. El día antes, en una entrevista en radio Cooperativa, había adelantado parte de lo que sería su exposición y difundido en su sitio web un video con toda la presentación, que se viralizó rápidamente en las redes sociales. Incluso el mismo Bernardo Larraín la vio esa noche. Por eso, minutos antes de que comenzara su sesión, se le acercó y le dijo: “Está fuerte tu presentación”. “Depende, todo tiene sus ambivalencias”, le respondió Mayol. Ciento cuarenta diapositivas y treinta minutos más tarde, Larraín se le acercó nuevamente. “¿Y dónde está la ambivalencia?”, le dijo. El mensaje había pegado.
Pero no todo fue calculado ese día en la ENADE, y otros factores ayudaron a que el impacto mediático fuera mayor al esperado. Inicialmente la sesión “Una nueva mirada” estaba programada para la tarde, pero Bernardo Larraín se la jugó para que la cambiaran al bloque de antes de almuerzo, uno de los más concurridos. Para el hombre de Colbún era importante que su mesa tuviera éxito, ya que estaba comenzando a tener un rol más activo en Icare y quería dejar una buena impresión. Y así fue. La sesión que estuvo bajo su carga fue la más comentada por los medios, por lo que al día siguiente envió un email a todos los expositores para felicitarlos por su trabajo. Hoy Larraín Matte preside el recién estrenado círculo de Empresas y Sociedad de Icare.
Los días siguientes a la presentación en la ENADE estuvieron marcados por una fuerte presencia mediática en distintas plataformas. Los dos diarios más influyentes del país también se sumaron, aunque cada uno en su propia forma. El Mercurio —que es socio colaborador de Icare— dedicó un amplio espacio a la presentación de Mayol, aunque evitó referirse a los puntos más polémicos. También, en la portada del cuerpo de Economía y Negocios, puso a los actores que habían planteado los principales temas de la jornada. Entre ellos estaban el presidente Piñera, el ministro de Hacienda, Felipe Larraín, Roberto Méndez, Juan Andrés Fontaine, Alberto Mayol y Vittorio Corbo. Lo extraño es que este último no estuvo en la ENADE como expositor, sino que fue entrevistado de manera independiente por el diario. La Tercera, en cambio, prefirió desmarcarse de lo hecho por los otros medios y no llevó la presentación de Mayol en la pauta de ese día.
Dentro de Icare la exposición de Mayol, si bien fue considerada como “fuerte”, estuvo dentro de lo esperado. El mismo Manuel Vargas se lo reconoció días después al sociólogo en un almuerzo que tuvieron para analizar lo que había sucedido en la ENADE. En esa ocasión le contó que efectivamente había sido muy intenso, sobre todo en las redes sociales, que transmitían uno a uno los demoledores datos que entregaba el académico de la Universidad de Chile, pero valoró que la presentación había ido más allá de lo panfletario y que cada argumento había sido sostenido con datos duros. Eso fue ampliamente valorado principalmente por la camada más joven de Icare, que, si bien en lo valórico pueden ser igual de conservadores que las generaciones más viejas, están más conectados con el mundo y con los cambios sociales, porque saben que sus compañías no están aisladas de lo que sucede globalmente.
La vitrina que le dio su presentación en la ENADE también le ha permitido a Mayol expandir su radio de influencia, convirtiéndose en una de las voces más escuchadas del mundo académico. Junto con el historiador Gabriel Salazar, ha sido sindicado como el pensador más importante a la hora de interpretar el conflicto estudiantil.
Además, en enero de 2012 fue invitado al Consejo de Rectores realizado en la Universidad Austral de Chile en Valdivia, donde realizó un análisis sobre la trascendencia y el legado del movimiento estudiantil, siendo la primera vez que se tocaba el tema en esa instancia. Esto ha permitido que su nombre tome cada vez más relevancia al interior de la Universidad de Chile, llegando a ser el más citado de sus docentes en los medios de comunicación durante los últimos meses.
La relación entre Mayol e Icare no terminó en la ENADE. Meses más tarde fue contactado nuevamente para exponer en el congreso de marketing “Para mirarte mejor”, en la sesión “Entendiendo el cambio”. Porque, si bien su crítico punto de vista saca ronchas a muchos, la presencia del sociólogo también es garantía de polémica. Su discurso remece las audiencias y da que hablar. Y eso seduce a cualquiera.
Mayo de 2012
Hace veintiún meses enuncié de modo explícito la crisis de legitimidad y de operación del modelo chileno, basado en la articulación entre una democracia de baja intensidad política, fracturada entre la dimensión de representación y el mundo social, y una economía desregulada y oligopólica a la que se suele dar el nombre de libremercadista. La forma política descrita se suele llamar “transición” (aun cuando no transitaba a ningún sitio) y la forma económica descrita se suele llamar “neoliberal”, lo que probablemente calza mejor. La tesis enunciada generó mucho impacto en ENADE 2011 y ese impacto básicamente tomó la forma de malestar con dicho argumento por parte de los presentes en ese evento. Sin embargo, el argumento sí gustó bastante fuera del recinto y tuvo una importante resonancia. En junio de 2012, siguiendo la misma ruta de dicha argumentación, publiqué este libro, que bajo el nombre El derrumbe del modelo aumentó la apuesta al señalar que no solo se trataba de una crisis, sino además de un derrumbe, esto es, una caída definitiva de los principios rectores, de los modos de hacer, del espíritu de época, de los modos de articulación, en lo político y lo económico, en el Chile actual. El libro generó mucha expectación y fue acompañado de ácidas críticas, sobre todo al principio. Muchas de esas críticas fueron expresadas académicamente de modo formal o informal, aunque debo decir que los académicos que respondieron mi argumento en sus libros casi nunca citaron este texto (mala costumbre que se repite entre autores chilenos que solo citan apellidos de extranjeros que llenen de glamour sus páginas). De este modo, el texto transformó a la discusión por el modelo en tótem, pero el documento mismo se tornó tabú.
El presente prólogo pretende hacerse cargo de las críticas, pues asumo que en ellas hay una oportunidad para explorar matices, aclaraciones e incluso elaboraciones posteriores que pueden ser de interés. Por cierto, allí donde hubo críticas personales (que abundaron), las señalaré brevemente sin entrar en detalles.
El siguiente es un breve listado de las críticas que aparecieron en un primer momento.
a) Luis Larraín, director de Libertad y Desarrollo, sacó una especie de respuesta en un libro titulado El regreso del modelo (2012), aunque no cite mi libro El derrumbe del modelo en su texto. Irónicamente, su libro argumenta que no existe algo así como un modelo y que por ello nunca ha estado en crisis. Básicamente su foco radica en argumentar la inexistencia del malestar y los excelentes resultados económicos que ha tenido el modelo. Este último punto, se debe señalar, se repite constantemente entre las respuestas. Lo enunció incluso Mariana Aylwin al señalar que le costaba creer que hubiese una crisis del modelo si la gente consume tanto. La confusión entre crisis económica y crisis política, esto es, el cuestionamiento radical de un hegemón, no ha sido superada a pesar de ser bastante explícita en estas páginas.
b) Carlos Peña, rector de la Universidad Diego Portales, el día 25 de agosto de 2012, ha respondido a la pregunta que hace un periodista (La Tercera) respecto a si el modelo se está derrumbando, diciendo lo siguiente: “Lo que ha caído en el descrédito más absoluto no es el modelo, sino la creencia de que el mercado, los simplemente incentivos carentes de toda regulación, podía mejorar por sí solo el bienestar social y lograr mayores niveles de oportunidades”. Su argumentación se completa señalando que “luego de las movilizaciones, hay un fin del hechizo de la economía naturalizada sobre la política, lo que ha redundado en una recuperación de ella respecto a su papel en la sociedad”. Añade que “los ideales de una sociedad capitalista —el esfuerzo personal, la distribución de la riqueza en base al esfuerzo, etcétera— están muy vigentes entre los chilenos. Me es difícil creer que esa sociedad esté reñida en el fondo de su alma con el proceso de modernización. Más bien lo que quiere es que esté a la altura de las promesas que formuló, que es distinto”1 .
c) Eugenio Guzmán (Universidad del Desarrollo) y Marcel Oppliger (periodista) escribieron El malestar de Chile (2012), un libro donde se argumenta que en Chile no hay malestar social. El libro intenta desactivar la tesis de acumulación de malestar. Si ello no es así, mucho menos puede haber una impugnación al modelo. Usando ciertos datos de opinión pública, además de antecedentes económicos, los autores señalan que el malestar existente es convencional. La tesis es conocida: las sociedades que crecen son más exigentes, pero ello no cuestiona las bases del modelo. Las movilizaciones se debieron a acciones políticas, al rol de la Concertación y del Partido Comunista.
d) Mauricio Morales, académico de la Universidad Diego Portales, ha dicho que “existe consenso respecto a que en Chile se experimenta un fuerte malestar con la democracia y con el modelo económico. Para algunos, las movilizaciones estudiantiles reflejaron las ganas de los chilenos por modificar ese modelo, anunciando así una verdadera crisis institucional que antecedería a un cambio de gran magnitud”, pero ha agregado que esta tesis descansa sobre “supuestos que (…) son falsos o al menos cuestionables”. Considera que la ciudadanía no demanda más participación en la toma de decisiones, que la ciudadanía no está más politizada. Añade que, aun cuando suena políticamente incorrecto, “afirmar que el chileno actual es sustancialmente distinto al de hace tres o cuatro años es, sencillamente, vender humo”. Plantea que los “autodenominados intelectuales” cometen el mismo error de los políticos: creer que los temas que ellos colocan en la agenda importan a la ciudadanía. Y agrega: la crisis no es institucional, sino de representación. Morales señala además que no hay interés en más participación, pues de hecho la tendencia ha seguido siendo la alta abstención electoral. Morales no menciona nunca este libro ni mi nombre, por lo que bien puede argumentar que no era uno de los intelectuales a los que se refería, pero, dado que evidentemente se hace cargo de mis argumentos, me parece pertinente tomar sus palabras como una respuesta2.
e) Eduardo Galaz, académico de la Universidad Católica, ha dicho “el modelo no se ha derrumbado. Mayol no solo se equivoca, delira. Incluso más que lo que deliró Fukuyama al describir el fin de la historia, con el mismo carácter pero con más motivos”. El argumento de Galaz es curioso y, por lo mismo, muy interesante. Dice que efectivamente hay una crisis del modelo, pero que ello no se debe a la irrupción del principio de ciudadanía. “Las protestas furiosas durante casi un año; la frustración popular contra ‘la sociedad’, ‘el modelo’ o ‘el sistema’, abstracciones cuyo significado apenas se conoce; en general, la indignación de quien sabe que muchas cosas están mal, pero no sabe por qué ni cómo resolverlas y, a falta de solución asible, se encoleriza; todo ello es síntoma no del renacimiento de la ciudadanía, sino de su lamentable y sostenida ausencia. El indignado y el ciudadano son figuras antitéticas. Un dirigente estudiantil puede ser un ciudadano ejemplar; el alegre ‘cacerolero’ de una noche ruidosa, no necesariamente; la horda que asalta el Congreso, definitivamente no lo es. La crisis de nuestro modelo no obedece a la reaparición de unos ciudadanos con los cuales el sistema no funciona. Exactamente al revés, es la crisis de un modelo que, a despecho de sus bondades, creyó equivocadamente que podía prescindir de la ciudadanía, y terminó por destruirla”3 .
f) Alfredo Joignant, académico de la Universidad Diego Portales, comentó en un debate organizado por Claudio Fuentes (también académico de dicha universidad) en el año 2012 que la tesis del derrumbe era delirante, que la descripción del país hecha en el marco de esa tesis era fantasiosa y que ni siquiera se puede reconocer Chile en ese diagnóstico de crisis del modelo. Irónicamente, un año después publicó un libro con otros autores titulado El otro modelo (2013), donde se hacen cargo del carácter agotado del modelo y la necesidad de remplazarlo por otro. Además, como veremos, en conferencias recientes ha señalado que el alcance de las movilizaciones de 2011 llega al problema no solo de la educación, sino de la igualdad y del modelo.
g) Rafael Rincón, investigador asociado de la Fundación para el Progreso Jean Gustave Courcelle-Seneuil, ha dicho respecto al libro: “no es un análisis explicativo convencional, sino una seductora combinación de prosa épica revolucionaria, de análisis de datos y de arenga política encendida que, con cierta habilidad retórica, se enmarca en una teoría conspirativa más o menos típica: el gran poder económico nacional, en complicidad con la clase política (e incluso con la Iglesia y las Fuerzas Armadas), ha diseñado y mantenido un modelo de desarrollo rentable para sus intereses, pero socialmente desastroso, injusto e inmoral”4 .
h) Pablo Torche, consultor en políticas educacionales, ha escrito en su columna “El derrumbe de la izquierda” que “cada vez que surge un movimiento o conflicto social, surge también un conjunto de intelectuales y analistas que se apresuran a predecir la crisis e inminente caída del ‘modelo’. Con el movimiento estudiantil estas profecías han vuelto a aparecer por doquier, pero no es la primera vez, llevamos veinte años escuchándolas, sin que nada pase por supuesto, salvo la profundización del mismo modelo que se considera a punto de caer”. Torche añade que en este tipo de relatos “el movimiento en cuestión es solo el primer paso de un proceso mayor, que va a conducir a la reconstitución del poder popular, y a la progresiva articulación de los actores sociales, hasta una revolución más amplia que permitirá por fin derrocar la perversa dictadura del mercado e implementar un paradigma más humano y más justo. Al final, por supuesto, nada de esto pasa, la sociedad sigue cada vez más individualista, el mercado cada vez más todopoderoso, y todo el mundo se olvida de estas grandilocuentes predicciones. Son como los anuncios de Salfate, solo que menos divertidos”5. Torche opera aquí combinando dos líneas argumentales. La primera, que habla de la “caída” del modelo, proviene de mi trabajo investigativo. La segunda línea, que habla de acumulación de fuerzas populares, proviene del argumento del historiador Gabriel Salazar. Ambas tesis son muy diferentes en rigor, como veremos más abajo.
i) Patricio Navia, académico de la Universidad Diego Portales, ha señalado que la tesis del derrumbe del modelo y de la era de impugnación y politización que lo acompaña “se construye desde el voluntarismo intelectual y el análisis antojadizo de la evidencia (…) Provocador y hábil para saltar de la discusión de datos a la especulación ideológica, las (…) páginas de la entrega de Mayol resultan a ratos desordenadas y repetitivas. Aunque nadie en Chile se hace millonario escribiendo libros, el lucro reputacional que se obtiene por publicar textos en el momento adecuado lleva a veces a privilegiar el timing sobre el rigor intelectual. Es comprensible la premura en publicar un texto mientras el tema se mantiene relevante. Los economistas hablarían de costo de oportunidad. Aunque es una lectura fascinante, a ratos el análisis deviene en panfleto. Aquellos que comparten la convicción de Alberto Mayol de que el modelo está a punto de derrumbarse y aquellos que creen que está más fuerte que nunca encontrarán suficientes insumos para echar leña a sus respectivos fuegos. Aquellos que esperaban un análisis más riguroso, basado en evidencias más que en dogmas, resultarán menos satisfechos con la lectura”6 .
Las críticas reseñadas resumen bastante bien, al menos en lo que respecta a las críticas no del todo personales, las inquietudes que ha despertado el libro El derrumbe del modelo. De todos modos, no deja de ser relevante señalar que el uso de un supuesto colectivo o grupo de autores que hablan de la crisis del modelo ha sido parte sistemática del recurso con el que los críticos al argumento lo enfrentan. Suelen señalar que es habitual escuchar analistas que hablan de la crisis del modelo, pero lo interesante es que no era habitual. Colegas de acuerdo con el argumento solo encontré desde 2013 o quizás, siendo generoso, desde fines de 2012. Y hasta el día de hoy, tampoco son muchos. Ni siquiera desde la izquierda y el movimiento estudiantil el argumentó gustó mucho, ya que eso de ir ganando siempre nos suena a traición. Incluso parte del movimiento señaló que mi libro no servía a la causa porque mostraba en presunta condición de terminada una labor de transformación, desmovilizando a la gente. El argumento se sostiene en una premisa extraña: supuestamente es más probable que se movilice alguien que está muy lejos de conseguir un objetivo que alguien que lo tiene casi en las manos. Por cierto, pienso exactamente lo contrario, pero en cualquier caso mi objetivo nunca fue más allá de hacer un diagnóstico de época, y el único elemento político que fue intencional resulta ser el esfuerzo de acelerar un proceso que me parecía inevitable según los datos, como era la inundación de los problemas planteados por los estudiantes a niveles mucho más estructurales del modelo económico y político. Como dije en ENADE 2011, el horizonte de este movimiento tiene dos caras: la impugnación del modelo económico y político (con cambio inclusive del clivaje fundamental de la transición, que era herencia del plebiscito, por uno donde lo social y lo político están en conflicto) y la emergencia de lo público como necesaria antítesis al elemento característico del modelo en crisis: lo privado. Ambas tendencias me parecían inevitables dados los acontecimientos de 2011.
La respuesta a estas críticas, además de las aclaraciones que puedan ser pertinentes y las condiciones que hemos visto de evolución de los hechos que pudieran estar relacionados con este argumento, las he agregado en un texto al final de esta edición. No es ocasión de este prólogo extenderme sobre esos puntos. Sin embargo, con el tiempo han aparecido algunos académicos que, en algún sentido, han validado el argumento. Claramente son menos y, en ocasiones, son los mismos que escribieron lo contrario.
a) Jaime Retamal, profesor de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Santiago de Chile, en su columna “Se acabó el empate” señala que “esas movilizaciones lo que hicieron fue poner en duda, por una parte, las bases del modelo aplicado a la educación, que, dada la vertebración de él, ocurre exactamente lo mismo si aplicamos igual interrogación cáustica a no importa cuál área social o económica de nuestro país”. Añade que el proceso de cuestionamiento de la lógica del empate propia de la democracia de los acuerdos comienza a ponerse en cuestión con la publicación de El derrumbe del modelo (2012) y luego con libros como los de Claudio Fuentes, El fraude (2012) y El pacto (2013). Para Retamal los libros de Fuentes conducen desde “el derrumbe del modelo económico social al derrumbe del modelo político constitucional”.
b) Axel Kaiser, director ejecutivo de la Fundación para el Progreso, ha afirmado, tanto en debates como en columnas, que “La pregunta ya no es si Chile va a entrar o no en un camino estatista, sino hasta dónde lo va a recorrer”7 . Kaiser señala que las percepciones son más importantes que los resultados y que la derecha ha perdido la batalla de esas percepciones. Esto mismo, más completo incluso, lo dijo Kaiser en un debate que tuvimos, organizado por ICARE, donde sorprendió a los presentes, quienes pensaban que defendería una tesis contraria a la que enuncié sobre el derrumbe del modelo. Kaiser, sin embargo, comenzó su alocución señalando que “desgraciadamente” mi diagnóstico sobre la crisis de legitimidad del modelo era correcto y que el problema era la gravedad de los acontecimientos, donde profundizó, argumentando con detalle por qué este modelo no debiese derrumbarse, pues el efecto de ese acontecimiento sería nefasto.
c) Alfredo Joignant ha aparecido ahora reivindicando la tesis de una crisis del modelo neoliberal. No solo lo hace implícitamente en el libro, ya citado, El otro modelo (2013), sino además, de modo bastante explícito, en un encuentro titulado “El modelo chileno y lo que viene”, disponible en YouTube. “Pasó algo realmente importante definitivamente en Chile el 2011”8. La descripción de lo acontecido es exactamente idéntica al diagnóstico emitido tanto en El derrumbe del modelo como en No al lucro como resultado de mis investigaciones sobre el impacto de las movilizaciones. Dice Joignant: “Hay una brecha en donde lo que está en disputa es el sentido de la vida colectiva, no solo económica, la vida colectiva en el plano social, político y económico, eso es el modelo. Todo está en discusión. Por eso es que la derecha está acorralada. Esto es inédito”. El proceso que describe hace alusión a los horizontes que fueron señalados sistemáticamente en los libros y en la exposición que realicé en ENADE. “La reivindicación educacional muta en 2012 a una reivindicación igualitaria, para que el año 2013 se transforme en una crítica al modelo. Eso pasó en mil días. En términos históricos, la velocidad es vertiginosa”. Añade que el modelo chileno se encuentra seriamente amenazado y que esto “no había ocurrido nunca”.
d) Una editorial de El Mercurio, el 5 de agosto de 2013, refleja el cambio de conducta de este periódico, que sistemáticamente buscó negar la existencia de una posible impugnación a la economía de mercado. En su texto editorial “¿El sistema amenazado?” señala que es necesario hacer pedagogía de las virtudes de la economía de libre mercado. Y es que “en las encuestas de opinión, en populares programas televisivos y de denuncia, en los discursos de los candidatos, aflora un creciente sentimiento antiempresarial y antimercado, con frecuencia acompañado de una añoranza nostálgica de los tiempos del estatismo. Se está incubando un ambiente antagónico al emprendimiento y cuando eso ocurre cunde el desaliento entre los llamados a abordar las inversiones e innovaciones necesarias para seguir progresando. Entonces, el deterioro de la imagen del sistema se torna en una suerte de profecía autocumplida”9 .
e) Manuel Antonio Garretón ha añadido un nuevo prólogo a la nueva edición de su libro Neoliberalismo corregido y progresismo limitado (2013). De modo muy asertivo resume la discusión entre mi tesis sobre el Chile actual y la tesis de Gabriel Salazar (aunque no nos cita a ninguno de los dos). “(Se) afirma la crisis y hasta el derrumbe del modelo. Para algunos se está en una crisis terminal aunque ello no derive en un modelo nuevo que sustituya al antiguo. Para otros, esta será la tarea de un nuevo sujeto popular autogenerado”10. Evidentemente se refiere a mi postura con la primera frase y a la de Salazar con la segunda. La postura que toma Garretón es de tercero en disputa, aunque con ello valide parte sustantiva de la tesis planteada. Dice que hay que hacer algunas distinciones. Señala que se hace indispensable abordar por un lado la posibilidad del término “o derrumbe si se quiere” del modelo concertacionista. Señala que al respecto es cierto: no tiene vuelta atrás ni reacomodo posible. La segunda distinción es la crisis de legitimidad y el rechazo al modelo, cuestión que en su opinión y según los datos existentes es “incuestionable”, aunque siga funcionando. Y, en tercer lugar, es necesario distinguir la crisis de legitimidad y funcionamiento a la vez. En este marco, el carácter refundacional de 2011 se relaciona con la necesidad de reconfigurar “las relaciones entre política y sociedad”11. Y añade que, a diferencia de otros momentos en la historia de Chile, el momento político electoral no servirá para resolver “la triple crisis de la que estamos hablando”. Garretón aumenta la apuesta hecha por mis libros, pues, si bien señalé que el modelo económico se derrumba en medio de una crisis de legitimidad, que el modelo político en tanto institucionalidad y sistema de pactos políticos, también se encuentra en una crisis irreversible que requerirá transformaciones relevantes12. Garretón añade a esto último que la única salida existente es hacer un tránsito estrictamente refundacional que se expresa en la tesis —que académicamente lleva el nombre de Fernando Atria— de una Asamblea Constituyente.
f) Como bien señala Garretón, la tesis de una salida constituyente de Fernando Atria pone en los supuestos la necesidad de refundar la relación entre ciudadanía y Estado en un sentido muy amplio, a tal punto que es explícito Atria en señalar en libros, columnas y entrevistas que la medida de la Constitución de 1980 es un conjunto de reglas de conservación de un modelo económico y político. Respecto al modelo económico, la postura de Atria es que la Concertación configuró hasta ahora un capitalismo con rostro humano, que si no es abordado en sus modificaciones en el próximo gobierno (probablemente de Bachelet) se tornará muy urgente en los siguientes13.
Podría considerarse este un compendio, si no de todos los emisores, al menos probablemente de casi todos los argumentos que se han utilizado para rebatir o confirmar (con ajustes o no) la tesis del derrumbe del modelo. Por cierto, las posturas menos académicas se orientan a decir que mi tesis es apocalíptica o que mi tesis es optimista. La primera tesis, respecto a que el derrumbe del modelo sería un apocalipsis, parte de la naturalización propia del mismo modelo, que establece que la posibilidad de que este llegue a un final es completamente absurda y que, dado que el capitalismo es el resultado natural de la evolución humana, el fin del modelo sería sencillamente el fin del mundo. Como me parece evidente que se debe dudar de la posibilidad de que no exista nada más allá del capitalismo, este argumento me parece equivocado e incluso pedestre. Respecto a quienes me consideran un optimista, evidentemente con ellos pasan dos cosas. En primer lugar, no me conocen. Y, en segundo lugar, se nublan por imaginar que el derrumbe del modelo chileno implica el fin del capitalismo en Chile. Eso es evidentemente falso y mi tesis es diferente. Por cierto, una crisis de un modelo como el chileno supone una herida de guerra para las tesis que defienden un capitalismo radical. Pero no me cabe duda de que toda la discusión actual, en Chile y el mundo, se da en el marco del capitalismo, aunque sea en torno a su evidente crisis. El fin de este modelo se produce en un escenario capitalista que no cambiará. Más aún, considero optimistas e ingenuos a quienes creen que efectivamente en Chile se instituirá “otro modelo”. A mi entender, el derrumbe del modelo no es inconsistente con la alta probabilidad de que sus restos, el material inorgánico de su construcción desfallecida, sigan siendo la piedra angular, débil y confusa, de la historia próxima de Chile. La forma desarticulada de los restos del modelo parece ser la imagen más probable para reflejar el orden que se nos avecina. No hay un nuevo modelo a la vista, solo la putrefacción constante del que tenemos y un par de odoríficos intentando tapar (sin demasiado éxito) el hedor ya evidente de un orden putrefacto.
24 de octubre de 2013
Una duda razonable de cualquier escritor está en la pregunta sobre la calidad del libro que escribe. No solo escribir es un arte; lo es también saber si lo escrito es bueno o malo, si es mejorable y cómo. Pero una duda aún más importante es la de saber cómo envejecerá un libro. Una buena obra escritural tiene solo una variable clave: la calidad de su vejez. El derrumbe del modelo (2012, primera edición) ha demostrado algo que va más allá de mis propios sueños de autor: demostró primero ser un inusual e insólito éxito en ventas y relevancia en el espacio público; demostró luego tener una tesis fuerte y correcta; y hoy todo esto se traduce en una buena vejez para una obra que parecía más bien coyuntural y que así fue escrita.
Hoy siento orgullo de haber escrito este libro en pleno febrero de 2012. Había renunciado a un trabajo para poder escribirlo. Y había cambiado mi vida intelectual para poder dedicarme a este tema que estaba lejos de mis intereses originales. Puedo decir que valió la pena.
Alberto Mayol
Noviembre de 2019
Los procesos históricos se toman su tiempo. No demasiado, pero se lo toman. Cuando decimos que con la toma de la Bastilla comenzó la modernidad, resulta evidente que al día siguiente de la toma no apareció la modernidad con todas las calles, en las asambleas, en las instituciones, ni mucho menos. Muchas veces pareciera que un proceso histórico se consolida y se aborta al mismo tiempo, que los avances son lentos y erráticos. Y es que en tiempos cortos la historia parece ir y venir. Pero al final va. O viene, según sea el caso.
Chile vivió un proceso de transformación muy importante durante el año 2011. El movimiento estudiantil avanzó hacia la impugnación de las condiciones estructurales de funcionamiento de la sociedad chilena en los años de libre mercado (1974 a la fecha). Su cuestionamiento logró desde agosto niveles inusitados de aprobación (el movimiento llegó a tener 89% de aprobación según la encuesta del Centro de Estudios de la Realidad Contemporánea). Y además el movimiento mostró grandes niveles de compromiso. El movimiento estudiantil cambió el clima sociopolítico de Chile y derivó en un proceso que los chilenos hemos ido viviendo con estupor, miedo o esperanza, según sea el caso. Algunos han optado por la negación, por hacer ver que aquí no pasa nada. Son los menos, pero son la clase política, amenazada de convertirse en anacrónica por las movilizaciones. Pero es evidente que algo importante ha acontecido. La pregunta es obvia: ¿qué es lo que está pasando? ¿Cuál es la intensidad de eso que está pasando?
Este libro defiende una tesis sencilla. El modelo económico que Chile aplicó desde la dictadura a la fecha no perdió solamente confianza y credibilidad. No es solo que hoy viva una crisis de legitimidad. El modelo económico chileno se derrumbó precisamente en la medida en que su relación con la sociedad demostró ineficiencia sistemáticamente hasta horadar los fundamentos de la legitimidad. Por supuesto, el modelo económico ha sido también modelo de sociedad y, en tanto tal, hay seducciones y estilos de vida que no se cambian de un día a otro. Pero el movimiento estudiantil desnudó el corazón del modelo y del malestar social que nebulosamente él producía. Ese malestar carecía de iluminación, no de existencia.
Hoy estamos viviendo el derrumbe de un modelo económico intensivo en libertad de mercado y en sus expresiones de individualismo a nivel conductual. Hoy habitamos en el proceso en que el desplome se produce, pero no vemos más allá de las apariciones estéticas de ese derrumbe. No podemos presenciar de un momento a otro el cese de los latidos del corazón de un modelo de sociedad. Solo podemos apreciar las expresiones cotidianas de la transformación. El año 2011 modificó el escenario radicalmente. El gobierno de Sebastián Piñera había llegado al poder para instalar los últimos ajustes de un modelo económico basado en la empresa donde el clímax llegaría cuando la Presidencia de la República estuviese justamente en manos de los promotores del modelo: la derecha y el empresariado. Piñera llegó a ese momento de consolidación. Y todo indicaba que podría avanzar hasta el final de ese camino: el 2010 lo sorprendió un terremoto y los treinta y tres mineros atrapados en una mina en las proximidades de Copiapó. Dos tragedias que eran una oportunidad. El terremoto era la ocasión para demostrar la nueva forma de gobernar, pero no lo hizo. La crisis de los mineros, en cambio, permitió al gobierno elevarse hasta las mayores alturas. El país de entonces no estaba en condiciones que politizar los temas y de plantear debates significativos, a tal punto que el accidente de los mineros no fue analizado desde la perspectiva de las condiciones laborales de los trabajadores chilenos. Cuando mucho, despolitizadamente, se criticó a los dueños de esa mina en particular. Como lo grafican las decisiones tomadas por el presidente Sebastián Piñera y el ministro de Minería, Laurence Golborne, toda la atención y todo el foco de transmisión mediática se concentró en la mina San José. El país era un cúmulo de espectadores, no un conjunto de problemas semejantes a aquel.
La gran crisis política del 2010 terminaría siendo el “asunto Bielsa”, cuando se atribuye la acción de la presidencia del país (o al menos del gobierno) en la derrota electoral del exitoso presidente de la ANFP Harold Mayne-Nicholls y, como consecuencia (o como causa), en la salida de la selección del director técnico argentino Marcelo Bielsa. El problema le costó diez puntos de aprobación a Piñera y marcó el origen de un descenso que no cesaría en el tiempo. Y aunque Bielsa fue enfático en politizar sus conductas, de igual modo todavía vemos que el 2010 está marcado por la despolitización y por la reiteración de los códigos de los últimos años, donde los problemas eran vistos siempre en su especificidad y nunca en su generalidad. El año 2011, en cambio, terminó con las modificaciones a la legislación electoral, permitiendo la inscripción automática y el voto voluntario. También vimos incipientes discusiones sobre reforma tributaria y una discusión acalorada sobre el presupuesto nacional en referencia a la educación. Terminamos hablando de educación gratuita, de la necesidad de terminar con el binominal, de la discriminación a las empleadas domésticas, de la colusión en el mercado, del abuso en los créditos del retail, de la crisis de las instituciones y con el gobierno (de empresarios) acorralando y persiguiendo empresarios. Esta transformación solo puede medirse en grados Richter y, de ser así, necesariamente hablaríamos de una liberación de energía enorme. Pero esto no se detuvo: el 2012 lo comenzamos hablando de todo lo anterior y más, agregándose la discriminación de los homosexuales, la crítica a los centros comerciales sin respetar las ciudades, la indispensable regionalización de Chile (crisis en Aysén y Calama, entre las más conocidas, aunque hay muchas otras). Y a todo esto se suma que el gobierno de derecha decidió estatizar los créditos educacionales y propuso una reforma tributaria que, sin ser la más socialista de las obras humanas, es ciertamente menos hija del modelo que su versión anterior.
Todo esto es simplemente para decir que el Chile de 2010, para el rescate minero, no tiene nada que ver con el Chile de mayo de 2012. Y todo esto sirve para decir que esencialmente esa transformación está marcada por la imposibilidad del modelo económico y de sociedad vigente para incorporar todas estas demandas sin desnaturalizarse.
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