© del texto y de las ilustraciones: Sandra Rodríguez Álvarez
© corrección del texto: Equipo BABIDI-BÚ
© de esta edición:
BABIDI-BÚ libros S.L, 2021
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Producción del ePub: booqlab
Primera edición: julio, 2021
ISBN: 978-84-18789-70-0
Depósito Legal: SE 967-2021
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Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
¿Y cómo podríamos nosotros ayudar al planeta?
Alvin y Marcos son dos hermanos mellizos y tienen nueve años. Alvin tiene el pelo castaño, algo rizado y con una gran sonrisa. Marcos tiene el pelo un poco más oscuro, unos ojos grandes, y se le ve siempre muy atento a lo que pasa a su alrededor. Algo que tienen en común es que disfrutan muchísimo de los momentos que pasan juntos.
Sonaba el despertador, otro día más sus padres se levantan para ir a la habitación de sus hijos y despertarles suavemente con caricias. Se desperezaban poco a poco, pero como no tenían ganas de bajarse de la cama, entonces sus padres recurrían a un remedio infalible: las cosquillas. Después de unos ataques de risa, se levantaban para comenzar un nuevo día.
Mientras los niños se lavaban la cara y se vestían, sus padres ya les esperaban con el desayuno y aprovechan esos momentos para hablar todos de lo que les gustaría hacer durante el día. Alvin y Marcos comentan que les apetece mucho ir al parque a jugar después del colegio.
Al llegar a la puerta del colegio se despidieron de sus padres y se fueron corriendo a saludar a sus compañeros. Se encuentran con Susana y Marta, sus dos mejores amigas. En el recreo jugaron y rieron, y como les encantaba pasar momentos juntos, siempre que podían quedaban por las tardes para ir al parque y continuar disfrutando de todos los juegos y, sobre todo, de la amistad que tenían.
La tarde llegó y fueron al parque. Los padres hablaban entre ellos mientras sus hijos jugaban de un lado a otro. Al cabo de un buen rato los cuatro amigos acabaron sentados en el césped de aquel gran parque, estaban en su rincón favorito, al lado de un pequeño grupo de árboles. Cada uno con su bocadillo en la mano iban comiendo mientras Marta les explicaba la idea que acababa de tener: «inventarse una historia entre todos», y contestaron con un sí muy sonoro.
El tiempo fue pasando y llegó la hora de irse, se despidieron sabiendo que se verían al día siguiente en clase. Mientras se iban a sus casas, Alvin y Marcos contaban a sus padres a qué jugaron.
Después de un buen baño cenaron y se fueron a dormir. Cada uno se dejó llevar por su sueño, acabando dormidos profundamente en muy poco tiempo.
Al día siguiente la profesora les explica que tienen que hacer un dibujo sobre una ciudad, ponerle un nombre y luego explicar al resto de la clase cómo se imaginaban que sería con todos los detalles que pudiesen. Les dio un par de días para hacerlo y repartió a cada uno cartulinas y colores. Los alumnos sonreían por esta idea.
Cada uno empezó a dibujar con un lápiz la forma de los edificios, algún parque, niños y todo lo que se les ocurría. La profesora, al ver que se les acababa el tiempo, les dijo que se lo llevasen a sus casas y siguieran allí con el trabajo. Salieron de clase y quedaron en seguir jugando por la tarde los cuatro amigos.
Otra tarde más estaban en el parque jugando, se sentaron en su rincón favorito y empezaron a hablar de las ciudades que estaban dibujando. Al explicar cada uno su ciudad, se dieron cuenta de que los cuatro habían dibujado ese parque, y se quedaron un poco sorprendidos porque era lo único que tenían en común. Decidieron que sería un buen comienzo para la historia que inventarían todos juntos.
Empezaron a contar cómo ese rincón sería un lugar mágico, donde empezarían a sucederles cosas increíbles, y que los cuatro juntos podrían con todo. No se daban cuenta de lo rápido que pasaba el tiempo hasta que escucharon cómo les llamaban sus padres.
Una vez terminaron de cenar Alvin y Marcos estuvieron dibujando en sus cartulinas un poco más. Al cabo de un rato sus padres les dijeron que tenían que acostarse, y así hicieron. Dejaron sus cartulinas en la mesa que había en la habitación y se fueron a dormir ilusionados por lo que estaban haciendo.
Llevaban unas horas durmiendo cuando Marcos empezó a abrir los ojos porque algo le molestaba. Después de parpadear varias veces, veía una luz que no reconocía en la habitación, se sentó en la cama para ver mejor. Se quedó aún más extrañado al ver que esa luz venía de las cartulinas. Sin saber qué hacer, se encontraba confuso pensando que sería culpa del sueño que tenía, se levantó y despertó a Alvin. Se quejó un poco porque no entendía qué era lo que estaba pasando, y cuando terminó de abrir los ojos y vio la cara de su hermano, sentado junto a él y mirando fijamente hacia la mesa, se dio cuenta de que algo raro estaba pasando. ¿Por qué había una luz que salía de la mesa? Por fin Alvin preguntó a Marcos.
—¿Qué está pasando?
—No lo sé, me he despertado y vi lo mismo que tú, por eso te desperté, no sabía qué hacer.
—¿Por qué sale esa luz de la mesa?
—Creo que sale de las cartulinas, pero eso no puede ser —respondió Marcos, asombrado.
—Es verdad, acerquémonos para ver qué pasa.
—Vale.
Se levantaron y se acercaron hasta la mesa. Con cara de sorpresa vieron como esa luz de verdad estaba saliendo de las cartulinas. Se miraron una y otra vez sin entender nada, y se acercaron más y más hasta que las tocaron con sus manos. No les dio tiempo ni a gritar, porque en ese momento, como si de una gran aspiradora se tratase, las cartulinas se los tragó, y de nuevo la oscuridad llegó a la habitación.
No se podían creer lo que estaban viendo, se miraban en silencio, miraban a su alrededor y seguían mirándose.
En un lugar de la ciudad, en ese parque tan conocido por ellos, se encontraban los cuatro sin saber qué hacían allí y, lo más importante, cómo habían llegado. Seguían mirándose sorprendidos y preguntándose qué era lo que estaba pasando. Susana decidió romper el silencio.