Portada: El surf y la meditación. Sam Bleakley
Portadilla: El surf y la meditación. Sam Bleakley

 

Edición en formato digital: junio de 2021

 

Título original: Mindfulness and Surfing.

Reflections for Saltwater Souls

© Diseño de cubierta y maqueta,
Quarto Publishing Plc, for its Imprint The Ivy Press Limited, 2016

© Sam Beakley, 2016

© De la traducción, Ana Doblado Castro

This translation of Mindfulness and Surfing

originally published in English in 2016 is published by arrangement
with Quarto Publishing Plc, for its Imprint The Ivy Press Limited

© Ediciones Siruela, S. A., 2018, 2020

 

Todos los derechos reservados. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

 

Ediciones Siruela, S. A.

c/ Almagro 25, ppal. dcha.

www.siruela.com

 

ISBN: 978-84-18708-93-0

 

Conversión a formato digital: María Belloso

Índice

CAPÍTULO UNO
DESPEGAMOS

 

CAPÍTULO DOS
DONDE NACEN LAS OLAS

 

CAPÍTULO TRES
MENTES AZULES

 

CAPÍTULO CUATRO
SURFEAR CON LOS ANTIGUOS

 

CAPÍTULO CINCO
DEJEMOS SONAR LA LIBERTAD

 

CAPÍTULO SEIS
HIJOS DE LA MAREA

 

CAPÍTULO SIETE
SURFEAR LAS NUEVAS OLAS

 

BIBLIOGRAFÍA

 

DEDICATORIA

A mamá y a papá

—Susan y Alan—, las personas

más brillantemente creativas

e inspiradoras que conozco.

Gracias por enseñarme a seguir a mi corazón

y a explorar y experimentar las maravillas culturales

y físicas del mundo; desde la literatura a los paisajes,

pasando por el arte, las palabras, las olas.

CAPÍTULO UNO

DESPEGAMOS

Todo surfista anhela vivir la experiencia de surfear junto a delfines o sentarse cerca de tiburones peregrinos en aguas verdes azuladas. Yo he surfeado con delfines, focas, tiburones y serpientes marinas. He sentido la repentina suspensión del tiempo —buscada por todas las técnicas de meditación— en la profundidad del interior del «tubo»; y la misma ola me ha golpeado y luego me ha arrastrado por un arrecife de coral afilado como una cuchilla mientras la cortina de agua caía ante el aplauso del dios del mar. He estado a punto de ahogarme en las manos de poderosas olas, y otras me han salvado. Y he visto a hombres y mujeres que renacieron y se curaron a través del surf.

LA SANACIÓN DEL MAR

Cuando despego sobre una ola, oscilando sobre un trozo de tabla, soy al mismo tiempo pez y ave. En cada momento de dicha y de temor, se me educa en los complejos comportamientos del mar —es una lección constante de conciencia plena—.

 

La conciencia plena se suele describir como un proceso de introspección para detener, reflexionar y limpiar la mente aprendiendo una disciplina de meditación o concentración zen. En el ajetreo de la vida moderna, los momentos de calma pueden ayudarnos a recuperar el sentido del ser y el autocontrol, o a centrarnos. La conciencia plena se ha usado también ampliamente para combatir la ansiedad y la depresión.

El surf, sin embargo, actúa de modo algo distinto a como lo hace la conciencia plena, ya que dicho deporte no nos conduce simplemente a nuestro interior para buscar un centro de paz, sino que más bien nos orienta en el entorno para buscar espacio. Nos vemos inmersos en agua y en la zona saturada de sal justo por encima de la piel del mar. A nuestro alrededor, los charranes se sumergen y los peces saltan. Estamos activos, alertas y absortos en el equilibrio. La conciencia plena en el surf es, por tanto, paradójicamente, un movimiento fuera de la mente hacia el mundo, que avanza a contrapelo del pensamiento dirigido hacia dentro, y una reflexión hacia una aguda percepción de lo que el entorno exige de nosotros, allí donde los vientos, las corrientes, la forma de las playas, los tipos de olas y las mareas lunares se encuentran. En este sentido, pasamos desde la «egología» a la ecología y generamos una «conciencia plena corporal» ubicándonos en el lugar y el espacio.

 

Del ego al eco

El mundo occidental lleva más de dos mil años desarrollando técnicas para centrarse en el yo y en la vida interior. El nacimiento de la autobiografía como género literario en el siglo XVIII y su perfeccionamiento en estilos confesionales personales en todos los medios —como la prensa rosa, los selfies o los vídeos de YouTube— se podría decir que han agostado nuestra receptividad hacia el mundo exterior a medida que nos hemos ido volviendo cada vez más sensibles a la vida interior. El resultado es que tenemos un exceso «egológico» y una crisis ecológica. Necesitamos recuperar la sensibilidad hacia el mundo que nos rodea —sus lamentos y placeres, sus sufrimientos y sus bellezas—. Surfear es una forma ideal de hacer esto como una conciencia plena que nos ofrece la naturaleza. El alma salada del surf es tener una conciencia plena de la naturaleza del cuerpo mientras cultivamos una «conciencia del cuerpo».

Como novato, pasarás mucho más tiempo tirado en el mar que subido encima de la tabla surfeando una ola, de modo que el aprendizaje de la percepción ecológica, o ser consciente de la naturaleza del cuerpo, puede ser duro e incómodo —especialmente en mares fríos e incluso con los trajes de última generación—. Pero según vayas adquiriendo experiencia también adquirirás una digna, elegante e ingeniosa forma de relacionarte con las olas (en otras palabras, desarrollarás una conciencia plena en el mar). Tu maestro de conciencia plena es el mar (no el monitor de surf), y es a él al que debes adaptarte. A medida que va desarrollando experiencia, el surfista se convierte en experto en mares, asesorado y formado por ellos.

 

De afuera adentro

El psicólogo James Gibson (1904-1979) revolucionó la forma en que pensamos sobre la percepción con su modelo de percepción ecológica. El punto de vista de Gibson era que el mundo no es percibido de forma pasiva por los sentidos y solo entonces procesado cognitivamente a través del cerebro y el sistema nervioso central —esta es una perspectiva de dentro afuera—. Su idea era más bien que es el mundo el que educa de manera activa nuestra atención a las formas presentes en el mismo, así como a los patrones, movimientos, colores, olores, sabores, vibraciones, ritmos, oscilaciones y (des)apariciones. El mundo capta nuestra atención, modelando y dictando lo que sentimos y cómo lo hacemos. Es más, los sentidos no actúan de modo independiente, sino concertados como un sistema total, de nuevo modelado por ofrecimientos estimulares (affordances) ambientales, como los describió Gibson (patrones de atracción que nos seducen y hacen que nos fijemos en ellos).

 

Educado por el mar

A pesar de la contaminación y del aumento del nivel del mar a causa del calentamiento global, el mar y sus olas —formadas por tormentas en aguas profundas y arrastradas a lo largo de kilómetros de mar abierto para chocar contra arrecifes y costas— apenas son tocados por la cultura humana y sus distintos tipos de energías. El trabajo de volver al mundo natural del mar y sus patrones nos acerca a una percepción ecológica sin pasar por el filtro de la percepción cultural. Surfear te coloca cara a cara ante la belleza pura de la naturaleza con diferentes volúmenes y tonos, y en este escenario se da la oportunidad de ser plenamente consciente no moviéndose hacia el interior del yo, sino adaptándose a lo que proporciona el medio. El medio lleno de ozono, el baño salpicado de sal, el contacto directo con la vida marina, la hinchazón de las olas; todo ello sitúa al surfista —principiante, de nivel intermedio o profesional— en una relación de conciencia plena con el entorno como actividad ecológica más que «egológica». Cuando uno tiene como maestro al mar —sus olas, corrientes, mareas, fauna y flora, colores, temperaturas, formas y pautas—, se encuentra más sintonizado con sus necesidades y, por tanto, su conciencia es más ecológica y sensible. A medida que aumentan la elegancia, la determinación, la habilidad y el valor del surfista, este se vuelve más consciente del medioambiente como una forma de conciencia plena «externa».

Espero que este libro te guíe a través de la anatomía de una conciencia plena del surf que permite la recuperación de una aguda percepción ecológica. Lo que la mente de las personas necesita no es tanto sintonizarse con sus propias necesidades y propósitos, sino más bien con las necesidades y propósitos del entorno en el que viven, pues es este entorno el que las sostiene. Cuidar nuestros mares y costas es parte de esta sintonización perceptual. Y surfear es una gran forma de llevarnos justo al corazón del funcionamiento de los mares y las costas de modo que puedan enseñarnos cómo cuidarlos y, sobre todo, cómo ser conscientes. ¡Disfruta montando las olas!