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Está bien no estar bien

Cómo predicar los Salmos de lamentación

©2017 Federico G. Villanueva

Título original en inglés: It’s OK to Be Not OK: Preaching the Lament Psalms

Langham Preaching Resources, Carlisle, Cumbria, United Kingdom

Una impresión de Langham Creative Projects

Publicado primeramente por omf Literature Inc. en Filipinas, en 2012

© 2017 Langham Preaching Resources

© 2022 Centro de Investigaciones y Publicaciones (cenip) – Ediciones Puma

Primera edición impresa: mayo 2022

Categoría: Religión - Estudios bíblicos - Antiguo testamento

ISBN N° 978-612-5026-15-6 | Edición digital

ISBN N° 978-612-5026-14-9 | Edición impresa

Editado por:

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Ediciones Puma es un programa del Centro de Investigaciones y Publicaciones (cenip)

Traducción al español: Virginia Powell

Edición literaria: Patricia Cabral

Diseño de carátula: Eliezer D. Castillo P.

Diagramación y ePub: Hansel J. Huaynate Ventocilla

Reservados todos los derechos

All rights reserved

Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada o introducida en un sistema de recuperación, o transmitida de ninguna forma, ni por ningún medio sea electrónico, mecánico, fotocopia, grabación o cualquier otro, sin previa autorización de los editores.

Esta traducción se publica por acuerdo con Langham Publishing.

Salvo indicación especial, las citas bíblicas se han tomado de la Nueva Versión Internacional © 1999 por la Sociedad Bíblica Internacional.

Dios habla hoy (dhh)

La Santa Biblia, Nueva Traducción Viviente (ntv)

Reina-Valera Contemporánea (rvc)

Versión Reina-Valera actualizada 2015 (rva-2015)

Reina-Valera 1960 (rvr1960)

Reina-Valera 1995 (rvr1995)

La Biblia de las Américas (lbla)

Nueva Biblia Viva (nbv)

ISBN N° 978-612-5026-15-6

Impreso en Perú

Printed in Peru

Capítulo 3

Está bien estar triste

‘¿Podría orar por él?’, me preguntó mi amigo y pastor mientras estábamos con Eric, un pastor de 35 años que había sufrido un ataque al corazón. Estaba en una habitación pequeña de terapia intensiva hacía una semana, y teníamos que turnarnos para visitarlo porque el hospital no permitía más de dos o tres personas a la vez.

Apenas podía oír a Eric cuando se esforzaba por hablar, pero sentía su dolor. Este no era el mismo Eric que había conocido en los días del seminario: alegre, conversador y activo. El Eric que veía ahora casi no podía moverse, no sonreía y sus ojos se veían cansados. Yo sabía que no podíamos quedarnos mucho tiempo porque necesitaba descansar, de manera que me preparé para orar. Sin embargo, al cerrar los ojos, me costó encontrar las palabras adecuadas. No tenía ninguna palabra positiva para decir. De modo que hice una oración similar a uno de los salmos de lamentación: expresé tristeza, pena y aflicción ante Dios. Inmediatamente después de mí, oró mi amigo y pastor. Yo creía que él había delegado la oración en mí, pero comprendí que a lo mejor pensó que le había faltado algo a mi oración. Entonces, en su oración dijo algo que me dejó pensando: ‘Señor, esta enfermedad no te glorifica. Pero oro para que la respuesta del pastor Eric sí te glorifique’.

¿Cómo es una respuesta que glorifica a Dios, cuando apenas puedes hablar por el dolor que sientes? ¿Cómo se glorifica a Dios cuando hay mucha incertidumbre y preguntas en la mente? Eric tenía dos niños, uno de ellos un bebé recién nacido. Estoy seguro de que Eric estaba profundamente triste por lo que le había ocurrido, igual que su esposa y familiares. Dada la situación, su tristeza fácilmente podría llevarlo a la depresión.

¿Cómo respondemos de manera que glorifique a Dios en situaciones como esa?

¿Hay solo una respuesta aceptable?

Se nos ha enseñado que, en cualquier situación, debemos responder positivamente. En una oportunidad estaba escuchando una conferencia sobre las lamentaciones, cuando una cita enmarcada que colgaba en una esquina del salón me llamó la atención. Decía:

Momentos felices: Alaba a Dios

Momentos difíciles: Busca a Dios

Momentos tranquilos: Adora a Dios

Momentos dolorosos: Confía en Dios

En todo momento: ¡Da gracias a Dios!

La respuesta general que tenemos para todas las situaciones es: ‘En todo momento ¡da gracias a Dios!’ Si lo pensamos, fácilmente podríamos aplicar esto al caso de Eric, ¿verdad? Eric es pastor. La noche previa a ese ataque trágico, había estado en la iglesia. A la mañana siguiente ya no pudo levantarse y fue llevado de urgencia al hospital. ¿Podemos tratar de consolarlo cantando: ‘Todo está bien en mi alma’? ¿Podemos alentarlo para que diga: ‘El Señor ha dado; el Señor ha quitado. ¡Bendito sea el nombre del Señor!’?

No rechazo ese tipo de respuesta. En algún sentido, la considero admirable. Y hay situaciones en las cuales quienes expresan esas palabras las sienten genuinamente en su corazón. Pero es preocupante cuando se convierte en la única respuesta que conocemos, como si la única respuesta que glorifica a Dios fuera la positiva.

De la misma manera, no está mal que la iglesia sea un lugar de celebración. Hay muchas razones por las que la iglesia debería celebrar. Pero cuando la iglesia está todo el tiempo celebrando, día tras día, eso se convierte en un problema. Porque si la iglesia no aprende a vivir con ‘la tristeza, el quebranto y el cuestionamiento’ no sabrá cómo responder cuando ocurran hechos trágicos22. Debemos aprender que está bien estar tristes, quebrantados y desolados cuando pasamos por situaciones difíciles.

Diferentes estaciones, diferentes respuestas

Así como sucede con la naturaleza, en la vida pasamos por diferentes estaciones. En Filipinas tenemos solamente dos estaciones: seca y húmeda, lluviosa y soleada. Recién cuando viví en Inglaterra aprecié las palabras de la canción ‘Invierno, primavera, verano y otoño’. Todas las estaciones cambian y también lo hace el entorno. El campo está verde durante la estación húmeda, y marrón y desnudo durante la estación seca. Sigue siendo el mismo lugar, pero se ve diferente. Es diferente. La naturaleza se ajusta a sus diversas estaciones.

De la misma manera, pasamos por estaciones en nuestra vida. El erudito en el Antiguo Testamento, Walter Brueggemann, menciona tres de esas etapas23.

1) La estación de orientación

2) La estación de desorientación

3) La estación de nueva orientación

La primera estación se refiere a las etapas de nuestra vida cuando todo es normal. Por supuesto, sabemos que lo que es ‘normal’ depende de nuestras circunstancias. El tráfico denso en Manila puede no ser normal para los extranjeros que la visitan por primera vez, pero para nosotros, los filipinos, es normal. Por ‘normal’ me refiero a lo acostumbrado, podemos manejarnos con ello. Las cosas no son perfectas, claro está, pero la vida en general fluye bien. En la estación de orientación, nuestros días son como un barco que navega ‘normalmente’ en el mar. Hay algunas olas pequeñas y sopla algo de viento, pero brilla el sol y el barco es perfectamente controlable.

Ahora imaginemos que estamos navegando en el barco y, de repente, vemos venir nubes negras que ocultan el sol. Hay una ráfaga de viento y las olas ya no son pequeñas, ahora son enormes y violentas. Se sacude nuestra serenidad: Sentimos que en cualquier momento podemos morir. No estamos seguros de salir adelante, no hay ninguna garantía. Nos aferramos al barco para salvar nuestra vida, empapados por el agua que arrasa la cubierta. Ahora estamos en una estación totalmente diferente, la estación de desorientación.

En la estación de desorientación, desaparece cualquier sentido de normalidad. Buscamos los lugares comunes que conocemos, pero ya no están. Estamos perdidos. Sondeamos profundamente nuestro interior en busca de alguna guía para atravesar el mar furioso, pero es en vano. Lo que queda es nuestro barco, que puede estar a punto de hundirse. La muerte de un ser querido, un accidente, la pérdida de un empleo, o un divorcio pueden llevarnos a la estación de desorientación en nuestra vida. Lo que le ocurrió a Eric también cuenta como estación de desorientación.

La buena noticia es que algunos meses después de nuestra visita, Eric pudo levantarse y caminar, y lentamente volvió a su rutina normal. Había estado a punto de morir, pero sobrevivió. Ahora experimentaba lo que llamaríamos una estación de nueva orientación. Es la estación ‘después de la tormenta’. Cuando pensábamos que nuestro barco se hundiría, cesó el viento y las olas se aquietaron. Piensa en cuando Jesús habló al viento y a las olas y calmó la tormenta. Lo que siguió fue una gran quietud, un escenario más pacífico que el anterior a la tormenta. Quienes han tenido cáncer y se recuperaron saben perfectamente de qué hablo. Cuando pensábamos que era el fin, la vida se abrió paso, trayendo un nuevo sentido y esperanza. Las cosas que jamás imaginamos se vuelven posibles. Cuando creíamos que nuestro sufrimiento nunca terminaría, descubrimos que la pesada nube ha desaparecido, así de simple. Sí, hay una cierta sensación de ‘así de simple’. Muchos describen la entrada en esta estación como pasar por un proceso de lucha prolongado y luego, por fin, la vida vuelve.

Lamentablemente, algunas personas no llegan a esta estación porque deciden terminar efectivamente con todo, suicidándose. Las personas deprimidas a veces piensan que no hay otro final posible para su oscuridad, su tristeza y su aflicción. Pero hay un fin. Llegará. A lo mejor no sabemos qué es, pero llegará. Y cuando llegue, no veremos la hora de celebrar.

Un tiempo para bailar

Celebrar. Eso es lo que hacían los antiguos cuando pasaban por una estación de nueva orientación. Cuando sus oraciones eran respondidas, los israelitas iban al templo y hacían una ofrenda de acción de gracias, conocida como la todah. Ejemplo de un salmo de acción de gracias es el Salmo 116:

Yo amo al Señor porque él escucha mi voz suplicante. Por cuanto él inclina a mí su oído, lo invocaré toda mi vida... Te ofreceré un sacrificio de gratitud e invocaré, Señor, tu nombre. Cumpliré mis votos al Señor en presencia de todo su pueblo, en los atrios de la casa del Señor, en medio de ti, oh Jerusalén. ¡Aleluya! ¡Alabado sea el Señor!

Sal 116.1–2, 17–19

Los fieles celebraban con sus seres queridos. Lo bueno de la todah es que el animal ofrecido se entregaba nuevamente a quien lo había traído, el oferente. Este asaba la carne (la gente de ese tiempo no siempre tenía la oportunidad de comer carne) e invitaba a su familia y sus amigos a participar de la fiesta. Juntos celebraban la bondad del Señor. En medio de la celebración, aquel que había experimentado la respuesta a alguna oración se ponía de pie y relataba lo que el Señor había hecho. El Salmo 116 nos da cierta idea de lo que se decía generalmente en esos encuentros.

He presenciado una versión moderna de la todah en nuestra iglesia. Cuando una de nuestros miembros sobrevivió a un trasplante de riñón, preparó una fiesta para la iglesia. Había mucha comida; hasta tuvimos lechón, cerdo muy tierno. Nos regocijamos juntos por lo que había hecho el Señor. Esa mujer todavía vive, quince años después de la operación. ¿Acaso no es maravilloso? Ocasiones como esa realmente merecen celebración y gratitud. Y la Biblia, especialmente los Salmos, sabe bien lo que significa celebrar. Si uno lee los Salmos, observa que todos los instrumentos disponibles (címbalos, arpas, tamborines, trompetas, etcétera) se tocaban cuando la gente alababa al Señor (ver Sal 150). Los fieles también bailaban mientras cantaban. ¿Recuerda a David bailando enérgicamente mientras el Arca del Pacto entraba a su casa (2S 6.16)? Piensa en la expresión ‘alabanza y adoración’ como la conocemos ahora: el pueblo sí que sabía de eso, y más.

Un tiempo para lamentar

Pero no siempre se alegraban, bailaban y entonaban canciones alegres. Cuando golpeaba una estación de desorientación, como la derrota en una guerra o las plagas que aniquilaban sus cosechas, el pueblo iba al templo y se lamentaba ante Dios como comunidad24. Ese tipo de oración se conoce como lamento comunitario. El Salmo 44 es un ejemplo de ese tipo de oración. Este salmo comienza con un listado de lo que Dios ha hecho en el pasado: cómo derrotó a los enemigos del pueblo, cómo los salvó y les otorgó la victoria.

Oh Dios, nuestros oídos han oído y nuestros padres nos han contado las proezas que realizaste en sus días, en aquellos tiempos pasados: Con tu mano echaste fuera a las naciones y en su lugar estableciste a nuestros padres; aplastaste a aquellos pueblos, y a nuestros padres los hiciste prosperar. Porque no fue su espada la que conquistó la tierra, ni fue su brazo el que les dio la victoria: fue tu brazo, tu mano derecha; fue la luz de tu rostro, porque tú los amabas. Solo tú eres mi rey y mi Dios. ¡Decreta las victorias de Jacob!

Sal 44.1–4

Pero en medio del salmo, el pueblo abre su corazón a Dios:

Pero ahora nos has rechazado y humillado; ya no sales con nuestros ejércitos. Nos hiciste retroceder ante el enemigo; nos han saqueado nuestros adversarios. Cual si fuéramos ovejas nos has entregado para que nos devoren, nos has dispersado entre las naciones.

Sal 44.9–11

En el capítulo 7 hablaremos con más detalle sobre este tipo de oración, y si está bien cuestionar a Dios o no. Pero, por ahora, podemos ver lo diferente que puede ser la respuesta del pueblo de Dios cuando el desastre o la calamidad golpean su comunidad. No se sentían obligados a agradecer ni a celebrar. No, la respuesta de los israelitas no se limitaba a eso. El pueblo de Dios sabía cómo expresar su lamento. Incluso tenían rituales para acompañar el lamento. Si en el culto de acción de gracias tenían la ofrenda del todah, en los momentos de lamentación se echaban ceniza en la cabeza, vestían ropa de arpillera, ayunaban, lloraban e incluso se arrancaban el cabello (ver Esdras 9.3). Cuando una persona estaba enferma o muy afligida, recitaba un salmo de lamentación. Llamamos a este tipo de salmo, ‘salmo individual de lamentación’, y hay muchos. En realidad, en el libro de los Salmos hay más salmos de lamentación que de gratitud. El problema con nuestras respuestas actuales es que ni siquiera sabemos cómo lamentarnos; menos aún, tener rituales que acompañen la expresión de aflicción. Como veremos en el próximo capítulo, no sabemos cómo lamentarnos.

Más de una respuesta

Los creyentes de antes respondían de una manera que se correspondía con los extremos de desorientación y de nueva orientación de la vida, del sufrimiento y la celebración. Entre medio, cuando la vida es normal (es decir, en la estación de orientación), también respondían en la forma correspondiente. Tenían sus propias canciones y declaraciones, que reconocían que la vida era ‘normal’ porque era Dios quien estaba en acción. La estación de orientación puede parecer monótona para algunos. Por ejemplo, muchos pensamos que ir de un lugar a otro y llegar a salvo a nuestro destino es porque así son las cosas, sencillamente. ‘¿Por qué dar gracias a Dios? Algunos diríamos ‘Eso es lo normal’. Pero para los creyentes de la antigüedad, las situaciones ‘normales’ también eran oportunidades para declarar quién es Dios. Un ejemplo de salmo de orientación es el Salmo 104:

Señor mi Dios, tú eres grandioso… Tú pusiste la tierra sobre sus cimientos, y de allí jamás se moverá… Tú haces que los manantiales viertan sus aguas en las cañadas, que fluyan entre las montañas. De ellas beben todas las bestias del campo; allí los asnos monteses calman su sed. Las aves del cielo anidan junto a las aguas y cantan entre el follaje. Desde tus altos aposentos riegas las montañas; la tierra se sacia con el fruto de tu trabajo. Haces que crezca la hierba para el ganado, y las plantas que la gente cultiva para sacar de la tierra su alimento… Tú hiciste la luna, que marca las estaciones, y el sol, que sabe cuándo ocultarse. Tú traes la oscuridad, y cae la noche, y en sus sombras se arrastran los animales del bosque… Pero al salir el sol se escabullen… Sale entonces la gente a cumplir sus tareas, a hacer su trabajo hasta el anochecer. ¡Oh Señor, cuán numerosas son tus obras! ¡Todas ellas las hiciste con sabiduría! ¡Rebosa la tierra con todas tus criaturas!

Así, vemos que a medida que los israelitas pasaban por diferentes estaciones en la vida, también tenían diferentes conjuntos de respuestas. Una nueva orientación llevaba a la celebración y a la acción de gracias. La desorientación causaba lamentos y llantos. En ambos casos, explica Walter Brueggemann, ‘Tienen expresiones límite para sus experiencias límite’25. Experiencias límite son aquellas que nos llevan a un límite, a los extremos. El límite puede implicar experiencias positivas como la sanidad, una resolución o una oración respondida. O puede implicar experiencias negativas como la pérdida o la muerte. En ambas situaciones, vemos que el pueblo de Dios tenía ‘expresiones límite’, no una sola ‘expresión límite’ (singular). Celebraban cuando había una nueva orientación; se lamentaban en la desorientación. Y en algún punto intermedio, reconocían la presencia de Dios en la estación de la orientación.

Está bien estar triste

La principal diferencia con nosotros actualmente es que solo tenemos una respuesta para las estaciones de la vida. Es la respuesta positiva. En realidad, no sabemos cómo expresar nuestra tristeza. No tenemos lugar para nuestras experiencias negativas en la iglesia. Tendemos a pensar que debemos usar la misma máscara para todas las ocasiones. Tememos que, si respondiéramos de manera negativa, nos alejaríamos de Dios. Pero está bien que nuestras reacciones respondan a los cambios como las estaciones de la vida. Porque sabemos que hay alguien que permanece constante durante esas estaciones cambiantes. Es aquel a quien podemos ir no solamente en momentos de agradecimiento y estabilidad, sino también en momentos de lamentación.

Es importante destacar esta verdad: nuestras estaciones cambian, lo mismo que nuestras respuestas, pero Dios sigue siendo nuestro Dios. Es nuestro Dios no solamente cuando estamos bien, sino también cuando no lo estamos. No debemos temer que nuestra respuesta no glorifique a Dios. En una estación de desorientación, está bien estar triste.

Cuando golpea la tristeza

En los momentos de tristeza, David no se avergonzó de confesar: ‘La vida se me va en angustias, y los años en lamentos’ (Salmo 31.10a). En medio de su tristeza, David clamó: ‘¿Hasta cuándo he de estar angustiado y he de sufrir cada día en mi corazón?’ (Salmo 13.2a). Recuerdo haber experimentado una tristeza profunda similar cuando estaba lejos de casa, viviendo en el extranjero.

El salmista también experimenta momentos de soledad: ‘No logro conciliar el sueño;

parezco ave solitaria sobre el tejado’ (Salmo 102.7). Piensa por un momento en esa figura. ¿Alguna vez te viste como esa ave? Las personas mayores seguramente pueden identificarse con esa imagen. Los sociólogos dicen que el número de ancianos continuará creciendo porque crece de la expectativa de vida. Sin embargo, lamentablemente ‘los ancianos ya no tienen un lugar en la familia moderna’26. Mi esposa, Rosemarie, solía trabajar con gente mayor cuando estuvimos en el Reino Unido. Un día, una de las residentes se le acercó, la miró a los ojos con toda la seriedad del mundo y le dijo: ‘Solo tengo un consejo para ti. Dos palabras: No envejezcas’. Mi esposa le respondió con una broma, pero percibió en ella la soledad y el temor. ‘Es muy triste —me dijo mi esposa—, cuando los veo solos y deprimidos todo el día. Algunos ni siquiera quieren salir de su habitación’.

Rosemarie observó que la depresión en los ancianos solía alcanzar el pico durante la época de Navidad, especialmente entre quienes no recibían la visita de sus familiares.

Si eres una persona anciana (o una persona joven que se siente vieja) y te sientes así, hay alguien con quien te puedes identificar en su soledad y en su tristeza. Tómate a pecho la oración del Salmo 71.9: ‘No me rechaces cuando llegue a viejo; no me abandones cuando me falten las fuerzas’.

El Hijo de Dios estuvo triste

Jesús sabía lo que era estar lleno de alegría:

En aquel momento Jesús, lleno de alegría por el Espíritu Santo, dijo: ’Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque habiendo escondido estas cosas de los sabios e instruidos, se las has revelado a los que son como niños. Sí, Padre, porque esa fue tu buena voluntad’.

Lc 10.21

Pero, aunque Jesús se identificaba con la estación de nueva orientación, también tuvo momentos en que se sintió triste27. Podemos decir que conoció la tristeza que experimenta la persona más triste del mundo. Sabía profundamente lo que era estar afligido:

Se llevó a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, y comenzó a sentirse triste y angustiado.

Mt 26.37

Eso ocurrió en el huerto de Getsemaní, donde Jesús confesó a sus discípulos: ‘Es tal la angustia que me invade, que me siento morir —les dijo—. Quédense aquí y manténganse despiertos conmigo’ (versículo 38). Pero Lucas nos dice que antes de eso, mientras Jesús anticipaba la experiencia del Getsemaní y de la cruz, ya estaba angustiado: ‘Pero tengo que pasar por la prueba de un bautismo, y ¡cuánta angustia siento hasta que se cumpla!’ (Lc 12.50).

Los psicólogos dicen que las personas saludables tienen una amplia gama de emociones. Tienen la habilidad para experimentar gozo, tristeza, enojo, rabia, angustia o temor. Pero no se quedan estancados en una sola emoción. Si miramos a Jesús, veremos a alguien cuyas emociones son tan amplias como la vida misma. Jesús

• derramó lágrimas (Lc 19.41)

• estuvo lleno de alegría (Lc 10.21)

• se angustió (Mr 14.34)

• estuvo enojado (Mr 3.5)

• se sintió frustrado (Mt 17.17; Mr 8.21)

• lo invadió la tristeza (Mt 26.37)

• sintió compasión (Lc 7.13)

• se asombró (Mr 6.6; Lc 7.9)

• sufrió (Lc 12.50, ntv – aflicción ante la perspectiva del Getsemaní y la cruz)

Jesús mismo pasó por las tres estaciones que hemos analizado y respondió no de una sola manera, sino de muchas. ¿Cómo es tu caso?

Tres estaciones en la vida

A esta altura puede ser útil revisar las tres estaciones en la vida que hemos mencionado antes. En realidad, hay un salmo en el que están presentes todas las estaciones, el Salmo 30 (rvr1995)28.

Orientación (6–7a)

En mi prosperidad dije yo:

«No seré jamás conmovido»,

porque tú, Jehová, con tu favor

me afirmaste como a monte fuerte.

Desorientación (7b–10)

Escondiste tu rostro,

fui turbado.

A ti, Jehová, clamaré;

al Señor suplicaré.

¿Qué provecho hay en mi muerte

cuando descienda a la sepultura?

¿Te alabará el polvo?

¿Anunciará tu verdad?

Oye, Jehová, y ten misericordia de mí;

Jehová, ¡sé tú mi ayudador!

Nueva orientación (11)

Has cambiado mi lamento en baile;

me quitaste la ropa áspera y me vestiste de alegría.

Observa las diferentes experiencias en cada una de estas estaciones, y las respuestas distintas. En la estación de orientación hay una cierta sensación de estabilidad gracias a la bondad del Señor. Esto se desbarata rápidamente por la experiencia de desorientación en el versículo 7b. Observa que el cambio de orientación a desorientación se da en apenas medio versículo. Ahora el salmista clama al Señor al sentirse cerca de la muerte. Pero luego viene el gozo que trae la estación de la nueva orientación. Observa estas tres estaciones, haz una pausa y pregúntate: ‘¿En qué estación estoy ahora?’ ¿En la estación de orientación, desorientación o nueva orientación?

Si en este momento estás en una estación de desorientación, quiero alentarte. Si te sientes triste, está bien permitirte estar triste. Algunos tendemos a correr hacia estar bien cuando sufrimos, a negar lo que realmente sentimos o atravesamos. Cuando pasamos por las diferentes estaciones en la vida, es importante estar presentes donde estamos para que podamos recibir cualquier don que nos traiga esa experiencia.

Recuerdo haber hablado de las tres estaciones de la vida a un grupo de jóvenes empresarios. Uno de ellos me preguntó: ‘¿Qué debo hacer cuando estoy en una estación de nueva orientación, si corro el riesgo de experimentar otra vez la desorientación en cualquier momento?’. Incluso pasando por la estación de nueva orientación este joven no podía disfrutarla; anticipaba un cambio de estación y por eso no podía estar presente en su actual experiencia. Es lo mismo con las personas que pasan por la desorientación; no quieren estar en esa estación porque es desagradable, solitaria y triste. Pero la tristeza trae su propio don.

La tristeza vuelve más compasivo nuestro corazón y más amable con otros que sufren. Si nunca hemos experimentado lo que es estar triste y solo, ¿cómo comprenderemos qué sienten los ancianos? ¿Cómo nos identificaremos con la tristeza de los niños de la calle, que en el frío de la noche y bajo el calor del día anhelan que alguien se interese por ellos? ¿Cómo podremos ser partícipes de la experiencia de quienes han pasado por diversas dificultares matrimoniales? ¿Cómo sabremos lo que significa estar enfermo durante diez años sin que nadie lo visite?

Cuando estamos presentes en nuestra desorientación, nuestra experiencia de nueva orientación adquiere significado. La experiencia del gozo está directamente relacionada con la experiencia de la soledad y la tristeza. Porque, como lo expresa bellamente el autor libanés Kahlil Gibran29:

Llamáis alegría a vuestra misma tristeza, cuando se os presenta sin máscara.

Y el mismo pozo de donde brota vuestra risa ha desbordado a menudo con vuestras lágrimas.

Y ¿cómo podría ser de otra manera?

Cuanto más hondo taladre el dolor en vuestro ser, tanto mayor es el gozo que os hacéis capaces de alcanzar.

¿No es la copa que llenáis con vuestro vino la misma que ardió en el horno del alfarero?

Y ¿no es el laúd que anima vuestro espíritu la misma madera que crujió bajo vuestro cuchillo?

Cuando estéis gozosos mirad a lo profundo de vuestro corazón, y veréis que sólo aquello que os procuró tristeza es lo que os proporciona gozo.

Y cuando la pena os oprima, mirad de nuevo a vuestro corazón y veréis que, en realidad, lloráis por aquello que hizo vuestra dicha.

*

Muchos de entre vosotros dicen: «La alegría es superior a la tristeza»; y otros dicen: «No, es superior la tristeza».

Empero, yo os digo, son inseparables.

Llegan siempre juntas, y si una sola os acompaña a vuestra mesa, recordad que la otra dormita en vuestro lecho.

*

En verdad, estáis suspendidos, como los platillos de una balanza, entre vuestra tristeza y vuestro gozo.

Y sólo cuando están vacíos estáis en paz y equilibrados.

Pero cuando el Guardián del Tesoro os eleva para pesar su oro o su plata, se inclinan con vuestro dolor o vuestro gozo.


22 Swinton, Raging with Compassion, 92.

23 Walter Brueggemann, The Message of the Psalms (Mineápolis, mn: Augsburg, 1984).

24 Hermann Gunkel y Joachim Begrich, Introduction to the Psalms: The Genres of the Religious Lyric of Israel, trad. James D. Nogalski (Macon, ga: Mercer University Press, 1998), 13: ‘Además de los festivales alegres en los que se gozaban en comunidad, estaban los días de lamentación. Cuando fallaba la cosecha, cuando había plagas, y cuando el peligro del enemigo afligía al pueblo, se observaba un día de lamentación. En tales oportunidades todo el pueblo se reunía en el santuario, todos rasgaban su ropa, ayunaban, se lamentaban y tocaban la trompeta’.

25 Walter Brueggemann, The Psalms and the Life of Faith (Mineápolis, mn: Fortress Press, 1985), 27.

26 Peter L. Berger y Brigitte Berger, Sociology: A Biographical Approach (Nueva York: Penguin Books, 1972), 102–103.

27 Para un debate sobre la vida emocional de Jesús, ver Peter Scazzero, The Emotionally Healthy Church: A Strategy for Discipleship that Actually Changes Lives (Grand Rapids, mi: Zondervan, 2003), 32–33, 75–76; ver también, Richard Vincent, “The Emotional Life of Jesus”, http://www.theocentric.com/theology/christology/emotional_life_of_jesus.html, entrada de marzo de 2011.

28 Walter Brueggemann observó las tres estaciones en su libro The Message of the Psalms, 24, 50, 122.

29 Kahlil Gibran, The Prophet (Londres: Heinemann, 1926), 36–37. Traducción al español de Fernando Argüelles Vargas, El profeta (Antioquia: Editorial Otraparte, 2020), 35–36.

Encuentro con un salmo

• En este capítulo hemos aprendido sobre las tres estaciones en la vida: orientación, desorientación y nueva orientación. ¿En qué estación estás ahora? ¿Qué aspecto de tu situación te lleva a decir que estás en esa estación particular?

• ¿Es verdad que los cristianos de hoy en día tienden a tener una única respuesta a todas las situaciones, negativas o positivas?

• Tu iglesia o tu comunidad ¿dan lugar a expresar el dolor y la tristeza? ¿Tienen oportunidades para lamentarse como congregación, y no solamente en las reuniones de oración o en los grupos pequeños? ¿Crees que es necesario que la iglesia aprenda a expresar el lamento?

• ¿Cómo se pasa de la desorientación a la nueva orientación? ¿Cómo pueden ayudarnos los salmos de lamentación en ese paso?

• Reflexiona en los sermones que has predicado durante los últimos seis meses. ¿Cuántos de ellos trataron sobre la estación de desorientación?

• ¿Qué puedes aprender de la discusión sobre las diferentes estaciones en la vida cuando se trata de planificar un sermón?

• ¿Puedes identificar dos salmos para cada una de las tres estaciones en la vida (por ej.: orientación, Salmo 103; desorientación, Salmo 22; nueva orientación, Salmo 116)?