3408-Ciereszko-B1A.jpg



ANA MARGARITA CIERESZKO






UN CAPÍTULO

DE MÍ VIDA








Editorial Autores de Argentina


Ciereszko, Ana Margarita

Un capítulo de mi vida / Ana Margarita Ciereszko. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2021.

Libro digital, EPUB


Archivo Digital: online

ISBN 978-987-87-1422-6


1. Narrativa Argentina. 2. Novelas. I. Título.

CDD A863


www.autoresdeargentina.com

Mail: info@autoresdeargentina.com


Queda hecho el depósito que establece la LEY 11.723

Impreso en Argentina – Printed in Argentina

PRÓLOGO

Cuando miro para atrás, veo como cuando abrís un buen libro, una vida llena de tentaciones, dolores y alegrías; veo que volvería vivir cada capítulo, cada experiencia, cada beso, cada abrazo inocente y otros que no lo fueron tanto; lo cierto es que no sacaría ninguna página, porque cada cosa que paso en mi vida, simplemente tuvo una razón de ser y no es otra, que hacerme ser quien soy hoy; sin tanto miedo y con ganas de otro capítulo nuevo cada día.


Autora: Ana Margarita Ciereszko.

MI VIDA PASADA

Hubo una época que me veía como una oruga fea que nadie quería, una oruga, que se separó un día de Enero, justo en víspera de Reyes, una oruga que había sufrido tanto, que lloró mucho cada noche después de irse a dormir, tanto, que la almohada mojada de lágrimas puede dar testimonio.

Pero lo cierto es que primero fue llenar el tiempo con la sola presencia de un amigo y no mirar a nadie, total la oruga pasaba desapercibida o era lo que pensaba.

Esa oruga fue pasando por todas las etapas, primero saltar al vacío sin mirar lo que dejaba, luego el aprender a vivir sola y organizar no solo su vida, sino la de los que la acompañaban y aprender a ser feliz con poco.

A esa oruga, un día le crecieron alas y otra vez se convirtió de nuevo en Clara, no fue fácil, fue lento de a poco, cada día.

Fue como estirarse un poco, casi con miedo, desenroscar el alma con cada ala, volver a mirarse en un espejo casi desorientada, ver que la oruga, ya no era una oruga, tampoco ya se expresaba como tal y tenía un brillo diferente, con alas creciendo a un ritmo vertiginoso. Lo que paso fue, que la oruga ya era mariposa y ella desplegó vuelo, con miedo si; pero convencida de que mas allá del suelo no podía caer y el suelo ya lo conocía.

Así fue como llego el divorcio, entre un miedo espantoso y problemas mundanos como la falta de recursos y no saber como hacer el mes próximo sin ayuda, casi desamparada. Pero de todo se sale, de todo se aprende y era tan solo desplegar las alas.

Nada es fácil y cada decisión que se toma, hace que nuestro destino sea diferente, pero eso solo es parte de ser otra vez una misma, esta oruga estaba decidida a salir del capullo que la aprisionaba y convertirse en mariposa, porque ya le habían crecido alas, así fue después de un infarto y después de haberme recibido de abogada; porque a pesar de todo lo logré, no me frenó mi pasado doloroso, ni esos recuerdos que son difíciles de borrar, porque a pesar de todo quedan grabados en la memoria, como La noche del hospital, estando mi Papá grave y yo con el Padre de mis hijos que en ese momento pensaba que era la persona, que no me iba a herir cuando más vulnerable me encontraba; pero como siempre las cosas nunca son lo que parecen y esa noche, cuando mi corazón estaba destrozado por no saber si mi Papá pasaba la noche, él aprovecho y desplegó su furia contenida en mi.

Había tardado mucho en contarle que me había inscripto en la facultad, no estábamos ya muy bien como pareja, un desengaño el año anterior, saber que no me había sido fiel, aunque eso no era lo más importante, sino el con quien y no saber cuánto tiempo lo había hecho, porque había sido con su ex novia, la novia con la cual había salido antes que conmigo y en un matrimonio de más de 20 años, el no saber desde cuando lo había hecho era lo que me perturbaba. Lo cierto es que esa noche de fines de febrero decidí contarle, que iba a comenzar a estudiar otra vez, yo ilusa, esperando su apoyo, ya que después de todo lo que había pasado, había decidido seguir intentando que mi matrimonio funcionara, o al menos ver que nos pasaba en ese tiempo; pero no siempre las cosas salen como uno espera. Después de recibir el parte del médico decidí ir y contarle como estaba mi papá y que había decidido estudiar otra vez, después de tanto tiempo, yo con mis 49 años iniciar otra vez una carrera, algo para mi, un sueño acariciado por mucho tiempo y que estaba decidida hacer realidad.

Llegué al auto, me preguntó como estaba mi papá y le conté que su estado era muy grave, mis ojos estaban llenos de lágrimas por el dolor a flor de piel, pero que disimulaba, tanto como podía, porque no quería llorar, ya que siempre me lo reprochaba; fue entonces cuando le dije – te cuento una novedad, en diciembre, me anoté en Derecho, voy a ser Abogada.

El me contestó de la única forma que no se espera.

— ¿Qué? y yo le respondí: −Si voy a estudiar Abogacía.

cuando se lo afirmé, cuando le dije que las clases empezaban en marzo y que estaba re entusiasmada y que no necesitaba hacer el curso de ingreso, porque las dos carreras terciarias que tenía, Él, no hizo otra cosa, que lo que estaba acostumbrado hacer, ejercer la violencia verbal que lo caracterizaba y yo que pensaba que en dichas circunstancias no lo iba hacer, pero como siempre, parecía que el hecho de contarle algo mío, un proyecto propio, algo que me sacaba un poco la angustia de que en cualquier momento perdía a mi padre, lo iba hacer medir sus palabras, pero no fue así, no, que equivocada estaba.

Cuando abrió su boca fue tan solo para tratar de destruir la poca autoestima que me quedaba y comenzó diciendo entre risas: − ¿vos te crees que ir a la universidad es soplar y hacer botellas?

— ¿Vos te crees que es tan fácil? −¿te crees que cualquiera puede ser abogada?.

Con cada palabra que decía. Con cada gesto adusto, mi interior se iba rompiendo cual cristal frágil, ya no me importaba aquello que decía, ya no le estaba prestando atención porque juzgaba mis condiciones de ante mano, sin darme la posibilidad ni siquiera de demostrarlo; entre tantas cosas horrorosas que decía, alcance a escuchar la última: − Vos no servís para ser abogada, vos nunca vas a ser abogada. Una afirmación que hizo que mi voz interior ya no se callara. −¿Perdón? Él me contestó otra vez: − Sí, no servís para ser abogada, nunca lo vas a lograr.

Fue entonces cuando le dije: − tenés razón, no voy a ser abogada.

Él me contestó: − Menos mal que te diste cuenta a tiempo, eso no es para vos, vos no tenés pasta de abogada.

Y yo me adelanté y le dije: − no me dejaste terminar, no voy a ser una simple abogada, no, voy a ser la mejor abogada y va ser mejor que empieces a cuidarte como me hablas y las cosas que decís, ¿sabés porque? Porque a partir de ahora mas vale que me tengas miedo, porque cuando me reciba si seguís así, me voy a encargar de dejarte en pelotas, ¿te quedó claro?.

Mis lágrimas, ya estas alturas no me dejaban ver, pero me levanté y me fui afuera tratando de calmarme para que mi mamá que estaba sentadita en la entrada de emergencias del hospital no me viera así como estaba, porque ella estaba perdiendo al hombre de su vida y yo no tenía derecho a llevarle otro problema más.

Me seque las lágrimas y me acomodé un poco, respiré profundo y fui a acompañarla.

Ella me vio y me dijo: −¿Estas bien?

Yo le contesté: − si Ma, estoy bien, solo un poco cansada, porque me levanté muy temprano, pero no pasa nada.

Esos recuerdos fijos en mi mente, por mucho tiempo dolieron, como nada que haya conocido, porque cuando estas enamorada, le das ese poder al otro para que te hiera, será porque uno piensa que el otro jamás te va lastimar, pero ya lo aprendí, uno ve al otro con los ojos que uno mira y es una, la que trata al otro como quisiera que el otro, la trate, pero sabemos que cada alma siente diferente y tan solo es una, la que trata así, yo se que soy incapaz de lastimar, aún cuando me lastiman. Soy así y ya esta altura no voy a cambiar, supongo que aunque esta oruga tenga alas, siempre va pensar en lo frágiles que son las orugas, porque no pueden volar y solo se arrastran.

LA FACULTAD

Esas cosas, entre otras, fueron las que hicieron que no pudiera disfrutar de ser buena estudiante, cada examen, una buena nota y eso de aprobarlos sin problemas, tenia el sabor de un pequeño gran triunfo, nadie entendía mucho mi alegría de ir a la facultad, nadie sabía el calvario que en casa pasaba.

Miguel cada día más agresivo, pero ya no andaba llorando por los rincones como el decía, algo esa noche en la puerta del hospital había cambiado en mi, ahora contestaba, ahora no podía hacerme sentir por el suelo, porque ya no podía caer mas bajo, el se encargaba todo los días de recordarme, lo mal que hacía todo, lo inútil que era, lo poca mujer, lo poco atractiva que él me veía, así que para mi, ir a la facultad, era mi terapia.

Ahí podía ser yo, nadie me decía que tenía que ser de otra forma, tan solo era Clara y estaba rodeada de gente fabulosa con la que disfrutaba cada instante.

Encontré en los ojos de mi mejor amigo, entre tanta gente, la cura a mi dolor, la cura de muchos de mis males, su compañía, fue un bálsamo para mi, creo que muchos de los pedazos que tenía desperdigados, Él , los fue juntando con cada palabra amable que salia de su boca, tan solo bromas, tan solo la más bella amistad que alguien puede conocer.

Así como el dolor me marco para siempre y hoy recordar ese tiempo hace que se me escape una lágrima; en cambio, recordar la facultad hace que se me dibuje una sonrisa, una de esas que demuestran que no todo pasado tiene un final doloroso, sino que después del dolor viene la felicidad; cada noche de cursada, hacía que el dolor de lo que pasaba en casa, dejara de tener importancia, incluso aquellas cosas que Miguel hacía para que me costara concentrarme; recuerdo ya por el tercer año de la carrera, una tarde de invierno y yo preocupada por el parcial de derecho informático, como siempre, su deporte favorito, era hacer algo para que tirase la toalla y no siguiera, o al menos esperaba que lo hiciera.

Cada buena nota que sacaba, minimizaba el logro y decía: −seguro que en esa facultad regalan las notas.

Y esa tarde me dijo: −No se que te preocupa saber tanto, si seguro te van a regalar la nota, el no entendía que de verdad era un sacrificio estudiar y trabajar, pero a él no le importaba.

Yo con frío y sin ganas de pelear ya, no le contesté, no quise hacerlo, tan solo tomé la mesita plegable y una silla, el puso la televisión con el volumen a todo lo que daba, para que todo el vecindario escuchara el partido; pero lo hacía en realidad, para que yo no pudiera estudiar.

Salí afuera, pero no sin antes abrigarme, con los apuntes arriba de la mesita plegable y decidida a estudiar, sin importarme en que condiciones lo iba hacer.

El después de terminar el partido se fue a dormir arriba, a la habitación y menos mal, porque se estaba haciendo de noche y ya no veía.

En ese parcial me saque un 7 y lo festejé tomando café en el buffet con Román, mi amigo del alma, a él, sí le podía confiar todos mis pesares y un día, estando en la en la estación del tren me trajo una copia de un pasaje de un libro de su hermana, que hablaba de las personas toxicas y el me dijo: − tu marido es una de esas personas tóxicas, te hace mal Clara seguir así, no esta bueno, porque no te separás.

Yo le dije: lo estoy pensando, pero no es tan fácil.

El tiempo paso y Román tenía razón, mientras mas cosas le dejaba pasar, el abismo crecía, mi marido por ese entonces ya se había querido ir de casa y me había dicho que no me soportaba varias veces y después como buen tóxico me decía que era mi culpa, que yo lo hacía poner así, pero que me quería, que tenía que dejar de pelearlo.

Esa ambigüedad que tiene el tóxico; te quiero pero es tu culpa que me ponga violento.

Te quiero, pero inventas cualquier cosa para llamar la atención.

Te quiero pero vos tenes que ser diferente, para que nos llevemos bien

Esas películas que ves de ciencia− ficción te llenan de mierda esa cabeza, pone el partido que eso te hace mal, te lo digo por tu bien.,

Todas esas frases que el decía, para ir sometiendo a mi espíritu, iban una a una, haciendo que esa oruga que se arrastraba por la casa pidiendo permiso para todo, viera que mientras más estudiaba y más gente conocía, la trataban diferente y que el único que la maltrataba así era él, por que me trataba como oruga, para que sintiera todo el tiempo que podía aplastarme con el peso de su zapato, cada día.

Pero lo que él no sabía, era que mientras más tiempo pasaba, menos miedo tenía, porque el poder que otorga el amor, se fue esfumando y esta oruga estaba con sus alas aprisionadas dentro de un capullo a punto de explotar, porque ya no era oruga, ya era casi mariposa.

LA SEPARACIÓN

Una noche de tantas, antes de separarme, una compañera de trabajo me dijo: − Nena tenés que recordarle lo buena que sos en la cama y para eso, viste que los hombre son muy visuales, comprate uno de esos trajecitos sexys y cuando te vea, va querer recordar viejos tiempos y lo vas a tener a tus pies. Yo no estaba muy segura de eso, pero perdido por perdido dije bueno por ahí resulta y las cosas mejoran, cuando querés a alguien es difícil perder las esperanzas, por más dolida que tengas el alma.

Así fue que lo hice, me compré un traje de chica sexy esos con medias caladas, una mini con un delantal con puntillas, un moño y unos guantes hasta arriba del codo y antes de que suba a la habitación, después de cenar, fui al baño y me lo puse, cuando entró a la habitación esperé que se acostara y me presenté toda sexy o al menos quería parecerlo en la puerta de la habitación.

Miguel me miró y me dijo: −¡No estamos grandes para hacer el ridículo?

Esas palabras creo que fueron las que no solo hirieron mis sentidos, sino rompió mi autoestima para siempre, el sentirme fea, una oruga, que se arrastra frente alguien que ya desde hace rato no la quiere, sentirme como vieja obsoleta y eso hizo retumbar las veces que me decía si yo te dejo quien te va querer, con la edad que tenés.

Lo único que le dije fue: − gracias por hacerme saber lo que pensás de mi.

Me fui al baño otra vez, me quité el trajecito de mujer vieja y arruinada, como dejo ver a través de sus palabras.

Desde la puerta lo escuchaba queriendo arreglar lo que ya estaba roto, lo que quedaba de nuestra relación, diciendo: − los dos somos ridículos, era un chiste, te queda bien, salí que no te vi bien.

Pero mis lágrimas salían en silencio y estuve un rato largo tratando de calmarme y como no sucedía, me dí una ducha larga para disimular mi llanto.

Lo que sucedió después fue que esperaba que estuviera dormido, pero no sucedió y quería arreglar con algo de sexo que obviamente no iba suceder, porque cuando hizo el intento me salió del alma decirle ya me quitaste las ganas.

Me di vuelta y me dormí, creo que es el mecanismo de defensa más antiguo, tanto que hasta soñé.

Lo que vi en mi sueño fue muy raro, vi a mi Papá que hacía tres años que había fallecido y me decía llevando del brazo a Miguel quedate, que ya volvemos.

En mi sueño sentía calor, se veía una tarde hermosa y arriba de mi cabeza unos racimos de uvas blancas gigantes y dos muchachos rubios que parecían gemelos con una especie de camisola color crudo que me llamaban y me decían: − vení que te vamos a sacar todas las espinas, yo pensaba entre mi ¿que espinas?, pero lo cierto fue que me miré las manos y las tenía llenas de espinas, me acerque a ellos y al unísono dijeron: − no te preocupes que no te va doler y no te va quedar ninguna.

Me desperté como nueva, ya mis lágrimas se habían secado y tan solo los ojos hinchados atestiguaban todas las lágrimas que había derramado esa noche, en ese momento no entendí porque me sentía tan bien, lo atribuí a ver aunque sea de lejos y en un sueño a mi Papá, pensando que desde arriba me seguía cuidando, esa sensación era reconfortable.