Autor: Leonardo Rivero
1o edición
Año: 2020
© Leonardo Rivero, 2020
Editorial: BoD Books on Demand GmbH
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Numero de ISBN : 9788413732282
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Esta es mi segunda obra en la que me vuelco profundamente en la energía de Èsú, la entidad quizás más controvertida de las tradiciones transculturales de matriz afro, producto de la diáspora. Pasando desde sus comienzos como elemental hasta su total evolución como Òrísá, describiendo su trabajo en los diferentes planos de existencia en todas sus fases evolutivas. Necesitamos para esto un volumen completo porque como se dice popularmente «sem Èsú nao se faz nada» es decir «sin Èsú no se hace nada». Por lo tanto, dado que Èsú es la energía generadora de todas las cosas, su comprensión es muy compleja y extensa.
Los maravillosos seres que trabajan en esta energía representan el movimiento y la materia. Son también, como lo indica el título, los Señores del Karma, que en la vida de los seres humanos tanto lo bueno como lo malo, dando así posibilidad al hombre de cumplir con su destino y completar su evolución a través de las diferentes vidas. Esta segunda obra es el vínculo que equilibra una trilogía de chamanismo transcultural sumamente interesante, la cual abarca todos los aspectos de la vida terrenal y espiritual. Es un libro basado en lo que yo llamo «lógica espiritual», uniendo la ciencia moderna y la sabiduría ancestral chamánica.
Leonardo Rivero conocido en el ámbito chamánico transcultural afroamericano como Bàbá Leonardo de Ògún, nació el 29 de octubre de 1975 en Montevideo, Uruguay, un país que, como otros países del Cono Sur americano, fue tierra fértil para la diáspora y cuna de ciertas ramas del chamanismo mestizo afroamericano, llevadas a América con la esclavitud tales como: Kimbanda, Candomble, Umbanda, etc.
Tuvo desde muy pequeño una percepción y comprensión del mundo muy diferente a los demás niños, apoyado y guiado siempre por sus entidades espirituales, lógicamente sin entender del todo quiénes o por qué respondían sus preguntas.
A la edad de 10 años, tras la separación de sus padres, su vida cambia totalmente. Cuando su madre le propone hacer la comunión católica, él responde, que esa religión no era la suya, que estaba esperando el momento adecuado para encontrar su camino y necesitaba estar preparado. No es hasta pasados 6 años que descubre a los 16 años su camino religioso, a través de una empleada de la casa que acudía a un Templo Umbandista, el cual lamentablemente fue interrumpido por Sonia, su madre que, al enterarse, le prohibió continuar hasta no cumplir la mayoría de edad.
Curiosamente, tras esta decisión, a Sonia le empieza a ir mal en varios aspectos de su vida, sobre todo en el laboral. Hasta que por obra del destino, conoce a una persona que sin más, le dice que lo que le está ocurriendo es porque sus entidades guías necesitan manifestarse en un centro espiritual para ser atendidas en un proceso chamánico. Esta persona la cita para demostrarle lo que le estaba diciendo. Al día siguiente Sonia se presenta a la hora convenida. Tras una breve charla, entre humo de tabaco y música, comienza a sentirse extraña y se manifiesta en ella una entidad espiritual que dice ser RAINHA DAS SETE ENCRUCILHADAS, dando las siguientes instrucciones: que necesitaba una capa roja y que buscase una casa de religión cuyo sacerdote fuese una mujer negra y vieja.
Desconcertada por lo ocurrido, Sonia decide seguir dichas instrucciones, notando un cambio favorable en su vida laboral. Es así como toda la familia llega a la casa de Delia de Ìyémòjá, y Leonardo da sus primeros pasos certeros en este arduo y largo camino chamánico. Motivado por la necesidad de aprender fue migrando por varios centros espirituales de Umbanda, Kimbanda, Espiritas, etc., donde conoce y desarrola muchos fundamentos, doctrinas y adquiriendo los títulos de Paí Guasú, Tata Nfumbe y Bàbálòrísá. Aún así, no terminó su búsqueda ya que no logró encontrar un maestro que se ajustara a su percepción de la espiritualidad y a sus valores y principios personales.
En el año 2001, al sufrir la pérdida de su primogénita, ocurre en Leonardo un cambio radical en la forma de enfocar el chamanismo. No solo deja de buscar un maestro ideal que le enseñe, logrando ver la sabiduría en la imperfección de todas las personas que se han cruzado en su camino para transmitirle los secretos del chamanismo sincrético, sino que también comprende que los mejores maestros son sus propias entidades espirituales, aúnque sin transgredir los fundamentos de las doctrinas ancestrales del chamanismo sincrético afro americano. De esta manera, nace un nuevo concepto en él y comienza a plasmarlo en este Libro.
Tras muchas adversidades en el año 2004 Leonardo se traslada a vivir a Europa, bajo los designios de su Ángel de la Guarda (Òrísá), con el propósito de editar este libro, continuar con su expansión espiritual adquiriendo los títulos de Maestro de Reiki Usui, Maestro de registros Akashicos, maestro en parapsicología, Tata-Nganga en Kimbanda y Bàbá-òrò en la tradición Nàgó-Djèjé Ègbé Awòrí. Títulos, que le ayudarían a comenzar una nueva corriente de movimiento espiritual dando así a conocer la doctrina del chamanismo sincrético desconocida aún por los europeos.
«Ningún genio fue jamás empañado por el aliento de los críticos.»
Samuel Johnson
Èsú es la entidad que a través del Karma nos enseña a entender el mundo material. Por eso en esta obra encontraremos un punto de vista diferente, que le transmite al lector los beneficios de ver el mundo, desde los ojos de la evolución espiritual dejando un poco de lado la visión materialista. Concepto que ha ido creciendo a través del tiempo y predomina hoy en día. En el mundo de la espiritualidad no existe otra palabra que haya creado tanta polémica como el Karma. Es por eso que en este libro explico minuciosamente de qué manera crean Karma nuestros actos y pensamientos, ayudando a trascender un estilo de vida cegado por nuestras propias metas egoístas y las que nos impone nuestra cultura.
La lectura de esta obra nos pone cara a cara con la gran responsabilidad que nos toca vivir aquí y ahora. Mientras vivimos no podemos dejar de actuar y cada acción tiene su reacción igual y contraria. El ser interior desea extender su influencia en círculos siempre crecientes, pero siendo el mundo exterior un espejo del mundo interior, al actuar descubro las influencias familiares, sociales y políticas que crearon al ego, la propia individualidad. Entonces solo podemos concluir que el Karma es, al mismo tiempo, la atadura y la liberación. En el paso por la vida terrenal el ser humano sufre infinidades de pruebas y desafíos que lo conducen a la evolución, fuerza que nos empuja a avanzar constante e inexorablemente, aúnque no todos nos adaptamos a los cambios que esto implica.
Hay sucesos buenos y malos dentro de nuestra vida que son inexplicables para nosotros. Existen acontecimientos que se repiten una y otra vez a lo largo de nuestra existencia o que pueden conducirnos por un camino inesperado. ¿Casualidad o causalidad? El Karma es el resultado de nuestras acciones pasadas. No solo del pasado de nuestra vida presente, sino también de otras vidas pasadas. Es una ley de enseñanza. No es ni premio ni castigo, Es una señal de que no hemos aprendido algo. En el momento en que comprendamos la causa de cada uno de los sucesos de nuestra vida, en ese momento tendremos la capacidad de transmutar (cambiar) nuestro Karma y por consecuencia, cambiar nuestro destino.
El Karma es un proceso que asegura la evolución de la conciencia. Es el principio de crecimiento psico-espiritual que involucra una reacción igual y en sentido contrario para cada acción. Esta definición puede sonar conocida. Podría ser un equivalente a la ley de Newton. Los físicos como Newton y Einstein tenían un amplio conocimiento de la relación del universo con el hombre, pero con la modernización hemos dejado estos conocimientos de lado. El conocimiento del Karma nos ayuda a entender los hechos "inexplicables" que nos suceden a lo largo de nuestra vida. El Karma es un principio universal que nos enseña que por cada acción nuestra habrá una reacción lógica, o sea, todos nuestros actos tienen una consecuencia.
Si lo miramos objetivamente, podríamos utilizar el Karma como una señal. Si algo no funciona bien en nuestra vida, bastará con hacer un análisis de los hechos para poder concluir en donde es que estamos fallando. El Karma no es cuestión de premio o castigo. Tampoco es que exista un destino inalterable, o que nuestro éxito o fracaso se deba a "nuestra buena estrella". Nuestra vida es responsabilidad nuestra y el Karma nos enseña justamente eso, nos responsabiliza a nosotros mismos de nuestros actos. Ya no culparemos a las circunstancias, al destino o a nuestra familia de nuestro fracaso. Teniendo este conocimiento, nos damos el derecho de ir armando nuestra vida con la conciencia total de cuál será el resultado final en cada acción.
Las leyes primera y segunda del movimiento, descubiertas por Newton, son también paradigmas ocultos del crecimiento personal y espiritual. La primera ley del movimiento se define como: todo cuerpo permanece en un estado de reposo o movimiento uniforme en una línea recta a menos que se actúe con una fuerza ejercida externamente. Dicho de otra manera, sería: si sigues haciendo lo que siempre has hecho, seguirás obteniendo lo que siempre has obtenido. Alguien señaló que imaginar otra manera de hacer las cosas es una muy buena definición de la "locura". La segunda ley del movimiento manifiesta que, el nivel de cambio del impulso es proporcional a la fuerza ejercida y tiene lugar en la misma dirección de la fuerza. Esta puede ser traducida como: "Dios ayuda a aquellos que se ayudan a sí mismos".
El Karma va más allá de cualquier religión, es un concepto universal que nace de la filosofía hindú y budista. Se trata de acciones y consecuencias y nada tiene que ver con la religión que se profese. Es una ley que siempre está presente. El Karma tiene una base real y a lo largo de la historia los videntes de la India lo inmortalizaron en el Veda, aúnque sufrió mala prensa cuando los misioneros europeos lo minimizaron denominándolo como "destino" y "fatalismo". Hoy, los hallazgos demuestran que se trata de algo sutil y que abarca todos los principios que gobiernan el universo, involucrando por ello las experiencias del hombre, tal y como la fuerza de gravedad atrae a todos los seres.
El Karma siempre ha estado y está aquí, con toda su fuerza, incluso cuando las personas no lo comprendan ni crean en ello. Como todos los principios y leyes cósmicas, el Karma está bajo el mando o la jurisdicción, de ciertas entidades, en este caso, los Èsú: Señores del Karma. Ellos son los policías cósmicos. Miran la acción y reacción de causas y efectos que nosotros pusimos en movimiento y regulan esto según nuestras necesidades evolutivas. Siempre que el Alma1 se encarna en cada entidad humana, inferior o superior, nuestras Almas adquieren una personalidad con una estructura dada de energía vital a la que denominamos Alma.
Las Almas cooperan con los Señores del Karma decidiendo qué dolor o placer tendremos en cualquiera de nuestras vidas, aúnque esto es una mala manera para describir lo que realmente ocurre. El Alma no está interesada en nuestro placer o sufrimiento, ni tampoco lo están los Señores del Karma. Estas son reacciones absolutamente dependientes de nuestras acciones o pensamientos. En lo que ellos están interesados es en el funcionamiento de la ley y el principio cósmico de causa y efecto, aúnque también el Alma individual u «Òrí» tiene sus propios propósitos para cada encarnación dada. Se proporciona un vehículo, la personalidad, con reserva mental, así como cuerpos emocionales y físicos que mantendrán la posibilidad de que sus intenciones se vayan logrando en esa vida. Ese propósito no podría lograrse por sí mismo, pero el Alma proporciona la posibilidad y esa posibilidad alimenta su esperanza y con ella la vida. El objetivo es vivir de manera que nosotros no tengamos ningún Karma personal. Podemos hacer eso siendo perfectos o estando muertos. Ser perfectos es mucho más interesante que estar muertos, nadie lo duda. Por lo que la mayoría de las personas acepta la premisa de intentar, más o menos, lograr el propósito del «Òrí ìnú»2 y quedarse con vida hasta el último momento para labrar su destino.
Así, nosotros trabajamos con esta carga que nos hemos creado en vidas pasadas y pulimos en el presente. En términos populares Karma («acto») es un concepto que se emplea en las tres grandes religiones de la India para definir la efectividad de los actos humanos, y mediante los cuales quedarán determinados la clase y el nivel de la siguiente reencarnación. El Karma pues, concibe la existencia humana como una larga cadena de vidas, en la que cada vida particular está determinada por las acciones de esta persona en su vida anterior. Por ello, una acción se convierte en Karma cuando se realiza buscando un fin, especialmente en cuanto a asegurarse una buena reencarnación.
En las religiones védicas de la India, que no conocen los conceptos de culpa, castigo y redención, el Karma es un concepto esencial para comprender los comportamientos humanos y el necesario equilibrio para asegurarse un comportamiento individual correcto. En los mundos internos, donde el hombre se une con Dios, existe un templo en donde ofician los Jueces del Karma. Estos son emisarios de la Justicia Divina, maestros de la Ley de Compensación, la denominada Ley del Karma. Todos los males que hacemos a otros en pasadas reencarnaciones nos toca pagarlos en la próxima o presente encarnación, esto es en yomha «Àyànmó ìpín».
Además, no sólo se paga Karma por el mal que se hace sino también por el bien que se deja de hacer pudiendo hacerlo. Dicen los Señores del Karma: "Haced buenas obras para que pagues tus deudas", "PORQUE A SÀNGÓ, EL LEÓN DEL JUICIO, SE LE COMBATE CON LA BALANZA". Si el platillo de las malas acciones pesa más, entonces podemos poner buenas acciones en el platillo de las buenas acciones. Se dice: aumenta el peso del platillo de las buenas acciones para inclinar el platillo a nuestro favor. Así es como podemos cancelar las viejas deudas y evitarnos dolor. Cuando una Ley Inferior es trascendida por una Ley Superior, la Ley Superior lava a la Ley Inferior.
En Oriente, la mayoría de la gente que cree en el principio del Karma, acepta que ellos son quiénes son y están donde están a causa de sus acciones en una vida previa, lo cual es cierto, pero desgraciadamente piensan que no pueden hacer nada por cambiar su situación particular, lo cual no es del todo cierto. En Occidente, tendemos a pensar que controlamos totalmente nuestro destino (y lo hacemos hasta cierto punto), pero que no hay una ley más grande que gobierna nuestro destino, lo que no es cierto. Hay un malentendido en Oriente y Occidente, acerca del principio Karmico y su funcionamiento mediante la reencarnación. Nuestra tradición chamánica de Òrísá posee un punto intermedio entre Oriente y Occidente.
Òrí3, escoge su "Òrí ìnú"4 según sus necesidades espirituales guardadas en el inconsciente: Karma y Dharma. Crea así su "Àyànmó Ìpín”5, su "Àkúnlèyán"6 y su "Àkúnlègbá"7, en los que actuarán los "Èsú Légbà" los señores del Karma, haciendo que se manifiesten los acontecimientos propicios para el cumplimiento de Àyànmó Ìpín. Estos tres aspectos: Àyànmó ìpín, Àkúnlèyàn y Àkúnlèyàn, se encuentran en "Òrí aperé"8. Es así como "Àpári Ìnú"9 puede actuar adaptándose a su destino y de alguna manera alterarlo.
La idea de la supervivencia del espíritu y de su reencarnación se encuentra prácticamente en todos los pueblos, filosofías y religiones del mundo. Muchas personalidades de la historia antigua, moderna y contemporánea han aceptado esta doctrina, como es el caso de Platón, Virgilio, Ovidio, Giordano Bruno, Schoopenhauer, Flammarion, Emerson, Edison, Henry Ford, Amado Nervo, Víctor Hugo, León Tolstoi, Carl Gustav Jung, por tan solo nombrar unos pocos. Es sobre todo en los últimos 15 a 20 años, con la investigación de lo que sucede en la «muerte clínica», que la teoría de la supervivencia del espíritu y en consecuencia de la reencarnación, ha despertado un inmenso interés en el mundo occidental. Esto surge debido a que los investigadores de las experiencias de personas resucitadas después de estar clínicamente muertas, han acumulado datos fascinantes que ponen de manifiesto las conjeturas de los antiguos y la evidencia médica moderna. Asimismo, las actuales técnicas de hipnosis le han revelado al hombre encarnado que la vida después de la muerte, es sinónimo de vida antes del nacimiento, y es así que las técnicas modernas permiten comprobar la doctrina de la supervivencia del espíritu y de la reencarnación.10
En síntesis, podemos afirmar que de manera constante existió siempre la certeza de que los llamados muertos, ¡no estaban tan muertos! En lo que se refiere a la reencarnación, el estudio sorprende al establecer que el 28% de los que se declaran católicos en España, creen en ella. Los números coinciden básicamente con otra encuesta semejante realizada en Inglaterra. Esto no es extraño, ya que el fenómeno de la transmigración11 de las Almas fue doctrina común en los primeros siglos del cristianismo. San jerónimo citaba: «La transmigración de las Almas es enseñada secretamente a un reducido número desde los tiempos más antiguos como una verdad a no revelar».
San Agustín envía a San Jerónimo una carta a propósito de ciertos niños con defectos y dice: «No pudiendo Dios crear más que el bien, es muy posible que estos niños hayan adquirido sus defectos en una vida anterior» El considerado Padre de la Iglesia Orígenes comentaba: «En cuanto a por qué el Alma humana obedece tanto al bien como al mal, hay que buscar las causas en un nacimiento anterior». Clemente de Alejandría decía: «La reencarnación es una verdad transmitida oralmente y autorizada por San Pablo»12.
¿Por qué, entonces, la reencarnación ha desaparecido de los catecismos e incluso es condenada desde los púlpitos? Habría que remontarse al año 553, en el que el devaluado concilio de Constantinopla reúne a una minoría de padres de la iglesia católica quiénes, presionados por el emperador Justiniano, poco favorable a Orígenes, deciden suprimir la doctrina de la reencarnación de las enseñanzas de la iglesia católica, restringiéndola a los círculos íntimos del poder eclesiástico. ¿Cuál es la razón? Evitar que los fíeles pospusieran a vidas futuras el inicio de sus esfuerzos para lograr la salvación.
Dios creó y crea a los espíritus, simples e inocentes, es decir, con igual aptitud para el bien y para el mal. Como nos enseña la sabiduría del chamanismo transcultural Djèjé-Nàgó. El destino de todos es la perfección espiritual y para alcanzarla debemos pasar por experiencias físicas y adquirir el conocimiento universal "Òòsá", fortaleciéndose en "Ìwá pele” el ejercicio del bien y desarrollando en sí mismos el amor sublime. La vida en la materia favorece el perfeccionamiento del espíritu. Al tomar un cuerpo físico "Àrá", es decir, al encarnar, los espíritus son sometidos a situaciones y pruebas necesarias para su adelantamiento moral.
Cuando fallan y no alcanzan los objetivos propuestos en una determinada encarnación, vuelven a sufrir las vicisitudes de la vida corporal, reencarnando para una nueva tarea expiatoria. La vida de cada espíritu en la materia, posibilita, además, la colaboración con la obra divina en el mundo en que habita, la Tierra. Los procesos de encarnación varían de un caso a otro, a pesar de obedecer los principios generales establecidos por las leyes cósmicas. No encamamos y reencarnamos solamente en el planeta Tierra, vivimos (las reencarnaciones) en diferentes mundos.
Las que aquí pasamos no son las primeras ni las últimas encarnaciones. Son, sin embargo, de las más materiales y de las más distantes a la perfección. La unión del "Òrí” la conciencia con el "Àrá" es planeada previamente y tiene como principal determinante los aprendizajes o expiaciones por las que el espíritu deberá pasar, con el objetivo de su evolución. El espíritu que va a encarnar podrá cooperar o trabajar activamente en ese planeamiento. De acuerdo con el grado evolutivo en que se encuentra, el espíritu podrá facilitar o dificultar el proceso para volver a nacer.
Por eso los espíritus rebeldes o indiferentes tienen su encarnación por completo a cargo de los espíritus superiores, que eligen las condiciones bajo las cuales deberán volver a nacer y las experiencias a las que deberán someterse. La mayoría de los que retornan a la existencia corporal en la esfera del "Àíyé" materia, son magnetizados por los benefactores espirituales que organizan para ellos nuevas tareas redentoras. Los procesos de la reencarnación son operaciones graduales que se inician con la concepción y se completan con el nacimiento. La unión del "Òrí" con el "Ara" se efectúa por medio del "Ènikéjì" proyección mental bioenergética, una especie de envoltorio fluídico del cuerpo físico, que servirá para interconectar el espíritu y la materia.
Mediante un mecanismo complejo el Ènìkéji es fractalizado, condensado y se asimila a las moléculas materiales del cuerpo en formación, ajustándose progresivamente a su desarrollo. Al nacer las reminiscencias del pasado pueden manifestarse con tendencias instintivas, simpatías inexplicables y súbitas, bajo la forma de recuerdos e impresiones. Incontables personas se han sorprendido frente a los recuerdos de las vidas pasadas, en los que se sumergían inconscientemente, sufriendo en las evocaciones de estos recuerdos, los estados característicos de los personajes que antes animaron. Es así, que muchos han sido víctimas de variados órdenes, perturbándose, sin conseguir establecer los límites entre los hechos de una y otra existencia, la del pasado que retoma vigorosa y la del presente que se va sometiendo al impositivo de la otra.
En la vida infantil, debido a que el espíritu aún se encuentra en el proceso de fijación total en las células apropiándose del campo somático, poco a poco surgen frecuentemente en los diversos ámbitos del Arte, de la Filosofía, de la Ciencia y de la Religión, los que exteriorizan con sorprendente precocidad, revelando conocimientos superiores a los del tiempo en que viven o recordando las enseñanzas aprendidas anteriormente. La memoria del aprendizaje y de los hechos no se pierde nunca, puesto que ésta no es patrimonio de las células cerebrales que las traducen, estando incorporada a Ènìkéjì, quién la fija, acumulando las experiencias de las múltiples existencias, mediante las cuales el "Òrí” evoluciona, en las diversas fajas que le son necesarias.
«Aprender es lo mismo que recordar».
Platón.
La condición del olvido se aplica al reencarnante ya que, en su vida de relación, el hombre tendrá que convivir con antiguos adversarios, con el objetivo de la reconciliación. Si los reconociese, encontraría dificultades para establecer los vínculos afectivos necesarios al entendimiento mutuo. En calidad de ofensor podría sentirse humillado y en calidad de ofendido, afligido o encolerizado. Por otro lado, el conocimiento de un pasado fastuoso podría avivar el orgullo humano, mientras que un pasado de miseria o de errores terribles podría causar una innecesaria humillación y tal vez, el remordimiento llegaría a paralizar todas las buenas iniciativas.
Para que el hombre progrese espiritualmente y cumpla el programa de trabajo que asumió al volver a nacer en el cuerpo físico, no es necesario el recuerdo de las experiencias anteriores, el espíritu recibe la advertencia para no reincidir en el error, bajo la forma de intuiciones e impresiones provenientes de las lecciones del pasado, impresas en la subconciencia, así como las buenas resoluciones que adoptó antes en otras vidas. Las tendencias instintivas, en algunos casos el tipo de vicisitudes y pruebas que sufre, pueden también esclarecer al hombre acerca de su pasado y sobre la naturaleza de los esfuerzos que tiene que realizar para su evolución.
Cuando llegamos a ser verdaderamente conscientes de nuestra vida pasada, participamos del Karma de aquel tiempo. La mayoría de nosotros tenemos una carga de Karma lo suficientemente pesada para resolver en esta vida sin una carga innecesaria de alguna anterior, que felizmente no estamos llamados todavía a resolver. La observación de sus malas inclinaciones y de las dificultades que atraviesa le permitirán saber que fue, qué hizo y que necesitará hacer para corregirse. La ley de los renacimientos explica y completa el principio de la inmortalidad.
No se puede evolucionar en una sola existencia para llegar a la perfección, ¿por qué para unos la fortuna, la dicha constante, la salud, la belleza, la fuerza, la inteligencia, y para otros la miseria, el mal inevitable, las enfermedades, la fealdad, la debilidad, la torpeza? Unos mueren jóvenes, de pocos días, otros duran cerca del siglo. ¿De dónde vienen los jóvenes prodigios: los músicos, los pintores, los poetas, ¿todos los que desde muy pequeños muestran disposiciones para las artes y las ciencias? Hubo niños que fueron capaces de expresarse correctamente en diversos idiomas desde los dos años de edad, sin haberlos aprendido. Otros revelaron una inclinación musical, componiendo e interpretando piezas clásicas antes de que pudiesen sostener un violín, o disponer de movilidad para una octava en el teclado del piano.
Así también, matemáticos, astrónomos y físicos modernos, evocan de la última reencarnación cuanto aprendieron y ahora retornan para ampliar, aún más, sus adquisiciones para ser aplicadas al servicio de la humanidad. Si la vida individual empieza solamente con el nacimiento terrestre, según los materialistas. Si no se ha existido anteriormente, no se podría explicar cómo Mozart a los 4 años ejecutaba el piano y compuso una sonata y a los 8 años una ópera. Como puede ser que Litz, Beethoven o Rubinstein a los 10 años se hacían aplaudir en las salas de conciertos. Pascal a los 12 años descubrió la «geometría plana», Ericsson (ingeniero) a los 12 años era inspector del Gran Marítimo de Suez y tenía a su cargo, bajo sus órdenes, a más de 600 obreros. Estos, son solo algunos de los muchos ejemplos.
Si queremos comprender esto tenemos que partir de una base, ¿la mente crea la materia? o ¿la materia crea la mente?, ¿tú qué crees? Yo creo firmemente que las desigualdades son los diferentes grados de evolución y que el destino del ser no es más que el desenvolvimiento, a través de las edades, de la larga serie de «causas y efectos» engendrados por sus actos. Nada se pierde, se acumula el bien y el mal, y germinan en nosotros y que sólo la reparación puede llegar a suprimirlos. Unos y otros formamos un encadenamiento de bienes y de males, que en su conjunto compondrá la trama de nuestro destino.
Las Almas irán evolucionando por medio de innumerables encarnaciones. Aquí juega un papel importante la condición del «libre albedrío» que Dios nos concedió cuando nos creó. De este modo, con el encadenamiento de nuestras etapas terrestres se prosigue y se completa la obra grandiosa de nuestra evolución a través de la educación y la edificación de la personalidad: sufrir todas las pruebas de la riqueza, pobreza, aprender a obedecer, a mandar, comprender las privaciones, adquirir la paciencia. No existe la fatalidad. El ser humano es quién teje la red de su destino día a día, desde su nacimiento hasta su muerte.
Por eso el Karma o la ley de la justicia no castiga, ni recompensa, solo nos empuja a evolucionar y a equilibramos. Debido a esto, asociar nuestros actos al Òrí ìnú13, obrar en conjunto con la naturaleza, en el sentido de la armonía y para el bien de todos, es preparar nuestra elevación, nuestra felicidad. Actuar al contrario sería retrasarnos y encadenarnos a mundos inferiores, porque el presente sólo explica el pasado. El transitorio olvido del pasado facilita las reencarnaciones, brindando unas posibilidades más amplias al entendimiento y a la cordialidad. Si el espíritu recordara los motivos de la antipatía o del amor, se vincularía solamente a los seres simpáticos, apartándose de aquellos por quiénes se sintió perjudicado, complicando indefinidamente la liberación de las causas infelices del fracaso.
De este modo, el hijo rebelde retorna en la condición de padre, la esposa ultrajada vuelve como madre abnegada, el criminal odioso reinicia la marcha al lado de la antigua víctima, el infractor de la existencia física, el suicida, reencarna con las limitaciones que ocasionó mediante el atentado perpetrado contra su organización somática. La impiedad, el ultraje y el abuso de cualquier naturaleza construyen el suplicio de la miseria física o moral, como medida educadora que necesita el defraudador.
A pesar de lo antes mencionado, es importante tener en consideración que cada día surgen oportunidades nuevas que posibilitan al ser humano a hacer y rehacer, perfeccionándose sin cesar, olvidando el mal y adicionando el bien a las propias adquisiciones con que se prepara para la liberación íntima e intransferible. Por eso, la actual oportunidad es para cada uno que se encuentra en la labor de la carne, una bendición de realce que no puede ser desperdiciada sin consecuencias lamentables y que sólo más tarde comprenderá en toda su complejidad.
En este punto, muchos se preguntarán: ¿como puedo saber quién fui en mi vida anterior? Otros lo tendrán muy claro y pensarán que en una vida anterior fue una importante y poderosa sacerdotisa o sacerdote de Egipto, incluso muchos aseguran, por lo general ser algún tipo de rey, reina, etc. Pero ¿cómo pueden probar esto? ¿Cómo saben si tienen o no razón? ¿Acaso son hoy, como mínimo, el equivalente en importancia, influencia y poder en el mundo, aportando algo original y creativo a la vida? Es también la cosa más fácil del mundo estar equivocados en nuestros propios 'recuerdos'.
Permítanme ilustrarles con un ejemplo de mi propia experiencia que surgió en mi conciencia durante una meditación profunda que duró alrededor de cinco horas. Me vi a mí mismo. Tenía un aspecto muy similar al de ahora lo que facilito que me reconociera. Llevaba vestimentas de un hombre de la alta sociedad inglesa, de lo que me pareció el año 1930 aproximadamente. Estaba en un puerto viendo embarcaciones que por lo que pude percibir eran de mi propiedad, con un papel en la mano que parecía una carta o una invitación. Al terminar de leerla, me dirigí rápidamente hacia un castillo que había en la cercanía donde se estaba celebrando una boda.
Después de estar un rato en la fiesta, en un momento que consideré oportuno, me acerqué a la novia y la invité a conversar en un lugar más apartado de la fiesta. Salimos a la parte trasera del castillo en la que había un saliente que daba a un barranco. Mantuvimos una acalorada discusión sobre los motivos de la boda con aquel hombre y sobre si el hijo que llevaba en su vientre era mío. En ese momento se acerca a nosotros el novio quién sumándose a la discusión intenta llevar a la novia de nuevo a la fiesta. Mi reacción fue sacar un puñal que llevaba entre las ropas y arremeter contra él, con la intención de matarlo, cuando ella se cruzó en medio para impedirlo.
Fue entonces, al evitar dañarla, que me herí yo mismo en la pierna izquierda con el puñal, situación que el novio intentó aprovechar para devolverme el ataque, empujándola a ella hacia un lado quién a su vez me empuja a mi haciéndome despeñarme por el barranco. Caí, y puedo aún sentir claramente la sensación del puñal en la pierna y la dura y fría piedra en mi mejilla, mientras yacía moribundo sobre la ladera del barranco. Durante años, creí que había recordado con total claridad, como una película, mis últimos minutos de una vida anterior y no fue hasta hace unos diez años que supe por mi maestro que la experiencia fue real, había sucedido, pero no a mí.
No tenía nada que ver conmigo. Yo nunca había vivido cerca de esa ciudad o había sido un hombre de alta sociedad. Fue una experiencia de clarividencia de la muerte de alguien íntimamente relacionado conmigo en el plano del Alma. Ese hombre es mi Èsú Légbà Tranca Rúas das Almas, mi protector y mensajero. Así que, ¿cómo se sabe lo que se está captando?, ¿cómo se puede estar seguro? Pues bien, si esa vida anterior tiene efecto tangible en esta vida, si estás haciendo algo similar o totalmente opuesto, es una buena forma de saberlo. Ya que habitualmente recordamos o nos vinculamos a vidas que tengan algo que ver con nuestra vida actual. Pero, además, podemos confirmar estos datos con varias fuentes distintas y si todas coinciden, pues ahi esta la respuesta.
El principio de causa y efecto ya mencionado en nuestro libro de Umbanda, es la ley básica que gobierna nuestra existencia en este sistema solar y es el resultado de la acción de la energía del ’alter ego' de nuestro sistema, la constelación de Òòsà-nlà. Lo mismo que nuestras personalidades exteriorizan, más o menos bien, las intenciones de nosotros mismos como Almas, igualmente este sistema solar actúa bajo las intenciones de Òòsà-nlà como su 'Alma’. Para ponerlo más concisamente, la relación entre Òòsà-nlà y este sistema solar es la misma que la relación entre nuestra Alma y la individualización del Alma, la personalidad del espíritu.
Cada pensamiento, cada acción que tenemos y hacemos, pone en marcha una causa. Estas causas tienen sus efectos y estos efectos crean nuestras vidas, para bien o para mal. Estamos ahora, hemos estado y continuaremos construyendo nuestras vidas a cada momento. Tarde o temprano, las causas puestas en marcha por nuestros pensamientos y acciones, producirán efectos que repercutirán en nosotros y experimentaremos aquellos como ’buen' o 'mal' Karma. Cuando es incómodo lo llamamos mal Karma, y cuando es buen Karma, cuando la vida es cómoda, fácil, no reparamos en él. Lo recibimos como nuestro derecho, nuestra recompensa, porque eso es lo que esperamos de la vida como tal.
Por lo general la gente solamente habla sobre el Karma, cuando se refiere al mal Karma. Pero es importante comprender y recordar que tenemos más ’buen' Karma que 'mal' Karma. Como todos los principios cósmicos, la ley o principio karmico está bajo el control y la jurisdicción de determinadas entidades, en este caso, los Èsú Légbà o Señores del Karma y los representantes de Sàngó que son los jueces cósmicos. Ellos consideran la acción y la reacción de las causas y efectos que ponemos en marcha y regulan esto según nuestras necesidades como Almas en evolución.
Nuestros espíritus encarnan en una personalidad con una estructura de energías dadas que están relacionados con el Karma y las posibilidades de esa encarnación particular, que en nuestra tradición chamánica es conocido como "Àpàri Ìnú". Ustedes pensarán que las Almas cooperan con los Señores del Karma para decidir qué dolor o placer sufriremos en cualquier vida particular. Esa, por supuesto es precisamente la forma equivocada para describir lo que sucede. Nuestra esencia Òrí, no está en absoluto interesado ni lo están los Señores del Karma en nuestro placer o nuestro sufrimiento. Estas son simplemente reacciones psicológicas a los acontecimientos.
En lo que sí están interesados es en el desarrollo de la evolución y manifestación de la ley, el principio cósmico de causa y efecto. Así mismo, el espíritu tiene sus propios propósitos para cada encarnación dada. Se provee de un vehículo, la personalidad con cuerpos mentales, emocionales y físicos que proporcionarán la posibilidad para que sus propósitos sean realizados en esa vida particular. Ese propósito podría no ser logrado, pero el espíritu proporciona la posibilidad, ¡porque el Alma vive siempre en la esperanza!
Ìjàlá, según nuestra tradición es la entidad espiritual que entrega las cabezas u Òrí, esto quiere decir que provee de los componentes necesarios para la encarnación. Es un organismo regulador, también denominado como Junta Karmica, formada por un grupo de seres de luz que, por misericordia y compasión, ofrecen sus servicios para ayudarnos en el mejoramiento de nuestro destino a cada persona que vivimos en la Tierra. Este grupo es el que determina quién va a encarnar cada año para beneficio de la raza o para que ese individuo corrija errores de vidas anteriores.
En el momento de desencarnar es, frente a estos seres que debemos presentarnos a fin de rendir cuentas, en lo referente al uso dado a la vida y a las energías de Dios, el gran ser cósmico. Para cumplir esta función, ellos se reúnen dos veces al año, en los solsticios de junio y diciembre, para oír las peticiones que deseamos hacer. Una parte de ellas debe tener carácter impersonal y constituir un servicio para la humanidad. El resto pueden ser peticiones personales que consideremos de mucha importancia en nuestras vidas y/o de los seres que amamos. Los integrantes de Ìjàlá Mòpín, la Junta Karmica, pertenece a las jerarquías de Umbanda presidida por los Òrísá Sàngó y Obalúaiyé, vibración de Òósánlá:
- Yorimá: Òrísá de la Misericordia y el Perdón representado por Benguele.
- Sàngó: Òrísá de la Justicia Divina representado por Trreme terra.
- Òsóssí: Òrísá de la Libertad representado por Urubata.
- Ògún: Òrísá de la Verdad representado por Beiramar.
- Ìyémòjá: Òrísá de la Generación representado por Cabocla Òsún.
- Yòrí: Òrísá de la Séptima Raza Raíz representado por Marcos 1.
- Òòsá-nlà: representado por Òrómílàiyá «El ojo de Dios».
- Èsú Légbà: Ejecutor del Karma, portador del Asé, señor del Aiyé o plano físico, representado por Èsú rey y Pomba Gira Reina.
La forma de hacer estas peticiones es simple. Se trata de escribir una carta, en forma cortés, amable, no es necesario realizar grandes discursos, dirigiéndola a la Junta Karmica como, honorable junta karmica o amada junta Karmica, estimada junta Karmica, etc. A continuación, escribimos, por ejemplo: en nombre de la presencia espiritual que yo soy en mí, pido (paz, amor, armonía, luz), se van detallando las peticiones, para todos aquellos que te rodean y para ti. Seguidamente ofreceremos algo como dejar de fumar o alguna otra cosa que debamos modificar en nuestros actos o conductas.
La carta una vez escrita, la firmamos y la guardamos. Es privada, no debe comentarse. Elegimos cuando re leerla y energizar los pedidos hechos. Es decir, hacemos nuestra parte y vamos agradeciendo lo que vayamos recibiendo. El tiempo para escribirla es durante el mes de diciembre del 10 al día 31 (es durante el día 23 de junio en San Juan, que se pasan por la llama física las cartas que se escribieron antes del 30 de diciembre). A partir de esta fecha los Nueve Seres que forman la Sagrada Junta Karmica van a cotejar las peticiones y ofrecimientos, haciendo un balance con ellas para decidir las bendiciones que con seguridad, van a enviamos. Recordar, que siempre recibimos más de lo que merecemos por Misericordia Divina.
1 Alma, se refiere a la parte espiritual e inmortal capaz de entender, querer y sentir, la cual constituye su esencia.
2 Ser interno
3 La parte de Dios que esta en cada uno de nosotros, la divinidad
4 Ser intenro
5 Karma, consecuencias de sus actos pasados. Acontecimientos naturales. No se puede cambiar
6 Dharma, necesidad espiritual, pedido
7 Situaciones o acontecimientos que apoyan los acontecimientos naturales.
8 Sub- conciente (grado evolutivo)
9 Ego. Individuo con libre albedrío
10 Aconsejamos leer el libro: «Muchas vidas muchos maestros» del auto Brian Weiss
11 trasferencia de un plano espiritual a otro
12 Otros muchos nombres podrían citarse: San Justino, San Hilario de Poitiers, Sinesio, Pussino, San Buenaventura, etc.
13 Ser interno
Para hablar de Èsú, tenemos que hablar de tradiciones animistas como Batuque, Ìfá, Candomblé, Umbanda, Kimbanda, etc., pues forma parte de estas tradiciones chamánicas. Es más, es el equilibrio necesario para que estos chamanismos transculturales puedan funcionar, desarrollarse y tener una razón de ser. Según cuentan los ancestros y fundadores del chamanismo sincrético, sin Èsú no se hace nada. Es debido a esto, que a continuación mencionaremos los tres tipos de Èsú que cultuámos en nuestra tradición chamánica.
Para comenzar a entender a Èsú resulta imprescindible conocer la etimología de la palabra Èsú, la cual significa esfera en lengua yoruba, o sea, por asociación a la mente de los nativos, "aquel que está en todas partes". De allí, que el Èsú cultuado en África sea fundamentalmente un elemental vinculado al «Asé o éter», la quinta esencia que fluye por el agua, aire, tierra y fuego. Un ser al servicio de los Òrísá y del cual dependen para interactuar con el plano físico. No nos sorprende, de acuerdo con las crónicas de aquellos pueblos, que los antiguos chamanes hicieran llover o desviasen vientos para combatir las plagas de insectos que acechaban las cosechas. Así como también que lo usasen para proteger la agricultura y realizasen hechizos con el fin de detener a tribus enemigas.
Estos chamanes eran magos, sacerdotes hechiceros, místicos, médicos brujos que manipulaban tales elementales. Con la diáspora africana todo este conocimiento sobre Èsú se trasladó a América formando tradiciones centradas en esta figura como en el caso de la Kimbanda y sincretizándose en otras como es el caso de Umbanda. La figura de Èsú originaria de las naciones africanas, deja de ser, en el chamanismo sincrético, un componente enigmático para afirmarse, con lógica y simplicidad, en el esquema de una comunidad astral extremadamente laboriosa y responsable.
En el chamanismo sincrético la palabra Èsú se refiere a una institución del plano astral, conocida como Legiones de Èsú. Compuestas por millones de espíritus en evolución que prestan servicios en todos los planos de nuestra tierra a través de la energía telúrica14. Nuestro planeta recibe energía del resto del universo y en este sentido se habla de Asé universal o energías cósmicas. La Tierra también genera vibraciones y movimientos internos, los cuales se convierten en energía telúrica, esto es el Àsé àíyé. Cada uno tiene una misión o se encarga de un tipo de trabajo. En primer lugar, responden o están a las órdenes del gran ser cósmico "Dios”, el mismo, único y verdadero ser creador del Universo y de todas las religiones del mundo, en las que recibe diferentes nombres, pero siendo siempre una única esencia.
Si hablamos sincréticamente, como sucede en buena parte de América, a Èsú le asignaron el paralelo o sincretismo del Diablo. Para comprender mejor esto, comenzaré con una pequeña reseña de cuando el hombre blanco trajo a Brasil, a los negros del África, en donde fueron injustamente esclavizados. Estos negros llegaron encerrados en barcos. Sus lugares de origen eran diversos. Cuando llegaron a América se les quiso imponer la religión católica o cristiana, y además que dejaran de lado a sus deidades, las cuales veneraban y respetaban, estas entidades que han acompañado a estos esclavos a través de milenios y tan solo transmitida de generación en generación.
En esta época, todavía en Europa estaba el sabor amargo de la "Santa Inquisición", en donde todo lo que no era cristiano era malo o demoníaco (aún hoy en día se puede apreciar esa "máxima" de la iglesia católica o cristiana). Así los esclavistas, les impusieron a los negros conocer y adorar a Dios, así como a los santos católicos bajo pena de castigos si desobedecían la orden. Debido a esto los negros usaron la astucia o mandinga. Les dijeron que los santos católicos eran los paralelos de sus dioses o, mejor dicho, que sus dioses, aquí en América tenían ese nombre y esa imagen, pero eran los mismos que ellos adoraban. Fue asi como el negro comenzó a adorar a los santos católicos a los ojos de los esclavistas, "sincretizando" a sus dioses con los santos católicos. Aúnque aún les quedaba un vacío, había que representar al mal o Satanás, el oponente de Dios. De esta búsqueda surge que los católicos encontraran en Èsú el sincretismo apropiado para representar al diablo. Èsú tenía los colores rojo y negro, estaba emparentado con el fuego, la fuerza de los instintos terrenales más básicos y la tierra. Así que les vino de maravillas la personalidad de Èsú para poder sincretizarlo con Satanás.
Kimbanda Luciferina.