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EDITORIAL

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Título: Me enamoré mientras mentías.

 

© 2021 Moruena Estríngana.

© Imagen de portada: Kiselev Andrey Valerevich (Shutterstock)

© Edición y corrección: Rosa Sanmartín

© Diseño y maquetación: nouTy.

 

Colección: Noweame.

Director de colección: JJ. Weber.

 

Primera edición oct ubre 2014

Segunda edición revisada junio 2021.

Derechos exclusivos de la edición.

© nou EDITORIAL 2021.

 

ISBN: 978-84-17268-55-8

Edición digital agosto 2021

 

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

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Para mi marido y mi hijo, mi mundo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

PRÓLOGO

 

 

El pequeño observaba desde la puerta cómo su odiado y despilfarrador padre perdía todas sus posesiones, dejándolos en la más absoluta pobreza, condenándolos para siempre por culpa de unas decisiones mal tomadas. Le prometió que esa vez sería diferente, pero ni la partida de su madre le hizo darse cuenta de que ese no era el camino a seguir.

Pese a todo, nada preparó al pequeño para el hambre, el dolor, el llanto desgarrador por la falta de alimento y el miedo que se asomaba en cada callejón oscuro, donde un niño nunca debería hallarse.

Lo habían abandonado a su suerte.

Estaba solo por culpa de sus padres.

Y lo peor era que, por muy pequeño que fuera, se sabía capaz de comprender que las decisiones de sus padres lo habían llevado por ese camino. Que aunque él no tuviera la culpa, era un peón en una vida de adultos. No podía tomar decisiones, solo podía dejarse llevar por lo que otros consideraban mejor. Se sentía impotente y no le gustaba esa sensación. Ni tampoco ser consciente de cómo el odio era lo único que lo protegía, endureciendo con cada nuevo día su tierno corazón.

Se prometió que nunca pondría a nadie en una situación así. Él no sería tan estúpido.

Y mientras el hambre le ardía en las entrañas, se juró que nunca sería como sus padres.

Y sobre todo, que nunca correría el riesgo de amar a nadie, pues a la hora de la verdad es la soledad tu única compañera en el camino.

 

 

 

 

 

 

 

CAPÍTULO 1

 

 

Bruce

 

 

Corro angustiado, me duele el cuerpo. Tiemblo, el miedo me oprime los pulmones, no me deja respirar. Jadeo, estoy casando, tengo hambre, mucha hambre. Huyo… pero por más que lo hago, no consigo abandonar la pesadilla; por más que lo hago, no consigo despertar de ella. No es una pesadilla es la vida real.

De repente todo cambia y un disparo congela el aire. El tiempo se detiene y no tardo en sentir cómo me perfora y me hace caer en un profundo sueño del que no sé si despertaré jamás…

 

Me despierto angustiado, sudando y con las manos en el estómago como si los días en los que me moría de hambre hubieran regresado. Salgo de la cama, sabiendo que hasta dentro de un rato no conseguiré conciliar el sueño. Por suerte, estas pesadillas no suelen ser muy constantes en mi vida, pero cuando las revivo, la desesperación del hambre y el miedo que pasé de niño, se entremezclan con el disparo que casi me quitó la vida y que a su vez, me dio una nueva existencia. Paradójico la verdad. Aunque volvería a actuar como lo hice para salvar a mi mejor amiga.

Me mojo la cara y me miro al espejo. Mis ojos verdes siguen aún vidriosos por el sueño, y tengo el pelo enmarañado. Me seco la cara y salgo del cuarto del baño para ir hacia mi escritorio. Mañana comenzará mi nueva misión, y de mi éxito, depende la vida de muchos jóvenes que, como yo, sin quererlo se han visto vendidos como meros esclavos, que se han visto obligados a realizar un trabajo y dar la vida por unos jefes por los que no sentimos nada. Nosotros no somos guardaespaldas por vocación, lo somos por desesperación; somos el resultado de unos niños que querían conseguir algo mejor que acabar mendigando en las calles, una vez te toca irte de los centros de acogida. Solo éramos unos niños perdidos cuando nos entrenaron duramente, y dejamos de serlo en el instante que comprendimos que, tras aceptar, habíamos dejado de tener vida, habíamos dejado de vivir; y que nuestra vida nunca volvería a ser nuestra, pues desafiar a los de arriba traía consigo la muerte.

Yo lo sé mejor que nadie, pues no dudé en poner a prueba mi capacidad de huida e intenté por todos los medios escapar, pero me fue imposible.

Por suerte o por desgracia yo no estaba a cargo del cuidado de un rico empresario o de su familia. A mí me mandaron como refuerzo a países conflictivos, donde enviaban a los guardaespaldas mejor preparados para que se adiestraran. Mi primera misión fue en casa del padrastro de Haideé y en cuanto supe quién era Alma, no me separé de su lado. Era su sombra y nadie debía reparar en mi presencia.

Es por ello que sé que puedo llevar esta misión sin que ninguno de los amigos ricachones de Julián me delate. Para él siempre hemos sido ganado que ha vendido al mejor postor. Él nunca ha supervisado nuestros entrenamientos y nosotros nunca hemos sabido quién era nuestro jefe. Para eso ya tenía a otros que se ensuciaban las manos por él.

Pero eso va a cambiar, si mi misión sale bien, que saldrá, pronto todo el mundo sabrá quién es Julián y a qué se dedica, y pagará por fin con su condena por todos aquellos a los que privó de su libertad.

Y para llegar a él usaremos a su hija, su fiel y servicial hija, Ninian.

Cojo las fotos de Ninian que le he estado haciendo durante estas dos semanas de investigación. Todas parecen iguales, no tiene un solo instante de debilidad, en todas se muestra fría y recta, como si ella estuviera por encima del resto de los mortales y no le importara nada de lo que le rodea.

Alma me ha contado cómo era Ninian cuando estaba con ella y no se parece en nada a la persona que hemos encontrado. Alma está triste por esto, por saber que lo que vivió con su amiga era una vil mentira, pero sé que guarda la esperanza de que haya algo que le incite a pensar que la Ninian que conocía y quería, sigue dentro de este ser frío y calculador. Tanto su novio Steven como yo intentamos hacerle ver que la engañó por mandato de su padre. Solo espero que pronto acepte la realidad.

Alma dice que la Ninian que conocía nunca se preocupaba por su aspecto. Sin embargo, la Ninian que tengo en las fotos y la que he visto, va vestida con trajes de diseño y ni un solo pelo se le sale de su elaborado moño. Siempre va conjuntada, nada desentona en su imagen. Va maquillada en exceso, pero siguiendo unas normas de belleza, que se supone son para resaltar sus bellos ojos aguamarina. Yo lo encuentro excesivo y me hace preguntarme si tanto maquillaje no será para tapar desperfectos.

Casi no habla con sus compañeras de universidad, lo observa todo con superioridad y pocas veces sonríe, a menos que quiera conseguir algo; entonces, es cuando una sonrisa falsa, que nunca alcanza sus ojos, aparece en sus labios. Su vida se reduce a estar en la universidad, en el club de campo y a asistir a fiestas con su padre.

Por lo que hemos sabido, Ninian le hace caso en todo, hasta con quién debe salir. Por eso hemos trazado en este verano un plan para acercarnos al padre. Ahora mismo estoy instalado en una preciosa casa en la zona alta de la ciudad, rodeada de mansiones que te hacen saber con una mirada, que quien vive tras sus paredes no tiene problemas económicos. En mi nueva casa estarán viviendo compañeros de la organización, que se harán pasar por empleados si fuera necesario. Hemos habilitado cámaras por toda la casa, en mi cuarto también, pero las desconecto siempre que estoy dentro y las activo cuando salgo, por si alguien se adentrara en la casa. Es mejor estar alerta. También hay una habitación oculta en mi nuevo cuarto, donde puedo vigilar lo que pasa en la casa y donde escondo los micros y utensilios de espionaje para que nadie sospeche nada.

Está todo cuidado al detalle y yo también sé qué debo hacer.

No pienso fallar. Pienso hacerle pagar a Julián por todo.

 

Dejo el coche en el aparcamiento de la universidad que queda cerca de mi pabellón, donde haré creer a todos que soy un estudiante de Marketing y Dirección de Empresas para conseguir más beneficios con mi dinero.

Ya está todo preparado y sé dónde estará Ninian ahora mismo, pues siempre viene a la misma hora y su chofer la deja en el mismo lugar. Y hoy no es menos. Veo el coche negro de su padre aparcar en doble fila. Uno de los guardaespaldas de Ninian se baja y le aguanta la puerta. En cuanto sale, cierra la puerta y se marcha para seguirla de cerca. Eso es otra de las cosas que hemos descubierto de Ninian, nunca va sola, siempre está rodeada de la protección de su padre, lo que nos hace ver lo valiosa que es, ya que la protege en exceso.

Hace una semana que han empezado las clases de la universidad. Pero hemos preferido retrasar mi entrada para poder investigarla en este ambiente y saber cómo es aquí. Como Ninian esté metida en esto, que todo apunta a que es así, caerá a la vez que su progenitor.

 

 

Ninian se detiene y al poco llega hasta ella una joven rubia que la saluda con la mano. Ninian le devuelve el saludo sin mostrar emoción alguna, como siempre. Sus amigas hablan a su alrededor y ella las mira diciendo lo justo. Como todos los días, hoy va vestida con un traje chaqueta de falda de tubo de color azul oscuro. Los tacones altos que son del mismo color que su blusa, verde claro. Las perlas en sus orejas brillan tímidamente con el sol de la mañana. Lleva su pelo pelirrojo recogido, haciendo que parezca más oscuro debido a que el sol no puede filtrarse entre sus confitadas mechas. Nada en ella parece asequible para la gente que la rodea, y no parece importarle. Sé que no será fácil llegar hasta ella, pero desde que dije que sí y acepté el reto, pienso lograr mis objetivos.

—¿Piensas salir o te vas a quedar todo el día en el coche? —la voz de Steven irrumpe en mi oído.

Él puede ver todo lo que yo veo gracias a las lentillas y escucharme por un pequeño micro que llevo en la camisa, y por supuesto, yo puedo escuchar su molesta voz gracias a un chip invisible que llevo en el oído. Estamos juntos en esta misión y no hemos dejado nada al azar.

—A menos que no te creas capaz de seducirla.

—Déjalo, Steven. —La voz de Alma regañando a su novio me hace sonreír.

—¿No deberíais estar en clase los dos? —Les pregunto para picarlos.

No me molesta su compañía. Steven en este tiempo se ha convertido en un buen amigo. Por fin hemos podido ser amigos sin que él me echara en cara poder estar con Alma como él siempre hubiera deseado. Sus enfermedades no le dejaban y ha aceptado que Alma y yo nos queremos como hermanos. Esto ha hecho que nos hayamos dado cuenta de que podíamos ser amigos. Aunque confío en la organización de Lucas, solo creo de forma plena en Steven y Alma.

—Yo no tengo clases hasta más tarde —me dice Steven—, y Alma se va ya.

—Sí, me voy a clase, pero pienso seguir con esto cuando vuelva. Soy la que mejor conoce a Ninian.

—Ya deberías haberte hecho a la idea de que todo era una farsa —añado.

—No, aún no. Adiós.

Escucho un beso.

—No sé qué más pruebas necesita —me confiesa Steven cuando se queda solo. Yo ya sé que está preocupado por el daño que puede hacerle todo esto—. ¿Piensas salir?

—Que te den, Steven —le respondo de broma—. Puedo hacer esto sin ti.

—No estás solo en esto, y es importante para todos.

—Lo sé, lo sé. Tenía que intentar deshacerme de vosotros dos.

Steven no responde, sabe que estoy de broma, no los dejaría fuera, o al menos a él no; ya que a Alma me gustaría protegerla y que no tuviera que descubrir cosas desagradables de su amiga que le hicieran más daño. Y Steven opina como yo, pero Alma es lo suficientemente cabezota como para salirse con la suya, y por si esto fuera poco, conoce a su novio mejor que él mismo y sabría si le miente.

Es lo malo de que alguien te conozca tan bien.

Abro el coche y voy hacia donde están Ninian y sus amigas, tras ponerme mi americana de marca de color gris y mis gafas de sol. No me gustan los pantalones que llevo, unos chinos de color crema, pero todos aquí los llevan. Yo soy más feliz con mis vaqueros desgastados, pero todo sea por el bien de la misión. Cuando llego a ellas, paso por delante sin que noten que soy plenamente consciente de la presencia de Ninian. Espero que ser una cara nueva en la universidad llame su atención.

Comienza el juego.

 

 

Ninian

 

—¡Dios mío, qué culo! ¿Quién es ese tío bueno? Mejor voy a presentarme. Ahora vengo.

Ignoro a Clara, una compañera de clase, y sigo a lo mío. Entro en el centro y voy hacia la biblioteca.

O más bien a intentarlo, pienso cuando uno de mis guardaespaldas irrumpe en mi camino.

—Su primera clase es dentro de diez minutos. —Su voz molesta resuena en mi oído. Me vuelvo para enfrentarme a él.

Hay guardaespaldas vigilándome en cada rincón, un claro recordatorio de que mi padre vigila todos y cada uno de mis movimientos. No soporto que no se fíe de mí. Creo que ya le he dado suficientes motivos para que lo haga. Y aunque me gusta la protección que me proporcionan, en ocasiones desearía que me vigilaran sin dejar tan clara su presencia, como si fuera un constante recordatorio de que tengo niñeras.

—No creo que deba darle explicaciones de lo que haga o deje de hacer.

—Yo que usted no lo haría. Mejor dicho —me mira con sus fríos ojos negros—, no debe hacerlo.

Me trago lo que pienso, respiro hondo y voy hacia mi clase. Qué remedio.

Ya en ella la gente me saluda, algunos me cuentan los últimos cotilleos; sin quererlo, siempre estoy al tanto de todo. La gente me habla, ya que mi padre es una persona muy influyente y quieren estar a buenas conmigo. Yo les doy igual, pero hablarme hace pensar a los demás que me conocen y que tienen mi amistad. Me dejo llevar, me da igual lo que piense la gente o que me utilicen, tengo suficiente con mis problemas como para inquietarme con eso. Y hoy todo el mundo me habla del chico nuevo, es la comidilla. Ya sé que se llama Bruce, que tiene veintidós años, que sus ojos son verdes y su pelo rubio. Y el buen culo que le hacen los pantalones que lleva, como si esto me importara. Cada uno me cuenta una cosa. Aunque no pregunte.

—¡No me puedo creer que esté aquí! Pensé que no volvería a verlo. —Lisa deja su mochila al lado de la mía y Clara la mira curiosa, mientras se aplica brillo de labios y se alza los pechos para que se sobresalgan más de lo que ya lo hacen. Tras esto, nos apunta con un dedo—. Bruce es mío.

Clara da un paso atrás, yo la ignoro. Por mí que se lo quede.

—¿Lo conoces? —le pregunta Clara.

—Sí… —Por la forma en que lo dice no hace falta que entre en detalles, ya sabemos que han estado juntos íntimamente—. A principios de verano lo conocí, ya me entendéis.

Es decir, que se tiró en sus brazos en cuanto lo vio. Lisa siempre hace lo mismo, si ve un chico guapo, usa todas sus armas para conseguirlo, pensando que si lo seduce, no querrá irse a otros brazos, pero siempre le sale mal.

—¡No me lo puedo creer! ¿Y qué tal besa? ¿Y cómo en…?

—¡No pienso contarte eso! Solo te diré que es mi futuro novio. No lo olvidéis. —Señala con el dedo a todas las que están cerca escuchando.

Nos lanza besos falsos y vuelve a su sitio.

—Es una fresca, pero por una vez la envidio. ¿Lo has visto?

Me siento en mi sitio y saco mi libro. Miro a Clara, su pelo negro es igual que sus ojos oscuros. No somos amigas, pero nos conocemos por frecuentar los mismos sitios. Su padre es un importante empresario y hemos coincidido en ocasiones en alguna fiesta o evento social.

No me cae mal, pero no despierta simpatía en mí y mucho menos tengo ganas de perder el tiempo haciendo amistades, no me serviría de nada.

—¿A quién? —Clara se sienta a mi lado con mucha elegancia.

—Vamos no te hagas la tonta, a estas alturas ya debes de saberlo todo de él. Siempre te enteras de todo.

—No tengo la culpa de que la gente hable tanto de algo.

Ni de que sepa leer los labios. Algo que me viene muy bien en ciertas ocasiones y que siempre me ha tenido y me tiene al tanto de todo. Cuando he necesitado saber algo sobre alguien, solo he tenido que ponerme en la posición indicada para leer sus labios sin que note nada raro. Esto es algo que le encanta a mi padre.

La clase comienza y tomo notas. Termina y voy con Clara a la siguiente. Al pasar por el pasillo, Clara se detiene y mira hacia delante. Oteo el ambiente. No veo nada raro.

—¡No la soporto! —Enseguida sé a qué se debe su comentario.

Natalia, una antigua amiga suya, habrá pasado de la mano de su novio, antiguo novio de Clara. La dejó por ella.

—Deberías olvidarte de él. Los hombres no merecen la pena —digo para consolarla un poco.

—Lo sé, pero perdí a mi novio y a mi mejor amiga ¡Los odio a ambos!

Clara se va y me deja sola. Siento lástima por ella, no debe de estar pasándolo muy bien. Miro a mi alrededor y no veo a nadie observarme. Me giro para ir a la biblioteca. Estoy casi llegando cuando alguien me llama, reconozco su voz.

Me giro sonriente.

—Su siguiente clase comienza en dos minutos.

—Gracias, lo había olvidado —digo entre dientes.

—Para eso estamos.

El guardaespaldas desaparece y no me queda más remedio que ir a mi siguiente clase. De repente escucho el leve ruido de unas cuentas caer al suelo. Miro al suelo y veo que mi pulsera de perlas se ha roto. Sé qué lo ha causado. La rabia por tener que callarme ha hecho que tirara de ella con demasiada fuerza. Me agacho como puedo para recoger las perlas, pero es un poco difícil con esta falda. Cojo las más cercanas.

—Creo que con estas están todas.

Una mano morena aparece ante mí con varias perlas de color rosa claro. Me sobresalto por no haberlo escuchado. Estaba muy distraída. Tiendo mi mano y la abro para que me las eche. Lo hace. Antes de levantarme y enfrentarme al joven que me ha ayudado, sé que se trata de alguien nuevo. Su voz profunda y sensual no se parece a ninguna que haya escuchado antes. Y tengo muy buena memoria. Recordaría una voz así.

Me pongo recta y alzo la vista para darle las gracias y saber cómo es. Pero no estoy preparada para encontrarme con unos ojos verdes tan profundos. La gente no le ha hecho justicia. Sonríe, pero su sonrisa no alcanza del todo el nivel de sus ojos. Y qué ojos... Nunca he visto unos tan bonitos, tienen un color que bien puede compararse con lagos rodeados de selva virgen. Te invitan a perderte en ellos, a desenmarañar sus secretos más profundos.

Un mechón de pelo rubio le cae sobre las cejas, descuidado. Su cara es perfecta, todo lo que han dicho de él es cierto, y se quedan cortos. Sus labios invitan a robarle besos, a probarlos, y me atrevo a pensar que sabe lo que produce su sonrisa, con ese hoyuelo que se le marca juguetón y esos dientes perfectos y blancos.

Es alto. Se nota que bajo su ropa cara, hay músculos firmes. Ancho de hombros y estrecha cadera.

Perfecto.

Y no es mi tipo.

Nunca me fijaría en alguien como él. No soporto a los chicos tan perfectos.

—Gracias.

Me incorporo sin mirarlo más. Me empiezo a ir.

—Mi nombre es…

—Bruce —le digo sin volverme—. Todo el mundo habla de ti. Es fácil reconocerte.

—No sé si sentirme halagado.

Se pone a mi altura.

—No te he halagado.

Bruce sonríe de medio lado, como si le hubiera gustado mi borde contestación.

—¿Y tu nombre es?

—No te importa.

 

 

Bruce

 

—¿Y se supone que tú eres un conquistador?

—Cállate Steven o te desconecto —le respondo molesto. No para de reírse y lo desconectaría si esta misión no fuera importante.

—¿Pero de qué va esa niñata presumida y pija? No la soporto.

—¿Acaso piensas que no puedes seducirla?

—Llegaré hasta el padre de Ninian, no fallaré.

—¿Y lo de seducirla?

No contesto y voy hacia mi siguiente clase. Lo de seducirla no entra en mis planes y me pregunto si Steven empieza a sospecharlo. Aunque tenga fama de mujeriego, nunca he engañado a nadie para conseguir mis propósitos. Y por lo general, casi nunca he tenido que mover un dedo para conseguir atención femenina. Pero no pienso reconocer ante nadie que seduciendo a una mujer estoy algo perdido. Nunca lo he visto necesario. Y con Alma me fue estrepitosamente mal, aunque de eso hace muchos años, y ahora sé que lo que trataba era de no perder a la única persona que me hacía sentir menos solo.

Pero ya no soy ese niño, ya no queda nada de ese joven.

Y ya no temo a la soledad… o eso quiero creer.

Entro en clase y me siento cerca de Ninian. Me ignora y he de admitir que yo también. No me apetece ver su cara de acelga. No la he visto sonreír en estas dos semanas, siempre está como si acabara de comer algo amargo. Si no fuera por la misión, no me acercaría a ella. Dista mucho de ser mi tipo.

—Qué alegría verte. —Me llega el olor dulzón de colonia cara a mis fosas nasales, al tiempo que siento que alguien acerca sus pechos a mi brazo como si no fuera intencionado.

Me giro y veo a Lisa, una joven con la que tuve algo este verano.

Le sonrío. Al menos estar en esta universidad va a tener alguna cosa divertida .

—¿Me puedo sentar a tu lado?

—Recuerda la misión y deja de pensar en lo que no debes —me señala Steven enfadándome.

—Claro, siéntate —le digo a Lisa para enfadarlo a él por tocarme las narices.

Lisa se sienta y mira hacia un punto de la clase. Sigo su visión de reojo y veo que saluda a Ninian y a una amiga que tiene al lado y que siempre está cera de ella, Clara.

—Genial, te has acostado con una amiga de Ninian —concluye Steven.

Lisa me toma del brazo y yo reconozco que Steven tiene razones para estar enfadado. El plan no está saliendo como yo creía, o al menos no en gran parte, pero aún no he dicho mi última palabra. Esto acaba de empezar. Como si Ninian supiera que pienso en ella, me mira de reojo. Le mantengo la mirada y sonrío seguro de mí mismo, como si acabara de lanzar un brindis desde la otra punta de una sala de baile, y brindara por mi éxito. Ninian aparta la mirada. Esta primera batalla, sin duda, la he ganado yo.

 

 

La clase termina y Ninian sale la primera; no voy tras ella, no me apetece. Steven me ha dicho que Ninian ha tratado de ir a la biblioteca dos veces. Lo sabemos por las cámaras que hemos instalado en el centro. Él ha estado revisando los vídeos de la semana pasada y ha visto varios intentos frustrados por su guardaespaldas de acudir a la biblioteca. Ahora sabemos que era allí hacia donde se dirigía y que quiere algo de dentro.

Voy hacia la biblioteca. La bibliotecaria, una mujer de unos cuarenta años, me saluda con una sonrisa y me comenta que cualquier cosa que necesite cuente con ella. Me adentro entre las estanterías y busco algo fuera de lugar, o alguna persona que esté esperando a que Ninian acuda a su cita. Pero no hay nadie, y menos aún, algo que llame mi atención aparte de libros.

Vuelvo hacia la bibliotecaria que, parece, es la única persona que puede saber algo, o por si es ella a quien Ninian trata de ver.

Tiene una cara muy dulce; está algo rellenita, pero es de esas personas a las que los kilos de más le quedan bien. El pelo rubio le cae por su redondeada cara y sus ojos azules son cálidos y amables. No veo nada raro en ella que me haga sospechar.

—¿Consigues ligar con una mujer y no con Ninian? Tu libido está disminuyendo.

—Vete a tomar por…

Me callo y Steven se ríe, no hace falta que le diga a dónde lo he mandado.

Me acerco hacia la mujer y le sonrío como sé que le hará sentirse especial.

—Me preguntaba si sería posible algo.

—¿El qué? —Se queda cortada.

—No me puedo creer que se piense que quieres ligar con ella. —Steven irrumpe en mis oídos.

—He sabido que cierta pelirroja de nombre…

—¿Ninian? ¿Está bien? —La actitud de la mujer cambia, parece preocupada y alerta. Mira a todos lados.

Yo me fijo en cada uno de sus detalles para ver más allá de lo que quiere mostrar.

—Sí, está bien, pero he sabido que le gustaba frecuentar la biblioteca.

La mujer recula y se pone alerta, como si acabara de recordar que debe hacerlo.

—No sé nada y no frecuenta la biblioteca. —La mujer deja de mirarme y se pone a teclear algo en su PC seria y alerta.

—Sabe algo, claro que lo sabe. Indaga —me dice Steven como si yo fuera tonto y no me hubiera dado cuenta.

—Es evidente que la conoce.

—Dudo que seas uno de sus guardaespaldas, no suelen vestir ropa de marca, más bien siempre van de negro —me corta—. Y si quieres ligar con ella, pierdes el tiempo, no eres su tipo —dice sin alzar la voz y sin mirarme.

—¿Y eso por qué?

—No le gustan los chicos que saben que son guapos. Los evita.

—Si sabe eso la debe de conocer bien.

La mujer me mira muy seria.

—Como estés pensando en hacerle algo a mi niña, te las verás conmigo. ¿Te ha quedado claro, rubito?

—¿Te está acosando, Nana? —La voz de Ninian llega a mis oídos.

La mujer se vuelve a Ninian al tiempo que lo hago yo y la abraza con cariño.

—Pensé que no vendrías.

Ninian la abraza sin mucho entusiasmo y sin dejar de mirarme con cara de pocos amigos. En el fondo siento que Ninian me ha pillado. Sus ojos verdes azulados muestran una frialdad que me produce escalofríos. No puede negar que es hija de quien es, y si está metida en los líos de su padre, caerá con él. Yo me encargaré de ello.

Esto no acaba aquí.