Jaime Larraín Ayuso
Génesis 3:6-10
El hombre y la mujer fueron creados libres de Temor y Ansiedad.
La entrada del Pecado provocó la Ansiedad.
Falso.
Una Editorial que leyó este libro, me alertó diciéndome que era un texto muy desafiante, político, e irreverente con algunas instituciones, incluso intolerante con algunas ideas. Me sirvió escuchar esos comentarios: Decidí cambiar de Editorial.
¡Cómo un libro sobre el Miedo podría nacer con tanto miedo!!!
Cuando este libro sea publicado, quizás la Pandemia del Covid-19 haya pasado o quizás una nueva vacuna esté comenzando a operar en el mundo. Sin embargo, la Pandemia del Miedo no habrá pasado. El Coronavirus 19 no ha hecho más que activar el Miedo latente y ancestral con el que vivimos los humanos, el miedo a la muerte y el potencial miedo a la extinción. Hemos visto al miedo en plena acción y observado cómo en algunos casos adquiere la forma de prudencia y en otros, de franca negación. El primer grupo, sintiendo el miedo, ha privilegiado el bien común, la solidaridad, y ha optado por asumir la cuarentena no sólo para no contagiarse sino para no ser un contagiador. El otro grupo, negando los hechos, han elegido su propio bien, su derechos individuales por sobre la comunidad, con la tozuda convicción de que los males sólo le ocurren a los demás, nunca a mí.
Pero, la pandemia Covid-19 también ha traído buenas noticias para la humanidad. Todas ellas podrían resumirse en un concepto simple y esperanzador: un incremento de los niveles de Consciencia, asunto que no conlleva necesariamente a una solución de los problemas observados en nuestra comunidad humana. En algunos años más podremos saber si esa nueva consciencia se tradujo necesariamente en cambios reales o si quedó como la rémora de un episodio traumante. Hemos observado durante esta pandemia el cómo el miedo ha dominado la escena, evidenciando nuestra fragilidad, poniendo las cosas importantes en su lugar, haciéndonos conscientes de la frivolidad, de la arbitrariedad de algunos gobernantes que han privilegiado la economía por sobre la salud, conscientes de que no todo se mide en dinero, en rentabilidad, y por sobre aquello, muchos han comenzado a comprender la importancia de la colaboración, de la generosidad, de la empatía, por encima de los legítimos derechos personales.
¿Podremos esperar que lo ocurrido con esta pandemia logre aminorar el miedo a las estructuras opresoras a que está sometida gran parte de la humanidad? ¿Nacerá una confianza en que el mundo puede girar sin la autorización de sus actuales dueños? ¿Encontraremos un sistema de convivencia donde no tengamos miedo a la cesantía, al hambre, a la delincuencia, a la indefensión frente a una enfermedad? ¿Encontraremos la forma de constituirnos responsablemente como una especie que lidera la evolución y no que se sirve de ella codiciosamente? ¿Perderemos el miedo a ser esclavos del miedo, víctimas de la incertidumbre, ilusos futuristas u optimistas de pacotilla?
Quizás el mayor cambio a que podría aspirar la humanidad es a perderle el miedo al Miedo, y este libro apunta a identificar a ese enemigo de la felicidad, a ese gestor de sufrimientos, para que, a cara descubierta, podamos desafiarle y construir una sociedad de la confianza, el mejor antídoto contra los miedos psicológicos que asolan nuestra cotidianeidad.
Un virus, aunque infinitamente pequeño, es algo que existe, que se le puede combatir con distanciamiento o con una vacuna, sabemos que opera en nuestra biología con sus respectivos miedos biológicos, pero el Miedo también deambula en otro formato, en nuestra psique, y es muy resistente, difícil de erradicar, invade silenciosamente nuestras vidas, haciéndose invisible o adornándose de virtudes que lo camuflen o al menos lo disimulen. Sobre la pandemia del Miedo Psicológico hablaremos en este libro. No olvidemos que el Miedo biológico se esfuma cuando desaparecen las causas, y pronto habremos olvidado al Covid-19 pero nuestros miedos psicológicos son más esquivos y astutos: esconden la causa o la disfrazan con la mayor dignidad posible: Así, la persona que se dice tímida sólo está escondiendo un vergonzante miedo al rechazo, atribuye la timidez al carácter y jamás se le oiría decir que está nervioso antes de dar una charla porque tiene un miedo enorme al rechazo del auditorio, a la posibilidad de que le encuentren poco preparado, o superficial, o aburrido, o simplemente tonto. ¡Cuánto miedo vive camuflado entre tanto eufemismo!
El Miedo, como las demás emociones humanas parecen ser parte de nuestra naturaleza biológica, como la de todos los animales y, quizás, de los insectos y de las plantas. En ese ecosistema nos enojamos, nos alegramos, nos entristecemos y también tenemos Miedo.
Sabemos que el desborde de una tristeza podría conducirnos a una depresión o a una porfiada melancolía; sabemos que la ira podría conducirnos a la crueldad, al autoritarismo, a la venganza; sabemos que un exceso de alegría podría llevarnos al narcisismo y la superficialidad, a la ausencia de empatía; sabemos que nuestras vidas navegan de una emoción en otra, a veces en forma consciente de acuerdo al nivel de intensidad de la respectiva emoción y otras, sin sentirlas, casi confundidas en el escenario de los estados de ánimos, estados más prolongados y silenciosos que atraviesan nuestra vida desde que nacemos hasta que nuestra biología se desvanece.
Desde el párrafo anterior hemos comenzado a referirnos al Miedo Psicológico, ya no al miedo biológico que sentimos ante una amenaza o una agresión. El Miedo psicológico es el que abordaremos en este texto, aquel que se fue instalando como una pandemia invisible, afincándose como si también fuera parte de nuestra naturaleza. A diferencia del miedo biológico, que nos ayuda a sobrevivir, el psicológico atenta abiertamente contra la Evolución de nuestra especie, y de la Evolución General.
Acostumbrados, como especie biológica, a que el Miedo es el resultado o consecuencia de un estímulo que proviene de un agresor y que nos pone en peligro de muerte, hemos aplicado esta misma mecánica al Miedo psicológico, sin siquiera dudar que éste, al ser una creación de nuestra mente, podría ser la Causa misma de nuestro sufrimiento. Si el Miedo psicológico no proviene de algo externo sino desde mi mente, ¿qué ocurre para que mi mente lo invente? Ya veremos esa respuesta.
Algo pasó cuando nació el miedo psicológico en paralelo con el biológico, cuando la consciencia de sí mismo y la conciencia del tiempo se hicieron palpables. La consciencia del Tiempo nos hizo conscientes de nuestra muerte, de la incertidumbre, de la finitud y, con ello surgió la angustia existencial. Por otra parte, nos evidenció lo efímero del existir, que nos llevó a concluir que todo esto debiera tener un Sentido o bien, ser parte de algún Plan Divino.
La Consciencia del Tiempo pasado, no sólo nos trajo la Experiencia, los apegos afectivos, los recuerdos, los aprendizajes, sino que también nos legó heridas que muchas veces no han cerrado y que continúan supurando cada día, sin siquiera notarlo, a lo más como un sordo sentido de carencia, de insuficiencia, como si la felicidad o la plenitud fueran para otros. Aquel apego a un Dolor pasado es lo que he definido como Sufrimiento. El Dolor en sí se sana tras su respectivo duelo pero en el Sufrimiento el dolor reaparece como si estuviera ocurriendo de nuevo. Gran parte de nuestras acciones están encaminadas a prevenir la repetición del dolor pero este mecanismo no opera desde la consciencia, por el contrario, se activa en silencio y configura patrones de conducta que con toda “inocencia” configuran nuestra personalidad.
Quizás, debiéramos considerar que, en la evolución de la vida biológica, ocurrió un Despilfarro Evolutivo que nos condujo por un mal camino. Cuando pensamos en la solidaridad, en la empatía, en las células espejo, pensamos que son Aciertos Evolutivos, es decir, “mejoras” en la cadena evolutiva. Y tal como podemos valorar esos aciertos, que no son solamente de tipo ético o valórico sino biológicos, como nos indica la neurociencia actual, podemos constatar que la deriva de emociones tan básicas como el Miedo y la Ira, podrían conducirnos a mejores estratos evolutivos. Pero mientras la evolución avanza con la empatía, es frenada y retardada por el “atávico” miedo. Quizás sea hora de descubrir el sentido, si lo tiene, del Miedo psicológico en la Evolución de nuestra especie.
Como ve, el tema del Miedo nos obliga a integrar filosofía, psicología, neurociencia y todo lo que sea necesario para sacarlo de esa estancada concepción, y dejemos de pensar, al menos durante esta lectura, que el Miedo es inevitable.
Veremos cuáles son específicamente, los Miedos que asolan a la humanidad, tanto en la vida personal como en las sociedades, para luego abordar un potencial salto evolutivo que conduzca al bienestar.
Es contribuir a darle un rostro reconocible, visible, al fenómeno del Miedo, fenómeno que convive con nosotros en el plano personal y en el colectivo. Hablamos del Miedo como un genérico, como una más entre las diversas Emociones humanas, y comentamos sobre lo malo que es tener miedo, que necesitamos eliminarlo, que a veces nos paraliza, que es lo contrario del Amor, en fin hablamos mucho del Miedo pero tenemos serias dificultades para definirlo, para entender cómo opera en nosotros y sobre todo para evaluar objetivamente los estragos en nuestras vidas y en la sociedad. Aún no hemos tomado consciencia de que es una Enfermedad y pareciera que olvidamos que como Enfermedad ésta tiene una Causa, y potencialmente un Remedio.
Puedo imaginar el interés de alguna Farmacéutica por encontrar ese remedio. Tendría 7.766 millones de consumidores fieles y agradecidos. Quizás, en algunas décadas más, la OMS declare al Miedo como Pandemia, quizás.
Sentir Miedo a diario pasa desapercibido por la gran mayoría de las personas. Parece natural vivir así y a lo más aspiramos con Relajarnos, hacer una pausa para sentirnos en paz, en armonía. Haga Meditación, relájese, tome un Ravotril, haga deporte, tómese vacaciones son las recetas para paliar los estragos del Stress, que no es más que una de las manifestaciones del Miedo.
A pesar del título “La Enfermedad del Miedo” , este no es un libro de Medicina ni de Psicología, es un libro sobre Espiritualidad. Entendiendo que la Salud Espiritual es una Salud Holística y por tanto incide en la Mente, en el Cuerpo y en el Espíritu, todo ello en el escenario de la Condición Humana. Con este trabajo detectivesco para encontrar todas las variantes de esta Enfermedad a fin de hacer un mapa que permita derrotar a este enemigo de la felicidad, este libro se propone hacer consciencia de los estragos del miedo en la vida personal así como también en la colectiva. Tras leer este libro, usted estará en condiciones de identificar el Miedo aunque este se esconda, se camufle o se disfrace. Podrá hacerlo en relación a su proceso de auto-Conocimiento, a sus relaciones interpersonales como también le será de gran ayuda para comprender las circunstancias históricas en que le ha tocado vivir. Este libro no es más ni menos que una foto en el devenir evolutivo de la Especie y por tanto, un potencial aporte para avanzar, siempre y cuando decidamos sanarnos de esta enfermedad que aqueja a la Humanidad, sanarnos desde adentro, cada uno. El Aparato Inmunológico Espiritual sabe la respuesta pero está en cada uno de nosotros que le otorguemos la autoridad para intervenir. La mayor dificultad en la Sanación de esta Enfermedad radica en que es altamente contagiosa, a la vez que solapada, masiva y silenciosa. Atraviesa clases sociales, culturas, etnias, es una enfermedad altamente “democrática”, de la cual no escapan ni los ricos ni poderosos. Requiere, por tanto, de ser tratada como una real Pandemia.
Abordaremos la Causa de la Enfermedad del Miedo y tras conocer sus diversas manifestaciones, propondremos una estrategia sanadora, tanto a nivel personal como colectivo.
La proliferación, casi enervante, de frases sabias, citas y consejos en las redes sociales no es casualidad. A medida que aumenta el descrédito de las religiones también aumenta la necesidad de encontrar referentes, guías, directrices, o un nuevo Deber Ser con el cuál lograr sosiego y esperanza. A diario, se publican cientos de frases sabias, las cuales ganan muchos like y los amigos felicitan a quien las publica con frases como “sabias palabras”; “hermoso”; “estoy de acuerdo”.
¿Cuántas de esas frases tendrán un fin proselitista para instalar nuevas ideas y nuevas prácticas y cuántas servirán para arropar algún ego con ínfulas espirituales? ¿Cómo saberlo? Lo que sí sabemos es que el mundo no se encamina siguiendo las directrices de tan sabias palabras y podemos observar que son muy pocos aquellos que las practican a diario. Esto no es un fenómeno nuevo, un resultado de la globalización de las comunicaciones, sino un tropismo cultural propio de la especie humana, el de creer que la verdad existe, que está fuera de nosotros y que, en consecuencia, hay que aspirar a alcanzarla. Y ¿quién tiene esas verdades? En una época, Dios tenía la exclusividad, luego sus representantes en la tierra y ahora, algunos pocos maestros. ¡ Al menos, van en camino a democratizarse!
Hoy, en la Era de las micro celebridades y de un galopante narcisismo, se publican cientos de frases, citando a algún famoso, Einstein, Gurdjieff, Tolle, como si de selfies se tratara. Todos ellos quieren posar investidos con sabiduría espiritual. Más allá de un cierto debate e incluso de algunos insultos, tales frases no generan mayores cambios, como ocurre también con los libros de auto ayuda, plagados de tips que no logran desencadenar un cambio interior. Cierto es también que en algo ayudan y van creando, ojalá, un caldo de cultivo para metas mayores y para preguntas más afinadas. ¿Podríamos esperar que sean efectivos esos mensajes si Jesús o Buda no lo han logrado aún?
Por qué el mensaje de Amor que dejó Jesús no ha germinado? Evidentemente ha crecido la institucionalidad, el Dogma, los Mandamientos, las liturgias, los rituales, pero ¿ha crecido el Amor? La misma pregunta la podríamos hacer al Islam o al Judaísmo, todas nacidas desde Abraham recibiendo el mensaje de Dios. Pero también, y sin hablar de Deidades, podríamos preguntarnos si el Desapego propiciado por Buda, y causante, según él, del sufrimiento humano, ha tenido algún retroceso o más bien ha sucumbido frente al consumismo. ¿Estamos ante un flagrante fracaso de aquello que llamamos Espiritualidad? Ante esta sospecha, algunos postulan que no hay maestros ni gurús, que solamente se trata de “recordar” lo que eres, tu “self”, tu esencia como espíritu. Es decir, nos llaman a aceptar que nuestra identidad es “espiritual” (asunto que es cierto) pero también es un pensar que nos induce a renegar del tránsito que está viviendo el Espíritu, nos invita a rechazar nuestra Condición Humana y nos convoca a a un desapego de lo “material”. La promesa de un cielo Eterno junto a Dios nos alienta a atravesar este “Valle de lágrimas” que es la vida y refuerza la idea Platónica de que el cuerpo (Materia) es la cárcel del Espíritu. Es decir, el Espíritu es mejor que el Cuerpo. ¿Por qué entonces las mayorías eligen lo peor y el hedonismo crece y crece? Quizás lo hacen como contrapunto a la desesperanza y al desprestigio de las promesas religiosas, o quizás el cuerpo sea lo más tangible y real en un mundo de incertidumbres y desconfianzas?
El tema de la obediencia a un Plan Divino, sea de Jahvé o de Aláh, me parece una flagrante contradicción con la idea del Libre Albedrío. En todo caso, si fuera cierto dicho Plan, debiéramos actuar como robots preformateados al servicio de un “algo” que ni siquiera adivinamos. Puedes elegir si aceptar o rechazar el Plan Divino, es el argumento que esgrimen quienes creen que eso es la libertad. ¿No es bastante estúpido rebelarse ante Dios y su Plan Divino sabiendo que la correlación de fuerzas no te favorece? En fin, más allá de esta barbarie teológica, cabe apuntar que la especie humana pareciera necesitar de alguien que le diga por dónde ir. Ya no es Dios ni sus representantes, es facebook con sus frases sabias. Pero así, el mundo tampoco cambia: los niveles de empatía, de solidaridad, aún no superan, ni de lejos, a la intolerancia, la discriminación, el racismo, el machismo, y todo aquello que nos separa, que nos lleva a la violencia, a la guerra. Los niveles de empatía y solidaridad son los mismos que la especie tenía en la época de las cavernas. El desarrollo de la especie es altamente tecnológico, pero muy lejos de ser “humano”.
Gurdjieff, Osho, entre otros, nos hablan de “Estar dormidos” aludiendo claramente a los niveles de Consciencia. Pero ¿cómo una persona con bajos niveles de conciencia va a tener consciencia de que está dormido? Sin duda, el “despertar” a niveles superiores de consciencia está directamente ligado a aquello que he llamado “El Camino de las Preguntas”, de sucesivas preguntas hasta que ya no haya preguntas. Ciertamente esto se aleja del consumismo de frases sabias o de reverencias a algún gurú, por sabio que él sea en su vida. Eckart Tolle nos muestra el apego al Cuerpo del Dolor y ciertamente es un enfoque valioso. Sin duda hay sabios e iluminados y ellos tienen razón cuando te invitan a una búsqueda interior, pero no te plantean cuál es la Causa de tu sufrimiento.
Retomando la idea de Jesús, “Ama al prójimo como a ti mismo”, podemos afirmar que es una frase sabia, incluso podemos agregar que dado que muy pocos se aman a sí mismos y están sumergidos en una auto estima baja, es poco probable que puedan amar al prójimo. La frase es tajante, verdadera, y pone como condición para amar a otros, el amor a sí mismo. Esto, podría sugerir que de mejorar la auto estima en cada uno, los niveles de amor en el mundo crecerían, desencadenando un círculo virtuoso para la humanidad. Pero, ¿por qué el mensaje de Jesús no se ha traducido en evolución real de nuestra especie? Debemos apuntar que esa frase es, técnicamente, un Deber Ser, un mandato a ejecutar y, por cierto, respaldado por su emisor, el hijo de Dios, que indirectamente invita a la obediencia, por una parte, pero tampoco explicita un beneficio tentador para que sea seguido, aunque para algunos la vida Eterna parece apetecible.
Por su parte, el “desapego” planteado por Buda no tiene el carácter de un Deber Ser, sino que se ofrece como una práctica para evitar algo, el sufrimiento. A diferencia del mensaje de Jesús, la Acción de Amar, la propuesta de Buda es Precautoria. Al igual que todas la religiones abrahámicas, el Budismo también nos invita a la “renuncia” de nuestra condición humana para alcanzar la Espiritualidad. Tampoco parece haber tenido éxito esta invitación que, además, no ofrece el premio de estar “junto a Dios hasta el fin de los tiempos”, ya que no hay un Dios , sino que nos ofrece la posibilidad de redimirnos en una sucesión de reencarnaciones o lograr la Iluminación o Satori. A su vez, el concepto de Iluminación es difuso y se nos ofrece como una búsqueda más que un resultado externo.
Decía entonces, que la invitación de Jesús es un Deber Ser, razonable y valioso, y la propuesta de Buda es Evitar el Sufrimiento. En ambas, falta algo. En el caso de “Ama a tu prójimo como a ti mismo” está implícita una posible Causa, la baja autoestima: ¿Cómo podría Amar a otro si no me amo a mi mismo? Sin duda, aquella autoestima baja está cuajada de Miedos, de miedo a no ser capaz, a no ser merecedor, a fracasar, entre otros. Pero la Causa no es una autoestima baja sino que ésta es la consecuencia de algún Miedo, la verdadera Causa.
Y, en el caso del “Apego Budista”, también razonable y verdadero, tampoco ese apego es una Causa sino una Consecuencia de “algo”, de apegarse a lo material, a los deseos. En definitiva, en ambas propuestas, Jesús y Buda, no aparece una Causa que explique y movilice desencadenando cambios y transformaciones.
Es por esto que, tanto los maravillosos mensajes de Facebook, las citas a tanto maestro, los tips para meditar o tener pensamientos positivos, las recomendaciones para una vida equilibrada, etc etc no tienen real repercusión en los destinos humanos, más allá de sentir que al menos algo estamos haciendo, para no sentirnos solos en este caminar por la incertidumbre propia del vivir.
Buscando la Causa, la “Causa Finalis” como dicen los filósofos, donde no haya más Causa, vino una respuesta que no es ni un Deber Ser, ni ético ni espiritual, y tampoco es una renuncia a la Condición Humana que, por cierto, es esa mezcla maravillosa de materia biológica y espíritu, como un crisol de dos dimensiones que conviven para experienciarse mutuamente. Para comprobar si la Causa que le propongo es realmente “La Causa”, aquella que desencadena el Sufrimiento Humano y que es obstáculo para el Amor, le pido que haga el esfuerzo de imaginar aquello que ocurriría en el Mundo y en su vida personal si lográramos extirpar esa “Causa”.
Revise si la Causa última de la discriminación, la intolerancia, el egoísmo, la envidia, la vanidad, el racismo, la autoestima baja, la inseguridad, entre otros males, es el Miedo, en todos sus presentaciones: Miedo a lo diferente, Miedo a Ser Menos, Miedo al Abandono, Miedo al Rechazo, Miedo a Ser Criticado, Miedo a Decepcionar, Miedo al Fracaso, Miedo a la Carencia, Miedo al Desamparo, Miedo a la Autoridad, Miedo a la Incertidumbre, Miedo Existencial a la Muerte. ¡Cuánto Miedo!!!!
De ser así, podemos decir que la Causa Finalis del Sufrimiento humano es el Miedo y no otra cosa. ¿Es posible salir del Miedo? ¿Parece utópico?
Si bien el Miedo es una Emoción Precautoria que nos ayuda a sobrevivir o a tomar resguardos, no menos cierto es que cuando ese Miedo supera los niveles de la Prudencia, se convierte en nuestro enemigo. Me refiero al Miedo Psicológico para diferenciarlo del Miedo Físico, biológico, ese Miedo que nos permite la sobrevivencia. Desde la prehistoria, los Sapiens aprendimos que provocar Miedo en nuestros enemigos nos daba alguna ventaja para imponernos y sobrevivir. Pero no tardamos mucho en usar el miedo para dominar y así creamos el Miedo Permanente como una forma de manipulación que generaba, simultáneamente, temor a rebelarse y admiración hacia el poderoso que ofrecía protección contra terceros. Así, el Miedo construyó las estructuras de Poder, de sometimiento y la aceptación resignada, y también agradecida, de que la vida y el miedo van de la mano. ¿Para qué ahondar en el uso y abuso del Miedo cuando se instala el Temor de Dios, la desobediencia, el pecado, de tal manera que el Miedo se funde con la Culpa? La historia humana está atravesada por el Miedo, pero no por el miedo a los animales o las enfermedades, sino por el Miedo al Hombre. Nos tenemos Miedo y desconfianza como miembros de la misma especie, pero si de algo tenemos que culparnos los humanos es de no rebelarnos al Miedo, de quienes usan el Miedo contra nosotros. ¿Por qué el 1% de la población mundial domina al 99%? ¿Cómo han instalado la cultura del Miedo para evitar la subversión? ¿Cómo nos han convencido de que Carencia es lo normal? ¿Cómo logran mantenerse en el Poder? La respuesta es simple: Alimentando el Miedo, augurando desastres, cesantía, caos., mientras las migajas del desarrollo y la manipulación a través de la tecnología crean la ilusión de progreso, de un sí es posible, de que algún día alcanzaremos lo que ellos han logrado. Otros, menos ambiciosos, ruegan con tener un buen pasar, como si supieran que nos mienten. ¿Cabe una brizna de esperanza frente al Miedo del Hombre por el Hombre? ¿Es posible ganarle al Miedo? Sin duda no es fácil, pero por ahora ya tenemos la Causa, tenemos identificado a nuestro mayor enemigo, probablemente el único enemigo que no sólo produce sufrimiento sino que también ralentiza la evolución humana, obstaculiza una verdadera Espiritualidad. Por esto, basta ya de frases sabias en Facebook, frases que nadie lleva a la práctica, como ocurre con los deseos de año nuevo, que mueren apenas sale el sol.
Si usted ha tenido hijos, es muy probable que haya jugados a aparecer sorpresivamente detrás de alguna ropa o algún mueble, provocando en su bebé de pocos meses un sobresalto (susto) e inmediatamente éste ríe estrepitosamente con una alegría desbordante. Luego, pide que el juego se repita y vuelve a asustarse y vuelve a reír. Esa alegría es la expresión de alivio, de que el susto no entraña ningún peligro. Si el susto no es anulado con la sonrisa cariñosa de la madre o el padre, ese niño siente…miedo, y llora hasta que es tranquilizado con un abrazo protector, o con una frase cariñosa. Este mismo “juego” de asustarse y luego relajarse es la base de muchos films de Terror: un susto tras otro en un in crescendo adrenalínico. Si al Susto le agregamos Suspenso, es decir que no hay espacio de tiempo para relajarse comienza el Miedo a lo desconocido, a algo que no sé qué es pero que sospecho que no es nada bueno. Lo curioso es que el protagonista parece más relajado y lúcido que el espectador que desde su butaca sufre lo indecible.
Durante décadas, el cine de Terror nos “aterró” con monstruos, feos, lentos, imparables, ante los cuales no había salida ni escapatoria. Fue la Era del Miedo físico, el miedo a ser devorado, estrangulado, aniquilado. Zombies, Frankesteins, Jorobados, eran aquellos monstruos que llenaban salas de cine. Los espectadores acudían acompañados y muchos se tomaban de la mano, muchas chicas se dejaban proteger por el abrazo de su novio dándole la oportunidad de mostrarse fuertes aunque éstos estuvieran igualmente aterrados. A pesar del miedo vivido, el público sabía que los zombies no existen y que, en consecuencia, estaban frente a una ficción que terminaría cuando se encendieran las luces del cine. A mayor realismo, más miedo, fue la nueva etapa siguiente del cine de terror: un desquiciado, un psicópata, un poseído, eran más afectivos que un muerto saliendo de su tumba para estrangularte. Pero aún vendría un miedo mayor: el que inspira un ser que parece ser más inteligente que yo, que se anticipa a mis movimientos y también a mis pensamientos, que desencadena una estrategia de aniquilamiento que no alcanzo a descifrar. En definitiva, un peligro al que no podré escapar.
El film Carrie inauguró la aterrante idea de que extinta la amenaza del mal, éste resucitará para continuar sembrando el terror y la muerte. La escena final, cuando aparece, por décimas de segundo, una mano que emerge desde la tumba, es sin duda la mejor escena de toda la película. Posteriormente, el recurso fue copiado hasta convertirse en parte del género. Recordemos el huevo de Tiranosaurio Rex que vemos en la última escena de Jurassic Park, augurando un Continuará garantizado y amenazante. El primer monstruo rápido del cine, tan rápido que lo sentimos fugazmente pero nunca logramos verlo con suficiente detención, es Alien, un “pasajero” que se va apoderando de una nave espacial. Alien es físicamente inubicable, es imprevisible, no responde a la lógica humana pero sabe lo que estas planeando para defenderte y atacarlo, es definitivamente más inteligente que cualquier humano, que yo, y que tiene malas intenciones. En “2001, Odisea del Espacio”, otro ser más inteligente que los humanos no es un monstruo orgánico, es una computadora, Al, que piensa mejor y más rápido, que es capaz de anticiparse a los hechos, aterrante, que decide sobre mi futuro, inexorablemente.
Hay quienes no se pierden ninguna película del género terror (El Aro; Martes 13; Chucky; etc.) o de aquellas de Suspenso-Terror que apelan a lo paranormal (Poltergeist; El Exorcista; etc), sin embargo, hay quienes se niegan a ver ni un solo fotograma. ¿Por qué a algunas personas les atrae el vivir esas sensaciones de Miedo y a otras les repele? Los primeros estarán desafiándose para medir su capacidad de enfrentar a aquello que les atemoriza, o que les aterra? ¿O será que tiene muy clara la diferencia entre ficción y realidad a tal punto que ese Miedo que se siente como una emoción intensa, adrenalínica, va a terminar inevitablemente, o quizás sienta que el protagonista le estará enseñando a ser valiente? En el caso de aquellos que se niegan a ver cine de terror lo hacen porque vivirían la experiencia con un nivel de realismo que se haría insoportable.
Comprar ese Miedo en pequeñas dosis, como opera la homeopatía o una vacuna, equivale al 10% de toda la producción de la industria cinematográfica, y no es menor recordar que films como Jurassic Park facturó U$1.672 millones y Titanic U$ 2.187 millones. El Miedo en dosis vende, y mucho.
Multitudes acuden a los Parque de Atracciones para desafiar la gravedad, el vértigo, un susto tras otro, pero lo hacen sabiendo que será durante un tiempo acotado, soportable.
La adicción al Stress que han cultivado los agentes de bolsa es también una forma de vivir con Miedo permanente, a tal punto que los brotes de adrenalina nunca recuperan los niveles normales, los de la calma, y se convierten en droga, una droga generada por sus propias mentes, y gratis.
El Miedo en dosis no sólo es un generador de dinero sino también una oculta necesidad de algunos para reforzar su auto imagen de fuertes y valientes, para enfrentar, quizás, al miedo de vivir.
Lo grave comienza a ocurrir cuando ya no es un dosis acotada sino que convive con nosotros siempre, sin hacerse notar, en silencio, comandando nuestras vidas, perfilando nuestra personalidad, convenciéndonos que no soy capaz, que no merezco, que fracasaré, que no soy suficiente, que soy menos. El silencio del Miedo es lo que debiera preocuparnos como especie.
¿Cuáles son aquellas Preguntas que debiera responder este Libro sobre La Enfermedad del Miedo?
– ¿Por qué una Emoción como el Miedo, a diferencia de las demás emociones, se ha transformado en una Enfermedad que está afectando a la totalidad de los humanos?
– ¿Cuándo esta Emoción pasa a constituirse como Enfermedad? Y ¿Cómo se adquiere?
– ¿Por qué el Stress no se le asocia al Miedo, sino al cansancio (surmenage)?
– ¿Por qué las personas no “sienten” esta enfermedad sino hasta que llega a manifestarse físicamente como Ansiedad, Angustia, Ataque de Pánico, enfermedades auto-inmunes, entre otras?
– ¿Por qué toda la población mundial disimula tal Enfermedad?
Pero la pregunta más relevante es…
– ¿Por qué el 99,9% de la humanidad no la percibe como Enfermedad?
Este libro nace de la experiencia terapéutica y también de la edad del autor. En ese recorrido, he llegado a la conclusión de que la enfermedad del Miedo es lo que los filósofos llaman Causa Finalis, aquella que ya no tiene Causa. Pero, ¿de qué es la Causa? Sostengo que es la Causa del Sufrimiento Humano.
Otros autores han sostenido que esa Causa del Sufrimiento es el Apego, pero al leer este libro, usted podrá comprobar que detrás del Apego hay una verdadera Causa Finalis del Sufrimiento, y ésta no es otra que el Miedo.
Pero, se estará preguntando: “Se siente Miedo por algo”, en consecuencia ese “algo” debiera ser la Causa Finalis de ese Miedo. Cierto, y abordaremos también ese “algo” que no se constituye aún en una Enfermedad sino que sólo es una “herida”. Tenga en cuenta que mientras una herida no se infecte o se gangrene, no podemos hablar de enfermedad sino de cicatrización, asunto que en el plano psicológico se llama duelo.
Sin duda, ese miedo es la respuesta emocional que nos alerta para que ese “algo” no vuelva a repetirse y, en consecuencia, no suframos. Ese “algo” está descrito en mis trabajos anteriores como parte del Modelo ECO, que sostiene que existe un determinado Dolor Basal que desencadena un respectivo Miedo a que ese Dolor vuelva a repetirse. Por lo tanto, pareciera ser que ese Dolor Basal es la Causa Finalis del Sufrimiento. En estricto rigor así es, pero deberemos considerar que todo esto ocurre en el eje del Tiempo:
– El Dolor Basal sucedió ( pasado), entre los cero y cinco años.
– El Miedo Basal, como consecuencia del Dolor Basal, se creó en paralelo con el Dolor Basal, en el pasado.
– El Dolor Basal NO está ocurriendo en el Presente.
– El Miedo Basal SI está activo en el Presente, alertándonos ( futuro) de una potencial (suposición) repetición del Dolor Basal.
– En consecuencia, y desde la perspectiva sanadora, sólo podemos sanar lo que está ocurriendo en el Presente: El Miedo.
– Será entonces, ¿el Miedo, la Causa Finalis del Sufrimiento?
– Dicho de otra forma: El Miedo es el pegamento que sostiene el Apego al Dolor Basal, constituyéndose en Sufrimiento.
No olvide que en la vida siempre habrá Dolores como parte de la experiencia humana, sin embargo el Sufrimiento o apego a un Dolor va más allá del duelo natural: condiciona nuestro presente y nuestra interpretación de la realidad, a tal punto de que se hace parte de nuestra Tipología de Personalidad.
El Miedo Basal, entonces, es el que desencadena nuestra Tipología de Personalidad como reacción a un Dolor Basal, a fin de Prevenir (futuro) que éste se repita. Al ser parte de nuestra Personalidad, dicho Miedo está Presente ahora, pero lo hace desde las sombras, sin que lo sintamos como Miedo, sin que nuestro cuerpo nos lo indique. No solamente no lo percibimos sino que además, hemos construido diversas creencias que lo camuflan y que lo justifican desde el inconsciente. En consecuencia, el primer paso terapéutico es Identificar ese Miedo que ha determinado nuestra Personalidad y verificar en lo cotidiano el cómo se manifiesta sutilmente. Una segunda fase es el de comprobar, en el Presente, que ese Miedo no tiene sustento, que sólo es una Suposición. Sin duda, estos dos pasos llevan tiempo: con ejercicios y con un reformateo de Creencias podremos “convencer” a nuestro subconsciente de que no hay peligro, que no hay nada que temer, que el Miedo no tiene cabida, dándole así espacio a la Libertad y la Paz.
Dado que hay 9 Tipos de Personalidad (Eneagrama), el esquema anterior deberá ser aplicado específicamente para cada una de ellas. En consecuencia, habrá 9 Miedos Basales, además de otros 8 que llamaremos complementarios y que se manifestarán en diferente orden e intensidad en cada persona, de acuerdo a su Tipología de Personalidad o Eneatipo y sus circunstancias.
Cuándo usted aquilate, tras la lectura de este libro, los estragos que el Miedo produce en nuestras vidas; ¿Cómo condiciona nuestras elecciones, nuestras decisiones?; ¿Cómo influye en la conformación de las Creencias que rigen nuestras vidas?, es que coincidirá conmigo en que el Miedo es una Enfermedad.
En la historia de la filosofía y también en la de la Espiritualidad ha existido una polémica, a veces latente y otras manifiesta, entre Espíritu y Materia. A tal punto ha llegado esta falsa polémica que esos dos componentes de lo humano han pasado a ser enemigos. Ha llegado el momento de Integrar y para ello es necesario redefinir y aclarar cuál es la esencia de un Ser. Mientras algunos continúen sosteniendo que el Espíritu es más que la materia biológica; que ese espíritu anima a un complejo grupo de vísceras, músculos, jugos y secreciones, para que tal espíritu pueda habitar, incómodamente por cierto; mientras afirmen que el espíritu nos acerca a Dios y nuestro cuerpo nos aleja; mientras insistan que hay que abandonar los deseos del cuerpo en aras de una supuesta espiritualidad, estaremos estancados en una concepción de lo humano que no corresponde con la experiencia misma del estar siendo un humano. Por el contrario, aquellos que desprecian ese algo, llamado espíritu, para atribuirle todas sus posibles virtudes a la inteligencia, al conocimiento, tampoco podrán explicar el por qué desde tiempos inmemoriales, las culturas de diversas regiones intuyen que hay algo más que materia biológica. Superstición, ignorancia, alegarán los racionalistas, y aferrados a las leyes de la física, de la química y del mercado, declararán la supremacía humana y sentirán que legítimamente pueden explotar la naturaleza, o depredarla en nombre del progreso.
Ha llegado el momento de integrar lo que ninguna de las dos posturas excluyentes ha podido responder a las grandes preguntas. ¿Para qué un espíritu quisiera encarnarse en un cuerpo para luego rechazarlo e intentar huir de una vida que no es más que un valle de lágrimas? A mi juicio, sería un Espíritu absolutamente estúpido. Y, desde la otra polaridad ¡ ¿Qué sentido tendría el existir, cuál sería el Propósito de la evolución si sólo somos en biología que nace y se muere, a pesar de que ha llegado, evolución mediante, a tener Consciencia de sí misma?
Como ve, la discusión es inconducente. Y lo es porque parten de una errónea definición: Lo humano es la suma de dos partes, el espíritu y la biología. Y desde allí, cada grupo se abanderiza por uno versus el otro. No será mejor que definamos lo humano como una interacción dinámica en que ambas partes participan y experimentan la Dualidad? ¿Será esa lo que podríamos definir como La Condición Humana? Como un tránsito, una experiencia que reúne la Dualidad y la Unicidad?
Pero, hay un problema, si lo vemos como problema: La dualidad la podemos percibir claramente a través de nuestra realidad biológica, desde nuestros sentidos duales, de nuestro mecanismo del conocer (comparar) pero no tenemos el aparataje necesario para tener la certidumbre sobre la Unicidad, el Todo, y sólo podemos “intuir” su existencia. De no existir, nunca tendríamos tal intuición por la Mente De hecho, la Unicidad se manifiesta, traducida a Dualidad por la mente, en cada pensamiento, cada concepto, en la memoria, y todo ello es inmaterial, que se convierte en material a través de emociones, y ordenes que modifican la biología.
Desde esta concepción del Ser, no existe la necesidad de escapar para llegar a Dios, tampoco hay angustia por el sinsentido, aquel que pone el sentido como una meta y no como un experienciar el Estar Siendo ( más que el Yo Soy, que no es más que una visión estática que define una supuesta identidad, localizada en el Espíritu que antecede a la reencarnación).
Este es un libro sobre el Miedo, no sobre filosofía, sin embargo fue necesario despejar, si es que fue posible, esa contradicción, ya que desde ella surge el Miedo: Miedo a no ser lo suficiente ( como indica el Plan Divino); miedo a decepcionar a Dios; Miedo al sinsentido de la vida; angustia existencial, etc. No es menor el definir desde dónde miramos nuestro existir. Propongo mirarlo desde ese bendito mix de La Condición Humana, del estar siendo. Obviamente, esto se diferencia de lo que podemos definir como La Naturaleza Humana. Esta no será otra cosa que aquellos atributos diferenciadores de lo no humano, de otras especies, y que no son ni más ni menos que el resultado de la Evolución Biológica y Psíquica.
Dado nuestro desarrollo evolutivo (como parte del proceso de Complejidad-Consciencia/T. de Chardin), los humanos tenemos Consciencia del Tiempo, y biológicamente estamos premunidos de un sistema de memoria larga. Esta característica, aparentemente irrelevante y que nos parece de lo más natural, tiene consecuencias de gran envergadura. Así como nuestra memoria del pasado nos provee de información (experiencia) para enfrentar el Presente y el Futuro; nos regala recuerdos que inciden directamente en nuestros vínculos afectivos, en nuestros amores y también en nuestros odios. Allí, en la Memoria del Pasado archivamos millones de experiencias y las ordenamos siempre vinculadas a su respectiva Emoción. Algunos recuerdos son vívidos, otros difusos y muchísimos habitan en el subconsciente, conviviendo con Creencias, Juicios, Cosmovisiones, que orientan y/o condicionan nuestro Pensar. Allí, en el subconsciente están la mayoría de nuestros miedos. ¿Cómo sacarlos de la penumbra del subconsciente a la luz de la Consciencia? Ese viaje al sótano es aquel que es necesario hacer para que el Miedo, cual vampiro, se desvanezca con la luz.
De igual modo que nuestra Memoria Larga que nos alimenta con experiencias, recuerdos, afectos, también nos traiciona con los Apegos al Dolor y con ello nos invade el Sufrimiento, así también, los humanos podemos lanzar nuestra mente hacia el Futuro, podemos crear, innovar, especular, planificar, pero también nos hace conscientes de nuestra muerte. Esa Consciencia de la finitud, de lo inmanente, de la incertidumbre es, precisamente, la causa del Miedo Existencial y motivo para religiones y filosofías. Demás está decirlo que en la lucha por superar la incertidumbre y lograr aquello que las Expectativas que inventamos se cumplan, muchos humanos caen en la trampa de querer Controlar la existencia, sea con normas o con un Deber Ser que pudiera evitar el descontrol.
En definitiva, que nuestra especie tenga consciencia del Tiempo permite un desarrollo exponencial respecto de otras especies, pero su mal manejo nos podría llevar a la extinción. De los Miedos derivan muchos males, entre humanos y contra la Naturaleza.
De la Consciencia del Tiempo también se derivan otras características propias de lo humano: Ser Creadores, Investigadores; Curiosos, Transformadores. Y sin duda, la característica particular de la especie: Hacerse Preguntas. Quizás la frase de “Pienso luego existo” debiera ser modificada, elevando la vara, por un “Pregunto, luego existo”.
Pero que es el “existir” sino el tener Consciencia del Estar Siendo en la Condición Humana.
A diferencia de otras especies, los humanos condensamos experiencias, vividas o escuchadas, en Creencias, en frases cortas que pretenden interpretar con certeza la realidad externa, la vida, la sociedad, el universo. Las Creencias, correctas o equivocadas, son un mecanismo de respuesta automática, una Programación para poder responder con celeridad al mundo exterior. El problema universal es que una vez instaladas las Creencias, archivadas en el subconsciente, son difíciles de cambiar, y siempre se defenderán por sobrevivir en nuestro archivo de memoria. Salvo una crisis, o un hartazgo lograrán removerlas, levantando el polvo de la incertidumbre, la duda y las consecuentes preguntas que el Dudar nos ha sugerido para encontrar una solución.
Otro aspecto de la Condición Humana son la Emociones. Si bien muchos animales tienen y sienten emociones, el animal humano tiene la posibilidad de procesar esa información. Desgraciadamente, la mayoría de la humanidad no las procesa adecuadamente, dejándolas a merced de creencias, auto relatos y auto estimas insanas. Unos pocos, usan la información de las emociones para hacerse preguntas, para conocer aquello que sucede en el subconsciente, para sanar sufrimientos. Un verdadero aprovechamiento de este regalo evolutivo debiera ser el de usarlas como los “Sensores del Alma”, a la par de los Sensores del Cuerpo, los 5 Sentidos. Sin duda, son los artistas los que mejor uso hacen de las emociones para expresar y comunicar en un lenguaje particular, aquello que ocurre allá, adentro. No puedo menos que recordar la pintura de Munch, “El Grito”, y cambiarle su título por “El Miedo”, porque además de ser un grito psicológico, éste ocurre simbólicamente en un puente, a medio camino, en la incertidumbre.
Sobre el tema de la naturaleza humana hay mucho más que decir, pero a mi juicio hay que intentar alguna precisión. Me refiero a esas definiciones globalizadoras que afirman que el Pensar es lo propio del Humano. Si fuera así, estaríamos ante un muy pequeño grupo que realmente Piensa y ante una mayoría aplastante de seres que “reaccionan”, que sólo interactúan con la llamada “realidad” intentando hacer Match entre lo que perciben y aquello en lo que ya creen, aquello que aceptan o que rechazan, jugando a los “likes” mentales. En consecuencia, el Pensar no es garantía ni suficiente, hay que pensar bien. ¿Somos el Homo Habilis o el Homo Tecnologicus a juzgar por el nivel de herramientas y de tecnología o somos el famoso Sapiens, el que sabe, el sabio?
En 1758, Linneo acuñó el concepto de Homo Sapiens, pero poco Sabio ha demostrado ser el primate que somos. En consecuencia, quizás debiéramos buscar una definición lo suficientemente amplia para incluir a todos los humanos y lo suficientemente precisa para percibirla como verdadera. Le propongo una definición, que a primera vista parece complicada y hermética pero que al ser desmenuzada, podría tener sentido, tanto desde la filosofía, de la ciencia y desde la Espiritualidad (recuerde que no intento convencerle de nada).
“Somos Pasajeros en tránsito por la Condición Humana”.
Y ¿qué significa esto?
– La Condición Humana es la permanente interacción entre lo Dual (Tiempo/ Biología) y la Unicidad (Pensar, Consciencia).
– De allí se forman las Creencias, los Miedos, los Conceptos, los Símbolos, que habitan en el subconsciente.
– El Consciente accede al subconsciente, activando la memoria a través de estímulos, preguntas, emociones.
– Somos Pasajeros porque siempre estamos siendo, experimentando, construyéndonos. No Soy (Pasado) sino que Estoy Siendo (Presente).
Me permito citar:
“Sartre considera queno existe la naturaleza humanaépocas. Sartre rechaza la existencia de una naturaleza espiritual o física que pueda determinar nuestro ser, nuestro destino, nuestra conducta. Para élpersonalidad.