Presentación
1ª Predicación. “El sentido de la Cruz y nuestros desafíos I"
2a Predicación. “El sentido de la Cruz y nuestros desafíos II”
3a Predicación. “El sentido de la Cruz y nuestros desafíos III”
4a Predicación. “El sentido de la Cruz y nuestros desafíos IV”
5a Predicación. “El sentido de la Cruz y nuestros desafíos V”
6a Predicación. “El sentido de la Cruz y nuestros desafíos VI”
7a Predicación. “El sentido de la Cruz y nuestros desafíos VII”
8a Predicación. “El sentido de la Cruz y nuestros desafíos VIII”
9a Predicación. “El sentido de la Cruz y nuestros desafíos IX”
10a Predicación. “El sentido de la Cruz y nuestros desafíos X”
11a Predicación. “El sentido de la Cruz y nuestros desafíos XI”
12a Predicación. “El sentido de la Cruz y nuestros desafíos XII”
13a Predicación. “El sentido de la Cruz y nuestros desafíos XIII”
14a Predicación. “El sentido de la Cruz y nuestros desafíos XIV”
15a Predicación. “El sentido de la Cruz y nuestros desafíos XV”
16a Predicación. “El sentido de la Cruz y nuestros desafíos XVI”
17a Predicación. “El sentido de la Cruz y nuestros desafíos XVII”
Con gran gozo interior me agrada poder presentarles mi noveno libro titulado “Los desafíos de la vida”. El primero, siguiendo un orden cronológico que publicamos con la Editorial Guadalupe que me acompaña en este servicio a los hombres es “El sentido de la vida”. El segundo “La Ansiedad y nuestros interrogantes”. El tercero “La soledad en estos tiempos”. El cuarto “El Amor no procede con bajeza” (la histeria, las crisis, los traumas). El quinto “Nuestros enojos: conflictos enigmáticos”. El sexto “Dios perdona y olvida”. El séptimo “El crecimiento empieza donde la acusación termina” (sobre el Sentimiento de culpa - la conciencia dudosa/errónea y los escrúpulos). El octavo “La verdad, fuente de santidad” (La verdad y el Amor versus la mentira y la envidia).
A lo largo de la vida, ¿quién no ha tenido y tiene desafíos que afrontar? Entiendo que es una temática recurrente en todo ser humano. El modo en que lo afrontemos aducirá el resultado de la vivencia de cada desafío. Están presentes en todas nuestras dimensiones. Hay desafíos culturales, nocionales, sociales, económicos, intrapersonales, interpersonales, religiosos, éticos y espirituales.
En relación al libro que les presento hago una puntuación en los desafíos éticos, intrapersonales, en los religiosos y en los espirituales. Estos cuatro, a mi entender se despliegan en nuestro mundo psíquico, biológico y espiritual. Como nos enseña San Gregorio Magno: “Cada hombre es un microcosmos”.
El tiempo transcurre y nos damos cuenta que según el crecimiento que hayamos logrado en nuestra comunión con Dios seguramente habrá sabiduría para poder encausarlos en Dios. No obstante, no todos logran un desarrollo de vida interior. Algunos quieren y no tienen quiénes los acompañen, otros sí y tal vez no saben aprovechar lo que tienen a su lado –se distraen–; otros son “intimistas” (no permiten ser instruidos lógicamente por los que saben). La gama es muy amplia… Y otros como ustedes lectores aprovechan verdaderamente de todo lo que tienen en sus manos.
Me he encontrado con personas de un sentido común muy desarrollado y he comprobado que este desarrollo les permite ser prudentes, sensatos en el modo de abordar sus desafíos.
En la vida de fe podemos lograrlo. Tenemos todo a disposición: los Sacramentos –de modo singular la Eucaristía– la formación interdisciplinaria, experiencias de oración personales y comunitarias, experiencias que adherimos al poder que engendra la Palabra de Dios en nosotros hasta que aprendemos algún día que nunca conviene instalarse en un desafío sino atravesarlo de la mano de Dios Trinidad, de la Virgen y de la Iglesia.
En este libro los planteos que forman parte de mi enseñanza son muy precisos. Dependerá de cada uno asumirlos, profundizarlos, hacerlos vida.
Entiendo que lo significativo de este libro “Los desafíos de la vida” se centra en las prioridades maduras y definidas de todos los que somos buscadores de Dios. Según sean nuestras opciones “maduras y definidas” los desafíos ciertamente nos garantizan la santidad de nuestras vidas.
Al referirme a la santidad quiero señalar el deseo de Dios para el hombre: “vivir en alianza con él”. En Gn 9, 11 la Palabra nos revela: “Yo establezco mi alianza con ustedes”. Paralelamente, a través del profeta Ezequiel 36, 28 encontramos: “Ustedes serán mi pueblo y yo seré vuestro Dios”. Como bien sabemos nos enseña nuestro Señor Jesucristo: “¿Quieres ser mi discípulo? Toma la cruz de cada día y sígueme”. No hay duda en la experiencia cotidiana que la Cruz es el desafío de cada uno. Cuando los desafíos aparecen también recordemos que “la Cruz es fuerza de Dios”, 1 Co 1, 18. Señalo, como lo podrán apreciar las distintas reacciones que nosotros, los hombres, tenemos frente a los desafíos de la vida.
Mis libros se orientan a la relación Fe-vida dado que el cristianismo no es una filosofía, lo cual queda en aquello que pensamos, sino que es esencialmente un modo de vivir.
La atención a tantas personas, las predicaciones de retiros y ejercicios espirituales desde hace treinta y tres años consecutivos me han aportado mucho. Intentar aconsejar, consultar a quienes más saben, hacer silencio y orar en el tiempo antes de una devolución frente a desafíos álgidos siempre me ha favorecido para poder favorecer.
Deseo de corazón que al igual que mis otros libros, también éste contribuya a la reflexión interior y así oriente sus vidas siempre hacia el Evangelio de Cristo el Señor.
Agradezco una nueva y renovada vez al Padre de Bondad que en su Hijo Jesucristo me da esta posibilidad de llegar aún con mis escritos a tantas personas. Asimismo, a la Virgen –Madre de la Iglesia– va mi sincero agradecimiento. Sumo mi gratitud por la animación de mis hermanos en la fe, amigos, oyentes de radio de tantos años y otros de hace poco que continuamente valoran todos los libros que, con el apoyo de la Editorial Guadalupe, desde su director el Padre Pedro, verbita y equipo, me brindan y alientan para llegar a editar esta colección.
Que quienes lean este Libro sean altamente bendecidos.
Claudio Rizzo.
“El mensaje de la cruz es una locura
para los que se pierden,
pero para los que se salvan
–para nosotros– es fuerza de Dios”.
1 Corintios 1, 1, 18.
Simbólicamente la Cruz de Jesús es signo de seguimiento y pone delante de cada uno la pregunta decisiva: ¿aceptas mi cruz?, ¿aceptas los desafíos de la vida? Claro que a medida que tenemos más experiencia de Jesús vamos descubriendo la conjugación de nuestra vida con la suya. El sentido se logra por medio de la identificación con Cristo. Siempre Jesucristo, para nosotros, hombres de fe, provoca una seducción que solo se experimenta en el Camino de un seguimiento incondicional, en la relación comunitaria y personal con Cristo y Su Iglesia.
En la vida se suscitan inquietudes y problemas los cuales podemos tildar como preocupantes, complejos, especiales… Para el creyente las cosas no son ni se tornan fáciles o difíciles, lo cual equivaldría a pauperizar en cálculos humanos los desafíos, sino más bien en simples o complejas. La simpleza o complejidad están sujetas a nuestras circunstancias internas y/o externas propias (cultura, amistades, medio ambiente). El grado de crecimiento interior es fundamental para poder afrontar cada desafío.
Si nos ponemos a reflexionar, la vida es un desafío y nosotros vivimos inmersos en ese desafío que tiene distintas vetas bajo los términos de desequilibrio, infravaloración, desasosiego, per-
turbación, alegría, animosidad, esperanza. No todos los desafíos son negativos. Hay muchos positivos en sí mismos; por ejemplo, proyectar una vocación, hacer un viaje, esforzarse por progresar con lo que a cada uno le satisface, perfeccionarse en una ocupación o carrera, esmerarse por conocer y entrar a caminar en el Camino: imitar la vida de Cristo. En este sentido ser hombres bíblicos neotestamentarios nos ayudará notablemente.
A pesar de los avatares, las injusticias, las difamaciones, la envidia, la malicia y la codicia, el cristiano sabe que “puede gloriarse en la Cruz de Cristo” (Ga 6, 14). Para eso, se requiere una condición: El hombre viejo debe crucificarse con Cristo (Rm 6, 6). El hombre nuevo vive con él (Ga 2, 19).
Paralelamente a la enseñanza de Pablo, la Cruz sirve también, especialmente en Juan, como signo de la victoria de Jesús.
Con la introducción bíblica podemos aseverar, sin duda alguna, que el mensaje de San Pablo es la cruz de Jesús. A través de una serie de contrastes audaces y contundentes, Pablo nos acerca al misterio de Cristo crucificado: es un escándalo (skandalon, gr.: piedra de tropiezo), dice, para los judíos que esperan a un Cristo triunfador. Es una “locura”, añade, para los griegos que buscan y se apoyan en la razón y la sabiduría. El misterio de la cruz sólo puede expresarse ante los ojos de la sabiduría y la razón humanas como “locura y debilidad de Dios”, y precisamente por eso, es “fuerza y sabiduría de Dios” (v 24) para los creyentes. Pablo, ciertamente no es un fanático anti-intelectual que desprecia la razón, la ciencia o el progreso. A lo que el Apóstol se opone decididamente es a todo proyecto humano de la índole que sea-incluso religiosa- que, dejando de lado al Dios, que se revela en la cruz de Jesús, termina siempre por construir una sociedad basada en la injusticia, la discriminación, la opresión y la violencia.
Esta paradoja, la fuerza de la debilidad de Dios, se prolonga y manifiesta en la comunidad de Corinto, compuesta de gente socialmente sin importancia (Cfr. Sant 2, 5; Mt 11, 25). No abundan los intelectuales, los ricos, los poderosos, la nobleza. Como en otro tiempo a unos esclavos en Egipto (Cfr. Dt 7, 7s; Is 49, 7), así ahora elige a gente sin estudios, sin influjos y sin títulos. Es interesante resaltar la insistencia de Pablo en poner de relieve
en estos versículos (26-28-29), por una parte, la iniciativa de la elección de Dios, repitiendo cuatro veces el término “elegir” o “llamar” y, por otra, la condición social de los destinatarios de su elección: los locos del mundo, los débiles, los plebeyos, los despreciados, los que humillarán –lo dice dos veces– a los sabios y poderosos y anulará a los que se creen que son algo.
Esta iniciativa de salvación de Dios, absolutamente sorprendente, se hace realidad en Jesús que comunica a los suyos, los débiles de este mundo, la sabiduría, la justicia, la consagración y el rescate.
Estas expresiones densas de teología paulina, podrían resumirse en una palabra: “liberación, comenzando ya aquí y ahora”.
En definitiva, Pablo no hace sino presentar a los corintios y a nosotros el proyecto que Jesús anunció en la sinagoga de Nazaret Lc 4, 14-21 sobre su misión de “llevar la Buena Noticia a los pobres, anunciar la liberación a los cautivos y la dar la vista a los ciegos y a dar la libertad a los oprimidos…”.
En la espiritualidad carmelitana se sostiene una frase y es la siguiente: “Ave Crux – Spes Unica”, “Bendita seas, Cruz, esperanza única”. Vamos a acuñarla…
Empleamos la palabra esperanza con escasa sinceridad. Es también fácil utilizarla incorrectamente. Seguramente alguna vez pudimos haber dicho “ Tengo esperanza de que hoy voy a recibir un email a favor de un trabajo”; “tengo esperanza de que me saldrá el crédito”; “tengo esperanza de que mi amiga pueda venir a Buenos Aires”, etc. Cada vez que utilizamos la palabra esperanza en esa forma estamos expresando un deseo, pero también estamos deseando algo que es incierto. De otra manera estamos diciendo: “No estoy seguro si esto va a suceder. Puede que sí, y puede que no, pero me gustaría que sucediera”. Esa no es la definición bíblica de la esperanza. En la Escritura, la esperanza es algo sólido, es segura. Es una convicción. La certeza proviene de la aseveración que posee un juicio bien hecho por nuestra inteligencia. La convicción, en cambio, proviene de la fe anclada en Jesucristo. La esperanza es la expectativa espiritual gozosa de algo que Dios ha prometido y que ciertamente sucederá en el futuro. No hay duda de que las promesas de Dios se cumplirán. Son seguras.
La esperanza no es optimismo ciego; es optimismo realista. Una persona de esperanza siempre está consciente de las luchas y las dificultades que como consensuamos son desafíos
de la vida. No obstante, vivimos más allá de ellas con un sentido potencial y de posibilidad de cambios, de reacomodamiento, de reubicación. Nosotros no somos pensadores de imposibilidades.
Una persona de esperanza no simplemente vive para las imposibilidades del mañana, sino que ve las posibilidades de hoy, aun cuando no le esté yendo bien.
Una persona de esperanza no sólo espera lo que le hace falta a su vida, sino que experimenta lo que ya ha recibido. Puede decir un no enfático al estancamiento y un enérgico sí a la vida.
Esperanza es permitir que el Espíritu de Dios nos libere y nos lleve hacia adelante en nuestras vidas.
Vivir “en esperanza” es establecer interiormente que las heridas mutilantes y frustraciones existenciales no controlen más nuestras vidas. Jesucristo cura nuestras heridas. Sin embargo, nosotros, más de una vez, no nos dejamos alcanzar por su Poder Sanador.
Debemos decidir cambiar y así nuestra vida cambia gradualmente… Ese es el sentido acrisolador de la Cruz, dejarse alcanzar por el sacrificio redentor de Cristo. Así lograremos estar libres para vivir como Dios quiere que vivamos.
Como podemos apreciar hay una diferencia entre “ser libres” y “estar libres”. El nos libertó, sin embargo, el estado de vida interior depende de nuestra decisión.
No nos melancolicemos con nuestras heridas haciéndonos amigos de ellas. Aferrémonos a la esperanza que tenemos en Cristo sabiendo que su Cruz es Fuerza: aliento-esperanza-animosidad.
No nos atasquemos. La esperanza no es una ilusión. La esperanza es una realidad. Está disponible para ayudarte a decidir, cambiar y ser bendecido.
El núcleo de este propósito es decidirse a vivir el Evangelio día a día en mayor comunión con Su Mensaje, con la adoración a Cristo tanto cúltica como en verdad a través del servicio, a los demás y a la propia dignidad. Nos preguntamos, nos respondemos:
• ¿Cuáles son los desafíos positivos que te han tocado afrontar y cuáles son los actuales?
• ¿Estás dispuesto/a a emprender algo que seguramen te implica un desafío positivo en tu vida? Previo a ello, siempre consulta a Dios. Nos recuerda Is 58, 2: “Ellos me consultan día tras días y quieren conocer mis caminos”.