Dios creó al gato para concedernos el placer de acariciar a un tigre.
Méry
A Edna Kenton y Feathers
Qué suerte ser un gato:
¡libre para aceptar
o rechazar lo que se le ofrece!
1 La teoría de la secta estadounidense de los shakers de que las funciones del sexo “pertenecen a un estado de naturaleza y son inconsistentes con el estado de gracia” no la respalda el gato.
2 Charles Henry Lane (1903), en Rabbits, Cats and Cavies. El gato se llamaba Puddles. “Solía salir a pescar conmigo todas las noches –relata el pescador–. En las noches frías se me sentaba en el regazo y asomaba la cabeza de vez en cuando, o bien yo lo envolvía en una lona y hacía que se quedara quieto. Se me tumbaba encima mientras yo dormía, y si alguien se acercaba maldecía una buena y los enfrentaba; nunca tocaba un pescado, ni siquiera la más diminuta víscera, si no se lo dabas. Me veía obligado a llevarlo a pescar o de lo contrario se paraba y aullaba y maullaba hasta que yo volvía. Lo subía al queche y lo dejaba dentro del bote; entonces se ponía contento. Cuando hacía buen tiempo solía asaltar la proa y sentarse a observar los tollos, que pasaban por miles, y se zambullía y los sacaba sujetándolos firmes entre los dientes como si fueran ratas, y no temblaba con el frío ni la mitad de lo que lo hacía un perro terranova acostumbrado al mal clima. Tenía un aspecto horriblemente salvaje cuando salía del agua con un tollo. Yo mismo le enseñé a entrar en el agua. Un día, cuando era cría, lo llevé hasta el mar para lavarlo y sacarle las pulgas, y en una semana podía nadar tras una pluma o un corcho”.
3 Al gato negro, que lo tiene en mente, el gato chinchilla le da el siguiente consejo en las Novel Notes de Jerome: “Trata de mojarte un poco. Por qué la gente prefiere un gato mojado a uno seco nunca he sido capaz de entenderlo, pero es un hecho que a un gato mojado se le dará cobijo y se le hablará efusivamente, mientras que a un gato seco puede que le apunten la manguera del jardín. Además, si puedes manejarlo y te lo ofrecen, come un pedazo de pan seco. La raza humana siempre se conmueve hasta lo más hondo ante la visión de un gato que come un mendrugo”.
4 Mary Augusta “May” Yohe (1866-1938) fue una exitosa actriz estadounidense de vodevil. Se casó varias veces, siempre con hombres vistosos pero con tendencia a la bancarrota, y murió pobre [NdT].
5 Cuando Pío ix se sentaba a la mesa, su gato entraba junto con la sopa, se montaba en una silla frente a él y sin hablar, decorosamente, observaba hasta que el pontífice terminaba de comer. Entonces recibía su comida de las manos de su amo y se retiraba hasta la misma hora del día siguiente. Su muerte alarmó al palacio, pues se pensó que la pérdida de su viejo compañero de mesa llenaría de dolor a Su Santidad, pero a este “no pareció importarle ni una pizca más que la muerte de su secretario, el cardenal Antonelli”. En cuanto a la debilidad de Richelieu por los gatitos, se ha dado por supuesta y se afirma como un hecho en la mayoría de los libros sobre gatos. Solo Champfleury pone en duda el asunto, en una nota al pie: “Es sorprendente que Moncrif, quien a pesar de su tono burlón hizo extensas investigaciones sobre el tema, no haya dicho una palabra sobre el amor de Richelieu por esos animales. ¿Puede ser que esta peculiaridad, atribuida a un gran personaje político, sea solo una leyenda? ‘Todos saben –dice Moncrif– que uno de los grandes ministros que ha tenido Francia, Colbert, siempre tenía varios gatitos jugando en torno del mismo escritorio en que tantas instituciones útiles y honorables para la nación tuvieron su origen’”. Y Alexandre Landrin escribe: “Con Richelieu, el gusto por los gatos era ya manía; cuando se levantaba por la mañana y cuando se iba a la cama por la noche estaba siempre rodeado por una docena, y jugaba con ellos, deleitándose con sus saltos y jugueteos. Tenía uno de sus despachos acondicionado como refugio para gatos, y encomendó su supervisión a gente conocida. Abel y Teyssandier iban mañanas y tardes a alimentar a los gatos con patés preparados con blanca carne de pollo. A su muerte dejó una pensión a sus gatos y para Abel y Teyssandier, de manera que continuaran cuidando a sus catorce protegidos: Mounard le Fougueux, Soumise, Serpolet, Gazette, Ludovic le Cruel, Mimie Piaillon, Felimare, Lucifer, Lodoïska, Rubis sur l’Ongle, Pyrame, Thisbé, Racan y Perruque. Estos dos últimos recibieron su nombre por haber nacido en la peluca de Racan, el académico”.
Dice Gaston Percheron: “La historia registra que Richelieu acariciaba con una mano a una familia de gatos que jugaba en sus rodillas mientras con la otra firmaba la orden de ejecución del marqués de Cinq-Mars”.
6 También Anatole France tenía un Amílcar. A su muerte lo sucedió Pascal, bautizado así por la cocinera de France después de que esta oyera una conversación en la mesa sobre el filósofo. Pascal era un gato callejero que entró por casualidad, le gustó la “ciudad de los libros” y decidió quedarse.
1 Dice Margaret Benson en The Soul of a Cat: “Es rara esa aversión intensa de los gatos a cualquier cosa que uno piense destinar a ellos. Mentu tenía un cesto de su propiedad y un cojín confeccionado por una afectuosa dama, pero si lo metían allí salía saltando como una pelota de caucho. Le gustaba ocupar sillas y sofás, o incluso los tapetes delante de la chimenea. De la misma manera, el gato bien educado demuestra una preferencia inconveniente pero estética por comer en lugares placenteros, incluso si solo estamos ante un té helado y un pan polvoriento con mantequilla en un claro en verano. Los platos no les gustan, el papel de diario menos; lo que quieren es comer pegajosos trozos de carne en una silla mullida o sobre una linda alfombra persa. Sin embargo, si les cediéramos esos objetos para su uso personal se moverían a otro lugar. Por lo tanto la controversia es interminable”.
2 De todos modos, su capacidad para trepar y saltar les da una clara ventaja a la hora de cazar y de escapar de sus enemigos. Es un hecho curioso, sin embargo, que los gatos que trepan hasta alturas considerables con frecuencia se rehúsen a descender de alturas más modestas. El mayido lastimero de un gato en un árbol, adonde ha subido huyendo de un perro, o en una ventana de un segundo piso, es un espectáculo común. A veces, su rescate se convierte en un asunto internacional e incluso se ha considerado conveniente llamar a los bomberos. Recordemos que una caída desde cierta altura es un asunto serio para un gato. A pesar de la superstición popular, no siempre cae parado y es probable que se rompa la espina dorsal.
3 Madame Michelet no es de la opinión de que los juegos del gatito sean todos un aprendizaje para la caza: “Un mundo de ideas, de imágenes, despierta primero en él, imágenes que no son de presas. Eso vendrá, pero más tarde. La primera atracción para los gatos nuevos, como para un bebé, es por aquello que se mueve. Parece que esta vida de los objetos engaña a su inmovilidad. Ambos siguen los movimientos con un ojo al comienzo indeciso, pero pronto cautivado. El bebé quiere aferrar la pelota suspendida sobre su cuna y el gatito persigue a su sombra en la noche. Tigrine mostraba un gusto muy vivo por estas siluetas, que tenían a sus ojos mayor realidad que el objeto mismo”.
4 En la Edad Media, era costumbre atarlos a las ventanas de las viudas que volvían a casarse, para indicar su lascivia. La gata se opone al matrimonio. Aceptará uno, dos, tres amantes, tantos esclavos como sea posible, pero nunca a un tirano.
5 El léxico del criador de gatos es poético. Cuando lleva a una hembra a aparearse con un macho el evento se llama “visita”, y el acto del macho, “firma”.
6 A veces los gatos consideran ciertas sillas como de su propiedad y no permiten que perros ni humanos las usen. He observado a uno pasar por el salón y expulsar a cada ocupante de su silla. Su método era simple. Pesaba seis kilos y se deslizaba hasta posarse entre el respaldo de la silla y la persona sentada.
7 Sin embargo es habitual que se intoxiquen con el olor de la valeriana, y adoran la fragancia de las flores. A veces incluso expresan deleite por los artificios de los perfumes Houbigant, Coty y Bichara. En esto se diferencian de los perros, como nota W.H. Hudson en El diario de un naturalista: “El mimado perro faldero tiene clavada una gran espina en el costado, una perpetua miseria que debe soportar, aun con todas las comodidades en que vive, y son los perfumes que complacen a su dueña. Él también es un poco veneciano a su manera, pero su sofisticación no es la de ella. El baúl de madera de alcanfor en el dormitorio le parece una ofensa; el estuche de fragancias en sus delicados frasquitos de vidrio, una abominación. Ante sus exquisitas fosas nasales todas las flores aromáticas son fétidas, y la madera de sándalo de cajas y ventiladores le hace voltear el rostro con disgusto. Se siente cálido y suave en el regazo de la dama, pero es un dolor incurable tener que estar tan cerca de su pañuelo de bolsillo, saturado de lavanda o rosa blanca. Si es obligación perfumarse con esencias florales, el perro preferiría que ella se bañara en aceite esencial extraído de la magnífica Rafflesia arnoldii de la selva de Borneo, que huele a carne podrida, o incluso de la humilde flor de la carroña que florece más cerca de casa”.
8 Ahora bien, espero ya haber impresionado al lector y haberlo convencido de que no todos los gatos son iguales. He visto gatos tan estúpidos como cualquier pagador de impuestos compulsivo.
9 Esta era la misma Isoline que tomaba baños de tina.
10 Los hindúes, que creen en la doctrina de la metempsicosis, tienen una válida objeción para no quitar la vida. En Bombay existe un hospital para animales enfermos. El profesor Monier Williams, que lo visitó, dijo: “Los animales están bien alimentados y bien atendidos, aunque me pareció que sería más piadoso para la gran mayoría un disparo en la cabeza (…) Incluso se dice que hay hombres pagados para dormir allí, en sucios colchones de lana, para que las repugnantes alimañas con las que están infestados puedan surtir su nocturna necesidad de sangre humana; y los drogan, para que no maten involuntariamente a los bichos durante el sueño”.
1 Aquellos que no sienten nada por los gatos los consideran unos mamíferos aullantes y retromingentes. Thomas Pennant, quizás, fue uno de ellos. Aquí está su descripción de la esfinge de la chimenea: “Es un sirviente útil pero embustero; activo, limpio, sosegado, concentrado en su presa. Cuando lo complacen ronronea y mueve la cola; cuando se enoja escupe, bufa y golpea con la pata. Cuando camina retrae las garras; bebe poco; es aficionado a los peces; se lava la cara con la pata delantera (Linneo dice que ante la proximidad de una tormenta); la hembra es muy lasciva, una amante lamentable, chillona y desafinada. Sus ojos brillan en la noche; cuando se frota en la oscuridad el pelaje emite chispas; es proverbialmente tenaz tratándose de la vida: siempre cae parado; es aficionado a los perfumes, el tomillo de gato, la hierba gatera, la valeriana, etcétera”.
2 Fragmento de El diccionario del diablo: trad. Eduardo Stillman. Madrid, Valdemar, 1993 [NdT].
3 En las primeras ediciones de Mario el epicúreo se lee este párrafo, que luego Walter Pater eliminó: “Fue entonces cuando el hijo del anfitrión le recordó a su animal favorito, que lo había ofendido de alguna manera y a quien había prohibido acercarse al banquete. ‘¡Hablo en serio sobre encerrarte en el horno un rato, cosita suave y blanca!’, había dicho al pasar junto al gran fuego de la cocina donde se preparaba el festín, todo decorado para la fiesta. Luego lo había olvidado, y fue con una risa natural como al abrir el horno vio la grotesca apariencia del animal, que estaba allí, medio quemado, junto a la puerta de hierro al rojo vivo”.
4 Fragmento de Bouvard y Pécuchet: trad. José Ramón Monreal. Barcelona, Mondadori, 2009 [NdT].
5 En 1897 se fundó en Westfalia el Antikatzenverein, un club cuyo objetivo declarado era hacer la guerra a los gatos.
6 Los amantes de los pájaros de vez en cuando se delatan. En un artículo en Bird-Lore, William Brewster cuenta cómo espantaba a las ardillas de sus tulipanes y a los estorninos de sus cerezos con un gato maltés blanco de brillantes ojos amarillos. Los estorninos, sin embargo, pronto se dieron cuenta del engaño y retomaron su labor depredadora.
1 Dice Moncure Daniel Conway en Demonology and Devil-lore: “En el manuscrito iluminado conocido como Salterio de la reina María (1553) hay una imagen que es una variación de la iconografía de la Caída del Hombre, muy aceptada en la Edad Media, en la que una serpiente-mujer, Lilith, es la que tienta a Adán a morder la fruta prohibida. En esta imagen aparece una hermosa Lilith de abundante cabellera, pero en vez del pecho femenino tiene el cuerpo de un gato”.
2 Dice W.M. Conway en la English Illustrated Magazine: “Pero el fantasma o doble de cuerpo tenía que tener algo material para serlo. El propio cuerpo era lo mejor, naturalmente; lo segundo mejor era una imagen plasmada en una sustancia duradera. Así surgieron la momificación, para preservar el cuerpo, y la efigie esculpida, para reemplazarlo. Luego, a un egipcio rico se lo enterraba con no menos de algunos cientos de miniaturas con la forma de una momia, etiquetadas con su nombre, además de una o más estatuas realmente detalladas de su figura. Esas estatuas Ka harían el papel de la momia si esta era destruida. Y así como los hombres, los gatos; ellos también tenían su Ka y lo demás, y su estatua debía ser resguardada de la devastación hasta el gran día de la resurrección de los gatos, los cocodrilos y los hombres. El gato de un hombre rico era laboriosamente momificado, relleno y envuelto una y otra vez con cintas de lino teñidas en dos colores. Revestían la cabeza con una envoltura tosca parecida al papier maché, cubierta de lino y pintada, incluso bañada en oro a veces; las orejas siempre cuidadosamente erguidas. La momia podría estar en una caja de bronce con un Ka del gato a guisa de corona. Los pobres hacían un simple bulto, pero la acción se realizaba con gran cuidado y respeto”.
3 Sir George Lewis pensaba que había probado que no existían gatos en Atenas, pero una vasija del periodo más representativo muestra a uno persiguiendo ratones.
4 Dice Pierre Loti en Japonerías de otoño que leyó en un libro “muy notable y muy poco conocido en el Japón” algo que después comprobó que era una creencia muy general entre los campesinos de ese país: “Cierta noche de invierno, los gatos celebran, en algún jardín aislado, una gran asamblea que termina con una ronda general a la luz de la luna”. Y continúa Loti: “Viene en seguida esta cláusula adorable, que recomiendo a todos los que se preocupan en averiguar el misterioso encanto de los gatos: ‘Para ser admitido en esta reunión, todo gato debe procurarse un fichú o un pañuelo de seda con que cubrirse la cabeza, para bailar’”.
5 El “doctor Bataille” nunca existió, aunque el libro sí: fue parte del fraude montado por el escritor marsellés Léo Taxil para perjudicar a los masones, a fines del siglo xix; una farsa en la que involuntariamente llegó a estar implicado hasta el papa León xiii [NdT].
6 John Gregorson Campbell describe el Taigheirm como una “cena del diablo” en Superstitions of the Highlands and Islands of Scotland; dice que la tradición en las Tierras Altas Occidentales distingue tres representaciones: la de Allan, el levantador de ganado (Ailein nan creach) en Dail-a-chat (rebautizado The Cats’ Field) en Lochaber; el Dun Lachlain en el gran granero de Pennygoun, en la isla de Mull, y los Hijos de Quithen en una cueva de Skye. El mismo día que supe del Taigheirm cené con unos amigos que también tenían de visita a Seumas, jefe del clan Fhearghuis de Stra-chur, quien me informó que, hasta donde sabía, el Taigheirm todavía se celebra en las Tierras Altas.
7 En Rabbits, Cats and Cavies, C.H. Lane cita la siguiente historia: “La mañana previa al reciente accidente del destructor Salmon, ese navío se encontraba al costado del Sturgeon. A bordo de la primera embarcación vivían dos gatos, mascotas de la tripulación, que nunca habían mostrado la más mínima inclinación a abandonar la nave. Pero esa mañana, a riesgo de ser perseguidos por la tripulación y molestados por los perros, y cuando el Salmon ya había levado anclas para lo que sería un viaje desastroso, los gatos no vacilaron en su determinación y de un salto aterrizaron en la cubierta del Sturgeon”.
8 No hay panacea –mística, moral, política o física– que los estadounidenses no estén dispuestos a creer. Moncure Daniel Conway da ejemplos en Demonology and Devil-lore: “El doctor Dyer, un eminente médico de Chicago, me contó de un caso en esa ciudad, de su propio conocimiento, en que el cuerpo de una mujer que había muerto de tuberculosis fue exhumado para quemarle los pulmones, pues se creía que estaba atrayendo a su sepultura a algunos parientes vivos. En 1874, según el Providence Journal, en Peacedale, Rhode Island, el señor William Rose exhumó el cuerpo de su hija y quemó su corazón, convencido de que estaba consumiendo la vida de otros miembros de la familia”. Un reciente juicio penal en uno de los estados del Medio Oeste reveló que muchos ciudadanos llevan una bala de plata en el bolsillo como talismán contra el gato-brujo.
9 Fragmento de Tom Sawyer: trad. de Simón Santainés. Barcelona, Penguin Clásicos, 2016 [NdT].
10 Elliott O’Donnell habla de experiencias similares en Animal Ghosts: “A partir de infinitos experimentos realizados en casas embrujadas, he demostrado que el gato es un barómetro psíquico del todo confiable. El perro a veces no es consciente de la proximidad de lo Desconocido. Cuando el fantasma se materializa o demuestra de alguna otra forma su advenimiento, el perro podría no reaccionar y permanecer imperturbable; el gato jamás. Nunca he tenido un gato que no haya mostrado los más evidentes signos de terror e inquietud antes y durante una manifestación metafísica”. El señor O’Donnell no solo cree que los gatos ven fantasmas; también cree que los tienen. El lector curioso encontrará en su libro descripciones de fantasmas de gato que han vuelto a rondar los lugares donde se los ha torturado. O’Donnell incluso asegura que puede haber algo de cierto en la superstición de que un gato negro es el diablo en persona. “Sería inútil, desde luego, esperar que en estos tiempos no meditativos se crea que alguna vez hubo la más remota verdad en estas suposiciones fantásticas del pasado; sin embargo, según testimonios confiables, hoy mismo muchas casas en Inglaterra son frecuentadas por fantasmas en forma de gatos negros, de una apariencia tan siniestra y hostil que solo se puede asumir que, a menos que sean los verdaderos espíritus de los gatos, ligados a la Tierra por propensiones crueles y viciosas, deben de ser elementales del vicio, espíritus que nunca han habitado un cuerpo material y que surgen por pensamientos viciosos, o bien son atraídos hacia un lugar por algún delito o acto vicioso que se ha perpetrado allí alguna vez”.
1 Algunos egiptólogos han leído chaou en ciertos monumentos.
2 “El insaciable gato noruego (…) se traga al buen hombre y a su buena mujer, varios animales, un banquete de boda y un cortejo fúnebre, y el sol y la luna, todo lo cual vomita tan fenomenalmente como lo traga –continúa Fitzgerald–. En Irlanda este mismo antiguo monstruo aparece en seis variantes al menos. Como lo más viejo del mundo (‘Viejo como el gato de Kate Kearney’ es un proverbio irlandés). Como el proverbial ‘gato que se comió el año’. Es el terrible cat a’ leasa. Es el piping cat, esculpido en cruces antiguas y que figura en los letreros de las tabernas. Es el gato de dos colas, diez colas, nueve colas, el gato de Gobán Saor. Y es el Gato con Botas (de siete leguas). (…) El mito aparece entre los indios iroqueses en forma de una serpiente de dos cabezas que devora la nación, todo, excepto a un hombre y una mujer; asesinado, rueda hacia un lago y los vomita a todos. Este dragón bicéfalo aparece en Irlanda como un gato de dos colas, como el Gato del Fuerte, el cat a’ leasa, un monstruo colosal que circunda la colina en una espiral de varios kilómetros de largo… El twy-tailed cat (¿día y noche?) fue esculpido en la abadía de la Santa Cruz, en Tipperary, y en la capilla francesa de Canterbury”. Angelo de Gubernatis también se inclinaba por este conocido y algo tonto método de explicar todas las historias populares simbólicamente; en Mitología zoológica da por hecho que la celebrada fábula de los Kilkenny Cats puede aludir a la disputa mitológica entre la noche y el crepúsculo. ¡Dios tenga piedad de estos hombres! Conway, en Demonology and Devil-lore, se refiere a una leyenda similar: Thor, el Hércules nórdico, una vez trató de levantar del suelo a un gato, pues esto le parecía, pero era la gran serpiente de la Tierra Media que rodea todo el mundo (Thor consiguió levantar una pata del supuesto gato).
3 Dice Browne en su Natural History of Jamaica que allí el gato es un plato muy delicado. Según Darwin los portugueses comían gato. El abate Lenoir informa que los chinos lo consideran un excelente alimento y que en las tiendas de provisiones cuelgan felinos enormes. Los crían en granjas, amarrados a unas cadenas ligeras, y los engordan con los restos del arroz de la familia. Edward Topsell, que es tan citable como George Bernard Shaw, y mucho más divertido, dice en su History of Four-Footed Beasts (1658): “Se ha informado que la carne de los gatos salada y luego endulzada tiene el poder de sanar los abscesos, y si se calienta sirve para las hemorroides y los dolores de espalda (…) En España y la Galia narbonense comen gato pero le quitan cabeza y cola; la carne sazonada la cuelgan al fresco una noche o dos, para que expulse el veneno que pueda tener, y luego les queda casi tan tierna como el conejo”.
4 Por supuesto, los franceses llaman a esta costumbre la despedida inglesa [NdT].
5 Seumas, jefe del clan Fhearghuis de Stra-chur, me informa que los Chatain (Hijos de los Gatos) son un clan enorme con seis tribus.
6 A grandes rasgos es la historia de un joven pobre que, a golpes de fortuna y gracias a la capacidad de su gato para cazar ratones, llega a ser un hombre rico y tres veces alcalde de Londres [NdT].
7 Entre los análogos de la historia de Whittington se puede mencionar al gato negro de Bretaña que era capaz de hacer plata, el gran danés que ladraba dinero y el caballo que producía oro, o, como en el cuento de Midas, el carnero con vellón de oro. Hay un cuento ruso muy similar.
8 Las historias de gatos que han alimentado a humanos no son infrecuentes. Por ejemplo, aquella del campesino que vivía al pie de los Orchils y su gata. La familia vivía en la pobreza y el hombre había estado enfermo durante mucho tiempo cuando el doctor dijo que moriría si no se alimentaba bien. “Sacrifiqué mi vestido de novia y mi alianza de matrimonio para comprarle vino –dijo su mujer–, pero no teníamos en casa nada más que leche y maicena. Sin duda, caballero, fue el mismo Señor quien puso un pensamiento en la cabeza de la gata Mysie, porque esa misma noche trajo un hermoso conejo joven y lo depositó en la mismísima cama; y la siguiente noche lo mismo, y todas las noches lo mismo, durante un mes, un conejo o un ave, hasta que George se levantó y fue a trabajar como de costumbre. Y luego ya nunca trajo nada más”.
1 El medioevo no es enteramente responsable por estas leyes, pues ya en la Biblia hay preceptos de tal tenor. Ver Éxodo 21, 28: “Si un buey mata de una cornada a un hombre o a una mujer, será apedreado y su carne no se podrá comer; pero su dueño no será responsable”.
2 Como compañía de brujas no se escapaba, pero ya he abordado exhaustivamente este punto en un capítulo anterior.
3 Palabras como “dueño, ama”, etcétera, se usan en este libro solo por comodidad. Por supuesto que nadie nunca ha poseído verdaderamente a un gato.
1 Este excepcional ejemplo de hipérbole publicitaria, digno de un buen agente artístico de hoy, lo he extraído de un libro de 1837, el encantador Fanny Elssler de Auguste Ehrhard.
2 En un número de 1891 de la revista Century, Allan McLane Hamilton publicó un relato llamado “Herr von Stnempfell’s Experiment”, en el cual un científico trasplantaba el cerebro de un gato en la cabeza de una mujer hermosa, sensible y educada, quien tras la convalecencia evidenció cambios muy notorios que se correspondían con un temperamento felino. Una noche, en una cena formal, se deslizó desde su silla hasta un rincón para atrapar un ratón ¡con los dientes! Finalmente murió, después de incontables recuperaciones de última hora, lo que avivó la leyenda de las nueve vidas gatunas. En Recollections of an Alienist, Hamilton recuerda: “Hace muchos años escribí un relato breve (…) que algunas personas tomaron al pie de la letra (…) Aunque suene difícil de creer, ello condujo a experimentos serios y he oído de trasplantes aparentemente exitosos… Solo nos resta esperar que no haya habido transferencia de peculiaridades desagradables”.
3 H.C. Bunner escribió la opereta para niños Three Little Kittens of the Land of Pie, que se basa en la conocida rima infantil inglesa “three little kittens who lost their mittens”, y todos los personajes son gatos –el rey Thomas I, cabeza de la Casa de Grimalkin; Ringtail, Kitcat, el príncipe Tortoiseshell de Caterwaulia, el príncipe Spot de Bacquephensia, el príncipe Velvet de Miaowa, las princesas Kitty, Malta y Angora–, pero no hay una sola línea de la obra que sugiera la psicología del gato, ni hubo la intención de hacerlo.
1 Si se necesitaba algo más para probar la superioridad felina, este sería el toque final. El gato es el único animal, además del humano, que sabe decir palabrotas, y en este ámbito solo un leñador o un exitoso cantante de ópera puede igualarlo.
2 Charles Darwin escribe en La expresión de las emociones: “Los gatos usan mucho los sonidos vocales como un medio de expresión, y ante diversas emociones y deseos emiten por lo menos seis o siete sonidos distintivos. El ronroneo de satisfacción, que se profiere tanto en la inspiración como en la expiración, es uno de los más curiosos. El puma, la chita y el ocelote también ronronean, pero el tigre, cuando está complacido, emite un peculiar gangueo corto, acompañado por el cierre de los párpados. Se dice que el león, el jaguar y el leopardo no ronronean”. Madame Michelet inventó varias palabras para diferentes tipos de ronroneo o ronron: mourrons, monrons, mou-ous, mrrr.
3 El Duetto buffo di due gatti es una pieza cómica para dos voces que suele interpretarse como bis en conciertos y galas de ópera; su texto repite una sola palabra: “Miau”. Se ha atribuido a Rossini porque usa partes de su música, pero al parecer el autor-compilador fue Robert Lucas Pearsall, un compositor británico que lo publicó en 1825 con el seudónimo de G. Berthold [NdT].
4 James Huneker, crítico musical del New York Times cuando Brahms aún vivía, contó esta historia en 1893 como ejemplo de cómo un invento malintencionado puede incorporarse en la biografía de un artista y perjudicarlo quizás por cuánto tiempo. La calumnia era de Wagner y muchos no leyeron a Huneker, porque durante todo el siglo xx al menos se repitió el cuento de que Brahms había sido un torturador de gatos [NdT].
5 Southey le puso a su gata Madame Catalani; otros también deben de haberlo hecho, tan naturalmente como los perfumistas de hoy bautizan los aromas dulces con el nombre de Mary Garden.
1 Dice W.H. Hudson en El diario de un naturalista que llamar “generoso” y “noble” a un perro por arrastrar fuera del agua a un hombre que se ahoga, o por aferrarlo para que no resbale en un ventisquero, “es tan irracional como llamar a la golondrina o al cucú intrépidos exploradores del continente oscuro, o alabar a las abejas obreras por su castidad, lealtad y patriotismo, o por el profundo conocimiento de las matemáticas que demuestran en su trabajo”.
2 Pero hay pruebas suficientes de que la Antigüedad clásica amaba a los michos. Entre los objetos desenterrados en Pompeya había un esqueleto de mujer que tenía entre los brazos el esqueleto de un gato: quizás perdió la vida intentando salvarlo.
3 Una vez, cuando una epidemia similar estalló entre sus gatos y Mabel Dodge consideró necesario acabar con la desgracia de varios de ellos, para proteger a los pocos que no habían sucumbido al contagio, un huésped caminó por las calles de Florencia diciendo a quien quisiera escuchar: “¡Se ha cometido un asesinato en la Villa Curonia!”.
4 La señora Hoey, traductora al inglés de Les chats, expone al escritor francés en la siguiente nota al pie: “El señor Champfleury ha recurrido a su imaginación en lo referido a estos hechos. En el Dictionary of Artists de Algernon Graves se describe a Burbank como un pintor de animales que expuso veintisiete cuadros en Londres entre 1825-1872, doce de ellos en la Royal Academy”.
5 Se trata de una edición de 1895 de la editorial Stone and Kimball de Chicago, que apareció como Tales of Mistery and Wonder [NdT].
6 El monograma de Oliver Herford tiene la forma de un gato; lo llama su “gato de armas”.
7 La historia detrás de este grabado es la siguiente: Josan-no-miya, la princesa, era muy requerida por los jóvenes de la región pero permanecía recluida, hasta que un día su gato, asustado por el ruido que hacían los pretendientes entrando al patio para cortejarla, se le escapó y ella impulsivamente corrió tras él.
1 Citado de la ed. de Francisco Rico para el Instituto Cervantes [NdT].
2 Butler estaba inspirado cuando escribió estas líneas en su diario. De cada diez nombres enviados para registro en la Cat Fancier’s Federation, nueve se devuelven porque ya habían sido usados. La falta de imaginación o invención que la mayor parte de las personas exhibe al bautizar a sus gatos casi va más allá de lo creíble.
3 Esta descripción prueba que Huysmans estaba bien familiarizado con los gatos, que no son capaces de localizar el dolor. Si les duele una pata, aullarán al tocarles el pecho.
1 Incluso Gautier y Heine, para quienes los gatos eran como una religión (“Los pachás son amantes de los tigres, yo de los gatos –escribió el primero–; los gatos son los tigres de los pobres diablos”), dedicaron pasajes en sus poemas a las posibilidades domésticas del minino.
2 François Copée dijo una vez que todos los gatos tienen una muerte trágica. “¡No hay un solo caso registrado de un gato que haya muerto en su cama!”.
3 Isaac Newton tenía un gran agujero recortado en la puerta para su viejo gato y uno pequeño para sus gatitos. La desaparición de estas puertas gateras en Inglaterra y Francia prueba la estima que se tiene al gato, según la señorita Repplier, porque ahora las personas le abren la puerta cada vez que quiere entrar o salir.
4 Probablemente se deba a la influencia francesa. Los poetas ingleses modernos pueden haber estudiado a Baudelaire.
5 Existe una historia bien conocida y repetida de un gato que la primera vez que vio su reflejo en un espejo trató de luchar con él. Encontrándose con la resistencia del vidrio, corrió detrás del espejo. Al no encontrar el objeto de su búsqueda, volvió al frente y mientras mantenía los ojos deliberadamente fijos en la imagen, palpó alrededor del borde del vidrio con una pata, mientras con su cabeza torcida hacia el frente se aseguraba de la persistencia del reflejo. Después de este experimento no se dignó prestar la menor atención al espejo… Mis gatos tampoco lo hacen.
6 Se podría dedicar un libro al estudio de los hábitos amorísticos del gato, que son crueles y fascinantes. Es divertido saber que en cuanto se ha logrado el apareamiento el macho y la hembra pelean, dando un excelente ejemplo a la raza humana. En el proceso de apareamiento, a veces cuestión de días en el caso de los gatos más apasionados, tanto el macho como la hembra rechazan todo alimento. El suave aullido ronroneante de las hembras es más lujurioso que el arrullo de una paloma.
7 Me parece que la única gracia de este esfuerzo de Whittier es el juego de palabras del último verso, que solo tiene sentido en inglés: “Bathsheba: To whom none ever said scat. / No worthier cat / Ever sat on a mat / Or caught a rat: / Requies-cat” [NdT].
8 Trad. de Manuel J. Santayana. Madrid, Vaso Roto, 2014 [NdT].
1 En “La gran superstición del perro”, de El libro de un naturalista, dice Hudson: “El perro, con todas sus nuevas inclinaciones, sigue siendo mentalmente un chacal, por encima de algunos mamíferos y por debajo de otros; tampoco puede sobreponerse a sus antiguos instintos obscenos, que se vuelven cada vez más ofensivos a medida que la civilización eleva y refina a su humano maestro. ¿Cómo ha llegado a existir esta creencia nuestra en la superioridad mental de este animal? Sin duda por nuestra intimidad con él, en los campos donde nos ayudaba y en las casas donde lo convertimos en mascota; también por nuestra ignorancia del verdadero carácter de otros animales. En Oriente, el perro es un animal sucio. Podría estar encerrado doce siglos en una atmósfera perfumada de opopanax y franchipán y todavía amaría el olor de la carroña.
”La moraleja es que, aunque se ha vuelto demasiado útil para pensar en despedirnos de él –útil de mil maneras y probablemente útil en mil más, a medida que surgen razas con formas modificadas y nuevas e inimaginables propensiones–, sería una bendición, tanto para nosotros como para el perro, trazar un límite referido a los animales útiles, ponerlos en su lugar y mantenerlos allí –y ese lugar no es la casa–, y apreciarlos en su verdadero valor, como hacemos con nuestros caballos, cerdos, vacas, cabras, ovejas y conejos.
”Pero hay un lugar en el corazón humano, en el corazón femenino específicamente, que quedaría vacante sin un animal al que amar y acariciar; hay un deseo de tener una criatura peluda como amigo… y este amor está insatisfecho y se siente despojado si no puede expresarse al modo de los mamíferos, que es tener contacto con su objeto, tocarlo con los dedos y acariciarlo. Afortunadamente, ese sentimiento o instinto se puede satisfacer con holgura sin el perro”.
Goethe estaba entre aquellos que odiaban a los perros, y Mefistófeles apareció ante Fausto en la forma de un poodle.
2 En los primeros años del siglo xix los gatos persas eran más bien raros en Inglaterra.
3 Muchos gatos comunes son criados con leche y no se puede decir que no les guste, pero ningún criador de gatos daría leche a los suyos; y un gato persa, criado con carne, no la tocará. Con frecuencia mueren de hambre cuando están viejos y han perdido los dientes. Pero un gato sin una dieta carnívora es un gato débil y cadavérico. Por cierto, las presas deben de estar recién muertas: los gatos no comen carroña o comida rancia de ningún tipo.
4 En Figures of Several Centuries alguien dice sobre Huysmans: “Me dio la impresión de ser un gato; cortés, perfectamente educado, casi amigable, pero un atado de nervios, listo para desplegar las garras ante la menor palabra”, y otro, un entrevistador: “Y en efecto hay algo de su animal favorito en él. La cara es gris, cansada y alerta, con una mirada de benevolente malicia”.
5 Los festivales o exhibiciones de gatos han hecho mucho por elevar la estimación de los incrédulos. También han sido un gran incentivo para mejorar las razas, aunque es lamentable que estén en manos de criadores profesionales, ansiosos por elevar los precios de sus “linajes”. Tanto en Inglaterra como en Francia las exhibiciones de gatos fueron una idea de artistas, escritores y aficionados ricos.
6 “En la catedral de Gerona había un gato que se paseaba enfrente de la capilla mayor durante la misa, recibiendo las caricias de los feligreses”, escribe Havelock Ellis en The Soul of Spain.
Las bestias son del buen Dios.
Las bestialidades, del ser humano.
Victor Hugo
He escrito –qué tan hábilmente no lo sé– sobre los modales y las costumbres del gato, sus gracias y mimos; la historia de cómo ha subyugado a la Humanidad. En todos los tiempos, incluso durante la oscura época de la brujería y la persecución, ha mantenido su supremacía, ha continuado reproduciéndose y multiplicándose, desafiando cuando es conveniente las leyes de Dios y las leyes de los hombres, de pronto amigo, de pronto enemigo, ahora salvaje, ahora amansado, la mascota de la casa o el tigre en la selva, pero siempre libre, siempre independiente, siempre un anarquista que insiste en hacer valer sus derechos, cualquiera sea el costo. El gato nunca forma soviets; el gato trabaja solo.
Tenemos mucho que aprender de los felinos, nosotros que preferimos adoptar los hábitos esclavizantes del perro, del buey o del caballo. En realidad creo que si los hombres y las mujeres se volvieran más felinos eso sería la salvación de la raza humana. Ciertamente se acabarían las guerras, porque los gatos no lucharán por un ideal colectivo, dado que no tienen fe en los ideales colectivos; eso sí, puede ocurrir que un único gato luche hasta la muerte por sus ideales, por su libertad de expresión. El perro y el caballo perpetúan la guerra mediante el pensamiento grupal y la socialización de la acción, junto con alentar la creencia popular en esa panacea monstruosa que es la hermandad universal.
Para la próxima guerra construiremos naves que puedan hacer sesenta o setenta nudos por hora; los submarinos recorrerán cinco mil leguas con la velocidad de los tiburones y las aeronaves volarán sobre las ciudades dejando caer bultos de TNT. Saigón, Berlín, El Cairo, París, Madrid y hasta Indianápolis están condenadas a desaparecer. El ser humano se extinguirá; bruto, tonto, siempre luchando contra la naturaleza en lugar de aliarse con ella, con la naturaleza que lo ayudará a ir hacia delante y en todos los sentidos, más allá de los abismos y los torrentes y los derrumbes de la existencia. Todo lo que conocemos habrá acabado, otro ciclo comenzará y una nueva “civilización” se abrirá paso.
Pienso que persistentemente, quizás con algo de intención, hemos malinterpretado la leyenda de Prometeo. Prometeo fue el enemigo, no el amigo de los humanos. El fuego que trajo a la Tierra fue una llama devastadora y Zeus, dios de la naturaleza, lo encadenó a una roca para proteger a la Humanidad. Esta interpretación incorrecta de los asuntos sagrados, este giro del bien a manos del mal, esta aplicación errónea de los principios naturales a prácticas antinaturales son el lugar común de la historia, los cimientos del actual estado de las cosas y la causa de toda miseria.
Pero el gato sobrevivirá. No es tan estúpido como el ser humano. Sabe que debe tener a la naturaleza de su lado. También sabe que es más fácil que un solo gato encaje en las curvaturas de la naturaleza que dos gatos. Así que camina solo. Porque la naturaleza aquí y la naturaleza allí son dos naturalezas distintas, y lo que un gato de un lado de la verja tiene que hacer no es lo mismo que lo del gato del otro lado de la verja. De todas formas los gatos siempre obedecen los grandes principios, y veinte, un centenar, mil gatos antes despreocupados se inmolarán voluntariamente para preservar un instinto, una memoria racial que servirá para perpetuar la raza. Así, después del cataclismo, desde los montículos de tierra amontonada, los cúmulos y ruinas de las ciudades medio enterradas, los desolados campos de trigo y los maltratados huertos acechará el gato, confiado, autosuficiente, capaz, imperturbable y filosófico. Su especie cubrirá la brecha hasta que los humanos vuelvan a aparecer, y entonces se aposentará en hogares nuevos y enseñará otra vez su poderosa lección a los oídos y los ojos que de nuevo son sordos y ciegos. El destino de Shylock lo predijo Shakespeare desde el momento en que hizo decir a la pobre criatura “el inofensivo y necesario gato”. Porque es posible, no, probable, que, a diferencia del humano, que olvida sus formas anteriores, el gato recuerde, realmente recuerde por muchas generaciones hacia atrás; que lo que llamamos instinto sea más profundo que el conocimiento. Y así, sabiamente, la Providencia no ha permitido al gato hablar ningún idioma más que el propio.
Podemos dominar a los perros, pero a los gatos nunca, a no ser por la fuerza. Pueden ser aniquilados, pero nunca serán serviles o banales. El gato jamás es vulgar. Ni a Dios le permitirá que interfiera en su libertad, y si sufre, aunque sea un dolor de muelas, rechazará todo alimento; preferirá morir que soportar el dolor. De este modo, como el espartano, conserva la fuerza de su especie. En cualquier momento puede cambiar su lema: de Libertas sine labore o Amica non serva a Quand même.
No hay una sola cualidad del gato que el humano no pueda emular para su ventaja. Es limpio, el más limpio, sí, de todos los animales, enteramente desprovisto de olor y suciedad cuando está en su poder que así sea. Es silencioso, gracias a sus patas acolchadas con las garras ocultas, y no emite el menor sonido a menos que quiera decir algo definitivo, y en ese caso se puede expresar libremente. Cree en la libre expresión, y no solo cree en ella sino que se complace en ella. Nada hará que un gato pare de hablar cuando quiere hacerlo, excepto la pesada mano de la muerte.
Se basta a sí mismo por completo. Vive en hogares porque escoge hacerlo, y siempre y cuando el entorno y las personas le convengan, pero lo hace en sus propios términos y nunca sacrifica su propia comodidad y su bienestar por el bien de los mentecatos con quienes entra en contacto. Por ello es el más satisfactorio de los amigos. Entre nosotros es costumbre decir: “Tenemos una cena donde los Ogilvy esta noche. No queremos ir pero jamás nos perdonarán si no vamos”, mientras los Ogilvy están murmurando: “¡Qué lata, hoy vienen los detestables Mitchell a cenar! Ojalá llamaran para excusarse, o tal vez se les descomponga el auto por el camino…”. El gato no hace ni acepta invitaciones insinceras. Se cansa de sus amigos a veces, pero, bueno, yo también. Si desea mudarse, lo hace. Quizás a otra casa, tal vez al mundo salvaje. Si le ocurre que lo dejen abandonado a sus propios medios en el campo, podrá mantenerse en la autopista; puede incluso mantenerse en la ciudad bajo condiciones que aterrorizarían a ese socialista gregario y aburrido, el perro. El gato es viril y la virilidad es una cualidad que el hombre casi ha perdido.
St. George Mivart insistía en que era el gato, no el humano, quien coronaba la cima del reino animal, por ser el mejor equipado de los mamíferos para abrirse camino en el mundo. Concuerdo con St. George Mivart. No veo cómo puede ser posible discrepar con él. Pero el gato no se jacta de su posición preeminente; se contenta con ocuparla. No llama al humano un “animal inferior”, aunque sin duda lo ve así. Yo he experimentado largamente sus capacidades sobrenaturales; es muy difícil sobreestimarlo. No ha perdido el poder del lenguaje gestual. Con su cola, sus patas, sus aguzados oídos, sus ojos, su cabeza, la rotación del cuerpo o la ondulación de su pelaje expresa en símbolos los secretos más cabalísticos. Es bello y elegante. Convierte su aspecto y su vida en algo tan exquisito como las circunstancias lo permitan. Es discreto, es educado, es digno. Un gato bien criado nunca discute. Va por la vida haciendo lo que le agrada de una manera que refleja su superioridad intelectual. Si es interrumpido, mirará al culpable con leve sorpresa o un silencioso reproche, pero volverá a su deseo. Si se ve impedido de hacer algo, esperará una ocasión más favorable. Y, al igual que los individuos bien educados, y a diferencia de los anarquistas humanos, rara vez interfiere en los derechos de los demás. Su inteligencia lo previene de gastar tiempo en las tonterías que complican la vida. Los gatos nunca escriben óperas ni asisten a ella. No firman papeles ni pagan impuestos ni votan en las elecciones presidenciales. Una orden judicial no tendrá ningún poder sobre el gato, sea lo que sea. Desde luego, se negará a obedecer la propia Constitución si es necesario.
Feathers está muy cansada de este libro. Me lo ha dicho más de una vez. A veces mirándome con impaciencia mientras escribo. A veces con las patas, rascando con desdén las hojas de papel cuando las tiro al suelo. A veces, en mi mesa de trabajo, se interpone entre mis escritos y yo. Cuando empecé era una gatita, una bolita parecida a un crisantemo de pelo rojizo y rizado, naranja, blanco y negro, y ahora está a punto de convertirse en madre. Así es, mientras he estado escribiendo Feathers ha experimentado la dentición, el amor y ahora pronto la maternidad. Me hace sentir muy pequeño, muy poco importante. Lo que yo he hecho en catorce meses es casi nada comparado con lo que ella ha hecho.
El misterio de la vida se hace más profundo en ella. Sus ojos entrecerrados son apenas un esbozo; está menos activa y desea dormir más. Necesita el calor de mis rodillas, donde anhela reposar sin ser interrumpida por el repiqueteo de las teclas. Me está suplicando que llegue al fin. Y yo no puedo resistirme. ¿Ves, Feathers?, estoy casi listo. Estoy escribiendo la última página. Puedes venir a mí ahora y pasar las horas en mi regazo. Te ofrezco, en lugar de este pobre libro, probarme como hombre de letras siguiendo el método de Samuel Butler, es decir bautizando a tus gatitos aún nonatos. Los llamaré, si la naturaleza te da cinco, y los sexos lo permiten, Aurélie, Golden Feathers, Coq d’Or, Prince Igor y Jurgen.
Nueva York,
4 de marzo de 1920
Krysthopher Woods (Buenos Aires, 1989) es ilustrador y diseñador gráfico. En sus obras emplea lápices, acuarelas, tinta y recortes de papel. Ha participado en muestras colectivas de Estados Unidos, México, España y Australia. En la actualidad, realiza ilustraciones para proyectos editoriales y prepara su primera novela gráfica.
www.krysthopher-woods.tumblr.com
Van Vechten, Carl