Silencio
NATALIA HATT
Silencio
© 2015 Natalia Hatt
© 2020 Autopublicarte
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Hatt, Natalia Silencio / Natalia Hatt. - 1a ed. - Crespo : Autopublicarte, 2020. Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online ISBN 978-987-8332-27-7
1. Narrativa Argentina. 2. Cuentos Fantásticos. 3. Literatura Fantástica. I. Título. CDD A863 |
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«El sentimiento más profundo se revela
siempre en el silencio».
Marianne Moore
Enamorarme fue el peor error que pude haber cometido. Los de mi raza no pueden ni deben amar, y eso lo sabemos desde tiempos inmemoriales. Somos demonios. Durante milenios, la humanidad nos ha servido de alimento y de nada más, porque jamás nos hemos permitido albergar el sentimiento que los hombres llaman amor. Es más, esto es algo que para nosotros está prohibido.
Porque el amor es la muerte...
Por mil años cumplí esta regla con facilidad. Me alimentaba de hombres y mujeres por igual. Consumía la energía de quienes habían cometido actos atroces y, más que nada, la de aquellas personas que me invocaban para solicitar mi asistencia. Después de todo, conseguir el favor de un demonio tenía un alto precio, tanto para el cuerpo como para el alma del interesado.
No tenía reparos en tomar lo que era mío por derecho. No albergaba en mí remordimiento alguno por el sufrimiento que causaba, ni por las muertes que dejaba a mi paso. Ellos lo tenían merecido; yo solo hacía mi trabajo.
Pero todo cambió cuando conocí a un ángel.
Él no era un ser alado, como sugiere el sentido literal de la palabra, pero sí un ser humano que irradiaba mucha luz, la cual —debo confesar— en un principio me molestó bastante, tanto como a la serpiente le molestaba la luz de la luciérnaga en aquella conocida fábula. Los mortales que me llamaban siempre estaban manchados; por algo conocían de ritos satánicos y me invocaban a mí en vez de buscar otros medios para lograr sus objetivos.
Él, en cambio, mantenía su alma impoluta cuya nieve que nunca ha sido pisada, y parecía que esa era la primera y única vez que accedía a conocimientos secretos de esta índole. Mi propósito ahora sería teñir su alma de negro si quería llevármelo al infierno. Me encargaría de pisotearla hasta llenarla por completo de suciedad, hasta que no hubiera indicio alguno de que había sido un ser puro alguna vez.
—Tengo un gran favor que pedir —me dijo Gian el día en que me invocó, sin mostrar temor alguno ante mi presencia cuando me materialicé delante de sus ojos y le demostré que los demonios en verdad existen. Nos encontrábamos en un sótano oscuro, en medio de un círculo de velas negras y rojas. Su muñeca aún sangraba por el corte que se había provocado al realizar el ritual que me convocó.
—Todo favor tiene su precio —le advertí con mi potente voz, en caso de que no supiera bien cuáles eran las reglas de juego—, el cuál puede ser muy elevado. Todo depende de lo que pidas. Piénsalo bien.
—El que sea... No importa lo que deba pagar —expresó con valentía—. Solo quiero que la salves.
—¿A quién? —pregunté, interesado. Rara vez un humano me llamaba para ayudar a un tercero; ese tipo de asistencia era la que se pedía a los ángeles o a los santos, no a un ser despreciable como yo.