Primera edición:
Septiembre de 2019
© de los textos:
Anna Bosch y Pablo R. Suanzes
© de las ilustraciones:
Cinta Fosch
© de la presente edición:
Colectivo 5W, S.L.
www.revista5w.com
Coordinación y edición:
Agus Morales
Diseño gráfico: Laura Fabregat
Impresión: Nova Era Publications
Corrección: Arturo Muñoz
ISBN: 978-84-09-14065-7
eISBN: 978-84-12-36233-6
Depósito legal: B 21512-2019
Reservados todos los derechos. No se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio sin autorización previa y por escrito de los titulares del copyright, Anna Bosch, Pablo R. Suanzes, Cinta Fosch y Colectivo 5W. La infracción de dichos derechos puede constituir un delito a la propiedad intelectual, aquí y en todo el planeta.
Voces 5W
Conversación entre Anna Bosch y Pablo R. Suanzes
Ilustraciones de Cinta Fosch
«Europa traiciona parte de sus principios a cambio de contener la gasolina que alimenta a la extrema derecha»
Anna Bosch
«La legitimidad de Europa no deriva de una utopía, de un sueño, de lo que va a ser. Europa no es el futuro, es el presente»
Pablo R. Suanzes
Europa sufre una crisis de identidad. ¿Cómo intentan el populismo y la extrema derecha manipular sus valores? ¿Qué caminos se abren ahora? En este diálogo de larga distancia, Anna Bosch (Barcelona, 1963) y Pablo R. Suanzes (Madrid, 1980) reflexionan sobre el brexit, el euroescepticismo, la pérdida de confianza en las instituciones y el trabajo periodístico en grandes capitales como Bruselas, Londres y Moscú.
Voces 5W es una colección de diálogos intergeneracionales, interculturales o interdisciplinares sobre el mundo. Cada obra recoge una conversación que da la vuelta al planeta.
Como siempre, lo contamos todo con las 5W
1.
Who.
Los autores. Anna Bosch presenta a Pablo R. Suanzes y Pablo R. Suanzes presenta a Anna Bosch.
2.
What.
¿Qué es Europa? Cada país la mira desde su propia historia. Durante los últimos años Europa se ha construido en negativo. ¿Puede eso cambiar?
3.
When.
Los populismos. La extrema derecha en Italia, Francia y Europa del Este. La cuestión identitaria. De la fractura Norte-Sur al cisma Este-Oeste.
4.
Where.
El brexit ha sido un terremoto. ¿Cuáles son sus orígenes? En el extremo oriental, Rusia se consolida otra vez como una potencia hegemónica. ¿Rusia es Europa?
5.
Why.
¿Cómo es ser corresponsal en Bruselas o en Washington? ¿Cómo contar algo que importe y no contribuir a generar más ruido? La pasión por el periodismo es la mejor guía.
Aman Europa y no lo esconden, pero la han vivido desde diferentes lugares. Anna Bosch presenta a Pablo R. Suanzes y Pablo R. Suanzes presenta a Anna Bosch.
Pablo es un periodista a quien sigo, admiro y envidio. Lo sigo porque aprendo con él y lo admiro porque… ¡no sé de dónde saca el tiempo! Envidio su capacidad para tocar múltiples teclas sin desafinar. ¿Duermes, Pablo? Lo pregunto por tu actividad desenfrenada.
Empecemos por el corresponsal. Escribe y hace pedagogía sobre algo tan vasto y complejo, críptico incluso, como la Unión Europea. Y lo hace al ritmo trepidante que impone Bruselas, con una agenda multidisciplinar y sus célebres (que no celebradas) cumbres hasta bien entrada la madrugada. No solo escribe las crónicas en minutos para que estén listas para la web de El Mundo, sino que además lo hace en su activísima cuenta de Twitter.
El buen periodismo tiene retos. El primero, aunque suene a perogrullada, es que antes de contar algo el periodista tiene que entenderlo. De Perogrullo, sí, pero no se cumple siempre. Porque no es fácil. Los periodistas, como cualquier profesional, cuando nos especializamos en algunas cuestiones acabamos cayendo en la trampa de hablar con sobreentendidos sobre el contexto y la jerga. Por inercia, por pedantería o por ambas razones. Y en Bruselas andan sobrados de sobreentendidos y jerga de leyes, tratados, diplomacia… Que si opt-outs, que si backstop, que si Spitzenkandidaten, que si Maastricht, que si Lisboa, que si el Convenio de Dublín sobre asilo… (en Francia lo han convertido en verbo y hablan de migrantes dublinés, ¡«dublinados»!).
Un corresponsal en Bruselas tiene que entender todo ese léxico, estar dotado de una mente clara, ser rápido a la vez que detallista en la lectura y, después de comprender esos pesados contenidos, ser capaz de sintetizar lo esencial para el público y transmitirlo con un lenguaje claro, que no simple. De manera comprensible para el lector medio. Ni demasiado básico para el iniciado, ni demasiado enrevesado para el neófito. Y Pablo lo logra. Tiene muchísimo mérito. Por eso lo sigo y admiro.
Escribo esta presentación sin haber tenido prácticamente trato personal con Pablo, pero sé que es un tipo culto, serio y miope, y eso indefectiblemente aboca a la duda de si estamos ante un tímido o un estirado. Son dudas que se despejan con el roce o consultando a quienes tratan con él, como los otros corresponsales o excorresponsales en Bruselas. Investigación que he llevado a cabo con un resultado de consenso: Pablo está en el grupo de los tímidos.
Seguro que es algo rarito. Me explico. En el mundo de las corresponsalías hay destinos que tienen muchos/as novios/as. Nueva York y París cuentan con la lista de espera más larga, la de los aspirantes menos aguerridos, y Jerusalén y Oriente Medio, la de los más atraídos por el conflicto. Algunas raritas preferimos Washington a Nueva York. No hay mucha demanda para Extremo Oriente y África porque apenas hay oferta. Poquísimos medios tienen delegados o freelancers. A lo que vamos: ¿adivinan cuál es uno de los destinos que casi nadie pide? ¡Bingo! Bruselas. Una corresponsalía de mucha moqueta, mucho traje y poco reportaje. En una ciudad que, aunque sea mentira, tiene fama de aburrida. Y de mal tiempo; bueno, eso es cierto. Según Pablo, también, de malos desayunos. A pesar de todo eso, hay quien va y logra que el lector o el espectador siga su información como algo interesante e incluso apasionante. Pablo R. Suanzes es uno de ellos. Y encima le pone humor.
Suanzes es corresponsal de El Mundo en Bruselas desde 2014. Los ocho años anteriores se los pasó informando de economía, otro de sus fuertes, que lo ha preparado, sin duda, para vérselas con las crisis, negociaciones e informes de la UE. Pablo llegó al periodismo después de haberse sumergido académicamente en la historia, la sociología y las relaciones internacionales, lo cual demuestra tal vez despiste, pero, sobre todo, una gran curiosidad por conocer. La experiencia me ha demostrado que es ese tipo de periodista con hambre caleidoscópica, de abanico amplio, el que más me interesa y de quien más aprendo. Dato curioso, de esos que nos piden a los periodistas en las entrevistas: en su expediente académico hay un sobresaliente que, valga la redundancia, sobresale. Porque se lo puso un tocayo suyo apellidado Iglesias y que anda metido en política.
La avidez intelectual de Suanzes no se agota en sus estudios académicos: es un lector voraz de literatura de ficción, no solo de ensayos, y comparte sus lecturas, literarias y de prensa, en un blog que alimenta meticulosamente, y en el que deja muestra de que, a pesar de sus conocimientos sobre historia, política internacional, economía y literatura, es modesto: el contenido de la sección «Sobre mí» es minimalista.
Esperen, que hay más: si le llaman de una tele o de una radio, acude. Si un colega le traslada una duda, tiene la generosidad de compartir su conocimiento. Y más. No solo escribe sobre la UE, también escribe crónicas costumbristas de cosas belgas. Y el escándalo sigue. También encuentra un hueco en su vida para esta iniciativa encomiable que es Revista 5W. Es un empollón, currante y believer.
Llegados a este punto una se dice: no duerme, es un workaholic y una rata de biblioteca fofa. ¡Pero no! Resulta que juega a fútbol y ajedrez y que tiene un nivel profesional jugando a… ¡los bolos! Talento físico y mental. Bueno, entonces debe de ser de los que no salen por ahí con amigos o colegas, se queda encerrado en casa leyendo y escribiendo, y sobrevive a base de bocadillos o precocinados. Pues no. Según mis indagaciones, es un lujo de amigo. Se le da bien la cocina e incluso, si montas una fiesta feminista para el 8 de marzo, se te presenta con tartas y bizcochos hechos por él. Y se va, que es una fiesta de mujeres.
Pablo, vuelvo al principio: ¿cómo lo haces? A ver si el truco va a estar en que eres abstemio… Una palabra que se carga toda la mística del periodismo que varias generaciones hemos recibido. Si a mí no beber cerveza me complica la vida social en Madrid a veces, ni me puedo imaginar lo de Pablo ¡en Bélgica!
Como decía al principio, apenas he compartido con Pablo un hola y adiós en Bruselas. Agus Morales ha sido el introductor de embajadores de esta conversación y se lo agradezco enormemente. Por el encuentro y por acercarme a 5W, uno de esos proyectos que demuestran que hay periodistas que siguen creyendo en la profesión cuando algunas, a veces, sentimos desfallecer esa fe. Gracias.
Agus nos presentó como dos apasionados por Europa, pero no sé si sabe que dentro de Europa hay otra pasión que compartimos Pablo y yo: Italia. A pesar de Italia. Él se educó en el Liceo Italiano de Madrid, yo soy autodidacta por la vía de los afectos, y estoy con él en que no se puede tolerar que alguien pronuncie mal pizza. Qué Fundéu ni qué nada: pizza es piZZa.
Non vedevo l’ora di quest’incontro.
P. S.: ¡Ha sido un verdadero placer!
Si para calibrar el carácter y la personalidad de un periodista usáramos como indicador el número de veces que le ha colgado el teléfono a sus jefes durante una discusión encendida sobre la relevancia de una noticia, o al revés, cuántas veces esos jefes han zanjado la conversación con furia e impotencia por la terquedad del interlocutor, Anna Bosch ocuparía un lugar muy destacado en el ranking histórico de los corresponsales españoles.
Si le preguntan a ella les dirá que tiene una merecidísima fama de borde e intratable. Pero si le preguntan a sus compañeros, los que han compartido banco, equipo, micrófono o destino desde hace décadas, los adjetivos que usan son otros. Profesional, entregada, dedicada, cuidadosa, comprometida, curiosa, incansable. En el mundo en que vivimos, la ambigüedad, la equidistancia, la neutralidad o indiferencia ante la mentira, el abuso, la injerencia política o la falta de rigor es cualquier cosa salvo una virtud. El silencio es a menudo la vía más cómoda e incluso la única para la supervivencia. Por eso voces propias y potentes como la suya se han convertido en imprescindibles para mantener la esperanza.
Anna ha explicado el mundo y la actualidad desde Moscú, Washington o Londres como corresponsal para TVE y desde cientos de otros lugares como enviada especial. Estando donde hay que estar, pero sin buscar la gloria personal en cada paso. Ella sabe que para traducir lo que ocurre en lugares lejanos a espectadores no especializados hace falta un trabajo previo ingente e invisible. De documentación y contextualización. Hay que conocer el idioma, el país, la sociedad. Estar listo para cuando llegue lo imprevisto y poder reaccionar en minutos. Por eso aprendió todo lo que pudo de fútbol para contar las novedades de la Premier League cuando sus equipos se llenaron de jugadores y entrenadores españoles. Aprendió de arte para cualquier exposición que se abriera en la Tate. O de nacionalismo e imperialismo para entender y explicar lo que ocurría en Chechenia.
La han visto con una máscara de gas en medio de una manifestación en Estambul y en la frontera de las dos Irlandas para hacer visible, de forma casi dolorosa, las consecuencias del brexit. O en una mezquita perdida en medio del Brabante flamenco, donde la conocí una tarde de agosto hace unos años, tratando de averiguar algún detalle que aportara claridad al perfil de un misterioso imán implicado en los atentados de Barcelona.
En el imposible mundo de la televisión, donde tienes que contar en veinte segundos lo que otros pueden desarrollar en 2.000 palabras, se ha convertido en una institución, una referencia. Ella es el ejemplo que usan sus colegas por la habilidad que tiene para combinar el dominio de la técnica y la pedagogía. Entre saber y no aburrir, entre la preparación teórica y la entrega absoluta sobre el terreno. Millones de españoles la reconocen y tienen un vínculo como el que hace medio siglo se tenía con unos pocos rostros de intachables credenciales. Y eso, que se puede perder en un minuto, solo se logra tras lustros de esfuerzos.
Anna dice que salió afrancesada de fábrica, que ella sola se italianizó y que luego se empapó de la cultura anglosajona. Todas y cada una de esas facetas se ven en su trabajo, en su ansia por aprender en cada conversación. En la búsqueda de referentes, en los estándares que se pone y que pone a los demás. Ha cometido errores y no lo oculta, porque es imposible no cometerlos. Tiene fans y detractores, y es imposible no tenerlos cuando peleas hasta el final por tu trabajo, por la noticia y por defender toda una cosmovisión sobre el periodismo y el servicio público.
En este oficio nuestro tan peculiar hay quienes se decantan por la noticia, quienes destacan en la búsqueda de la exclusiva. Están quienes dominan el análisis, la descripción, la entrevista o el reportaje. Anna, que lo ha hecho todo y lo hace todo ofensivamente bien, si por algo destaca es por su apetito infinito. Con su trayectoria, su fama y sus premios podría vivir de las rentas, pero pelea cada día como si fuera el primero. Porque sufre cada vez que escucha que los temas internacionales son demasiado complicados, difíciles o no interesan. Y arremete cuando le dicen que las noticias duras aburren y que hacen falta cosas más ligeras.
Hay quienes sostienen que Europa es una idea, un sueño, un proyecto. Para ella, Europa es una cuestión personal. Nació en un país sin libertad y descubrió jovencísima lo que suponía el intercambio, la diferencia, la riqueza del continente. Por eso cruzó las fronteras ya antes de cumplir la mayoría de edad, aprendió idiomas y se lanzó a la aventura. Por eso se toma más en serio que nadie los desafíos que afectan al continente, las amenazas populistas, esa retórica que aboga por retroceder a un idílico pasado que ella sabe que nunca existió. Por eso su Unión Europea no es el mercado único, no es el fin del roaming o unas elecciones (que también), sino un continente sin fronteras, con paz y libertad.
Hay periodistas natos y exploradores natos, y ella es probablemente el mejor ejemplo de ambas cosas. Ha vivido algunos de los años dorados, cuando todavía era fácil conseguir trabajos con los que se podía llegar a fin de mes. Pero a diferencia de muchos nostálgicos que viven atrapados en los recuerdos, no habla con pesar de los nuevos tiempos. Aprecia el torrente de información que hoy tenemos al alcance de las manos, las posibilidades de la tecnología y la pujanza de los nuevos proyectos. A pesar de la falta de medios, de la frivolización del clic, de que ahora cada uno de sus compañeros tiene que hacer lo que antes hacían tres, Anna vive en el presente. Se cabrea, protesta y se rebela, grita en voz alta, pero ni es fatalista ni arroja la toalla. Por eso pasa mucho más tiempo haciendo preguntas que contando batallitas.
Tras dos décadas viéndola en la pantalla, unos años leyéndola y habiendo podido escucharla en las distancias cortas, sin focos, cámaras ni espectadores, puedo decir que Anna Bosch contagia entusiasmo y desborda credibilidad. Y no creo que haya muchas más cosas que se le puedan pedir a un periodista.
¿Qué es Europa? Para Bosch y Suanzes es un asunto personal y colectivo. No es una idea única, monocromática: cada país la mira desde su propia historia. La relación de la ciudadanía con sus instituciones es de una gran complejidad. Durante los últimos años Europa se ha construido en negativo. ¿Qué nuevos mensajes pueden florecer?
B.: Para mí Europa es una confirmación vital: me va en ello algo personal. Tú eres de otra generación, Pablo. ¿Para ti qué es?
S.: Estuve hace poco en un seminario en Berlín en el que se intentaba contestar a esa pregunta. Dividían a la gente en grupos y había que lograr un consenso entre personas de diferente nacionalidad, edad y género: escoger unas palabras para definir qué era Europa para nosotros. En mi mesa había varios húngaros, italianos y británicos. Para ellos (fíjate bien en las nacionalidades) Europa era, como para ti, algo casi existencial. Un faro en medio de la oscuridad. Cuando yo les decía que Europa era algo que daba por supuesto, me replicaban sorprendidísimos: «¿Cómo que la das por supuesta? Pero si es algo que está en cuestión». «No, en España no está en cuestión en absoluto», insistí. Teníamos que consensuar una especie de respuesta y se quedaron con una frase que yo les di. El lema que pusimos en el grupo fue: «Europa somos nosotros/as». Europa no es una categoría física, no es un criterio politológico distante, no es una cuestión filosófica ni un proyecto. Bernard-Henri Lévy dice que Europa no es un lugar, sino que es una idea; para mí es algo que ha trascendido al Estado nación y al debate diario. Es mi pura identidad, no categorizada. Europa soy yo y yo no puedo ser sin Europa.
B.: Estoy de acuerdo con lo que dices, pero añadiría un matiz. Lo que apuntas es cierto en el subconsciente, pero no del todo en nuestra conciencia. Muchos británicos que viven en España, oficialmente en torno a 300.000 pero en realidad muchos más, han votado salir de la UE. Solo cuando el resultado fue el que fue, se dieron cuenta de que algunas de las cosas que les resultaban tan fáciles en España quizá ahora no lo iban a ser. A lo mejor la sanidad en el ambulatorio ya no es gratuita. Conozco a más de uno que está tramitando la nacionalidad española para seguir siendo ciudadano de la UE. ¡Quién hubiese imaginado a británicos renunciando a la nacionalidad británica por la española! Renuncian a la británica porque España no reconoce la doble nacionalidad con el Reino Unido, algo que a ellos les duele, claro. Hemos asimilado Europa, pero no somos del todo conscientes de ella. No hasta que la perdemos, hasta que es demasiado tarde. Hay una cosa que me parece preocupante, y por eso te hacía la pregunta. Hay una generación, tanto en sectores próximos a la extrema derecha como a la extrema izquierda, que es muy eurocrítica.
S.: