


Báez, Frank, 1978-
Postales / Frank Báez.-- Medellín : Fondo Editorial Universidad EAFIT, 2014.
86 p. ; 20 cm. -- (Colección Otramina)
ISBN 978-958-720-203-8
1. Poesía dominicana. I. Tít. II. Serie
D861 cd 21 ed.
B142
Universidad EAFIT - Centro Cultural Biblioteca Luis Echavarría Villegas
Postales
Colección Otramina
A cargo de Darío Jaramillo Agudelo
Primera edición para Colombia: marzo de 2014
© Frank Báez
© Fondo Editorial Universidad EAFIT
Carrera 48A N.o 10 sur - 107 Tel. 261 95 23
Medellín
ISBN: 978-958-720-203-8
Diseño epub:
Hipertexto – Netizen Digital Solutions
A Giselle Rodríguez Cid
Parte 1
Autorretrato
En Damen
Maullido
Uno para Alexei Kolesov
Esto es
Variaciones acerca de un poema de amor
Doce estrofas para Giselle
Sin título
Chicago
Postal desde Pilsen
Poemo
Escritos desde el barrio italiano de Chicago
Santo Domingo
La Marilyn Monroe de Santo Domingo
Bachata metal
Anne Sexton
Después de dos meses sin escribir poesía
Peleas domésticas
Praga
Temporada en el paraíso
Kafkanismo
Para Maritza Álvarez
Nocturno
Parte 2
Treinta años
Postal desde el Invi
Miramar, 1986
No vuelvas por el doce, Luis
La pelota que lancé cuando jugaba en el parque aún no ha tocado el suelo
Metaldom
Chino con bigotes falsos
Anoche soñé que era un DJ
Las cenizas de Roberto Bolaño
Ars poética
Maharishi
Liza Marie, lee mis poemas
Un t-shirt de Iron Maiden
Esos días
Los beach poets
Parte 3
Postales
Rodé al año y medio por las escaleras
hasta el segundo piso.
A los seis casi me ahogo en una piscina.
A los siete me arrastró la corriente de un río.
Me golpearon con un palo, con la culata de un fusil,
con una tabla. Me propinaron un codazo en la cara
y otro en el estómago, rodillazos,
machetazos, fuetazos.
El perro del vecino me mordió un brazo.
Me cortaron una oreja haciéndome el cerquillo.
Noqueado. Abofeteado. Calumniado.
Abucheado. Apedreado.
Perseguido por sargentos en motor. Por dos cobradores.
Por tres mormones en bicicleta.
Por muchachas de Herrera y del Trece.
Me han atracado treinta veces.
En carros públicos. Taxis. Voladoras. A pie.
Alguien me dio una bola y me dijo I am gay.
Me robaron un televisor, un colchón,
seis pares de tenis, cuatro carteras,
un reloj, media biblioteca.
Se llevaron varios manuscritos y cometieron plagio.
(Con lo que me han robado pudieran abrir
una compraventa en Los Prados).
Me fracturé el brazo derecho, el anular,
la cadera, el fémur y perdí cuatro dientes.
El hermano Abelardo me dio un cocotazo que todavía me duele.
En la fiesta de graduación me cayeron a trompadas y botellazos.
Luego publiqué un libro de poesía y una vecina lo leyó
y escéptica dijo que era capaz de escribir
mejores poemas en media hora, y lo hizo.
Accidente con un burro en la carretera.
Intento de suicidio en Cabarete.
Taquicardia. Hepatitis. Hígado jodido.
Satanizado en Europa del Este. Pateado por mexicanos
[en Chicago.
En Montecristi una mesera me amenazó de muerte
(ahora mismo, clava alfileres en un muñeco idéntico a mí).
Los vecinos sueñan conmigo baleado.
Los poetas con dedicarme elegías.
Otros con rociarme gasolina en la cabeza
y arrojar un fósforo y ver mis rizos en llamas.
Otras con llevarme a la cama.
Y hace semanas un policía me detiene y me pregunta
si yo no era el poeta que había leído poesía
aquella noche y le digo que sí y el policía
dice que son buenos poemas
y hace una reverencia o algo así.
En Damen hay un bar
donde los empleados se aflojan las corbatas
y beben cerveza junto a muchachas que roban
poesía de la librería de la esquina.
Sentado ahí escribí un poema que me gusta mucho.
A la semana volví e intenté escribir
otro poema
sin resultado alguno.
Y es como hace unos días
que vi una puesta de sol en la ciudad
y me dije tengo que escribir un poema.
O el lunes que vi un pájaro chocar
una y otra vez contra la ventana de la oficina
y prometí dedicarle un poema.
O cuando perseguí a la muchacha
que se pinta el cuerpo de naranja
en Michigan Avenue
y ella se dio cuenta y corriendo detrás de ella
le grité tengo que escribir un poema.
Y ahora escribo en medio de la bartender que ríe y fuma
y los empleados y las muchachas que ríen y fuman
con sus libros robados en las carteras.
Y a medida que escribo, este poema se va llenando de gente
[que no
conozco, de lectores que nunca he visto, de lectores europeos,
[mis
lectores chinos, argentinos, árabes… de repente el poema
[es como
un bar donde la gente fuma y grita y la única persona que no
pertenece ahí soy yo.
John Keats escribió que no hay nada menos poético que un poeta.
El poeta es a la poesía lo que las tuberías son al agua.
Con esto quiero decir que el poeta sólo escribe,
utiliza las palabras, las sube aquí, allá,
las baja, las roza,
al igual que un albañil levanta ladrillos y empañeta,
ya que el poeta con las palabras construye casas
para los lectores, esos que son unos hipócritas y se van sin pagar
y que a veces se meten en la boca una escopeta tan sólo porque
[les falta
lo que hay dentro de un poema,
y a los que buscan y sufren y a los desahuciados
el poeta les da cobijo en sus poemas,
a melancólicos, a amantes, a putas, a locos,
a policías retirados…
y tan pronto el poeta acaba su casa
ya esta no le pertenece
y se marcha a levantar más casas a otro lado.
Ahora en Damen anochece.
Afuera el viento juega empujando
los columpios del parque.
Las luces tras las ventanas se encienden.
No he visto las mejores mentes