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Copyright © 1988 por Hill Hull

Originalmente publicado en inglés bajo el título The Disciple-Making Pastor por Fleming H. Revell, una division de Baker Publishing Group

Grand Rapids, Michigan, 49516, U.S.A.

Todos los derechos reservados.

Primera edición en castellano: 2007

Segunda edición en castellano: 2019

Esta edición es publicada por

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En esta edición, se ha eliminado intencionalmente la referencia específica a la Iglesia de Norteamérica, procurando extenderla a la iglesia en general.

A menos que se especifique, todas las citas bíblicas son tomadas de La Santa Biblia, Nueva Versión InternacionalTM

NVITM Copyright © 1999 por la Sociedad Bíblica Internacional

Usado con permiso. Reservados todos los derechos a nivel mundial.

Ninguna parte de este libro puede ser duplicada, copiada, transcrita, traducida, reproducida o almacenada, mecánica o electrónicamente, sin previa autorización de Ediciones Berea

Editor General: Héctor Hernán Gómez Iriarte

Traducción: Adriana Marcela Aranguren Medina

Diseño de Carátula: Catherine Niño

Diagramación: Inti Alonso

ISBN: 978-958-44-1042-9

Producido en Bogotá D.C., Colombia.

A Randy Knutson, por su amistad y apoyo a muchos de los principios que se presentan en este libro.

Contenido

Prefacio

El Mandato de Ir y Hacer Discípulos

Introducción

Crisis en el Corazón

Capítulo 1

La Necesidad

Crisis y Condición de la Iglesia

Capítulo 2

El Conflicto

El Costo de Hacer Discípulos y las Fuerzas que se Oponen al Discipulado

Capítulo Tres

El Producto

Los Fundamentos Bíblicos para Hacer Discípulos

Capítulo 4

El Papel del Pastor Hacedor de Discípulos

El Perfil y la Misión del Liderazgo de la Iglesia

Capítulo 5

La Labor del Pastor Hacedor de Discípulos

El Modelo, el Significado, el Método y el Motivo para dar a Conocer a Cristo

Capítulo 6

El Compromiso del Pastor Hacedor de Discípulos

Haciendo del Discipulado una Realidad en la Iglesia

Capítulo 7

Las Prácticas del Pastor Hacedor de Discípulos

Cuatro Prácticas que Edifican la Iglesia para Cumplir la Gran Comisión

Capítulo 8

El Pastor como Entrenador

Seis Pasos para Animar a la Iglesia a Cumplir la Gran Comisión

Capítulo 9

Haciendo Que Funcione En la Iglesia Local

Métodos Prácticos que Ayudarán al Cumplimiento de la Gran Comisión

Prefacio

El Mandato de Ir y Hacer Discípulos

No es un secreto que la iglesia organizada hoy día está en problemas. No sólo la institución ha perdido impulso, sino que también ha perdido dirección. A menos que surjan personas que puedan llevar a la iglesia a la renovación –lo cual, al final coloca la carga en los pastores–, existe poca esperanza de que esta situación mejore.

Desafortunadamente, hay pocos líderes y pastores con corazón apostólico. Es más, en demasiados casos, los clérigos en posiciones privilegiadas para guiar las ovejas por sí mismos, luchan con dificultad por la falta de dirección y frustración.

No es para decir que a la iglesia le hagan falta trabajadores conscientes o que nada valioso esté sucediendo en ella. Por lo que podemos ver, toda clase de cosas están sucediendo. Pero me parece que de alguna manera los programas eclesiásticos y los movimientos de membresía no cumplen el propósito de la Gran Comisión. ¿Dónde están los obreros de la cosecha que, obligados por el amor de Dios, están saliendo para hacer discípulos a todas las naciones? Temo que todos los ejemplos de la iglesia del Nuevo Testamento hayan sido velados u olvidados. En efecto, nos hemos desviado tanto del mandato de Cristo que quienes lo toman como modelo para sus vidas, son vistos como fanáticos.

Tal vez, Bill Hull sea esta clase de persona. Convencido de que el mandamiento de hacer discípulos no ha perdido su autoridad o relevancia, él ha tratado de establecer el curso de su ministerio con base en éste.

Este libro describe su pensamiento y lo que significa para la iglesia local. Es bíblico y real, y, aunque el autor no escatima palabras, él escribe con comprensión y compasión.

La experiencia personal de Bill Hull le da a la historia un sentido de autenticidad. Él no habla como un teórico, sino como una persona con experiencia, un pastor activo que ha buscado edificar una iglesia alrededor del mandato de ir y hacer discípulos. La validez de su ministerio se apoya en la forma como la congregación ha crecido en número y visión y cómo ahora se reproduce a sí misma en la asociación de varias iglesias hijas.

Aquí hay un mensaje que quienes aspiran al liderazgo de la iglesia necesitan escuchar y considerar. No todos estarán de acuerdo con sus conclusiones, pero nadie puede leer la historia sin aceptar una nueva perspectiva del pastor discipulador. Para algunos, puede ser el nacimiento de una nueva concepción de ministerio.

Dr. Robert E. Coleman

Introducción

Crisis en el Corazón

Que la iglesia se encuentra en crisis no es nada nuevo. Nació en crisis y se ha mantenido así hasta el día de hoy. Por definición, crisis significa “separar,” “encontrarse en un punto de regreso.” Las crisis exigen que tomemos una decisión, y lo que hace crítica esta decisión es que una equivocación podría llevarnos al desastre.

Cientos de líderes pueden mencionar miles de crisis acontecidas en la iglesia en Estados Unidos. Muchos libros se han escrito y se han enviado mensajes acerca de la crisis en la predicación, el evangelismo, la familia cristiana, la integridad tanto del clero como de los empresarios cristianos. Otros señalan la crisis en las misiones alrededor del mundo, en la educación teológica, en las universidades cristianas y algunos incluso en la muerte lenta de la Escuela Dominical.

La palabra crisis se ha vuelto tan común, que muchos han dejado de escuchar las advertencias de los profetas modernos y sienten gran escepticismo respecto a la validez de esas muchas llamadas crisis. El público cristiano se ha cansado del grito ferviente de sus líderes cuando hablan de la vida al borde del abismo. El cercano apocalipsis de alguna manera parece que nunca se va a materializar; por lo tanto, toda advertencia acerca del destino inminente parece cada vez más como un “aullido de lobo.”

A pesar de tal cinismo, debo insistir en que la crisis en el corazón de la iglesia es más profunda, más amenazante y más importante que cualquier otra cosa. El hecho de que la Iglesia pueda seguir sin ser confrontada con sus divisiones, la coloca en una posición muy peligrosa. Ignorar la crisis es como si alguien con un problema del corazón no lo tratara y se resistiera a reconocer los signos de advertencia: su incapacidad para subir escaleras con facilidad, hacer ejercicios sin sentir fuertes dolores en el pecho o respirar normalmente. La vida puede seguir adelante de forma limitada ante tales circunstancias, pero un día, el corazón de esa persona se detendrá súbitamente y entonces será demasiado tarde para restaurar la salud del sistema cardiovascular enfermo.

Para seguir la analogía de Pablo acerca de que la iglesia es el cuerpo de Cristo, la crisis no se encuentra en una de las extremidades (manos, piernas o pies). En otras palabras, no es directamente una crisis de su función y trabajo, sino de lo que gobierna la habilidad del cuerpo para llevar a cabo su función y trabajo. La crisis se encuentra en el corazón de la iglesia. El sistema cardiovascular de la iglesia, el cual es su parte más trascendental, determina la salud de todo el cuerpo. La condición del corazón y el libre y normal flujo de la sangre a través de las venas y arterias, determina la capacidad del cuerpo para funcionar normalmente.

La iglesia evangélica se ha vuelto débil, blanda y demasiado dependiente de medios artificiales que sólo pueden simular un verdadero poder espiritual. Las iglesias se parecen un poco a centros de entrenamiento para poner en forma a los creyentes y mucho a la sala cardiopulmonar de un hospital local. Hemos proliferado en la autoindulgencia religiosa, el síndrome de “lo que la iglesia puede hacer por mí.” Estamos excesivamente satisfechos con los éxitos convencionales: cuerpos, dinero y edificios. El cristiano promedio habita en la cómoda posición de “Yo le pago al pastor para que predique, administre y aconseje... Yo le pago a él para que me ministre… Yo soy el consumidor, él es el minorista… Yo tengo las necesidades, él me las cubre… ¡Para eso yo le pago!”

Podemos ver esto más claramente en la adoración idólatra de las súper iglesias en Estados Unidos. Entre más grande sea esta y entre más imite en sus métodos al espíritu empresarial norteamericano, será mejor. La seducción es total cuando las iglesias más grandes, más creativas y más “exitosas,” son el estándar con el que medimos a las otras iglesias.

La medida más común de un ministerio grande es el número de personas reunidas en un culto. Si llegaran tres mil personas, algunos podrían decir al instante, “esta es una gran iglesia.” Pero ese tipo de medición tiene dos defectos: el primero, los números como tal no indican lo grande que puede ser un ministerio. Grandes multitudes pueden reunirse en cualquier cantidad de eventos, como linchamientos, huelgas o reuniones de redes de mercadeo.1 La más acertada observación respecto a una gran reunión de la iglesia podría ser: “el número de personas reunidas aquí indica que quienes lideran la iglesia, el pastor y el líder de alabanza, deben ser muy talentosos.” Esta sería una buena y por lo general, una verdadera opinión.

El segundo defecto de tal medición es que usted ha hecho la pregunta equivocada: “¿Cuántas personas hay?” La pregunta correcta es: “¿Quiénes son estas personas? ¿Qué clase de familia tienen? ¿Son honestos en los negocios? ¿Están preparados para dar testimonio? ¿Conocen la Biblia? ¿Están haciendo algún impacto para Cristo en sus lugares de trabajo, en sus vecindarios o entre sus amigos y compañeros? ¿Están ellos haciendo la diferencia en el mundo como Cristo lo espera?” Estas son las preguntas correctas, los temas del corazón y el criterio para determinar la magnitud de un ministerio.

La iglesia evangélica ha perdido el deseo de hacerse las preguntas correctas y el coraje para enfrentar las respuestas. La decisión crítica que enfrenta la iglesia es: ¿Nos comprometeremos nosotros mismos con los temas del corazón? ¿Nos arrepentiremos de nuestras absurdas decisiones y regresaremos al trabajo que Cristo nos ordenó? Pero ¿cuáles son los temas del corazón? ¿Cuál es el sistema cardiovascular de la iglesia?

George Orwell escribió: “Ahora nos hemos hundido a una profundidad en la que la reafirmación de lo obvio es la primera tarea de los hombres inteligentes”. En la iglesia de hoy, lo obvio es revolucionario. Nada es tan traicionero como lo obvio. Entender y ejecutar lo obvio es tan difícil como caminar en una cuerda floja en medio de fuertes vientos. Volver a lo obvio y aplicarlo de nuevo, sacude a la iglesia desde sus cimientos. Cuando usted lo expone, los líderes contaminados asentirán con sus adormecidas cabezas. Cuando usted lo aplica, ellos se burlarán y lo catalogarán como radical, inexperto y paraeclesial.

¿Qué verdad obvia hace que los creyentes se incomoden? Simplemente esta: la iglesia existe para una misión. La iglesia existe gracias a una misión, así como el fuego existe gracias al oxígeno. La iglesia no existe para sí misma. Esto choca de frente con la mentalidad autoindulgente y egocéntrica que domina a los evangélicos. Mire los libros cristianos más vendidos, escuche la televisión evangélica, hable con el creyente común; el tema común es una preocupación por las necesidades que se tienen. Si la iglesia va a obedecer a Cristo, esto tiene que parar. Los cristianos no dejarán de tener necesidades, pero la preocupación y la prioridad dada a las necesidades por encima de lo ordenado por Cristo tiene que detenerse.

El enfoque del personal de una iglesia y de su cuerpo congregacional no es interno, sino externo. La misión de la iglesia es influenciar a este mundo, tal como las parábolas lo exponen: sal, luz, levadura, ejército, embajadores, peregrinos, etc. Todo esto expresa movimiento e influencia. La iglesia crece cuando sus miembros se vuelven más efectivos en influenciar a otros.

Como cualquier crisis del sistema cardiovascular, esta ha dejado a la iglesia débil y dependiente y ha colocado a los pastores en el difícil papel de entrenar a un equipo de baloncesto desde la sala de emergencia de un hospital. Los jugadores deben tratar firmemente de hacer lo mejor, pero claro está, ellos no pertenecerán a la Asociación Nacional de Baloncesto. Tristemente, la iglesia obra con una gran desventaja y, por lo tanto, hoy es mucho menos que lo que Dios ha deseado. Pero esto no necesita ser así y debemos tener el suficiente coraje para enfrentar y cambiar la situación.

¿Cuál es el Remedio?

Sólo una clase de persona influenciará al mundo y el fracaso de la iglesia en producir este tipo de persona es el error que la ha llevado a esta crisis. La crisis en el corazón de la iglesia es una crisis de producto. ¿Qué clase de persona produce la iglesia? El producto ordenado por Cristo es una persona llamada discípulo. Cristo ordenó a su iglesia “hacer discípulos” (Mateo 28:18-29). Jesús describe a un discípulo como uno que todo lo soporta por Él, que es obediente a Él, que da fruto, glorifica a Dios, tiene gozo y ama (Juan 15:7-17).

Esto tiene mucho sentido. La clase de persona que más glorifica a Dios es llamada discípulo. El mandamiento de Cristo a sus discípulos fue “hacer discípulos”, porque los discípulos influencian su mundo. Un discípulo se reproduce a sí mismo, lo cual lleva a la multiplicación y esta es la clave para ganar al mundo y cumplir la Gran Comisión.

El fracaso de la iglesia en el cumplimiento de este obvio mandamiento sólo puede atribuírsele a una intriga diabólica. La crisis en el corazón de la iglesia es que fomentamos hacer discípulos sólo de labios para afuera, pero no lo practicamos. Hemos perdido la integridad de nuestra misión. El sistema cardiovascular del cuerpo no mejorará hasta que cambiemos nuestros enfoques y prioricemos la saludable producción y reproducción de hombres y mujeres que influyan su mundo. El sistema cardiovascular de la iglesia es lo que produce el producto correcto. Cuando la iglesia produzca y reproduzca el producto correcto, como cualquier cuerpo saludable, podrá cumplir su función. Cuando obedecemos la comisión de Cristo, dos cosas buenas suceden: creamos cristianos saludables; y un cristiano saludable se reproduce y el cuerpo crece, entonces se multiplica y el mundo es evangelizado.

No muchas cosas cambiarán hasta que tratemos el tema y creemos la controversia, hasta que la iglesia en Estados Unidos sea desafiada a asumir seriamente la Gran Comisión, hasta que los pastores estén dispuestos a empezar a reproducirse a través de otros, a preparar cristianos que se alimenten por sí mismos, hasta que las congregaciones le permitan a los pastores invertir más de su tiempo en enseñar y entrenar espiritualmente a la minoría, antes que servir a los caprichos y deseos de la desmotivada y desobediente mayoría, hasta que los pastores puedan ser liberados del “excesivo trabajo” evangélico. Debe ser así; no podemos permitir que esto continúe. ¡Esto debe cambiar!

Notas

1 N.T.: Texto original, Reuniones de Tupperware, ha sido cambiado para su comprensión en el contexto hispanoamericano por la expresión genérica para este tipo de encuentros.

Capítulo 1

La Necesidad

Crisis y Condición de la Iglesia

He arrojado el guante. Sostengo que la iglesia evangélica es débil, autoindulgente y superficial, que ha sido discipulada completamente por su cultura. Como dijo Jesús: “El discípulo no está por encima de su maestro, pero todo el que haya completado su aprendizaje, a lo sumo llega al nivel de su maestro” (Lucas 6:40). Aún más, yo creo que la crisis de la iglesia es más de producto, de la clase de personas que se están produciendo. Yo propongo la solución para ser obedientes a la comisión de Cristo de “hacer discípulos”: enseñar a los cristianos a obedecer cada mandamiento de Cristo.

¿Me encuentro solo en mi análisis crítico de la iglesia? Otros más sabios y experimentados que yo sostienen la misma tesis. Elton Trueblood ha dicho:

Tal vez la debilidad más grande de la Iglesia Cristiana actual es que millones de supuestos miembros no están realmente involucrados del todo y lo que es peor, no se considera extraño que no lo estén. Tan pronto como reconocemos la intención de Cristo de hacer de Su iglesia una militancia, comprendemos que una actitud convencional no puede ser suficiente. No existe ninguna oportunidad real de victoria si el noventa por ciento de los soldados no están entrenados ni se encuentran involucrados, pero este es exactamente el punto donde nos encontramos ahora. Muchos alegan que los cristianos no entienden que la lealtad a Cristo significa involucrarnos personalmente en su ministerio, yendo o permaneciendo, dependiendo de la situación.1

La encuesta realizada por Gallup en 1980, indicaba que de los 22 millones de evangélicos que asistían a una iglesia, sólo el 7% habían tomado alguna clase de entrenamiento evangelístico y sólo el 2% había traído a otra persona a Cristo. ¿Qué tanto le gustaría marchar a la batalla con sólo el 7% de sus tropas entrenadas y sólo el 2% con experiencia en el combate? Mientras oro, estos datos han cambiado en ocho años y pensaría que hoy son casi iguales.2

Esto revela la necesidad de hacernos la pregunta correcta: ¿Cómo pueden tres mil personas reunirse a adorar y ser una gran iglesia, si sólo el 7% está entrenado para dar testimonio y sólo el 2% han presentado a Cristo a otra persona? El examen de una congregación, aparte de la santidad personal, es cuán efectivamente los miembros impactan al mundo. Las bancas de las iglesias en Norteamérica están simplemente repletas de esquizofrénicos espirituales, cuyas creencias y conductas no son congruentes y los sermones son acomodados al gusto de las personas.

Los cristianos no están bien entrenados, debido principalmente a que los pastores no han trabajado en ayudar a las personas a hacer lo que Él ha dicho que debe ser hecho. Como resultado de esto, ellos sienten mucha frustración y culpa.

Muchas iglesias crecen por transferencia: la regla del día es la rotación de creyentes. El número real de conversiones a Cristo en algunas “grandes iglesias” ha disminuido notoriamente. En lugar de eso, las iglesias que atraen mayor número de personas son las que presentan intensas prédicas y un gran programa de música. Así, las personas piensan que la iglesia es grande y que el personal hace su trabajo. En realidad, las iglesias con los mejores programas están llenas, como los mejores restaurantes y teatros, debido a que estas divierten.

En la relación entre el clero y el laicado, los clérigos se han convertido en concertistas profesionales y los asistentes en la audiencia. Entre mejor sea la presentación, habrá más gente. Todo esto prueba que las presentaciones excepcionales atraen gente. Pero significa poco más que eso: de ninguna manera reflejan fielmente las prioridades de Cristo por Su Iglesia. Así como Elton Trueblood ha dicho: “La cristiandad barata puede atraer regularmente una gran asistencia el Domingo en la mañana. Es más económico que las personas piensen de sí mismas como espectadores en una presentación”3 Trueblood señala esto cuando enfatiza acerca de cuántos de los que asisten al culto son pre-cristianos y paganos. “Hemos regresado al pensamiento del Antiguo Testamento, en donde vemos sobre todo cuánta gente llega al templo para el ritual. Eso era lo más importante bajo el Viejo Pacto. Mientras tanto, nos olvidamos de las palabras de Jesús: “Pues yo les digo que aquí está uno más grande que el templo” (Mateo 12:6).4 Siempre es posible reunir una multitud, si usted demanda muy poco y les ofrece un buen espectáculo.

Aparentemente, tal clase de éxito nos enceguece ante los temas reales. ¿Son cristianos saludables, se están reproduciendo, están siendo entrenados para hacer discípulos? ¿Qué se le está pidiendo a la gente? ¿Están viviendo y sirviendo en la forma planeada por Dios? El propósito de reunir a los cristianos es para entrenarlos en su habilidad de impactar al mundo.

Mirando a la iglesia cristiana de hoy, George Barna comentó:

Hay un fuerte apoyo entre los cristianos al hecho de que un individuo es libre de hacer todo aquello que le plazca, en la medida en que sus actitudes no hieran a otros. Dos de cada cinco cristianos sostienen que esta clase de pensamiento es apropiado y, de esta manera, rechazan plenamente el incondicional código ético y moral enseñado en la Biblia. Tres de cada diez cristianos están de acuerdo en que nada en la vida es más importante que divertirse y ser feliz. Los cristianos demuestran tal amor al dinero, posesiones y otros objetos materiales, que no puede decirse que su cristianismo gobierne sus corazones. Por ejemplo, más de la mitad de los cristianos creen que nunca tienen suficiente dinero para comprar lo que necesitan, ni tampoco lo que quieren. Uno de cada cuatro creyentes piensa que entre más tengan más exitosos son. El hecho de que la proporción de cristianos que sostienen estos valores sea equivalente a la proporción de no cristianos que sostienen puntos de vista similares, indica cuán insignificante ha sido la cristiandad en la vida de millones de creyentes.5

No sólo son cristianos sin entrenamiento para impactar sus esferas de influencia, sino que también sus valores se han deteriorado. Ahora la diferencia entre cristianos y no cristianos se ha vuelto borrosa y está desapareciendo rápidamente. Mi propia experiencia como pastor sostiene esta tesis. El uso del dinero entre los cristianos, las prioridades de tiempo, las actitudes acerca del trabajo y el placer, el divorcio y el volverse a casar, reflejan cada vez más la cultura que la Escritura. Por lo tanto, la iglesia es débil en habilidades y en carácter.

Cuando Os Guinness dice: “Hemos dejado afuera la sustancia; ya no se trata de la santidad de los santos sino de la vanidad de las vanidades… Adoramos al dios de la barriga, sin ir más allá de nuestra última experiencia;”6 él habla de una falta de fortaleza en la iglesia. Lo encontrado por George Gallup apoya este punto de vista. Sólo el 42% de los cristianos saben que Jesús dio el Sermón del Monte, y muchos lo saben debido a la televisión. Los que pudieron identificar los autores de los Evangelios o recordar los Diez Mandamientos fueron pocos. Los evangélicos muestran una escandalosa falta de conocimiento de la Biblia. La enseñanza y el aprendizaje de la Biblia son diferentes. Entre los pastores evangélicos existe una mayor miopía acerca de este tema. Los sermones no preparan a las personas para vivir eficientemente la vida cristiana. Los cristianos evidencian una seria falta de profundidad tanto en el conocimiento como en la buena experiencia.

Francis Schaeffer nos advirtió: “Este es el gran desastre evangélico –el fracaso del mundo evangélico para sostener la verdad como verdad. Existe sólo una verdad para esto- y se llama comodidad: la iglesia evangélica se ha acomodado al mundo espiritual de la época.”7

Vemos el fruto amargo del desconocimiento bíblico y la comodidad subsiguiente en algunas formas susceptibles. Recientemente, George Barna hizo un estudio entre diez mil jóvenes evangélicos. Los resultados muestran el índice alarmante del deterioro de los valores entre los jóvenes evangélicos que asisten a las iglesias. A la edad de dieciocho años, el 43% ha tenido relaciones sexuales. El 24% considera aceptable el sexo antes del matrimonio. El 39% encuentran normales otra clase de actividades sexuales. El 55% no pudo afirmar que las relaciones sexuales antes del matrimonio estaban mal. Se encontró algo alarmante cuando se les preguntó a quienes habían tenido relaciones sexuales si fueron obligados a tener sexo contra su voluntad y el 47% de los muchachos y el 65% de las chicas dijeron que las habían tenido por su propia voluntad.

El traspaso de valores y prioridades de los padres a los hijos es débil porque la mayoría de los padres que asisten a iglesias evangélicas tienen un sistema de valores acomodado a sus necesidades. No están comprometidos totalmente y, por lo tanto, sus hijos reflejan la misma falta de entrega.

George Gallup dice que, entre los evangélicos, hay un grupo altamente comprometido del 10%. Estas personas llevan la carga y hacen la diferencia. Estos no acomodados son los “esforzados para gloria del grupo.” De ellos proviene el 7% entrenado para evangelizar. Un 10% altamente comprometido significa que el traspaso efectivo de valores opera al 10%.

Desarrollaremos esto más adelante, pero por ahora sólo necesito decir que en verdad lo que hemos sacrificado es el mandamiento de la calidad. A la Gran Comisión se le ha rendido culto, pero no obediencia. La iglesia ha tratado de evangelizar al mundo sin hacer discípulos. La impetuosidad de la naturaleza humana y la presión cultural para lograr rápidos resultados han hecho que los pastores tomen atajos. Pero los atajos no funcionan; la mayoría de las veces terminamos empezando de nuevo. La verdad es que hacer discípulos es el único camino que nos conduce a la evangelización del mundo, porque es la clave para reproducirse y multiplicarse. No vaya por otro lado. Hemos sacrificado el ir y hacer discípulos sobre el altar del éxito cultural, el placer egoísta y la necesidad inmediata. Esta es mi versión del más grande desastre evangélico.

Comparto la opinión del anterior editor de Christianity Today y decano emérito de la Escuela Evangélica de la Divina Trinidad, el Doctor Kenneth Kantzer:

Mi opinión, improbable lo admito, es que lo evangélico se encuentra más débil de lo que estaba hace quince o cincuenta años. Las personas a menudo piensan que está más fuerte ahora porque escuchan más por los medios publicitarios. Ciertamente, hoy tiene más cubrimiento que el que tuvo desde la Primera Guerra Mundial. Así también, los evangélicos tienen ahora un mayor sentido de su propia identidad que la que tuvieron al principio del siglo pasado. Pero la influencia de la fe y la ética evangélica han disminuido en nuestra sociedad. Como cultura, Occidente se está alejando del Cristianismo Bíblico.8

Yo no puedo probar que la iglesia evangélica se encuentra en muchos más problemas de los que digo. Pero estoy satisfecho de compartir mis apreciaciones con estos hombres: Elton Troublood, Donald Bloesch, George Barna, Os Guinness, Francis Schaeffer, Howard Zinder, Kenneth Kantzer, y otros. Hace años escuché a Billy Graham decir que el 95% de los cristianos viven en derrota. Fui escéptico al principio respecto a esa información, pero ya no. Algo tiene que hacerse respecto a la enfermedad de la cristiandad y creo que la solución es obvia. Tenemos que mejorar el producto y producir creyentes saludables, que se reproduzcan e impacten su mundo para Cristo. Cómo hacerlo, es el corazón de esta obra.

El Deseo que Expresan los Pastores

Los pastores quieren hacer lo correcto. No conozco ningún pastor que no desee producir cristianos sólidos. Todos están de acuerdo con la tesis de este libro de que la iglesia evangélica necesita ser revitalizada. Ellos quieren hacer discípulos y ayudar a llevar a cabo la Gran Comisión, pero muchos no saben cómo. Está bien, a mí también me sorprendió. Al principio estaba escéptico acerca de la necesidad de enseñarle a una Iglesia cómo organizarse para hacer discípulos.

Con demasiada frecuencia, los pastores nos hastiamos de seminarios, libros y otras ayudas profesionales, debido a que vemos a la iglesia a través de los limitados lentes del éxito. Comparamos nuestros mayores éxitos en lo evangélico y concluimos que la iglesia se encuentra en perfecto estado. “Mira esas iglesias exitosas; no tienen la filosofía de hacer discípulos. Tienen más personas; mandan más misioneros; cuentan con tremendos programas para casi cada necesidad en la sociedad.” Pero este punto de vista tiene una gran falla, pues al mirar a la iglesia a través de los ojos del éxito, sólo vemos el 5%.

Permítanme ser claro: no espero ir más allá de ese 5% en lo evangélico. Modelos pastorales empresariales altamente talentosos y creativos dominan más que ese 5%. Estos son muy efectivos y Dios los usa mucho para ministrar a las masas y pueden ofrecer unos pocos principios y consejos que ayudan a otros en su trabajo. Pero como modelos, estos hacen más mal que bien. Muchos pastores harían mejor si nunca hubieran oído o estado expuestos a más del 5%.

Este porcentaje enfrenta al pastor promedio con un modelo irreal, inalcanzable, que conduce a la culpa y amenaza su ministerio. La presión de ser como ellos ha destruido a muchos. En lugar de culpar a ese más del 5% por su trabajo, tenemos que darle gracias a Dios por ellos, y dejarlo así. Espero que ese porcentaje superior al 5% adopte la filosofía de este libro, pero ellos no son mi objetivo. Mi mensaje es para el 95% de pastores que quieren edificar iglesias saludables y efectivas. Yo propongo una tesis obvia y simple que pueda ser ejecutada por un pastor con habilidades promedio.

Si medimos la necesidad de ayuda entre ese porcentaje superior al 5%, obtendríamos un promedio bajo. Pero entre el inferior al 95%, existe un ejército hambriento de pastores, dispuestos a absorber el material de ayuda. Yo baso esto en el contacto que tengo con pastores. Después de la publicación de mi primer libro, Jesucristo, el Hacedor de Discípulos, empecé a recibir llamadas telefónicas, cartas y visitas de pastores interesados. Los comentarios fueron generalmente así: “Estoy de acuerdo con lo que usted está diciendo, pero ¿cómo implemento esta clase de filosofía en mi iglesia?” Después de dictar conferencias o conversar con líderes denominacionales, volvían otra vez los comentarios: “Sí, estamos de acuerdo; esto es lo que queremos, pero ¿cómo lo hacemos?” Encontré una gran diferencia entre desear y saber cómo hacerlo. Esto me motivó a hacer tres cosas.

Lo primero fue sembrar una iglesia. En junio de 1984 dejé una iglesia establecida e inicié una en San Diego, California. Mi motivación era ver si instalando el ministerio de hacer discípulos en el corazón de la iglesia, esto funcionaría. Hacerlo requiere de tres cosas:

  1. El pastor tiene que poseer claras convicciones acerca de hacer discípulos y declararlo desde el púlpito como la prioridad principal.
  2. La filosofía y sus objetivos tienen que ser publicados en la literatura de la iglesia y colocarlo en la constitución como criterio para medir el éxito.
  3. La filosofía de hacer discípulos tiene que ser trabajada a nivel del liderazgo de la iglesia. El pastor y los líderes tienen que ser ellos mismos eficaces hacedores de discípulos.

Yo quise que estos principios fueran la base del trabajo y Dios ha bendecido estas prioridades debido a que son las suyas. Hoy la iglesia está creciendo saludablemente y muchos ministros han surgido muy emocionados. De la plantación de la iglesia nació la segunda acción importante, que fue la de reclutar a otros pastores y plantar más iglesias. No quise plantarlas sólo por hacerlo. Quise plantar iglesias que compartieran la misma filosofía de hacer discípulos, que se reprodujeran, que produjeran también un producto saludable y se multiplicaran por todo el mundo. Por lo tanto, nos dimos a la tarea de reclutar hombres que compartieran nuestro pensamiento. Ellos consiguieron el apoyo financiero y nos juntamos en San Diego. Rápidamente aprendí que hasta tanto estos hombres estuvieran de acuerdo con la filosofía, así como otros pastores, ellos no sabrían cómo implementarla. Ellos hicieron las mismas preguntas que obtuve a través de las llamadas telefónicas y las cartas.

Como resultado, desarrollamos un centro que entrenaría a los pastores directamente en sus lugares de trabajo. Empezamos el grupo con diez personas, compuesto por pastores locales y nuestros reclutas. El ambiente de entrenamiento ha sido dinámico y desafiante y enseñar a los pastores en el trabajo, ha exigido toda mi habilidad y aún más. En el futuro, nos gustaría exportar el concepto del centro de entrenamiento para facilitar la plantación de iglesias hacedoras de discípulos en otras regiones.

El entrenamiento es tan valioso para los pastores que la tercera acción fue inevitable. Usted está leyendo el tercer paso, el libro de El Pastor Hacedor de Discípulos. El objetivo de este libro es darles a los pastores la base filosófica y el modelo con el cual ellos pueden implementar el hacer discípulos en sus iglesias. Esta no es la única manera, pero fue la forma como nosotros lo hicimos.

He construido el modelo alrededor de los métodos de entrenamiento utilizados por Jesús. En el Capítulo 9, “Haciendo que Funcione en la Iglesia Local,” llevaremos al lector a través del modelo de cuatro fases que intenta aplicar sus métodos de entrenamiento en la iglesia. La explicación más completa se puede encontrar en mi primer libro, Jesucristo, el Hacedor de Discípulos. El modelo muestra cómo las fases principales del entrenamiento de Cristo pueden obrar junto con los modelos comunes que ya existen en la mayoría de las iglesias. Mi experiencia en enseñarles a otros cómo discipular en la iglesia me ha mostrado que esto requiere dos cosas: El pastor debe tener un sistema de pensamiento y profundas convicciones relacionadas con él; y necesita un modelo, una plantilla de trabajo, un medio para aplicar su filosofía. Este es el propósito del modelo.

Estoy perfectamente convencido de que Dios quiere que el hacer discípulos sea el corazón del ministerio de la iglesia local. Mi experiencia con pastores confirma que muchos de ellos están de acuerdo. Yo no presento un modelo o medio para edificar una iglesia culturalmente exitosa, ni tampoco puedo garantizar que esta clase de enseñanza le dará a usted una iglesia grande. De hecho, le doy buenas razones para creer que, en los pasos iniciales, esta filosofía retrasará su crecimiento numérico. Estoy proponiendo los principios que Dios aprecia en su pueblo y en su Iglesia. Le aseguro que cuando la iglesia le de prioridad a estos principios y los pastores retomen su papel como hacedores de discípulos, la iglesia será saludable y le dará toda la honra a Dios. Así que me dirijo a ese 95% de pastores hambrientos de ayuda que deseen edificar cristianos saludables, dinámicos y obedientes que sólo las iglesias pueden producir.

Existen dos razones importantes que nos impulsan a colocar el hacer discípulos en el corazón de la iglesia. La primera, es la necesidad que se ve en la condición de la iglesia; su debilidad es un mandato para tomar acciones correctivas. La segunda, es que los pastores han expresado firmemente que ellos quieren tomar acciones correctivas y colocar el hacer discípulos en el corazón de la iglesia local. Ellos están buscando un medio y un modelo. Este libro intenta darles ambos. Pero antes de seguir adelante, vamos a considerar algunos obstáculos.

Notas

1 Elton Trueblood, The Best of Elton Trueblood: An Anthology (Nashville, Tenn.: Impact Books, 1979), 34.

2 Gallup poll.

3 Elton Trueblood, “A Time of Holy Dissatisfaction,” Leadership Journal (Invierno, 1983), 19.

4 Ibid

5 George Barna, Vital Signs: Emerging Social Trenes and the Future of American Christianity (Westchester, Ill.: Crossway Books, 1984). Itálicas agregadas.

6 Os Guinness, Gravediggers File (Downers Grove, Ill.: Inter Varsity Press, 1983), 233.

7 Francis Schaeffer, The Great Evangelical Disaster (Westchester, Ill.: Crossway Books, 1983).

8 Dr. Kenneth Kantzer, Christianity Today (Noviembre, 1983)