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1 Aunque en algunos pasajes del libro será inevitable hacer referencia a los aspectos emocionales asociados con la muerte, so pena de falsificar el tratamiento del tema. Por lo demás, no ignoro que las emociones humanas poseen también un valor cognitivo, tema que ha sido desarrollado, por ejemplo, en el excelente estudio de Francisco Rodríguez Valls, El sujeto emocional, Thémata, Sevilla 2015. Pero la dificultad de manejarse bien con ellas es tal, que entiendo que, a pesar de todo, cualquier precaución es poca. Y más en un tema como este.

2 Nota para el lector puntilloso: estoy empleando aquí «peso» en el sentido coloquial en el que se dice que «este saco de patatas pesa 10 kilos». En sentido estricto, el kilogramo es una unidad de masa, no de peso. Y el peso, como cualquier otra fuerza, tendríamos que medirlo en newtons... salvo un peso de conciencia, que no parece fácilmente cuantificable en estos términos.

3 El lector interesado en una panorámica de los intentos actuales de explicar lo mental, así como de los problemas que surgen en tal empresa, puede consultar: Juan Arana, La conciencia inexplicada, Biblioteca Nueva, Madrid 2015. También es muy aleccionadora la detallada discusión del fracaso de los intentos reduccionistas de las neurociencias que se encuentra en: Brigitte Falkenburg, Mythos Determinismus, Springer, Berlín 2012.

4 El gran pionero del enfoque termodinámico de los organismos biológicos fue Erwin Schrödinger. Recomiendo encarecidamente al lector la consulta de su obra: Erwin Schrödinger, ¿Qué es la vida?, Tusquets Editores, Barcelona 1983.

5 El lector interesado en esta cuestión puede consultar el siguiente texto, en el que el asunto se trata con más extensión y profundidad: Luis E. Echarte, «¿Cuándo termina la vida humana?», en Miguel Pérez de Laborda, Francisco José Soler Gil y Claudia Vanney (eds.), ¿Quiénes somos? Cuestiones en torno al ser humano, EUNSA Pamplona 2018.

6 El lector interesado en los informes sobre la posible actividad consciente en situaciones en las que la corteza cerebral se encuentra inactiva puede consultar, por ejemplo, el testimonio en primera persona del neurocirujano Eben Alexander, que relata su experiencia en la obra: Eben Alexander, La prueba del cielo. El viaje de un neurocirujano a la vida despues de la vida, Planeta, Madrid 2015. De especial interés es la colección de testimonios del cardiólogo Pim van Lommel de personas que informan de experiencias en situaciones cercanas a la muerte en: Pim van Lommel, Consciencia más allá de la vida, Atalanta, Madrid 2012.

7 El lector interesado en esta cuestión puede consultar el siguiente texto, en el que el asunto se trata con más extensión y profundidad: Juan José Sanguineti, «¿Es posible y deseable la inmortalidad biológica?», en Miguel Pérez de Laborda, Francisco José Soler Gil y Claudia Vanney (eds.), ¿Quiénes somos? Cuestiones en torno al ser humano, EUNSA Pamplona 2018.

8 Este dato se refiere a la luz visible. En cambio la radiación infrarroja y de radio de las estrellas enanas perdurará un poco más, hasta agotarse en unos 1014 años.

9 Este y otros aspectos del análisis de la temporalidad en la conciencia humana se encuentran en el libro XI de las Confesiones de san Agustín. Mi edición es: san Agustín, Confesiones, Iberia, Barcelona 1976.

10 Masaoka Shiki, Cien jaikus, Hiperión, Madrid 2007, p.18.

11 Masaoka Shiki, Cien jaikus, Hiperión, Madrid 2007, p.19.

12 Esta es la impresión reflejada, por ejemplo, en Is 38,10-12: «Enmedio de mis días tengo que marchar hacia las puertas del abismo; me privan del resto de mis años […] Como un tejedor, devanaba yo mi vida, y me cortan la trama».

13 Fernando Savater, La vida eterna, Ariel, Barcelona 2007, p.48-50.

14 Sobre este punto consúltese: Jacinto Choza, La revelación originaria: La religión en la Edad de los Metales, Thémata, Sevilla 2018, §19. Esta obra, dicho sea de paso constituye el tercer tomo de la momumental obra del profesor Choza sobre la historia del pensamiento religioso. Y toda la obra contiene aquí y allá reflexiones utilísimas para entender las distintas concepciones de la muerte en la humanidad.

15 Anónimo, Poema de Gilgamesh, Tecnos, Madrid 1988, p.127.

16 Jorge Vicente Arregui, El horror de morir, Tibidabo, Barcelona 1992, p.114.

17 Jorge Vicente Arregui, El horror de morir, Tibidabo, Barcelona 1992, p.114.-115

18 Ejemplos de este tipo de gestos performativos los encontramos, sin ir más lejos, en los ritos de purificación del cadáver y de los miembros de la comunidad que han entrado en contacto con él.

19 Jacinto Choza, La moral originaria: la religión neolítica, Thémata, Sevilla 2017, p.185.

20 Jacinto Choza, El culto originario: La religión paleolítica, Thémata, Sevilla 2016, p.115.

21 Véase al respecto, por ejemplo, Paul A. Rule, «What Were ‘The Directives of Matteo Ricci’ Regarding the Chinese Rites?», Pacific Rim Report 54 (mayo 2010) p.5.

22 Jacinto Choza, La moral originaria: la religión neolítica, Thémata, Sevilla 2017, p.292-293.

23 Mircea Eliade, Tratado de historia de las religiones, Ediciones Cristiandad, Madrid 2011, p.308-309.

24 Chantal Maillard, La sabiduría como estética. China: confucianismo, taoísmo y budismo, Akal, Madrid 2008, p.15.

25 Homero, Odisea, Gredos, Madrid 1993, p.279.

26 Jorge Vicente Arregui, El horror de morir, Tibidabo, Barcelona 1992, p.357.

27 San Agustín, La ciudad de Dios, tomo I, BAC, Madrid 2007, p.780-782.

28 San Agustín, La ciudad de Dios, tomo I, BAC, Madrid 2007, p.798-799.

29 Mircea Eliade, Tratado de historia de las religiones, Ediciones Cristiandad, Madrid 2011, p.292.

30 Javier Hernández-Pacheco, ¿Alguien entiende a Dios?, Sekotia, Madrid 2014, p.241-248.

31 El lector interesando en el materialismo científico puede consultar mi presentación crítica del mismo en: Francisco José Soler Gil, «Materialismo científico», en Claudia E. Vanney, Ignacio Silva y Juan F. Franck (eds.), Diccionario Interdisciplinar Austral, 2016: URL=http://dia.austral.edu.ar/Materialismo_científico.

32 Sobre este punto consúltese: Jacinto Choza, La revelación originaria: La religión en la Edad de los Metales, Thémata, Sevilla 2018, §19.

33 Resulta muy intrigante la experiencia del sueño: pues en ciertas ocasiones nos permite intuir lo que sería una pervivencia mental al margen del cuerpo, y en otras lo que sería la aniquilación definitiva de la conciencia. Al sueño se le ha llamado a veces hermano de la muerte... Y, ciertamente, parece al menos compartir el carácter ambiguo con el que la muerte se nos presenta a los vivos.

34 Consúltese al respecto por ejemplo Anna Sokolova, y Anna Yudkina (eds.), Memento Mori: funeral traditions in contemporary culture, IEA RAN, Moscú 2015.

35 Miguel de Unamuno, Del sentimiento trágico de la vida, Austral, Madrid 1982, p.34.

36 Marco Aurelio, Meditaciones, Gredos, Madrid 1983, p.86.

37 Recientemente hemos vivido en España el intento de inventar un «funeral de Estado» para los fallecidos por el coronavirus. So capa de neutralidad cosmovisional, la ceremonia respondía de facto a un enfoque materialista, en el que no puede hacerse otra cosa que ofrecer un compromiso de memoria colectiva, para salvar de alguna forma algo de ese gran naufragio que es la muerte. De ahí que las intervenciones de los oradores, cuando no estaban centradas en la celebración de los vivos (el personal sanitario, los familiares etc.), aludían una y otra vez a un supuestamente imperecedero recuerdo de las víctimas. No obstante, como un ritual funerario requiere acciones, además de palabras, se pergeñaron algunos gestos, tales como una disposición circular de los asistentes en torno a un fuego central, junto al que se depositaron al término rosas blancas etc. Ahora bien, puesto que ninguno de estos gestos rituales respondía a un simbolismo profundo asociado con la comprensión vigente de la muerte, la sensación de arbitrariedad, e incluso de impostura, resultaba inevitable. Por ello la ceremonia en conjunto no podía menos que sugerir una radical impotencia. La perplejidad ante aquello que nos supera, y que no sabemos ni podemos gestionar.

38 Mircea Eliade, Tratado de historia de las religiones, Ediciones Cristiandad, Madrid 2011, p.430.

39 Chantal Maillard, La sabiduría como estética. China: confucianismo, taoísmo y budismo, Akal, Madrid 2008, p.51.

40 En la mayor parte de las sociedades hay que añadir a estos rituales otros asociados con la preparación del moribundo para la muerte, en el caso de que esta no se presente de improviso, sino que su llegada sea previsible como consecuencia de una enfermedad. Pero entrar en esos detalles hubiera requerido dedicar aún más espacio a este ya de por sí extenso capítulo, y no hubiera aportado nada esencialmente distinto de lo que hemos podido aprender considerando únicamente los ritos funerarios y de duelo.

41 Jorge Vicente Arregui, El horror de morir, Tibidabo, Barcelona 1992, p.45-46.

42 Esta expresión aparece por primera vez en la oda 11 del primer libro de las odas de Horacio:

«Tu ne quaesieris, scire nefas, quem mihi, quem tibi

finem di dederint, Leuconoe, nec Babylonios

temptaris numeros. ut melius, quidquid erit, pati.

seu pluris hiemes seu tribuit Iuppiter ultimam,

quae nunc oppositis debilitat pumicibus mare

Tyrrhenum. Sapias, vina liques et spatio brevi

spem longam reseces. dum loquimur, fugerit invida

aetas: carpe diem, quam minimum credula postero».

43 Este es, por ejemplo, el mismo mensaje que se encuentra en el carmen 5 de Catulo:

«Vivamus, mea Lesbia, atque amemus

Rumoresque senum severiorum

Omnes unius aestimemus assis!

Soles occidere et redire possunt:

Nobis cum semel occidit brevis lux,

Nox est perpetua una dormienda. [...].»

44 Por mor de la exactitud debo hacer constar que la propuesta de Epicuro, aunque incluye el «llevar una vida sana», en modo alguno se limita a eso. Pues lo que él propone no es solo cuidar el cuerpo para que prolongue sus días sin causarnos dolor, sino que más aún incluso nos amonesta a evitar el sufrimiento que tiene su causa en deseos que provocan infelicidad aunque no afecten al estado de salud corporal (al menos en principio), tales como la ambición de poder o de fama, por ejemplo.

45 Fernando Savater, La vida eterna, Ariel, Barcelona 2007, p.64-65.

46 Javier Hernández-Pacheco, ¿Alguien entiende a Dios?, Sekotia, Madrid 2014. p.234-235.

47 En el tercer capítulo de Jorge Vicente Arregui, El horror de morir, Tibidabo, Barcelona 1992 se presenta y analiza detalladamente este planteamiento de la muerte y la actitud vital relacionada con el mismo.

48 Jorge Vicente Arregui, El horror de morir, Tibidabo, Barcelona 1992, p.147-148.

49 Jorge Vicente Arregui, El horror de morir, Tibidabo, Barcelona 1992, p.192-193.

50 Miguel de Unamuno, Del sentimiento trágico de la vida, Austral, Madrid 1982, p.60-65.

51 Elias Canetti, Das Buch gegen den Tod, Hanser, Múnich, 2003.

52 Miguel de Unamuno, Del sentimiento trágico de la vida, Austral, Madrid 1982, p.223-224.

53 Miguel de Unamuno, Del sentimiento trágico de la vida, Austral, Madrid 1982, p.234-237.

54 Citado en Jacinto Choza, La revelación originaria: La religión de la Edad de los Metales, Thémata, Sevilla 2018, p.341.

55 Platón, Fedón 114d6.

56 Platón, Fedón 85c1-d3. Empleo la siguiente versión española: Platón, Fedón, Gredos, Madrid 1997, p.81.

57 Bertrand Russell, Por qué no soy cristiano, Edhasa, Barcelona 1986, p.30-31.

58 Bertrand Russell, Por qué no soy cristiano, Edhasa, Barcelona 1986, p.105.

59 Fernando Savater, La vida eterna, Ariel, Barcelona 2007, p.42.

60 Sigmund Freud, El porvenir de una ilusión, Taurus, Madrid 2012, p.41-42.

61 Sigmund Freud, El porvenir de una ilusión, Taurus, Madrid 2012, p.47-49.

62 Bertrand Russell, Por qué no soy cristiano, Edhasa, Barcelona 1986, p.33.

63 Bertrand Russell, Por qué no soy cristiano, Edhasa, Barcelona 1986, p.105.

64 Fernando Savater, La vida eterna, Ariel, Barcelona 2007, p.43.

65 Sobre la cuestión de la existencia de Dios resulta sorprendente que los esbozos argumentativos más elaborados de la posición de Russell los encontremos sobre todo en su debate radiofónico de 1948 con Frederick Copleston, puesto que evidentemente un coloquio de radio no es el contexto adecuado para desarrollar un análisis ni una argumentación en profundidad. El lector interesado puede consultar este debate en Bertrand Russell, Por qué no soy cristiano, Edhasa, Barcelona 1986, p.199-230.

66 Bertrand Russell, Por qué no soy cristiano, Edhasa, Barcelona 1986, p.18.

67 Consúltese por ejemplo el debate de Russell con Copleston en: Bertrand Russell, Por qué no soy cristiano, Edhasa, Barcelona 1986, p.209. Donde Russell afirma que: «Todo concepto de causa está derivado de nuestra observación de cosas particulares».

68 Me he ocupado extensamente de este punto en varios textos, entre ellos los siguientes: Francisco José Soler Gil, «La cosmología física como soporte de la teología natural», en Francisco José Soler Gil (ed.), Dios y las cosmologías modernas, BAC, Madrid 2005, p.223-250; y Francisco José Soler Gil, El universo a debate, Biblioteca Nueva, Madrid 2016, cap.6.

69 Bertrand Russell, Por qué no soy cristiano, Edhasa, Barcelona 1986, p.19-20.

70 Al lector que quiera estudiar las cuestiones filosóficas que plantea el orden natural puedo recomendarle mi ensayo: Francisco José Soler Gil, El enigma del orden natural, Editorial Senderos, Sevilla 2020.

71 Bertrand Russell, Por qué no soy cristiano, Edhasa, Barcelona 1986, p.21.

72 Consúltese, por ejemplo, Lawrence Joseph Henderson, The Fitness of the Environment, Macmillan, Nueva York 1913. En ella el químico advierte, sobre la base de las propiedades fisicoquímicas del agua y de las reacciones químicas básicas que posibilitan la química del carbono que la vida ya está implicando un enorme grado de orden previo, que parece orientado precisamente a hacer posible su surgimiento.

73 Una sencilla introducción al tema del ajuste fino de las leyes y las constantes físicas puede encontrarse en: Francisco José Soler Gil, «Ajuste fino», en: Claudia E. Vanney, Ignacio Silva y Juan F. Franck (eds.), Diccionario Interdisciplinar Austral, (2017). Fuente: http://dia.austral.edu.ar/Ajuste_fino. Así como también en Francisco José Soler Gil, El universo a debate, Biblioteca Nueva, Madrid 2016, cap.4, y Francisco José Soler Gil, Mitología materialista de la ciencia, Ediciones Encuentro, Madrid 2013, pp.225-232. A nivel especializado, uno de los estudios más actuales y rigurosos del tema se encuentra en Geraint Lewis y Luke Barnes, A fortunate universe, Life in a finely tuned cosmos, Cambridge University Press, Cambridge 2016.

74 Fernando Savater, Las preguntas de la vida, Ariel, Barcelona 1999, p.39.

75 Fernando Savater, La vida eterna, Ariel, Barcelona 2007, p.86-87.

76 El lector interesado en revisar las críticas a los planteamientos de Hume relativos a la teología natural puede comenzar consultando el breve ensayo: Antony Flew, Dios existe, Trotta, Madrid 2012. Esta obra tiene particular interés por dos motivos: porque Flew fue uno de los especialistas en el pensamiento de Hume más reconocidos en su tiempo, y porque él mismo sostuvo durante la mayor parte de su vida una perspectiva filosófica atea, hasta que en su madurez consideró que los argumentos teístas y la evidencia científica inclinaban crecientemente la balanza en favor del teísmo. Lo que le llevó a cambiar de opinión. Acerca de los argumentos (anti-)teológicos de Hume escribe, entre otras cosas, lo siguiente:

«La crítica filosófica primaria del argumento cosmológico sobre la existencia de Dios fue propuesta por David Hume. Aunque yo había compartido los argumentos de Hume en mis libros anteriores, había empezado a expresar reservas sobre su metodología [...]

Pero en la obra de David Conway El redescubrimiento de la sabiduría y en la edición de 2004 de la obra de Richard Swinburne La existencia de Dios, encontré respuestas especialmente eficaces a la crítica humeana (y kantiana) del argumento cosmológico». Antony Flew, Dios existe, Trotta, Madrid 2012, p.121.

El libro de David Conway al que se refiere es: David Conway, The Rediscovery of Wisdom, Machmillan, Londres 2000, y es una referencia muy recomendable para estudiar con más detalle las insuficiencias del planteamiento de Hume.

77 Fernando Savater, La vida eterna, Ariel, Barcelona 2007, p.46.

78 Sigmund Freud, El porvenir de una ilusión, Taurus, Madrid 2012, p.51.

79 La edición española estándar es: Étienne Gilson, La filosofía en la Edad Media, Gredos, Madrid 1985.

80 Mircea Eliade, Tratado de historia de las religiones, Ediciones Cristiandad, Madrid 2011, p.308-309.

81 Así lo expone por ejemplo con toda claridad Lucrecio en su tercer canto de Las cosas de la naturaleza. En el que, refiriéndose al temor común hacia la muerte, nos dice:

«El mal primero que en la muerte temen

Es que a los miserables los abrase

La sed, y los devore la sequía

O los moleste otro cualquier deseo».

Lucrecio, Las cosas de la naturaleza, canto tercero, 1250. Disponible en: http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/de-la-naturaleza-de-las-cosas-poema-en-seis-cantos--0/html/ff0be64e-82b1-11df-acc7-002185ce6064_6.html.

82 Miguel de Unamuno, «Materialismo popular», en Miguel de Unamuno, Mi religión y otros ensayos breves, Austral, Madrid 1978, p.148-149.

En otra obra no muy posterior, Del sentimiento trágico de la vida, Unamuno confiesa que a él lo que le aterra es la nada, y por eso no entiende esta actitud popular. Pero añade seguidamente que eso es porque él nunca pudo creer en que hubiera algo tan atroz como el infierno:

«Nunca en los días de la fe ingenua de mi mocedad, me hicieron temblar las descripciones, por truculentas que fuesen, de las torturas del infierno [...] En el fondo, era que no podía creer en esa atrocidad de un infierno, de una eternidad de pena».

Miguel de Unamuno, Del sentimiento trágico de la vida, Austral, Madrid 1982, p.59.

83 Thomas Nagel, La última palabra, Gedisa, Barcelona 2000, p.143-144.

84 Fernando Savater, La vida eterna, Ariel, Barcelona 2007, p.189.

85 Thomas Nagel, La última palabra, Gedisa, Barcelona 2000, p.144.

86 En su libro Paul Ricoeur, Freud: una interpretación de la cultura, Siglo XXI Editores, México 1999.

87 Thomas Nagel, La última palabra, Gedisa, Barcelona 2000, p. 32-33.

88 Platón, Fedón 107b. Empleo la siguiente versión española: Platón, Fedón, Gredos, Madrid 1997, p.122-123.

89 República, 394d. Citado de la versión española: Platón, La república, Gredos, Madrid 1986, p.164.

90 Como miembro de los grupos de investigación de ambos autores, tuve el privilegio de asistir en primera línea a la gestación y el nacimiento de estas obras, y considero que realmente fue un privilegio estar ahí, y participar en las discusiones y seminarios que Falkenburg y Arana organizaron con motivo de la elaboración de sus trabajos. Pues posiblemente se trate de los libros más relevantes en la actualidad para el estudio de los intentos de explicar el ámbito de lo mental a partir de operaciones materiales.

91 El lector interesado en detalles sobre los diversos aspectos que voy a tratar en este apartado, puede consultar por ejemplo el segundo capítulo de mi ensayo: Francisco José Soler Gil, Mitología materialista de la ciencia, Ediciones Encuentro, Madrid 2013. Así como las referencias que se indican en ese extenso capítulo.

92 Consúltese, por ejemplo Galeno, Sobre las Facultades Naturales: Las Facultades del Alma siguen los Temperamentos del Cuerpo, Gredos, Madrid 2003.

93 El lector interesado en los detalles relativos a este punto puede consultar Richard Swinburne, «El argumento de la existencia de Dios a partir del ajuste fino reconsiderado», en Francisco José Soler Gil (ed.), Dios y las Cosmologías Modernas, BAC, Madrid 2005, p. 285-307.

94 Una exposición detallada de este y otros estudios, junto con reflexiones sobre las posibles implicaciones y explicaciones del fenómeno se encuentra disponible en la obra: Pim van Lommel, Consciencia más allá de la vida, Atalanta, Madrid 2012.

95 Brigitte Falkenburg, Mythos Determinismus, Springer, Heidelberg 2012, p. 207-209.

96 Juan Arana, La conciencia inexplicada, Biblioteca Nueva, Madrid 2015, p.141-142.

97 Juan Arana, La conciencia inexplicada, Biblioteca Nueva, Madrid 2015, p.146.

98 Por sencillez, en casi todas las consideraciones de este apartado estoy dejando al margen de la reflexión la alternativa del «monismo nouménico». Quede como el ejercicio para el lector completar este hueco. Y baste con apuntar que, por lo general, los aspectos que dificultan una interpretación dualista de la relación entre mente y cerebro, también constituyen una dificultad para el monismo nouménico. Y viceversa.

99 Estoy suponiendo en este párrafo una definición de objeto físico mereológica: partes materiales unidas de algún modo entre sí. Más que nada porque esta es la forma de concebir los objetos más usuales entre los autores materialistas. Alternativamente, podríamos suponer que lo que garantiza la continuidad del cuerpo no es la composición material, sino el mantenimiento de su estructura esencial. Me he ocupado de estas definiciones de objeto físico por ejemplo en el sexto apartado del primer capítulo (y en otros pasajes) de mi ensayo: Francisco José Soler Gil, Aristóteles en el mundo cuántico, Comares, Granada 2003. Pero hay que reconocer que en ese caso la continuidad y unidad del cuerpo se hace depender de algo tan poco inmaterial (la forma sustancial, o estructura esencial) que los materialistas recelan de esta vía tanto como puedan recelar del peso ontológico de la conciencia.

100 La mayor parte del texto de este subapartado reproduce reflexiones que el lector puede encontrar en el epílogo de mi ensayo: Francisco José Soler Gil, El enigma del orden natural, Editorial Senderos, Sevilla 2020.

101 Thomas Nagel, La última palabra, Gedisa, Barcelona 2000.

102 Juan Arana, Los filósofos y la libertad, Editorial Síntesis, Madrid 2005. Para el tema que nos ocupa son en particular muy relevantes los capítulos 7 (Skinner) y 9 (Dennet) de esta obra. El primero de ellos como ejemplo de una libertad que se cuela por la puerta de atrás del intento de negarla. El segundo como ejemplo de un intento reductivo que produce meros sucedáneos de los conceptos morales a los que quiere llegar.

103 Thomas Nagel, La última palabra, Editorial Gedisa, Barcelona 2000, p.128.

104 Francisco José Soler Gil, Mitología materialista de la ciencia, Ediciones Encuentro, Madrid 2013, capítulo 2. En ese capítulo también trato de explicar la importancia del indeterminismo físico como marco adecuado para que la libertad sea posible.

105 Brigitte Falkenburg, Mythos Determinismus, Springer, Berlín 2012.

106 Thomas Nagel, La mente y el cosmos, Biblioteca Nueva, Madrid 2014, p.61-62.

107 Juan Arana, La conciencia inexplicada, Biblioteca Nueva, Madrid 2015, p.144-145.

108 Desgraciadamente, la obra no ha sido traducida aún al español. La versión original, cuya consulta recomiendo encarecidamente, es: William Lane Craig y J.P. Moreland (eds.), The Blackwell Companion to Natural Theology, Wiley-Blackwell, Oxford 2009. De entre las obras actuales de esta temática que presentan una visión panorámica y que sí han sido traducidas, una de las más destacadas es: Richard Swinburne, La existencia de Dios, Editorial San Esteban, Salamanca 2011.

109 Francisco José Soler Gil (ed.), Dios y las cosmologías modernas, BAC, Madrid 2005.

110 Isaac Newton, Principios matemáticos de la filosofía natural, Editorial Tecnos, Madrid 2018, p. 618-619.

111 Francisco José Soler Gil, El enigma del orden natural, Editorial Senderos, Sevilla 2020.

112 Andrew Pickering, The Mangle of Practice, Chicago University Press, Chicago 1995, p.183.

113 Una sencilla introducción al tema del ajuste fino de las leyes y las constantes físicas puede encontrarse en: Francisco José Soler Gil, «Ajuste fino», en: Claudia E. Vanney, Ignacio Silva y Juan F. Franck (eds.), Diccionario Interdisciplinar Austral, (2017). Fuente: http://dia.austral.edu.ar/Ajuste_fino. Así como también en Francisco José Soler Gil, El universo a debate, Biblioteca Nueva, Madrid 2016, cap.4, y Francisco José Soler Gil, Mitología materialista de la ciencia, Ediciones Encuentro, Madrid 2013, cap.3. A nivel especializado, uno de los estudios más actuales y rigurosos del tema se encuentra en Geraint Lewis y Luke Barnes, A fortunate universe, Life in a finely tuned cosmos, Cambridge University Press, Cambridge 2016. Un clásico especialmente influyente en la literatura especializada es John Barrow y Frank Tipler, The Anthropic Cosmological Principle, Oxford University Press, Oxford 1986.

114 Por ejemplo por medio de alguna forma de «selección prebiótica» de moléculas que tienden a replicarse, etc.

115 Una exposición de la defensa de Hoyle del ajuste fino como indicador de un diseño del universo se encuentra, por ejemplo, en el cap.9 de su obra Fred Hoyle, The Intelligent Universe, Michael Joseph Limited Londres 1983. Sobre el caso de Hoyle ha escrito Polkinghorne lo siguiente:

«Uno de los científicos que desenmarañó la delicada y hermosa cadena de reacciones mediante las cuales se generan las materias primas químicas de la vida fue Fred Hoyle. Cuando Hoyle vió que la cadena de la síntesis nuclear era posible solamente a causa de que las fuerzas nucleares fundamentales eran precisamente como eran, y no distintas, dijo: ‘El universo es un trabajo planeado’. En otras palabras, a Hoyle le parecía que debe haber alguna inteligencia detrás de todo esto. Para él, un proceso tan notable no podía ser tan sólo un accidente afortunado». John Polkinghorne, «Física y Metafísica desde una Perspectiva Trinitaria», en Francisco José Soler Gil (ed.), Dios y las Cosmologías Modernas, BAC, Madrid 2005, p. 211.

116 Johannes Kepler, «Carta a Herwart von Hohenburg. 9 Abril 1599» en: Frisch Chr. (ed.), Ungedruckte wissenschaftliche Correspondenz zwischen Johann Kepler und Herwart von Hohenburg, 1599. Ergänzung zu: Kepleri Opera omnia, Praga 1886.

117 He expuesto la posición de san Gregorio Nacianceno sobre este asunto en Francisco José Soler Gil, «La cosmología física como soporte de la teología natural», en Francisco José Soler Gil (ed.), Dios y las cosmologías modernas, BAC, Madrid 2005, p.223-250. El tratamiento más extenso del propio san Gregorio es el que nos ofrece en el segundo discurso del ciclo de los Cinco discursos teológicos. Hay varias ediciones castellanas del mismo. Por ejemplo san Gregorio Nacianceno, Los cinco discursos teológicos, Ciudad Nueva, Madrid 1995.

118 Me he ocupado de esta cuestión por ejemplo en el capítulo 6 de Francisco José Soler Gil, El universo a debate, Biblioteca Nueva, Madrid 2016, y en el capítulo 3 de Francisco José Soler Gil, Mitología materialista de la ciencia, Ediciones Encuentro, Madrid 2013. El lector interesado en este punto podrá encontrar ahí los detalles de la exposición, que aquí me veo obligado a omitir.

119 Me he ocupado de la cuestión de las instancias irreductibles en el epílogo de mi ensayo Francisco José Soler Gil, El enigma del orden natural, Editorial Senderos, Sevilla 2020.

120 Platón, Fedón 114d6.

121 Javier Hernández-Pacheco, ¿Alguien entiende a Dios?, Sekotia, Madrid 2014, p.234.

122 El lector interesado en estudiar con cierto detalle el tema de las implicaciones de la doctrina teológica de la creación relativas al modo de ser de la naturaleza puede consultar, por ejemplo, la obra: Francisco José Soler Gil (ed.), Dios y las cosmologías modernas, BAC, Madrid 2005. Una introducción sencilla y muy interesante a la doctrina de la creación es el libro: Joseph Ratzinger, En el principio creó Dios, Comercial Editora de Publicaciones, Valencia 2001.

123 Como mencioné en el capítulo anterior, una exposición especialmente interesante de esta tesis, comparando el carácter de objeto contingente de la naturaleza con la realidad necesaria y no objetual que es Dios lo encontramos en el discurso 28 de san Gregorio Nacianceno, que puede consultarse, por ejemplo, en la edición: san Gregorio Nacianceno, Los Cinco Discursos Teológicos, Ciudad Nueva, Madrid 1995.

124 La defensa de la libertad de Dios para producir un mundo que obedeciera a leyes físicas distintas a las que Aristóteles describe en su física fue precisamente el punto principal que llevó a los teólogos de París a oponerse a los maestros de la Facultad de Artes en el famoso episodio que culminó con la «Gran condenación del aristotelismo» por parte del obispo Esteban Tempier en 1277. Un episodio fundamental para el desarrollo de la ciencia moderna, como puso de manifiesto el historiador de la ciencia Pierre Duhem, pues significó el descubrimiento de la diferencia entre «orden racional» y «necesidad lógica», y por tanto la carta de legitimación de la investigación experimental sobre cualquier intento de formular una física basada en razonamientos a priori. Y así, entre las tesis condenadas se encuentra, por ejemplo esta: «Que Dios hace de manera necesaria todo lo que es producido por Él. Error [...] porque supone la imposibilidad de hacer de otra manera». Consúltese al respecto por ejemplo la edición bilingüe del Syllabus del obispo Tempier: Francisco Léon Florido, 1277. La condena de la filosofía, Guillermo Escolar Editor, Madrid 2018, p.97. Así como estas otras tesis: «Dios no podría mover el cielo con un movimiento rectilíneo» (Ib., p.95), y «La primera causa no podría hacer muchos mundos» (Ib., p.93).

125 Por ejemplo, ya en una de sus primeras obras san Agustín enuncia de forma taxativa este punto: «Todo se halla encerrado dentro del orden», san Agustín, Acerca del Orden, I, 7, 19. Fuente: https://www.augustinus.it/spagnolo/ordine/ordine_1.htm.

126 Y así por ejemplo santo Tomás de Aquino explica que: «Todo agente obra por un fin, en caso contrario no se seguiría de su acción un determinado fin, a no ser casualmente. [...] [Dios] tan sólo intenta comunicar su perfección, que es su bondad. En cambio, todas las criaturas intentan alcanzar su perfección que consiste en asemejarse a la perfección y bondad divinas». Santo Tomás de Aquino, Suma de Teología, I, c.44 a.4, BAC, Madrid 1988, p.446. Es decir, el fin general de la creación sería la comunicación de la perfección divina, que cada ser creado alcanza en mayor o menor grado. Y de ahí que uno de los objetivos de la creación es que desarrollen criaturas que, por su inteligencia y voluntad libre, se aproximan especialmente al ideal de ser imago dei.

127 Así por ejemplo santo Tomás de Aquino, planteándose en la Suma de Teología la cuestión de si los movimientos celestes podrían mover a la voluntad, llega a la conclusión de que no, y afirma:

«Nada impide que por influencia de los cuerpos celestes algunos estén más dispuestos a la ira, a la concupiscencia o a alguna otra pasión semejante. [...] Sin embargo, como dice Tolomeo en el Centiloquium: ‘El sabio domina los astros’, porque al resistir las pasiones, impide el efecto de los cuerpos celestes con su voluntad libre y nunca sometida al movimiento celeste» Suma Teológica I-II, c.9 a.5, BAC, Madrid1989, p.130.

Y ya en el siglo VIII san Juan Damasceno había sostenido en la misma línea: «Los cuerpos celestes no son causa de nuestros actos». Y aún antes san Agustín: «Nuestras almas no están, por su naturaleza, sometidas a la influencia de los cuerpos celestes». Interpretación literal del Génesis II, 17. EUNSA, Pamplona 2006, p.73. Y dos de las tesis condenadas por el obispo Esteban Tempier en la «Gran Condenación de 1277» son las siguientes: «Ningún agente está ante una alternativa, sino que siempre está determinado»; y: «Nuestra voluntad está sometida al poder de los cuerpos celestes. Consúltese al respecto por ejemplo la edición bilingüe del Syllabus del obispo Tempier: Léon Florido, Francisco, 1277. La condena de la filosofía, Guillermo Escolar Editor, Madrid 2018, p.113.

128 Joseph Ratzinger recordó en su famoso «Discurso de Ratisbona» la importancia central de esta analogía entre el intelecto humano y la mente divina en los términos siguientes:

«La fe de la Iglesia se ha atenido siempre a la convicción de que entre Dios y nosotros, entre su eterno Espíritu creador y nuestra razón creada, existe una verdadera analogía, en la que ciertamente —como dice el IV concilio de Letrán, en el año 1215— las diferencias son infinitamente más grandes que las semejanzas, pero a pesar de ello no llegan a abolir la analogía y su lenguaje». Fuente: http://www.vatican.va/content/benedict-xvi/es/speeches/2006/september/documents/hf_ben-xvi_spe_20060912_university-regensburg.html.

129 Gilbert K. Chesterton, Ortodoxia, Porrúa, México 1998, p.88.

130 Nicolás Gómez Dávila, Escolios a un texto implícito, Atalanta, Madrid 2009, p.73.

131 Olegario González de Cardedal, Sobre la muerte, Ediciones Sígueme, Madrid 2002, p.52.

132 Javier Hernández-Pacheco, ¿Alguien entiende a Dios?, Sekotia, Madrid 2014. p.245.

133 Javier Hernández-Pacheco, ¿Alguien entiende a Dios?, Sekotia, Madrid 2014. p.243.

134 Olegario González de Cardedal, Sobre la muerte, Ediciones Sígueme, Madrid 2002, p.49.

135 José María Cabodevilla, 32 de diciembre, BAC, Madrid 1982, p.208.

136 José María Cabodevilla, 32 de diciembre, BAC, Madrid 1982, p.311-312.

Francisco José Soler Gil

Al fin y al cabo

Reflexiones en la muerte de un amigo

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Colección Nuevo Ensayo, nº 85

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Índice

Introducción

Fe de incompetencia

Estructura de este ensayo

Elogio de la sobriedad

Lo que sabemos sobre la muerte

I. La muerte como hecho biológico

El enigmático carácter dual de la experiencia humana

Los organismos biológicos

La muerte de los organismos biológicos

Sobre el momento de la muerte del organismo humano

¿Es posible impedir indefinidamente la muerte de los organismos biológicos?

II. La muerte como hecho biográfico

La muerte como ruptura de los proyectos personales

La muerte como ruptura de las relaciones personales

Recapitulación: La experiencia biográfica de la muerte como cuestionamiento radical del hombre

Reacciones ante la muerte

III. La reacción social ante la muerte: rituales y relatos

Los rituales funerarios

La muerte como separación del cuerpo y el alma

La muerte como punto de transición entre vidas corporales

La muerte como extinción completa y definitiva del hombre

Recapitulación

IV. La reacción individual: Actitudes ante la muerte

Posibles actitudes ante la muerte

¿Cómo valorar las actitudes ante la muerte?

V. La reacción ante los relatos sobre la muerte

Contra la elocuencia del miedo y el deseo

¿Argumentos débiles para conclusiones fuertes?

Sobre la variedad de miedos asociados con la muerte

Contra la filosofía de la sospecha

Conjeturas acerca del significado de la muerte

VI. ¿Mente o materia?

Aspectos de la relación entre mente y materia en el hombre

La mente como realidad primera: Indicios de la existencia de Dios a partir de la física

Balance: El peso ontológico de la mente

VII. Mi actitud ante la muerte

Sintiéndome en casa en el cristianismo

Mi versión particular del miedo a la muerte

Retazos de una actitud

Referencias

A la memoria de Javier Hernández-Pacheco Sanz, mi amigo y mi hermano mayor, muerto demasiado pronto. Para él esta disertación fúnebre, escrita a nuestro modo filosófico.