(enero-marzo 2021)
Cuadernos de cultura crítica y conocimiento
SEGURIDAD
Y
ASUNTOS INTERNACIONALES
Número coordinado por:
Alberto Lozano Vázquez y Abelardo Rodríguez Sumano, Universidad del Mar, Campus Huatulco (México) y Universidad Iberoamericana (México)
Número dedicado a la memoria
de la
Doctora Mónica Trujillo López
Dirección editorial
Jaime Labastida, José María Castro, Adolfo Castañon, Dídimo Castillo y Carlos Díaz
Consejo Científico Asesor
Tomas Albaladejo (Universidad Autónoma de Madrid): área Teoría de la Literatura | Anna Busquets (Universitat Oberta de Cataluyna): área Bussines, Relaciones Internacionales y Comercio | Nicolás Caparrós (España): área Psicoanálisis | Daniel Cassany (Universitat Pompeu Fabra): área de Didáctica| Adela Cortina (Universitat de València): área Filosofía | Teresa Ferrer Valls (Universitat de València): área Literatura y Teatro | Edward Friedman (Vanderbilt University): área Literatura y Estudios Culturales | Miguel Ángel García (Universidad de Granada): área Literatura | Javier Garciadiego (UNAM, El Colegio de México): área Historia | Luis Íñigo Madrigal (Chile):área Literatura Colonial | Miguel León-Portilla (UNAM. El Colegio Nacional. México): área Historia Pensamiento y Literatura Náhuatl | Reyes Mate (CSIC. España): área Filosofía, Memoria y Holocausto | Josep Joan Moreso (Universitat Pompeu Fabra): área Derecho y Filosofía | Ricardo O. Moscone (Argentina): área Psicoanálisis | Rosa Navarro Durán (Universitat de Barcelona): área Literatura | Anastacio Ovejero (Universidad de Valladolid): área Psicología Social | Gloria Pérez Salmerón (Biblioteca Nacional. España): área Biblioteconomía y Documentación | Evangelina Rodríguez Cuadros (Universitat de Valencia): área Literatura y Teatro | José Sarukhán (UNAM. México): área Ciencias Naturales. Ecología | Jaime Siles (Universitat de Valencia): área Estudios Clásicos, Poesía y Arte | Lorenzo Silca (España): Escritor | Juan José Solózabal (Universidad Autónoma de Madrid): área Derecho Constitucional | Jenaro Talens (Universitat de Valencia): área Teoría de la Literatura | Jorge Urrutia (Universidad Carlos III de Madrid): área Literatura | Eliseo Valle (University of Virginia-HSP): área Ciencias de la Educación | Teun Van Dijk (Universitat Pompeu Fabra): área Lingüistica y Periodismo | José Luis Villacañas (Universidad Complutense de Madrid): área Filosofía.
Edición y realización Anthropos Editorial, Nariño S.L. |
Características técnicas ISSNI: 2385-5150 |
Impresión Lavel Industria Gráfica, S. A. Madrid |
siglo xxi editores
CERRO DEL AGUA 248, ROMERO DE TERREROS, 04310, CIUDAD DE MÉXICO
www.sigloxxieditores.com.mx
siglo xxi editores, argentina
GUATEMALA 4824, C1425BUP, BUENOS AIRES, ARGENTINA
www.sigloxxieditores.com.ar
anthropos editorial
LEPANT 241-243, 08013, BARCELONA, ESPAÑA
www.anthropos-editorial.com
Revista indexada en las siguiente bases de datos:
MLA; RESH; ISOC; MIAR; SCOPUS; ULRICH’S DICE; CIRC; LATINDEX; REDINED; DIALNET; SPI-CSIC
Impreso en España Printed in Spain
Todos los derechos reservados. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Dirijase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 917021970/932730447).
SUMARIO
PRESENTACIÓN
Alberto Lozano Vázquez y Abelardo Rodríguez Sumano
ARTÍCULOS
Feminismo y seguridad: ¿(in)seguridad para quién?
Mónica Trujillo López
La seguridad desde las teorías de relaciones internacionales
Alberto Lozano Vázquez
Pandemias, epidemias y seguridad, Celina Menzel
La seguridad desde una perspectiva de género
Marianne H. Marchand y Adriano E. Romero Dueñas
Movimientos sociales y seguridad internacional, Laura Carlsen
Seguridad alimentaria, Olivia Sylvester
La seguridad en la era digital: la complejidad de la ciberseguridad
Yadira Gálvez Salvador y Juan Manuel Aguilar Antonio
Seguridad y filosofía, José María Filgueiras Nodar
Geopolítica crítica entre la vida y la muerte: repensando las agendas multidimensionales de la seguridad socioambiental
Jaime Preciado Coronado y Mario Edgar López Ramírez
Covid-19: dilemas de la cooperación internacional, Élodie Brun
Terrorismo en el siglo XXI: evolución, estado actual y tendencias futuras, Mauricio Meschoulam
Biopolítica y gubernamentalización del miedo en la «guerra contra el terror», Isidro Morales
La masacre de El Paso, Texas: la supremacía blanca y el presagio de un quiebre civilizatorio, Abelardo Rodríguez Sumano
Basura orbital y seguridad, Carlos Gabriel Argüelles Arredondo
China y su política de seguridad nacional: ¿hacia una nueva carrera armamentista?, Roberto Hernández Hernández
Rusia: actor clave de la seguridad internacional en el siglo XXI y su nueva rivalidad con Estados Unidos
Ana Teresa Gutiérrez del Cid
India y su gran estrategia en un mundo dinámico, Sarang Shidore
COLABORADORES
Ventas y suscripciones
REVISTA ANTHROPOS
Lepant, 241-243, local 2 08013 Barcelona (España)
Tel.: (34) 93 697 22 96
comercial@anthropos-editorial.com www.anthropos-editorial.com
Suscripción año 2021 (N.os 258 a 261)
Precio sin IVA: 69,23 € Precio España (IVA incluido): 72,00 €
Gastos de envío:
Europa: 20,00 €
Otros países: 25,00 €
Precio ejemplares sueltos |
Características técnicas |
Próximo número
259 ¿Español o Castellano?
Presentación
El presente volumen da cuenta de lo multidimensional que es la seguridad para la humanidad a inicios de la tercera década del siglo XXI, con todos los retos que eso pudiera significar en términos de administración y políticas públicas, presupuestos limitados e intereses políticos contextuales. Siendo multinivel y multisectorial, la seguridad es tal vez el bien público más importante y urgente de alcanzar en distintas sociedades a nivel mundial, lo cual lo convierte en un tema altamente relevante para todas y todos los habitantes del planeta.
Cada uno de nosotros, muy probablemente, hemos padecido distintas amenazas visibles a través de diversas manifestaciones en los ámbitos de género, de los movimientos sociales, de los alimentos, del ciberespacio, de las pandemias, del medioambiente, del terrorismo, de la biopolítica, del supremacismo blanco y, aunque en menor medida, de la basura orbital, entre muchas otras. Además del análisis de cada uno de estos temas, éste número ofrece propuestas de cómo se puede abordar la seguridad como objeto de estudio desde las Teorías de las Relaciones Internacionales y, relativamente de forma novedosa, desde la Filosofía: la globalización y lo globalizador de las amenazas hacen que teorizar y filosofar sobre la seguridad sean tareas que no deben cesar.
Teniendo como ventanas de observación a los Estudios de Seguridad Internacional —subcampo de la disciplina de las Relaciones Internacionales— y a la Ciencia Política, este número contiene también tres trabajos que ofrecen un análisis de la seguridad en términos geopolíticos a partir de los casos de China, Rusia e India, potencias con un protagonismo innegable en el escenario internacional contemporáneo.
Es preciso mencionar que los trabajos contenidos en este número 258 de la Revista Anthropos fueron publicados previamente y forman sólo una parte de la obra «Seguridad y Asuntos Internacionales», publicada por Siglo XXI Editores y la Asociación Mexicana de Estudios Internacionales (AMEI) en 2020. La obra completa, que se puede adquirir a través de las plataformas de Siglo XXI Editores, cuenta con un total de 80 trabajos contenidos en 8 secciones del libro, que desagregan a la seguridad en teorías, dimensiones, inter-disciplinas, las Américas, amenazas, instituciones, regiones y política mundial.
Con esta contribución buscamos proveer de una visión de conjunto, amplia e integral de la seguridad y los asuntos internacionales, para estimular su análisis y comprensión en la academia, la toma de decisiones, la diplomacia y el público en general interesado en —y afectado por— los temas de inseguridad contemporáneos.
* Coordinadores del número.
El análisis feminista en general, y en especial en los Estudios de Seguridad, tiene como objetivo explorar cómo la (in)seguridad afecta, es influida y reforzada por la construcción política/social/cultural de la subjetividad de género. Con ello, pretende mostrar que las amenazas a la seguridad de las mujeres tienen implicaciones más profundas que sólo «recuento de daños» o la inclusión (o no) de las mujeres en los espacios de la alta política relacionados con asuntos militares, guerra o de seguridad nacional. Tanto en las Relaciones Internacionales (RI) como en los Estudios de Seguridad (ES) existen relaciones de poder (evidentes o no) que implican el dominio de una persona, una agenda, un asunto sobre otros y por lo tanto a qué/ quiénes se presta atención. En la práctica, esto se convierte en política pública o en (in)acción.
El enfoque de género como construcción social y cultural de lo que es femenino y masculino permite plantear preguntas de manera efectiva sobre cómo se relacionan hombres y mujeres, qué papel deben desempeñar y cómo éste es constitutivo de la teoría, práctica, funcionamiento y análisis en el proceso de la (in)seguridad global (Tickner, 1992; 2001; Peterson y Runnyan, 1999; Tickner y Sjoberg, 2010; Steans, 2013). El análisis feminista se volvió más incluyente y amplio mostrando que no se limita sólo a las mujeres, es decir, el género no es igual a mujer. No sólo se enfoca en su condición, también en los significados que esto supone en determinados contextos, experiencias, identidades e interseccionalidades, ampliando las posibilidades de análisis que ayuden a visibilizar cómo en los problemas de (in)seguridad están implícitas relaciones de poder binarias, con esquemas occidentales, heteronormativos, masculinos. Advertimos que no se profundizará en la discusión sobre las implicaciones de género pues hay un capítulo dedicado a su análisis y a la profundidad de este aporte.
Existen diversas preguntas feministas sobre seguridad: ¿por qué quiénes toman decisiones o establecen las agendas de seguridad son más hombres que mujeres? ¿Por qué en ciertos contextos las mujeres están más expuestas a la inseguridad? ¿Ser mujer representa sesgos de (in)seguridad en ciertos escenarios? Una constante de la discusión feminista gira en torno al dilema ¿las mujeres quieren tener la oportunidad para ser incluidas en las estructuras de seguridad o buscan transformarlas radicalmente? (Ferguson y Naylor, 2016). Las respuestas son complejas y no hay un consenso. Sin embargo, partiendo de la idea de que lo personal es internacional/global y viceversa —en general— cuestionan la concepción clásica de la seguridad (enfocados en las causas de la guerra y la paz), con lo que se identifican también con los estudios críticos de seguridad (ECS).
Por cuestiones de espacio no es posible detallar la diversidad de enfoques en los planteamientos feministas sobre la (in)seguridad y agotar sus aportaciones.1 Asimismo aclarar que, aunque las mujeres enfrentan particulares situaciones de (in)seguridad en ciertos contextos, el feminismo no niega el problema que enfrentan otros grupos vulnerables (hombres, niños, y de diversas identidades y sexualidades), es decir, no se pretende proponer cierta jerarquía en los problemas de seguridad pero sí poner atención en algunos que frecuentemente experimentan las mujeres que permanecen «invisibles».
El capítulo consta de cuatro partes. La primera destaca la contribución general de mujeres y feministas a los ES. La segunda, sitúa los Estudios de Seguridad Feministas (ESF). La tercera aborda la violencia, la guerra y la paz. La cuarta establece una reflexión más amplia sobre la seguridad.
Los trabajos feministas sobre la seguridad internacional no son nuevos, el tema es fundamental (Tickner, 1992; Enloe, 2014; 2000; Peterson y Runnyan, 2014; Sjoberg, 2016) y, al igual que en ri, su análisis se ha desarrollado desde una variedad de enfoques, teorías y métodos. El feminismo, casi desde su fundación «oficial», desarrolló teorías y movimientos durante los siglos XIX y XX, tomando relevancia en la política internacional especialmente con la paz (Peterson y Runnyan, 2014: 142) y el desarme. Las discusiones de las mujeres y feministas sobre el significado de la seguridad en términos de guerra y militarismo dejan ver grandes divisiones. Las de clase media occidentales se enfocaron a temas de guerra nuclear; las del tercer mundo, en términos más amplios, argumentan que a la violencia estructural sí se tiene que agregar el imperialismo, el sexismo y el racismo (Tickner, 1992: 54-55). En lo que están de acuerdo es en la crítica a la concepción clásica de la seguridad enfocada al Estado nación, cuyas amenazas internas o externas implican el uso de la fuerza y la defensa de la integridad de su territorio con sus respectivos «daños colaterales». Por lo tanto, la seguridad carece de significado si no está basada «en la inseguridad de los otros» (p. 55).
En la Posguerra Fría, teorías feministas en RI integraron la categoría de género para analizar la seguridad internacional y su impacto en la vida de las mujeres, reexaminando conceptos clave como el del Estado, la soberanía y la seguridad (Tickne y Sjoberg, 2010). Una contribución importante a los ES y ECS es mostrar que si la discusión de la categoría se ignora o minimiza su importancia, los problemas no llegan a la práctica política (discusiones de leyes, agenda política, elaboración de la política pública, etc.) (Steans, 2013: 121). Cynthia Enloe (1989) examina diferentes espacios políticos y discute lo que ahora conocemos como economía política de la seguridad, es decir, la economía como parte de la seguridad nacional o personal (Sjoberg, 2016: 45).
Los ES se han definido sin considerar las experiencias y la condición de las mujeres —o de cualquier tipo de grupos vulnerables— sin preguntarse si éstos son más parciales que universales (Stokes, 2015). Asimismo, la categoría de género no puede incluirse por completo dentro de otras. Categorías como nación, etnia, clase, raza, entre otras, contienen por sí mismas diversas voces subalternas silenciadas con diversas discriminaciones como indígenas o jóvenes, por mencionar algunas. Por eso es importante el análisis feminista de la interseccionalidad que visibiliza cómo el género «atraviesa» diversas categorías, complicando el concepto y las discusiones sobre la seguridad (sujeto y referente) (Steans, 2013: 121) y la inseguridad.
Al igual que los ECS, se otorga importancia a la seguridad centrada en las personas y las comunidades, enfoques multidimensionales y multinivel. Para los enfoques feministas es muy importante que se consideren temas concretamente situados (Steans, 2013: 121) incluso desde lo doméstico. Por eso es común que utilicen enfoques de abajo hacia arriba (Tickner, 2004; Sjober, 2009). A pesar de las contribuciones de los feminismos a los ES, Ann Tickner y Jacqui True (2018: 221) señalan que en asuntos de política global ha sido difícil que las voces de las mujeres sean escuchadas, particularmente en los asuntos de seguridad como la guerra y la seguridad nacional donde es poco frecuente que las mujeres ocupen altos cargos militares o relacionados con la seguridad nacional.
En el transcurso del nuevo milenio se desarrolló un nuevo campo de investigación para identificar el trabajo de las feministas y la seguridad que en sus investigaciones plantea «nuevas» implicaciones y articulaciones. Actualmente se conocen como Estudios de Seguridad Feministas (ESF).2 En 2016, Sjoberg, en su artículo What, and Where, is Feminist Security Studies? señala que ante la falta de reconocimiento en temas y significados del trabajo feminista en seguridad dentro de los es es que empieza a utilizar el término de ESF. Los ESF, por un lado, hacen énfasis en el género y cómo éste influye, desde diversos ángulos y posturas políticas, en la seguridad; y por otro, pretenden avanzar y consolidar el programa de investigación feminista en el área.
Sjoberg (2016) reconoce que los ESF han tenido una buena aceptación con las feministas en RI pero acompañados de debates acerca de su significado o lo que debería significar el análisis feminista en/de seguridad.3 Aunque las tensiones existen, en opinión de Christine Sylvester (2010), no deben ignorarse sino hacerlas productivas para el estudio de la seguridad. Carol Cohn (2011), advierte sobre la importancia y responsabilidad de reflexionar acerca de las preguntas, metas y parámetros en los que se intentan inscribir los ESF pero que, más allá de preguntarnos qué son los Estudios de Seguridad Feministas, deberíamos preguntarnos cuáles son los compromisos políticos e intelectuales que motivan y dan forma a nuestro trabajo académico y qué nombre podemos darle.
Existen diversas formas de estudiar la seguridad desde los feminismos. Por ejemplo, para Akanksha Mehta y Annick T.R. Wibben (2019) cualquier estudio de la seguridad debe ser considerado a partir de sus diversas narrativas ¿Qué historias? ¿Quién las narra? De acuerdo a la interseccionalidad, seguridad e identidad interactúan todos los días. Para Lauren Wilcox (2011), seguridad y biopolítica están interrelacionados, por eso los cuerpos importan para entender la relación material/discurso/poder. Otras formas sugieren trabajo de campo, análisis del discurso, etnografía entre una diversidad teórica y metodológica. La diversidad de enfoques feministas para el estudio de la seguridad no carece de sesgos (Cohn, 2011; Wibben, 2011; Shepherd, 2013; Basu, 2013). Para Laura Shepherd (2013: 436) la dificultad para tener una verdadera representación de las investigadoras, enfoques y prácticas feministas sobre el tema y en los ESF es parcial y política por lo que las prácticas de poder también están presentes (Sjoberg, 2011; Sheperd, 2013). Valeri Hudson (2011: 589) propone no definir los límites de los ESF para decir quién/quiénes están «dentro» o «fuera» que, a su vez, reproduce los debates interdiciplinarios en RI y han afectado al feminismo.
Wibben (2011), desde un punto de vista poscolonial, destaca la importancia de la inclusión y reconocimiento de la diversidad que en los ESF deben ser «antiimperialistas» para no asumirse como homogéneos y que al mismo tiempo reconozca las fronteras y limitaciones de los ES (p. 594). La posicionalidad (literal o figurada) es importante. Discutir, además de la seguridad, la postura de quién/es investigan y posición que tiene/n en los espacios donde se investiga (Shepherd, 2013: 438). Soumita Basu (2013), en abierta crítica a los ESF, sugiere que pensar los estudios feministas de seguridad como posibilidad emancipatoria debe tener en cuenta contextos específicos, con posibilidades realizables y flexibles que reflejen la necesidad de transformar las opresiones del poder estructural. Propuesta que incluye para los problemas abordados de la guerra y la paz.
En los ES es común identificar a las mujeres con la paz y a los hombres con la guerra. Ante esta idea, la posición de los feminismos dista de ser homogénea y sus posturas suelen ser ambivalentes.
Identificar a las mujeres con la paz es coherente con los enfoques feministas que asocian lo femenino en oposición a la característica masculina ligada a la agresión y a la propensión a la guerra. Sin embargo, no todas las feministas están de acuerdo, al contrario, lo consideran problemático y reduccionista, ya que generaliza tanto a mujeres como a hombres y sus posiciones ante la paz y la guerra (Stokes, 2015). Wendy Stokes señala que existe un enfoque feminista llamado política de cuidado (o pensamiento materno) que considera que características «femeninas» como la compasión, la cooperación, el perdón (contrarias a las «masculinas» como agresión-dominio) otorgan a las mujeres un acceso a la paz y el rechazo al conflicto. El problema con este enfoque es que frecuentemente se interpretan dichas características como innatas en mujeres y hombres (2015: 50).
En la actualidad, más allá del determinismo biológico, las feministas que abogan por la paz reconocen que el ser maternales no es innato, al contrario, es el resultado de «prácticas maternalistas» de las que han sido responsables, sea del trabajo, del cuidado y tengan o no hijos (Ruddick, 1984: 142). Práctica que puede llevar a generar empatía por «otros» y rechazo a la guerra (p. 142). Sin embargo, la correlación mujeres-paz no es simple, como lo señala Stokes (2015), las mujeres también se involucran y desempeñan diversos papeles en conflictos y guerras. Silvester (2010) advierte que los estudios de paz son desafiados por la participación activa de mujeres en conflictos armados en todo el mundo. Ya sea apoyando las guerras (imperialistas o de liberación nacional) enviando a los esposos e hijos a la guerra, mujeres soldado en conflictos armados, o en el terrorismo (aumento de mujeres suicidas) son, tan solo, algunos ejemplos donde las mujeres participan activamente en asuntos de (in)seguridad.
Por un lado, hay mayor participación de mujeres en conflictos armados, por otro, la evidencia de su inseguridad durante o posterior a éstos. En general, en un contexto de violencia internacional (y doméstica), el género es un factor relevante para entender la seguridad internacional (y nacional). Por ejemplo, se suele asociar a los hombres con la guerra, luchan para proteger la patria, el territorio, los estados, la nación y a mujeres y niños que los habitan. Lo que se conoce como el mito de la protección que según Tickner (2011: 268), suele ser utilizado para legitimar «las actividades militares y oculta algunos efectos de la guerra en civiles» (traducción nuestra) como las muertes de mujeres y niños o que los que sobreviven constituyen la mayor parte de los refugiados en el mundo.
La relación de la guerra con la masculinidad contiene diversas implicaciones. Una es la militarización, a la que Cynthia Enloe describe como un proceso tan generalizado y enraizado en la sociedad que es difícil de distinguir y desarraigar porque parece «no poner en peligro la vida» (2000: 3) y como resultado favorece la solución de conflictos a través de la violencia. Una segunda es la admisión de mujeres en las fuerzas armadas. Si bien son admitidas y aportan un avance en la igualdad de género en la institución, los ejércitos todavía están masculinizados (2000: XI). De manera que las mujeres que ingresan a los ejércitos como soldados «están sujetas a los mismos (o peores) arreglos patriarcales como otras mujeres, incluida la violencia sexual y la explotación laboral (Ferguson y Naylor, 2016: 513, traducción nuestra). Además, rara vez llegan a los más altos rangos, especialmente en áreas estratégicas militares.
Las mujeres en los ejércitos de los movimientos de resistencia presentan otras características. Ferguson y Naylor (2016: 513) señalan que prefieren unirse a estos movimientos más que a las fuerzas armadas de los estados por diversos motivos, como luchar en revoluciones de sus comunidades, otras por revancha, por protección o porque huyen de entornos de violencia (estatal o doméstica) lo que facilita ser reclutadas por facciones rebeldes. Este tipo de movimientos son más frecuentes en países con historias coloniales. Las mismas autoras notan que los movimientos insurgentes, al tener jerarquías más informales comparadas con las militares (estrictas y rígidas), son más propensos o a permitir u obligar el reclutamiento de mujeres y niñas. Incluso en los movimientos guerrilleros es frecuente que recurran a «interpretaciones patriarcales de las mujeres como “madres de la nación” o como recursos sexuales para los combatientes masculinos» (pp. 513-514). En ambos casos, la militarización trae consigo «una guerra en dos frentes, luchando contra los supuestos enemigos de su comunidad o nación mientras luchan contra el dominio masculino dentro de sus propias fuerzas» (p.514, traducción propia).
En los noventa, durante la guerra y genocidio en Yugoslavia y Ruanda, movimientos de mujeres y feministas lograron que el Consejo de Seguridad (CS) de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) reconociera que tanto en conflictos como en la guerra las mujeres y los niños son afectados de manera significativamente diferente, es decir, basadas en el género. Las Resoluciones 1325 y 1820 establecen políticas de seguridad donde se reconoce que mujeres y hombres tienen diferentes necesidades y experiencias durante un conflicto, como ser más vulnerables a la violación que se utiliza como estrategia de guerra. También destaca que las mujeres tienen derecho a una igual participación en la prevención de conflictos, las negociaciones de paz, la resolución de conflictos y la reconstrucción posterior.
Si bien las Resoluciones dejaron clara la importancia de la relación seguridad-género-alta política, no son los únicos espacios en los que éstas ocurren, sólo que por no ser los tradicionales permanecen «invisibles» (Moon, 1997; Chin, 1998; Enloe, 2014). Temas como la seguridad nacional están presentes en el trabajo de Katharine Moon (1997), que muestra cómo alrededor de las bases militares de EU en Corea, el gobierno coreano promovió la prostitución como una forma estratégica de mantener y alentar el apoyo de la presencia de las tropas. Incluso, la salud de las mujeres, para evitar enfermedades de transmisión sexual a los soldados estadunidenses, fue abordado como un problema de seguridad nacional y discutido entre ambos gobiernos.
Por su parte, Lene Hansen (2000) advierte sobre el riesgo de elevar la violencia sexual contra las mujeres durante los conflictos armados (securitizar) y dejar de lado otras formas de violencia que ejercen contra las mujeres, tanto los estados como las organizaciones internacionales. Pone como ejemplo el caso de los crímenes de honor4 en Pakistán, en donde existe una amenaza existencial y de supervivencia para las adolescentes y mujeres —en menor medida para los hombres— por transgredir normas colectivas altamente influidas por el género, que por un lado implica dificultad para comprender el aspecto colectivo dentro de este caso, y por el otro, presenta un problema de gran urgencia (p. 291). Los crímenes deben entenderse desde la rigidez normativa de un patriarcado que castiga a las mujeres que las transgreden sustentado en políticas legales-políticas-religiosas adoptadas por el gobierno en 1979.
Tanto en tiempos de paz como de guerra es cuestionada la idea del Estado protector de los derechos de las mujeres. Algunas veces en nombre de ésta utiliza la fuerza militar, otras simplemente las ignora u omite. Posterior a los ataques en EU el 11 de septiembre, el entonces presidente George Bush, en su «Guerra contra el terror», en su discurso para invadir Afganistán acusó al régimen talibán de mantener a las mujeres oprimidas. La utilización de la imagen de las mujeres afganas como «víctimas» para justificar su maquinaria de guerra a través de un discurso de género colonial, racialmente construido, no toma en cuenta ni la anterior lucha y denuncia de las mujeres de ese país ni su resistencia. (Mohanty, Pratt y Riley, 2008). Sin embargo, la guerra contra el régimen talibán y la lucha contra el grupo terrorista Al Qaeda también provocó el incremento de mujeres terroristas suicidas5 con razones muy similares a las de los movimientos de liberación. La investigación académica sobre la guerra y seguridad militar puede tener el riesgo de silenciar otros problemas de (in)seguridad para las mujeres (True, 2012: 194) Entre ellos otras (in)seguridades, como la económica.
La experiencia de la (in)seguridad de las mujeres en asuntos de economía, salud y medio ambiente también impacta en sus vidas cotidianas. Sea en lo internacional o lo doméstico, el ámbito público o privado, son aspectos relevantes para comprender cómo operan las relaciones de género en la seguridad. Stokes (2015) señala que para un buen número de personas, la (in)seguridad es algo cotidiano, que se entrelaza con las libertades o capacidades, frecuentemente relacionado con los derechos humanos. Por ello es que debería incluir desde la protección en las calles hasta la violencia doméstica, la estabilidad económica, el acceso a comida y agua, entre otras.
En opinión de True (2012: 194), la seguridad internacional también debería incluir un análisis de la relación entre el género y la política económica internacional. No centrarse sólo en los problemas que causan inseguridad sino también en las estructuras económicas y políticas que las perpetúan. Peterson (2019), criticando al capitalismo neoliberal, señala que el valor asociado con la masculinidad y la feminidad afecta el trabajo femenino, reflejado en una distribución desigual de recursos, de autoridad y de privilegios que desvaloriza el trabajo femenino. Según Tickner (1997), debido a la división de trabajo por género, las mujeres en todas las sociedades experimentan inseguridad económica si se encuentran ubicadas en la parte inferior de la escala socioeconómica. Por ejemplo, algunos trabajos considerados «naturales» para las mujeres tienen bajos salarios, lo que las hace especialmente vulnerables (Tickner, 1997: 628).
Christine Chin (1998) muestra cómo el gobierno de Malasia, para promover sus políticas de modernización, aminorar las tensiones étnicas, obtener el apoyo de las clases medias de su país y para impulsar la familia nuclear, utilizó políticas migratorias para proveer mano de obra extranjera barata, principalmente de mujeres filipinas e indonesias que trabajaban en condiciones deplorables. Más relacionado con la guerra, Tickner (1997: 625) encuentra deficiencias en los análisis de seguridad tradicionales como en las consecuencias de la sanciones económicas y pone el ejemplo de Irak (Tickner y Sjoberg 2010: 206-209), en el que una solución «humana» tiene un efecto negativo para los civiles y, especialmente, en las mujeres que, como madres de familia, responsables del cuidado del hogar e hijos, son las que más sufren las consecuencias.
Los estudios feministas sobre temas de seguridad no son nuevos y sus contribuciones han sido amplias. Una es cuestionar la poca presencia de las mujeres en los ES y, aunque el avance ha sido significativo, todavía falta un largo camino por recorrer. Existe la pregunta sobre si esto es suficiente para cambiar las estructuras patriarcales en las que están inmersos el concepto y la práctica de la seguridad. Aunque con diferentes enfoques, la gran mayoría de las feministas opinan que no es suficiente.
El enfoque de género es una de las principales aportaciones a los ESF. A través de éste podemos observar que las nociones de seguridad dependen mucho de las jerarquías de género que están inmersas en las relaciones de poder y dominación que generan (in)seguridad para las mujeres y también a ciertos hombres. Además permite explorar una agenda más amplia de la seguridad.
En la actualidad los ESF se han ido posicionando en los ES y, aunque su trabajo es poco reconocido en el área, han avanzado con propuestas académicas y de investigación desde diversos enfoques, teorías y métodos. Aunque no deja de ser un espacio de contestación, en opinión de Cohn (2011) es más probable que las mujeres que viven al margen y a la sombra de los hombres de la élite impulsen una agenda de cambio. No lo sabemos con certeza pero, para cuestionar las políticas de seguridad clásicas, también es necesario avanzar en los estudios de masculinidad-seguridad y de las prácticas que han legitimado las (in)seguridades existentes.
BASU, S. (noviembre de 2013): «Emancipatory Potential in Feminist Security Studies», International Studies Perspectives, 14(4), pp.455-458.
BUZAN, B. y L. HANSEN (2009): The Evolution of International Security Studies, Nueva York, Cambridge University Press.
CHIN, C. B. (1998): In Service and Servitude. Foreign Domestic Workers and the Malaysian «Modernity» Project, Nueva York, Columbia University Press.
COHN, C. (2011): «Feminist Security Studies»: Towards a Reflexivle Practice, Politics & Gender, 7(4), pp. 581-586, doi:10.1017/S1743923X11000389
ENLOE, C. (1989): Bananas, Beaches and Bases: Making Feminist Sense of International Politics, Londres, Pandora Press.
ENLOE, C. (2000): Maneuvers. The International Politics of Militarizing Women’s Lives. Berkeley, University of California Press.
ENLOE, C. (2014): Bananas, Beacches and Bases. Making Feminist Sense of International Politics, Los Ángeles, California, University of Califronia Press.
FERGUSON, K. E. y S. S. NAYLOR (2016): «Militarization and War», en L. Disch y M. Hawkesworth (eds.), The Oxford Handbook of Feminist Theory, Nueva York, Oxford University Press, pp.508-529.
HANSEN, L. (2000): «The Little Mermaid’s Silent Security Dilemma and the Absence of Gender in the Copenhagen School», Millennium: Journal of International Studies, 29(2), pp. 285-306.
HUDSON, V. (2011): «But Now Can See: One Academic’s Journey to Feminist Security», Studies. Politics & Gender, 7(4), pp. 586-590, doi:10.1017/ S1743923X11000390
HUDSON, V. M., M. CAPRIOLI, B. BALLIF-SPANVILL et al. (2008-2009): «The Heart of the Matter: The Security of Women and the Security of States», International Security, 33(3), pp. 7-45.
MEHTA, A. y A.T. WIBBEN (2019): «Feminist narrative approaches to security», en C. E. Gentry, L. J. Shepherd y L. Sjoberg (eds.), Routledge Handbook of Gender and Security, Nueva York, Routledge.
MOHANTY, C. T., M. B. PRATT y R. L. RILEY (2008): «Introduction: feminism and US wars-mapping the ground», en R. L. Riley, C. T. Mohanty y M. B. Pratt, Feminism and War: Confronting U.S. Imperialism, Nueva York, Zed Books, pp.1-16.
MOON, K. H. (1997): Sex Among Allies: Military Prostitution in U.S.-Korea Relations, Nueva York, Columbia University Press.
PETERSON, V. S. (2019): «The gendered political economy of insecurity», en C. E. Gentry, L. J. Shepherd y L. Sjoberg (eds.), The Routledge Handbook of Gender and Security, Nueva York, Routledge.
RUDDICK, S. (1984): «Preservative love and military destruction», en J. T. (ed.), Mothering Essays in feminist theory Totowa, Nueva Jersey, Roman and Allanheld, pp.342-367.
PETERSON, V. S. y A.S. RUNYAN (2014): Global Gender Issues in the New Millennium, Boulder, Westview Press.
SHEPHERD, L. J. (2013): «The State of Feminist Security Studies: Continuing the Conversation», International Studies Perspectives, 14(4), pp. 436-439.
SJOBERG, L. (2009): «Introduction to Security Studies: Feminist Contributions», Security Studies, (18), pp. 183-213.
SJOBERG, L. (2011): «Looking Forward, Conceptualizing Feminist Security Studies», Politics & Gender, 7(4), pp. 600-604.
SJOBERG, L. (2016), «What, and Where, is Feminist Security Studies?», Journal of Regional Security, 11(2), pp.143-161.
STEANS, J. (2013): Gender & International Relations. Malden, Massachusetts, Polity Press.
STOKES, W. (2015): «Feminist Security Studies», en P. Hough, S. Malik, A. Moran y B. Pilbeam (eds.), International Security Studies. Theory and practice, Nueva York, Routledge, pp.44-56.
SYLVESTER, C. (2010): «War, sense, and security», en L. Sjoberg (ed.), Gender and International Security. Feminist perspectives, Nueva York, Routledge, pp. 24-37.
TICKNER, J. A. (1992): Gender in International Relations: Feminist Perspectives on Achieveing Global Security, Nueva York, Columbia University Press.
— (2004): «Feminist responses to international security studies», Peace Review, 16(1), pp. 43-48, doi:10.1080/104026504200021014
— (1997): «You Just Don’t Understand: Troubled Engagements Between Feminists and IR Theorists», International Studies Quarterly, 41(4), pp. 611-32.
— (2001): Gendering World Politics. Issues and Approaches in the Post-Cold War Era, Nueva York, Columbia University Press.
— (2011): «Gender in world politics», en J. Baylis, S. Smith y P. Owens (eds.), The Globalization of World Politics. An Introduction to International Relations, Nueva York, Oxford University Press, pp. 263-277.
— y L. SJOBERG (2010): «Feminism», en T. Dunne, M. Kurki y S. Smith (eds.), International Relations Theories, Oxford, Nueva York, Oxford University Press, pp.195-212.
— y J. TRUE (2018): «A century of International Relation Feminism: From World War I Women’s Peace Pragmatism to the Women, Peace and Security Agenda», International Studies Quarterly, 62, pp. 221-233.
TRUE, J. (2012): «Securitizing Feminism or Feminist Security Studies?», International Studies Review, (14), pp. 193-195.
WIBBEN, A. T. (2011): Feminist Security Studies. A narrative approach, Londres, Routledge.
WILCOX, L. (2011): «Beyon Sex/Gender: The Feminist Body of Security», Politics & Gender, 7(4), pp. 595-600, doi:10.1017/S1743923X11000419
1. Véase Buzan y Hansen, 2009; y Sjober, 2016.
2. Además de los artículos existe una red de estudios académicos en ESF representada en la Convención Anual de la International Studies Association (ISA).
3. Para conocer con más detalle dicho debate y reflexiones sobre los ESF, véase artículos del especial Security Studies (Sjoberg, 2009) y de la International Security (Hudson, Caprioli, Ballif-Spanvill, McDermott & Emmet, 2008/9); Laura Sjoberg, 2016; Cohn, 2011).
4. En los crímenes de odio pueden ser apuñaladas, estranguladas, quemadas, lapidadas, atacadas con ácido, por mencionar algunos, y son realizados tanto por hombres como por mujeres. Los motivos son diversos, entre ellos están tener relaciones fuera del matrimonio, no vestirse apropiadamente, negarse a un matrimonio arreglado, entre otros; en resumen, por romper un «código de honor» establecido que no necesariamente está regulado, pero es parte de una práctica.
5. Hay diversas organizaciones de mujeres que se identifican como terroristas, un ejemplo son las Tigresas Negras de los Tigres de Liberación Tamil Eelam.
Si la seguridad es poliédrica, su interpretación teórica también debe serlo. Las Teorías de Relaciones Internacionales (TRI) nos ayudan a comprender cómo, porqué y cuándo algo o alguien está en mayores o menores condiciones de seguridad o de inseguridad. Si los hechos privilegian la seguridad de los Estados en vez de la seguridad de las personas esto implica utilizar teorías distintas al momento de interpretar esos mismos hechos. Esto es porque las teorías se enfocan en unidades de análisis distintas (i.e. El Estado o las personas). De igual manera, las teorías nos permitirán interpretar una misma unidad de análisis de manera diferenciada; por ejemplo, porqué puede existir una comunidad oprimida y explotada (en condiciones de inseguridad) y una comunidad libre y emancipada (en condiciones de seguridad). Así, las TRI nos permiten entender, de una manera más ordenada, escenarios de seguridad e inseguridad para distintos actores —estatales y no estatales— en distintos niveles de análisis.
Siendo tan compleja, la seguridad puede ser ambigua (Wolfers, 1952); tener un sentido objetivo y otro subjetivo (Wolfers, 1962);1 ser impugnada (Smith: 2005); y ser redefinida y reconceptualizada constantemente (Ullman, 1983). Aunado a esto, la variedad de teorías, objetos/sujetos de referencia y niveles de análisis hace casi imposible que el razonamiento teórico de la seguridad en Relaciones Internacionales (RI) no adolezca de cierto relativismo, lo que debilita cualquier aspiración teórica para alcanzar total objetividad y validez general. Más bien depende del sujeto que interpreta teóricamente y de los marcos de referencia de los que parte: hay una subjetividad implícita. La implicación de esto es importante: no hay una Gran Teoría de la Seguridad que sea determinista ni nomotética, es decir, no hay una teoría universal de la seguridad.
En RI, actualmente, las teorías compiten por responder las mismas preguntas de seguridad, lo cual era impensable en la década de 1950 y 1960, cuando reinaba el tema bipolar y en donde el realismo político, los estudios estratégicos y la teoría de la disuasión imponían una visión (ontología) y una forma de producir conocimiento (epistemología): la militarista. Hoy ya no es el caso; varias teorías compiten por abordar todo el campo de estudio de la seguridad (Cf. Wæver y Buzan, 2010: 464).
En esta tercera década que inicia del siglo XXI (2020-2030), tanto el tema de seguridad como los estudios institucionalizados de seguridad han ganado más auge, en los gobiernos y en la academia. Esto sigue ocurriendo no sólo por la herencia de la primera década —con la guerra global contra el terrorismo— y de la segunda década —la intensificación del cambio climático, las migraciones masivas o el auge de gobiernos de ultraderecha— sino también por las amenazas propias de esta tercera década como las pandemias, especialmente por los letales estragos globales del nuevo virus SARS-COV-2 (que provoca la COVID-19), que ha asestado un golpe a la seguridad mundial como no ocurría en al menos un centenario. Estos y futuros problemas requerirán de interpretación teórica que nos ayude para su mejor comprensión.
En ese sentido, las TRI son herramientas interpretativas que nos permiten comprender hechos, fenómenos y dinámicas que ocurren en el mundo. Con su ayuda observamos fragmentos de la realidad mundial en periodos específicos de tiempo, discriminamos los elementos que importan de los irrelevantes, los clasificamos, los ordenamos, los interpretamos y buscamos tanto singularidades como regularidades para dotarlos de sentido. Al ser compleja, dicha realidad mundial debe ser desagregada en múltiples regiones, niveles y sectores. Puesto de manera simple, con las teorías comprendemos mejor el mundo.
Este breve capítulo pone a la seguridad en el epicentro del análisis y trata de identificar cómo la interpretan distintas TRI, a decir, el realismo, el liberalismo y la teoría crítica.
El realismo es una teoría estatocéntrica, lo que significa que privilegia la seguridad de los Estados y no necesariamente la seguridad de las personas que éstos gobiernan. Los realistas ven a la seguridad como un factor de enorme importancia; es un objetivo primordial. No obstante, su importancia se concibe junto con aquella atribuida al poder. Seguridad y poder son los elementos realistas consustanciales de la política internacional. El poder no se explica sin la seguridad, ni la seguridad se explica sin el poder. La falta de poder aumenta subsecuentemente la inseguridad. Barry Buzan lo plantea así: «los realistas ven a la inseguridad, y particularmente a la inseguridad militar, como el problema central, y al poder como la motivación primera o la fuerza motriz de toda vida política» (1996).
A pesar de la duración, relevancia y vigencia de la teoría realista, sus intelectuales más prominentes no piensan de manera homogénea —como ocurre en todas las TRI—. No coinciden, por ejemplo, en la importancia diferenciada entre la seguridad y el poder. Dentro del realismo estructural, los llamados realistas defensivos (más moderados como Kenneth Waltz), consideran que sólo hay que alcanzar el nivel de poder necesario para garantizar la seguridad. A esta corriente de realistas se les concibe como maximizadores de seguridad. Por otro lado, los llamados realistas ofensivos, como John Mearsheimer, consideran que el final último de los Estados es alcanzar el más alto nivel de poder y sólo así se puede alcanzar la seguridad, mediante el dominio indiscutido sobre los demás: siendo una hegemonía. A esta corriente de realistas se les concibe como maximizadores de poder. Ambas corrientes realistas buscan la seguridad, pero mientras que para los realistas defensivos el poder es un medio, para los ofensivos éste es un fin en sí mismo. Como afirmó Seara Vázquez (1969), «todo proceso político se caracteriza primaria y fundamentalmente por tender a la concentración del poder»,2 independientemente —deducimos aquí— de si su despliegue es defensivo u ofensivo.
Desde el punto de vista realista —específicamente abrevando de las ideas de Maquiavelo (1513)— garantizar la seguridad del Estado es el deber moral del príncipe (hombre o mujer de Estado). Es moral, por lo tanto, recurrir a los medios necesarios —violentos o no— para alcanzar, mantener y defender integralmente la seguridad de su población, su territorio y su gobierno.3 La moral del Estado, por lo tanto, no es la moral que rige a la sociedad y a las personas.4 En este sentido, el realismo político no debe interpretarse como una teoría de amoralidad,5 de maldad o de perversión, sino como una visión (una ontología) racional, egoísta y pesimista de la realidad cruda y hosca, tal cual es, sin idealizaciones o falsas expectativas sobre los demás y, por lo tanto, en constante amenaza y peligro. El mundo de los realistas puros es un mundo de inseguridad: anárquico, incierto, desconfiado, en guerra de todos contra todos y en el que la vida de las personas es «solitaria, pobre, desagradable, brutal y corta» (Hobbes, 1651). En tal visión, la seguridad es uno de los valores más preciados e importantes (por escaso y anormal) de las sociedades. En el realismo, la seguridad opera bajo un juego de suma-cero (si uno la tiene, otro la pierde) y, por ende, de ganancias relativas.
Aunque los realistas clásicos atribuyan la causalidad de la guerra a la naturaleza humana —entre ellos Hans Morgenthau (1948)— y los neorrealistas a la estructura anárquica del sistema internacional (Waltz, 1979), la inseguridad, en cualquier caso, es una constante. Los conceptos realistas clásicos de «equilibrio de poder» (Schwarzenberger, 1941; Morgenthau, 1948; Kaplan, 1957; Aron, 1962; Hoffmann, 1968; Kissinger, 1973; Waltz, 1979),6 «equilibrio de amenazas» (Walt, 1985) y «dilema de seguridad» (Herz, 1950; Jervis, 1978; Jervis, 1991; Snyder, 1984) ayudan, mas o menos, a ilustrar los escenarios de inseguridad a los que están expuestos todos los Estados.7 Por esto es que la seguridad de los Estados a nivel internacional es relativa (al poder de otros Estados) y relacional (con el poder de otros Estados). La seguridad —como el poder— se alcanza en una lógica de competencia: los estados compiten por la seguridad.
Así, es difícil alcanzar seguridad plena en un mundo anárquico (sin una autoridad central, suprajerárquica y global), donde reina la incertidumbre sobre las intenciones de los otros Estados que también tienen capacidades militares. Esto hace que las grandes potencias estén condenadas de manera perpetua a competir por el poder, intentado dominar a otros y garantizando su sobrevivencia, por eso es una tragedia (Mearsheimer, 2001).
Como se puede deducir de lo anterior, para los realistas la seguridad de los Estados está en la autoayuda (militar y económica), en la acumulación de poder y en el ejercicio de ese poder, incluida la guerra como un recurso válido para buscar su propia seguridad.
El liberalismo es la teoría que dilucida cómo eliminar la mayor amenaza a la seguridad: la guerra. Los incentivos militares de la anarquía del sistema internacional, los conflictos derivados de ésta, la incertidumbre y la desconfianza entre los Estados y los altos costos humanos y económicos de la violencia a gran escala pueden, según el liberalismo, ser evitados o al menos reducidos significativamente.
Para los liberales, la seguridad viene de la cooperación. Y a diferencia de los realistas que buscan una seguridad más individualista y unilateral a través de la autoayuda, los liberales buscan la seguridad colectiva; para ello las instituciones, el derecho internacional, la diplomacia, los gobiernos democráticos, la transparencia, el comercio internacional y la gobernanza, importan mucho.