Colección: Breve Historia
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Título: Breve Historia de Cleopatra
Autor: © Miguel Ángel Novillo López
Copyright de la presente edición: © 2022 Ediciones Nowtilus, S. L.
Camino de los Vinateros 40, local 90, 28030 Madrid
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Elaboración de textos: Santos Rodríguez
Diseño y realización de cubierta: Onoff Imagen y Comunicación S.L.
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ISBN edición digital: 978-84-1305-262-5
Fecha de edición: Marzo 2022
A mi familia porque siempre está
Índice
Prólogo
Introducción
Las mil caras de Cleopatra
Capítulo 1. La dinastía ptolemaica
Los Ptolomeos
Capítulo 2. Alejandría: una polis griega en el Egipto ptolemaico
El faro
El Serapeion
El Caesaerion
La tumba de Alejandro Magno
El museo y la biblioteca
Capítulo 3. Cleopatra VII
Ptolomeo XII Auletes
La formación de Cleopatra
Los primeros años de Cleopatra VII en el poder
Capítulo 4. Julio César y Cleopatra
El encuentro
La guerra de Alejandría
Cleopatra en Roma
El retorno a Alejandría
Cleopatra y los cesaricidas
Capítulo 5. Marco Antonio y Cleopatra
El encuentro de Tarso
La «vida inimitable»
Un nuevo panorama
La campaña de Oriente
Las Donaciones de Alejandría
Capítulo 6. La ruptura definitiva con Roma
Lucha de libelos
La declaración de guerra
Capítulo 7. Accio
La batalla
Los compañeros de la muerte
Capítulo 8. Mordida por un áspid: la muerte de la última reina de Egipto
Los últimos días de Cleopatra y Marco Antonio
Egipto: provincia romana
Epílogo
Cleopatra: una reina de leyenda
Genealogía
Cronología
Glosario
Bibliografía
El nombre de Cleopatra evoca inmediatamente un mito relacionado con el exotismo de Oriente y los excesos del poder femenino. Con frecuencia, se olvida que descendía de uno de los generales de Alejandro Magno, Ptolomeo Lagos, y que fue la reina de un estado que albergó uno de los centros culturales más importantes del Mediterráneo antiguo. Raras veces se ha valorado su labor como gobernante, pero sí episodios amorosos que forjaron su leyenda de ser apasionado, tanto en sus relaciones con los hombres como en la toma de decisiones políticas. Con estos rasgos se presenta su biografía, impregnada de leyendas que no resulta fácil desmontar. De manera especial, han sido artistas los que han utilizado los datos de la vida de esta mujer egipcia para realizar sus creaciones literarias, pictóricas, operísticas o cinematográficas, en las que predomina la imagen de una mujer atractiva, seductora y sensual, evidentemente cargada de prejuicios misóginos.
Por el contexto histórico en el que transcurrió su existencia, que coincidió con un momento crucial en la historia del Mediterráneo antiguo, los historiadores han intentado descubrir la realidad que esconde el mito de la última reina ptolemaica. Sin embargo, al igual que ocurrió con los artistas, en la mayoría de las investigaciones académicas se observa la repetición de juicios, impregnados de cierta animadversión hacia el personaje, porque en el fondo también existe sobre Oriente y el poder en manos femeninas. Tales percepciones han pervivido en la historiografía hasta hace no mucho tiempo, si bien las investigaciones de las últimas dos décadas han intentado una aproximación más objetiva a la biografía de la reina. Los estudios sobre mujeres y género, en este sentido, han ejercido una notable influencia en las nuevas interpretaciones sobre la representación del personaje y los discursos construidos sobre su biografía, en el presente y en el pasado.
Con el afán de difundir el conocimiento de la biografía de este atractivo mito, que sigue fascinando a los especialistas en historia antigua, a los artistas y también al gran público, Miguel Ángel Novillo ha elaborado la presente obra. Como especialista en el estudio de la sociedad romana antigua, conoce bien el contexto de la época y las fuentes, sobre todo las aportaciones de la literatura grecolatina. A partir de las informaciones de los autores antiguos, también de otros testimonios numismáticos o iconográficos y de las aportaciones de investigadores contemporáneos, el autor construye su relato de la vida de la reina, marcada por sus relaciones con los romanos del momento, que al final la condujeron a un destino trágico.
El libro comienza con unas reflexiones sobre el mito de Cleopatra a través del tiempo, de gran utilidad para familiarizarse con los orígenes y persistencia de las leyendas en torno a la reina egipcia. En Las mil caras de Cleopatra, el autor hace un breve recorrido por la historia de la literatura, también del cine y la ópera, para mostrar hasta qué punto interesó el personaje, el más biografiado de la Antigüedad. Aquí se encontrarán datos curiosos sobre las recreaciones fílmicas de la mítica ptolemaica.
A continuación, para conocer bien el reino que heredó Cleopatra, se dedican dos capítulos a explicar la importancia de la dinastía ptolemaica y el caso de Alejandría. A propósito de los ptolomeos, se cuenta con detalle el origen de la dinastía, aludiendo a las etapas precedentes a la conquista alejandrina, y desfilan los diferentes faraones de esta familia y sus luchas por el poder. En el caso de la ciudad fundada por Alejandro Magno, se proporciona una descripción detallada de sus edificios y calles, destacando sus características de ciudad griega en territorio egipcio. Del papel de la Biblioteca o el Museo, que tanto enorgullecían a la reina, se hacen notables comentarios.
Tras esta introducción al Egipto de la época, los siguientes capítulos se adentran ya propiamente en la biografía de la reina, siguiendo un hilo cronológico, y destacan la progresiva presencia de los personajes romanos, de Pompeyo a Octavio. En «Cleopatra VII», se explica cómo Ptolomeo XII Auletes nombró sucesores a Cleopatra, a quien había preparado para reinar, y a otro de sus hijos, Ptolomeo XIII; también se alude a las difíciles relaciones entre los hermanos, que condujeron a un enfrentamiento armado. En este conflicto, intervino César, mediando en lo que se llamó la guerra de Alejandría, aunque tomó partido finalmente por Cleopatra. Gracias a la ayuda del dictador romano, la reina ptolemaica se desembarazó de su hermano y empezó a dirigir los destinos de Egipto. Con el apoyo romano, tenía garantías de controlar el reino.
A partir del capítulo «Julio César y Cleopatra», se empieza a narrar el reinado de la última ptolemaica, teniendo en cuenta las relaciones con Roma y su repercusión en la vida de la reina y en el país del Nilo. De las relaciones con el dictador, se describe el viaje de la gobernante egipcia a Roma y el nacimiento de Cesarión, el primogénito de la reina y único hijo que tuvo el romano, tras morir su hija Julia; con detalle, se explica la política cesariana en tierras egipcias y la renuncia a una conquista militar en ese momento. Tras la muerte del antiguo triunviro, la persecución de los cesaricidas y la nueva guerra civil que asola la sociedad romana se describen con detalle, apareciendo Cleopatra como simple espectadora de los acontecimientos.
La presencia en Egipto del lugarteniente de César nos introduce en «Marco Antonio y Cleopatra». Junto a su relación amorosa, se refieren los intereses políticos que presidían esta unión, que condujeron al enfrentamiento con Augusto. Las «Donaciones de Alejandría» serían el motivo de la ruptura definitiva de la alianza entre los romanos y el desencadenante de una nueva guerra civil, que en Roma se presentó como un conflicto contra Cleopatra y Egipto. En la propaganda octaviana se desprestigió a Marco Antonio por su filoorientalismo y los hijos habidos con Cleopatra, pero, ante todo, se temía que se hubiera reconocido a Cesarión como legítimo heredero de César, lo que ponía en peligro el papel de Octavio en Occidente. De ahí la guerra inevitable, que se dirimió en Accio, con el estrepitoso fracaso del bando egipcio. El nuevo dueño del Mediterráneo, de haber podido, hubiese impuesto un final deshonroso a la reina, que se dio muerte para evitar humillaciones impensables en un monarca del Nilo. Con su preparado y espectacular suicidio finaliza la obra, seguida de un breve epílogo, donde se hacen consideraciones sobre la necesidad de analizar con cautela las informaciones de la historiografía grecolatina, e incluso una propuesta de historia virtual. El autor plantea qué hubiera pasado en la historia del Mediterráneo si Cleopatra hubiese conseguido reinar.
Junto a los textos que nos ilustran sobre la vida de la reina, son muy interesantes las imágenes de Cleopatra en la historia de la pintura de Occidente, que se intercalan en las diferentes páginas del libro. Se trata de representaciones de marcado erotismo, o de una exagerada exhibición del lujo que pareció presidir la vida de esta ptolemaica.
Esta obra pretende ser un acercamiento a la biografía de Cleopatra, en la que el autor se ha dejado seducir por la poderosa e intemporal imagen de la reina. Por ello, al margen de narrar otros acontecimientos de su existencia, Miguel Ángel Novillo no se sustrae del todo a los episodios amorosos que se han utilizado para crear el mito de mujer apasionada y seductora. Así la presenta cuando se da a conocer ante César y tiempo después ante Marco Antonio. Tampoco se desdeñan apreciaciones sobre su ambición y su afán de poder, afirmando que, por ello, llegó a desembarazarse de su segundo hermano, Ptolomeo XIV. Esta serie de elementos inexcusablemente se introducen siempre en las innumerables biografías sobre la reina, porque con profusión se encuentran en los relatos de la literatura antigua, reproducidos por la historiografía moderna. Con seguridad, son este tipo de elementos asociados a la vida de la reina que proporcionan detalles de cierta morbosidad los que sigue haciéndola tan atractiva.
En realidad, cuando se intenta elaborar la biografía de un personaje mítico, que todo el mundo pretende conocer, no es fácil convencer de tu versión del mito. En el caso de esta reina, como afirma Miguel Ángel Novillo, «cada uno de nosotros, ineludiblemente, será el directo responsable de construir su propia Cleopatra». Como autor de esta obra ha recreado una imagen de la ptolemaica como una mujer activamente involucrada en los asuntos políticos, de Oriente y Occidente, e interesada en convertir Egipto en el estado director de los destinos del Mediterráneo. Se nos presenta como un personaje ávido de poder que se relacionó con César y Marco Antonio por intereses políticos, pero sin marginar las armas de la seducción femenina para lograr el apoyo romano a su labor como reina de Egipto. Así aparece el personaje en la literatura grecolatina, y la imagen de Cleopatra sigue aferrada a la pasión erótica y el ansia de poder, porque se trata de la construcción de una imagen realizada por romanos y desde la defensa de valores culturales propios de Occidente. El hecho de que el autor sea experto en la historia política del momento, habiendo realizado interesantes aportaciones sobre personajes como César, entre otros, ha marcado el planteamiento de esta obra, que proporciona notable y concisa información sobre la sociedad romana de la época, en la que el modelo republicano se desvanecía irremediablemente.
Pero, recordando las afirmaciones del autor, son posibles otros acercamientos cuando intentamos averiguar qué se esconde detrás del mito. Sin duda, la vida de Cleopatra es también muy atractiva si la contemplamos desde la perspectiva de Egipto y no con miradas sólo occidentales. En este sentido, merece la pena juzgar su labor como gobernante, al margen de que fuese mujer, porque las dosis de ambición también están presentes en los políticos varones de su tiempo. Igualmente conviene matizar y reflexionar sobre el uso de las armas de la seducción como las únicas que podía utilizar para granjearse el apoyo político de los líderes romanos; esta valoración, en el fondo, parece indicar la debilidad masculina ante el poder de las artes eróticas de algunas mujeres. El hecho de su suicidio, sin duda espectacular, muestra más que cualquier otro acto de su biografía que ante todo era reina, evidenciando un gran valor además de inteligencia en sus decisiones políticas, lo que chocaría con la imagen de mujer apasionada.
A partir de los datos que proporciona esta obra, el lector podrá compartir las miradas del autor, o quizá pensar en otras posibles versiones del mito. Por mi parte, comparto con Miguel Ángel Novillo la fascinación por la biografía de un personaje, sobre el que se ha escrito y merece la pena seguir escribiendo, para disfrute del gran público y para enriquecer nuestro conocimiento sobre la convulsa historia del Mediterráneo. Pero prefiero pensar en Cleopatra como la reina que recogió la herencia grecomacedonia para gobernar Egipto, mostrando notables habilidades en su labor política, que se han intentando minimizar al exagerar con notable maledicencia sus actitudes de ser sensual. Probablemente, si Cleopatra no hubiese disfrutado realmente de parcelas de poder, ni hubiera reinado en Egipto, se hubieran contado otras historias sobre su vida. La que nos ofrece el autor se suma a esa lista de recreaciones del mito, porque otra cosa no puede hacerse con esa legendaria reina, y debemos congratularnos de que pueda contribuir a suscitar el interés por Cleopatra y Egipto, pero también por conocer la sociedad antigua.
Rosa María Cid López
Grupo Deméter. Historia, Mujeres y Género
Universidad de Oviedo
En la historia del mundo occidental pocas figuras femeninas han sido tan relevantes y significativas como la última reina del Egipto ptolemaico, Cleopatra VII Nea Thea Philopator (‘la que ama a su patria’). Vivió hace más de dos mil años y aún hoy sigue siendo tremendamente popular. Fue odiada como paradigma de la irrupción de lo oriental y como corruptora de los varones más ilustres de Roma y, sin embargo, nunca dejó de provocar fascinación. Desde el momento de su muerte el 12 de agosto del 30 a. C., se convirtió en el símbolo del poder femenino y de la pasión amorosa. Personificó la riqueza de Egipto, del Nilo y de Alejandría, y en todo momento su persona estuvo vinculada a los hombres más celebres de su tiempo. Las relaciones personales que mantuvo con Julio César y con Marco Antonio respondieron, en realidad, a razones de índole política con el único fin de preservar la independencia del reino que ella gobernaba. Identificada con la seducción, la pasión, el placer, la frivolidad y la manipulación, estas cualidades han dejado en un segundo plano otras importantes facetas como la posesión de una amplia y rica cultura –se afirma que hablaba hasta ocho lenguas, entre ellas el griego, el egipcio (la primera de los lágidas en aprenderlo), el arameo y el latín; leyó y estudió las epopeyas de Homero, las obras de Hesíodo y de Píndaro, las tragedias de Eurípides, las comedias de Menandro, las historias de Heródoto y de Tucídides, y los discursos de Demóstenes; estudió aritmética, geometría, medicina, música y canto–, sus dotes como soberana y estadista y su notable capacidad como madre.
Pero más allá de las historias que la han convertido en un mito, ¿quién fue en realidad Cleopatra y cuál fue la razón de su éxito?
Mujer extraordinaria, poderosa y extravagante en la que se conjugaron la belleza, la inteligencia y el poder, y que alcanzó la inmortalidad no como diosa sino como mujer, la leyenda de Cleopatra sirvió de inspiración a varios historiadores, exploradores, poetas, dramaturgos, músicos, cineastas y pintores. Multitud de dramas, tragedias, comedias y musicales están basados en su vida. Su historia de amor fue adaptada a la ópera –estrenada en Londres en 1724, sería la ópera de Haendel Julio César en Egipto la pieza que tuvo mayor repercusión– y también ha sido la protagonista de numerosas novelas y producciones cinematográficas. Asimismo, diversos pintores de todos los tiempos se han inspirado en dos momentos decisivos de su vida: el encuentro con Marco Antonio en Tarso, sobre todo a partir del siglo XIX, y su suicidio. De todas las mujeres de la Historia, Cleopatra es la que más se ha prestado a una intensa erotización en la representación de su muerte.
Son múltiples los obstáculos que el historiador ha de superar para reconstruir fidedignamente la vida y obra de una mujer tan singular como Cleopatra. Tanto ella como su contexto ofrecen dificultades abrumadoras para cualquiera que quiera adentrarse en su conocimiento, y son innumerables los estudios y las investigaciones existentes: hay muchas más fuentes de información que las puramente literarias, pues no sólo son las fuentes escritas las que nos aportan información sobre Cleopatra, y es que para poder alcanzar la reconstrucción más completa y veraz sobre su persona se hace necesario recurrir a fuentes de índole arqueológica, epigráfica, paleográfica, numismática, topográfica y prosopográfica. Tal volumen de títulos permitiría suponer que ya está dicho todo sobre ella y su época, pero sin embargo tan sólo existe una multiplicidad de visiones históricas que han configurado diversas interpretaciones de un mismo personaje, hasta el punto de que puede afirmarse que cada época ha contado con su propia Cleopatra.
Las fuentes rigurosamente contemporáneas al reinado de Cleopatra son escasas y muy sucintas, pues Julio César (100-44 a. C.) y Cicerón (106-43 a. C.) no aportan ningún detalle de los acontecimientos –únicamente se conserva una carta en la que Cicerón se refiere a la primera estancia de Cleopatra en Roma en el otoño del 46 a. C.–. Además, hay que tener presente que Cicerón, defensor a ultranza del orden establecido, marcó el inicio de una campaña difamatoria contra Cleopatra al no tolerar la concepción del poder dinástico del Egipto ptolemaico.
Habría que esperar a la conclusión del conflicto entre Marco Antonio y Octavio y a la consolidación del principado de este para encontrar fuentes de información más amplias aunque, no obstante, profundamente propagandísticas y literarias, como las de Virgilio (70-19 a. C.), Horacio (65-8 a. C.), Propercio (47-15 a. C.), Plinio el Viejo (23-79), Lucano (39-65) o Flavio Josefo (38-101), quienes se encargaron de que Cleopatra pasara a la historia como «la reina de las meretrices» –Lucano dijo de ella que era «la vergüenza del Nilo, la fatal Erinia del Lacio, impúdica para desgracia de Roma»; Flavio Josefo nunca le perdonó que, en un momento crítico de escasez de trigo en Egipto, ordenara el reparto entre la población excluyendo específicamente a la colonia judía de Alejandría–. Esta misma actitud se detecta igualmente en autores posteriores como Suetonio (70-126), Apiano (95-165) o Aulo Gelio (170), claros defensores del orden establecido. Por consiguiente, la imagen y el papel de Cleopatra como reina de Egipto desaparecen de las fuentes de época augustea para dar lugar al nacimiento del estereotipo de fémina ambiciosa y calculadora. Sólo Estrabón (64 a. C.-24) escapó ligeramente de esta corriente y puso de manifiesto la sofisticación y el centralismo cultural de Alejandría.
Las Vidas paralelas de Plutarco (46-120), autor que en el momento de abordar a Cleopatra se sirvió de Olimpo, el médico personal de la reina, constituyen una amplia fuente que, si bien continuó en parte la tradición peyorativa imperante en el siglo I, otorgó algunos rasgos positivos al carácter de nuestro personaje. Además, con Plutarco se comenzó a configurar el mito amoroso de Cleopatra, por lo que es posible afirmar que la Cleopatra que pasó a William Shakespeare (1564-1616) y a la cultura occidental estaba ya muy desarrollada en los escritos plutarqueos. El siglo II marcó, por ende, la «romantización» en la Antigüedad de la figura de Cleopatra. Es decir, la imagen de Cleopatra como gobernante se fue difuminando cada vez más a medida que triunfaba el aspecto personal de sus apasionadas relaciones amorosas.
Con respecto a las fuentes más tardías, la Historia Augusta sugiere claramente una gran mitificación de Cleopatra, y las fuentes de finales del siglo III y del siglo IV son muy poco conocidas y nulamente utilizadas en el desarrollo del mito.
Tan sólo Plutarco y Dion Casio (155-229) prescindieron de los prejuicios sobre la reina egipcia, si bien es cierto que continuaron recreándose en sus relaciones amorosas y en su origen extranjero. Curiosamente es Plutarco, a través de las Vidas de Julio César y, sobre todo, de Marco Antonio, el autor que más información nos ha legado sobre Cleopatra. En este sentido, el autor de Queronea dejó la única descripción física de la reina que se conserva, descripción que no puede ser cotejada plenamente con las imágenes, ya que existen muy pocas esculturas con veracidad atribuidas a ella –el probable mestizaje greco-egipcio de Cleopatra llevó a los artistas de la época a realizar dos representaciones suyas, de idéntica simbología, en versión helenizante y en versión egiptizante–. Las imágenes más seguras que podemos atribuir a Cleopatra son tres bustos: el que se encuentra en el Antikenmuseum de Berlín, el presente en el Museo Gregoriano Profano del Vaticano y el que se encuentra en una colección particular de Londres, comúnmente conocido como Cleopatra Nahman.
Como paradigma de la mujer cautivadora, se supuso que era perfecta hasta que los