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“¿Quién decide quiénes son los buenos y quiénes son los malos? Una cosa está clara: son tan malos los que degüellan a un sacerdote en Francia como los que ponen una bomba en Bagdad”

Ramón Lobo

“La educación es la única herramienta contra el radicalismo de cualquier signo. La educación es un arma de construcción masiva”

Mikel Ayestaran

 

 

Dos estilos, dos épocas, dos modelos. Una pasión: contar el mundo. Los reporteros Ramón Lobo (Lagunillas, Venezuela, 1955) y Mikel Ayestaran (Beasain, Guipúzcoa, 1975) comparten sus experiencias en este diálogo de larga distancia sobre periodismo y guerra.

Voces 5W es una colección de libros editada por Colectivo 5W. Cada obra recoge una conversación que da la vuelta al planeta. Guerras de ayer y de hoy es el número 1 de esta colección.

 

Colección

Voces 5W

Número 1

 

Primera edición:

noviembre 2016

Segunda edición:

septiembre 2017

© de los textos:

Mikel Ayestaran y Ramón Lobo

© de las ilustraciones:

Cinta Fosch

© de la presente edición:

Colectivo 5W, S.L., C/ Muntadas, 8-10,
3o2a, 08014, Barcelona, España

www.revista5w.com

Coordinación y edición:

Agus Morales y Maribel Izcue

Diseño gráfico: Laura Fabregat

Corrección: Arturo Muñoz

ISBN: 978-84-12362-30-5

Depósito legal: B-23-353-2017

Reservados todos los derechos. No se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio sin autorización previa y por escrito de los titulares del copyright: Mikel Ayestaran, Ramón Lobo, Cinta Fosch y Colectivo 5W, S.L. La infracción de dichos derechos puede constituir un delito a la propiedad intelectual, aquí y en todo el planeta.

Voces 5W

Guerras de ayer y de hoy

Conversación entre Mikel Ayestaran y Ramón Lobo

Ilustraciones de Cinta Fosch

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Índice

Como siempre, lo contamos todo con las 5W

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1.

Who.

Los autores. Mikel Ayestaran presenta a Ramón Lobo. Ramón Lobo presenta a Mikel Ayestaran.

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2.

What.

Guerras para entender el presente. Irak, Palestina, Siria y la percepción occidental del islam.

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3.

When.

Terrorismo y paz. La evolución de la violencia y la búsqueda de caminos hacia la paz.

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4.

Where.

Escenarios del conflicto. Heridas de corresponsal: Gaza, Sierra Leona, Balcanes, Afganistán.

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5.

Why.

¿Por qué ser periodista? La crónica, la guerra y el oficio de contar el mundo.

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Who.

Dos estilos, dos épocas, dos modelos. Una pasión: contar el mundo. Ramón Lobo y Mikel Ayestaran comparten sus experiencias en esta larga conversación sobre periodismo y guerra.

Un seductor nato

Mikel Ayestaran sobre Ramón Lobo

Referentes. Necesitamos referentes, ejemplos, modelos en los que mirarnos para aprender y crecer. En la era de las prisas, la inmediatez y los 140 caracteres, poner nombre y rostro a un referente no es tarea sencilla. Sentarte con él y hablar durante dos días de periodismo y de la vida es un regalo que ahora compartimos gracias a 5W en forma de libro. Ramón Lobo (Lagunillas, Venezuela, 1955) forma parte de esa casta periodística que ha vivido los días de oro del periodismo de internacional en España, la época en la que los medios invertían fortunas en coberturas y hacían que sus plumas sintieran los colores de una cabecera. África, los Balcanes, Chechenia, Irak, Afganistán... Hemos crecido y aprendido la profesión con las crónicas que firmaba Ramón en El País: textos cuidados, llenos de matices, puro periodismo narrativo y con una personalidad que ha sobrevivido al naufragio personal y profesional que supone perder un empleo fijo en un medio que te lo ha dado todo. Son unas crónicas tan elaboradas que el autor recuerda el making of de algunas de las más duras y aún se le saltan las lágrimas.

“No solo se echa en falta al reportero experimentado, sino al periodista experimentado. Cuando no viajaba, Ramón era un extraordinario editor de Internacional: siempre se le ocurrían temas, puntos de vista diferentes, tocaba los huevos a los jefes y, cuando una pieza pasaba por sus manos, quedaba impecable. Se le echa mucho de menos. Y los momentos de risas, también”, cuentan los excompañeros del periódico en el que pasó veinte años. En las páginas de este libro, “El País” sale de su boca en catorce ocasiones, pero estas páginas son solo un fragmento de las cuarenta y ocho horas de convivencia y charla en el cuartel general de 5W, donde la cabecera fue nombrada al menos el doble de ocasiones. La paisitis o el paiscentrismo parece que no tiene curación, se lleva dentro, muy dentro. Ramón ha logrado sobrevivir a El País y su nombre es una marca de prestigio en la profesión, por encima del medio al que ha estado ligado. Una persona a la que se la respeta por su trayectoria, pero que no vive de las rentas y sigue explorando nuevas vías.

Enviado especial eterno, “paracaidista”, como le gusta definirse, le queda la espina clavada de no haber sido corresponsal y de no haber trabajado en América Latina, pero tiene el consuelo de que su reconversión a freelance le ha traído el reconocimiento de las nuevas generaciones de periodistas, gente tan bien preparada en las nuevas tecnologías como carente de referentes. Hay muchos que no han comprado un periódico en papel en su vida pero están pegados a su cuenta de Twitter o han ido incorporando a sus bibliotecas libros como El héroe inexistente, Isla África, Cuadernos de Kabul, El autoestopista de Grozni o su más reciente Todos náufragos.

No se trata de contar batallitas, que las cuenta de maravilla, sino de transmitir valores y tratar de enseñar a ser periodista en situaciones tan jodidas como una guerra. Cambian los medios, las condiciones y las personas, pero la guerra sigue siendo lo mismo en su esencia y Lobo nos ayuda a enfrentarnos a ella como personas, no como máquinas obligadas a entregar su crónica antes y más barato que la competencia, porque en estos nuevos tiempos “te miden por lo que cuestas, no por lo que vales”, una de las frases que emplea para resumir su salida de El País.

Escribe como habla. Es un seductor nato. Seduce con las palabras, como lo hace con el lenguaje gestual y la voz, con elegancia, suavidad y mucha mano izquierda. Ahora se le puede leer en Jot Down, InfoLibre o El Periódico y escucharle los domingos en la Cadena SER con Javier del Pino en A vivir que son dos días, pero si el lector tiene la oportunidad de verlo en persona en alguna de sus charlas, no debería dejarla escapar. La política nacional y el boom de un fenómeno como Podemos nos está robando parte del tiempo que antes dedicaba en exclusiva a la información internacional, pero de eso también se aprende, sobre todo los que estamos muy alejados de España desde hace años y hemos desconectado de las batallas domésticas.

El fútbol es otra historia, ideal para buscar espacios de evasión en medio de determinadas situaciones de tensión. Ramón es blanco como las sábanas de los anuncios de detergente, blanco de corazón desde que su padre lo llevó por primera vez al Santiago Bernabéu cuando era un niño. Ejerce de merengue, pero con la soberbia justa, así que con paciencia es soportable ese punto de superioridad futbolística que lucen los blancos allá donde van. Fútbol y chistes, imprescindibles en cualquier sobremesa, son un arma de evasión, pero también un arma de seducción más dentro del amplio catálogo de Lobo.

La voz de Ramón abre esta colección de Voces 5W y sus palabras tienen el peso de la experiencia y la intimidad. La magia que rodea a muchas de las personas que seguimos a través de los medios se evapora en ocasiones cuando los conocemos en persona. O cuando te toca trabajar codo con codo en alguna cobertura. Pero este no es el caso. Coincidimos en las elecciones de Afganistán de 2009 y nos alojamos en el mismo pequeño hotel del centro de Kabul. La mayoría íbamos como locos detrás del último bombazo, de la entrevista con el político de turno o el análisis sesudo del think tank de moda. Ramón buscaba pequeñas historias desde las que enfocar la gran tragedia afgana para acercarla así a los lectores. Esa forma de mirar y de plasmar las opiniones de la gente de la calle permanece, mientras que el resto de crónicas caducaron en cuanto se cerraron las urnas. Esta conversación sobre la guerra en 5W también tiene este espíritu perdurable que impregna el trabajo de un escritor al que tenemos el placer de disfrutar en su faceta de periodista.

El hombre que dormía con los zapatos puestos

Ramón Lobo sobre Mikel Ayestaran

Así dormía Mikel Ayestaran (Beasain, Guipúzcoa, 1975) en su primera guerra, la de Líbano en 2006: con los zapatos puestos, por si había que salir corriendo de la casa de Tiro en la que se encontraba. Es la imagen que mejor lo define como periodista: su extraordinaria capacidad para llegar a los sitios antes que nadie.

En sus tiempos de freelance trotamundos (2006-2015), frente a los actuales de freelance con sede en Jerusalén, vivía en Azpeitia, localidad guipuzcoana de grandes virtudes, pero que carece, de momento, de aeropuerto internacional. Pese a esa desventaja frente a periodistas afincados en Madrid o Barcelona, Mikel lograba llegar antes que nadie. Puede que fueran los zapatos puestos, la mochila preparada o su capacidad para tomar decisiones acertadas en muy poco tiempo.

Aquellos que han compartido guerras y crisis con él destacan esta cualidad: su rapidez mental para decidir qué es o va a ser noticia y para estar en el lugar adecuado. Es una de las (pocas) ventajas del freelance, mientras que el periodista de plantilla debe lidiar por lo general con una lenta cadena de mando.

Cuando Mikel sube a un avión lleva el periodista puesto. No se baja de él, si es que lo hace, hasta que regresa a casa. No se deja seducir por nada que no tenga que ver con su trabajo. Es un tipo organizado y previsor, que siempre lleva varios visados en su pasaporte. También es un buen negociador, capaz de conseguir un taxi donde no hay taxis (recuerden que hablamos de zonas de guerra) y sacarlo a mejor precio que los demás. Para un freelance, el arte de negociar es una forma de vida.

Antes de su bautismo en la guerra de Líbano, Mikel disfrutaba de un buen contrato en El Diario Vasco, en San Sebastián. Cansado del trabajo de mesa, de las buenas vistas y de la vida fácil y previsible, recordó que él se había hecho periodista para vivir otro tipo de experiencias. Pidió una excedencia en 2005 con la esperanza de viajar y dedicarse a la información internacional.

Una de sus primeras apuestas fue cubrir las secuelas del huracán Katrina, que destruyó parte de Nueva Orleans el 29 de agosto de ese año. Pese a ser uno de los huracanes más mortíferos, el joven Mikel apenas vendió una escoba. Se defendió de aquel revés quedándose en Estados Unidos durante tres meses para perfeccionar su inglés. Ya dedicaba sus vacaciones a hacer reportajes. Estuvo en el terremoto de Bam (Irán) en 2003, en Georgia (2004) y Palestina (2005). Con los 6.000 euros del premio Manuel Alcántara para periodistas jóvenes se fue a Estados Unidos y decidió no volver a San Sebastián. “Quien ha conocido el reporterismo difícilmente vuelve a la redacción”, le dijo a una compañera en Líbano.

Si los huracanes no bastaban para abrirse sitio, habría que probar con las guerras, y así acabó en Líbano en el verano de 2006. Había ido a participar en un programa de la cadena iraní en árabe Al Alam sobre el “conflicto vasco” cuando se inició el ataque israelí contra Hizbulá en el sur de Beirut. Le ofrecieron evacuarlo a Siria, pero dijo que llevaba toda la vida esperando una oportunidad así y que se quedaba. Estuvo treinta y tres días.

En octubre de 2015, le advirtieron de que había llegado al máximo de prórrogas anuales en sus excedencias y que debía reincorporarse a la redacción o perder su plaza. Después de siete años en libertad condicional tenía que decidir: mesa o calle, seguridad o aventura. La persona con la que habló le dijo: “Esta es tu carta de renuncia y esta tu carta para reincorporarte”. Mikel no dudó y firmó la renuncia. Por dentro, el vértigo y el miedo al vacío. El hombre de las dos cartas agravó la situación: “¿Eres consciente de lo que estás haciendo?”. Mikel argumentó que tal vez algún día podría volver tras una larga carrera profesional en el extranjero. El hombre de las dos cartas le dijo que si eso llegaba a suceder, debía olvidarse de las condiciones que había disfrutado hasta 2006. Vocento lo repescó y aprovechó su fiebre de libertad. Le ofrecieron unas condiciones dignas, pero fuera de la plantilla.

Para poder financiarse los viajes, Mikel fue periodista multimedia antes de que los demás supiéramos qué diablos era eso. Hace televisión para Euskal Telebista (ETB) en castellano y euskera, publica textos y fotos en los diarios del grupo Vocento (El Correo, ABC...) y colabora en la radio (primero en Punto Radio, después en la Cope, Radio Euskadi y Euskadi Irratia). Algún maldiciente dijo que Mikel estaba destruyendo el periodismo cuando solo era un adelantado. Los que destruyen el periodismo son los simuladores. Mikel no lo es.

Han pasado diez años y el sueño se mantiene. A sus cuarenta y pico (veinte más veinte en las cuentas de Joan Manuel Serrat) se ha hecho un nombre y un referente para esa pléyade de jóvenes. No es el único de su edad que ha logrado romper el círculo del pesimismo. Además de Alberto Arce hay un miríada de jóvenes fotógrafos que son una referencia mundial. Este es un país rico en talento.

Otra de sus habilidades es el manejo de los aspectos prácticos del oficio de periodista. Logra que todo funcione, consigue grabar, editar y enviar a tiempo para la emisión de sus crónicas. Es también rápido en la ejecución del trabajo. Viaja cargado con una cámara de vídeo, un transmisor por satélite, un ordenador y un teléfono. Es una unidad móvil humana. Utiliza las redes sociales para informarse e informar. Tiene un canal en YouTube y en la última guerra de Gaza mantenía encuentros con sus lectores a través de Twitter.

En enero de 2015 decidió apostar por Jerusalén como corresponsal, donde vive con su familia. Ahora tiene la oportunidad de la pausa (relativa) frente a la velocidad de la actualidad. Mikel es un reportero posthemingwayiano, tal vez porque aquel mundo de los periodistas aventureros y borrachos ha dejado de existir. Su único vicio conocido es el narguile.

Un freelance necesita cumplir dos requisitos para que le cuadren las cuentas: gastar poco e ir a lugares desde los que pueda colocar historias. Es una duda habitual de muchos jóvenes ante su primer viaje. Si vas donde está todo el mundo, nadie te coge el teléfono; si vas donde no hay nadie, descubres el motivo por el cual no ha ido nadie. Mikel se tuvo que especializar en un territorio grande y peligroso: Irak, Irán, Siria, Afganistán y Pakistán. Parece la lista de sospechosos habituales. Gracias a la Primavera Árabe pudo salir de su rincón de conflictos y ampliarlo a Túnez, Libia, Egipto, Yemen...

Es parte del equipo fundador del colectivo de periodistas 5W, editor de este libro, y autor del libro Gaza, cuna de mártires. Asegura que su mejor terapia para superar las guerras, sus imágenes y sus voces es llevar a sus hijos al parque y verlos jugar.

Si para ser periodista se requiere coraje, el compromiso de luchar por algo durante mucho tiempo, Mikel lo tiene. Es la base de su éxito.

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What.

Guerras para entender el presente.
A Ramón Lobo y Mikel Ayestaran les obsesiona Irak, pero también hablan sobre Palestina, Siria, los problemas del mundo árabe y la percepción occidental del islam.

 

 

M.: ¿Cuál fue tu primera guerra?

R.: Mi primera guerra fue Bosnia, en abril de 1993, pero mi primer bombardeo fue Irak. Fui con El País.

M.: Mucho antes de la última guerra de Irak, que empezó en 2003.

R.: Llegué a El País en agosto de 1992. El primer día, mi jefe, Luis Matías, me dijo: “Pide un visado y vete a Irak”. Me contestaron dos meses después.

M.: ¿Había embajada en Madrid?

R.: Sí. Me contestaron en noviembre. Aunque ya no estaba pasando nada muy relevante, el director de El País, Jesús Ceberio, me dijo que fuera. Me moví por todo el país con un traductor que era espía de Sadam Husein. En el mercado de Kerbala encontré una historia que me pareció fantástica. Vi a un vendedor que tenía una caja llena de patos. Le pregunté por qué no se escapaban. Con una sonrisa desdentada, tomó uno, le dio la vuelta y me mostró que tenía las patas rotas. “¿Por qué no vuelan?”. Cogió otro y me enseñó sus alas rotas. Me dije: esto es Irak; este hombre es Sadam Husein y la gente no vuela porque tiene las patas rotas y las alas quebradas. Escribí un pequeño texto sobre los patos de Kerbala. Ese tipo de cosas siempre me han gustado.

M.: ¿Y el bombardeo?

R.: