PARA TODA
LA FAMILIA
175 infusiones, cosméticos naturales
y remedios tradicionales
Título original: Rosemary Gladstar’s Herbal Recipes for Vibrant Health. 175 teas, tonics, oils, salves, tinctures, and Other Natural Remedies for the Entire Family
Publicado por primera vez en Estados Unidos por Storey Publishing LLC
Publicado por acuerdo con Storey Publishing LLC, Massachusetts
De esta edición
© Sonmo Playwright., S.L.U., 2021
Editorial Diente de León
Avda. Luis Salvador Cilimingras, s/n.
07170 Valldemossa (Islas Baleares)
www.editorialdientedeleon.com
© 2001, 2008, Rosemary Gladstar
© De la traducción: Laura Collet, 2021
Ilustración de cubierta y contracubierta © shutterstock.com
De los créditos fotográficos en la página final
Diseño de cubierta: Jaime Cruz
ISBN eBook: 978-84-949135-1-8
La editorial Diente de León está comprometida con la ecología y la salud, lo que significa reducir al mínimo nuestro impacto medioambiental.
Reservados todos los derechos en lengua castellana. No está permitido la reproducción total ni parcial de esta obra, ni su tratamiento o transmisión por ningún medio o método sin la autorización por escrito de la editorial.
La editorial agradece todos los comentarios y observaciones: ana@editorialdientedeleon.com
Dedicatoria
Agradecimientos
Prólogo
1 Fitoterapia eco-lógica
2 Una receta para la vida
3 Controlar el estrés y la ansiedad
4 Remedios caseros para las dolencias más comunes
5 Recetas para una belleza radiante
6 Para niños
7 Para mujeres
8 Para hombres
9 Para personas mayores
Apéndice I
Diccionario de plantas medicinales
Apéndice II
El arte de elaborar remedios naturales
Recursos
Índice analítico
Mi vida está ligada a la de mis colegas fitoterapeutas, como si nuestros brazos se entrelazaran formando un círculo alrededor de las plantas. He sostenido sus manos, he reído y rezado con ellos. Son viejos amigos cuyas enseñanzas me influyeron en mis inicios en el mundo de la fitoterapia. Sus palabras están grabadas en mi corazón y su eco resuena en las páginas de este libro. En una época en que la fitoterapia no era una tendencia, nos mantuvimos fieles a nuestra pasión por las plantas medicinales. En la actualidad somos ya casi ancianos, y seguimos más enamorados que nunca de la naturaleza; al afrontar el nuevo mileno, no nos preguntamos qué tendrá el mundo que ofrecerle a la fitoterapia, sino qué tendrán las plantas medicinales que ofrecerle al mundo.
Con todo mi corazón, dedico este libro a mi familia de colegas fitoterapeutas. Vosotros me habéis guiado y nutrido en este viaje. Sois la luz que alumbra mi camino. Que este círculo siga creciendo y que las plantas abunden.
En memoria de la dulce Gail Ulrich, quien vivió creando armonía a su alrededor.
Un libro nunca nace solo, sino que es el resultado de la visión colectiva y el esfuerzo de muchas personas. En primer lugar, debo agradecerle a mi compañero y mejor amigo, Robert Chartier, su apoyo incondicional, su comprensión y su pasión por la naturaleza. Él aporta alegría a mi vida. Debo reconocer muy generosamente el trabajo de mi editora, Nancy Ringer, cuya paciencia y estímulo constante han sido fundamentales para que este libro no quedara en sus esbozos iniciales. Ha sido maravillosa en todos los sentidos. También quiero agradecer a Deborah Balmuth, de Storey Books, su profesionalidad y criterio; y no me olvido del resto del equipo; ¡qué personas tan encantadoras! Me he sentido apoyada y nutrida en todos los aspectos.
Por supuesto, doy las gracias a Rocío Alarcón, Svevo Brooks, Stephen Buhner, Cascade Anderson Geller, Christopher Hobbs, Tieraona Low Dog, Paul Strauss y David Winston; sus enseñanzas siguen inspirándome y formando parte del tejido de mis propias clases. Les estoy muy agradecida.
El romero (en inglés, rosemary), la planta del recuerdo, y la memorable Rosemary Gladstar tienen mucho en común. Ambos son estimulantes, etéreos y volátiles; su presencia no pasa desapercibida, en el mejor de los sentidos. Inspiradores, efervescentes..., avivan el humor y el intelecto...; provocadores, ya sea por sus vapores aromáticos o por sus ideas efímeras… Todas estas características definen la esencia del romero y de Rosemary.
La fotosíntesis, la producción de elementos útiles a partir de ingredientes sencillos en presencia de luz solar, bendice nuestro planeta con oxígeno y plantas que son alimento y medicina. Abraza y purifica el suelo, limpia la atmósfera de contaminantes y aporta paz y comunión. Mediante la fotosíntesis, las plantas utilizan la energía del sol para producir sustancias químicas necesarias para la vida. Cualquiera que vea a Rosemary Gladstar en su jardín, acariciada por la luz de la primavera, el verano y el otoño, se pregunta si también ella absorbe su energía infinita del sol. No resulta sorprendente que sea el motor impulsor del movimiento de la fitoterapia. Aunque por sus venas no corra clorofila, sin duda posee el encanto, la energía, la sabiduría y el espíritu de las plantas.
No quiero elogiar solamente el entusiasmo y la sabiduría que derrocha en sus conferencias, enseñanzas y escritos, sino también su dedicación incansable a la causa de la defensa de la naturaleza, por ejemplo, con la organización United Plant Savers, que promueve con vehemencia la protección de las plantas medicinales en peligro de extinción en América del Norte. Tras haber aportado ya tanto al movimiento de la fitoterapia, ahora Rosemary nos trae la maravillosa obra Plantas medicinales para toda la familia. Sin duda, esta espléndida guía para un estilo de vida natural os ayudará a ti y a tus seres queridos a vivir más sanos y felices. Como escribe la autora: «El verdadero bienestar mental, físico y espiritual es resultado de un estilo de vida saludable. Es una receta para toda la vida. Forma parte de lo que haces, de lo que introduces en tu cuerpo y de cómo nutres tu mente. El verdadero bienestar es… encontrar lo que te hace disfrutar en la vida, explorar tus pasiones. Hagas lo que hagas, hazlo bien, y hazlo con gusto». La información, consejos, recetas e historias que Rosemary ofrece en esta joya de libro os ayudará e inspirará a ti y a tu familia a gozar de verdadero bienestar y a disfrutar de una vida plena.
¡A tu salud! ¡Piensa en verde!
El origen de este libro se encuentra en la insistencia por parte de algunos amigos para que recopilara mis escritos y enseñanzas de los últimos treinta años en un solo volumen que sirviera de guía práctica de fitoterapia para el hogar. Debo reconocer que, en un primer momento, me mostré reacia. Me costaba imaginar qué podía añadir yo al rico legado de la fitoterapia que no se hubiera escrito ya, y además en muchos casos, con gran acierto. No obstante, meses después, al terminar de redactar lo que finalmente ha sido una obra de tamaño considerable, me di cuenta de que las enseñanzas de este libro comparten un propósito de vital importancia. No toda la información resultará innovadora, sorprendente o compleja, pero sí nos servirá para recordar el verdadero origen de la fitoterapia: nuestra profunda conexión con las plantas. He querido crear una guía del uso sostenible de plantas medicinales para toda la familia. Mi deseo es que acabe manoseada, desgastada y con la cubierta rota por el uso y el paso del tiempo, pero también, y no menos importante, que el lector tome conciencia de que nuestra salud está estrechamente relacionada con la del mundo que nos rodea. Entonces sabré que han merecido la pena no solo el tiempo que tanto yo como tú, lector, le hemos dedicado a este libro, sino incluso la vida de los árboles utilizados para imprimirlo.
En un momento en que la fitoterapia está sujeta a las constricciones de la cultura moderna —estandarización, legalización, certificación y otros retos burocráticos—, quiero recordar al lector que el ser humano viene utilizado las plantas como alimento y medicina desde hace cientos de miles de años, desde los albores del tiempo. Hemos evolucionado gracias a su generosidad, y nuestra vida depende de ellas: nos proporcionan oxígeno, alimento, medicina, abrigo y una dimensión espiritual. Si aceptamos la expresión «somos lo que comemos», también deberíamos reconocer que nuestro cuerpo está íntimamente conectado con las plantas. La vida vegetal ha conformado la base de nuestra alimentación durante milenios. Antes de dar los primeros pasos en postura erguida, tambalearnos y percatarnos de que podíamos correr, cazar y matar, éramos recolectores, y nuestra única fuente de nutrientes procedía de las plantas, la biomasa verde que crece desde el corazón de la tierra. Ellas fueron nuestra primera medicina y la más efectiva. De hecho, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que más del 80 por ciento de la población aún utiliza plantas medicinales como principal método de curación. En la era de la medicina moderna y sus milagros, mucha gente cree que la fitoterapia no se basa más que en mitos y leyendas. Si las plantas medicinales no son eficaces, ¿cómo es posible que una especie tan inteligente como la nuestra, capaz de llegar a la Luna, no haya renegado hace tiempo de la fitoterapia? De hecho, las propiedades de las plantas son tan efectivas que, a pesar de sufrir pestes y plagas, enfermedades, hambre y guerras, el ser humano no solo ha sobrevivido, sino que se ha multiplicado más allá de lo esperable.
La terminología de la fitoterapia evoluciona con el tiempo; el clima y las características de cada región determinan distintos métodos y prácticas; y el uso o desuso de una planta depende de su popularidad; no obstante, una cosa es cierta e inmutable: la fitoterapia es un sistema eficaz, natural y asequible, al alcance de todos. Así lo demuestran miles de años de experiencia.
A través de meticulosos estudios, la ciencia moderna a menudo constata lo que nuestros antepasados ya sabían de manera instintiva. Las investigaciones pueden abrir una nueva ventana al mundo de las plantas medicinales. A veces, sin embargo, la información que aporta la ciencia da lugar a confusión, puesto que, a menudo, esta basa su estudio en un único constituyente aislado o en dosis superconcentradas que no podrían ingerirse mediante la toma de plantas en estado natural. Aunque resulte interesante especular sobre cómo actúan las plantas en el organismo, hoy no estamos mucho más cerca de entenderlo que hace unos siglos. Cada planta medicinal posee incontables constituyentes que explican apenas parcialmente su compleja acción sobre el cuerpo humano. Lo desalentador de este enfoque resulta evidente al considerar la infinidad de plantas que existen, cada una con su composición química concreta. La ciencia no puede demostrar fácilmente algo corroborado de forma empírica durante siglos. A las plantas, estos dilemas modernos les traen sin cuidado. Ellas, que se encuentran entre los seres vivos más antiguos del planeta, siguen proliferando y ofreciéndonos sustancias vitales: alimento, cobijo, medicina, oxígeno y belleza.
Existen incontables mentes y almas maravillosas que, con sus palabras, acciones y escritos, han contribuido al amplio conocimiento que nos ha sido legado sobre las propiedades de las plantas medicinales. La mayoría de los fitoterapeutas que han desempeñado una función esencial en la creación de este registro colectivo de sanación nunca recibirán el reconocimiento que merecen; sin embargo, cada vez que utilizamos las plantas como medicina llevamos con nosotros la semilla de su conocimiento. Por este motivo, cuando alguien me pregunta si una receta o fórmula es mía, no puedo evitar sonreír. Lo que sé sobre las plantas lo he aprendido de otros; ya sean personas a quienes he conocido directamente, o personas que vivieron siglos antes que yo. Es nuestro tesoro colectivo, nuestro derecho de nacimiento y hemos de compartirlo libremente.
Mucho antes de que existieran bases de datos electrónicas o compendios científicos sobre plantas medicinales, los seres humanos ya conocían y comprendían sus propiedades curativas. Estoy convencida de que este conocimiento procedía de nuestra relación innata con la naturaleza, no solo de un proceso de ensayo y error, como se suele creer. Imagina por un momento a nuestros ancestros con fiebre, difteria o heridas graves, intentando averiguar por ensayo y error qué planta funciona en cada situación. En cada región del planeta crecen cientos de miles de especies. Documentar la extensa información de que disponemos sobre sus propiedades habría supuesto muchísimo tiempo, más del que llevamos en este planeta. ¿Acaso experimentamos hasta que dimos con la respuesta? No. Aunque el método de ensayo y error fuera importante, fueron las plantas quienes nos revelaron casi todo lo que sabemos sobre sus propiedades.
La cuestión de la seguridad en el uso de plantas medicinales
Recientemente han aflorado muchos informes sobre los peligros de la fitoterapia. Incluso plantas medicinales totalmente benignas, como la manzanilla o la menta, se ven relegadas a la lista negra. ¿Acaso hemos descubierto de repente que son peligrosas? No; pero hoy podemos ingerir plantas en formatos extremadamente potentes. Antaño las plantas se tomaban en infusiones, tinturas o jarabes. En la actualidad, en cambio, tenemos a nuestra disposición cápsulas que permiten ingerir con facilidad la cantidad que queramos, y preparados estandarizados, con extractos mucho más concentrados de lo que nos ofrecen las plantas en su estado natural.
En realidad, pocas plantas son tóxicas, pero prácticamente cualquiera de ellas puede provocar una reacción atípica en un individuo. Por ejemplo, las fresas son un dulce manjar para muchas personas, pero a algunas les sientan mal. Esto no significa que esta fruta sea tóxica; simplemente, no es adecuada para determinadas personas. No dejes que unas pocas historias dramáticas te asusten a la hora de utilizar la fitoterapia. Aplica el sentido común. Las plantas son una medicina poderosa, pero no siempre provocan los mismos efectos en todas las personas. Tómate tiempo para conocerlas y observar qué efectos tienen en ti; a cambio, obtendrás energía, salud y vitalidad por muchos años.
Las plantas tienen la capacidad innata de comunicarse. Cualquiera puede aprender a escucharlas, pero determinadas personas — como las curanderas, los fitoterapeutas, los sanadores, los botánicos y los amantes de la naturaleza— están más predispuestas. En las culturas tradicionales, los recolectores pedían permiso a las plantas para arrancarlas y utilizarlas con fines medicinales. Además de ser un gesto de respeto, se consideraba esencial para aprender y retener su poder curativo. A veces, cuando trato de encontrar el remedio más apropiado, les pido ayuda y, de algún modo, presiento cuál es la planta adecuada. No se trata de un don especial; mucha gente lo tiene, pero la mayoría se olvida de cómo utilizarlo. A medida que nos familiarizamos con las plantas medicinales y sus propiedades, perfeccionamos esta capacidad de escucha; aunque no pueda sustituir lo que se aprende en los libros, sí puede guiar tu comprensión.
Antiguamente, en culturas de todo el mundo, los niños que tenían un don especial para las plantas eran reconocidos desde muy temprano. El herborista, curandero o chamán de la comunidad los guiaba a través de un riguroso aprendizaje, hasta que se convertían en sanadores; de esta forma, la tradición se ha conservado hasta nuestros días.
En la actualidad, todavía encontramos niños con esta sensibilidad especial por las plantas, como si portaran un gen «verde». Es posible reconocerlos en las reuniones familiares, los parques y las escuelas: pasan horas en el jardín, absortos en la naturaleza, como hechizados por los insectos cubiertos de polen y las mariposas que reposan sobre las flores. Juegan con las plantas del bosque, hablan con los gnomos y las hadas que lo habitan y parecen vivir una relación especial con la naturaleza. Hay que insistir cuando se les llama para que vuelvan a entrar en casa. No paséis por alto a estos niños. En la Antigüedad, eran los «guardianes de la naturaleza» y se les consideraba futuros sabios y sanadores.
La fitoterapia se considera el sistema de sanación más antiguo, pero ahora está en peligro debido a la falta de comprensión, los problemas burocráticos, las presiones económicas, la destrucción del medioambiente y la desconexión con la naturaleza. La televisión, el estilo de vida urbano y los horarios estrictos y excesivamente pautados están apartando a nuestros futuros sanadores de su vocación. Es necesario acercar los niños a la naturaleza, mostrarles las plantas y enseñarles que están conectados a la tierra. Inculcándoles el respeto por las plantas medicinales, no solo cuidamos de sus pequeños cuerpos en desarrollo, sino que contribuimos a transmitir una tradición tan antigua como el propio ser humano. Enseñémosles a respetar y cuidar el entorno natural, porque no es posible amar las plantas sin establecer una conexión profunda con Gaia, nuestro planeta vivo.
No solo está amenazado el arte de la fitoterapia, sino también las propias plantas medicinales. Como nómada de sangre y corazón, he viajado mucho a lo largo de mi vida. He tenido la oportunidad de conocer lugares de espléndida belleza botánica y he escuchado atentamente a sabios fitoterapeutas. No obstante, he observado una tendencia preocupante: en casi todos los lugares en que he estado, incluso en aquellos donde la fitoterapia es una tradición sana y activa, las poblaciones de especies autóctonas están en declive. China, por ejemplo, célebre por su antigua fitoterapia tradicional, está casi desabastecida, desprovista de sus plantas medicinales más importantes, que han sido prácticamente aniquiladas por los recolectores. La India, con dos millones de hectáreas dedicadas al cultivo de plantas medicinales, es el productor más importante del mundo y, a pesar de ello, su población de especies silvestres autóctonas es escasa y dispersa. En la actual Grecia cuesta encontrar los campos repletos de plantas silvestres o los majestuosos bosques que poéticamente describiera Homero en la Ilíada. En todas partes, el reino silvestre está acorralado y en peligro de extinción.
HONRANDO A LOS ANCIANOS
El saúco (Sambucus nigra), que en inglés recibe el nombre de elder tree (‘árbol anciano’), es conocido como el guardián de la naturaleza y suele plantarse en el centro de los jardines medicinales. El resto de plantas buscan su protección, su sabiduría y su fortaleza; lo mismo ocurre con los ancianos en las comunidades herboristas.
Cuando mi hijastra Melanie era adolescente, me dijo: «Los fitoterapeutas son como el buen vino, ¿verdad? Se vuelven más valiosos con el tiempo». Aunque nunca lo había visto así, tenía razón. En las comunidades herboristas, los ancianos son los guardianes de la sabiduría, y sus conocimientos y enseñanzas se valoran muchísimo; son los invitados de honor en las conferencias y eventos, y los fitoterapeutas jóvenes viajan kilómetros para conocerlos y estudiar con ellos. ¿Por qué?
Aparte de que suelen ser personajes de espléndido carácter, maravillosamente divertidos y con un sinfín de historias que contar, han tenido vidas intensas y llenas de sentido; sus experiencias nos conmueven y nos emocionan, dando sentido a su vez a nuestra propia vida. Gracias a ellos, el conocimiento de las plantas medicinales se ha transmitido de generación en generación; son los sabios que enseñaron a los niños a identificar las plantas, a comunicarse con ellas y a usarlas como medicina. Este linaje, aunque debilitado, aún perdura, y nuestros corazones anhelan esta conexión con las tradiciones.
Los ancianos herboristas muestran a menudo una pasión por la vida y un compromiso en sus creencias extraordinarios. Nos alumbran el camino. Aunque muchos de los que he conocido y amado hayan fallecido ya, sus enseñanzas siguen vivas en las personas a las que marcaron para siempre. Del mismo modo, las enseñanzas de la naturaleza seguirán vivas a través de nosotros.
Cada vez que regreso a mi hogar, a los bosques de Vermont, me siento maravillada ante la vasta extensión de tierra virgen que se extiende frente a mí. He aprendido a amar la rica biodiversidad que puebla esta tierra joven, así como la velocidad a la que todo cambia ante nuestros ojos. Como en otros lugares del mundo, la destrucción de los hábitats, la superpoblación, la tala indiscriminada y las malas prácticas de recolección están mermando las poblaciones de plantas silvestres. Sin una supervisión de las prácticas de recolección, el aumento repentino de la popularidad de una planta determinada puede causar un daño irreparable en su población —recordemos cuando el hipérico, se puso de moda en la década de los noventa—. En Estados Unidos, desde 1940 hasta finales de 1980, la fitoterapia fue una práctica menospreciada e incluso ilegal, lo que posiblemente haya salvado a poblaciones enteras de especies silvestres autóctonas (de hecho, a pesar de su popularidad, la fitoterapia sigue siendo técnicamente ilegal). Relegadas a la clandestinidad, las plantas medicinales y su uso tradicional enraizaron en lo más profundo y, lentamente, florecieron.
La peor amenaza para las plantas es, sin duda, la destrucción de su hábitat. ¿Qué efecto está teniendo el repentino y renovado interés por la fitoterapia en nuestras ya mermadas reservas botánicas? La industria de la fitoterapia ha alcanzado los 5000 millones de dólares en el cambio de milenio, y sigue creciendo con rapidez. Las grandes compañías farmacéuticas han irrumpido en el mercado con su habitual actitud, que prioriza el beneficio económico por encima de todo. Recientemente, solo en Estados Unidos se han creado centenares de pequeñas y medianas empresas relacionadas con el sector, y se pueden encontrar herbolarios prácticamente en cualquier pueblo o ciudad. ¿De dónde proceden las plantas medicinales necesarias para abastecer una industria de semejante magnitud? Hasta hace poco, su cultivo a gran escala era muy limitado en Estados Unidos. Casi todas las plantas utilizadas en su industria fitoterapéutica procedían de países en vías de desarrollo, donde las prácticas agrícolas no suelen ser las más adecuadas, o de nuestras tierras silvestres.
Pero nuestros paisajes silvestres se encuentran amenazados. En 1998 un estudio internacional llevado a cabo por dieciséis organizaciones a lo largo de veinte años, reveló que aproximadamente el 12,5 por ciento de las especies botánicas del mundo estaban amenazadas (esto es, un total de 34.000 especies), y que, en Estados Unidos, el 29 por ciento de las 16.000 especies autóctonas estaba en peligro inminente de extinción. Hasta hace poco solo se prestaba atención a la desaparición de las especies en la selva tropical. Como afirmara Steven Foster, reconocido autor y fotógrafo: «Las plantas, a diferencia de los animales, no son cariñosas, adorables ni peludas, por lo que no atraen fácilmente la atención del público». Sin embargo, sin ellas no sobreviviríamos. ¿Quién querría un mundo así? Un mundo sin plantas sería un espacio yermo, frío y sin vida.
Poco después de mudarme a Green Mountains, en Vermont, me di cuenta de que muchas de las especies botánicas más antiguas de los bosques caducifolios del este de Estados Unidos, incluidas muchas plantas medicinales importantes, estaban en peligro de extinción o habían desaparecido por completo. Un día de inicios de primavera, paseando por la montaña entre trilios y lirios silvestres, sentía cierta desazón y desesperanza ante la posible pérdida de las dulces medicinas de la tierra, cuando oí una voz que procedía de las entrañas del bosque. Franca y clara, me dijo: «Replántanos. Devuélvenos a nuestras comunidades». Llevo toda la vida escuchando a las plantas, por lo que no tuve ninguna duda sobre lo que oí y lo que me estaban pidiendo. Aquel otoño encargué una cantidad considerable de plantas en peligro de extinción y las trasplanté en el bosque —ginseng americano, sello de oro (Hydrastis canadensis), cimicífuga (también llamado cohosh negro) y sanguinaria—. Las reintroduje en su hábitat natural, donde antaño proliferaban —antes de la tala, del pastoreo con ovejas, de la siega del heno y de los muros levantados por los primeros granjeros de Nueva Inglaterra—. Sinceramente, no sabía muy bien qué estaba haciendo, y, de hecho, muchas de las plantas que trasplanté no prosperaron. No tuve en cuenta factores importantes, como las condiciones del suelo, su pH, los cambios en el dosel arbóreo y la calidad de los rizomas que había encargado. Actué por puro entusiasmo e ignorancia, una combinación poco práctica de la que surgió, no obstante, una llama en mi corazón que me alentó a continuar.
Aquello fue el inicio de un proyecto que abrió una nueva dimensión en mi carrera profesional y se convirtió en una auténtica pasión. Había dedicado gran parte de mi vida a la fitoterapia, el estudio de las plantas medicinales, la recolección de plantas silvestres, la elaboración de productos fitoterapéuticos y la formación de estudiantes en esta tradición ancestral y maravillosa; y, de repente, me encontré explorando un territorio nuevo: la intricada red de las comunidades silvestres. ¿Cómo crecían las plantas medicinales en su hábitat natural? ¿Cómo se comportaban las comunidades vegetales cuando miembros importantes de la familia desaparecían de su ecosistema? Estas poderosas plantas son tan vitales para la salud del planeta y las comunidades silvestres como lo son para los seres de dos patas, los seres humanos que han dependido de ellas durante milenios. ¿Qué sucede cuando una comunidad pierde su equilibrio? ¿Y cuándo desaparece una medicina de la comunidad? ¿Acaso la pérdida de estas poderosas especies medicinales es uno de los motivos por el cual han aumentado las enfermedades que atacan tanto a las plantas nativas como a los seres humanos?
«El poeta Francis Thompson escribió una vez que “uno no puede arrancar una flor sin que se estremezca una estrella”. Si no podemos arrancar una flor sin que se estremezca una estrella, ¿qué sucede cuando desaparece una especie entera?».
— Loren Isrealson, miembro del consejo de United Plant Savers
A raíz de mi preocupación por el estado de las comunidades de plantas silvestres, hablé con compañeros fitoterapeutas y me di cuenta de que muchos compartían mi inquietud. En 1994, ante la creciente necesidad de actuar, un pequeño grupo de personas comprometidas nos reunimos en el International Herb Symposium celebrado en la Universidad de Wheaton, cerca de Boston, para abordar la conservación de las especies autóctonas y valorar qué podíamos hacer para protegerlas. Así fue como constituimos United Plant Savers (UpS), una organización dedicada a la conservación y el cultivo de plantas medicinales estadounidenses y sus hábitats, que se ha convertido en la más importante del país. Creada con entusiasmo y esperanza por personas que aman y conocen las plantas, la organización refleja la diversidad de la fitoterapia estadounidense, pues entre sus miembros encontramos no solo fitoterapeutas, sino también médicos, enfermeros, naturópatas, botánicos, agricultores ecológicos, empresarios, recolectores, coleccionistas de semillas, productores y personas que, simplemente, aman la naturaleza.
«Nunca dudes de que un grupo pequeño de ciudadanos conscientes y comprometidos pueda cambiar el mundo; en realidad, son los únicos que lo han hecho».
— Margaret Mead
United Plant Savers ha puesto en marcha una serie de proyectos, incluyendo donaciones de plantas en las que se han repartido más de 50.000 raíces de sello de oro y varios miles de ejemplares de otras amenazadas entre los miembros de la organización, quienes las han trasplantado en sus tierras. Nuestra labor más compleja hasta la fecha ha sido definir y conformar una lista de especies en peligro de extinción y otra de especies en observación (véase pág. 379), que se han convertido en una guía para la industria de la fitoterapia, sus profesionales y los consumidores de sus productos. Animamos a toda la gente a proteger las plantas medicinales silvestres sembrando semillas en su hábitat natural y arrancando las especies invasoras. También alentamos a los jardineros y agricultores a plantar especies medicinales en peligro de extinción en sus jardines, huertos, granjas y tierras, y a observar posibles cambios en su estado de una temporada a la siguiente. Hace unos años UpS compró una granja de 140 hectáreas al sureste de Ohio y la convirtió en una hermosa reserva de plantas medicinales, muchas de las cuales están incluidas en la lista de especies en peligro de extinción elaborada por la misma organización. El espacio también funciona como centro formativo, granja y laboratorio de investigación al aire libre, y se está convirtiendo en un modelo de santuario botánico sostenible.
«La belleza y la genialidad de una obra de arte pueden ser recreadas, aunque se destruya su primera expresión material. Una armonía desvanecida puede aún inspirar al compositor, pero cuando el último ejemplar de una especie de seres vivos deja de respirar, otro cielo y otra tierra han de pasar antes de que exista otro semejante».
— Cartel en el zoo de especies en peligro de extinción de la ciudad de Belice
UpS anima a todas las personas que aman y utilizan las plantas medicinales a convertirse en consumidores responsables: infórmate sobre la procedencia de las plantas que utilizas, si están en la lista de especies en peligro de UpS o si están amenazadas en la región donde vives. Siempre que sea posible, compra plantas medicinales cultivadas y de producción ecológica; de esta forma no solo contribuirás a la supervivencia de las comunidades de plantas silvestres, sino también a la de otra especie en peligro de extinción: el pequeño agricultor local.
La fitoterapia es una medicina maravillosa. Cuando se utilizan con entusiasmo y sentido común, las plantas aportan salud, energía y vitalidad a nuestras vidas. No obstante, si decidimos utilizarlas, a cambio tenemos que hacernos responsables de la salud y el cuidado de las especies silvestres. Emprendamos una relación de colaboración con las plantas devolviéndoles lo que nos dan: salud, alimento, belleza y protección.
Hemos alcanzado un punto en nuestra historia en el que no respetar ni retroalimentar la relación cocreativa que tenemos con los recursos de este pequeño y hermoso planeta podría tener consecuencias desastrosas. Nos encontramos en un momento crucial de nuestra evolución planetaria. Con este libro, te invito a crear un mundo vibrante y radiante, donde todos los seres vivos, grandes y pequeños, gocen de salud y equilibrio. Te invito a participar en el esfuerzo por sembrar el futuro con las semillas de una fitoterapia eco-lógica.
No existe un secreto mágico para gozar de buena salud. A pesar del bombardeo publicitario de las industrias farmacéutica y cosmética, que ofrecen píldoras instantáneas o panaceas para todo tipo de problemas y enfermedades, la salud depende, en realidad, de la adopción de hábitos de vida saludables. Por lo general, la vulnerabilidad del sistema inmunológico, la apatía y la falta de vitalidad o de agudeza mental no se deben a ninguna enfermedad subyacente, sino a la falta de sueño y ejercicio físico, los malos hábitos alimentarios y el descuido de las relaciones sociales de calidad con amigos y familiares.
La energía, la salud y la vitalidad no se obtienen simplemente tomando una píldora, ni siquiera una infusión de plantas medicinales. El bienestar mental, físico y espiritual es resultado de unos hábitos saludables. Esa es la auténtica medicina: lo que haces y cómo nutres tu cuerpo y tu mente. El verdadero bienestar no se consigue tomando una pastilla para el dolor, una dosis de tal remedio para tal problema, ni un apaño rápido para combatir la apatía o la falta de energía, sino encontrando aquello que te llena y te apasiona, levantándote de la silla y moviendo el cuerpo, meneándote, alimentándote bien, viviendo con intensidad, descansando de manera adecuada, ejercitando la mente y riéndote.
Hagas lo que hagas, hazlo bien y hazlo con gusto. La mejor manera de potenciar el bienestar es sentirse satisfecho con la vida que uno lleva.
Gozar de salud y vitalidad no es difícil ni requiere intervención médica. El cuerpo está diseñado para funcionar a nivel óptimo y, si le damos la oportunidad, lo hace. Solo requiere algunos cuidados por nuestra parte, como la práctica de ejercicio físico, una alimentación saludable y un descanso adecuado. Los siguientes consejos te ayudarán a vigorizar tu cuerpo, tu mente y tu vida.
«Necesitamos el tónico de la naturaleza», afirmó Henry David Thoreau. El océano, las montañas, los desiertos, una arboleda, todos ellos contienen la magia necesaria para reparar un alma estresada con energía pura y radiante.
La Madre Tierra, en su infinita fuerza y compasión, tiene un gran poder para restaurar nuestra vitalidad. Sumérgete en el agua pura de un arroyo, anda descalzo sobre la tierra, duérmete en los brazos de un árbol centenario. En la naturaleza encontramos medicinas maravillosas que sanan el alma y perduran en el tiempo.
Para más ideas sobre cómo llevar una vida sana, te recomiendo mi guía favorita sobre esta cuestión, El arte de vivir bien, del médico naturópata Svevo Brooks.
Los seres humanos necesitamos practicar ejercicio físico. No fuimos creados para estar sentados ante una mesa todo el día sin movernos. La fatiga y los problemas de salud se deben, con frecuencia, a una falta de oxígeno en las células. El ejercicio físico acelera la respiración y el ritmo cardiaco, oxigenando las células y activando y revitalizando el conjunto del organismo.
El trabajo intelectual, predominante en la sociedad actual, es mucho más extenuante que el físico. El cerebro tarda más en regenerarse que el resto del cuerpo, y la actividad mental no incrementa los niveles de oxígeno. Para gozar de salud, hay que practicar ejercicio adaptado a las necesidades individuales todos los días.
Algunas personas responden muy bien a la práctica del yoga, mientras que otras prefieren descargar la tensión acumulada a través de una actividad aeróbica. Es importante darse cuenta de que el cuerpo necesita moverse todos los días, practicando la actividad física adecuada. No te limites a la rutina del gimnasio e integra el ejercicio en tus hábitos cotidianos, saliendo a caminar, montando en bici, esquiando o participando en deportes de equipo. Permite que tu cuerpo y tu espíritu interactúen con el entorno. A mí, por ejemplo, me resulta mucho más satisfactorio físicamente apilar leña que pedalear sobre una bicicleta estática.
La dieta es clave para gozar de salud y vitalidad. No siempre es necesario o beneficioso seguir una disciplina dietética muy estricta. Lo ideal es respetar las siguientes normas, sencillas, pero increíblemente efectivas: come alimentos de temporada, cuanto menos procesados, mejor; cocínalos con métodos sencillos; mastica despacio y muéstrate agradecido. La mejor dieta es aquella que te sienta bien —cuando tu piel, tu pelo y tu aspecto lucen estupendos—. Es fácil darse cuenta. Cuando me falta energía, sé que he comido demasiadas galletas o no he bebido suficiente agua; en cualquier caso, el mensaje está claro: mi cuerpo me dice que no me estoy alimentando de manera adecuada.
Todos hemos escuchado la frase sencilla, pero tremendamente sabia, «somos lo que comemos». En mi opinión, también somos lo que no comemos. Las claves para una vida sana y productiva son una alimentación saludable, ejercicio físico diario, buen descanso nocturno y una actitud positiva.
Los alimentos en su estado natural* contienen todos los nutrientes que tu organismo necesita. Los suplementos terapéuticos de calidad son efectivos para tratar problemas de salud, pero no aportan la misma variedad de nutrientes que los alimentos naturales, ni lo hacen en la forma adecuada a la evolución que ha tenido nuestro cuerpo durante muchos siglos. Los suplementos dietéticos son geniales, pero nos engañamos si los consideramos un producto natural: no lo son. Por lo general, se fabrican en laboratorios y no se parecen en absoluto a los alimentos que la naturaleza ha creado para nutrirnos. No es que yo no los utilice ni los recomiende, pero lo hago solo como si de un medicamento se tratara, en caso de problemas de salud importantes.
En la actualidad los nutricionistas debaten sobre la supuesta incapacidad del organismo para obtener todos los nutrientes que necesita a través de los alimentos. Personalmente, el argumento no me convence. La agricultura ecológica, basada en prácticas sostenibles, regenera tanto la tierra como nuestro cuerpo y nos proporciona alimentos sanos, nutritivos y de calidad. El consumo de alimentos procesados y desmineralizados sí merma nuestra capacidad de obtener todos los nutrientes necesarios a través de la dieta. Aquellos que afirman que los productos ecológicos tienen un precio inasequible para la clase media, que echen un vistazo al precio de los suplementos vitamínicos y minerales. Sin duda, el dinero ahorrado en suplementos podría destinarse a la compra de productos ecológicos. Cualquier persona que disponga de un pequeño jardín puede cultivar un huerto ecológico. El huerto no solo nos aporta alimentos de calidad y la satisfacción de cuidar la tierra, sino que es una de las mejores terapias contra el estrés y la ansiedad.
El descanso y la relajación son tan importantes como el ejercicio físico. Sumido en el estrés de una vida poco equilibrada, a menudo uno se olvida de sí mismo, de tratarse con el cariño que merece. Desatendemos algunas de las necesidades humanas más básicas: un entorno con amor y comprensión, una alimentación adecuada, ejercicio físico, descanso y relajación. Buscamos remedios y curas instantáneas en los medicamentos modernos y solo conseguimos sumirnos más en la desesperación. Muchas veces el mejor remedio es un cambio de hábitos; esta es la verdadera medicina para obtener el equilibrio y la armonía que necesitamos.
Yin yang: la teoría de los opuestos
En este libro utilizo los términos yin y yang, que hacen referencia a dos energías complementarias inherentes en todas las formas de vida. El yin y el yang forman parte de la antigua filosofía china de los opuestos.
Por lo general, yang hace referencia a una energía expansiva, y las cualidades que se le asocian son el calor, la sequedad, lo masculino, el sol, el día, el fuego, la luz y el cielo. La energía yang se mueve hacia arriba y hacia fuera, expandiéndose hacia el mundo. Es el principio creativo y firme.
A su vez, yin describe una fuerza contractiva o proyectada hacia dentro, y las cualidades que se le asocian son el frescor, la luna, la noche, el agua, el frío, la humedad, la oscuridad, lo femenino y la tierra. La energía yin se mueve hacia abajo y hacia dentro. Es el principio receptivo y flexible.
Los hombres y las mujeres, los alimentos, el movimiento, el arte, todo en la vida puede expresarse en cierta medida mediante los principios del yin y el yang. Una vida sana y armónica se consigue buscando constantemente el equilibrio entre yin y yang, entre lo contractivo y lo expansivo.
Algunos compuestos, como la serotonina, se segregan solo en determinados momentos del sueño y son vitales para las funciones mentales. De hecho, dormir es más necesario para la mente que para el cuerpo. El cuerpo necesita poco más de cuatro a cinco horas de sueño al día para funcionar, mientras que determinadas partes del cerebro necesitan siete u ocho para estar completamente descansadas y recargadas. Hay métodos sencillos y muy efectivos para asegurarse un buen descanso en épocas de estrés. En primer lugar, no te acuestes tarde y aprende a rechazar la invitación a realizar actividades nocturnas, pues aunque las disfrutes, consumirán la energía que necesitas para restaurar tu sistema nervioso. Si algo te parece realmente importante o necesario, pregúntate cuánta energía requerirá. Recuerda que lo más importante es sentirte bien, descansado y con vitalidad. La historia bíblica de José, quien almacenó arcas de cereales en previsión de una posible hambruna, me recuerda la capacidad que tenemos de acceder a reservas de energía abundantes. No obstante, para que esta energía perdure, no debemos agotarla, sino reponer la que tomamos prestada de las arcas mediante el sueño, la alimentación adecuada, el ejercicio físico y un estilo de vida armónico y equilibrado.
En la página 57 encontrarás consejos y terapias naturales para evitar el insomnio y mejorar el descanso nocturno.
Según afirman muchas personas centenarias, la clave para gozar de salud y longevidad es sencilla: eliminar el estrés crónico.
Existen muchos tipos de estrés. Un beso apasionado es estresante, pues excita nuestro ser, y también el entusiasmo de un viaje. A mí, el hecho de dar una conferencia me resulta estresante; siempre digo que soy una persona introvertida en un cuerpo extrovertido. Todavía me pongo nerviosa al hablar en público. Pero en algunas ocasiones el estrés es útil, pues aumenta la eficiencia en el trabajo y nos empuja a actuar más rápido y a afrontar retos que, de otra manera, rechazaríamos.
Sin embargo, con un poco de estrés hay más que suficiente. El ajetreo y las presiones de la vida moderna provocan que muchas personas permanezcan en un estado de estrés innecesario e incapacitante casi constante. Si nuestro organismo no goza de un estado de salud excelente, algo muy difícil cuando estamos siempre estresados, el resultado será un estado de ansiedad, desequilibrios emocionales y enfermedades físicas.
Si te cuesta lidiar con las situaciones estresantes o sufres estrés crónico, en el capítulo 4 encontrarás consejos para reforzar el sistema nervioso.
Aclarando conceptos
Bienestar. Estado en que se goza de felicidad, salud y prosperidad.
Homeostasis. Estado de salud sostenido en el que todos los mecanismos de autorregulación de los elementos interdependientes de la mente, el cuerpo y el espíritu funcionan de forma armónica (definición extraída de From earth to herbalist [De la tierra al fitoterapeuta], de Gregory Tilford).
Longevidad. Duración larga de la vida de un individuo.
Vitalidad. Capacidad de vivir y desarrollarse; vigor físico o mental; capacidad de resistencia.
No esperes a estar enfermo para utilizar plantas medicinales. La mejor manera de curar una enfermedad es no llegar a contraerla. Existe una maravillosa variedad de plantas nutritivas, tónicas y potenciadoras de la longevidad que pueden y deben tomarse a diario para gozar de bienestar.
Entre las plantas medicinales nutritivas que pueden tomarse de forma regular encontramos la cola de caballo, la pasiflora, el amor de hortelano, la hierba gallinera o pamplina, el trébol rojo y la melisa.
Las plantas tónicas nutren, tonifican, reparan y fortalecen determinados sistemas del organismo. En la tabla de la derecha aparecen varias de ellas y el sistema sobre el que actúan.
Las plantas para la longevidad no hacen que vivamos más, sino que aumentan la calidad de vida, permitiéndonos envejecer mejor. En mi opinión, muchas especies que consideramos malas hierbas son en realidad las mejores plantas medicinales. Son especies resistentes que proliferan fácilmente, y cuanto más se pretende eliminarlas, más felices crecen. Cuando doy clases sobre plantas para la longevidad, pongo de relieve muchas de estas plantas, como el diente de león, la ortiga, la bardana y la avena*, no solo por sus propiedades químicas, sino porque encarnan el espíritu de la determinación de vivir. Suelen gustarnos más las plantas exóticas y vistosas; sin duda, tienen una energía especial. No obstante, las malas hierbas, estas plantas vulgares que crecen en cualquier rincón, son las que potencian realmente la vitalidad y la pasión por la vida. Estas son las plantas de la longevidad; cuando te invade su espíritu tenaz, nutren y fortalecen tu organismo.
PLANTAS Y SUPLEMENTOS REVITALIZANTES
Esta es una pequeña lista de plantas y suplementos para el correcto funcionamiento de distintos sistemas del organismo. Tómalos de forma regular para aprovechar todos sus beneficios.
Órgano o sistema |
Planta o suplemento |
Cerebro |
Ginkgo, centella asiática |
Corazón (sistema cardiovascular) |
Pimienta de Cayena, ajo, espino albar |
Espíritu |
Esencias florales, kava |
Hígado |
Raíz de bardana, raíz de diente de león |
Huesos |
Ortiga, avena |
Músculos |
Fo-ti, sulfato de glucosamina |
Nervios |
Ginseng, ortiga, avena |
Ojos |
Mirtilo, luteína |
Riñones |
Hoja de diente de león, ortiga |
Sangre |
Bardana, diente de león |
Sistema nervioso (vigor y resistencia) |
Fo-ti, ginseng americano, ginseng siberiano |
Los superalimentos son alimentos completos que contienen de forma natural una elevada concentración de nutrientes importantes. Son los suplementos vitamínicos y minerales que nos ofrece la naturaleza, precursores de los suplementos comerciales. Aunque estos últimos cumplan una función importante como agentes terapéuticos, los superalimentos aportan todos los nutrientes necesarios procedentes directamente de la naturaleza. Los suplementos, al igual que los medicamentos, resultan útiles, pero muchos se fabrican con sustancias artificiales, aunque el envase indique lo contrario.
La espirulina es un alga verdiazul que crece en estanques de agua dulce. Muchas culturas la aprecian desde hace siglos como excelente fuente de nutrientes; en Estados Unidos, no obstante, se introdujo tímidamente en la dieta hace solo un par de décadas. Apenas la consumen los clientes habituales de las tiendas de productos ecológicos, y es una lástima, pues a muchas personas les beneficiaría.
La espirulina contiene entre un 55 y un 70 por ciento de proteína en peso. Se considera el alimento vegetal más rico en proteína biodisponible y contiene grandes cantidades de vitaminas del grupo B y ácido gamma-linolénico (GLA). Como fuente de proteína, se sitúa solo por detrás del huevo liofilizado. A la gente no suele gustarle el sabor de esta alga, ¡pero es mucho mejor que el del huevo deshidratado!
La espirulina está disponible en polvo y comprimidos. Yo la recomiendo en polvo por su mejor calidad y precio, pero la mayoría opta por los comprimidos, ya que su sabor les resulta demasiado fuerte. Pueden tomarse a diario entre seis y diez comprimidos o dos cucharadas. Si la tomas en polvo, mézclala en un batido o espolvoréala sobre ensaladas o verduras salteadas.
Muchos consumidores se quejan de su precio, pero a granel sale bastante económica. A mí me gusta la bebida de espirulina de Empowered Herbals. También Frontier Herbs y Trinity Herbs la venden a granel a un precio muy razonable (véase el apartado de Recursos).
«Estos organismos primitivos [las algas] se encuentran entre las primeras formas de vida. En los ácidos nucleicos (ARN/ADN) de la espirulina están codificados 3500 millones de años de vida en este planeta. Las algas aportan la inyección de energía de la esencia primigenia que se manifestó en el origen de la vida».
— Paul Pitchford, Sanando con alimentos integrales
Existen distintos tipos de algas marinas recolectadas en las costas de todo el mundo. Aunque compartan determinados factores nutricionales, sus sabores y texturas son muy diferentes. Si pruebas una y no te gusta, no descartes las demás.
Las algas son el alimento de origen vegetal más rico en minerales, de los que aportan entre diez y veinte veces más cantidad que las plantas terrestres. De hecho, de todos los organismos conocidos, son los que contienen la mayor variedad, y en el espectro más amplio, de los minerales necesarios para el metabolismo humano. Desde hace milenios las culturas más sabias las han utilizado para promover la longevidad, prevenir enfermedades y ganar en salud.
Los diferentes tipos de algas se adaptan a gran variedad de platos. Entre mis favoritas están las hiziki, arame, kombu y dulse. Recomiendo consumirlas varias veces por semana en ensaladas, sopas, platos asiáticos o aliños. Algunas, como la dulse, son agradables incluso para consumir solas como tentempié.
Los diminutos granos de polen, una combinación milagrosa creada por las flores y las abejas, son uno de los mejores alimentos de la naturaleza. Se trata de un producto energizante, que capta la esencia de las flores y la energía de las abejas para transformarlas en alimento para el sistema nervioso humano.
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