Algunos cuentos completos
Edición en formato digital: septiembre de 2021
© Domingo Villar Vázquez, 2021
Publicado de acuerdo con Pontas Literary & Film Agency
© De las ilustraciones de cubierta e interior, Carlos Baonza, 2021
Diseño gráfico: Gloria Gauger
© Ediciones Siruela, S. A., 2021
Todos los derechos reservados.
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento
de esta obra.
Ediciones Siruela, S. A.
c/ Almagro 25, ppal. dcha.
www.siruela.com
ISBN: 978-84-18859-28-1
Conversión a formato digital: María Belloso
Domingo Villar
Linograbados de
Carlos Baonza
Índice
Eliška y la luna
La Maruxaina y el señor Guillet
El Espiritista de O Grove
El Santo de Bella Unión
Felipe el Mesías
Mabel y el cine sonoro
Don Andrés El Guapo
Michael «Chico» Cruz
Los quince años de Isabel Daponte
El comodoro Ledesma
A mi hermano Alfonso, que cree en la música y los cuentos
DOMINGO VILLAR
A Julia y a Javier
CARLOS BAONZA
Siempre he escrito cuentos. Por alguna razón, no me en-cuentro cómodo al enfrentarme a textos demasiado exten-sos. Si me siento a escribir sin intuir un horizonte, temo que me abandonen las fuerzas a media travesía, como me abandonarían si me echase a nadar sin divisar la otra orilla. De hecho, no deja de sorprenderme la extensión de algu-na de mis novelas, pues yo las contemplo como sucesiones de cuentos, de capítulos breves que, tal vez por degenera-ción, se fueron entrelazando hasta alcanzar una dimensión mayor.
Algunos de los relatos que conforman este libro fueron recogidos en el diario La Voz de Galicia, otros los reservaba para encuentros familiares como narraciones orales sin otra intención que celebrar la risa compartida y la amistad. In-variablemente, a los postres, tras la lectura, alguien me pre-guntaba por qué no publicaba aquellos cuentos y yo me escabullía con el pretexto de mantenerlos como sustancia de intimidad.
En una de esas ocasiones estaba sentado a la mesa mi ami-go Carlos Baonza, un maravilloso artista natural que convive con su singular mundo interior sin un ápice de pose o pre-sunción. De aquel encuentro surgieron algunos otros en los que, a medida que yo iba leyendo los relatos, Carlos los re-creaba improvisando sus escenas con el pincel.
La cosa se fue sofisticando hasta encaminarse a una suer-te de sesiones de cine mudo —«Variaciones sobre cuentos de Domingo», las llamábamos— en las que, siempre para un grupo de amigos y acompañados al piano por Sami Kan-gasharju, yo leía mis pequeñas historias mientras proyectá-bamos los linograbados de Carlos.
Y todo se hubiera quedado en ese territorio privado si no hubiera llegado esta realidad tan de cuento, este aisla-miento forzoso que dificulta el compartir momentos feli-ces. Sin risas ni música, era preciso evocar aquellos instantes alegres y dejar volar las historias íntimas.
Este libro de cuentos pretende celebrar la vida y la amis-tad en un encuentro, como en nuestras reuniones de ami-gos, entre mis pequeños relatos y los linograbados de Carlos Baonza.
El título de este libro responde a una ocurrencia do-méstica: en sus últimos años, mi padre fue recogiendo en una carpeta muchos de los textos que había ido escribien-do a lo largo de su vida. En ella convivían romances, sone-tos satíricos, nanas, canciones y cartas —conservo como un tesoro una que me escribió al nacer, en la que me cuenta
su emoción y las circunstancias de aquel mundo de princi-pios de los setenta al que yo acababa de llegar—. Como no fue capaz de recopilar todos los escritos, decidió bautizar la carpeta como ALGUNAS OBRAS COMPLETAS, un tí-tulo tan ingenioso y divertido como el personaje y que yo me he tomado la licencia de homenajear.
DOMINGO VILLAR
ELIŠKA Y LA LUNA
Aunque Eliška Dubova no estaba invi-tada a la ceremonia, se acercó aquella mañana de mayo al ayuntamiento. Escondida entre los invitados, esperó a que An-drej y Michaela se dijesen el «sí, quiero» y aban-donó la sala, dejando un reguero de lágrimas, antes del beso.
En su habitación de la calle Ostrovni inten-tó bailar algo alegre, pero no fue capaz. Exten-dió un mapa de Europa sobre la cama y colocó un dedo en el punto que le pareció más lejano. Después, metió sus rotuladores con el neceser en una mochila pequeña y, dejar llorar, el para un al puerto, avión Madrid, tren Santiago un a