A la memoria de Jesús Martín Barbero (1937 - 2021)

ÍNDICE

1 Introducción
El carácter interpelador de la cultura popular
Chiara Sáez, Christian Spencer y Antonieta Vera

2 Adopción de costumbres europeas en el consumo gastronómico de las elites peruanas durante el siglo XIX según el Diario de Heinrich Witt: 1824-1890
Alejandro Salas Miranda

3 En las fronteras de Chile y del Wajmapu: Políticas indígenas y regímenes de alteridad en Chiloé (siglos XVIII-XX)
Tomás Catepillan Tessi

4 Las resignificaciones discursivas de la imagen de la Virgen de Guadalupe:
De la representación de lo popular a significante de la McDonalización
Juan Alegría Licuime

5 Acontecer emotivo y manifestación musical en la expresión matrístico-devocional de Turbantes y danzas de Andacollo
Daniela Banderas Grandela

6 Cuerpo colectivo y performance: El baile del tinku como acción política en las manifestaciones sociales en Santiago de Chile
Ignacia Cortés Rojas

7 Movimientos de arte urbano en Venezuela: Resistencia y prácticas educomunicacionales
Leila Adriana Baptaglin

8 Gradas digitales:
Un análisis de la hinchada virtual de la Copa América Femenina 2018
Cecília Almeida Rodrigues Lima

9 Espacios de reconfiguración: Diálogo interseccional entre lo visual y la memoria histórica a través de murales en el sector sur de Santiago
Paulina Barramuño Pérez

10 Cantantes de La Pérgola del Matadero Franklin de Santiago: Tres vidas en torno a la música
Pablo Rojas Sahurie, Bernarda Castillo Fernández, Ariel Grez Valdenegro

11 La escritura de Dani Umpi: Paisaje Mediático como lugar de memoria
Constanza Ramírez Z.

12 Programa Fora da Curva: Cuando el periodismo se convierte en resistencia frente al avance del conservadurismo político
Adriana Santana

13 Comunicación para el desarrollo/Comunicación y desarrollo:
Experiencias desde Argentina y Chile
Rafael Contreras Mühlenbrock, Felipe Navarro Nicoletti y Paula Rodríguez Marino

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Introducción: El carácter interpelador de la cultura popular

Chiara Sáez,

Christian Spencer y

Antonieta Vera

1. El contexto

Este libro surge a partir de la conferencia internacional titulada “Comunicación y Cultura Popular en América Latina y El Caribe. Representaciones y proyectos políticos”, organizada por el equipo editor los días 3, 4 y 5 de septiembre de 2019 en la Casa Central de la Universidad de Chile. El propósito de la conferencia fue compartir conocimientos y prácticas que contribuyeron a identificar, analizar y revertir la manera en que se ha desconocido el potencial y trascendencia de los “otros” populares, sea en términos políticos, económicos o culturales. El evento contó con la participación de cuatro invitados internacionales y la presentación de cerca de 90 ponencias provenientes de diversos países de la región. El congreso contó con catorce ejes temáticos relacionados con aspectos teóricos y prácticos vinculados a las artesanías, el patrimonio, la música, el baile, el género, la migración, la religiosidad, la comunicación y la cuestión indígena. A partir de las comunicaciones presentadas, se realizó una selección de los trabajos mejor valorados en su presentación oral o escrita, cuyo arbitraje y evaluación arrojó los doce textos que presentamos en este libro.

La convocatoria de la conferencia giró en torno al momento de cambio en el que se encuentra el debate sobre la cultura popular en Chile y América Latina en términos culturales y políticos. Como sabemos, asistimos al fin de la época conocida como “Paréntesis Gutenberg”, centrado en el texto escrito y la circulación impresa y, al mismo tiempo, al inicio de una transición hacia la era digital centrada en las tecnologías de la información. Por otro lado, observamos el agotamiento del sujeto revolucionario industrial (el proletariado), tanto en su simbología como en su estética, con las consecuencias que esto tiene. Frente a este escenario global contemporáneo, las ciencias sociales, las artes y las humanidades han manifestado una enorme dificultad para analizar la cultura popular y sus transformaciones luego de los bicentenarios latinoamericanos. Nuestra percepción es que ha existido una dificultad para generar teorías sociales y estéticas capaces de nombrar la cultura popular de nuestras sociedades latinoamericanas de principios del siglo XXI, haciéndose cargo de la pérdida de centralidad de los sujetos populares propios de los discursos políticos de la izquierda tradicional, así como de la visibilización y emergencia de nuevos individuos, colectividades y formas de protesta.

El congreso tenía por objeto conectar estos macroprocesos sociales contemporáneos con transformaciones nacionales y regionales desde la perspectiva de la cultura popular pensada de manera interdisciplinaria en clave estética, académica y política. ¿Cómo se viven estos procesos en el contexto de las particularidades de la modernización latinoamericana? ¿De qué manera la digitalización impacta sobre las y los sujetos populares y sus formas de creación cultural? ¿Qué subjetividades populares se vuelven visibles en este nuevo escenario? ¿Cuáles son las relaciones de continuidad y discontinuidad con los procesos vividos en décadas y siglos pasados?

El concepto de cultura popular

Nuestra conceptualización de la cultura popular está provista de un sentido analítico, orientado a la comprensión de lo que hemos identificado como un objeto de investigación diferenciado. En este contexto, el punto de partida de este libro es el concepto de “cultura popular ausente” (Sáez, 2019). Este término incorpora en una sola expresión los conceptos de lo popular “no representado” y lo popular “reprimido”, introducidos en el debate sobre la cultura popular en América Latina por Guillermo Sunkel en su texto Razón y pasión en la prensa popular (1985). Para el autor, ambas categorías refieren a diversos individuos, conflictos y espacios populares invisibilizados en las formas expresivas y comunicativas de raigambre obrera dentro de una matriz racional-iluminista; lo que Sunkel llama, a su vez, “lo popular representado”. La idea de cultura popular ausente es un constructo analítico referido a la cultura popular que no es masiva ni obrera y que visibiliza la diversidad de lo popular en el contexto de sociedades periféricas como la latinoamericana (y la chilena, en particular) (Ibid.). La visibilización de la contradictoria diversidad popular ha sido un tema central tanto de nuestro proyecto de investigación como de la conferencia que dio origen a este libro: el trabajo de investigación de archivos históricos nos ha confirmado que la distinción entre cultura obrera, cultura popular de masas y cultura popular ausente es mucho más compleja de lo que parece a primera vista, producto de las diversas relaciones e influencias mutuas entre todas ellas.

Una de las hipótesis que subyace a nuestro proyecto es que en los sujetos, espacios y prácticas de la cultura popular ausente hay una dimensión política que no siempre obedece a una cultura tradicional entendida como residual a los procesos de modernización, sino que se encuentra plenamente instalada. Asimismo, consideramos que los individuos que realizan estas prácticas establecen formas negociadas de habitar dentro de las lógicas y estructuras de la racionalidad moderna. Este es un hecho especialmente relevante en los países de América Latina y el Caribe, donde las condiciones de participación en la modernidad ilustrada y la industria cultural divergen de los procesos de los países centrales por cuestiones tales como la colonización española, el mestizaje euro-afro-indígena, las distinciones sociales estamentales que coexisten con la institucionalidad republicana y una condición de subordinación respecto de los flujos culturales globales.

Aplicando los conceptos de Sunkel para el caso chileno, concordamos con él en la necesidad de analizar y problematizar la representación de “lo popular”, sobre todo porque en el contexto chileno este debate se quedó detenido en los años ochenta. Sin embargo, no coincidimos completamente en las variables elegidas para dicho análisis, que Sunkel localiza en un espacio (Chile), un tiempo (el régimen democrático anterior a la dictadura de Pinochet, desde 1954 hasta 1973), un corpus documental (los diarios populares de masas) y un problema específico (la representación de lo popular por parte de la izquierda de base marxista). El diagnóstico epocal de Sunkel sostenía la existencia de una “crisis del discurso marxista sobre lo popular” que se explicaría a partir de dos problemas claves: la prefiguración de lo popular en el discurso y la concepción heroica de la política y de la clase obrera. Nuestra tesis, en cambio, es que el debate teórico sobre la cultura popular —diverso e intenso durante la llamada década perdida— se cerró a principios de los noventa. Kenneth Aman (1991: 2), por ejemplo, recalca la fuerza de la cultura popular chilena en el contexto dictatorial, para construir resistencia de manera creativa: “it has a particularly sharp-edged quality in contemporary Chile because the popular culture is so clearly seen as alternative”. Asimismo, destaca el modo en que la cultura popular fue objeto de gran cantidad de producción académica durante la década de los 80: al menos un tercio del trabajo de FLACSO hasta ese momento estaba relacionado de una u otra manera con dicho fenómeno. A ello hay que agregar el trabajo de otros centros de investigación de la época orientados hacia el cruce entre cultura, política, trabajo y economía, como CIDE, ECO, SUR, CENECA y PET, entre otros.

Según Tomás Moulian (1991) el desplazamiento producido al principio de la transición se habría debido a dos factores principales: en primer lugar, a que el discurso neoliberal que se impuso (la sociedad vista como individuos atomizados, con derechos, libertades y altas dosis de movilidad social) era incompatible con las oposiciones y tensiones dialécticas de la cultura popular y su referencia a una identidad colectiva. En segundo lugar, debido a la histórica dependencia marxista de la teoría de la cultura popular, que se vio debilitada con el fin de los socialismos reales. Como tercer factor agregamos, por nuestra parte, la alta dependencia de la izquierda chilena tradicional respecto de lecturas e interpretaciones ortodoxas sobre la relación entre economía y cultura.

Desde los años 90 Chile vivió su propio proceso de redemocratización neoliberal, que nos mantuvo a cierta distancia de la ola de gobiernos progresistas que determinaron el rumbo de la región desde fines de aquella década. Esos gobiernos abrieron en algunos casos la perspectiva de reconocimiento y devolución de la voz propia a individuos populares previamente invisibilizados (Artz, 2017), pero esto no se tradujo necesariamente en políticas públicas que permitieran consolidar enfoques interseccionales clase/género/raza-etnicidad (Hernández, 2003; Radcliffe, 2008). En esa línea podemos ubicar, por ejemplo, los discursos conservadores en torno a cuestiones de género en países como Venezuela y Ecuador durante los gobiernos de Hugo Chávez y Rafael Correa, respectivamente, o los rápidos cambios en la agenda valórica de Argentina y Brasil luego del cambio de sentido de sus respectivos gobiernos. Lo anterior nos lleva a pensar que hizo falta una mayor reflexión política sobre las relaciones entre Estado y sociedad civil, como respecto del lugar de la cultura popular en este vínculo.

Este es el contexto en el cual llevamos a cabo en Santiago de Chile la Conferencia Internacional sobre Comunicación y Cultura Popular en América Latina y El Caribe, a principios de septiembre de 2019. Los capítulos de este libro corresponden a versiones más desarrolladas de ponencias presentadas en ese evento. Un mes y medio más tarde del fin de la conferencia, el 18 de octubre de 2019, se iniciaba el llamado “Estallido social chileno”, luego de varios días de protestas por una nueva alza en el valor del pasaje del metro de Santiago. Aunque al momento de nuestra conferencia, nada presagiaba los acontecimientos que comenzaron a ocurrir (y siguen ocurriendo, con violaciones a los derechos humanos que persisten y un proceso constitucional en curso), el libro ha sido redactado en este contexto. Algunos capítulos están explícitamente cruzados por este hito, porque el estallido es una clave de interpretación de la cultura popular en este momento histórico, con la cual algunos autores y autoras establecen relaciones y aportan elementos para su comprensión, aunque el sentido original del libro no haya sido ese.

El estallido social ha sido un proceso doloroso y al mismo tiempo una explosión discursiva y estética que sobrepasa los mensajes y la iconografía que históricamente había sido vinculada a este tipo de alzamientos sociales en el país. Sin embargo, ¿cuál es el discurso de la institucionalidad cultural en 2020 sobre lo popular? Al respecto, observamos una patrimonialización que, si bien reconoce a muchos cultores/as tradicionales, al aislarlos de sus contextos neutraliza la materialidad política y social de su hacer. Se trata de un proceso de apropiación y puesta en valor en una dirección distinta a la de su origen y en tiempo presente. Como afirma Pablo Aravena, el siglo XXI ha sido testigo de un proceso de desaparición de la historiografía moderna y la extinción de la memoria social en manos de un localismo patrimonial y patrimonialismo “desde abajo”, es decir, por medio de formas de “presentismo radical” que “obturan la posibilidad de la historia como disciplina y como campo significativo de la acción humana” (2014: 77). Esto además se conjuga con el discurso sobre las industrias creativas que revaloriza la artesanía y la gastronomía popular como recursos de creación de valor, pero a costa de su transformación en talentos privados supeditados a lógicas restrictivas de protección de la propiedad intelectual (Tremblay, 2012).

Tampoco podemos dejar de lado como parte del contexto de escritura la pandemia de Covid-19, porque ella también nos devuelve al espacio de la desigualdad. La crisis sanitaria global ha sido una nueva confirmación de que la salud también es un problema de clase y que los sectores populares (afrodescendientes, indígenas, migrantes, marginados y precarios) han sido los más golpeados por este evento de carácter global. Un hito que nos está obligando al replanteamiento de las formas de interacción social y de las condiciones mínimas de seguridad social para una convivencia justa.

En medio de estos acontecimientos que conformarán en gran medida lo que seremos durante los próximos años, lo que propone este libro es problematizar la politicidad de lo popular, más allá de la discusión sobre la identidad cultural popular, en el cuestionamiento del actual momento de los procesos de modernización latinoamericanas: ¿desde qué discusión sobre la identidad popular es posible pensar la política en América Latina? Este es el desafío en el cual insertamos el trabajo que se presenta a continuación, la forma en que buscamos encontrar elementos que permitan avanzar en la generación de un pensamiento crítico a partir de insumos provenientes de casos y experiencias de diversos países de la región. Hablamos, por lo tanto, de una aproximación académica, teórica e histórica orientada hacia la generación de conocimiento con sentido político; esto es, de investigaciones sobre el lugar de la cultura en las disputas de poder.

2. Corporalidad, representación, mediatización

Los doce capítulos que componen el texto hacen referencia a casos de estudio pertenecientes a México, Venezuela, Brasil, Argentina, Perú, Uruguay y Chile. Consideramos que estos textos deben ser vistos como una fotografía del estado del arte de la discusión sobre comunicación y cultura popular en América Latina y el Caribe en medio de este periodo convulso. El conjunto de capítulos da cuenta de la heterogeneidad de entradas a la cultura popular hoy (fútbol femenino, alimentación, religiosidad, muralismo, arte urbano, medios públicos, telenovelas, música, danza, comunicación alternativa, historia indígena), así como de la diversidad teórica de los textos, relacionada a su vez con las diversas disciplinas de origen de las y los autores/as (comunicación, historia, artes, literatura, psicología, musicología, artes escénicas). Por último, es relevante destacar también que el presente trabajo no incluye solo investigaciones estrictamente académicas, sino también algunos capítulos que dan cuenta de diversas formas de militancia y activismo dentro del campo.

Para la presentación de un breve resumen de los capítulos hemos decidido organizarlos a partir de la distinción corporalidad, representación y mediatización, que ha estado a la base de nuestra comprensión de la cultura popular como algo que se expresa, se comunica por medio de estas tres formas. Se trata de distinciones analíticas, no esenciales, que establecemos como una propuesta que ordene y dé un sentido en común a los distintos trabajos presentados.

Concebimos la corporalidad como el “grado cero” de la expresividad, en que el cuerpo, en tanto remite a una subjetividad encarnada, se usa de manera directa y sin mediaciones como instrumento de una experiencia. En palabras de Emilia Tijoux, Marisol Facuse y Miguel Urrutia (2012: 437), el cuerpo es “el lugar de invención para los desprovistos de propiedad”. En la corporalidad la expresividad no siempre responde a un metarelato o a una reflexión ni requiere necesariamente de público o espectadores. Puede tomar forma individual, colectiva e incluso intercorporal (Spencer et al., 2013). Esta categoría de la corporalidad se encuentra conectada con los conceptos aportados desde los estudios culturales y los estudios de género como “infrapolítica de los desvalidos”, “discurso oculto”, “disfraz político” de James C. Scott (2003), “táctica” en Michel de Certeau (2000), “treta” (Ludmer, 1985), “máscara” o “performance” (Butler, 2002; Taylor, 2003), “autorrepresentación” o “contraestrategias” (Hall, 2010; Restrepo y Rojas, 2010).

Situamos dentro de esta categoría el trabajo “Cambios en la valoración de las elites peruanas sobre el patrimonio alimentario nacional popular durante el siglo XIX: un estudio a través del Diario de Heinrich Witt 1824-1890”, de Alejandro Salas Miranda. Esta es una investigación que indaga en el proceso de transformación de los hábitos gastronómicos de la elite peruana, para lo cual analiza la evolución del consumo y apreciación que estas tuvieron de la gastronomía nacional durante el siglo XIX. Se utiliza como fuente el diario escrito por Heinrich Witt, comerciante alemán que vivió en Perú entre 1824 y 1890. El texto explica la cosmovisión imperante en las elites latinoamericanas del siglo XIX (de admiración hacia lo foráneo), así como su impacto en ellas (según Witt) entre 1842 y 1890, cuando se prefiere lo extranjero. Salas se refiere a la formación del gusto y, por lo tanto, al uso de los sentidos corporales como mecanismo de distinción de clase y el modo en que a partir de ahí se estructura una cierta idea de patrimonio agroalimentario que invisibiliza la cultura indígena peruana y sus formas de alimentación.

La idea de representación corresponde a formas de expresión que suponen distancia, uso de códigos y actuación. En este nivel, el cuerpo y lo que él puede producir se convierte en medio para decir algo con cierto nivel de simbolismo y abstracción, como es el caso de la proxémica de la danza, el canto y la práctica musical. No son necesariamente formas de expresión propias de la cultura popular, más bien esta categoría se refiere a formas propias de significar estos dispositivos por parte de estos sectores: “puesto que las clases populares son muy sensibles a los símbolos de la hegemonía, el campo de lo simbólico (...) se convierte en espacio precioso para investigar las formas de la protesta popular” (Martín - Barbero, 1987: 108). Dentro de esta categoría incluimos los trabajos de Catepillán, Alegría, Banderas, Cortés, Baptaglin, Lima, Barramuño, Grez, Castillo y Rojas.

“En las fronteras de Chile y del Wajmapu: políticas indígenas y regímenes de alteridad en Chiloé (siglos XVIII-XX)”, de Tomás Catepillan, es un texto que indaga sobre la política indígena en Chile, entendida no como política pública estatal, sino como la política desarrollada por la población indígena. Esto, al constatar tanto la incapacidad estatal histórica para reconocer la agencia política indígena, como la necesidad de salvaguardar la historia mapuche de “proyecciones esencialistas elaboradas igualmente por partidarios y detractores del movimiento mapuche contemporáneo”. En términos específicos, el autor propone cuatro momentos o “laboratorios” de la frontera austral de Chiloé (territorio en el cual la política mapuche ha sido poco investigada) que sirvieron para estudiar las políticas indígenas, las formaciones de alteridad resultantes, las estrategias discursivas y de autorrepresentación mapuche, estableciendo una periodización que parte en 1712 y se extiende hasta el presente.

“Las resignificaciones discursivas de la imagen de la Virgen de Guadalupe: de la representación de lo popular a significante de la McDonalización”, de Juan Esteban Alegría Licuime, es un trabajo en que el autor reflexiona sobre la disputa en torno al símbolo guadalupano en el contexto de la globalización y el neoliberalismo en América Latina. A partir de lo que el autor llama la McDonalización del símbolo guadalupano, reflexiona críticamente sobre su mercantilización como expresión de hibridación cultural (García Canclini, 1990), apropiación de la imagen por las “culturas hegemónicas”, desterritorialización, deshistorización y desideologización del signo. En términos metodológicos, el autor adhiere a un enfoque hermenéutico focalizado en el análisis de la circulación del símbolo guadalupano a partir de la marca global “Virgencita, plis” y del turismo religioso vinculado a la basílica de Guadalupe, todo ello en el contexto de las transformaciones de la religiosidad popular en América Latina.

“Turbantes y Danzas: el rostro más tenue del ritual danzado andacollino”, de Daniela Banderas es un texto etnomusicológico que integra una perspectiva analítica musical y psicosocial sobre la danza de los turbantes que se realiza en el norte de Chile, en la zona de Andacollo. Se analiza la vinculación entre música, devoción y experiencia emotiva, ofreciendo una aproximación a la estética ritual de las cofradías en relación a la fiesta homónima de la ciudad. Mezclando un marco teórico sobre emociones y prácticas sociales en la música, la autora caracteriza la música y la conducta emotiva exponiendo la tensión entre la ortodoxia del marianismo y el impulso religioso autónomo de los/las bailarines/as y cultores/as. De esta forma, la música es inseminada por la emoción producida en la fiesta y no necesariamente por su concordancia con los cánones católicos. Finalmente, sostiene Banderas, la estética musical y performativa es “una sola con la experiencia emotivo-filial de Turbantes y Danzas” y se hace “inseparable de esta orientación religioso-arqueológica, puerilmente honrando, las tenues melodías de sus pitos y los suaves golpes de sus tambores, a la madre protectora materializada en La Chinita de Andacollo”.

“Cuerpos, coreografías y desplazamientos: el tinku en las manifestaciones sociales recientes en Santiago de Chile”, de Ignacia Cortés Rojas, es una investigación que indaga sobre el carácter catártico/catalizador del tinku, danza andina adaptada al contexto político de las protestas sociales en Santiago durante la última década (2011-2019). En su origen, el tinku representa una forma de enfrentamiento por medio del baile, que no busca destruir al contrincante, pero sí hacer una alegoría de esta pugna. En el contexto santiaguino esta representación se resitúa dentro del ámbito del folclore urbano con una connotación político-estética cuyos colores y carácter festivo rompen con la estética criolla blanqueada y uniforme concebida dentro de las formas tradicionales del uso del cuerpo en las protestas de grupos contrahegemónicos. Al mismo tiempo, al ser una forma de ejercicio de la acción política colectiva a través del cuerpo, el tinku se aleja de los modos tradicionales de ejercicio de la ciudadanía y deviene un baile provocador y proxémico que transgrede las normas policiales y el uso habitual del espacio urbano en lo que podría llamarse “una performance de disenso”, que la autora conceptualiza como “coreopolítica”.

“Movimentos de arte urbanos en Venezuela: Resistencia y prácticas educomunicacionales”, de Leila Adriana Baptaglin, es una investigación cuya tesis expone que los movimientos artísticos urbanos poseen una connotación educomunicacional. La autora concibe el arte urbano como una forma de comunicación y lo cotidiano como arte, a partir del concepto de culturas vividas, entendido como un punto de encuentro entre creador y público. A partir del análisis de colectivos de arte urbano en el contexto venezolano, los hallazgos señalan que los colectivos de arte urbano posibilitan procesos de educomunicación en contextos populares por medio de la valorización de los saberes propios, al incorporar la dimensión territorial y formativa, en una lógica que quiebra distinciones jerárquicas y de saberes instalados desde el discurso artístico.

“Gradas digitales: un análisis de la hinchada virtual de la Copa América Femenina 2018”, de Cecília Almeida Rodrigues Lima, es un estudio sobre las tensiones en la apreciación y discursos (cobertura mediática) del fútbol femenino en Brasil. Se critica la construcción y naturalización del fútbol como espacio masculino dentro de la cultura brasileña, especialmente en las redes sociales. Se toma como ejemplo el caso de la Copa América femenina de 2018, mostrando la exclusión, silenciamiento e invisibilidad mediática de las mujeres, así como los ataques a sus cuerpos y estilo de juego.

En “Espacios de reconfiguración: Diálogo interseccional entre lo visual y la memoria histórica a través de murales en el sector sur de Santiago”, de Paulina Barramuño, la autora reflexiona sobre el rol del mural popular como respuesta a la segregación cultural y las políticas de selección de la cultura hegemónica. Concretamente, Barramuño se focaliza en el potencial de interpelación política de los murales feministas actuales en contra de la violencia hacia las mujeres en barrios periféricos de Santiago. El análisis se desarrolla a partir de tres ejes: a) la historización del muralismo chileno y su vocación de memoria popular; b) la problematización de la segregación urbana en Santiago y el despojo de identidad allí implicado; c) la representación de problemáticas territoriales a partir de murales que van más allá de las representaciones de “la familia obrera” propias de la izquierda latinoamericana de los años 70-80, a partir de las cuales la autora identifica un “feminismo interseccional”. En términos metodológicos, la autora desarrolla un “análisis iconológico” de dos murales que divide entre “institucionales” y “autogestionados”, los cuales tematizan la violencia de género y el cuerpo de las mujeres, en las poblaciones Paula Jaraquemada y Santa Olga. A partir de su análisis, Barramuño enfatiza la necesidad de problematizar la categoría “patrimonio cultural” con el objeto de ampliar con ello lo que entendemos por subjetividad social.

“Músicos populares de La Pérgola del Matadero Franklin de Santiago de Chile. Sus prácticas musicales y cosmovisiones”, de Ariel Grez Valdenegro, Bernarda Castillo y Pablo Rojas, es una etnografía sobre la práctica musical de tres cantantes populares del barrio Matadero Franklin de Santiago. La investigación busca demostrar la inserción en la comunidad de estos cultores por medio de su identificación con el pueblo, su trabajo musical (expresión y versiones) y su aporte a la memoria espacial del barrio. Este trabajo se inserta en la creciente línea de investigación iniciada en la etnomusicología en los años noventa, acerca de la relación entre vida cotidiana y música, particularmente en el caso de barrios poco reconocidos como fuentes de desarrollo de la música en Chile y el resto de la región.

La mediatización, por último, remite a formas de representación que incorporan soportes de reproductibilidad técnica (prensa, radiodifusión, audiovisualidad, digitalización). Supone un espacio de mediación específico entre la cultura popular y la cultura de masas, problematizando la tensión entre ambas como una relación de mutua influencia: por un lado, la cultura de masas como cultura popular desactivada “negación y mediación histórica de lo popular [...] la forma que adquiere actualmente, en el estadio del capitalismo monopólico, el proyecto histórico que la burguesía produce para el pueblo para el pueblo” (Martín – Barbero, 2002: 119) y, por otro lado, como una fuente de contraste y apropiación para la propia reinvención de la cultura popular en su sentido más contrahegemónico. En este apartado destacamos los trabajos de Constanza Ramírez, Adriana Santana, Felipe Navarro, Paula Rodriguez y Rafael Contreras.

“La escritura de Dani Umpi: Todas íbamos a ser Cristal (o Rafaella)”, de Constanza Ramírez, es producto de una investigación en que la autora se propone observar de qué manera la escritura transmedial que plantea el artista visual, performer, músico pop y escritor Dani Umpi (Uruguay, 1974), transforma los fragmentos del “paisaje mediático” en lugares de memoria. A partir del análisis de distintos “fragmentos marginales a una cultura letrada” (performances, internet-teatro, videos, instalaciones) del trabajo de Umpi, la autora reflexiona sobre las memorias colectivas latinoamericanas, su rol y posibilidades en la construcción de una idea de comunidad.

“Programa Fora da Curva: cuando el periodismo se transforma en resistencia frente al avance del conservadurismo político”, de Adriana Santana, es una investigación sobre un programa periodístico de un canal universitario brasileño en que la autora problematiza las similitudes prácticas entre el periodismo independiente y la comunicación popular y comunitaria, en cuanto formas mediáticas que visibilizan a los sectores marginados del debate público. Critica la idea de periodismo objetivo, que ha permeado la formación universitaria y afirma la idea de un periodismo que transparenta sus posiciones ideológicas. Asimismo, problematiza dentro del contexto brasileño de Temer y Bolsonaro, los límites y posibilidades de los medios públicos universitarios, como parte de un sistema público más amplio: la EBC (Empresa Brasileña de Comunicación), para conseguir una mayor democratización de voces en el debate público a nivel de su organización interna y de equidad de género, pero también dentro de las condicionantes de la actual situación política del país.

“Comunicación para el desarrollo: Perspectivas desde Argentina y Chile”, de Felipe Navarro, Paula Rodríguez y Rafael Contreras, es un estudio que se propone reconstruir la trayectoria de similitudes y diferencias en torno al binomio comunicación y desarrollo entre Chile y Argentina, a nivel de producción teórica, investigación aplicada y políticas públicas. Desde un recorrido histórico que parte en la década de los sesenta, la tesis de los autores es que mientras en Chile se observa al inicio una vinculación mayor con la comunicación entendida como “instrumento del desarrollo”, apreciándose primero una dimensión práctica más que teórica-conceptual, para pasar luego a una mayor presencia de visiones que enfocaban también su reflexión en lo conceptual (estructuralismo, marxismo, teoría de la dependencia), en Argentina se produjo primero un acercamiento a las influencias organizacionales desde la teoría de la comunicación alternativa, para pasar luego a reflexiones sobre el campo mediático. La tesis de los autores es que, posteriormente, ambas perspectivas van a confluir en análisis vinculados al enfoque que introduce la “comunicación para el cambio social”.

Al cierre de este apartado destacamos la centralidad de la representación como categoría que conecta una gran parte de las investigaciones del volumen, así como las diversas formas que puede adoptar esta forma expresiva: desde las formas de autorrepresentación política de los indígenas de la isla de Chiloé hasta el fútbol femenino y las interpelaciones que genera respecto de la industria futbolística y los roles de género. Una temática que atraviesa la mayoría de los trabajos que agrupamos bajo este concepto se refiere a los usos alternativos del espacio público a través del graffiti, el muralismo, el baile o la música callejera, con especial referencia al modo en que estas formas de presencia popular en el espacio público traen casi siempre un control, ya sea desde las lógicas del Estado o del mercado. Esto último se aprecia particularmente en la investigación sobre la McDonalización del culto mariano mexicano. Nos conecta, asimismo, con nuestros propios hallazgos respecto de la persecución del comercio y la sonoridad popular durante el siglo XIX en Santiago de Chile (Sáez, 2017). Otro aspecto que atraviesa varias de estas investigaciones es el de los afectos: el espacio afectivo de la comunidad danzante de Andacollo o el vínculo afectivo de los cantantes callejeros con el espacio y la comunidad del barrio Matadero Franklin de Santiago. Interseccionalidad y decolonialidad son también conceptos que emergen en el caso de los murales sobre violencia de género o en la discusión sobre el lugar del arte urbano en el contexto venezolano.

Por último, en el caso de los trabajos que agrupamos en torno a la mediatización, estos hablan de democratización de la comunicación, ya sea a través del fortalecimiento de los medios públicos como del desarrollo de la comunicación popular y comunitaria; pero, al mismo tiempo, observamos en el caso de la investigación de Ramírez, su afirmación de espacios de construcción de una memoria política de distintas expresiones de la industria cultural, como las telenovelas y la música romántica.

3. El carácter interpelador de la cultura popular: Hacia una vigilancia epistémica

Si tenemos que establecer la pauta que conecta a los distintos trabajos agrupados en esta selección, diremos que el hilo conductor que los une es el carácter interpelador de la cultura popular. Con esto queremos decir que el estudio de la cultura popular siempre nos lleva a otras discusiones, como la de las políticas públicas de comunicación y cultura, el rol de la academia en el reconocimiento de la cultura popular, la idealización agonística de lo popular desde la política o el debate sobre la autenticidad de parte de quienes se afirman identitariamente como personas, colectivos, movimientos o clases populares. Para profundizar en esta tesis, hicimos una lectura de los capítulos en varios niveles, a partir de los conceptos trabajados en cada investigación, su relación con nuestro propio programa de investigación y la inserción en el debate más amplio sobre cultura popular, incluyendo tensiones y puntos críticos.

Los supuestos teóricos de nuestro programa de investigación como los de la conferencia han sido los siguientes: materialismo cultural, interseccionalidad, esfera pública alternativa, relaciones entre comunicación y cultura, decolonialidad y perspectiva histórica de largo plazo. Estos conceptos ayudan a comprender la coexistencia de trabajos como el de Catepillan, que traza un arco histórico desde el siglo XVIII en adelante, con trabajos más instalados en la contingencia, como los referidos a los medios públicos en Brasil o el arte urbano venezolano.

El trabajo de Ramírez sobre Dani Umpi, por su parte, se alínea con nuestra idea de que dentro de la tensión popular-masivo, la industria cultural de masas también se puede constituir como un espacio de sentido, a partir de procesos de reapropiación y resignificación que son estructurados desde las condiciones materiales y la memoria política de quienes los realizan.

Destacamos por su parte el modo en que varias investigaciones poseen un componente activista que le da sustento a la idea de materialismo cultural y de la experiencia como primera fuente de conocimiento. Las investigaciones sobre el tinku, sobre los murales y sobre comunicación pública hacen una afirmación de esta dimensión como fundamento de elección de los temas y aproximaciones. Asimismo, también encontramos como supuesto implícito la idea de la cultura y la comunicación como otros espacios y modos de hacer política. Dentro de ello, también destacamos que hay temas que se investigan de una manera novedosa o se hacen cargo de temas sobre los que hay poca investigación académica. Por último, nos parece relevante la aproximación al debate sobre la decolonialidad desde diversas perspectivas: en el tinku como coreopolítica o en las trayectorias de la comunicación para el desarrollo en vinculación con el buen vivir.

Algo que nos interesa con esta publicación es poder avanzar en el desarrollo de una producción académica anclada a estudios de caso basados en metodologías relativamente estandarizadas en torno al campo de la cultura popular. Desde esta perspectiva, el texto puede contribuir a retomar debates teóricos no resueltos de las últimas décadas, enunciando al mismo tiempo algunas cuestiones de actualidad. Como expresa Pablo Alabarces (2012, p. 7), el debate sobre la cultura popular fue reemplazado en las agendas de investigación por categorías “que se reclamaban más adecuadas e idóneas para el análisis en tiempos de transformación: entre ellas, auroleadas por el éxito del mercado editorial y académico, las de hibridación, descolección y desterritorialización”. Sin embargo, “veinte años más tarde, asistimos tanto a un proceso de reapertura de esas agendas como a la reaparición de categorías y sujetos desplazados”.

Si bien varios textos pueden ser leídos en sintonía con el diagnóstico que ya hiciera Sunkel en 1985 sobre “la crisis del discurso marxista sobre lo popular” en relación a la prefiguración de lo popular en el discurso (el sujeto obrero, sus conflictos y espacios como un a priori), uno de los debates que vuelve a abrirse apunta a la vigilancia epistemológica (Bourdieu, Chamboredon y Passeron, 2008) en relación a la idealización de nuevas subjetividades o formas de expresión entendidas como populares. Desde esta idealización, la cultura popular se presentaría como una herramienta o una acción que se opone o resiste la hegemonía de lo “alto”, de la Historia con mayúscula, en el marco de las disputas por el poder.

Así, junto con destacar el potencial subversivo implícito en ese “orgullo paria” (Varikas, 2007) que permite movilizar y organizar la interpelación de las diferencias anteriormente subvaloradas por los discursos tradicionales de la izquierda latinoamericana, la alerta que nos plantea el concepto de vigilancia epistemológica es poder problematizar tanto los límites como las posibilidades de esa estrategia de inversión de los valores, a partir de la cual emergería el heroísmo y la autenticidad de un “nosotros popular”, esta vez en clave “popular ausente”.

Un segundo debate relacionado con lo anterior y a partir del cual nuestra vigilancia epistemológica también es interpelada, remite a la comprensión de la identidad popular como inscripción de daño: una cierta singularidad latinoamericana localizada en una herida desde la cual emanaría una resistencia, heroísmo o autenticidad. Si bien es posible identificar el potencial emancipador del uso político de la figura de “la víctima” como posición de las y los sujetos oprimidos en un entramado de relaciones de poder en el cual muchas veces esta es la única posibilidad legítima o habilitada de lo audible, también es importante problematizar la clave binaria víctima/victimario desde la cual podrían ser nuevamente reificadas las subjetividades, conflictos y espacios de “lo popular ausente” (Haraway, 1995; Scott, 2001; Berlant, 2011).

Lo anterior se vincula a lo que Didier Fassin y Richard Rechtman (2007) han llamado “el imperio del traumatismo”. Según estos autores, en términos globales, en las últimas décadas nuestra relación con el tiempo y el sentido de la historia colectiva e individual ha cambiado, del relato de los vencedores hemos transitado hacia una historiografía de los vencidos, hacia “la memoria herida de los dramas modernos” (2007, p. 277). En este contexto, la figura de la víctima deviene clave al momento de comprender las sociedades contemporáneas.

En una línea similar Lauren Berlant (2011), desde el giro afectivo en la teoría feminista, se ha encargado de problematizar la cuestión del testimonio como autoevidencia y objetividad del sentimiento doloroso en el marco mayor de las políticas de la identidad, tanto en sus usos estatales como subalternos: “el sentimentalismo ha sido durante mucho tiempo el medio por el cual se propone el dolor masivo subalterno, en la esfera pública dominante, como el verdadero núcleo de la colectividad nacional. Funciona cuando el dolor de otros íntimos les quema la conciencia a los sujetos nacionales clásicamente privilegiados, de manera que sientan como propio el dolor de la ciudadanía fallida o denegada (…). A su vez, los subalternos marcados por el dolor de la democracia fallida volverán a autorizar las nociones universalistas de ciudadanía en la utopía nacional, que involucra creer en una noción redentora de la ley como guardiana del bien público” (2011: 23-24). El “fetiche del dolor verdadero” caracterizaría así un discurso subalterno que sacrifica la contradicción y el disenso en pos de una búsqueda desesperada por un único núcleo de comunidad.

De este modo, si asumimos que históricamente “lo popular” en América Latina ha estado vinculado a una experiencia de daño, nos parece necesario mantener una alerta epistémica que nos permita problematizar y tomar distancia de los usos políticos de esas experiencias tanto en su versión liberal (como ficción de individualidad) como en su versión de “transparencia” o verdad incontestable (Trebisacce, 2011). En ambos casos, creemos, las experiencias de daño serían recortadas de las relaciones sociales e históricas que las estructuran, siendo a su vez simplificadas.

El binario víctima/victimario también ha marcado las reflexiones sobre las economías morales del daño en el marco de las legislaciones anticrímenes de odio y su relación con las políticas queer y trans. Desde esa perspectiva, Dean Spade (2018) releva la importancia del discurso de las organizaciones LGBTIQ+ sobre la necesidad de hacer público el daño sufrido y exigir que esto importe, incrementando la vigilancia y el castigo a los crímenes de odio. Sin embargo, Spade también problematiza el carácter paradójico de la defensa de esa lógica carcelaria: “¿Qué significa reclamar justicia y reconocimiento a ese sistema?” (2018, pp. 22-23). Trasladando las preguntas de Spade (2018) al campo de la cultura popular, también cabría preguntarnos por la idealización o sobrevaloración de las instituciones culturales de las que se espera reconocimiento. ¿Cómo salir de ahí? De acuerdo al trabajo de Alabarces ya citado, uno de los problemas fundamentales en el estudio de la cultura popular ha sido la creencia en su falta de continuidad. Cuando lo que hay es una continuidad que no es solo temporal, sino también de contaminación, préstamo (en el ritmo, la lengua o la imagen), desplazamiento espacial, migración, mitos o desplazamientos entre géneros culturales de espectáculo (cine, música popular, teatro, deporte).

Una de las maneras de salir de esta idealización es, por lo tanto, analizar su historicidad eliminando “la categoría de hibridación” para buscar bajo qué tipo de mezclas y relaciones de poder produjo dicha mixtura (Alabarces, 2012, p. 16), en el entendido de que la cultura popular es una dimensión simbólica de la cultura que designa lo dominado (2012, p. 32). Se trata entonces de repolitizar empíricamente las categorías de análisis de manera no necesariamente ilustrada y prescriptiva para evitar la naturalización de la asociación de lo popular con los estudios de pobreza y saber “quién es el que habla” de la cultura popular o, más precisamente, “Quién habla, quién representa. Qué es lo dicho y qué es lo representado. Y muy crucialmente, quién administra, autoriza, disemina esa representación y esa voz” (Alabarces, 2012, pp. 30-31). De este modo, concluye, pueden revisarse las políticas culturales latinoamericanas para que sean efectivamente democratizadoras (p. 33).

La vigilancia epistemológica a la que nos interpela el presente libro en relación a la posible idealización de nuevas subjetividades o formas de expresión entendidas como populares, por un lado, y en relación a la comprensión de la identidad popular como inscripción de daño por el otro, nos deja algunas preguntas abiertas: ¿Qué ha permitido y qué no ha permitido esa representación estratégica en el marco de lo audible como “popular”? ¿Qué implica reclamar reconocimiento por parte de las políticas culturales que demandan y reproducen la herida o el daño como autenticidad? ¿Qué conflictos, disensos, discontinuidades o fracasos de “la cultura popular” se eliminan por esta lógica identitaria e idealizadora? ¿Es posible abrir un debate crítico desde estas vigilancias epistemológicas o todo sucede como si la crítica fuese sinónimo de “traición”, reproduciendo una vez más el binario teoría v/s práctica?

En el Chile neoliberal actual, que no termina de morir, mientras se escuchan vientos de cambio constitucional, este libro nos invita a pensar entonces cómo desde las políticas culturales y de patrimonialización podrían emerger ciertas “demandas de autenticidad” (Vera, Aguilera y Fernández, 2018) hacia las y los sujetos populares que, en una relación de poder no necesariamente elegida, podrían reproducir ciertos discursos, prácticas y estéticas fetichizadas de “lo popular” o los binarismos de “lo alto” y “lo bajo”, “lo auténtico” y “lo falso”, y otros, que obstaculizan un análisis desde la materialidad de “lo popular ausente” como histórica y subjetivamente situado. Por último, la idea del carácter interpelador de la cultura popular también remite a la idea de que el modo en que se aborde o se omita esta discusión también es un espejo de la sociedad en la que vivimos.

En este sentido, los textos que presentamos a continuación nos hablan de nuevas aproximaciones y también de nuevos temas, pero además observamos un cierto desacoplamiento con la reflexión teórica aportada por textos ahora clásicos sobre cultura popular en el ámbito latinoamericano publicados en los ochenta (Martín Barbero, Sunkel, García Canclini), así como con sus sucesores y sucesoras actuales. Falta, en este sentido, mayor audacia para pasar de los casos a una reflexión teórica más amplia respecto de los temas de estudio, que a su vez dialogue con esta tradición. Esta deuda pesa notoriamente en la academia chilena. Muchos de los trabajos abrazan de manera implícita la idea de la capacidad de resignificación de los productos y expresiones culturales en nuevos contextos temporales o geográficos y, en este sentido, retoman la senda de los clásicos. Otros se hacen cargo de temas menos abordados previamente y sobre los que poco a poco se van estableciendo entrecruzamientos epistemológicos, como es el caso de la teoría decolonial; varios trabajos también vuelven a la reapropiación de una memoria popular profunda vinculada a las expresiones culturales de los pueblos originarios. Pero también percibimos que aún se trata de búsquedas a tientas, desde ciertas intuiciones fragmentadas, pero que no se encuentran en una misma comunidad académica. ¿Hacia qué y hacia quién se dirige el componente crítico de la cultura popular hoy? ¿hacia qué y hacia quién se dirige la investigación crítica sobre cultura popular en el presente? ¿la cultura popular dentro o fuera de los procesos de movilización política? ¿dentro de la movilización política con sus propias contradicciones o apropiándose de aquellos aspectos menos contradictorios o más acordes a determinados relatos de la izquierda en términos morales y materiales?