Friendship: ¿evidencias de contacto extraterrestre?
© 2009, Octavio Ortiz S.
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Primera edición: junio de 2009
ISBN: 978-84-92635-05-4
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El misterio austral se vive en el testimonio de los radioaficionados chilenos.
Son las evidencias de un contacto con lo desconocido que nace en la zona de los canales, en el territorio austral del Pacífico Sur.
Más de veinte años asombrando al mundo, un fenómeno… que aún no termina.
Dedicado a mi querida esposa Cristina Muñoz.
A mis hijas Paula, Andrea y Claudia.
A nuestros amigos Alfonso Fuenzalida y María Eugenia Charpentier, que hicieron posible divulgar esta experiencia.
También dedicado con mucho cariño a la ciudad
que me vio nacer: San Carlos de Ñuble.
Quisiera, junto a mi esposa Cristina Muñoz Donoso y nuestras queridas hijas Paula, Andrea y Claudia, dejar un sencillo y honesto testimonio de una maravillosa experiencia que hemos estado viviendo desde hace veintitrés años, y compartirla con ustedes.
Deseamos agradecer a tantas personas que, durante el recorrido de este largo sendero, nos han ayudado; deseamos también dar a conocer situaciones y hechos que se apartan de lo que es habitual o rutinario y se relaciona con lo paranormal, lo que no está al alcance de los sentidos y se ubica más allá de la evaluación simplista que podría darle la masa… Esto no lo planteo en tono despectivo, en absoluto, pero sólo hay un grupo minoritario de personas que estudia todo lo relacionado con el fenómeno ovni y sucesos afines, y lo hace prescindiendo de todo prejuicio o estigmatización previa sobre el tema.
En los años en los que se inicia esta extraña experiencia era vendedor. Nací y me crié en mi muy querido San Carlos de Ñuble; Cristina estudió Pedagogía en inglés en la Universidad de Chile de Chillán, lugar donde nos conocimos. En el momento de realizar este trabajo, llevamos treinta y nueve años casados y tenemos tres hijas. Juntos hemos acordado dar a conocer los nombres de todos los que han participado en esta experiencia, para que nos identifiquen correctamente y nadie se confunda.
Alrededor del año 1983, ambos nos hicimos «oncemetristas» (en términos de radioaficionados, personas que operan equipos radiales de comunicación en la banda de once metros). Se les considera los hermanos menores de los radioaficionados.
Nuestro primer equipo de radio de banda ciudadana, en once metros, lo obtuvimos como regalo de nuestro compadre Reinaldo Urrea, casado con Margarita Muñoz, hermana de Cristina. Él es el «gran responsable» de toda esta compleja historia…
Nunca pensamos que un modesto equipo transmisor de radioaficionados cambiaría nuestras vidas al extremo de involucrarlas en algo tan sorprendente y hermoso a la vez como lo que nos ha sucedido.
Debo mencionar que quienes somos oncemetristas, o radioaficionados, somos muy solidarios y, tratándose de una emergencia, sea enfermedad, accidente o catástrofe, estamos atentos y dispuestos a servir más allá de nuestros propios medios, si la situación así lo requiere: en ocasiones hemos realizados grandes cadenas radiales para obtener, de los organismos que corresponda, el transporte de medicamentos hacia donde sea, el cual era de gran necesidad. Tenemos activa participación en búsquedas y rescates de personas perdidas en lugares despoblados y en catástrofes de todo tipo, tanto en Chile como en el extranjero.
Este medio de comunicación radial «en once metros» o banda ciudadana es muy especial, pero, a la vez, muy sencillo: la señal parte del lugar donde se encuentra el usuario con su equipo, abarcando una zona de cuarenta kilómetros de radio; más allá de dicha distancia, la señal desaparece, para aparecer nuevamente desde los mil kilómetros hacia adelante, lo que permite comunicaciones radiales con Japón, Estados Unidos, Islas Canarias, etc., y, con mayor razón, contactos con regiones de Centro y Sudamérica.
No siempre los oncemetristas podemos hacer contacto con otras estaciones fuera de Santiago. Hay momentos, durante el día o en la noche, en los que las condiciones del clima no permiten salir al exterior, por un motivo de propagación de ondas. Quien posee una buena antena y, además, la ubica en la parte alta de la ciudad, tiene más posibilidades de lograr comunicarse a grandes distancias.
Nosotros, los de la estación Lucero, justamente teníamos excelentes condiciones de contacto dada nuestra ubicación y antena. Vivíamos en el lugar preciso, en la precordillera de los Andes, sector de Las Perdices, en la parte alta de la comuna de La Florida, al lado de Lo Cañas.
No teníamos ninguna preocupación respecto a lo relacionado con el tema de los ovnis. Es más, ni siquiera nos interesaba, que yo recuerde jamás hablamos del tema. Lo destaco para que en el desarrollo de la lectura no se relacione nuestra experiencia con algunas investigaciones realizadas posteriormente por diferentes ufólogos, nacionales o extranjeros, quienes han dado diversas explicaciones.
Asimismo, nos era ajena la información relacionada con alemanes que actuaron durante la Segunda Guerra Mundial, la cual después se mencionará, y tampoco mantuvimos relación alguna con grupos religiosos.
Nuestra experiencia es sólo una historia familiar, si bien muy particular. Este relato se ha hecho para dar a conocer nuestro testimonio, ha sido rescatado de las notas que tomé en una libreta, semejante a un cuaderno de bitácora con hojas en blanco, que nos obsequiara un amigo, Edmundo Jara, ingeniero de la NASA, el cual era conocedor de nuestras experiencias y estaba deseoso de que nuestra historia no se pierda.
Hemos utilizado, como apoyo, extractos del abundante material de grabaciones de audio de las conversaciones sostenidas con Ariel y que fueron transcritas por nuestra hija Paula, y, como es evidente, agregando detalles que recordamos con Cristina.
No podríamos dejar, además, de agradecer a muchas personas… A uno de los más importantes investigadores del fenómeno ovni en Chile, nuestro querido Jorge Anfruns, «amigo en el silencio», él sabe por qué; al doctor Mario Dussuel, con quien hemos estado muchas veces y durante varios años investigando lo que nos ha ocurrido, quien ha entregado públicamente un diagnóstico sobre el caso Friendship y quien, en lo que concierne a nuestra familia, ha expresado textualmente: «El relato de la familia Ortiz Muñoz es muy coherente, en el sentido de que no cae en contradicciones… Tampoco se le aprecia una patología de tipo histérico que pueda llevar a pensar que están falseando la realidad… En otras palabras, se les ve sinceros y honestos, por lo que no creo que haya alteración mental en alguno de ellos».
Por otra parte, queremos mostrar nuestro reconocimiento a Cristián Riffo, persona muy querida por nosotros, pues lo conocemos desde niño y somos, además, amigos de sus padres. Él es un gran investigador ovni chileno y también de los primeros en Chile en dar a conocer esta historia sobre el caso Friendship.
No olvidamos a Camilo Valdivieso, ahora un gran investigador. Lo conocemos hace mucho tiempo, desde los inicios de las investigaciones.
Cómo olvidar, por otra parte, a Cristina Carvelli y a Óscar Carreño, insuperables amigos del alma. Hemos estado juntos muchos años en el caso Friendship, investigando en innumerables salidas a terreno en el Cajón del Maipo y en la Isla Grande de Chiloé, por mencionar sólo dos lugares visitados. Son personas muy queridas por Ariel, personaje central de este relato y miembro de la comunidad Friendship.
Del mismo modo es grato citar a nuestros queridos amigos Adriana Rubio, «mi hermana» de otros tiempos, y Sergio Córdoba, quien escribe en estos momentos un libro sobre nuestro caso. Ellos también han sido pilares muy importantes en el largo camino que nos ha llevado a conocer este maravilloso mundo en el que vivimos.
Queremos dar gracias también a mis queridos amigos Manuel Díaz y Nubia, siempre tan limpios y transparentes, porque así son.
Una mención especial a nuestro desinteresado amigo Sergio Alcayaga, que, a lo largo de mucho tiempo, ha colaborado prestando su conocimiento y su experiencia a la investigación de este caso.
Con el correr de los años, hemos ido sumando más y más amigos a esta lista. Los vamos conociendo y reconociendo tanto en el sendero del afecto como en el de similares inquietudes.
Menciono a nuestro amigo Juan Escobar, con el cual compartimos tantas investigaciones, incluso hablando con Ariel por radio desde mi casa.
Reservo un lugar especial para los desaparecidos Hugo Pacheco, seguramente el ufólogo con mayor trayectoria de Chile, y su señora Norita. Hugo… un hombre al que muchos han olvidado, un maestro muy querido por nuestra familia.
También quisiera destacar a Antonio Godoy, a quien distingo por sus conocimientos, gran voluntad y amistad, y a Mirtha y Beto, cuyo negocio, La Pirámide Azul, enfrentando Las Vizcachas, acoge a la gran mayoría de quienes andamos por los mismos caminos.
Un saludo al amigo y gran investigador ovni ecuatoriano Jaime Rodríguez, rechazado por unos, envidiado por otros, pero a la vez muy querido por esta familia.
No puedo dejar de mencionar a un gran caballero de esta nación: me refiero a don Hermógenes Pérez de Arce, destacado periodista chileno que, con mucha voluntad, revisó estos apuntes que ahora están traducidos en el presente libro.
Están también los amigos y colaboradores, sin más interés que el servicio. Me refiero a Fabián Rojo, Fernando Cerda y a nuestros queridos amigos Rosa Antilef, Dagoberto Torres, su señora Beatriz Lema y Rosa María Esquivel, esta última de nacionalidad mexicana y actualmente radicada en nuestro país. Ella llevó nuestro caso Friendship a México e Italia.
Nuestro reconocimiento también a Valericio Contreras, quien nos ha dejado una gran experiencia y brindado su amistad sin ningún interés.
A los integrantes de la organización chilena dedicada a investigar fenómenos anómalos desde el año 2000 también gracias. Me refiero a la Corporación GEO, con personería jurídica desde el 2003.
A todos esos amigos que siempre nos han recibido con tanto cariño y afecto: Maura Cabezas, Claudia Muñoz, Paula Torres, Manuel Plaza, Pedro Aros, Elías Clavería, Manuel Varas, Manuel Vera, Marcelo Torres, Leonardo Araya y otros del equipo, principalmente José Miguel Saba.
También una mención muy afectuosa para nuestro hermano Alberto Urquiza García, el más importante investigador del país, que siempre busca la verdad, un hombre serio y profesional, una persona buena que nos ha apoyado con honradez, sinceridad y defendido sólo como un buen amigo lo hace, y quien ha tenido una gran influencia en esta obra, ya que trabajó arduamente en ella para que finalmente fuera publicada.
Por último, agradecer la gentileza de nuestros amigos y coterráneos, con los cuales caminamos por el mismo sendero. Me refiero al señor Erwin Gübelin, su esposa Edith Vásquez y su hija Pía Gübelin. Ellos también han hecho posible que este libro sea publicado.
Es inevitable que en esta introducción se hayan omitido algunos nombres, pero aquellos que no aparezcan, debiendo haber estado, sé que ya habrán perdonado a mi «computadora húmeda» por sus omisiones.
Gracias amigos.
Un encuentro cercano con el misterio: una familia vive la experiencia de un contacto por muchos años con… lo desconocido.
Decenas si no cientos de personas experimentan el contacto como radioaficionados en la banda de once metros. Una ciudad y un país fueron testigos de un avistamiento ovni…
Impactantes advertencias de hechos que finalmente en el futuro fueron una realidad, documentos extraviados en el hogar de la familia Ortiz Muñoz que son encontrados por mensajes entregados por medio de la banda radial por personas que nunca han estado en esa casa.
¿Cuál es la realidad? ¿Qué ocurre? ¿Son bromistas a tiempo completo y por más de una década, una organización muy adelantada o hay algo más allá? ¿Qué más existe en nuestro universo cercano y lejano? ¿Estamos realmente solos?
La mayor fuerza del ser humano, lo que nos hace diferentes al resto de los seres vivos es nuestra capacidad de pensar, razonar, aprender y aprehender, es decir, ser conscientes en lo más profundo de nuestro ser de que sólo haciendo parte integral de la vida lo que se ha conocido, sólo entonces, crecemos y mejoramos como especie.
Al humano lo mueve un sentimiento muy fuerte que le hace ver más allá en todos los campos cognitivos posibles: en la filosofía, las artes, las ciencias, la tecnología, etc. De este modo, al saber cada día más, buscamos experimentar para concluir que el conocimiento es hijo del saber y de la experiencia.
En estos tiempos de cambio, los seres humanos tenemos un reto: no estancarnos, no anular ni sobrepasar la Libertad, solo así podemos saber y conocer cada día más sobre lo que nos rodea.
Mantener sólo lo conocido favorece al neófobo, que cree que todo lo sabe y que, con soberbia propia de un ignorante y no de un sabio, niega lo que no conoce encendiendo la hoguera de la mediocridad, atacando con descalificaciones a todo aquél que piense, experimente algo o sea simplemente «diferente» a él y su sabiduría.
El hombre del futuro debe poseer una mente abierta, ya que así su conciencia valora más su vida y el entorno. Una mente perceptiva, sensible, soñadora hizo posible que el hombre volara, que llegara a las profundidades del océano, desarrollara la Medicina y conquistara tecnológicamente la Luna y el espacio.
¿Es posible que con tanto progreso y conocimiento desconozcamos sociedades o formas de vida tan cercanas como las detalladas en este libro, aun cuando millones experimentan su existencia cada día?
Debo reconocer que en mis años de trabajo como investigador en el terreno de los fenómenos anómalos, como panelista de radio y televisión y teniendo la oportunidad de trabajar con psiquiatras, veterinarios, neurólogos, biólogos, psicólogos, zoólogos, ingenieros, profesores y periodistas, me he encontrado con seres vivos muy reales que eran sólo parte de la mitología, como el Piuchén, misterioso brujo-vampiro que asolaba los poblados de la antigüedad y que tuvo su respuesta científica en el murciélago vampiro o desmodus rotundus de Chile, una de las tres especies de toda América.
Desconocido por la mayoría de la población, no así para los científicos, hablamos de vampiros en Chile, sí, ya que al capturar vivos a varios ejemplares y tras la autorización del SAG (Servicio Agrícola y Ganadero) se comprobó públicamente su existencia al mostrar a estas increíbles criaturas en mis espacios de televisión.
También me he encontrado con especies supuestamente extintas, como los gatos Geoffroy, gatos monteses chileno-argentinos que fueron cazados y matados al confundirlos, por lo extraño de su forma y tamaño, con otro ser de la mitología popular: el Chupacabras.
Hay más, mucho más de lo que imaginamos en nuestro mundo. Las cosas no son como creemos o como nos han enseñado a creer. Nos envuelve lo nuevo, lo sorprendente, el conocimiento, que, en constante dinámica de descubrimiento, no se cansa de permitirnos ver cómo todo cambia.
En estas páginas, un amigo desde los años noventa, Octavio Ortiz, relata una cronología de hechos reales que son conocidos como los Friendship. No se trata de una novela creada por la imaginación o para el simple entretenimiento de los lectores, aquí en realidad los testigos reviven la experiencia impactante y traumática a través del tiempo. Es más, hasta nuestros días, los acontecimientos continúan ocurriendo…
• Una historia que se inicia en 1984 entre Octavio y Héctor, en una comunicación radial que describe un encuentro ovni en la isla Mitahues, hecho que sólo es comparable al relato del ex comandante en jefe de la Armada de Chile, almirante y senador de la República, Jorge Martínez Busch.
• Mitahues, que significa «el confín de la Tierra», isla en la zona de las Guaitecas, en el extremo sur del país, la cual tiene un faro del mismo nombre cuya existencia se negó reiteradamente, o al menos se ignoró que estuviera ahí hasta que «apareció» en los mapas y cartografías, después de veinte años.
• Un barco, el Mytilus II, nave que extrañamente «no existe», que no está registrada, pero que sí aparece en los cuadernos de bitácora de los puertos, como ingresando o atracada en ellos, lo que fue demostrado en el programa OVNI de Televisión Nacional.
• El contacto radial con el capitán del Mytilus II: Alberto, que es el nexo presentador de Ariel y los Friendship a Octavio, en 1985.
• Ernesto de la Fuente, ex director de televisión, y su «milagrosa» cura de un cáncer que lo tenía al borde de la muerte. Ernesto, tras ir a la isla de los Friendship, se recuperó de forma completa.
• El más espectacular encuentro cercano del mundo, un contacto radial y visual con un ovni, el 17 de Agosto de 1985, entre Cristina Muñoz, esposa de Octavio, el mismo Octavio y sus hijas Paula, Andrea y Claudia con Ariel de Friendship.
Este último evento contiene las más importantes e innegables pruebas documentales al haber sido expuesto, en vivo y en directo, por Canal 13 durante los Sábados Gigantes con Don Francisco y por Televisión Nacional en sus Extras Noticiosos, además de aparecer en directo en gran cantidad de radioemisoras AM y FM.
Ese día, se advirtió la presencia de «varios objetos brillantes» volando en los cielos de Chile, especialmente en Santiago, sobre la cordillera de los Andes a partir de las dos cuarenta de la tarde. En todo caso, queda muy claro que «los objetos» (plural) no eran «un globo» (singular), como vanamente intentan explicar algunos, ya que varios no es lo mismo que uno.
Qué más se puede decir cuando el director del servicio de meteorología de Melbourne, Australia, J. W. Zillman, a través de un telegrama al periodista Antonio Faúndez, declaró que los objetos vistos sobre Santiago «no forman parte de ningún programa de la oficina australiana», refiriéndose a las sondas MIR (Montgolfier Infra Rojo).
El famoso globo MIR lanzado en 1985 en Australia sería el observado en Chile en agosto y en Argentina en septiembre. Las diferencias en el tiempo de viaje es una buena prueba para considerar sin prejuicio alguno.
«La vida de estos globos en Australia no les permitía volar tan lejos como para llegar hasta Chile», indicó Zillman. Si, aun así, hubiera sido un globo MIR, por las corrientes en chorro habría pasado sobre territorio de Chile los primeros días de agosto, unos doce días antes, y no podría flotar un mes más para volar sobre Buenos Aires.
Ese día, 17 de agosto, en la transmisión, Ariel advertía de los movimientos de aviones y maniobras de vuelo de los objetos no identificados mientras toda la gente en la zona central de Chile los observaba en el cielo y todo el país en directo por televisión.
Exactamente un mes después, el 17 de septiembre de 1985, sobre los cielos argentinos fue observado otro fenómeno ovni que sorprendió a ese país. Para algunos científicos, era el mismo globo MIR que había sido visto sobre Chile. Un gran debate y diferentes opiniones se entrecruzan hasta hoy en día.