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Primera edición: julio, 2021
ISBN: 978-84-18789-79-3
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A mi Padre
A modo de prólogo
I. Introducción
II. Frustración existencial
- Concepto de frustración
- La frustración existencial según Viktor Frankl
- La frustración existencial según la antropología cristiana
- El sentido de la vida
III. Resiliencia
- ¿Qué es la resiliencia?
- Perspectivas metodológicas
IV. Detrás del telón
- Introducción
- Job, arquetipo de la «voluntad de sentido» y la «resiliencia»
- Paciencia y resistencia ante la adversidad.
- El sufrimiento
- La voluntad
- Síntesis
El presente ensayo surge de una investigación diseñada para la defensa de mi tesis doctoral en Psicología sobre frustración existencial, resiliencia y burnout. Fundamentalmente por la necesidad de exponer algunas de las ideas más originales que entonces, por distintas razones, quedaron «en el tintero de su redacción».
La Psicología entendida como Ciencia del espíritu humano, tiene entre sus objetivos ayudar a las personas a conocer mejor cómo afrontar las dificultades que todos nosotros tenemos a lo largo de la vida, lo que incluye enfermedades, sufrimientos, males diversos y la muerte.
Pero esta ciencia también debe favorecer el desarrollo de una correcta y adecuada consciencia de nosotros mismos durante el desarrollo de nuestra personalidad, permitiéndonos reconocer tanto nuestro origen natural como trascendental y alcanzar la meta de una necesaria «reconciliación» con nuestra naturaleza animal y espiritual.
Pues se puede consensuar fácilmente que las otras ciencias, las llamadas positivas y/o naturales, como la Biología, la Química o las Matemáticas, nunca podrán evidenciar lo que constituye en sí mismo el núcleo básico y principal de la vida humana; el alma.
Para facilitar y entender mejor cuál es el objetivo general de este ensayo, se exponen a continuación algunas de las ideas expresadas en un documento de la Iglesia Católica, redactado durante el Concilio Vaticano II de principios de los años 60 del siglo pasado; la Constitución Pastoral «Gaudium et Spes».
En los siguientes párrafos del capítulo 10 se señalan algunos de los interrogantes más profundos que tienen muchas personas, configurándose así, de manera natural y conveniente, como una «obligada» reflexión de referencia y excelente introducción a este ensayo.
Gaudium et Spes 9e-10
«El mundo moderno aparece a la vez poderoso y débil, capaz de lo mejor y de lo peor, pues tiene abierto el camino para optar entre la libertad o la esclavitud, entre el progreso o el retroceso, entre la fraternidad o el odio. El hombre sabe muy bien que está en su mano el dirigir correctamente las fuerzas que él ha desencadenado y que pueden aplastarlo o salvarlo. Por ello se interroga a sí mismo.
En realidad, los desequilibrios que fatigan al mundo moderno están conectados con ese otro desequilibrio fundamental que hunde sus raíces en el corazón humano.
Son muchos los elementos que se combaten en el propio interior del hombre. A fuer de criatura, el hombre experimenta múltiples limitaciones; se siente, sin embargo, ilimitado en sus deseos y llamado a una vida superior.
Atraído por muchas solicitaciones, tiene que elegir y que renunciar. Más aún, como débil y pecador, no es raro que haga lo que no quiere y deje de hacer lo que querría llevar a cabo. Por ello siente en sí mismo la división, que tantas y tan graves discordias provoca en la sociedad.
Son muchísimos los que, tarados en su vida por el materialismo práctico, no quieren saber nada de la clara percepción de este dramático estado, o bien, oprimidos por la miseria, no tienen tiempo para ponerse a considerarlo. Muchos piensan hallar su descanso en una interpretación de la realidad, propuesta de múltiples maneras.
Otros esperan del solo esfuerzo humano la verdadera y plena liberación de la humanidad, y abrigan el convencimiento de que el futuro reino del hombre sobre la Tierra saciará plenamente todos sus deseos. Y no faltan, por otra parte, quienes, desesperando de poder dar a la vida un sentido exacto, alaban la audacia de quienes piensan que la existencia carece de toda significación propia y se esfuerzan por darle un sentido puramente subjetivo.
Sin embargo, ante la actual evolución del mundo, son cada día más numerosos los que se plantean o los que acometen con nueva penetración las cuestiones fundamentales:
¿Qué es el hombre?
¿Cuál es el sentido del dolor, del mal, de la muerte, que, a pesar de tantos progresos, subsisten todavía?
¿Qué valor tienen las victorias logradas a tan caro precio?
¿Qué puede dar el hombre a la sociedad?
¿Qué puede esperar de ella?
¿Qué hay después de esta vida temporal?»
X
Este ensayo trata de responder a algunas de estas cuestiones, desde presupuestos no exclusivamente científicos. Pues al igual que hombres sordos tratando de afinar un piano, así son los científicos de hoy en día al tratar de explicar la condición humana sin ninguna referencia al Creador o al espíritu (alma) que anima nuestro ser.
Habiendo ignorado conscientemente a Dios en el ámbito de la Psicología, hemos constituido a la CIENCIA, a sus métodos y técnicas, en el gran dios, o ídolo, que nuestra sociedad contemporánea adora hoy compulsivamente. Desdeñando a propósito toda evidencia de la realidad espiritual y la sabiduría cristiana, desarrollada a través de los últimos 20 siglos de civilización.
Creo que ya es tiempo de aportar a la «psicología científica» que hoy se enseña en las aulas, los eternos conceptos e ideas que tratan de explicar quién es el ser humano y cómo debe estudiarse este, desde perspectivas que hunden sus raíces en las creencias y hechos verificados y demostrados a través de la Historia.
Denunciando exprofeso también, la apropiación indebida que el modelo biomédico «cientificista» –de la Psiquiatría en particular– se ha arrogado como autoridad «moral académica», capaz de decidir, entre otros aspectos, qué términos, conceptos y fenómenos son válidos y legítimos para el estudio y desarrollo de la Psicología y cuáles no.
Hoy más que nunca, debemos aprender a escuchar, ver y comprender el alma humana desde unos presupuestos epistemológicos que permitan evidenciar con claridad cómo es, de dónde procede, cómo vive, enferma y «muere» el ser humano, y no solo escuchar la «radio oficial» de la Ciencia contemporánea, como alegóricamente nos recuerda María Elena Walsh en este hermoso verso de su poema Viento Sur:
«En los camalotes cantan las sirenas, pero Ulises camionero no las oye, solo escucha la radio».
La frustración existencial es un tipo de decepción profunda e intensa, sentida en el «dasein»* o existencia del «aquí y ahora» que, como experiencia susceptible de ser vivida por cualquier persona, ejerce una gran influencia en la construcción de la personalidad y el comportamiento adulto y social de los individuos.
La frustración existencial, experimentada de manera consciente o inconsciente, se acompaña de emociones, sentimientos y estados afectivos como la disforia, la tristeza o la depresión; muchas veces de manera larvada, sutil y prolongada en el tiempo. Siendo a menudo consecuencia de múltiples experiencias y circunstancias personales que, además de ser dolientes y negativas, son evaluadas cognitivamente con pesimismo y fatalidad, de manera constante y profunda; arremetiendo persistentemente contra la esperanza de un futuro mejor.
Este tipo de juicios personales sobre la propia existencia, y la vida en general, siempre acaban en el convencimiento, claro e intenso, de un vacío interior absoluto y sin sentido; sin la posibilidad de alcanzar un significado cognoscible acerca de la existencia, la propia y/o la universal. Un significado cuyo propósito, si es que alguna vez lo tuvo, a veces se percibe como contradictorio, inútil y, en definitiva, incomprensible para quien lo intenta.
En el lado positivo y opuesto a la frustración existencial y los juicios sin sentido sobre la Existencia o la Realidad, la resiliencia es una función psicológica –a la vez innata y aprendida– que tiene como fin el preservarnos de la tristeza, el desánimo y las ideas negativas que acompañan constantemente a la frustración, especialmente cuando esta ya se ha «instalado» en nuestro «aparato psíquico» y se presagia su larga duración.
Sin embargo, debemos tener muy presente que los sentimientos depresivos que se experimentan al mismo tiempo que las ideas pesimistas y siniestras en el «espacio» cognitivo del sujeto, pueden llegar a ser muy perjudiciales.
Los niveles de angustia que se pueden alcanzar en los distintos grados de frustración existencial, una vez vencidas todas las resistencias psicológicas y emocionales que se oponen a ella, suelen derivar en depresiones genuinas que, en no pocas ocasiones, acaban en suicidio o en aberrantes comportamientos auto destructivos, violentos o de depravación personal; precedidos muy a menudo de diferentes y variables tipos de adicción.
La resistencia ante la adversidad, y la resiliencia que la motiva, surgen normalmente de manera espontánea como un contrapeso que es estimulado a su vez por la voluntad innata de supervivencia y la búsqueda constante del sentido significante de la realidad, que el ser humano –de manera natural– confiere a todo lo que le rodea. Tratando así de contrarrestar, junto a otros mecanismos psicológicos de signo positivo, el abatimiento emocional, las ideas negativas y el vacío existencial.