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Sinopsis

Estudios recientes muestran que un 15 % de la población mundial vive con algún tipo de discapacidad. En América Latina hay alrededor de 85 millones de personas en esta condición. Se trata, pues, de una sector de la población que —no solo por las condiciones de discapacidad en sí mismas sino también por comportamientos sociales e injusticia— enfrenta serios obstáculos para participar en sus comunidades y a menudo viven excluidas de la sociedad, estigmatizadas y privadas de sus derechos fundamentales. En este libro, la autora, analiza, desde la perspectiva del evangelio, el significado de la discapacidad, las implicancias de caminar junto a las personas con discapacidad, el sentido de la inclusión en la misión cristiana en este campo y la responsabilidad de la iglesia frente al desafío de la discapacidad. El libro, que incluye preguntas para la reflexión persona y en grupos, ha sido concebido como un recurso para la acción y para generar compromisos con la integración e inclusión de las personas con discapacidad tanto en las iglesia como en la sociedad.

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Contenido
Cover
Sinopsis
Portada
Créditos
Agradecimiento
Prólogo
Prólogo
Capítulo 1: Un camino diferente
En el camino
Discapacidad: ¿pérdida o pluralidad?
Propósito de la caminata
Peregrinaje personal de la autora
Mensaje de esperanza
Sección I: Preparativos
Capítulo 2: ¿Con quién caminamos?
Escuchemos otras voces
La persona con discapacidad en la sociedad
Importancia del lenguaje
El poder de la palabra
Un lenguaje apropiado
Sugerencia del término preferido
Lenguaje internacional
¿Personas con discapacidad o enfermas?
Llamados por nombre
Trabajo práctico
Capítulo 3: ¿De dónde partimos?
¿Qué llevamos en nuestro equipaje?
La prehistoria de la discapacidad
La discapacidad en la antigüedad
La iglesia como agente de cambio y de amparo
Iglesia primitiva
Formación de hospitales
Disolución de monasterios y hospitales
La Revolución Industrial y las instituciones grandes
Nuevos modelos
Derechos humanos
Modelos de discapacidad
Modelo tradicional
El modelo médico
El modelo social
Diferencias entre los modelos
Ejercicio de reflexión
Capítulo 4: Barreras en el camino
La verdad y la luz de Dios para vencer las barreras
Los mitos como barreras
¿Qué son los mitos?
Algunos mitos alrededor de la discapacidad
1. El mito del castigo divino.
2. El mito de la falta de fe y de la responsabilidad personal.
3. El mito de la conexión entre discapacidad y actividad demoníaca.
4. El mito de la persona con discapacidad como ángel.
Verdades en vez de mitos
Para reflexionar
Capítulo 5: ¿Adónde vamos?
La meta, el reino de Dios
Lo que saben nuestros hermanos con discapacidad
Nuestro mapa, la Biblia
La creación
La caída
Pueblo de Dios en el Antiguo Testamento
Dios, defensor de derechos
Moisés, líder escogido por Dios
Jacob, patriarca con discapacidad (Gn 32.22–32)
Mefiboset, un caso de asistencia (2S 4.4; 9; 16.1–4; 19.24–30)
Sansón, hombre fuerte con debilidades (Jueces 16)
La venida de Cristo y su redención
La persona con discapacidad, un invitado al reino de Dios: el gran banquete
Ellos aceptaron y todavía hubo lugar para más
Un Dios “autolimitado”
La iglesia y la inclusión, el cuerpo de Cristo
Esperanza de un futuro sin dolor ni sufrimiento
Para reflexionar
Capítulo 6: ¿Un atajo en el camino?
La curación ¿siempre es posible o no es más que un engaño?
¿Una sola respuesta?
Ejemplos del ministerio de Jesús
La sanidad, ¿permitida o no? (Mt 12.9–14)
Un hombre paralítico apoyado por sus amigos: una discapacidad de largo plazo (Mr 2.1–12)
El caso de una discapacidad adquirida, resultado de la violencia (Lc 22.49–51)
Un hombre con discapacidad de por vida, aislado y marginado (Jn 5.1–15)
Nuestro anhelo
La búsqueda y la necesidad de la familia
Malas experiencias y resultados de una búsqueda forzada
Sugerencias para la oración para obtener sanidad
Dos extremos
Vidas sanas
Instituciones teológicas
Para reflexionar
Sección II: Prácticas
Capítulo 7: Viaje en equipo
¿Qué nos impide empezar?
No estamos solos
¿Quiénes van a formar estos equipos?
Papel de la iglesia
Pasos para incluir a la niñez con discapacidad en la iglesia
Para reflexionar
Capítulo 8: Facilitando el caminar
Seamos naturales
Individuos y grupos
Cambios
Soluciones creativas para la inclusión
Las leyes nacionales
Categorías de discapacidad
a) Personas con discapacidad físico-motora
Cómo promover su inclusión
Dar bienvenida a las personas con discapacidad físico-motora
b) Grupo de personas con discapacidad sensorial
Personas sordas
Cómo promover su inclusión
Cómo mejorar la comunicación
Personas invidentes o con poca visión
Cómo promover su inclusión
Relaciones interpersonales
Las personas sordociegas
c) Grupo de personas con discapacidad cognitiva
Como promover su inclusión
Tres objetivos importantes de nuestro trabajo
Peligro de abuso
Cómo organizar las actividades
Estructurar el ambiente previamente
En clases de escuela dominical
Manejo de conductas inadecuadas en el contexto de la escuela dominical
Perfil de la persona con cualidades necesarias para trabajar
Pautas para la inclusión adecuada de una persona con epilepsia
El caso particular del autismo
Algunas pautas para su inclusión:
Modelos de inclusión
Integración e inclusión
¿Integración o inclusión?
Inclusión en la iglesia, la escuela dominical o grupos pequeños. ¿Integración o segregación?
Participación activa en el liderazgo
Actividades
Capítulo 9: No abandonemos la familia
Cuando nace un bebé diferente
Ir a Holanda en vez de Italia
Mil voces
El proceso de ajuste
Resolución
Puntos clave
Rechazo al niño
Formación de hogares
Consecuencias negativas
Los hermanos
Poca respuesta para familias
Amor sin precio
Para reflexionar
Capítulo 10: Un futuro en este mundo
El futuro de esperanza con el Señor
Contracultura
Accesibilidad y adecuaciones
Liderazgo educado y sensibilizado
Apoyo pastoral
Poner fin a la segregación y exclusión
Ofrecer un apoyo práctico a la familia
Inclusión en servicio
Reconciliación
Importancia del tiempo
El fin de nuestra caminata
Preguntas para reflexión
Capítulo 11: Un paso más con una óptica diferente
Como miembros de iglesias en América Latina, ¿vemos la situación con claridad?
¿Qué dicen los líderes? La óptica del movimiento Lausana
a) Debemos ver a las personas con discapacidad a través de una nueva óptica, como miembros plenos de la congregación y como obreros en la iglesia
b) Debemos ver a la persona con discapacidad como actor en la misión de la iglesia
c) Debemos ver nuestros errores al estigmatizar a las personas con discapacidad
¿Qué debe pasar para que todos cambien su óptica?
Preguntas de reflexión
Bibliografía
Glosario
Créditos
Acerca del autor
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Un camino compartido

Hacia la plena inclusión de la persona con discapacidad en las iglesias

© 2020 Brenda Darke

© 2020 Centro de Investigaciones y Publicaciones (cenip) – Ediciones Puma

Segunda edición digital, noviembre 2020

ISBN N° 978-612-4252-74-7

Categoría: Vida de la iglesia - Iglesia actual

Segunda edición impresa, noviembre 2020

ISBN N° 978-612-4252-71-6

Primera edición impresa, mayo 2012

Editado por:

© 2020 Centro de Investigaciones y Publicaciones (cenip) – Ediciones Puma

Av. 28 de Julio 314, Int. G, Jesús María, Lima

Apartado postal: 11-168, Lima - Perú

Telf.: (511) 423–2772

E-mail: administracion@edicionespuma.org | ventas@edicionespuma.org

Web: www.edicionespuma.org

Ediciones Puma es un programa del Centro de Investigaciones y Publicaciones (cenip)

Diseño de carátula: Daniel Leandro Flores

Dibujos: Carlos Álvarez Zúñiga

Diagramación y ePub: Hansel J. Huaynate Ventocilla

Reservados todos los derechos

All rights reserved

Prohibida la reproducción, almacenamiento o transmisión total o parcial de este libro por algún medio mecánico, electrónico, fotocopia, grabación u otro, sin autorización previa de los editores.

Capítulo 5

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Una persona que utiliza dos muletas para caminar no puede ingresar a un templo porque las gradas se lo impiden.

¿Adónde vamos?

Introducción a una teología de la discapacidad. Andando en la verdad

Sin destino, nuestra caminata no tiene un fin muy específico. Con el objetivo de hacer una caminata de aventura hacia la ciudad celestial acompañando a personas con discapacidad, tiene sentido e importancia saber el destino. Es un viaje de vida, pero debemos estudiar el mapa para saber a dónde vamos y cuál es el camino correcto. La segunda carta de Juan, en el versículo 4, habla de que algunos están “andando en la verdad”. Nuestra caminata tiene que ser también en la verdad. La palabra de Dios es “lámpara a mis pies; es una luz en mi sendero” (Sal 119. 105).

El Peregrino, nuestro héroe, tenía siempre a la vista la meta, la ciudad celestial, y estaba dispuesto a enfrentar peligros, gigantes y pruebas sólo porque sabía a dónde quería llegar. Podemos flaquear si no tenemos bien claro a dónde vamos. La meta tiene que ser algo anhelado, para poder seguirla fielmente a pesar de las privaciones que seguramente encontraremos. Mas aún, cuando uno quiere algo con todo el corazón, todo es más fácil. Los que corren en las maratones saben esto: todo dolor y esfuerzo vale, pero sólo porque así se puede lograr el objetivo. Al igual, para nosotros, aunque la velocidad no nos preocupe como a los que corren, la meta es primordial y justifica todo esfuerzo.

La meta, el reino de Dios

Vamos en camino a la misma ciudad celestial, en otras palabras, al reino de Dios. Bien sabemos que el reino de Dios ya empezó a construirse aquí y ahora. Este famoso “ya” del que muchos teólogos hablan, se ve en la Biblia: “El reino de los cielos está cerca” (Mt 10.7), “el reino de Dios ha llegado a ustedes” (Mt 12.28), “Dense cuenta de que el reino de Dios está entre ustedes” (Lc 17.20,21). La otra verdad que siempre recordamos es que este reino no se verá aún en toda su gloria hasta que lleguemos a la ciudad celestial, o sea, cuando todo se haya cumplido. Leemos en Romanos 8.18–25 para comprobar que todavía estamos esperando ese día, todavía la creación “gime a una, como si tuviera dolores de parto” (v 22).

Lo que saben nuestros hermanos con discapacidad

Para nuestros hermanos y hermanas que viven con una discapacidad, con quienes queremos caminar, no es ningún secreto que todavía no tenemos toda la plenitud del reino de Dios. Todos los días ellos viven en una realidad que no les permite olvidar que estamos esperando un futuro mejor. En algunos lugares hablan de la teología de la prosperidad, y de una vida sin dificultades que, según su doctrina, podemos tener como cristianos. No dudamos de que Dios tiene todo preparado para nosotros en su casa para cuando lleguemos, pero mientras estemos caminando, no podemos reclamar por una vida fácil. Nuestros hermanos y nuestras hermanas con discapacidad saben muy bien que el “todavía no” es parte de nuestra experiencia común en este mundo. El sufrimiento va de una escala menor a otra mayor, es parte de la discapacidad. Se experimenta la frustración de no poder hacer todo con la misma facilidad que los amigos, hasta el ser excluidos de la educación o vivir, incluso, con dolores intensos y constantes. Todos estos son algunos de los sufrimientos de la persona con discapacidad.

Nuestro mapa, la Biblia

En este capítulo queremos investigar qué dice la palabra de Dios acerca del tema de discapacidad y de las personas que tienen que vivir con esta realidad todos los días, en este mundo.

Es sorprendente que casi nadie predique sobre el tema. Se escuchan prédicas acerca de una vida victoriosa o de la sanidad; también sobre pecadores que han cambiado y acerca de personas infelices que encuentran paz. Pero no se dice nada acerca de personas con discapacidad. ¿Dónde hay esperanza para ellas?

La historia de la humanidad, desde el principio hasta el fin, es algo que sólo Dios sabe. Su palabra nos ayuda a entender, pero nos hace una advertencia, hay cosas de las que no tendremos explicación en este mundo. La Biblia nos guía, como un mapa, nos instruye y nos da consuelo, pero nunca promete contestar todas nuestras preguntas. Tenemos la verdad pero nuestra visión tiene sus limitaciones: “Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara” (1Co 13. 12).

La creación

Dios creó el mundo y todo lo que está en el mundo. La Biblia es clara, no hay duda, tenemos un creador. También enfatiza que todo fue muy bien hecho y es muy evidente en la Biblia el haber sido creados individualmente por Dios: “Tú creaste mis entrañas; me formaste en el vientre de mi madre. ¡Te alabo porque soy una creación admirable! ¡Tus obras son maravillosas, y esto lo sé bien! Mis huesos no te fueron desconocidos cuando en lo más recóndito era yo formado, cuando en lo más profundo de la tierra era yo entretejido. Tus ojos vieron mi cuerpo en gestación: todo estaba ya escrito en tu libro; todos mis días se estaban diseñado, aunque no existía uno solo de ellos” (Sal 139.13–16).

Nos habla de cómo Dios nos conoce desde nuestra concepción. Cada persona es única y buena, con potencial. No somos de fábrica, sino hechos a mano, artesanía de Dios, bellas artes. Todos tenemos nombre y hemos visto que es más importante conocer el nombre de alguien que su diagnóstico. En Jeremías 18, leemos de Dios como el alfarero y de nosotros como el barro en sus manos; él puede hacer con nosotros lo que quiera. En el versículo 6 dice: “Pueblo de Israel, ¿acaso no puedo hacer con ustedes lo mismo que hace este alfarero con el barro?, así afirma el Señor”. También se nos hizo para vivir en comunidad y no aislados. Dios creó a Eva para acompañar a Adán. Somos más que animales, porque todos tenemos la identidad de ser humanos a imagen de Dios. Y con esta identidad tenemos libertad para tomar decisiones y también la dignidad de vivir con las consecuencias.

La caída

Es precisamente en el jardín donde debemos empezar nuestra investigación. Allí aparentemente Adán y Eva no tenían discapacidades. Dios habló con ellos y les dio instrucciones para que siguieran viviendo con él en aquel lugar hermoso, con tranquilidad y felicidad. Una consecuencia de la libertad que Dios dio al hombre y a la mujer fue la posibilidad de pecar. De pronto, entró el pecado y todo cambió (Gn 3.1–7). La creación buena de Dios fue distorsionada y ya nunca será igual hasta que lleguemos al fin de la historia. En un instante fatal, nuestros antepasados decidieron tomar en sus manos su futuro, en desobediencia a su creador. En vez de vivir en armonía con lo demás de la creación, empezaron a experimentar dificultades y sufrimientos. Dios tuvo que echarlos del jardín por su rebeldía y, tristemente, sus hechos tuvieron otras repercusiones más: dolor, sufrimiento, sudor y duro trabajo, vulnerabilidad y la muerte (Gn 3.16–19). Desde ese momento, las personas quedaron expuestas a accidentes, enfermedades y problemas durante el parto. La discapacidad comenzó a ser parte de la condición humana, no como castigo por algo específico, sino como un factor más entre muchos males, lo cual es evidencia de nuestra relación quebrada con nuestro creador.

En verdad, todos somos pecadores como Adán y Eva, y todos somos vulnerables a los efectos de la caída. Hay que ver la discapacidad en este contexto; es solamente una de las muchas consecuencias de vivir en un mundo afectado por la desobediencia.

Pueblo de Dios en el Antiguo Testamento

Decir que el Dios del Antiguo Testamento está en contra de las personas con discapacidad, es uno de los mitos que creemos en la iglesia. Dios no cambia y es igual por todos los siglos, pero podemos verlo mejor en Jesús, cuando su identificación con nosotros es más obvia. El Dios del Antiguo Testamento es igual al Dios que vemos con Jesús. Tenemos que enfrentar el texto bíblico con integridad y entender todo en su contexto. Como no podemos separar el texto bíblico de su contexto histórico social, nuestro resumen de los conceptos de discapacidad en las diferentes épocas de la historia humana nos servirá para entender mejor este tema tan desconocido y difícil.

Los pocos teólogos que han estudiado el tema de la discapacidad en la Biblia coinciden en admitir que ésta incluye algunos textos duros de digerir. Varios textos y relatos en la Biblia nos parecen, desde nuestra óptica del siglo xxi, excluyentes de las personas con discapacidad. No intentaremos negar estos pasajes, pero debemos tomar en cuenta el contexto social en el que estos pasajes fueron escritos y compararlos con las prácticas en otras culturas. La Biblia es verdad, no es relativa; la palabra de Dios no varía y no nos engaña, pero notamos que no contesta todas nuestras preguntas. Con la falta de más estudios serios, admitimos que todavía no entendemos todo.

Aparentemente, como en todas las otras culturas del mismo contexto histórico, el pueblo de Israel despreció a las personas con discapacidad. Pero hubo una gran diferencia: mientras que en otras culturas de la misma región geográfica y de la misma época, mataban a cualquier bebé con discapacidad, ésta no fue la práctica de los israelitas. Sin embargo, hubo abusos de todo tipo contra personas ciegas o con una discapacidad física. La línea entre discapacidad y enfermedad no existía y, por ende, personas con lepra, por ejemplo, recibieron también la misma discriminación.

Dios excluyó de su lugar más santo a las personas con discapacidad. El pasaje más famoso es el de Levítico 21.16–23, en el que se da instrucciones para el culto y el sacerdocio. Pero antes de hacer críticas por la falta de inclusión, quizás podamos ver el contexto. Es claro que mucho más de la mitad de todos los israelitas no tuvieron nunca acceso a este lugar santo, porque ninguna mujer podía entrar. Además, de todos los varones, sólo podían hacerlo los de la tribu de Levi. Entonces, aunque es significativa la exclusión de las personas con discapacidad, no debemos dar demasiada importancia a este hecho. Las personas con discapacidad de la tribu de Levi fueron excluidas solamente de entrar al lugar más santo, pues podían comer del pan santo y disfrutar de todo lo demás. Esto quiere decir que se los consideraba ritualmente puros; entonces, no era un asunto de pureza. Esta limitación no es fácil entenderla. Para ello, una estudiante de la Torah, Rabí Judith Abrams, propone algo interesante. Su idea es que no se permitía a las personas con discapacidad ingresar al lugar más santo para protegerlos, pues sabemos que el arca era un lugar peligroso (ver Nm 4.7–20 o 2S 6.6, 7). Ella dice que posiblemente la exclusión fue para prevenir una desgracia, pues si una persona no podía caminar bien o era invidente y tocara el arca por equivocación la hubiera dañado. Esta propuesta es interesante, pero debemos admitir que había siempre otro tipo de exclusión: la de los animales con defectos. Simbólicamente, no podían sacrificar algo con un “defecto físico”. Sólo la “perfección” era aceptable por Dios, porque él es perfecto en todo sentido. Entonces, la “imperfección” física simbolizó una falta de perfección total.

Para cerrar esta página, porque creo que es difícil encontrar una explicación totalmente convincente, es necesario recordar que esta época de la historia de la humanidad ya pasó. Jesucristo nació para poner fin al sistema sacerdotal con sus reglamentos de pureza y los sacrificios. Cuando Jesús murió en la cruz, rompió el velo del lugar más santo y lo dejó abierto para todos. En Cristo todos somos aceptables para Dios, ninguno debe ser excluido: “Por una parte, la ley anterior queda anulada por ser inútil e ineficaz, ya que no perfeccionó nada. Y por la otra, se introduce una esperanza mejor, mediante la cual nos acercamos a Dios” (Heb 7.18, 19). “Por eso Cristo es mediador de un nuevo pacto, para que los llamados reciban la herencia eterna prometida, ahora que él ha muerto para liberarlos de los pecados cometidos bajo el primer pacto” (Heb 9.15). “Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que es derramada por ustedes” (Lc 22.20b).

Dios, defensor de derechos

En el Antiguo Testamento podemos encontrar diferentes paradigmas, pero es sumamente interesante notar que entre todos los mandamientos, en el libro de Levítico, hay un ejemplo de cómo Dios defiende a las personas con discapacidad. Aunque no debemos generalizar desde un solo versículo, me parece significativo que Dios dejara un mandamiento contra el maltrato a personas con discapacidad. Y aun más interesante porque se encuentra el texto dentro de una sección de la ley que trata de la santidad personal. En Levítico 19 leemos que Dios ordenó a Moisés llamar al pueblo de Israel para darle instrucciones con algunos detalles para la vida santa, en relación con Dios y también con la comunidad. En el versículo 2 dice: “Sean santos, porque yo, el Señor su Dios, soy santo”. Toda la sección, versículos 9–18, nos llama la atención porque termina con las palabras que usó Jesús, “Ama a tu prójimo como a ti mismo” (v 18). En medio de la sección encontramos el versículo 14: “No maldigas al sordo, ni le pongas tropiezos al ciego, sino teme a tu Dios. Yo soy el Señor”.

En este versículo se menciona dos tipos de discapacidad común: la sordera y la ceguera. En aquel tiempo ambos fueron muy reconocidos tanto como hoy. Es interesante que ambas condiciones fueran utilizadas como figuras o metáforas cuando alguien quería hablar de personas que no entendían algo o se resistían a entenderlo. Hablamos de personas “sordas” cuando no son literalmente sordas sino difíciles, que no quieren escucharnos. Aun hoy cantamos de alguien que fue “ciego” hasta que la luz del evangelio cambió su vida y desde ese momento la persona puede “ver”. Obviamente, es una figura, no es literal. Pero quizás este uso del concepto de ceguera hace más fácil el abuso hacia la persona ciega. En todo caso, a Dios no le agradan tales abusos y sale en defensa de la persona ciega y de la persona sorda.

El texto habla de una persona sorda que por su discapacidad no puede oír palabras, sean malas o buenas. Por ende, uno puede decir con impunidad cualquier cosa acerca de ella, pues no oye y así no puede defenderse. Maldecir a una persona sorda es un acto fríamente calculado para hacerle el mayor daño.

¿Cuál es el abuso más cruel contra la persona ciega? El versículo nos responde: “poner algo en su camino”. ¿Y por qué razón? Porque es algo que la persona ciega no podrá evitar. Si usamos malas palabras en contra de ella, siempre podrá escucharnos y defenderse. Pero, como no puede ver, entonces el acto más malicioso es intentar agredirla colocando obstáculos en su camino. Y es cruel porque es un acto hecho a propósito; es aprovecharse de su debilidad e ir en contra de su dignidad de persona.

Dios, quien es justicia y amor, no permite que su pueblo tenga estas malas prácticas. Él defiende a los que no pueden (por su discapacidad) defenderse, justamente en ciertas áreas de sus vidas que son las más afectadas.

Hay que reflexionar mucho sobre este versículo, aparentemente insignificante pero que termina con una advertencia. Dios es siempre Dios y hay que temerle, él tiene poder y puede aplastar a cualquiera que no cumpla con su ley. Es solamente su gracia la que nos permite tener relación con él y vivir.

La palabra de Dios fue escrita por diferentes autores; muchos coinciden en que el autor de los primeros cinco libros fue Moisés. Si fue él o no, no está muy claro; lo que sí es cierto es que Dios usó a Moisés para comunicar a su pueblo sus mandamientos como parte del pacto que existía entre ellos.

Moisés, líder escogido por Dios

Lo que menos sabemos es que Moisés tuvo una discapacidad. Este no es hecho tan conocido. Si finalmente lo sabemos, es porque él la usó como pretexto para no hacer la voluntad de Dios.

Moisés nació en Egipto de una pareja israelita. Esta pareja desobedeció la orden dada por el faraón de matar a los bebés varones al nacer y lo escondieron. Todos recordamos la historia de cómo la hija del faraón encontró a Moisés en el río y lo adoptó como su hijo. Cuando él creció y podía entender lo que le estaba pasando a su pueblo, mató a un egipcio y huyó al desierto. Un día, mientras trabajaba como pastor, Dios lo llamó de entre un arbusto en llamas.

En la larga conversación entre Dios y Moisés, él le ordena regresar a Egipto para enfrentar al faraón para que deje salir al pueblo israelita. Obviamente, Moisés no quería obedecer. Su vida estaba en peligro por haber matado a un egipcio. Entonces, él empezó a dar excusas para no hacer la voluntad de Dios. Al final, en el capítulo 4 versículos 10 al 12 Moisés usó su propia condición de persona con discapacidad para no cumplir el mandato. Dijo: “Señor, yo nunca me he distinguido por mi facilidad de palabra. Y esto no es algo que haya comenzado ayer ni anteayer ni hoy que te diriges a este servidor tuyo. Francamente, me cuesta mucho trabajo hablar”. Nos interesa la respuesta de Dios porque si fuera verdad que Moisés tuvo una discapacidad, lo que dijo Dios es clave. “¿Y quién le puso la boca al hombre? ¿Acaso no soy yo, el Señor, quien lo hace sordo o mudo, quien le da la vista o se la quita? Anda, ponte en marcha, que yo te ayudaré a hablar y te diré lo que debas decir”.

En primer lugar, Dios no ignoraba la situación de Moisés. Él nos creó y nos conoce mejor que cualquiera. Entonces, podemos notar que escogió a Moisés para ser un embajador ante el temido faraón a sabiendas de que tenía una limitación en su capacidad de hablar. Al señalar que la discapacidad no era una razón legítima para no trabajar, Dios dejó sin pretexto a Moisés y simplemente insistió en que hiciera su voluntad. A la luz de este pasaje, debemos preguntarnos cuántas veces hemos utilizado pretextos para no hacer algo que Dios nos pide. Cuando Dios nos pide algo es porque sabe que podemos hacerlo. ¡Moisés era una persona fuerte y valiente, era atrevido! Finalmente, Dios, en su sabiduría y compasión, porque sabía del temor de Moisés por haber matado a un egipcio, le ofreció una salida. Dijo que Aarón, el hermano de Moisés, quien no tenía ninguna discapacidad que afectara su habla, podía acompañarlo y hablar en su lugar. Así, Moisés tuvo que rendirse a la voluntad de Dios.

En Éxodo encontramos que, aunque al principio Aarón hablaba en vez de Moisés, después de varias audiencias con el faraón, Moisés lo hacía por sí mismo, pues su miedo había quedado atrás. El testimonio de Esteban es que Moisés “era poderoso en palabra y en obra” (Hch 7.22). Este relato bíblico nos da este principio: tener una discapacidad no es una razón para no trabajar en la iglesia. Dios llama a la persona con discapacidad, y le manda a hacer lo que puede —nos conoce mejor que nadie—. Aunque ésta pueda necesitar ayuda al principio, es posible que, con un poco de experiencia, cada vez necesite menos apoyo; no obstante, siempre es mejor trabajar en equipo. Buscamos maneras de sobrellevar una situación de desigualdad y dar la posibilidad de inclusión a la persona con discapacidad.

Jacob, patriarca con discapacidad (Gn 32.22–32)

Jacob nos interesa porque no nació con discapacidad, sino que la adquirió. Esta es la experiencia de millones de personas en sus últimos años de vida, pero en el caso de Jacob fue una consecuencia de su lucha con el Señor. Él llevó esta discapacidad todos los días que le quedaban con cambio de nombre incluido. Era un líder y hombre de Dios, pero también una persona con muchas debilidades morales. Engañó a muchas personas, incluso a su propio padre. Mintió para salvar su vida y para ganar la herencia familiar por sobre los derechos de su hermano. Es curioso que Dios escogiera a alguien tan inmoral para ser el líder y fundador de su pueblo, mas tenemos que admitir que todos somos potencialmente iguales. Y no podemos juzgar sin ser juzgado. En verdad, nos da esperanza saber que Dios puede usar a alguien como Jacob y transformarlo en Israel, el patriarca de su pueblo. Jacob tenía dificultad para caminar debido a su discapacidad física, algo que en su cultura lo volvía muy vulnerable. No podía escaparse de sus enemigos como antes, y tuvo que aprender a vivir con su limitación.

Mefiboset, un caso de asistencia (2S 4.4; 9; 16.1–4; 19.24–30)

El caso de Mefiboset es relatado en el contexto de la relación que tuvo David con Jonatan. David tuvo una amistad muy hermosa con Jonatan, a pesar de la mala relación con Saúl, quien trató numerosas veces de matar a David. Mefiboset sufrió un accidente cuando su nodriza, al huir del conflicto, lo dejó caer. A raíz de esta caída no pudo caminar. Era el último de la familia de Jonatan, y cuando David se dio cuenta de que estaba vivo, lo invitó a vivir con él y comer de la misma mesa. Fue un honor y privilegio enorme ser invitado por el rey David. Sin embargo, la triste verdad es que David no trató a todas las personas con discapacidad de la misma manera. Su actitud fue como la de la sociedad: despreció a los “cojos y ciegos” (2S 5.6–8). Aunque lo más probable es que se tratara del uso de un lenguaje figurado, el hecho es una muestra de cómo eran vistos las personas con discapacidad por la sociedad y por el mismo David: vulnerables, débiles, inútiles y desgraciados.

Al leer la escena de cuando David invita a Mefiboset a su mesa, estamos frente a una situación ambigua. Como en muchas de nuestras relaciones interpersonales, lo que no practicamos con una clase de personas, lo podemos hacer con un individuo determinado. David es como nosotros: muestra su humanidad, se hace responsable del bienestar de la familia de su amigo cercano; pero, cuando se trata de las demás personas con discapacidad, su actitud no es tan buena. David es siempre una mezcla de lo admirable, lo virtuoso, lo generoso, y lo falible y lo injusto; mas la Biblia reconoce que amó a Dios.

Sansón, hombre fuerte con debilidades (Jueces 16)

The Disabled God

A veces escucho reclamos de que Dios no puede saber del sufrimiento de algunas personas con discapacidad. Pero no es verdad. Él sí sabe de todo, y sobrellevó nuestros dolores y nuestros pecados. Jesucristo no es un Dios débil, sino fuerte, que sabiendo muy bien lo que estaba haciendo y el precio que iba a pagar, siguió firme hasta la muerte y conquistó la maldad y al enemigo, de una vez, dejando la puerta del reino de Dios abierta para todos los que le claman. Y esta esperanza es para todos, con nuestras discapacidades, debilidades y pecados. Lo único que debemos hacer es pedir perdón y recibir el regalo de vida eterna. La gracia de Dios es para todos, seamos personas con discapacidad o sin ella.

La iglesia y la inclusión, el cuerpo de Cristo

Después de la muerte y resurrección de Jesucristo, la iglesia empezó a crecer y en las cartas podemos leer muchas instrucciones de como debe ser nuestro comportamiento como comunidad cristiana. Entre las figuras más reconocidas de esta nueva iglesia, está la del cuerpo de Cristo (1Co 12). Si logramos entender bien esta figura, creo que tenemos la clave para la inclusión de la persona con discapacidad en nuestras iglesias y ministerios. Este pasaje de las Escrituras nos habla acerca de la importancia de cada persona. Cada uno tiene sus dones, su lugar y su rol. No somos todos iguales, pero nadie es menos importante: “El ojo no puede decirle a la mano: No te necesito. Ni puede la cabeza decirles a los pies: No los necesito. Al contrario, los miembros del cuerpo que parecen más débiles son indispensables, a los que nos parece menos honrosos los tratamos con honra especial” (1Co 12.21–23). Y el versículo 26, “Si uno de los miembros sufre, los demás comparten su sufrimiento; y si uno de ellos recibe honor, los demás se alegran con él”.

Aunque nos cueste creerlo, necesitamos a los miembros del cuerpo de Cristo que parecen débiles. Entre los “débiles” debemos contemplar a las personas con discapacidad. La iglesia nunca estará sana ni completa sin ellos. Lo que parece débil puede ser lo más fuerte y lo insignificante puede ser lo más importante. Los valores del reino de Dios son diferentes a los valores de este mundo.

Esperanza de un futuro sin dolor ni sufrimiento

La Biblia nos señala el camino hacia un mundo nuevo en el cual todo será renovado: “En aquel día podrán los sordos oír la lectura del rollo, y los ojos de los ciegos podrán ver desde la oscuridad y la penumbra” (Is 29.18), “Se abrirán entonces los ojos de los ciegos y se destaparán los oídos de los sordos; saltará el cojo como un ciervo, y gritará de alegría la lengua del mudo. Porque aguas brotarán en el desierto y torrentes en el sequedal” (Is 35.5–6), “El que estaba sentado en el trono dijo: ¡Yo hago nuevas todas las cosas! Y añadió ‘Escribe, porque estas palabras son verdaderas y dignas de confianza” (Ap 21.5). Aun cuando sufrimos, esperamos este mundo nuevo (“De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros” – Ro 8.18). La tragedia no es un estado natural de nuestra mente, pero la esperanza sí lo es. Jesús, el Cordero, está en el corazón de este mundo. El Dios con discapacidad se ha vuelto victorioso. Todos podemos identificarnos con este Dios.

Todavía hay muchos misterios y dudas. En la práctica, ¿cómo podemos incluir a alguien que no habla o que no puede moverse? ¿Cómo puede una persona con discapacidad cognitiva entender las buenas nuevas y ser salvada? Veremos más en nuestro viaje en adelante.

Para reflexionar

▶ Busque los textos mencionados y haga su propio estudio. Si tiene muchas dudas o preguntas, ore con alguien para que el Señor le dé su repuesta. Busque a alguien en su congregación que tenga una discapacidad y comparta con él o ella la parábola del banquete. Pregúntele cómo se siente frente a la invitación al banquete hecha por Jesús.

▶ Después de mostrarles la historia de Moisés, anímelos a aceptar el reto de hacer algo por Dios. Pero no se debe olvidar que esto dependerá de la voluntad de usted de facilitar la inclusión.