Joan Cwaik
Cwaik, Joan El dilema humano / Joan Cwaik. - 1a ed - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Galerna, 2021. Archivo Digital: descarga 1. Tecnologías. I. Título. CDD 601 |
© 2021, Joan Cwaik
©2021, RCP S.A.
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Diseño de tapa e interior: Pablo Alarcón | Cerúleo
Ilustración de tapa y páginas interiores: Azul Portillo / @azulportillo
Fotografía de contratapa: Mariano Michkin
Digitalización: Proyecto451
ISBN edición digital (ePub): 978-950-556-813-0
“El Dilema Humano” es un ladrillo fundamental en la construcción de nuestro real entendimiento del momento bisagra que estamos viviendo como humanidad. Joan Cwaik, además de un gran amigo, es el profesional indicado para ilustrarlo, y este libro es la viva prueba de ello. Disfruten.”
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MATEO SALVATTO / @MATEONS
Co-Fundador de Asteroid, autor de La Batalla del Futuro.
“¿Cómo definir a Joan Cwaik? Yo diría que es un adelantado.Alguien que no solo nos abre la mente sobre los cambios tecnológicos que ya están entre nosotros, como lo hizo en su libro 7R (Conecta, 2020), sino que nos prepara para el futuro.
En este, su nuevo libro, une su conocimiento tecnológico con la disrupción que la tecnología genera en las personas. Un libro imperdible, tanto como su autor.”
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ANDRÉS HATUM, PHD. / @AHATUM
Profesor de la Universidad Torcuato Di Tella. Autor de
INFIERNO: Líderes y Organizaciones que Matan (Vergara, 2021).
Para aquellos que me inspiran
y me siguen desafiando a diario.
Para aquellos que alguna vez
me debatieron e hicieron dudar.
Fundamentalmente, para mí.
“Ahora bien, un humano enfrentado con una imposibilidad, responde frecuentemente con una retirada de la realidad; penetra en un mundo de engaño, entregándose a la bebida, llegando al histerismo, o tirándose de un puente.
Todo esto se reduce a lo mismo, la negativa o la incapacidad de enfrentarse serenamente con la situación.
Y lo mismo ocurre con los robots.
Un dilema, en el mejor de los casos, creará un desorden en sus conexiones; y en el peor, abrasará su cerebro positrónico sin reparación posible.”
ISAAC ASIMOV, Yo, Robot, 1950.
Frente a las distopías aterradoras que se vislumbran en el futuro, el primer remedio es del orden de la voluntad: rebelarse frente a la idea de la inevitabilidad de la decadencia. El segundo remedio es del orden de la razón: lo contrario a la decadencia es el progreso, que tiene como dínamo el conocimiento. Solo el saber —expresado luego en sus múltiples consecuencias, desde el poder hasta la legitimidad, pasando por toda forma de producción de valor— crea soberanía.
Rebelarse a la inevitabilidad de toda forma de miseria, asociando mayoritariamente el error a la ignorancia más que a la maldad, exige incorporar saberes de los otros; el conocimiento es siempre un proceso dialéctico que precisa del disenso mutuo para producir síntesis y progresar.
El postcoronavirus podrá ser vivido por mucha gente como una forma de renacimiento, un nuevo inicio que motivará balances y cambios de hábitos y comportamientos.
La revista The Economist consultó a cincuenta expertos y agrupó sus coincidencias, que se podrían sintetizar en: el trabajo a distancia llegó para quedarse, las oficinas gigantes se vaciarán, la mitad de los hoteles de trabajo cerrarán porque la convenciones y juntas pasarán a realizarse por videoconferencias, las casas se adaptarán para pasar a ser también lugar de trabajo y se mudarán más lejos de los centros urbanos al no tener que cumplir tareas presenciales, la productividad no dependerá más de un jefe que controle, sino de plataformas que medirán la cantidad o el resultado del trabajo, dará lo mismo que el personal sea nacional o extranjero, toda actividad repetitiva se transformará en suscripción (desde consumo de medios hasta el gimnasio), el turismo por entretenimiento regresará fortalecido por el deseo de ser parte de lo real y experimentar algo auténtico en un mundo cada vez más virtual, la gente preferirá pagar por servicios antes que regalar sus datos: “Las grandes marcas hoy valen por su credibilidad, todo se podrá copiar o replicar menos el prestigio”, para 2024 la Inteligencia Artificial sustituirá millones de trabajos generando una ola de despidos globales, no por razones cíclicas, sino estructurales de la economía, la educación no volverá a ser cien por ciento presencial y tendrá un modelo híbrido con su complemento a distancia, la medicina tampoco será solo presencial: una consulta por videollamada será progresivamente más habitual, el consumo se modificará: se venderán menos productos de lujo, se pagará por servicios que hoy se consumen gratuitamente y se ahorrará más.
Otros pronósticos para 2024 indican que el comercio virtual superará al físico, se vaciarán los shoppings y la mitad de los locales: Facebook, TikTok y YouTube saldrán a competir con Amazon y Mercado Libre. En contraposición a esta tendencia, todo lo que sea natural y saludable será más valorado: “Producir los propios alimentos, meditar y ejercitarse pasan a ser parte del día a día”, ser sano será el nuevo lujo, consumir lo local y lo reciclado será lo políticamente correcto.
Paralelamente, Backslash, el área cultural de la agencia de publicidad mundial TBWA, cuya filosofía es ser disruptiva, pronosticó cuarenta cambios culturales para el fin de la pandemia a comienzos de 2021, año al que llama ‘año cero’. Coincide con The Economist en “un redescubrimiento de lo local y de nuestras raíces, la vida simple ya no se considerará un sacrificio”, también en la revalorización de la privacidad frente a la extracción de datos personales a cambio de servicios gratuitos, “la división entre lo online y la vida real está más difusa que nunca”, y concluye previendo que empezó un proceso de sustitución del perfeccionismo y consumismo por una aceptación de los propios defectos con el crecimiento de valores como sustentabilidad, inclusión y equidad.
La mirada de Backlash es más optimista que la de The Economist porque omite el costo de la pérdida inicial de los trabajos que generará la disrupción tecnológica. Aun para los más optimistas que defienden la teoría de la homeóstasis del sistema económico, por el cual siempre se crearán trabajos nuevos para satisfacer nuevos deseos que sustituirán los extinguidos, habrá un interregno en esa transición. En el siglo XVIII, la aparición de la máquina a vapor, que dio comienzo a la era industrial, produjo una generación completa de trabajadores desocupados hasta que la propia producción de riqueza creó las nuevas necesidades y sus empleos. Con la velocidad del siglo XXI no sufrirá una generación entera la desocupación, pero durante cierta cantidad de años habrá una tensión entre destrucción y creación de empleo, y administrarla será el gran desafío de la política y todos los gobiernos.
Diferentes previsiones coinciden en que la ciencia nos va a importar más que nunca, en que los liderazgos del tipo arriba-abajo (autoritarios) quedarán obsoletos, y en que habrá una reversión del individualismo: después de treinta años del fin del sistema económico comunista, el mundo buscará un nuevo contrato social ante la regresiva concentración de riqueza. En 1990 el uno por ciento más rico de la población capturaba el diez por ciento de la riqueza total y el 90 % más pobre apenas el 35 %, mientras que en 2020 el uno por ciento más rico pasó a capturar el 20 % de la riqueza, duplicando la concentración en tres décadas.
El impacto de la pandemia en la gente durante el último año generó un cisma emocional y social cuyas consecuencias están por verse, y, mientras tanto, un cambio a la velocidad de la luz se está produciendo aquí y ahora.
Cuando en 2020 el coronavirus emergió en el mundo, para el rabino inglés más influyente, Jonathan Sacks, “fue lo más cercano a una revelación que tenemos los ateos, llevamos más de medio siglo avanzando sin rumbo fijo” y de repente “nos enfrentamos a la fragilidad y vulnerabilidad de la situación humana”. Difícilmente el mundo volverá a ser el que era antes de la pandemia. Como viene demostrando la historia, las decisiones que se tomen durante las crisis pueden moldear el mundo durante las próximas décadas. Una experiencia compartida cercana a la muerte puede ser una oportunidad para aprender y evolucionar.