Guía esencial del
Renacimiento Psicodélico
Antón Gómez-Escolar
A lo largo de las décadas de 1970 y 1980, la mayoría de las sustancias psicodélicas, así como la investigación con ellas, fueron prohibiéndose a nivel nacional e internacional, a pesar de llevar milenios de uso tradicional, décadas de estudios científicos occidentales, haber facilitado descubrimientos clave en neurociencia y estar obteniendo resultados prometedores en tratamientos de salud mental (como aprenderá en este libro). Pero el contexto sociopolítico occidental de aquel entonces era diferente al actual, con un conocimiento científico y social sobre estas sustancias muy limitado. Había poca información precisa sobre reducción de daños para minimizar, de manera efectiva, los riesgos del uso recreativo generalizado y, como la investigación y uso clínico fueron bloqueados por la propaganda masiva de la «guerra contra las drogas», no se pudo contrarrestar la desinformación circulante. Se carecía de un conocimiento científico más sólido sobre los psicodélicos y, como humanos que somos, tendemos a temer aquello que no conocemos, controlamos o entendemos completamente, por lo que estas sustancias quedaron en un punto muerto difícil. En 1986, justo después de la clasificación de la MDMA en 1985, fundé MAPS para desbloquear esa situación con nuevas investigaciones y conocimientos científicos. MAPS es una organización sin ánimo de lucro, educativa y de investigación científica, que desarrolla contextos médicos, legales y culturales para que las personas se beneficien del uso controlado de psicodélicos.
Durante más de 30 años, a pesar de todas las dificultades, el conocimiento sobre estas poderosas herramientas se mantuvo y amplió, tanto en la clandestinidad como en la investigación clínica de aplicaciones terapéuticas que volvió con el nuevo milenio. Todo ello gracias a la convicción de muchos valientes terapeutas, activistas, científicos y organizaciones que, como MAPS, estaban convencidos de que los psicodélicos eran «tan valiosos para la mente como el telescopio para la astronomía o el microscopio para la biología» (citando al Dr. Stanislav Grof) y tenían un inmenso potencial terapéutico. Con el nuevo milenio, la investigación comenzó a darnos sus frutos y, finalmente, todo este importante conocimiento comenzó a brotar en la ciencia moderna por doquier. Lo hizo en el contexto de la gran epidemia de salud mental que se está desarrollando en las sociedades occidentales en las últimas décadas, una epidemia que los tratamientos actuales luchan sin éxito por contener. El enorme potencial de los psicodélicos, para la neurociencia y para la terapia, atrajo el interés de muchos grandes científicos e instituciones de gran prestigio en todo el mundo que se unieron a este campo, acelerando aún más tanto la investigación como el impulso para el uso médico aceptado que está llegando.
En estos momentos, en medio de un renacimiento psicodélico capaz de transformar para siempre los tratamientos de salud mental y nuestro conocimiento de la mente, la esketamina ya está aprobada para la depresión; los ensayos clínicos de fase III con MDMA para el trastorno de estrés postraumático (TEPT) están dando grandes resultados, y la psilocibina y otros compuestos psicodélicos se investigan para muchas indicaciones diferentes de salud mental. Cada día tenemos más y más conocimientos científicos sobre los psicodélicos, y también tenemos la gran oportunidad de lograr que todo este nuevo conocimiento sea accesible para todos, para que todo el mundo pueda entender cómo y por qué funciona la psicoterapia asistida con psicodélicos, y por qué toda esta investigación científica es una gran noticia para la salud pública de este siglo. Finalmente, podremos llevar estos tratamientos a quienes los necesiten, en un contexto en el que la sociedad entienda qué, por qué y cómo. Este es el objetivo de estas páginas.
En este libro y la colección a la que pertenece, aprenderá los conceptos básicos de las drogas psicodélicas, la historia de su renacimiento, los nuevos descubrimientos de la neurociencia realizados a través de ellas, y los usos muy prometedores de las psicoterapias asistidas con psicodélicos para tratar muchas indicaciones difíciles, como depresión, ansiedad, trastorno de estrés postraumático y adicción. También aprenderá sobre los riesgos potenciales y los enfoques prácticos para su reducción y prevención, dentro y fuera del laboratorio. Porque, si las sustancias psicodélicas están actualmente en el proceso de demostrar toda su seguridad y eficacia, es debido a que ahora ya sí sabemos más sobre cómo manejar mejor las variables de set & setting (persona y contexto) para maximizar las posibilidades de un buen resultado terapéutico y minimizar el riesgo de cualquier problema, al utilizarlas en un contexto controlado, con la mentalidad y preparación adecuadas.
El conocimiento es poder. Para que esta revolución psicodélica se convierta en una realidad clínica perdurable, para millones de pacientes y para la humanidad, necesitamos que nuestras sociedades estén bien educadas en esta materia, para evitar así los errores del pasado y comprender tanto los riesgos como los beneficios potenciales, evitando los primeros y beneficiándonos de los últimos, como ya lo han hecho muchas otras culturas alrededor del mundo durante milenios. Después de décadas de propaganda y desinformación, una opinión pública bien informada, a través de libros como este, es el camino seguro para la ciencia, la salud pública y para prevenir los enfoques prohibicionistas de las drogas que todavía enfrentamos en muchos lugares. A pesar de los sorprendentes resultados y la seguridad que los psicodélicos están mostrado en los estudios clínicos hasta este momento, en la mayoría de los países y sociedades, todavía se necesita mucha comprensión, trabajo y desarrollos legales para seguir investigando, optimizando y, finalmente, haciendo llegar estas poderosas y beneficiosas herramientas terapéuticas a quienes las necesiten, ahora y en el futuro. Necesitamos un buen conocimiento público y administrativo para realizar más investigaciones y sentar bases sólidas para un debate informado sobre cómo utilizar mejor las increíbles oportunidades que nos brinda este «renacimiento psicodélico».
Un legado desgraciadamente perdurable de esta pandemia de COVID19 será, probablemente, una agravada epidemia de salud mental que requerirá mejores herramientas terapéuticas para enfrentarla, incluyendo la prevención y tratamientos de salud mental más seguros y efectivos, junto con la importancia de confiar en la ciencia. Como leerá en estas páginas, la ciencia está demostrando que los psicodélicos pueden ser una herramienta poderosa para el tratamiento de la salud mental, por lo que un buen desarrollo de la psicoterapia asistida por psicodélicos es más necesario ahora que nunca.
La investigación psicodélica tiene el potencial de cambiar nuestro enfoque de la salud mental para siempre, si logramos seguir educando a la sociedad y minimizando el uso desinformado y arriesgado que algunas veces se hace de estas sustancias. Después de un viaje muy largo y extraño, los psicodélicos finalmente pueden haber regresado para quedarse.
Rick Doblin, PhD
Fundador y director ejecutivo de MAPS
(Multidisciplinary Association for Psychedelic Studies)
Este es el primero de una serie de libros que se publicarán dentro de la colección «Guías del Psiconauta» y que le permitirán aprender muchas cosas sobre las sustancias psicoactivas en general y las psicodélicas en particular, así como la actualidad de sus prometedores usos terapéuticos para una variedad de trastornos de salud mental desgraciadamente muy extendidos en nuestros días.
Esta colección abordará estos temas, de una forma sencilla, didáctica y cercana, buscando estar al alcance de cualquier persona con interés en aprender sobre la materia, pero sin dejar de lado el rigor científico y la objetividad, evitando ahondar en cuestiones morales o filosóficas, y centrándose en la ciencia, el conocimiento racional, el pragmatismo y la salud pública.
En este primer volumen, que sirve como una introducción a la colección, empezaremos por introducir el tema de las drogas y algunas de sus generalidades, buscando dotar al lector de un conocimiento básico sobre sus tipos, mecanismos de acción, usos y riesgos, para centrarnos a continuación en el tema específico de las drogas psicodélicas, su historia reciente, sus mecanismos de acción y su creciente interés científico y clínico; su estatus legal, sus riesgos a diferentes niveles y cómo reducirlos dentro de lo posible.
Como descubrirá en estas páginas, nos encontramos en un momento clave para aprender sobre estos temas, ya que, a los crecientes movimientos que claman por el fracaso de la «guerra contra las drogas» y piden una revisión de las políticas al respecto (principalmente encaminadas hacia la descriminalización e incluso la regulación), se está uniendo una importante corriente investigadora que propone el uso terapéutico de algunas de estas sustancias psicoactivas, particularmente el cannabis (compuesto en el que no nos centraremos), y aquellas con propiedades psicodélicas, ya que pueden llegar a ser tratamientos muy efectivos para algunas de las enfermedades más difíciles a las que nos enfrentamos en salud mental a día de hoy. Estas sustancias pueden ser tanto psicodélicas puras (psilocibina, LSD, mescalina o ayahuasca) como empatógenas-entactógenas (MDMA) o disociativas1 (ketamina).
Trastornos como la depresión, ansiedad, adicciones o el estrés postraumático, muy extendidos, fundamentalmente, en las sociedades occidentales modernas y muy difíciles de tratar de forma efectiva o eficiente, están siendo tratados experimentalmente, e incluso consiguiendo remisiones completas2, mediante el uso de psicoterapias asistidas con sustancias psicodélicas (o semipsicodélicas3), de forma muy efectiva y segura, en contextos terapéuticos controlados. Estos resultados, han merecido que las agencias reguladoras más importantes del mundo, como la FDA (Food and Drug Administration) de EE. UU. o la EMA (European Medicines Agency) de la Unión Europea, designen las psicoterapias asistidas con psicodélicos como de gran importancia innovadora y estén facilitando su investigación y acelerando su desarrollo clínico.
El regreso de estas sustancias, que hace décadas (y en un contexto sociopolítico muy diferente) fueron clasificadas internacionalmente como «de alto potencial de abuso y sin uso médico reconocido» e ilegalizadas, supone que ahora nos encontremos en un momento de redescubrimiento de estas poderosas moléculas que durante milenios han sido utilizadas por otras muchas culturas fuera del mundo occidental, lo que, para nosotros, está suponiendo un auténtico renacimiento psicodélico, el inicio de una revolución en neurociencia y salud mental que podría llegar a cambiar nuestras sociedades para siempre.
1 Definidas en el epígrafe «Tipos de drogas».
2 En salud mental no se usa mucho la palabra «cura» y se habla más de «remisión» completa o parcial.
3 Sustancias con propiedades psicodélicas aunque no sean su efecto principal, también conocidas como psicodélicos atípicos.
Antes de abordar temas de las drogas en general y de aquellas con propiedades psicodélicas en particular, es necesario tener claras algunas nociones básicas de neurociencia4 que nos permitan entender tanto sus mecanismos de acción más básicos como la terminología elemental necesaria para poder hablar de ellas con propiedad. Aunque pueda encontrar algunas definiciones clave en el glosario, y en esta colección, existen publicaciones específicas en el campo de la neurociencia y la neurofarmacología5. Empecemos por explorar brevemente el terreno en el que nos moveremos.
En el cuerpo humano, nuestros pensamientos, emociones, conductas, etc., se originan en el órgano más complejo y desconocido del que disponemos: el cerebro.
Disposición de las partes del sistema nervioso (tanto central como periférico) en el cuerpo humano (Medium69, Jmarchn, CC BY-SA 4.0 <https://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0>, via Wikimedia Commons).
Este órgano está situado dentro de nuestra cabeza y forma parte de lo que se conoce como Sistema Nervioso, un sistema que recorre todo nuestro cuerpo y cumple numerosas funciones para nuestra supervivencia, como regular y mantener cada función vital, controlar los movimientos voluntarios, el habla, la inteligencia, la memoria, las emociones y procesar la información que recibe a través de los sentidos, siendo el órgano donde reside la mente y la consciencia del individuo.
El cerebro es la parte directora de esta compleja red nerviosa que se extiende por todo el cuerpo y que le permite llevar a cabo sus importantes funciones. En base a esas funciones y a la estructura anatómica, los seres humanos dividimos nuestro Sistema Nervioso en: Sistema Nervioso Central SNC (que comprende el cerebro y la médula espinal) y Sistema Nervioso Periférico SNP (constituido por todos los nervios periféricos que quedarían fuera del SNC, pero conectados con él).
Tanto el Sistema Nervioso Central (SNC) como el Sistema Nervioso Periférico (SNP) están constituidos por muchos elementos y subunidades diferentes, pero las más famosas e importantes son unas células muy especializadas conocidas como neuronas.
La neurona es la célula especializada que conforma el tejido del sistema nervioso. En el cerebro humano hay unas 80.000 millones de neuronas interconectadas a través de una enorme maraña de «cables» físicos que salen de sus cuerpos y las unen entre ellas formando una red. Estos «cables», llamados axones (largos y emiten de mensajes) y dendritas (cortos y reciben de mensajes), permiten la comunicación entre ellas, mediante señales químicas y eléctricas que veremos a continuación.
Estructura morfológica de una neurona. (Modificado de BruceBlaus., CC BY-SA 3.0 <https://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0>, via Wikimedia Commons).
Estos impulsos eléctricos que viajan por la neurona, como si de un cable se tratase, se conocen como potenciales de acción, y se podrían asemejar a mensajes de telégrafo en código morse, porque son impulsos eléctricos que pueden propagarse por dentro del «cableado» neuronal del cerebro y recorrer largas distancias por los nervios del cuerpo a altísimas velocidades.
Dibujo simplificado de una sinapsis, esos «enchufes» donde el axón de una neurona casi toca la dendrita de otra neurona, y la comunicación entre ambas se realiza mediante la liberación de señales químicas (neurotransmisores) (DaDez, CC BY-SA 3.0 <http://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0/>, via Wikimedia Commons).
En cualquier red de cables deben existir «enchufes» que los conecten entre ellos y con otros aparatos. En el sistema nervioso, esos «enchufes» que conectan el axón de una neurona emisora con las dendritas de una neurona receptora, se conocen como sinapsis, y son los puntos donde las neuronas casi se tocan. Pero, como no llegan a tocarse, la electricidad que viajaba por los axones («cables»), al llegar a esos puntos, hace «saltar» unas señales químicas: los neurotransmisores. Es decir, aunque las neuronas utilicen la electricidad para enviar mensajes entre las distintas partes de su alargado cuerpo, cuando se trata de pasar ese mensaje a otras neuronas, lo hacen «salpicándose» entre ellas con sustancias químicas, denominadas neurotransmisores, que se liberan cuando ese mensaje en forma de impulso eléctrico llega al final del axón y debe pasar a la siguiente neurona. Aunque parezca imposible, este proceso que puede parecer tan complejo se da en intervalos de milisegundos, y cada neurona puede estar conectada con otras 10.000.
Esas señales químicas entre neuronas (neurotransmisores) son muy variadas, porque pueden enviar mensajes muy diversos a la siguiente neurona. Podríamos decir que actúan como «llavecitas» diferentes que, liberadas por la neurona emisora (neurona presináptica) a la sinapsis («el enchufe»), sólo encajarán en algunas cerraduras específicas (llamadas receptores neuronales o neurorreceptores) de la neurona receptora (la neurona postsináptica). Según el tipo de «puertas» que quiera abrir o cerrar en la neurona receptora, la neurona emisora liberará un tipo de llaves u otras.
Las sustancias que utiliza el cuerpo para mandar mensajes «no nerviosos», a largas distancias o por todo el organismo, se conocen como hormonas6, mientras que los neurotransmisores son sustancias que también envían mensajes, pero solo entre neuronas y en distancias muy cortas, en esas sinapsis que hemos comentado, produciendo efectos que pueden ser inmediatos y muy localizados, o bien propagarse por toda la red neuronal. Algunas hormonas de las que, generalmente, utiliza el cuerpo, también pueden ser neurotransmisores, y algunos neurotransmisores, comportarse como hormonas, pero la clave es que, aunque, generalmente, asociemos a las neuronas y al sistema nervioso con la electricidad, en realidad esa electricidad solo se da dentro de cada neurona, siendo la comunicación entre diferentes neuronas fundamentalmente química y basada en neurotransmisores, y estos están implicados en diversos procesos. Por ejemplo, algunos de los neurotransmisores más famosos son la serotonina, conocida por muchas personas como la hormona de la felicidad (aunque esto sea solo parcialmente cierto) o la dopamina.
Al igual que existen múltiples neurotransmisores que cumplen funciones diversas, existen en las membranas de las neuronas varios tipos de neurorreceptores, que son unas estructuras proteicas que actúan como «cerraduras» para esas «llaves», y que se activan o no según cual sea el neurotransmisor («llave») concreto que se acerque a ellos. Para un mismo neurotransmisor puede haber varios subtipos de neurorreceptor, por lo que incluso se puede decir que algunos de aquellos son «llaves maestras» en tanto en cuanto, a veces, pueden abrir no solo una única cerradura, sino varias de un mismo tipo, aunque no siempre giren igual de bien en todas las cerraduras. En la comunicación neuronal, lo importante, al final, no es tanto el neurotransmisor, sino lo que sucede a nivel de los receptores de la neurona postsináptica, cuáles son las «cerraduras» que se abren en ella, y cómo lo hacen.
Estos neurotransmisores y neurorreceptores pueden tener muchas funciones distintas tanto dentro como fuera del cerebro y, dependiendo de la región concreta del cerebro o circuito neuronal sobre el que actúen, pueden incluso estar implicados en procesos totalmente opuestos, por lo que generalizar sobre que un neurotransmisor solo tiene un efecto específico es excesivamente simplista y no siempre acertado. Por dar una idea de su diversidad y los múltiples procesos en los que están involucrados, estos son algunos neurotransmisores con sus neurorreceptores y algunas de sus funciones cerebrales principales:
Existen muchos otros neurotransmisores y neurorreceptores, así como otros tipos de moléculas que pueden actuar como neurotransmisores, aunque no sean liberadas de igual manera, como por ejemplo la oxitocina (relacionada con el vínculo afectivo, el parto y la lactancia) o las endorfinas (relacionadas con la analgesia y que actúan sobre los receptores opioides).
Como podemos ver, todo esto no es tan sencillo como decir que la serotonina es la «hormona de la felicidad», sino más bien que actúa como un modulador con diversas funciones según cuál de sus 14 diferentes receptores esté activando y en qué región cerebral, o red neuronal, se encuentre. Otros neurotransmisores con menor cantidad de receptores pueden cumplir funciones más sencillas de explicar, como es el caso del glutamato, que activa las neuronas y aumenta su excitabilidad eléctrica, o el GABA que las «apaga» o reduce su excitabilidad eléctrica. Pero estos efectos a nivel neuronal no siempre se traducen a nivel de todo el cerebro, y también dependerá de las redes concretas que estén activando o apagando.
¿Por qué es tan importante hablar de cómo se comunican las neuronas en este libro? Porque es esta comunicación química entre neuronas la que permite que el cerebro y las demás partes del Sistema Nervioso lleven a cabo todas sus funciones. Al igual que sucede dentro de un ordenador, cuyo funcionamiento no depende solo del trabajo de una de sus partes sino de la interacción (comunicación) entre muchas de ellas, una neurona de nuestro cerebro «no piensa», sino que «piensa» la red neuronal, y en este punto es donde podemos empezar a hablar de cómo moléculas exógenas7, como las sustancias psicoactivas, influyen en estos procesos.
Red de neuronas vistas al microscopio. (ALol88, CC BY 4.0 <https://creativecommons.org/licenses/by/4.0>, via Wikimedia Commons).
Un fármaco es una molécula que se considera «bioactiva» porque, debido a su estructura y configuración química, puede interactuar con macromoléculas proteicas, generalmente denominadas receptores («cerraduras»), localizadas en la membrana, citoplasma o núcleo de una célula (como las neuronas, por ejemplo), dando lugar a una acción y a un efecto evidenciables. Por ejemplo, cuando tomamos un ibuprofeno y nos reduce el dolor y la inflamación. Por ello, la farmacología es la rama de la ciencia que estudia cómo interactúa el fármaco (ya sea un medicamento comprado en una farmacia, una planta medicinal o una cerveza servida en un bar) con el organismo, sus acciones, efectos y propiedades.
Una cerradura y su llave, una analogía de la interacción entre fármaco-receptor o neurotransmisor-neurorreceptor (ItalianLocksmith, CC BY-SA 3.0 <https://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0>, via Wikimedia Commons).
La neurofarmacología en particular estudia cómo algunos fármacos actúan específicamente sobre las neuronas y el sistema nervioso. A estos fármacos con capacidad de interactuar con nuestras neuronas y tejidos nerviosos los llamamos sustancias psicoactivas o drogas psicoactivas o, a veces simplemente, drogas, y abarcan un amplio abanico de moléculas como el alcohol, los ansiolíticos, los analgésicos, el tabaco, la cocaína, el café, la LSD, la MDMA, etc.
En base a esta definición podemos empezar a entender por qué el concepto de neurotransmisor (llave) y neurorreceptor (cerradura) es tan importante de comprender, dado que las sustancias psicoactivas (tanto las legales como las ilegalizadas) actúan precisamente ahí, sobre esas cerraduras de nuestras neuronas, o bien afectando la interacción entre nuestras llaves internas y nuestras cerraduras, actuando unas veces como si fuesen las propias llaves y abriendo esas cerraduras (efecto agonista), como una ganzúa o llave falsa abre una cerradura en ausencia de la llave original; y otras veces bloqueándolas, como si fuesen llaves rotas, que encajan pero no giran, y no dejan a otras llaves entrar (efecto antagonista). También, en ocasiones, simplemente hacen que las neuronas no puedan retirar esas llaves después de lanzarlas (inhibidores de la recaptación), o incluso que «lancen» más llaves de las previstas (revertidores del transportador). Todas estas posibles acciones de las drogas en la sinapsis son las que nos dan un abanico tan amplio de efectos posibles, provocando activaciones neuronales, o impidiéndolas, de un modo diferente al del funcionamiento normal del sistema. Se dice que tienen una determinada «afinidad» (o encaje) por uno o varios neurorreceptores a la vez, y pueden unirse a ellos con menor o incluso mayor «afinidad» (fuerza) que nuestros propios neurotransmisores.
Disminución temporal del flujo sanguíneo/activación en determinadas regiones cerebrales después de la psilocibina. Se muestran las regiones en las que hubo una disminución significativa después de la psilocibina en comparación con el placebo (Tomado de Robin L. Carhart-Harris et al., «Neural Correlates of the Psychedelic State as Determined by fMRI Studies with Psilocybin», Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America 109, n.o 6 (7 de febrero de 2012): 2138-43). Con permiso de RCH, primer autor.
En esencia, se podría decir que las sustancias psicoactivas actúan como si fueran nuestros propios neurotransmisores, pero, en vez de generarse dentro de nuestro propio cuerpo (endógenos), entran a nuestro cuerpo desde fuera (exógenos), y su forma de interactuar con los neurorreceptores es diferente a la de nuestros propios neurotransmisores. Son como ganzúas o llaves falsas que pueden abrir nuestras cerraduras, aunque no sean nuestras propias llaves.
Esto sucede a nivel neuronal, pero si vemos lo que sucede a nivel del cerebro, estos cambios en las cerraduras de nuestras neuronas tienen un impacto global que cambia transitoriamente la forma de trabajar que tiene el cerebro, pudiendo afectar la forma en la que se comunican diferentes regiones cerebrales entre sí: sobreactivando algunas regiones, apagando otras, descoordinando otras, y esto es lo que produce los cambios de conciencia que notamos, por ejemplo, cuando bebemos una cerveza, tomamos un café o consumimos cualquier otra sustancia con propiedades psicoactivas.
Aunque todavía quede mucho por descubrir sobre los procesos neuroquímicos que están en la base de nuestra conciencia, cada día sabemos más de la neuroquímica básica de nuestro funcionamiento cerebral, el que sienta las bases biológicas de nuestros pensamientos, sentimientos y comportamientos y, por tanto, cada día entendemos mejor cómo las drogas influyen sobre ellos, y cómo podemos utilizarlas para el avance de la ciencia y las terapias.
4 Ciencia que estudia el Sistema Nervioso y todos sus aspectos (como estructura, función, bioquímica, farmacología y patología), y cómo sus diferentes elementos interactúan, dando lugar a las bases biológicas de la cognición y la conducta.
5 Definiciones más adelante y en el glosario.
6 Por ejemplo, la testosterona, la adrenalina, la insulina, el cortisol o la melatonina.
7 Producidas fuera del cuerpo.