Lucía Megías, José Manuel, 1967-
Y se llamaban Mahmud y Ayaz: seis voces en el silencio / José Manuel
Lucía Megías. -- Medellín: Editorial EAFIT, 2019
96 p.; 19 cm. -- (Colección Otramina)
ISBN 978-958-720-573-2
1. Poesía española. I.Tít. II. Serie
861 cd 23 ed.
L937
Universidad EAFIT – Centro Cultural Biblioteca Luis Echavarría Villegas
Y se llamaban Mahmud y Ayaz
(Seis voces en el silencio)
Colección Otramina
A cargo de Darío Jaramillo Agudelo
Primera edición: abril de 2019
© José Manuel Lucía Megías
© Editorial EAFIT
Carrera 49 No. 7 sur - 50
Tel.: 261 95 23, Medellín
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Correo electrónico: fonedit@eafit.edu.co
ISBN: 978-958-720-573-2
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(Seis voces en el silencio)
Amigo, levántate,
hemos estado aquí ya mucho tiempo
y ¿vamos a dormir eternamente?
Ibn Šuhayd
(992-1035)
Entre muertos inmóviles, soy el único vivo,
el único despierto en un tiempo que duerme
Abū l-Aşbag Ibn al-Jatī´b
(Finales del siglo iv de la Hégira = siglo x)
No nos dejéis solos
Arsham Parsi
(2006, Director ejecutivo de
Iranian Queer Organization)
y tenían tan solo 17 años,
y fueron ahorcados un 19 de julio.
No lo olvidemos.
Su historia debía haberse escrito
con otros titulares, con otras fotografías.
Pero no fue así.
Llegaron llorando a la plaza.
En la furgoneta de su angustia,
llorando las lágrimas que no derramarán de viejos.
(Como tantos otros, yo he visto las fotografías).
Y llegaron como dos cachorros asustados,
temblando entre el frío de tantas miradas,
ante el abismo del final de su vida,
antes incluso de haber intentado imaginarla.
“Llegará un día en que nuestras manos
no tengan que esconderse bajo las mesas,
en que no sea necesario mentirse
y quedar encadenados por anillos de bodas
y por contratos forzados y por banquetes de hiel”.
Perseguidos en sus miradas.
Espiados en sus susurros.
Asesinados por su deseo.
¿Por qué el polvo de las aceras
llena de dudas mis pasos,
esos en los que busco tus huellas,
esas que se evaporan con el soplo
cotidiano de las citas y de los atascos?
Desierto con semáforos y pasos de cebra.
Ciudad sin fronteras ni horizontes.
Semilla sin tierra y tierra sin el mar de tu sonrisa.
y una soga ajena a su cobardía.
Fueron necesarios dos hombres
que escondieran sus corrompidos gestos
tras el anonimato de un pañuelo.
Fue necesario un juicio
y la rápida sentencia de muerte.
Y nuestro silencio,
no lo olvidemos.
Fue también necesario nuestro silencio.
Caen mientras la puerta se abre.
Lenta. Lenta. Lentamente…
… en caída libre.
Y el estallido metálico
resuena por toda la casa.
No hay nadie. No hay nada.
Los pocos muebles no ahogan el eco
y en el abismo de las paredes
cuelgan las huellas de otras vidas,
de otros cuadros,
la geografía geométrica del polvo
y de la miseria compartida.
En esta misma habitación vivieron
mis padres y mi hermana mayor,
la hermana que nunca encontró marido.
En esta misma habitación te amé
una noche,
siempre desde aquella única noche.
En esta misma habitación te perdí.
Para siempre.