La serie Manifiesto/Historia antigua de la editorial Akal

Alberto Prieto Arciniega

Universidad Autónoma de Barcelona

1. Introducción

Mi propósito central en este trabajo consiste en comentar las principales características de la colección de “Historia Antigua” de la editorial Akal durante la época que la dirigí. No obstante, dado que este trabajo se va a incluir en un libro sobre la influencia del marxismo en la historia antigua, resulta imperativo para el tema que me ocupa ofrecer unas breves pinceladas sobre como surgieron los estudios sobre el marxismo en Granada. Este proceso se acompaña, sobre todo, de dos nombres: Juan Carlos Rodríguez y Marcelo Vigil.

Como decía, Juan Carlos Rodríguez, amigo y compañero de curso pese a que él cursó Filología Románica mientras yo era alumno de Geografía e Historia, es clave para entender el comienzo del marxismo en Granada. En cierto modo y, como ha recordado recientemente Domingo Plácido (2018: 30), la importancia de Althusser en alguno de mis trabajos (Marín-Prieto, 1979), se debe a la influencia de Juan Carlos, quien me descubrió dicho autor y su escuela. No puedo negar que dichas lecturas me acercaron al conocimiento de diversos campos que se alejaban de la Historia social, sobre todo en el ámbito ideológico, tal como lo percibí tras la lectura de la “Miseria de la teoría” (Thompson, 1978). Pero a nivel general, conviene reconocer que la labor de Juan Carlos en la difusión del marxismo ha sido importante (Becerra, 2013; Morán, 2016) y quisiera destacar sobre su inmensa obra una publicada poco antes de su fallecimiento: De qué hablamos cuando hablamos de marxismo (Rodríguez, 2013).

Por otro lado, centrando la atención sobre Marcelo Vigil, es conocido que obtuvo en 1965 la cátedra de Historia Antigua en la Universidad de Granada y, se puede decir, que a partir de entonces las cosas cambiaron en aquella universidad (Prieto, 1987). Como he señalado en otro lugar, hasta entonces la especialidad de Historia y la facultad de Letras eran muy mediocres (Prieto, 2014). Aquel año estudiaba quinto curso y, por consejo del reciente catedrático de prehistoria y arqueología Antonio Arribas, Vigil me propuso trabajar en Historia Antigua en aquella universidad. El primer libro que me prestó fue ¿Qué sucedió en la historia? de Gordon Childe, que leí en un lugar insólito como era en aquella época el campamento de milicias universitarias de Montejaque aunque, debo reconocer, que allí también leí a escondidas otros libros como: El laberinto español de Gerald Brenan. Reconozco que la lectura del libro de Childe me abrió numerosas perspectivas sobre la historia social y económica que hasta entonces desconocía. En los años posteriores, gracias a las “trastiendas” de diversas librerías españolas y a mis viajes por librerías europeas fui conociendo numerosas obras marxistas no solo centradas en la Antigüedad. Así pues, frente a lo que expuso Blázquez sobre que Vigil no había leído a Marx “ni por el forro” (Wulff et al., 2016: 55); me consta que era el propio Blázquez quién lo desconocía por completo y, además, estoy convencido de que tampoco leyó los Grundisse de cuya lectura presumía. No obstante, cabe la posibilidad de que hubiera visto la portada de ese libro pues, como afirmaba Vigil en relación a Blázquez, atribuía a otras personas diversas cosas que él mismo había hecho. Puedo afirmar en relación a su comentario acerca de mi actuación en la oposición a la Cátedra de Historia Antigua de la Universidad de Granada cuando sostuvo:

El ingenuo va a la oposición proclamándose marxista. Demostró ser un imprudente. “¡Si el voto que va a decidir la oposición es de uno del Opus, cállate y no digas nada que te pueda perjudicar! ¡Deja que el otro se entere de tu línea de pensamiento si es que se molesta en leerte, pero tú cállate! (Wulff et al., 2016: 63).

Puedo asegurar que en dicha oposición no me declaré marxista en ningún momento y, además, puedo asegurar que fue el propio Blázquez quien me “denunció”; no me cabe otra palabra menos fuerte dada la época en la que tuvo lugar dicha oposición y la ideología conservadora del citado profesor que era miembro del Opus Dei (Ángel Juan Martín Duque) (Peiró-Casamar, 2002: 390)1.

En los años de la docencia de Vigil en Granada conversamos en numerosas ocasiones sobre diversos aspectos de las obras de Marx, que yo comenzaba a leer por aquel entonces, y gracias a él y, años más tarde, sobre todo Domingo Plácido y Josep Fontana, me ayudaron a leerlo de una forma más histórica que mesiánica2. Sobre la formación marxista de Vigil, Cuenca (2016: 245) escribió que se había formado en Inglaterra e Italia y estaba al corriente de lo que se investigaba en aquellos países e, incluso, que había conocido personalmente a prestigiosos historiadores y arqueólogos como Mazzarino y Bianchi Bandinelli. En este elenco no se incluyen los historiadores anglosajones que también influyeron en su formación como Childe, Farrington o Thompson (Martínez Lorca, 1988), en relación a la Antigüedad, pero también habría que añadir una amplia lista de historiadores dedicados a otros periodos históricos a los que conocía por sus obras generales y por los artículos publicados en la revista Past&Present a la que estaba suscrito.

En relación a las clases de Vigil en la universidad se debe decir que fueron diferentes, en palabras de un alumno suyo: “acostumbrados a la recepción de verdades absolutas, se abría antes nosotros la gran herejía de que todo era cuestionable (…) estábamos accediendo a algo que se nos había escamoteado desde siempre, la posibilidad de reflexión”3. Un ejemplo práctico de ello lo constituía el análisis de Ciencia y política en el mundo antiguo de Benjamin Farrington; sobre el que se pedía un comentario crítico a los alumnos de Historia Antigua de primer ciclo4. Como se ha dicho, se trataba de un libro marxista “al uso” donde, en síntesis, se decía que la ciencia y religión antiguas, en definitiva el pensamiento, estaban limitadas por la superestructura emanada de las oligarquías, donde una mal llamada “superstición popular” vendría impuesta por las elites dirigentes5. En este momento había llegado el tiempo en que un ciudadano de cualquier condición podía adquirir una obra marxista de primer orden sólo con acercarse a la librería. En palabras del profesor Andrés Martínez Lorca, al parecer su efecto tanto en el mundo estrictamente académico como en el estudiantil: “fue tan contundente como la carga de la policía frente a los comedores universitarios, aunque no tan violento” (Rojas Claros, 2005: 103-120). Aunque estuvo pocos años en Granada, la huella de Vigil fue muy profunda y, como ha escrito Plácido (1987) “Marcelo Vigil no era combativo y, sin embargo, se había convertido en una bandera”. Su influencia no se proyectó solo sobre la Historia Antigua, sino que diversos alumnos suyos que se dedicaron a otros campos como la Prehistoria o la Historia Medieval (Arturo Ruiz, Osvaldo Arteaga, Antonio Malpica y Rafael Peinado) conocieron el marxismo a través de su magisterio6. En el caso concreto de Osvaldo Arteaga, quisiera recordar que una parte importante de su actividad está relacionada con los arqueólogos “marxistas” americanos, cuyos trabajos no suelen mencionarse demasiado y que, por razones de espacio, no los mencionaré aquí (Arteaga-Roos, 2012).

En ese clima, tras la marcha de Vigil a Salamanca, continué algunos años en la Universidad de Granada y, en aquel momento, comenzó mi relación con la editorial Akal. Precisamente Juan Carlos Rodríguez me puso en contacto con su editor, Ramón Akal, interesado en lanzar una nueva edición de Historia de la Antigua Grecia dirigida por V. V. Struve, sobre la que circulaban varias ediciones en castellano con numerosos defectos que era necesario subsanar. El principal problema era que las traducciones del ruso la habían realizado personas que no conocían la historia antigua, lo cual redundaba en imprecisiones acerca de nombres propios, lugares o instituciones. Incluso presentaba numerosos giros y expresiones que no correspondían al castellano habitual de España. Por este motivo, encargué a otros profesores que revisaran todos esos errores y, además, para mejorar la edición encargué un primer capítulo de Geografía física de Grecia añadiendo algunos mapas. Por último, dado que la obra original concluía con la muerte de Filipo II de Macedonia escribí para dicha edición una historia del mundo helenístico y añadí una breve bibliografía. De esta forma se realizó esta nueva edición publicada en 1974 y, hasta donde yo sé, lleva 5 ediciones. En el prólogo (Prieto, 1974: 2, n. 2) de la primera edición advertía de que la obra fue realizada por diversos especialistas soviéticos que la concluyeron en 19567. En cuanto a la orientación ideológica de la obra, es evidente que el enfoque es marcadamente estalinista, pero conviene tener en cuenta también las alternativas que existían en la época. Por ejemplo, personalmente recibí clases de historia de Grecia a través de un manual (Swoboda, 1942), publicado inicialmente en alemán en 1896 y del que existían dos ediciones en castellano de 1930 y 1942. Pues bien, el profesor que impartía la clase desconocía las traducciones y leía directamente en clase diversos capítulos de la edición alemana (Prieto, 2014: 15). Por tanto, era un panorama muy precario. Por esas circunstancias y dado el panorama cultural en aquellas fechas, concluí mi prólogo con estas palabras: “a tenor de los manuales sobre Grecia existentes en castellano supera con mucho a todos ellos y puede ser muy útil para el lector universitario que quiera adentrarse en el conocimiento de la Antigua Grecia” (Prieto, 1974: 12). En este sentido, no debemos perder de vista el contexto. El éxito de este libro supuso que el director me propusiera dirigir una colección sobre Historia Antigua. Debo señalar que el perfil de dicha colección no abarcaba exclusivamente a la Historia Antigua marxista sino que trataba de presentar autores y obras que podían tener interés general por su enfoque y contenido. No me voy a referir aquí ni al estalinismo ni a diversos conceptos teóricos muy debatidos ya que, en los prólogos que realicé sobre esos libros, expuse mi punto de vista sobre cada uno de ellos lo cual creo que no es necesario repetir aquí. Las publicaciones siguieron diversas pautas: 1) artículos sobre un tema concreto, 2) traducciones de diversas obras publicadas, sobre todo, en Francia, Italia, Inglaterra o Estados Unidos. La experiencia como responsable de la colección mejoró, en mi etapa final, al entrar en contacto con dos interesantes centros marxistas europeos para la Historia Antigua: El Istituto Gramsci8 y el centro de Historia Antigua de Besançon9, parte de cuyas actividades se mencionan en este libro por medio de Plácido10.

Con relación al Instituto Gramsci, debo señalar que contacté con sus principales arqueólogos e historiadores de la antigüedad y conseguí que varios de ellos dieran conferencias en la Universidad Autónoma de Barcelona. Desde aquí, algunos pudieron acudir a otras universidades en Madrid (Universidad Complutense), Salamanca, Oviedo y Lleida11. Como consecuencia de lo anterior, algunos alumnos de las citadas universidades pudieron excavar en la villa esclavista de Settefinestre y en la ciudad latina de Fregellae. Las excavaciones estaban dirigidas, respectivamente, por Andrea Carandini y Filipo Coarelli. Debo mencionar que los alumnos no solo se iniciaban en el marxismo sino en las nuevas técnicas de excavación, como el método Harris, hasta entonces desconocidas en España. Posteriormente, Andrea Carandini divulgó dicho método de excavación en un libro que se tradujo al castellano (Harris, 1991). El contacto de los citados investigadores con España supuso que algunas de sus obras fueran traducidas al castellano12 y que participaran en actividades internacionales, como ocurrió con Coarelli (1996)13 y Torelli (1996). Se podría decir que un punto de inflexión importante en estos contactos lo supuso el coloquio organizado por el Istituto Gramsci en Pisa, celebrado el 4-6 de enero de 197914, al que acudí junto a Marcelo Vigil invitado por Mario Mazza. 

2. Obras colectivas de la serie Manifiesto/Historia antigua de la editorial Akal

Volviendo sobre la colección de la editorial Akal, bajo esta problemática presenté artículos que no trataban de resolver problemas sino que ponían en duda los dogmas existentes sobre ciertas cuestiones. Además, insistía en que no todos sus autores podían ser etiquetados de marxistas. Seguidamente presento un elenco de las obras más importantes que se publicaron por aquellas fechas.

El primer libro de la colección se titula: La transición del esclavismo al feudalismo (1975), hoy pienso que hubiera sido más adecuado emplear el plural “las transiciones”. En esta obra aparecían historiadores soviéticos de corte estalinistas pero, junto a ellos, merece destacarse una historiadora, Stajerman, muy apreciada por mi maestro15 y que a nivel metodológico mantenía criterios diferentes a los oficiales. También se incluía un trabajo de Mazzarino (1961), especialmente relevante porque en aquella época solo existía una obra suya traducida al castellano. Igualmente destacables son los trabajos de dos autores clásicos, Bloch y Weber, que deben sumarse a la presencia del norteamericano Finley, cuyas obras ayudaron a superar el historicismo dominante en la Historia Antigua española (Prieto, 1986).

Debo puntualizar que este libro fue uno de los pocos que apareció reseñado en la revista Triunfo, que reaparecía tras un largo cierre que sufrió por orden del entonces ministro franquista Manuel Fraga. Por último, quiero recordar también la sugerente maqueta realizada por César Bobis.

Los siguientes libros los intenté organizar de una forma semejante:

 

A.A.V.V.: Clases y luchas de clases en la Grecia Antigua (1976). Se trataba de buscar explicaciones más sólidas a los debates existentes sobre el concepto de clase y de lucha de clases con varios artículos centrados en la esclavitud griega. En el prólogo (p. 5), comenté que junto a especialistas importantes como Finley, Vidal-Naquet y Claude Mossé, se incluían dos trabajos inéditos de profesores de la Universidad de Granada: uno sobre los aspectos sociales de la época arcaica (Fernández Ubiña) y otro sobre los metecos atenienses (González Román).

A.A.V.V.: Hacia una nueva Historia (1976). Se trata de un volumen dedicado a la historiografía en el que intentaba rescatar algunos artículos de marxistas importantes que procedían de diversas áreas de conocimiento.

A.A.V.V.: Primeras sociedades de clase y modo de producción asiático (1978). En este libro compilé diversos artículos procedentes de dos importantes obras publicadas en Francia sobre dicho tema: Sur le mode de production asiatique (París 1974, 2ª) y Prémiere societes de classes et mode de production asiatique (París 1967). Como comenté en el prólogo (p. 6), escogí los artículos que me parecieron más útiles para dar una visión general del problema mediante la inclusión de trabajos sobre diferentes áreas y con historiadores “convencidos” o no del modo de producción asiático. Como introducción a esta problemática, a mi parecer Arturo Ruiz realizó una brillante introducción: “Elementos para un análisis de la fase asiática de transición” (p. 9-41).

A.A.V.V.: Conflictos y estructuras sociales en la Hispania Antigua (1978). En todos los artículos de este libro se presentaban posibles vías para profundizar en diversos campos de la historia social de la Hispania Antigua: el bandidaje, la romanización, las revueltas campesinas, las herejías sociales y los procesos de integración/exclusión de sus habitantes. Muchos de los trabajos presentados han abierto importantes vías de estudio posteriores, pues conviene recordar la calidad de sus autores: García y Bellido, Barbero, Thomson, Vigil y Stajerman.

A.A.V.V.: El modo de producción esclavista (1978). Alrededor de este título se reúnen una serie de trabajos que constituyen el eje principal del debate hasta finales de años sesenta. Los autores de los textos comentaban diversas opiniones marxistas y, por supuesto, también ideas contrarias. Todo ello tuvo lugar a la sombra de la etapa más violenta de la guerra fría que también salpicó a la Historia Antigua, tal como comenté en el extenso prólogo. En el mismo, intenté presentar un estado de la cuestión del trabajo de Petit. A continuación se incluía un famoso artículo de Vittinghoff contra los historiadores marxistas de perfil estalinista y seguidamente se incluían varios trabajos de historiadores “marxistas” de la entonces llamada Europa del Este. Finaliza la obra con trabajos de historiadores marxistas de Francia e Italia. Creo que este libro puede ser muy útil para comprender las diversas y complejas visiones que existían en aquella época sobre las sociedades antiguas.

A.A.V.V.: Formas de explotación del trabajo y relaciones sociales en la antigüedad clásica (1979). Se trataba de la traducción al castellano del original en francés de un importante número monográfico: Recherche Internationales a la lumière du marxisme, publicado en 1975 (Rouselle, 1978). La presentación del número corría a cargo de tres importantes profesores: J. Annequin, M. Clavel-Lévêque y F. Favory; exponentes del que por aquel entonces era sin duda el principal centro de investigación sobre el marxismo en la antigüedad (dirigido por Pierre Lévêque) (Prieto, 1989). Precisamente poco después, como ha señalado Plácido, se inició un amplio contacto con aquel centro y pronto se fueron incorporando numerosos investigadores españoles. Tengo el honor de mencionar que el actual presidente del GIREA tras el fallecimiento de Pierre Levêque es Domingo Plácido.

M. I. Finley (ed.): Estudios sobre Historia Antigua (l981). Este libro fue una traducción de la edición inglesa coordinada por M.I. Finley en el que se recogen diversos artículos publicados en la prestigiosa revista Past&Present. El prólogo, firmado por el propio Finley, explica los contenidos del libro en el que aparece un artículo de E. Thompson, incluido en otro volumen de esta colección: Conflictos y estructuras sociales en la Hispania Antigua (1978: 61-77). La publicación original de los artículos corresponde a épocas diversas y en algunos casos los autores realizaron algunas correcciones posteriores a sus trabajos. El mismo Finley (p. 8), señala que el eje central lo constituye la estructura social de la antigüedad clásica, vista desde diversos ángulos y etapas. En muchos de esos trabajos aparecen explicaciones originales y han generado en pocos años importantes investigaciones por parte de otros historiadores de la Antigüedad.

A.A.V.V.: El marxismo y los estudios clásicos (1981). Se trataba de un número especial de la revista norteamericana Arethusa (Vol. 8/1, 1975, ed. J. P. Sullivan), dedicada monográficamente al marxismo. En ella aparecían importantes artículos, destacando el firmado por G. E. M. de Ste Croix, “Karl Marx y la historia de la antigüedad clásica”, que fue anterior a su importante libro: The Class Struggle in the Ancient Greek World: From the Archaic Age to the Arab Conquests (1981) (traducido al castellano, Barcelona, 1988). También merece destacarse la contribución de Paul Cartledge, quien en estos momentos se había convertido en uno de los especialistas más reconocidos sobre Esparta. No en vano, varios de sus libros han sido traducidos al castellano del que destaca: Termópilas. La batalla que cambió el mundo (2007), surgido a la sombra de la película “300”. No obstante, en mi opinión, creo que su mejor obra no ha sido traducida al castellano. Se trata de un libro escrito al inicio de su carrera y que, precisamente, ha vuelto a editarse a comienzos de este siglo (Cartledge, 2001).

A.A.V.V.: Estados y clases en las sociedades antiguas (1982). En este libro reuní varios trabajos de historiadores soviéticos centrados, sobre todo, en el Próximo Oriente. Se puede señalar el apoyo realizado por L. A. Oppenheim a una Comunicación de I. M. Diakonoff en la Tercera Conferencia Internacional de Historia Económica, lo cual suponía la apertura de posibilidades para investigadores de diversas ideologías, que pudieran encontrar un punto de encuentro que suponía tras el fin de la guerra fría. También quiero destacar de ese volumen la inclusión de dos trabajos de Emilio Sereni con los que se reconocía su valiosa aportación a la investigación de la protohistoria de Italia. Cerraba el libro un importante y clásico artículo sobre los hunos.

En definitiva, estas obras son las que me parecen que fueron las más relevantes.

3. Monografías de la serie Manifiesto/Historia antigua de la editorial Akal

Incluí diversas monografías la mayoría de ellas relativamente recientes publicadas sobre todo en Italia que me parecían útiles para el lector español, por ejemplo: 1) N. A. Maschin: El principado de Augusto (1976); 2) S. L. Utchenko: Cicerón y su tiempo (1976); 3) E. M. Staerman-M. K. Trofimova: La esclavitud en la Italia Imperial (1979); 4) Cl. Mossé: Historia de una democracia: Atenas (1981); 5) R. Bianchi Bandinelli: Del helenismo a la Edad Media (1981); 6) M. Weber: Historia agraria romana (1982); 7) P. Oliva: Esparta y sus problemas sociales (1983); 8) F. De Martino: Historia económica de la Roma antigua, 2 vols. (1985).

De todas ellas quiero destacar la traducción del italiano de La esclavitud en la Italia imperial, precedida de un importante prefacio de Mario Mazza (pp. I-XLIX). Ciertamente resultó un verdadero estado de la cuestión sobre la esclavitud, con numerosos puntos de vista personales que siguen teniendo un gran interés.

4. Conclusión

En conclusión, al igual que estaban haciendo otras editoriales como “Ciencia Nueva”, se trataba de introducir diversas lecturas que ayudaran al público a comprobar que sobre los mismos hechos podían haber diversas interpretaciones. En especial, me interesaba incidir en la opinión de que, a través del análisis del pasado, se pueden encontrar los mecanismos que han conducido a la actual situación social. Asimismo, pensaba y sigo pensando en contribuir a despertar las energías colectivas que son necesarias para cambiar el mundo (Fontana, 2018: 336). Como dijo uno de aquellos marxistas ingleses de los años treinta: “el liberalismo político y económico, por separado o en combinación, no pueden proporcionar la solución a los problemas del siglo XXI. Una vez más, ha llegado la hora de tomarse en serio a Marx” (Hobsbawm, 2011: 424).

Bibliografía

A.A.V.V. (1978). Conflictos y estructuras sociales en la Hispania Antigua, Madrid.

Arteaga, O. y Roos, A.M. (2012). “Teoría y praxis de una Geoarqueología Dialéctica para el siglo XXI”, en H. Tantaleán y M. Aguilar (eds.), La Arqueología Social Latinoamericana: De la Teoría a la Praxis, Bogotá, 365-402.

Becerra, D. (2013). “Entrevista a Juan Carlos Rodríguez”, Youkali, 15, 85-93.

Carandini, A. (1979). Archeologia e cultura materiale. Dai “lavoro senza gloria”nell´antichità a una politica dei beni culturali, Bari.

Carandini, A. (1984). Arqueologia y cultura material, Barcelona.

Cartledge, P.A. (2001). Sparta and Lakonia. A Regional History 1300-362 BC., Nueva York-Londres (1ª ed. 1979).

Cartledge, P.A. (2007). Termópilas. La batalla que cambió el mundo, Barcelona.

Coarelli, F. (1996). “La romanización de Umbría”, en J.M. Blázquez y J. Alvar (eds.), La romanización en occidente, Madrid, 57-69.

Cuenca, J.M. (2016). Marx en España. El marxismo en la cultura española del siglo XX, Barcelona.

De Ste Croix, G.E.M. (1981). The Class Struggle in the Ancient Greek World: From the Archaic Age to the Arab Conquests, Londres.

Giardina, A. y Schiavone, A. (1987). Societá romana e produzione schiavistica, Roma-Bari.

Farrington, B. (1965). Ciencia y política en el mundo antiguo, Madrid.

Fontana, J. (2018). “Para una historia de la historia marxista”, en J. Gómez Alén (ed.), Historiografía, marxismo y compromiso político en España. Del franquismo a la actualidad, Madrid, 321-337.

Harris, E.C. (1991). Principios de Estratigrafía Arqueológica, Barcelona.

Hobsbawm, E. (2011). Cómo cambiar el mundo, Barcelona.

Junyent, E. y Prieto, A. (1981). “Conversa con Andrea Carandini”, L´Avenç, 37, 64-68.

Junyent, E. y Prieto, A. (1987). “Conversa con Monique Clavel- Lévêque i Jacques Annequin: Les formacions socials a l’Antiguitat”, L’Avenç, 104, 44-49.

Marín, N. y Prieto, A. (1979). Religión e ideología en el Imperio romano, Madrid.

Martínez Lorca, A. (1988). “Benjamín Farrington y George Thomson, Renovadores de los Estudios Clásicos”, en AA,VV., Los marxistas ingleses de los años 30, Madrid, 55-73.

Mazzarino, S. (1961). El fin del mundo antiguo, Méjico.

Morán, G. (2016). “Ha muerto otro grande sin esquela”, Sin permiso [05/11/2016]. [http://www.sinpermiso.info/textos/ha-muerto-otro-grande-sin-esquela]

Peiró, I. y Casamar, G. (2002). Diccionario Akal de Historiadores Contemporáneo (1849-1980), Madrid.

Plácido, D. (1987). “Marcelo Vigil catedrático de Historia Antigua de la Universidad de Salamanca”, Estudios Clásicos, 91, 207-208.

Plácido, D. (2018). “Historiografía española en la Antigüedad de tendencia marxista”, en J. Gómez Alén (ed.), Historiografía, marxismo y compromiso político en España. Del franquismo a la actualidad, Madrid, 25-49.

Prieto, A. (1974). “Prólogo” en V.V. Struve, Historia de la Antigua Grecia, Madrid.

Prieto, A. (1976). La historia como arma de la reacción, Madrid.

Prieto, A. (1986). “M.I. Finley, In memoriam”, L’Avenç, 99, 68.

Prieto, A. (1987) “Una reflexió sobre la historiografia de l’Antiguitat. Marcelo Vigil Pascual”, L’Avenç, 110, 64-67.

Prieto, A. (1989) “El Centre d’Histoire Ancienne de Besançon”, L’Avenç, 124, 75.

Prieto, A. (2014). “Málaga, Granada, Barcelona, Sevilla, Cádiz: Oswaldo”, Atlántica-Mediterránea, 16, 13-21.

Raskolnikoff, M. (1975). La Recherche soviétique et l´histoire economique et sociale su monde hellenistique et romain, Estrasburgo.

Rodríguez Gómez, J.C. (2013). De qué hablamos cuando hablamos de marxismo, Madrid.

Rojas Claros, F. (2005) “Una editorial para los nuevos tiempos: Ciencia Nueva (1965-1970)”, Historia del Presente, 5, 103-120.

Rousselle A. (1978) “Formes d’exploitation du travail et rapports sociaux dans l’Antiquité classique, Recherches internationales la lumière du marxisme”, Annales. Economies, sociétés, civilisations 33e année-N. 2, 335-342.

Swoboda, H. (1942). Historia de Grecia, Barcelona.

Thompson, E.P. (1978) La miseria de la teoría, Barcelona.

Torelli, M. (1996). “La romanización de Lucania”, en J.M. Blázquez y J. Alvar (eds.), La romanización en occidente, Madrid, 69-101.

Wulff, F. et al. (2016). La creación de la Historia Antigua en España en los años sesenta del siglo XX. Conversaciones con sus fundadores, Madrid. [http://portal.uc3m.es/portal/page/portal/inst_hist_julio_caro_baroja/estructura
/Grupo_investigacion/historiografia_historia_religiones/historia_oral_disciplina/HistoriaAntigua_0.pdf]


1 Su filiación política es conocida: franquista y miembro del Opus Dei.

2 Lo cual contribuyó a modificar mi enfoque que autodenomino mesiánico, que puede observarse en mi conocida publicación donde me despedía de la universidad de Granada (Prieto, 1976).

3 Citado en Prieto (1987: 65).

4 No por casualidad dicho libro fue el primero publicado por la Editorial Ciencia Nueva y fue traducido por Domingo Plácido.

5 Al comienzo del libro, Farrington dice lo siguiente: “El propósito de este estudio es aclarar si superstición popular significa forzosamente superstición nacida del pueblo o más bien superstición impuesta al pueblo” (1965: 9) y, al final concluye con estas palabras: “Tendría que transcurrir más de un milenio antes de que los hombres pudieran comprender de nuevo que el pensamiento humano, autor de todas las biblias y de todos los credos, es superior a todas las biblias y a todos los credos” (1965: 204).

6 Sobre su papel en el campo de la Historia Antigua y la principal bibliografía puede consultarse Plácido (2018: 27-32).

7 Quiero señalar que esas líneas no han sido tenidas en cuenta por muchos de los que comentan la obra incluido el propio Blázquez (Wulf et al., 2016: 56).

8 Cf. la entrevista realizada por Junyent-Prieto (1981).

9 Cf. la entrevista realizada por Junyent-Prieto (1987) y el artículo de Prieto (1989: 75).

10 Que se puede completar con lo que incluye en otra publicación Placido (2018: 31 s.).

11 La lista es la siguiente: Andrea Carandini, Vittorio Citti, Filipo Coarelli, Mario Mazza y Mario Torelli.

12 Carandini (1984), pese a los numerosos errores existentes en la traducción, especialmente en la descripción de los objetos arqueológicos. Es preferible usar la edición italiana: Carandini (1979).

13 F. Coarelli organizó junto a Uroz diversos coloquios hispanos-italianos; cf. Plácido (2018: 40).

14 Fue publicado por Giardina-Schiavone (1981).

15 Sobre ella cf. Raskolnikoff (1975: 246 s.).

Agradecemos la contribución al presente libro del
proyecto ANIHO: Antigüedad, nacionalismos e identidades complejas en la historiografía occidental. Aproximaciones desde Europa y América Latina (1789-1989). MINECO HAR2016-76940-P (https://aniho.hypotheses.org).


Prólogo:
Revoluciones paralelas

Luciano Canfora

Università degli Studi di Bari “Aldo Moro”

Tras la publicación en Italia del volumen furetiano, Pensar la Revolución francesa (Pensare la rivoluzione francesa), intenté una reflexión paralela sobre dos revoluciones en un ensayito de 1980 intitulado: Analogía e historia (Analogia e storia). Pero la historia fue, como a menudo sucede, in fine velocior: con una rapidez impredecible, los años ochenta concluyeron con el colapso de todo el sistema surgido alrededor de la Unión Soviética coincidiendo con el segundo centenario de la Revolución francesa, estímulo fortísimo para acentuar el revisionismo respecto a ambas. El mismo Furet, a pesar de sus méritos como estudioso de los eventos franceses, se aventuró en la escritura de una gigantesco panfleto rigurosamente anticomunista y antisoviético intitulado El pasado de una ilusión (Le passé d’une illusion), rápidamente traducido al italiano. Hoy bien pocos se acuerdan de aquel libro, que causó sensación también en los ambientes mejor dispuestos a acogerlo y apreciarlo, por tener el mismo autor su crítica iconoclasta también en el antifascismo europeo, acusado, bastante arbitrariamente, de haber sido “El útil idiota de Stalin”.

Mientras tanto, se había puesto en el centro de la atención político-publicista-televisiva el demasiado célebre Libro negro del comunismo, dirigido por el excomunista Courtois, lanzado en Italia por Mondadori, así como de Forza Italia y de Berlusconi en persona, el cual distribuyó copias a los congresistas de uno de los poquísimos congresos de su partido. La obra era muy apresurada y ansiosa de atribuir al movimiento comunista internacional crímenes difícilmente atribuibles a ellos: siempre calculando al por mayor en millones de muertos, incluido los millones de muertos rusos durante la Segunda guerra mundial, difícilmente imputables al gobierno soviético y más probablemente al alemán. La mala fe de los participantes en la obra colectiva llegaba hasta límites cómicos: por ejemplo acerca del recuento de los crímenes del comunismo se valoraban también los muchísimos caídos en la guerra civil angoleña (finales años setenta – inicios años ochenta), provocada contra el legítimo gobierno MPLA por la guerrilla pagada por la CIA y reunida bajo las siglas UNITA, dirigida por la figura sombría de Sawimbi.

Pero dejemos de polemizar con un libro difunto. Aquello que en realidad conviene destacar, desde el punto de vista historiográfico, es que desde entonces se desencadenó una serie de libros negros como los mencionados anteriormente o por mímesis o de intención polémica. El Libro negro mondadoriano apareció en el 1998; en el mismo año la editorial Tropea reeditó, del editor francés Le temps des cerises, el Libro negro del capitalismo; inmediatamente después en el mismo año Piemme orquestó un Libro negro de la Inquisición. En 2005 la editorial Fazi desenfundó el Libro negro de la guerra; en 2007 una importantísima editorial católica francesa, Édition du Cerf, desenfundó finalmente (estaba en el aire desde hacía bastante tiempo) el Libro negro de la Revolución francesa y en 2014, una pequeña editorial italiana, 21 editore, lanzó a debate historiográfico un importantísimo Libro negro del imperio británico, pequeño fragmento de la dolorosísima historia del colonialismo.

Pero la historia no se hace con libros negros. Su deber es tratar de entender y posiblemente de explicar: la misma proliferación de libros negros contrapuestos demuestra la vanidad de tal acercamiento a la historia. Si hoy, tras casi tres décadas del fin de la Unión Soviética es oportuno «pensar la Revolución rusa», el punto de vista que debe ponerse es doble: qué ha significado para el mundo y qué ha significado para su país. Surgida con el propósito de dar inicio a la revolución socialista en el Occidente industrializado, bien pronto, ya en los inicios de los años veinte, asumió conscientemente un rol muy diverso, detonador contagioso y fecundo del proceso de descolonización. Proceso que se desarrolló tras la primera y la segunda guerra mundial.