En estas páginas
“… coplas que sabe la gente
cantadas de boca en boca…”
Jorge Marziali, cantautor argentino (1947-2017)
Me toca escribir la presentación de este libro en el marco de la celebración de Pentecostés del año 2021 y aún en contexto de pandemia y de un confinamiento acentuado por más restricciones que apuntan a que no sigan trepando los casos de contagio por COVID-19 –y, por consiguiente, las muertes– de una segunda ola que vivimos en Argentina. No puedo dejar de imaginar que mis hijxs lean este libro dentro de veinte años, con la sensación de que están a punto de sumergirse en una bitácora de viaje.
Puedo ver, en estas páginas, que hay un viento que ha soplado, y que desde distintos lenguajes y mortajas, experiencias y territorios, conquistadores y rebeldías, otra vez ha venido a dejar entre nosotrxs el sobrenatural milagro de la comunicación, como pequeñas coplas que circulan tímidamente, de boca en boca, para no perderse en el naufragio del olvido de los pueblos. Un viento que ha venido a aferrarse a la memoria colectiva, una copla que carga la verdad de lo que siempre ha sido cierto, que trasciende fronteras, que empuja a la diáspora, que huele a tierra y olla humeante de solidaridad y abrigo, que hace a la iglesia.
Iglesias en pandemia, templos en crisis es un intento de respuesta a preguntas que muchxs nos estamos haciendo: ¿Es posible hoy experimentar el Espíritu de Dios?, ¿sigue teniendo la Iglesia una función que cumplir como comunidad de encuentro?, ¿sigue teniendo la Iglesia una función que cumplir como comunidad solidaria? Es un trabajo cartográfico en medio de este navegar, mientras sorteamos olas de vago optimismo y marejadas de fatalidad y apatía. Los templos han dejado de ser un faro, el lugar seguro, el cayado; y hemos tenido tanto tiempo confundida la idea de iglesia con la funcionalidad de los reductos, que puede parecernos que todo más allá de este agitado transitar es incierto, un espejismo. Pero esa copla que canta el Paráclito viene a recordarnos que es desde Ella que la iglesia cobra vida, sentido y misión. En estas páginas hay pequeñas postas hacia nuevas eclesiologías, como un origen de libertad de Aquella que sopla sobre nosotrxs, sobre lo comunitario, sobre la solidaridad con la otredad. Nuevas eclesiologías con improntas pastorales, bíblicas, teológicas, vivenciales, críticas, fuertemente críticas, de reconciliación, de hacer una pausa, de encuentro con lo diferente para hacer lugar al reencuentro con lo divino.
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Este libro es un proyecto solidario que desarrollamos en conjunto la Iglesia Evangélica Luterana Unida Argentina-Uruguay, su Instituto para la Pastoral Contextual y JuanUno1 Publishing House. Es menester reconocer el trabajo, la gestión y articulación que ha aportado el Rev. Gustavo Gómez Pascua, presidente de la IELU cuando el proyecto inició, y que ya ha cesado en sus funciones el pasado mes de abril. Esta obra ve la luz en el inicio de la presidencia de la IELU de la Rev. Wilma E. Rommel, una de las autoras que ha participado.
Todo lo recaudado de la venta de este libro, en cualesquiera de sus formatos, territorios o idiomas, será donado íntegramente a AMMPARO. Solo unas pocas copias serán retiradas de la venta para distribuir entre quienes contribuyeron en esta obra colectiva y también para su distribución gratuita, lo que le permitirá mayor visibilidad. Ningún/a participante en este libro ha recibido retribución económica alguna por su trabajo o aporte.
Por tanto, quiero expresar mi agradecimiento con lxs veintiocho autoras y autores que han compartido su inquieta y solidaria mirada a partir de sus aportes escritos: introducción, presentación, veintitrés capítulos, un anexo y el epílogo. A Karla Steilmann, mi gratitud por la traducción del capítulo de Ivone Gebara.
Al mismo tiempo, resta agradecer a mis compañerxs en JuanUno1 Publishing House: a Horacio Sandi, director financiero y propulsor de este proyecto; a Ian Bilucich, por la traducción del capítulo de Heidi Neumark; a Tomás Jara, corrector de JuanUno1 y Una Media Ediciones, por corregir todos los textos que componen esta obra; y a María Gabriela Centurión, nuestra encargada de gráfica y diagramación.
Mi agradecimiento también a la Dra. Mercedes L. García Bachmann, directora del Instituto para la Pastoral Contextual (IPC-IELU), quien me ha otorgado el honor de compartir conmigo la tarea de editar este libro, con una tremenda generosidad.
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No puedo olvidarme de nuestro amado Fabián Kreischer, asesinado en el transcurso de esta exploración de otras eclesiologías que deben ir surgiendo y de las que era un genuino exponente.
Sobrevuela la idea de que en esta travesía no hay puerto donde amarrar. Tal vez sea insignificante, pero está dando vueltas en aquella copla que sopla y nos pasea de territorio en territorio, mientras buscamos preguntas y ensayamos respuestas. Estamos comenzando a trazar líneas que no dividen el mapa, sino que nos redirigen a volver la mirada a Aquel vulnerable y encarnado que nos dejó su aliento y su copla.
Hernán Dalbes
Director de Publicaciones
JuanUno1 Publishing House
Pentecostés, mayo de 2021
Introducción
La pandemia, los templos, la iglesia
Marisa Strizzi
La pandemia
La supervivencia y el crecimiento del cristianismo en sus cuatro primeros siglos están ligados a la respuesta que las primeras comunidades cristianas ofrecieron ante dos grandes pestes que devastaron el Imperio romano. Mientras tales desastres sobrepasaron la capacidad de consuelo y explicación tanto de la religión romana como de la filosofía helenista predominante, el cristianismo pudo brindar explicaciones más satisfactorias acerca del sufrimiento y la muerte, cultivando, a su vez, una actitud de esperanza hacia el futuro. Por otra parte, la fuerza contracultural del amor y la caridad cristianos, manifestados en el servicio y la solidaridad hacia el prójimo, tuvo como resultado altos porcentajes de supervivencia entre las personas de estas comunidades y también entre sus vecinos y vecinas. El fenómeno estuvo acompañado de nuevas conversiones, ya que la pérdida de relaciones familiares y sociales a causa de la peste propició el acercamiento de las personas a esta nueva fe que construía fuertes lazos de contención social. Los escritos de Cipriano de Cartago, Dionisio de Alejandría y Eusebio de Cesarea lo reflejan.
Sabemos que, así como lo hicieron esas pequeñas comunidades primitivas, el accionar cristiano varió a través de los siglos, dando lugar a instituciones arraigadas y poderosas. En varias oportunidades, epidemias y pandemias generaron respuestas que ignoraron en gran escala el amor y la caridad cristiana y borraron el horizonte de esperanza. En algunos casos, los mensajes institucionales centrados en el castigo y la ira divinas alimentaron la culpabilización, el odio y la persecución social. En otros, proyectos sustentados por las buenas intenciones evangelizadoras y civilizadoras de distintas iglesias cristianas llevaron las enfermedades y el exterminio a poblaciones enteras.
El cristianismo tiene una historia de sufrimiento y resiliencia que inspira y nutre nuestro presente, a la vez que es parte de una historia de origen y propagación de sufrimiento que puede y debe fomentar una dimensión crítica sobre este. Si bien en los momentos de prueba elegimos qué pasado rememorar para fortalecernos, no es posible ignorar algunos datos del ADN institucional que siguen latentes en nuestras organizaciones.
Los templos
La iglesia cristiana está históricamente asociada a lugares de encuentro y adoración. Esto hunde sus raíces en la dimensión religiosa de lo humano y su necesidad de espacios sagrados. Las ciencias de la religión nos enseñan que del mismo modo en que las sociedades humanas son diversas, también lo son sus lugares sagrados y, así como las sociedades cambian en el tiempo, también lo hacen esos espacios. Esta topología es compleja: no se trata de lugares fijos, sino de flujos e itinerarios que se dan en una deconstrucción y reconstrucción dinámica. En el cristianismo, eso está registrado en los textos neotestamentarios, donde antiguos lugares son puestos en discusión: ya no es “ni en este monte ni en Jerusalén” (Jn 4:21), sino allí “donde dos o tres están reunidos en mi nombre” (Mt 18:20). Entonces, el espacio está abierto desde el inicio para el encuentro y la comunión, abrazando incluso nuestras geografías contemporáneas de lo sagrado.
La teología cristiana es guiada por el espíritu para dar razón de la presencia allí donde sentimos la amenaza de la ausencia. Es un verdadero laboratorio espiritual que realiza los experimentos más milagrosos con el tiempo y el espacio. Porque la palabra del amor cambia el modo en que el espacio es habitado y hace fluir el tiempo. De allí que el ciberespacio puede ser un lugar de encuentro, porque la palabra del amor no informa, sino que transforma: llena de esperanza el tiempo presente, haciéndonos presentes, y trastoca el espacio, haciéndonos cercan*s. No nos remonta al más allá, sino que densifica el más acá, donde la solidaridad y el cuidado al/l* otr* puede revestir diversos modos que apelan a la creatividad.
La iglesia
Las comunidades de fe son las que dan testimonio de Dios; un Dios que es comunidad y comunión. Las iglesias son la expresión de la iglesia, que es la forma que Dios toma en el mundo. Esta no es cualquier forma, sino la forma del cuerpo de Cristo. Tal formato de acceso libre y abierto a tod*s constituye esta comunión que es una solo en cuanto es universal (católica). De allí, su pluriformidad, que acoge en sí tiempos y espacios, modos, culturas, tradiciones e historias diferentes. La constante transformación por el soplo testarudo del espíritu la hace santa: llamada a mostrar al mundo la gracia recibida, haciendo propio el clamor de las personas que sufren, las que pierden la esperanza, las que son marginadas y humilladas. Llamada a perseverar allí donde se anuncian los peligros mismos que desestabilizan sus fundamentos.
En esta pandemia que nos toca, en el lugar y en el momento de la renuncia, de la pérdida de la fe, del por-qué-nos-has-abandonado, este libro reúne expresiones de las múltiples maneras en que la iglesia sucede allí donde está la amenaza y fluye en geografías y tiempos impensados. A pesar –y a causa– de nuestras limitaciones, el espíritu nos abraza y la gracia prevalece. Lo nuestro es siempre dar testimonio.